} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 11/01/2017 - 12/01/2017

jueves, 30 de noviembre de 2017

CONFESIÓN DE FE 1689 8. De Cristo el mediador



1. Agradó a Dios,1 en su propósito eterno,2 escoger y ordenar al Señor Jesús, su Hijo unigénito, conforme al pacto hecho entre ambos,3 para que fuera el mediador entre Dios y el hombre; profeta, sacerdote, y rey; cabeza y Salvador de la iglesia, el heredero de todas las cosas y juez del mundo;4 a quien dio, desde toda la eternidad, un pueblo para que fuera su simiente y para que a su tiempo lo redimiera, llamara, justificara, santificara y glorificara.5

1. Is. 42:1; Jn. 3:16.
 2. 1 P. 1:19.
3. Sal. 110:4; He. 7:21,22.
4. 1 Ti. 2:5; Hch. 3:22; He. 5:5,6; Sal. 2:6; Lc. 1:33; Ef. 1:22,23; 5:23; He. 1:2; Hch. 17:31.
5. Ro. 8:30; Jn. 17:6; Is. 53:10; Sal. 22:30; 1 Ti. 2:6; Is. 55:4,5; 1 Co. 1:30.

2. El Hijo de Dios, la segunda persona en la Santa Trinidad, siendo Dios verdadero y eterno, el resplandor de la gloria del Padre, consustancial con aquel e igual a él, que hizo el mundo, y quien sostiene y gobierna todas las cosas que ha hecho,1 cuando llegó la plenitud del tiempo,2 tomó sobre sí la naturaleza del hombre, con todas sus propiedades esenciales3 y con sus debilidades concomitantes, 4 aunque sin pecado;5 siendo concebido por el Espíritu Santo en el vientre de la virgen María, al venir sobre ella el Espíritu Santo y cubrirla el Altísimo con su sombra; y así fue hecho de una mujer de la tribu de Judá, de la simiente de Abraham y David según las Escrituras;6 de manera que, dos naturalezas completas, perfectas y distintas se unieron inseparablemente en una persona, pero sin conversión, composición o confusión alguna. Esta persona es verdaderamente Dios7 y verdaderamente hombre,8 aunque un solo Cristo, el único mediador entre Dios y el hombre.9

1. Jn. 8:58; Jl. 2:32 con Ro. 10:13; Sal. 102:25 con He. 1:10; 1 P. 2:3 con Sal. 34:8; Is. 8:12,13 con 3:15; Jn. 1:1; 5:18; 20:28; Ro. 9:5; Tit. 2:13; He. 1:8,9; Fil. 2:5,6; 2P. 1:1; 1 Jn. 5:20.
2. Gá. 4:4.
3. He. 10:5; Mr. 14:8; Mt. 26:12,26; Lc. 7:44-46; Jn. 13:23; Mt. 9:10-13; 11:19; Lc. 22:44; He. 2:10; 5:8; 1 P. 3:18; 4:1; Jn. 19:32-35; Mt. 26:36-44; Stg. 2:26; Jn.
19:30; Lc. 23:46; Mt. 26:39; 9:36; Mr. 3:5; 10:14; Jn. 11:35; Lc. 19:41-44; 10:21; Mt. 4:1-11; He. 4:15 con Stg. 1:13; Lc. 5:16; 6:12; 9:18,28; 2:40,52; He.
5:8,9.
4. Mt. 4:2; Mr. 11:12; Mt. 21:18; Jn. 4:7; 19:28; 4:6; Mt. 8:24; Ro. 8:3; He. 5:8; 2:10,18; Gá. 4:4.
5. Is. 53:9; Lc. 1:35; Jn. 8:46; 14:30; Ro. 8:3; 2 Co. 5:21; He. 4:15; 7:26; 9:14; 1 P. 1:19; 2:22; 1 Jn. 3:5.
6. Ro. 1:3,4; 9:5.
7. Ver ref. 1 arriba.
8. Hch. 2:22; 13:38; 17:31; 1 Co. 15:21; 1 Ti. 2:5.
9. Ro. 1:3,4; Gá. 4:4,5; Fil. 2:5-11.

3. El Señor Jesús, en su naturaleza humana así unida a la divina, en la persona del Hijo, fue santificado y ungido con el Espíritu Santo sin medida, teniendo en sí todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento, en quien agradó al Padre que habitase toda plenitud, a fin de que siendo santo, inocente y sin mancha, y lleno de gracia y de verdad, fuese completamente apto para desempeñar el oficio de mediador y fiador;1 el cual no tomó por sí mismo, sino que fue llamado para el mismo por su Padre, quien también puso en sus manos todo poder y juicio, y le ordenó que lo cumpliera.2

1. Sal. 45:7; Col. 1:19; 2:3; He. 7:26; Jn. 1:14; Hch. 10:38; He. 7:22.
2. He. 5:5; Jn. 5:22,27; Mt. 28:18; Hch. 2:36.

4. El Señor Jesús asumió de muy buena voluntad este oficio,1 y para desempeñarlo, nació bajo la ley,2 la cumplió perfectamente y sufrió el castigo que nos correspondía a nosotros, el cual deberíamos haber llevado y sufrido,3 siendo hecho pecado y maldición por nosotros;4 soportando las más terribles aflicciones en su alma y los más dolorosos sufrimientos en su cuerpo;5 fue crucificado y murió, y permaneció en el estado de los muertos, aunque sin ver corrupción.6 Al tercer día resucitó de entre los muertos con el mismo cuerpo en que sufrió,7 con el cual también ascendió al cielo,8 y allí está sentado a la diestra de su Padre intercediendo,9 y regresará para juzgar a los hombres y a los ángeles al final del mundo.10

1. Sal. 40:7,8 con He. 10:5-10; Jn. 10:18; Fil. 2:8.
2. Gá. 4:4.
3. Mt. 3:15; 5:17.
4. Mt. 26:37,38; Lc. 22:44; Mt. 27:46.
5. Mt. 26-27.
6. Fil. 2:8; Hch. 13:37.
7. Jn. 20:25,27.
8. Hch. 1:9-11.
9. Ro. 8:34; He. 9:24.
10. Hch. 10:42; Ro. 14:9,10; Hch. 1:11; Mt. 13:40-42; 2 P. 2:4; Jud. 6.

5. El Señor Jesús, por su perfecta obediencia y el sacrificio de sí mismo 1 que ofreció a Dios una sola vez a través del Espíritu eterno,2 ha satisfecho plenamente la justicia de Dios,3 ha conseguido la reconciliación 4 y ha comprado una herencia eterna en el reino de los cielos5 para todos aquellos que el Padre le ha dado.6

1. Ro. 5:19; Ef. 5:2.
2. He. 9:14,16; 10:10,14.
3. Ro. 3:25,26; He. 2:17; 1 Jn. 2:2; 4:10.
4. 2 Co. 5:18,19; Col. 1:20-23.
5. He. 9:15; Ap. 5:9,10.
6. Jn. 17:2.

6. Aun cuando el precio de la redención no fue realmente pagado por Cristo hasta después de su encarnación, sin embargo la virtud, la eficacia y los beneficios de la misma fueron comunicados a los escogidos en todas las épocas desde el principio del mundo,1 en las promesas, tipos y sacrificios y por medio de los mismos, en los cuales fue revelado y señalado como la simiente que heriría la cabeza de la serpiente,2 y como el Cordero inmolado desde la fundación del mundo,3 siendo el mismo ayer, hoy y por los siglos.4

1. Gá. 4:4,5; Ro. 4:1-9.
2. Gn. 3:15; 1 P. 1:10,11.
3. Ap. 13:8.
4. He. 13:8.

7. Cristo, en la obra de mediación, actúa conforme a ambas naturalezas, haciendo por medio de cada naturaleza lo que es propio de ella; aunque, por razón de la unidad de la persona, lo que es propio de una naturaleza algunas veces se le atribuye en las Escrituras a la persona denominada por la otra naturaleza.1

1. Jn. 3:13; Hch. 20:28.

8. A todos aquellos para quienes Cristo ha obtenido redención eterna, cierta y eficazmente les aplica y comunica la misma,1 haciendo intercesión por ellos,2 uniéndoles a sí mismo por su Espíritu,3 revelándoles en la Palabra y por medio de ella el misterio de la salvación,4 persuadiéndoles a creer y obedecer,5 gobernando sus corazones por su Palabra y Espíritu,6 y venciendo a todos sus
enemigos por su omnipotente poder y sabiduría,7 de manera y en formas que más coincidan con su maravillosa e inescrutable dispensación; 8 y todo por su gracia libre y absoluta, sin prever ninguna condición en ellos para granjearla.9

1. Jn.6:37,39; 10:15,16; 17:9.
2. 1 Jn. 2:1,2; Ro. 8:34.
 3. Ro. 8:1,2.
4. Jn. 15:13,15; 17:6; Ef. 1:7-9.
5. 1 Jn. 5:20.
6. Jn. 14:16; He. 12:2; Ro. 8:9,14; 2 Co. 4:13; Ro. 15:18,19; Jn. 17:17.
7. Sal. 110:1; 1 Co. 15:25,26; Col. 2:15.
8. Ef. 1:9-11.
 9. 1 Jn. 3:8; Ef. 1:8.

9. Este oficio de mediador entre Dios y el hombre es propio sólo de Cristo, quien es el Profeta, Sacerdote y Rey de la iglesia de Dios; y no puede, ni parcial ni totalmente, ser transferido de él a ningún otro.1

1. 1 Ti. 2:5.

10. Esta cantidad y orden de oficios son necesarios; pues, por nuestra ignorancia, tenemos necesidad de su oficio profético;1 y por nuestra separación de Dios y la imperfección del mejor de nuestros servicios, necesitamos su oficio sacerdotal para reconciliarnos con Dios y presentarnos aceptos para con él;2 y por nuestra falta de disposición y total incapacidad para volver a Dios y para rescatarnos a nosotros mismos y protegernos de nuestros adversarios espirituales, necesitamos su oficio real para convencernos, subyugarnos, atraernos, sostenernos, librarnos y preservarnos para su reino celestial.3

1. Jn. 1:18.
2. Col. 1:21; Gá. 5:17; He. 10:19-21.

3. Jn. 16:8; Sal. 110:3; Lc. 1:74,75.

CONFESIÓN DE FE 1689 7. Del pacto de Dios

  
1. La distancia entre Dios y la criatura es tan grande que aun cuando las criaturas racionales le deben obediencia como su Creador, éstas nunca podrían haber logrado la recompensa de la vida a no ser por alguna condescendencia voluntaria por parte de Dios, que a él le ha placido expresar en forma de pacto.1

1. Job 35:7,8; Sal. 113:5,6; Is. 40:13-16; Lc. 17:5-10; Hch. 17:24,25.

2. Además, habiéndose el hombre acarreado la maldición de la ley por su Caída, agradó al Señor hacer un pacto de gracia 1, en el que gratuitamente ofrece a los pecadores vida y salvación por Jesucristo, requiriéndoles la fe en él para que puedan ser salvos2, y prometiendo dar su Espíritu Santo a todos aquellos que son ordenados para vida eterna, a fin de darles disposición y capacidad para
creer 3.

1. Gn. 3:15; Sal. 110:4 (con He. 7:18-22; 10:12-18); Ef. 2:12 (con Ro. 4:13-17 y Gá. 3:18-22); He. 9:15.
2. Jn. 3:16; Ro. 10:6,9; Gá. 3:11.
3. Ez.36:26,27; Jn. 6:44,45.

3. Este pacto se revela en el evangelio; en primer lugar, a Adán en la promesa de salvación a través de la simiente de la mujer, y luego mediante pasos adicionales hasta completarse su plena revelación en el Nuevo Testamento;1 y tiene su fundamento en aquella transacción federal y eterna que hubo entre el Padre y el Hijo acerca de la redención de los escogidos;2 y es únicamente a través de la gracia de este pacto como todos los descendientes del Adán caído que son salvados obtienen vida y bendita inmortalidad, siendo el hombre ahora totalmente incapaz de ser aceptado por Dios bajo aquellas condiciones en las que estuvo Adán en su estado de inocencia.3

1. Gn. 3:15; Ro. 16:25-27; Ef. 3:5; Tit. 1:2; He. 1:1,2.
2. Sal. 110:4; Ef. 1:3-11; 2 Ti. 1:9.

3. Jn. 8:56; Ro. 4:1-25; Gá. 3:18-22; He. 11:6,13,39,40.

CONFESIÓN DE FE 1689 6. De la Caída del hombre, del pecado y su castigo



1. A pesar de que Dios creó al hombre recto y perfecto, y le dio una ley justa, que hubiera sido para vida si la hubiera guardado, y amenazó con la muerte su transgresión, el hombre no la honró por mucho tiempo,1 usando Satanás la sutileza de la serpiente para subyugar a Eva y luego a través de ella seduciendo a Adán, quien sin ninguna coacción, deliberadamente transgredió la ley bajo la cual habían sido creados y también el mandato que les había sido dado, al comer del fruto prohibido,2 lo cual agradó a Dios permitir, conforme a su sabio y santo consejo, habiéndolo ordenado con el propósito de que fuera para su propia gloria. 3

1. Ec. 7:29; Ro. 5:12a, 14,15; Gn. 2:17; 4:25-5:3.
 2. Gn. 3:1-7; 2 Co. 11:3; 1 Ti. 2:14.
3. Ro. 11:32-34; 2 S. 24:1; 1 Cr. 21:1; 1 R. 22:22,23; 2 S. 16:10; Hch. 2:23; 4:27,28.

2. Por este pecado, nuestros primeros padres cayeron de su justicia y rectitud original y de su comunión con Dios, y nosotros en ellos, por lo que la muerte sobrevino a todos;1 viniendo a estar todos los hombres muertos en pecado, y totalmente corrompidos en todas las facultades y partes del alma y del cuerpo.2

1. Gn. 3:22-24; Ro. 5:12ss.; 1Co. 15:20-22; Sal. 51:4,5; 58:3; Ef. 2:1-3; Gn. 8:21; Pr. 22:15.
2. Gn. 2:17; Ef. 2:1; Tit. 1:15; Gn. 6:5; Jer. 17:9; Ro. 3:10-18; 1:21; Ef. 4:17-19; Jn. 5:40; Ro. 8:7.

3. Siendo ellos la raíz de la raza humana, y estando por designio de Dios en lugar de toda la humanidad, la culpa del pecado fue imputada y la naturaleza corrompida transmitida a toda la posteridad que descendió de ellos mediante generación ordinaria, siendoahora concebidos en pecado, y por naturaleza hijos de ira, siervos del pecado, sujetos a la muerte y a todas las demás desgracias –
espirituales, temporales y eternas–, a no ser que el Señor Jesús los libere.1

1. Ro. 5:12ss.; 1 Co. 15:20-22; Sal. 51:4,5; 58:3; Ef. 2:1-3; Gn. 8:21; Pr. 22:15; Job 14:4; 15:14.

4. De esta corrupción original, por la cual estamos completamente indispuestos, incapacitados y opuestos a todo bien y enteramente inclinados a todo mal,1 proceden en sí todas las transgresiones.2

1. Mt. 7:17,18; 12:33-35; Lc. 6:43-45; Jn. 3:3,5; 6:37,39,40,44,45,65; Ro. 3:10-12; 5:6; 7:18; 8:7,8; 1 Co. 2:14.
2. Mt. 7:17-20; 12:33-35; 15:18-20.

5. La corrupción de la naturaleza permanece durante esta vida en los que son regenerados;1 y, aunque aquella sea perdonada y mortificada por medio de Cristo, ella misma y sus primeros impulsos son verdadera y propiamente pecado.2

1. 1 Jn. 1:8-10; 1 R. 8:46; Sal. 130:3; 143:2; Pr. 20:9; Ec. 7:20; Ro. 7:14-25; Stg. 3:2.

2. Sal. 51:4,5; Pr. 22:15; Ef. 2:3; Ro. 7:5,7,8,17,18,25; 8:3-13; Gá. 5:17-24; Pr. 15:26; 21:4; Gn. 8:21; Mt. 5:27,28

CONFESIÓN DE FE 1689 5. De la divina providencia



1. Dios, el buen Creador de todo,1 en su infinito poder y sabiduría,2 sostiene, dirige, dispone y gobierna 3 a todas las criaturas y cosas, desde la mayor hasta la más pequeña,4 por su sapientísima y santísima providencia,5 con el fin para el cual fueron creadas,6 según su presciencia infalible, y el libre e inmutable consejo de su propia voluntad;7 para alabanza de la gloria de su sabiduría, poder, justicia, infinita bondad y misericordia.8

1. Gn. 1:31; 2:18; Sal. 119:68.
 2. Sal. 145:11; Pr. 3:19; Sal. 66:7.
3. He. 1:3; Is. 46:10,11; Dn. 4:34,35; Sal. 135:6; Hch. 17:25-28; Job 38-41.
4. Mt. 10:29-31
5. Pr. 15:3; Sal. 104:24; 145:17.
6. Col. 1:16,17; Hch. 17:24-28.
7. Sal. 33:10,11; Ef. 1:11.
8. Is. 63:14; Ef. 3:10; Ro. 9:17; Gn. 45:7; Sal. 145:7

2. Aunque en relación con la presciencia y el decreto de Dios, la causa primera, todas las cosas suceden inmutable e infaliblemente, de modo que nada ocurre a nadie por azar o sin su providencia;1 sin embargo, por la misma providencia, las ordena de manera que ocurran según la naturaleza de las causas secundarias, ya sea necesaria, libre o contingentemente.2

1. Hch. 2:23; Pr. 16:33.
2. Gn. 8:22; Jer. 31:35; Ex. 21:13; Dt. 19:5; Is. 10:6,7; Lc. 13;3,5; Hch. 27:31; Mt. 5:20,21; Fil. 1:19; Pr. 20:18; Lc. 14:25ss.; Pr. 21:31; 1 R. 22:28,34; Rt. 2:3.

3. Dios, en su providencia ordinaria, hace uso de medios;1 sin embargo, tiene la libertad de obrar sin ellos,2 por encima de ellos 3 y contra ellos,4 según le plazca.

1. Hch. 27:22,31,44; Is. 55:10,11; Os. 2:21,22.
2. Os. 1:7; Lc. 1:34,35.
3. Ro. 4:19-21.
4. Ex. 3:2,3; 2 R. 6:6; Dn. 3:27.

4. El poder omnipotente, la sabiduría inescrutable y la bondad infinita de Dios se manifiestan en su providencia hasta tal punto que su consejo determinante se extiende aun hasta la primera Caída y a todas las demás acciones pecaminosas, tanto de los ángeles como de los hombres1 (y eso no por un mero permiso), las cuales sapientísima y poderosamente limita, y asimismo ordena y gobierna
de múltiples maneras para sus santísimos fines;2 sin embargo, de tal modo que la pecaminosidad de las acciones de ellos procede sólo de las criaturas, y no de Dios, quien siendo justísimo y santísimo, no es, ni puede ser, autor del pecado ni aprobarlo.3

1. Ro. 11:32-34; 2 S. 24:1; 1 Cr. 21:1; 1 R. 22:22,23; 2 S. 16:10; Hch. 2:23; 4:27,28.
2. Hch. 14:16; 2 R. 19:28; Gn. 50:20; Is. 10:6,7,12.
3. Stg. :13,14,17; 1 Jn. 2:16; Sal. 50:21.

5. El Dios sapientísimo, justísimo y clementísimo a menudo deja por algún tiempo a sus propios hijos en diversas tentaciones y en las corrupciones de sus propios corazones, a fin de disciplinarlos por sus pecados anteriores o para revelarles la fuerza oculta de la corrupción y del engaño de sus corazones, para que sean humillados; y para llevarlos a una dependencia de él más íntima y constante para su apoyo en él; y para hacerlos más vigilantes contra todas las ocasiones futuras de pecado, y para otros fines santos y justos.1 Por consiguiente, todo lo que ocurre a cualquiera de sus escogidos es por su designio, para su gloria y para el bien de ellos.2
1. 2 Cr. 32:25,26,31; 2 S. 24:1; Lc. 22:34,35; Mr. 14:66-72; Jn. 21:15-17.
2. Ro. 8:28.

6. En cuanto a aquellos hombres malvados e impíos a quienes Dios, como juez justo, ciega y endurece a causa de su pecado anterior,1 no sólo les niega su gracia, por la cual podría haber iluminado su entendimiento y obrado en sus corazones,2 sino que también algunas veces les retira los dones que tenían,3 y los deja expuestos a las cosas que su corrupción convierte en ocasión de pecado;4 y, a la vez, los entrega a sus propias concupiscencias, a las tentaciones del mundo y al poder de Satanás,5 por lo cual sucede que se endurecen bajo los mismos medios que Dios emplea para ablandar a otros.6

1. Ro. 1:24-26,28; 11:7,8
2. Dt. 29:4.
3. Mt. 13:12; 25:29.
4. Dt. 2:30; 2 R. 8:12,13.
 5. Sal. 81:11,12; 2 Ts. 2:10-12.
6. Ex. 7:3; 8:15,32; 2 Co. 2:15,16; Is. 6:9,10; 8:14; 1 P. 2:7; Hch. 28:26,27; Jn. 12:39,40.

7. Del mismo modo que la providencia de Dios alcanza en general a todas las criaturas, así también de un modo más especial cuida de su iglesia y dispone todas las cosas para el bien de la misma.1


1. Pr. 2:7,8; Am. 9:8,9; 1 Ti. 4:10; Ro. 8:28; Ef. 1:11,22; 3:10,11,21; Is. 43:3-5,14.

CONFESIÓN DE FE 1689 4. De la creación



1. En el principio agradó a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo,1 para la manifestación de la gloria de su poder, sabiduría y bondad eternos,2 crear o hacer el mundo y todas las cosas que en él hay, ya sean visibles o invisibles,3 en el lapso de seis días,4 y todas muy buenas.5

1. He. 1:2; Jn. 1:2,3; Gn. 1:2; Job 26:13; 33:4.
2. Ro. 1:20; Jer. 10:12; Sal. 104:24; 33:5,6; Pr. 3:19; Hch. 14:15,16.
3. Gn. 1:1; Jn. 1:2; Col. 1:16.
4. Gn. 2:1-3; Ex. 20:8-11.
5. Gn. 1:31; Ec. 7:29; Ro. 5:12

2. Después que Dios hubo creado todas las demás criaturas, creó al hombre, varón y hembra, con almas racionales e inmortales, haciéndolos aptos para la vida con Dios para la cual fueron creados;1 siendo hechos a imagen de Dios, en conocimiento, justicia y santidad de la verdad;2 teniendo la ley de Dios escrita en sus corazones, y el poder para cumplirla y, sin embargo, con la posibilidad de transgredirla, por haber sido dejados a la libertad de su propia voluntad, que era mutable.3

1. Gn. 1:27; 2:7; Stg. 2:26; Mt. 10:28; Ec. 12:7.
2. Gn. 1:26,27; 5:1-3; 9:6; Ec. 7:29; 1 Co. 11:7; Stg. 3:9; Col. 3:10; Ef. 4:24.
3. Ro. 1:32; 2:12a,14,15; Gn. 3:6; Ec. 7:29; Ro. 5:12.

3. Además de la ley escrita en sus corazones, recibieron un mandato de no comer del árbol del conocimiento del bien y del mal; y, mientras lo guardaron, fueron felices en su comunión con Dios y tuvieron dominio sobre las criaturas.1

1. Gn. 1:26,28; 2:17