} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: ELEGIDOS DE DIOS (7)

sábado, 5 de julio de 2025

ELEGIDOS DE DIOS (7)

 

 

1 Pedro 1: 17-23 

17  Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación;

18  sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata,

19  sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación,

20  ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros,

21  y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios.

22  Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro;

23  siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.

 

  EL LLAMADO A ORAR POR SANTIDAD

 

La oración es clamar al Espíritu Santo para poder vivir en santidad. El creyente vive en santidad a través de la oración. Ya que Dios es santo y la santidad viene de Él, entonces el creyente debe orar por esta. Como en 1:2, donde Pedro menciona al Dios trino en relación con la elección, 1 Pedro 1:17-22 el Dios trino está relacionado con la santidad.

         Ora al Padre por santidad. La petición por santidad está dirigida al Padre. Así como en el Padre Nuestro hemos sido enseñados a orar por santidad a Dios (“Padre Nuestro que estás en el cielo, santificado (santo) sea tu nombre”). Ésta es la primera petición, el primer imperativo del Padre Nuestro. “Santificado sea tu nombre.” El Catecismo de Heidelberg, domingo 47, lo explica de la siguiente manera:

Pregunta: ¿Cuál es la primera súplica?

Respuesta: Santificado sea tu nombre, es decir, concédenos ante todo que te conozcamos rectamente, y que santifiquemos y celebremos tu omnipotencia, sabiduría, bondad, justicia, misericordia y verdad, que se manifiestan en toda tus obras. Concédenos también, que toda nuestra vida, en pensamiento, palabra y obra, sea siempre dirigida a este fin: que tu santísimo nombre no sea por nosotros blasfemado ni menospreciado, sino honrado y glorificado.

El creyente debe reconocer que Dios es santo, que la santidad debe ser pedida, y que Él solamente se puede relacionar con nosotros basado en Su santidad. Sabiendo y orando por esto, el creyente se da cuenta que es un extraño en el sistema del mundo y que necesita ser preparado para la eternidad, en donde un día dará cuentas a un Dios que dirá, “en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.” Así que el creyente enfrenta sus inhabilidades, su desgano y su falta de santidad en la oración. El ora hasta que recibe la bendición de ser separado de su pecado y ser enviado a servir al Maestro.

El legalista dice: “haz más.” El liberal dice: “haz menos.” El creyente ora, “No puedo hacerlo Señor, perdóname, hazlo a través de mí por tu Espíritu. Heme aquí, envíame a mí” (Isaías 6:8).

Santidad basada en el sacrificio de Jesús (versos 18-21). La única esperanza que el creyente tiene de relacionarse con el santo Dios es el ser perdonado por Dios a través del sacrificio substitutivo del Cordero de Dios. El completo sistema del Antiguo Testamento de mediación y sacrificio fue establecido, pero Pedro apunta a  su “conducta sin objetivo recibida por tradición de sus padres.” La interpretación de Calvino es que Pedro les habla a judíos cristianos así que la tradición se refiere a la interpretación de sus líderes religiosos de la Ley de Dios. Otros autores sugieren que Pedro está hablando de tradición pagana.  Cualquiera que sea la tradición religiosa a la que se refiere, la solución se encuentra en creer y vivir de acuerdo al sacrificio redentor de Jesús. La solución de los problemas del hombre con el pecado fue pre ordenada no solamente antes de la creación del mundo, y antes de que el pecado llegara al mundo, sino también antes de que las tradiciones de los padres fueran establecidas.   Siempre ha sido el plan de Dios el traer santidad al mundo a través del sacrificio redentor y sustitutivo de Su Hijo. 

Pedro escribe, “a través del cual (Jesús) creen en Dios.” Jesús es el mediador entre un Dios Santo y el creyente en el proceso de vivir en santidad. El creyente requiere la constante intercesión de su Gran Sacerdote celestial para poder relacionarse con el Dios Padre.

 

         EL LLAMADO A LA PUREZA

 

La santidad es la purificación traída a través del Espíritu Santo (verso 22). El Espíritu Santo trae un nuevo nacimiento (1:23); purificación del alma (1: 22); el fruto del Espíritu (Gracia, paz, 1:2; amor, 1:22), dones del ministerio (predicación, 1:25) y fortaleza en medio del sufrimiento (1: 6,7).

         El creyente no puede purificar su naturaleza humana o adánica. La naturaleza humana  es “pinchado,” es un balde de agua con un hoyo, un globo con una fuga por un pinchazo, un cáncer sin remedio. La naturaleza humana está espiritualmente muerta  y los creyentes necesitan el nuevo nacimiento. Hay sistemas religiosos y filosóficos que proponen traer la espiritualidad a través de la rehabilitación de la naturaleza humana. Su solución es buscar dentro del espíritu del hombre o buscar en el mundo de espíritus para poder encontrar espiritualidad. Por el contrario, Pedro claramente apunta a Dios como la fuente de la santidad, “a través de Él crees en Dios… por lo que tu fe y esperanza están en Dios.”

El creyente, sin embargo, es renacido por una simiente incorruptible (verso 23). Nadie, ni el creyente, puede quitar a esta semilla. La Inquisición romana trató de forzar la  renuncia de la fe y apagar la vida nueva espiritual del creyente pero todos los métodos de tortura no tuvieron éxito con los verdaderos creyentes.

Habiendo recibido santidad de Dios, el creyente debe responder a la verdad y practicar el amor (verso 22). Para el regenerado la pureza del alma viene a través de la obediencia a la verdad. Dios es verdadero y revela toda verdad. La verdad de Dios es dada al creyente a través de la Palabra y Espíritu de Dios. La Palabra necesita vivir y permanecer en el cristiano (verso 23). El cristiano necesita estar constantemente en la Palabra de Dios por estudiarla, estar bajo la predicación de la Palabra (vverso 25) y poner en práctica la Palabra.

El cristiano debe orar por la obra de santificación del Espíritu Santo. Esta obra no viene automáticamente. Tal santidad viene de Dios y necesita ser pedida. El creyente no sólo es santo por sí mismo. El creyente debe desecharse de la malicia, el engaño, la hipocresía, envidia y mal hablar. Tales corrupciones no vienen de la “simiente corruptible” (verso 23). Tales actividades pecaminosas no vienen de Dios, ni su Espíritu y su Palabra. La malicia viene de nuestra naturaleza humana, el mundo y el diablo. Por la santificación del Espíritu Santo venceremos a los enemigos de Dios y de nosotros.

Notemos que el apóstol requiere completa santidad pero reconoce la falta de santidad en el creyente. Por esta razón,  decimos que la santificación es progresiva; es un proceso espiritual de muerte diaria al pecado y vida diaria en Cristo.

 

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