} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 01/01/2022 - 02/01/2022

lunes, 31 de enero de 2022

¿QUÉ DICE LA BIBLIA SOBRE LA HOMOSEXUALIDAD? (2)


Levítico 18:22  No te acostarás con un varón como quien se acuesta con una mujer; es cosa abominable

Levítico 20:13 Si alguno se ayuntare con varón como con mujer, abominación hicieron; ambos han de ser muertos; sobre ellos será su sangre.

Romanos 1:26  Por eso, los entregó Dios a pasiones que envilecen: así, hasta sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza:

 Romanos 1; 27  igualmente los hombres también, dejando el uso natural de la mujer, se abrasaron en su lascivia los unos hacia los otros, cometiendo torpezas varones con varones, y recibiendo en sí mismos la debida retribución a su extravío.

Romanos 1; 28  Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen

1Corintios 6:9 ¿O es que no sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? ¡No os engañéis! Ni lujuriosos, ni idólatras, ni adúlteros, ni afeminados, ni homosexuales

 

          Hemos visto cómo Pablo presenta la homosexualidad, tanto en la práctica externa como en su deseo interno, como la ilustración que va a la cabeza de la condición depravada de la cultura incrédula. Pablo reitera la perspectiva del Antiguo Testamento, encontrando la condena de la homosexualidad en el testimonio de la creación del hombre (“naturaleza”), en el testimonio de la historia (Sodoma), y en el testimonio de la ley moral (“la ordenanza de Dios”). Pablo confirma el carácter despreciable de esta perversión sexual y declara el juicio de Dios de condena a muerte sobre ella.

Debiésemos concluir con sobriedad que la sociedad moderna, lo mismo que la iglesia moderna, se hallan ambas peligrosamente cercanas a la retribución divina a medida que continúan tolerando y aprobando la homosexualidad. La ‘liberación gay’ es sintomática de una cultura abandonada por Dios a la destrucción y de una iglesia que provoca al Señor con abominación.

Romanos 1:28 dice que “ellos” – los homosexuales mencionados en los dos versículos precedentes – no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen, “siendo llenos con” toda injusticia (Romanos 1: 29). Las muchas expresiones de la impiedad enumeradas en los versículos Rom 1:29-31 son el tipo de transgresiones de la ley de Dios que son concomitantes con la conducta y la cultura homosexual. Estos vicios caracterizan a la sociedad en la que la homosexualidad es practicada y tolerada. Cuando Pablo llega al verso 32 él habla de ellos “quienes conocen la ordenanza de Dios.” El pronombre relativo “quienes” (hoitenes) se refiere a aquellos que están “llenos de toda injusticia” (v. 29) – a saber, los homosexuales (vv. 26-28).  Por tanto, pareciera algo forzado e inútil cuando algunos escritores,   empezaron a sugerir que la Biblia en realidad no contiene el mensaje negativo contra la homosexualidad que los Cristianos han pensado tradicionalmente. Los defectos en el análisis de los textos Bíblicos relevantes eran lo suficientemente fáciles de identificar. En los años 60 a 70, del siglo pasado  fueron también la era de la revolución cultural en América – la contracultura, la cultura de la droga, el movimiento anti-bélico, las marchas de los derechos civiles por la igualdad racial, la liberación de la mujer, la píldora, la cultura del “amor” y la revolución sexual, etc. Trajo con ella una ola de oposición popular a los valores establecidos y las costumbres tradicionales, y los clérigos (como siempre) no iban a perder la oportunidad de montar ellos mismos la ola. Sin embargo, en el forcejeo en busca de la libertad y la autonomía sexual, no habría un alto a la revolución hasta el punto de afirmar los valores Playboy de la promiscuidad heterosexual. Cuando se trataba el tema de la satisfacción sexual, esta iba a ser una puerta abierta para el relativismo moral: “diferentes estilos para diferentes personas.” Para ser consistentes, la libertad y la autogratificación sexual, debían significar libertad para practicar lo que previamente se había pensado que era una perversión moral: la homosexualidad.

 Si había una creciente agitación por el orgullo y la aceptación gay, sin mencionar las campañas para establecer la homosexualidad como un “derecho civil,” aquellos que usaban visiblemente el manto religioso en nuestra cultura estuvieron también contentos de incursionar en el liderazgo (y hasta llevar la luz fuera del armario). De este modo desde mediados hasta finales de los  70  se vio que apareció una erupción de libros que retomaban el tema  argumentando que la Biblia no condenaba después de todo, después de una lectura “corregida,” la homosexualidad que se había puesto casualmente de moda culturalmente casi al mismo tiempo.

 Especialmente digno de destacar fue el libro de John J. McNeill (un sacerdote Jesuita), titulado La Iglesia y el Homosexual. Pero hubo muchos otros que iban a seguir: por ejemplo Jonathán Amó a David: La Homosexualidad en los Tiempos Bíblicos por Thomas Horner,  o ¿Es el Homosexual mi Prójimo? Otra Visión Cristiana por Letha Scanzoni y Virginia Mollenkott. Un ejemplo representativo de cómo los autores revisionistas desde Bailey en adelante han intentado desafilar el testimonio Bíblico contra la homosexualidad se encuentra en el tratamiento dado por  D. S. Bailey, La Homosexualidad y la Tradición Cristiana Occidental (New York: Longmans, Green y Co., 1955). Las opiniones de Bailey fueron popularizadas y propagadas una década más tarde por R. L. Trece, La Homosexualidad: Una Opinión Contemporánea de la Perspectiva Bíblica (San Francisco: Glide Urban Center, 1966).   Nunca encontraremos que un partidario del relativismo moral, de la autonomía filosófica y/o la revolución sexual presente un caso convincente en contra de la demanda de “libertad” para involucrarse en la bestialidad, el abuso de niños o la necrofilia. Si, como la retóricamente usualmente se presenta, a Dios no le importa cómo la gente alcanza el orgasmo, entonces los clérigos que defienden los “derechos homosexuales” debiesen, sin la menor vacilación, impulsar una campaña para la aceptación de aquellos cuyas preferencias sexuales se hallan mucho más allá que el “estilo de vida gay.”  

 A los teólogos modernos no les falta sutileza al estar siempre dispuestos a pasar por alto la exhortación de Pablo de ser transformados por la renovación de nuestras mentes, en lugar de conformarse al molde de este mundo (Romanos 12:1-2). Debiésemos creer que un enfoque verdaderamente creativo y valiente a la ética teológica pudiera más bien conducir a los líderes religiosos a tomar una posición en contra de la ola del relativismo moderno y de la deserción de la santa ley de Dios.

En 1974 la Sede Romana le ordenó a McNeill que dejara de escribir y dar conferencias sobre la homosexualidad hasta que sus opiniones pudieran ser investigadas. El libro recibió el “Imprimi Potest” (permiso para ser publicado) de Eamon G. Taylor, el Provincial de la Provincia de la New York, Sociedad de Jesús, en 1976   

Podemos volvernos a la Biblia para entender la manera en que la Escritura es a menudo torcida por aquellos que se acercan a ella con una agenda homosexual en mente. Leemos en Génesis 18 que Jehová consideró que el pecado de Sodoma y Gomorra era “muy grave en extremo” (Gen 18; 20-21  20  Dijo entonces Yahvéh: El clamor contra Sodoma y Gomorra es grande, y su pecado muy grave. 21  Voy a bajar, y veré si han obrado en todo según el clamor que me ha llegado; y si no, lo sabré.), lo suficiente como para que contemplara “consumir” el lugar (v. 23). Mientras dos ángeles eran enviados a la región, Abraham le suplicó exitosamente a Dios que no destruyera la población de Sodoma, donde vivía Lot el sobrino de Abraham, si se encontraran en ella unos pocos, como diez, hombres justos (v. 32). El capítulo 19 se inicia relatándonos que los dos ángeles llegaron a Sodoma al atardecer, donde fueron saludados por Lot “en la puerta,” quien los convenció de no pasar la noche en la plaza abierta de la ciudad sino que, en lugar de eso, vinieran a su casa a alojarse con su familia (vv. 1-3). Posteriormente los hombres de Sodoma rodearon la casa de Lot y exigieron que los dos huéspedes fueran sacados para que los Sodomitas pudieran “conocerlos” (v. 5, el verbo Hebreo es yadha). Finalmente la respuesta divina fue golpear a los hombres de la ciudad con ceguera y la destrucción de la ciudad con fuego y azufre (vv. 11, 23-25). En posteriores referencias Bíblicas a Sodoma leemos que había pecados adicionales de la ciudad que desagradaban al Señor (Ezequiel 16:49-50 49  He aquí que esta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus hijas; y no fortaleció la mano del afligido y del menesteroso. 50  Y se llenaron de soberbia, e hicieron abominación delante de mí, y cuando lo vi las quité.); de hecho la ciudad es tenida como “ejemplo a los que habían de vivir impíamente,” como leemos en 2 Pedro 2:6  y si condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente,– lo cual se ejemplifica con Jerusalén al decir de ella que “sentido espiritual se llama Sodoma” (Apocalipsis 11:8). Aunque una maldad general caracterizaba a Sodoma, no se puede ocultar el hecho de que el deseo de los Sodomitas de “conocer” a los huéspedes de Lot es el pecado manifiesto presentado en Génesis 19 y la confirmación específica de que la ciudad era digna de devastación. ¿Cuál era esta marca de la degradación y rebelión de la ciudad en contra de Dios? Aun cuando el verbo hebreo puede ser usado para relaciones sexuales (Génesis 4:1), los revisionistas nos dicen que yadha no es la palabra normal usada para las relaciones homosexuales (shakhabh), de modo que debiese ser tomada en el sentido ordinario de conocer algo – “estar al corriente de.” La teoría sigue diciendo que, como residente extranjero en Sodoma Lot era responsable de presentar a cualquier invitado a los habitantes y permitir que los ciudadanos establecidos examinaran sus credenciales. Esa es la razón por la cual los Sodomitas pidieron “conocer” a los visitantes de Lot; simplemente querían estar al tanto de ellos. Sin embargo, en la mente Semítica, un extraño tenía el derecho a una recepción hospitalaria, y esta no fue dada a los huéspedes de Lot por parte de los Sodomitas. De ese modo el pecado de los Sodomitas es reinterpretado como el de la inhospitalidad hacia los visitantes (Lucas 10:10-13 10  Mas en cualquier ciudad donde entréis, y no os reciban, saliendo por sus calles, decid: 11  Aun el polvo de vuestra ciudad, que se ha pegado a nuestros pies, lo sacudimos contra vosotros. Pero esto sabed, que el reino de Dios se ha acercado a vosotros.12  Y os digo que en aquel día será más tolerable el castigo para Sodoma, que para aquella ciudad.13  ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! que si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que sentadas en cilicio y ceniza, se habrían arrepentido.). Es decir que hemos de creer que por una falta de cortesía social el Señor Dios redujo la ciudad a cenizas. Tal disparidad entre la ofensa y su penalidad es más bien difícil de creer desde el principio, pero de cualquier modo la interpretación revisionista de la historia no va a soportar el serio escrutinio literario. En primer lugar Lot no era simplemente un residente extranjero en la ciudad de Sodoma. Era una figura social prominente para ser descrito como uno “sentado a la puerta” – un modismo para hacer alusión al liderazgo comercial o judicial. Lot conocía muy bien el carácter moral de la ciudad, tanto que estaba alarmado ante la posibilidad de que los visitantes pasaran la noche en un lugar público. Les rogó insistentemente a aceptar el alojamiento en su hogar. Cuando más tarde todos los hombres de la ciudad vinieron y rodearon su casa, Lot no respondió a su petición como si fuese un procedimiento civil de rutina de inspección de credenciales. (¿Requería tal cosa que “todo el pueblo junto, desde el más joven hasta el más viejo” [v. 4] realizaran el equivalente de una simple revisión de pasaporte?) Al contrario, Lot, a manera de defensa, cerró la puerta de su hogar y calificó la petición de “conocer” como una gran maldad (vv. 6-7). Requiere una extraña línea de razonamiento cómo un simple deseo de los habitantes de estar al corriente de algo sea una infracción de hospitalidad,  cómo sería visto como algo seriamente perverso a la luz de las costumbres de la ciudad conocidas por Lot, y cómo sería algo tan vil como para justificar un dramático castigo divino. Además, dada la interpretación revisionista, ¿qué explicaría la oferta de Lot de sustituir a sus hijas (v. 8) como aquellas a quienes los hombres de la ciudad pudieran llegar a “conocer”? Con seguridad que los ciudadanos ya estarían familiarizados con ellas, y su comparecencia no haría nada para impedir la infracción de hospitalidad a los huéspedes de Lot. Los revisionistas sugieren que el ofrecimiento de sus hijas por parte de Lot era un soborno sexual, diseñado para desviar la atención de los ciudadanos del protocolo aceptado en la población respecto a los visitantes. Esto es psicológicamente increíble. En primer lugar, ¿por qué se opondría Lot a presentar a sus invitados a los hombres de la ciudad? Además, note que el enfoque revisionista requiere que interpretemos el ofrecimiento de Lot de sacar a sus hijas “quienes no habían conocido varón” como precisamente un soborno sexual, tomando la palabra hebrea yadha como una referencia al acto sexual en el v. 8. Aunque, en ese caso, la misma interpretación se le debiera dar también al verbo en el contexto inmediato del v. 5 – que es precisamente lo que los revisionistas estaban buscando evitar. Es bastante claro, en base a una lectura consistente del pasaje, que los hombres de Sodoma estaban buscando relaciones sexuales con los huéspedes de Lot, “conocerlos.” Lot entendió claramente los propósitos homosexuales de sus malvados vecinos e hizo su propia contraoferta (injusta, pero contextualmente apropiada) para dejar que los hombres de la ciudad hicieran como quisieran con sus hijas, quienes aún no habían “conocido” (tenido relaciones sexuales) varones.

 No hay indicación el registro de Génesis 19 de algún propósito asesino por parte de los Sodomitas, ni hay evidencia de que tuvieran en mente la violación homosexual (como si anticiparan la resistencia de los huéspedes de Lot). Los revisionistas que importan connotaciones de violencia y las introducen en el relato están simplemente introduciéndole al texto lo que más tarde quieren encontrar. Simplemente no podemos evadir la obvia conclusión de que Dios devastó las ciudades de la llanura con una catástrofe debido a la homosexualidad de los Sodomitas. Las sugerencias de los revisionistas son intentos desesperados por explicar la ira del Señor hacia los Sodomitas. Es especulación pura e infundada el sostener que fueron castigados por una infracción a la etiqueta, o por desear violar y/o asesinar a los huéspedes, o para un rito idolátrico de fertilidad (del cual la homosexualidad era una parte), o incluso por una transgresión intentada de las fronteras entre los hombres y los ángeles. No hay ni la más mínima pista textual de que los hombres de Sodoma reconocieran el carácter sobrenatural de los huéspedes de Lot.

2 Pedro 2:6-8 y si condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente, 7  y libró al justo Lot, abrumado por la nefanda conducta de los malvados 8  (porque este justo, que moraba entre ellos, afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos) confirma que Sodoma fue totalmente destruida porque era una ciudad llena de homosexuales que practicaban su libertinaje sensual e impío día tras día. A diferencia de muchos Cristianos en nuestra era secularizada, Lot estaba continuamente horrorizado y rechazaba (“estar enfadado, atormentado”) por los hechos “inicuos” de los Sodomitas – una referencia al hecho que los Sodomitas estaban violando el mandamiento de Dios. Aun cuando Sodoma no era el pueblo elegido de Dios como los Judíos y no había recibido una revelación escrita de la ley de Dios, eran en la historia similar (6  Y he aquí un hombre viejo que venía de su trabajo del campo al anochecer, el cual era del monte de Efraín, y moraba como forastero en Gabaa; pero los moradores de aquel lugar eran hijos de Benjamín) de Jueces 19:16ss., los pobladores Gabaa rodearon la casa de un huésped y exigieron “conocer” al huésped varón que se hallaba dentro. Esto fue considerado una petición malvada, y se hizo la contrapropuesta de sacar en su lugar a la concubina del huésped – quien fue luego violada hasta la mañana y dejada muerta. Es claro aquí que los pobladores estaban interesados en las relaciones sexuales (“conocer” en ese sentido), originalmente con el huésped varón. Al igual que los Sodomitas eran homosexuales (en realidad, bisexuales) en orientación.

 Algunos revisionistas apelan a Judas 7, admitiendo la referencia allí a relaciones sexuales antinaturales, pero tomando la “carne diferente” que fue el objeto del deseo para referirse a relaciones sexuales con ángeles. El problema lingüístico y teológico es que la “carne” no le es atribuida a los ángeles en la Escritura (1 Corintios 15:39 No toda carne es la misma carne, sino que una carne es la de los hombres, otra carne la de las bestias, otra la de los peces, y otra la de las aves ). responsables de la misma restricción moral que se encuentra en Levítico 18:22 No te echarás con varón como con mujer; es abominación  y 20:13Si alguno se ayuntare con varón como con mujer, abominación hicieron; ambos han de ser muertos; sobre ellos será su sangre.

Violaron la “ley” que se encontraba muy profundo en sus corazones (Romanos 2:14-15  14  Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, 15  mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos,) que les decía que aquellos que infringen tales cosas como la homosexualidad son “dignos de muerte” (Romanos 1:32 quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican).

La Palabra de Dios es su mejor intérprete. No solamente 2 Pedro 2:6-8 aclara como debiésemos entender el pecado de los Sodomitas en Génesis 19, lo mismo hace la referencia a Sodoma en Judas verso 7. Los Sodomitas fueron condenados, enseña Judas, por violar el orden de la creación de Dios con respecto a la sexualidad (“contra la naturaleza” en Romanos 1:26 Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza,). Es precisamente la antinaturalidad del vicio practicado por los Sodomitas que Judas enfatiza como la razón para la manifestación extrema de la ira divina. Los Sodomitas son descritos como “cometiendo fornicación y yendo tras carne extraña [diferente].” El verbo Griego ekporneuein es intensivo, denotando una forma de inmoralidad sexual extravagante. El participio apelthousai añade una intensificación adicional y conlleva el sentido de un abandono total a la impureza. Se dice que el objeto de esta forma extrema de fornicación es la “carne diferente” (sarkos heteras) – diferente de la norma establecida por Dios en la creación, siendo del mismo género en lugar del género opuesto. Fue por este tipo “diferente” de relaciones sexuales que Sodoma fue colocada bajo la terrible venganza de Dios.

 La aproximación revisionista a la Escritura fomentada por Bailey y otros simplemente no va a resistir el análisis cruzado comparativo basado en el texto de la misma Escritura. Revisionismo reciente ssiguiendo la avalancha de libros a finales de los 1970s que básicamente adoptaron el enfoque general de D. S. Bailey a los registros Bíblicos que tradicionalmente se asumía que condenaban la homosexualidad, quizá el texto revisionista mejor documentado e ingeniosamente redactado sobre el tema haya sido Cristianismo, Tolerancia Social y Homosexualidad: La Gente Gay en la Europa Occidental desde Principios de la Era Cristiana hasta el Siglo Catorce, de John Boswell. Dio pie a críticas favorables y ha sido reimpreso una cantidad de veces. Boswell es un erudito inteligente que entiende las complejidades del razonamiento historiográfico, los idiomas antiguos y el análisis literario; su creatividad al leer “entre líneas” para una explicación histórica de lo que se ha escrito (o en busca de textos que han sido alterados) es digna de notarse, reflejando una conciencia amplia de las varias maneras (y a menudo conflictivas) en que historiadores y exegetas pueden abordar e interpretar su información. Su libro es la fuente de nociones fascinantes y de evidencia histórica interesante respecto a la tolerancia homosexual a lo largo de la historia Occidental.  Boswell se propone refutar “la idea común de que la creencia religiosa – Cristiana o cualquier otra – haya sido la causa de la intolerancia con respecto a las personas gay.” Trata de demostrar que los preceptos religiosos simplemente han sido usados “como justificación para la hostilidad o el prejuicio personal,” dada la manera notoria en la que “las restricciones Bíblicas han sido empleadas con gran selectividad por todos los estados Cristianos.”  Por todo lo que sabemos,   no es decir que Boswell sea tan competente en muchos campos como quisiera que el lector creyese. Aquellos que han comparado su investigación se darán cuenta de intentos ocasionales por exagerar la evidencia: ejemplo afirma que la noción de que “la homosexualidad no ocurre entre los animales sino solamente en humanos... es demostrablemente falsa” (p. 12). Avanzados estudios etológicos han analizado y desaprobado la noción de que muchos animales se involucran en prácticas homosexuales como lo hacen los humanos. Puede  haber una medida de verdad en su psicologización de algunos Cristianos del pasado (o presentes), así como Boswell indudablemente ofrece perspectivas útiles en los hechos y factores que atañen a la historia de cómo han sido tratados los homosexuales. Sin embargo, en términos de nuestra perspectiva ética Cristiana, tales cosas no son fundamentales o pertinentes. Creemos que la palabra revelada de Dios es nuestro estándar último, infalible y suficiente de práctica y reflexión moral.  Allí donde los Cristianos profesantes o la historia de la Iglesia se hayan quedado cortos de enseñar u obedecer el estándar de la Escritura consistentemente, necesitan ser corregidos y llamados a un apego más cuidadoso a este estándar divino de moralidad. La falta de observancia de ella por parte de los seguidores de Cristo es lógicamente irrelevante para el punto teológico de que únicamente la Escritura debiese funcionar como nuestra norma moral. Como siempre, debemos tener cuidado de no caer en la “falacia naturalista”: argumentando a partir de cuál es el caso (descriptivamente) hacia lo que debiera ser el caso (preceptivamente). En este contexto nuestro único interés en el libro de Boswell es su tratamiento de las Escrituras como tal. Hace la sorprendente afirmación de que “además, es bastante claro que nada en la Biblia hubiese impedido de manera categórica las relaciones homosexuales entre los primeros Cristianos”  – dejando de este modo la puerta abierta a su teoría favorita de que el temor u otros factores son necesarios para explicar la persecución Cristiana de los homosexuales en la historia de Occidente. Las restricciones Bíblicas no explicarían la condena Cristiana de los homosexuales porque, según la hipótesis de Boswell, en primer lugar la Biblia no proscribe la homosexualidad – al menos, no cuando es interpretada “correctamente.” Luego procede a complementar (con consideraciones no decisivas) hasta alinearse con Bailey hasta tratar de encontrar una explicación convincente de la historia de Sodoma como una condena de la homosexualidad,  viéndola más bien como una censura de Dios sobre la inhospitalidad, lo cual ya hemos refutado. Al volverse a las condenaciones explícitas de las prácticas homosexuales en Levítico 18:22 y 20:13 Boswell trata de contextualizar los pasajes en un interés ritualista por evitar la idolatría y mantener los símbolos de la distinción Judía en relación con el mundo Gentil. Además, lee el Nuevo Testamento (incorrectamente) como si este rechazara la autoridad obligatoria de la ley Mosaica, en cuyo caso evidenciaría una selectividad arbitraria para que los Cristianos apelen a Levítico en contra de las prácticas homosexuales.

 En libros escritos sobre la continua normatividad de la instrucción moral Mosaica en el Nuevo Testamento,  se ha  señalado que el mismo Jesús estableció la presuposición general que los Cristianos han de tener con respecto a la ley Mosaica: “No penséis que he venido para abrogar la ley o  Deuteronomio 4:2; Isaías 8:20; Mateo 22:29; Hechos 17:11; Romanos 3:4; 16:17; 1 Corintios 2:1-16; 14:37-38; Gálatas 1:8; 1 Tesalonicenses 2:13; 2 Timoteo 3:16-17; etc.  

sábado, 29 de enero de 2022

¿QUÉ DICE LA BIBLIA SOBRE LA HOMOSEXUALIDAD?

 

Levítico 18:22  No te acostarás con un varón como quien se acuesta con una mujer; es cosa abominable

Romanos 1:26  Por eso, los entregó Dios a pasiones que envilecen: así, hasta sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza:

 Romanos 1; 27  igualmente los hombres también, dejando el uso natural de la mujer, se abrasaron en su lascivia los unos hacia los otros, cometiendo torpezas varones con varones, y recibiendo en sí mismos la debida retribución a su extravío.

1Corintios 6:9 ¿O es que no sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? ¡No os engañéis! Ni lujuriosos, ni idólatras, ni adúlteros, ni afeminados, ni homosexuales


               La homosexualidad (cambio o abandono de las relaciones sexuales naturales) se había propagado en los días de Pablo como en los nuestros. Muchas prácticas paganas lo alentaban. La voluntad de Dios es recibir a todo el que acuda a Él en fe y los cristianos deben amar a los demás sin importar su procedencia. Sin embargo, la homosexualidad está estrictamente prohibida en las Escrituras (Lev_18:22 No te acostarás con un varón como quien se acuesta con una mujer; es cosa abominable ). En el mundo de hoy, muchos consideran aceptable esta práctica, incluso algunas iglesias. Pero la sociedad no es la que establece el patrón para las leyes de Dios. Muchos homosexuales creen que sus deseos son normales y que tienen el derecho de expresarlos. Pero Dios no nos obliga ni anima a satisfacer todos nuestros deseos (aun los que son normales). Los deseos que violan sus leyes son indebidos y deben controlarse. Si usted tiene estos deseos, puede y debe resistirlos. Conscientemente evite lugares o actividades que sabe inflamará tentaciones de esta naturaleza. No menosprecie el poder de Satanás para tentarlo ni el potencial para causarle un daño serio si cede a esas tentaciones. Recuerde, Dios puede y perdonará pecados sexuales así como perdona otros pecados. Ríndase a la gracia y a la misericordia de Dios pidiéndole que le muestre el camino para salir del pecado e ir a la luz de su libertad y amor. La oración, el estudio de la Biblia y el firme compañerismo de los cristianos en una iglesia centrada en la Biblia pueden ayudarle a cobrar energías para resistir estas tentaciones poderosas. Si usted es una persona que anda en este pecado, tendrá que buscar la ayuda de un pastor que sea confiable, profesional y buen consejero.

 Fue noticia de primera plana en el diario Orange County Register en Marzo de 1991: "El tema de la ordenación de gays sacude a los Protestantes." Una vez más las principales y más antiguas denominaciones estaban entrando al debate e intentando establecer divisiones en sus filas sobre la cuestión de ordenar a homosexuales declarados y practicantes al oficio ministerio dentro de la iglesia. Desde mediados de los setentas ha habido repetidos esfuerzos y campañas en una variedad de denominaciones para moverse hacia tal política. (Se ha prestado atención a este estrafalario desarrollo por parte de las campañas igualmente vociferantes y heterodoxas, pero aparentemente más exitosas, para aprobar la ordenación de mujeres al oficio ministerial en muchas denominaciones.) Los retumbos se dieron en la Iglesia Episcopal y en la Iglesia Presbiteriana (de los EUA), que juntas suman alrededor de 5.5 millones de miembros. Comités de estudio en ambas denominaciones han recomendado que los homosexuales activos debieran ser admitidos al ministerio de la palabra de Dios. En Octubre de 1993, una fuerza de tarea de la Iglesia Luterana Evangélica en Estados Unidos (5.2 millones de miembros) publicó un estudio sobre sexualidad en el que los autores afirman que la Biblia apoya las uniones homosexuales que representan un compromiso afectuoso y estable. Esto es alarmante, claro está, porque es precisamente la palabra de Dios a la que se ha apelado tradicionalmente para prohibirles a los homosexuales no arrepentidos el ser ordenados. De hecho, a lo largo de toda la historia de la iglesia las denominaciones Cristianas han apelado a la palabra de Dios como el fundamento para una política bastante contraria a la que se persigue hoy – a saber, la política de censurar y excomulgar a los homosexuales declarados.

  Tal actitud y práctica no surgió de la “homofobia” (temor a los homosexuales), sino más bien del “temor al Señor” que es el principio de toda sabiduría (Proverbios 1:7). Sin embargo, si hay una característica que falta de manera notoria entre los modernos clérigos es precisamente este temor al Señor.

 Por ejemplo, hace casi 374 años, en 1648 la Iglesia de Escocia aprobó el Catecismo Mayor de Westminster que enseñaba que entre los pecados prohibidos en el séptimo mandamiento están “la sodomía y todas las lujurias antinaturales” (# 139). El Capítulo 30 de la Confesión de Fe de Westminster (adoptada en Escocia en 1647) enseña que el gobierno de la iglesia tiene autoridad de parte de Cristo “para cerrar aquel Reino a los que no se arrepienten,” pronunciando censuras contra los ofensores impenitentes con el propósito de recuperarlos, disuadir a otros, purgar la iglesia, vindicar el honor de Cristo, y “para prevenir la ira de Dios que justamente podría caer sobre la Iglesia si ésta consintiera que el Pacto del Señor y sus signos fuesen profanados por ofensores notorios y obstinados.

” ¡Uno pide en oración que tan firme exhortación y advertencia fuese tomada en cuenta por los Cristianos contemporáneos! Señor. Uno piensa en la evaluación concluyente de Pablo del libertinaje moral tanto de Judíos como de Griegos: “No hay temor de Dios delante de sus ojos” (Romanos 3:18;. Salmo 36:1 LA iniquidad del impío me dice al corazón: No hay temor de Dios delante de sus ojos. . Habiendo puesto a un lado la irrefutable autoridad de la palabra inspirada de Dios en la Biblia (liberalismo) o haciendo que la autoridad de sus declaraciones falibles descansen sobre un punto subjetivo de apoyo (neo-ortodoxia), los teólogos modernos no someten sus mentes y razonamientos a Jesucristo, en quien están depositados todos los tesoros de la sabiduría y el conocimiento (Colosenses 2:3). Se han dejado “asaltar” por las nociones filosóficas mundanas y las tradiciones de los hombres. Asombra poco, entonces, que ahora contemplen ordenar para el servicio ministerial a aquellos a quienes Cristo en Su palabra ha declarado abominables. Es natural, dado que por profesión son hombres que manejan la palabra de Dios, tales teólogos ortodoxos no pueden simplemente alejarse de la Biblia, sino que se ven obligados a realizar la maniobra desesperada de afirmar que sus opiniones respecto a la homosexualidad son de alguna manera “sensibles a las Escrituras” – pero casi tan importante, ¡también son sensibles a la historia y a la tradición! Le queda muy poco honor al principio Protestante de la sola Scriptura, algo por lo que Lutero y Calvino hubiesen muerto. Mucho menos se ha de encontrar, entre los teólogos modernos, un honesto entendimiento gramático-histórico de las mismas Escrituras. Sin embargo, esto no es decir que los partidarios modernos de la ordenación de homosexuales admitan que han repudiado la Biblia.

Doble Perversidad Todos tienen un punto de vista moral en términos del cual evalúan la conducta y las actitudes de la gente. La aplicación de esa perspectiva ética eventualmente implicará una apelación a algún criterio de lo correcto y lo incorrecto. Ya no podemos llegar a un juicio ético aparte de algún estándar de evaluación más de lo que podríamos medir el tamaño de un paquete sin un patrón. Así, una cuestión fundamental en la ética tiene que ver con cuál debiese ser el estándar de moralidad.

 En nuestra cultura actual hay un creciente número de personas que apoyan la noción de que las prácticas homosexuales son moralmente aceptables. En el menor de los casos han de ser toleradas como un “estilo de vida alternativo” que puede ser tan éticamente bueno o malo como el estilo de vida heterosexual. Y en el mejor de los casos han de ser moralmente afirmadas y promovidas como preferibles a la heterosexualidad. Aquellos que han escogido este punto de vista simultáneamente pronuncian su propia condenación moral contra las personas que juzgan las prácticas homosexuales como inmorales y vergonzosas – especialmente aquellos que afirman la justificación de la revelación divina para ese juicio ético. Dos perspectivas morales se hallan aquí obviamente en conflicto, llegando a conclusiones divergentes respecto a la aceptabilidad de la homosexualidad. Entonces, sería más que fácil para nosotros el asumir que aquellos que aprueban la homosexualidad y aquellos que la condenan tienen estándares de ética completamente diferentes. Parece como si los Cristianos profesantes toman la Biblia como su estándar moral para censurar la homosexualidad como abominable, mientras que aquellos que están en desacuerdo con este punto de vista repudiarían la Biblia como su autoridad moral. No obstante, este no siempre resulta ser el caso.

Sorprendentemente hay un grupo de eruditos y escritores inventivos que querrán hacernos creer que incluso si tomamos la Biblia como nuestro estándar de ética esta no va a apoyar una actitud negativa hacia la homosexualidad. Aquellos que aprueban la homosexualidad no debiesen más bien ser vistos a la luz rigurosa de criticar y rechazar la revelación Bíblica. No quieren que se diga que, por el estándar de la revelación divina, su opinión de la sexualidad resulta condenada por Dios, casi tan seguramente como la  homosexualidad misma resulta condenada en la palabra de Dios. Por lo tanto, se sienten obligados a argumentar que la Escritura no denuncia, después de todo, la homosexualidad como tantos Cristianos a lo largo de la historia han pensado. Argumentan que los Cristianos que le restan valor a la aceptabilidad moral de la homosexualidad en realidad han malinterpretado el testimonio Bíblico – de hecho, ¡que las exhortaciones Bíblicas acerca del amor y la tolerancia en realidad condenan a quienes usan la Biblia para tachar a los homosexuales! Quisieran hacernos creer que el conflicto no es sobre el estándar apropiado de ética en lo absoluto. Sugieren que podemos aceptar de buena gana a la Biblia como nuestro estándar moral y no llegar a la conclusión de que Dios encuentre la homosexualidad como algo moralmente abominable.

 Por cierto que esto le parecerá sorprendente al estudiante ordinario de la Escritura. Pero quizá no debiese pensarse de esto como algo demasiado sorprendente. Nótese que el Apóstol Pablo, al criticar la civilización Romana, dictó la desaprobación divina contra aquellos que no solamente practican tal conducta inapropiada como la homosexualidad, sino también a aquellos que “consienten con quienes” las practican (Romanos 1:32). Los individuos no pueden solamente ser atrapados en el pecado de la perversión sexual, pueden también ser atrapados en el pecado del pensamiento perverso con respecto a esta perversión sexual. Pablo les describe como personas que “se rehúsan a tener en cuenta a Dios en su conocimiento”; y por consiguiente, “Dios los entregó a una mente reprobada” (Romanos 1: 28). Deteniendo la verdad con la injusticia (Romanos 1; 18), se vuelven totalmente “envanecidos en su razonamiento, y su necio corazón fue entenebrecido” (Romanos 1; 21).

En este escrito vamos a encontrar que debemos humildemente derivar la misma conclusión a la que llegó el mismo Pablo cuando la gente toma la alarmante posición de que la revelación de Dios no condena en realidad la homosexualidad.

Perspectiva General del Testimonio Bíblico

 Hagamos una pausa para dar una mirada a lo que la Biblia parece decir respecto a la homosexualidad en una lectura inicial. Podemos comenzar con la condena más explícita y elaborada de la homosexualidad en el Nuevo Testamento, las palabras de Pablo en Romanos 1:24-28, 32. En los versículos 18-23 de Romanos 1, Pablo ha acusado la impiedad del mundo incrédulo el cual, conociendo a Dios, no le glorifican como Dios. Dios se ha dado a conocer tan claramente por medio del mundo creado que los incrédulos quedan sin excusa por cambiar la gloria de Dios por la idolatría. Al hacer tal cosa suprimen (detienen) la verdad por medio de la injusticia y se vuelven necios en su razonamiento, a pesar de profesar ser sabios. Luego Pablo indica tres veces con respecto al mundo incrédulo que Dios “los ha entregado.” El mundo en rebelión contra Dios ha sido judicialmente abandonado por Dios – entregado a los deseos impuros (Romanos 1; 24), a pasiones deshonestas (Romanos 1; 26), y entregados a una mente reprobada para hacer cosas que no son apropiadas (Romanos 1; 28). Esto es asumido por Pablo como el epítome de una cultura que cambia la verdad de Dios por una mentira, adorando y sirviendo a la criatura en lugar de adorar y servir al Creador (Romanos 1; 25). ¿Y cuál es el ejemplo destacado empleado por Pablo para una conducta impura, vil y moralmente inapropiada practicada por aquellos que se rehúsan a adorar al Creador? “sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres...” (Romanos 1; 26-27). Pablo vincula conceptualmente en una invectiva moral a aquellos que “cambian” la gloria incorruptible de Dios con iconos corruptibles (Romanos 1; 23) – quienes “cambian” la verdad de Dios por una mentira (Romanos 1; 25) – con aquellos que “cambian” las relaciones heterosexuales por relaciones homosexuales (Romanos 1; 26), como lo indica el juego verbal de palabras en Griego (allaxan, metallaxan).

Pablo resume y reitera la triple condenación del testimonio del Antiguo Testamento contra la homosexualidad. Él presenta los cargos que la homosexualidad es condenada por la naturaleza (Romanos 1; 26-27), dejando tanto los hombres como las mujeres “el uso natural del sexo” yendo en pos de lujurias vergonzosas con miembros de su mismo sexo. Esto nos lleva de regreso al registro de la creación en Génesis 1:27-28 y 2:18-25. Cuando Dios creó la raza humana Él hizo al hombre a Su imagen, creando al hombre específicamente como varón y hembra (Génesis 2:18-23). En ese contexto Dios ordenó la unión natural – aquello que es acorde con el designio de la creación – del varón y la hembra en matrimonio (“serán una sola carne,” ). Esto se halla en agudo contraste con la búsqueda de compañerismo erótico, por parte del hombre caído, que sea de carácter homosexual (siendo “un sexo”). Pablo también señala la acusación de que  la condenación de la homosexualidad es vista en el curso del juicio histórico impuesto por Dios (Romanos 1:24, 26, 28). Una sociedad que deja de dar honra a Dios y que consiente en deshonrar los enlaces sexuales es descrita como una sociedad “entregada” por parte de Dios – una entrega que es el debido castigo del flagrante error moral.

  --John Murria comenta sobre el uso de este verbo: “El desagrado de Dios se expresa en su abandono de las personas preocupadas por un cultivo más intensificado y agravado de las lujurias de sus propios corazones con el resultado que cosechan para sí mismos una cuota correspondientemente más grande de venganza retributiva.” Los homosexuales “reciben de vuelta” el “castigo recíproco” que era necesario y apropiado (Romanos 1; 27).--

El testimonio de la historia del Antiguo Testamento contra la homosexualidad fue narrado dramáticamente en el registro de la destrucción de Sodoma por parte de Dios en Génesis 18:20 – 19:11. Este es un ejemplo estándar del Nuevo Testamento de la ira de Dios en contra de la perversión pecaminosa: “como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la misma manera que aquéllos, habiendo fornicado e ido en pos de vicios contra naturaleza, fueron puestas por ejemplo, sufriendo el castigo del fuego eterno” (Judas 7).

Finalmente, en Romanos 1 Pablo presenta la acusación de que la homosexualidad es condenada por la ley de Dios: “quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican” (Rom 1; 32). La teología de Pablo enseñaba que incluso los Gentiles muestran “la obra de la ley escrita en sus corazones” (Romanos 1:25), aprendiendo del orden creado y del testimonio interno de la imagen de Dios los requerimientos morales revelados a los Judíos por escrito por Moisés (los “oráculos de Dios,”. El testimonio de la ley de Dios fue enfático en Levítico 18:22 y 20:13. Dios declaró que era “abominación” para un hombre irse a la cama con un hombre, como lo hace con una mujer; con respecto a los homosexuales que hacen tales cosas la ley de Moisés declaraba “su sangre será sobre ellos” (probablemente una alusión a la naturaleza carente de vida de su culpa). La ley especificaba que aquellos que cometiesen tales actos detestables debían “ciertamente ser.   El verbo usado por Pablo en este pasaje de Romanos (paradidomi) es también el que escogió usar en 1 Corintios 5:5 para la excomunión de la iglesia de un incestuoso fornicario, “entregándole a Satanás para la destrucción de la carne.” Lo usa de la misma manera en 1 Timoteo 1:20; donde dice que ha “entregado” a Himeneo y a Alejandro “a Satanás, para que aprendan a no blasfemar.”

En la traducción Septuaginta del Antiguo Testamento leemos que las ciudades y tribus que Dios ha dedicado a la destrucción son “entregadas” a Israel en la guerra (Deuteronomio 7:2, 23, 24,). El verbo podría claramente entenderse, entre sus muchos usos, en un sentido de juicio activo.

La Epístola a los Romanos 1  ” Las prácticas homosexuales se presentan en la santa ley de Dios nada menos que como crímenes capitales. Hacemos bien aquí en recordar la afirmación del Nuevo Testamento que en la ley de Moisés “toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución” (Hebreos 2:2). De este modo Pablo podía inmediatamente describir a los homosexuales como conocedores del juicio de Dios sobre este asunto, y como hacedores de lo que es “digno” de muerte según la ordenanza de Dios.

 Una nota más sobre la denuncia que Pablo hace de la homosexualidad en Romanos 1. Debiese ser evidente, incluso para el lector casual, que Pablo tenía la intención de decir mucho más que el solo decir que las prácticas homosexuales se hallaban bajo la ira y maldición de Dios. Los deseos internos de contacto erótico por parte del homosexual con personas de su mismo género son igualmente censurados por el Apóstol. Después de todo esto es lo que un lector de la Biblia esperaría que el texto dijera. Cuando la Escritura condena alguna conducta externa, de igual manera condena el deseo del corazón de ir en pos de esa conducta pecaminosa – por ejemplo, la amonestación de Jesús a sus oyentes en cuanto a la lujuria, que es “adulterio en el corazón” (Mateo 5:28). En otra parte el Señor declaró que “del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones,” etc. (Mateo 15:19). De manera similar Pablo denuncia severamente las prácticas homosexuales, pero extiende este juicio a los motivos y deseos internos que conciben y también producen tales prácticas (Santiago 1:14-15). El objeto de esta desaprobación moral no son simplemente los “hechos indecorosos” del homosexual. También menciona específicamente que los homosexuales están “encendidos de lascivia” los unos por los otros (Rom 1; 27) y los condena por sus “deseos impuros” (Roma 1; 25) y sus “pasiones vergonzosas” (Rom 1; 26). Tales afecciones viles son puestas explícitamente por Pablo bajo la santa ira de Dios. Por tanto, nuestra lectura del testimonio Bíblico en Romanos 1 ciertamente no nos inclinará en la dirección de pensar que Dios toma una actitud tolerante hacia la homosexualidad.

BENEFICIOS DE ESTUDIAR LA PALABRA DE DIOS EN LA BIBLIA (4)

 2 Timoteo 3; 16-17

 16  Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia,

 17  a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.

Hebreos 4; 12

Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.

 

            En el estudio anterior decíamos: aquel que se está beneficiando de las Escrituras tiene:

2. Un temor mayor de la majestad de Dios. « Tema á Jehová toda la tierra: Teman de él todos los habitadores del mundo.: (Salmo 33:8). Dios está tan alto sobre nosotros que el pensamiento de su majestad debería hacernos temblar. Su poder es tan grande que la comprensión del mismo debería aterrorizarnos. Dios es Santo de modo inefable, su aborrecimiento al pecado es infinito, y el solo pensamiento de mal obrar debería llenarnos de horror. « Dios terrible en la grande congregación de los santos, Y formidable sobre todos cuantos están alrededor suyo » (Salmo 89:7). « El temor de Jehová es el principio de la sabiduría; Y la ciencia de los santos es inteligencia. » (Proverbios 9:10) y «sabiduría» es un uso apropiado del «conocimiento». En tanto cuanto Dios es verdaderamente conocido será debidamente temido. Del malvado está escrito: «No hay temor de Dios delante de sus ojos» (Romanos 3:18). No se dan cuenta de su majestad, no se preocupan de su autoridad, no respetan sus mandamientos, no les alarma el que los haya de juzgar. Pero, respecto al pueblo del pacto, Dios ha prometido: « Y haré con ellos pacto eterno, que no tornaré atrás de hacerles bien, y pondré mi temor en el corazón de ellos, para que no se aparten de mí » (Jeremías 32:40). Por tanto tiemblan ante su Palabra “Escuchad la palabra de Yahvéh, los que tembláis a su palabra: Dicen vuestros hermanos que os odian, que os rechazan por causa de mi nombre: ¡Muestre su gloria Yahvéh y veamos vuestra alegría! Pero ellos quedarán avergonzados.” (Isaías 66: 5) y andan cuidadosamente delante de Él. « El temor de Yahvéh es el odio del mal. Aborrezco la arrogancia y la soberbia, la mala conducta y el lenguaje perverso. » (Proverbios 8:13). Y otra vez: « Con bondad y fidelidad se expía la culpa, con el temor de Yahvéh se evita el mal» (Proverbios 16:6). El hombre que vive en el temor de Dios es consciente de que « En todo lugar están los ojos de Yahvéh, observando a malos y a buenos. » (Proverbios 15:3), por lo que cuida de su conducta privada así como la pública. El que se abstiene de cometer algunos pecados porque los ojos de los hombres están sobre él, pero no vacila en cometerlos cuando está solo, carece del temor de Dios. Asimismo el hombre que modera su lengua cuando hay creyentes alrededor, pero no lo hace en otras ocasiones carece del temor de Dios. No tiene una conciencia que le inspire temor de que Dios le ve y le oye en toda ocasión. El alma verdaderamente regenerada tiene miedo de desobedecer y desafiar a Dios. Ni tampoco quiere hacerlo. No, su deseo real y profundo es agradar a Dios en todas las cosas, en todo momento y en todo lugar. Su ferviente oración es: « Enséñame tus sendas, que ande yo en tu verdad, concentra mi atención en la reverencia de tu nombre » (Salmo 86:1l). Incluso el santo tiene que ser enseñado a temer a Dios “Venid, hijos, oídme; El temor de Jehová os enseñaré”. (Salmo 34:1l). Y aquí, como siempre es por medio de la Escritura que se da esta enseñanza” entonces comprenderás el temor de Yahvéh y hallarás la ciencia de Dios;” (Proverbios 2:5). Es a través de las Escrituras que aprendemos que los ojos de Dios están siempre sobre nosotros, notando nuestras acciones, pesando nuestros motivos. Cuando el Santo Espíritu aplica las Escrituras a nuestros corazones, hacemos más caso de la orden: « No vivas envidiando a los pecadores, sino vive en constante temor de Yahvéh » (Proverbios 23:17). Así que, en la medida en que sentimos temor ante la tremenda majestad de Dios, somos conscientes de que « Entonces dio ella este nombre a Yahvéh que le había hablado: Tú, eres ElRoí; pues ella se decía: ¿No es aquí donde vi la huella del que me veía? » (Génesis 16:13), y « Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor; » (Filipenses 2:12), nos beneficiamos verdaderamente de nuestra lectura y estudio de la Biblia.

 

2.-Una mayor reverencia a los mandamientos de Dios. El pecado entró en el mundo cuando Adán quebrantó la ley de Dios, y todos sus hijos caídos fueron engendrados en su corrupta semejanza (Génesis 53). « Cualquiera que hace pecado, traspasa también la ley; pues el pecado es transgresión de la ley. » (1ª Juan 3:4). El pecado es una especie de alta traición, una anarquía espiritual. Es la repudiación del dominio de Dios, el poner aparte su autoridad, la rebelión contra su voluntad. El pecado es imponer nuestra voluntad. La salvación es la liberación del pecado, de su culpa de su poder, así como de su castigo. El mismo Espíritu que nos hace ver la necesidad de la gracia de Dios nos hace ver la necesidad del gobierno de Dios para regirnos. La promesa de Dios a su pueblo del pacto es: « Por lo cual, este es el pacto que ordenaré á la casa de Israel Después de aquellos días, dice el Señor: Daré mis leyes en el alma de ellos, Y sobre el corazón de ellos las escribiré; Y seré a ellos por Dios, Y ellos me serán á mí por pueblo: » (Hebreos 8:10). A cada alma regenerada se le comunica un espíritu de obediencia. « Respondió Jesús, y díjole: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos á él, y haremos con él morada. » (Juan 14:23). Aquí está la prueba: « Y en esto sabemos que nosotros le hemos conocido, si guardamos sus mandamientos » (1ª Juan 2;3). Ninguno de nosotros los guarda perfectamente; con todo, cada cristiano verdadero desea y se esfuerza por hacerlo. Dice con Pablo: « Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios: » (Romanos 7:22). Dice con el salmista: « 30  Escogí el camino de la verdad; He puesto tus juicios delante de mí », « 111 Por heredad he tomado tus testimonios para siempre; Porque son el gozo de mi corazón. » (Salmo 119:30,111). Y toda enseñanza que rebaja la autoridad de Dios, que no hace caso de sus mandamientos, que afirma que el cristiano no está, en ningún sentido, bajo la Ley, es del Demonio, no importa cuán lisonjeras sean sus palabras. Cristo ha redimido a su pueblo de la maldición de la Ley, y no de sus mandamientos: Él nos ha salvado de la ira de Dios, pero no de su gobierno. «Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón» no ha sido abolido todavía. 1ª Corintios 9:21, expresamente afirma que estamos « A los que son sin ley, como si yo fuera sin ley, (no estando yo sin ley de Dios, mas en la ley de Cristo) por ganar á los que estaban sin ley ». «El que dice que está en El, debe andar como El anduvo» (1ª Juan 2:6). Y, ¿cómo anduvo Cristo? En perfecta obediencia a Dios; en completa sujeción a la ley, honrándola y obedeciéndola en pensamiento, palabra y hecho. “No penséis que he venido para abrogar la ley ó los profetas: no he venido para abrogar, sino á cumplir. (Mateo 5:17). Y nuestro amor a Él se expresa no en emociones placenteras o palabras hermosas, “Si me amáis, guardad mis mandamientos;” (Juan 14:15), y los mandamientos de Cristo son los mandamientos de Dios,” Y que hago misericordia en millares á los que me aman, y guardan mis mandamientos “(Éxodo 20:6). La ferviente oración del cristiano verdadero es: « Guíame por la senda de tus mandamientos; Porque en ella tengo mi voluntad » (Salmo 119:35). En la medida en que nuestra lectura y estudio de las Escrituras, por la aplicación del Espíritu, engendra un amor mayor en nosotros por los mandamientos de Dios y un respeto más profundo a ellos, estamos obteniendo realmente beneficio de esta lectura y estudio.

 

4.- Más confianza en la suficiencia de Dios. Aquello, persona o cosa, en que confía más un hombre, es su «dios». Algunos confían en la salud, otros en la riqueza; otros en su yo, otros en en sus amigos. Lo que caracteriza a todos los no regenerados es que se apoyan sobre un en brazo de carne. Pero, la elección de gracia retira de nuestro corazón toda clase de apoyos de la criatura, para descansar sobre el Dios vivo. El pueblo de Dios son los hijos de la fe. El lenguaje de su corazón es: « Dios mío, en ti confío; No sea yo avergonzado, No se alegren de mí mis enemigos » (Salmo 25:2), y de nuevo: « He aquí, aunque me matare, en él esperaré; Empero defenderé delante de él mis caminos. » (Job 13:15). Confían en Dios para que les proteja, bendiga y les provea de lo necesario. Miran a una fuente invisible, cuentan con el Dios invisible, se apoyan sobre un Brazo escondido. Es verdad que hay momentos en que su fe desmaya, pero aunque caen, no son echados del todo. Aunque no sea su experiencia uniforme, en el Salmo 56: 11 se expresa el estado general de sus almas: « En Dios he confiado: no temeré Lo que me hará el hombre..»  « Luego la fe es por el oir; y el oir por la palabra de Dios » (Romanos 10: 17). Así que, cuando se medita en la Escritura, se reciben sus promesas en la mente, la fe es reforzada, la confianza en Dios aumentada, la seguridad se profundiza. De este modo podemos descubrir si estamos beneficiándonos o no de nuestro estudio de la Biblia. (Continuará)