Levítico 18:22 No te acostarás con un varón como quien se acuesta con una mujer; es cosa abominable
Levítico 20:13 Si alguno se ayuntare con varón como con
mujer, abominación hicieron; ambos han de ser muertos; sobre ellos será su
sangre.
Romanos 1:26 Por eso, los entregó Dios a pasiones que envilecen: así, hasta sus
mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza:
Romanos 1; 27 igualmente los hombres también, dejando el uso natural de la
mujer, se abrasaron en su lascivia los unos hacia los otros, cometiendo
torpezas varones con varones, y recibiendo en sí mismos la debida retribución a
su extravío.
Romanos 1; 28 Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a
una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen
1Corintios 6:9 ¿O es que no sabéis que los injustos no heredarán
el reino de Dios? ¡No os engañéis! Ni lujuriosos, ni idólatras, ni adúlteros,
ni afeminados, ni homosexuales…
Hemos visto cómo Pablo presenta la homosexualidad,
tanto en la práctica externa como en su deseo interno, como la ilustración que
va a la cabeza de la condición depravada de la cultura incrédula. Pablo reitera
la perspectiva del Antiguo Testamento, encontrando la condena de la
homosexualidad en el testimonio de la creación del hombre (“naturaleza”), en el
testimonio de la historia (Sodoma), y en el testimonio de la ley moral (“la
ordenanza de Dios”). Pablo confirma el carácter despreciable de esta perversión
sexual y declara el juicio de Dios de condena a muerte sobre ella.
Debiésemos concluir con sobriedad que la sociedad
moderna, lo mismo que la iglesia moderna, se hallan ambas peligrosamente
cercanas a la retribución divina a medida que continúan tolerando y aprobando
la homosexualidad. La ‘liberación gay’ es sintomática de una cultura abandonada
por Dios a la destrucción y de una iglesia que provoca al Señor con
abominación.
Romanos 1:28 dice que “ellos” – los homosexuales mencionados en
los dos versículos precedentes – no aprobaron tener en
cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no
convienen, “siendo llenos con” toda injusticia (Romanos
1: 29). Las muchas expresiones de la impiedad enumeradas en los
versículos Rom 1:29-31 son el tipo de transgresiones de la ley de Dios que son
concomitantes con la conducta y la cultura homosexual. Estos vicios
caracterizan a la sociedad en la que la homosexualidad es practicada y
tolerada. Cuando Pablo llega al verso 32 él habla de ellos “quienes conocen la
ordenanza de Dios.” El pronombre relativo “quienes” (hoitenes) se refiere a
aquellos que están “llenos de toda injusticia” (v. 29) – a saber, los
homosexuales (vv. 26-28). Por tanto,
pareciera algo forzado e inútil cuando algunos escritores, empezaron a sugerir que la Biblia en realidad
no contiene el mensaje negativo contra la homosexualidad que los Cristianos han
pensado tradicionalmente. Los defectos en el análisis de los textos Bíblicos
relevantes eran lo suficientemente fáciles de identificar. En los años 60 a 70,
del siglo pasado fueron también la era
de la revolución cultural en América – la contracultura, la cultura de la
droga, el movimiento anti-bélico, las marchas de los derechos civiles por la
igualdad racial, la liberación de la mujer, la píldora, la cultura del “amor” y
la revolución sexual, etc. Trajo con ella una ola de oposición popular a los
valores establecidos y las costumbres tradicionales, y los clérigos (como
siempre) no iban a perder la oportunidad de montar ellos mismos la ola. Sin
embargo, en el forcejeo en busca de la libertad y la autonomía sexual, no
habría un alto a la revolución hasta el punto de afirmar los valores Playboy de
la promiscuidad heterosexual. Cuando se trataba el tema de la satisfacción
sexual, esta iba a ser una puerta abierta para el relativismo moral:
“diferentes estilos para diferentes personas.” Para ser consistentes, la
libertad y la autogratificación sexual, debían significar libertad para
practicar lo que previamente se había pensado que era una perversión moral: la
homosexualidad.
Si había una
creciente agitación por el orgullo y la aceptación gay, sin mencionar las
campañas para establecer la homosexualidad como un “derecho civil,” aquellos
que usaban visiblemente el manto religioso en nuestra cultura estuvieron
también contentos de incursionar en el liderazgo (y hasta llevar la luz fuera
del armario). De este modo desde mediados hasta finales de los 70 se
vio que apareció una erupción de libros que retomaban el tema argumentando que la Biblia no condenaba
después de todo, después de una lectura “corregida,” la homosexualidad que se
había puesto casualmente de moda culturalmente casi al mismo tiempo.
Especialmente
digno de destacar fue el libro de John J. McNeill (un sacerdote Jesuita),
titulado La Iglesia y el Homosexual. Pero hubo muchos otros que iban a seguir:
por ejemplo Jonathán Amó a David: La Homosexualidad en los Tiempos Bíblicos por
Thomas Horner, o ¿Es el Homosexual mi
Prójimo? Otra Visión Cristiana por Letha Scanzoni y Virginia Mollenkott. Un
ejemplo representativo de cómo los autores revisionistas desde Bailey en
adelante han intentado desafilar el testimonio Bíblico contra la homosexualidad
se encuentra en el tratamiento dado por D.
S. Bailey, La Homosexualidad y la Tradición Cristiana Occidental (New York:
Longmans, Green y Co., 1955). Las opiniones de Bailey fueron popularizadas y
propagadas una década más tarde por R. L. Trece, La Homosexualidad: Una Opinión
Contemporánea de la Perspectiva Bíblica (San Francisco: Glide Urban Center,
1966). Nunca encontraremos que un partidario del
relativismo moral, de la autonomía filosófica y/o la revolución sexual presente
un caso convincente en contra de la demanda de “libertad” para involucrarse en
la bestialidad, el abuso de niños o la necrofilia. Si, como la retóricamente
usualmente se presenta, a Dios no le importa cómo la gente alcanza el orgasmo,
entonces los clérigos que defienden los “derechos homosexuales” debiesen, sin
la menor vacilación, impulsar una campaña para la aceptación de aquellos cuyas
preferencias sexuales se hallan mucho más allá que el “estilo de vida gay.”
A los
teólogos modernos no les falta sutileza al estar siempre dispuestos a pasar
por alto la exhortación de Pablo de ser
transformados por la renovación de nuestras mentes, en lugar de conformarse al
molde de este mundo (Romanos 12:1-2).
Debiésemos creer que un enfoque verdaderamente creativo y valiente a la ética
teológica pudiera más bien conducir a los líderes religiosos a tomar una
posición en contra de la ola del relativismo moderno y de la deserción de la
santa ley de Dios.
En 1974 la Sede Romana le ordenó a McNeill que
dejara de escribir y dar conferencias sobre la homosexualidad hasta que sus
opiniones pudieran ser investigadas. El libro recibió el “Imprimi Potest”
(permiso para ser publicado) de Eamon G. Taylor, el Provincial de la Provincia
de la New York, Sociedad de Jesús, en 1976
Podemos volvernos a la Biblia para
entender la manera en que la Escritura es a menudo torcida por aquellos que se
acercan a ella con una agenda homosexual en mente. Leemos en Génesis 18 que
Jehová consideró que el pecado de Sodoma y Gomorra era “muy grave en extremo” (Gen 18; 20-21 20 Dijo entonces Yahvéh: El clamor contra Sodoma
y Gomorra es grande, y su pecado muy grave. 21
Voy a bajar, y veré si han obrado en todo según el clamor que me ha
llegado; y si no, lo sabré.),
lo suficiente como para que contemplara “consumir” el lugar (v. 23). Mientras
dos ángeles eran enviados a la región, Abraham le suplicó exitosamente a Dios
que no destruyera la población de Sodoma, donde vivía Lot el sobrino de
Abraham, si se encontraran en ella unos pocos, como diez, hombres justos (v.
32). El capítulo 19 se inicia relatándonos que los dos ángeles llegaron a Sodoma
al atardecer, donde fueron saludados por Lot “en la puerta,” quien los
convenció de no pasar la noche en la plaza abierta de la ciudad sino que, en
lugar de eso, vinieran a su casa a alojarse con su familia (vv. 1-3).
Posteriormente los hombres de Sodoma rodearon la casa de Lot y exigieron que
los dos huéspedes fueran sacados para que los Sodomitas pudieran “conocerlos”
(v. 5, el verbo Hebreo es yadha). Finalmente la respuesta divina fue golpear a
los hombres de la ciudad con ceguera y la destrucción de la ciudad con fuego y
azufre (vv. 11, 23-25). En posteriores referencias Bíblicas a Sodoma leemos que
había pecados adicionales de la ciudad que desagradaban al Señor (Ezequiel 16:49-50 49
He aquí que esta fue la maldad de Sodoma
tu hermana: soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad tuvieron ella
y sus hijas; y no fortaleció la mano del afligido y del menesteroso. 50 Y se llenaron de soberbia, e hicieron
abominación delante de mí, y cuando lo vi las quité.); de hecho la ciudad es tenida como “ejemplo a
los que habían de vivir impíamente,” como leemos en 2
Pedro 2:6 y si condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra,
reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir
impíamente,– lo cual se ejemplifica con Jerusalén al decir de ella que
“sentido espiritual se llama Sodoma” (Apocalipsis
11:8). Aunque una maldad general caracterizaba a Sodoma, no se puede
ocultar el hecho de que el deseo de los Sodomitas de “conocer” a los huéspedes
de Lot es el pecado manifiesto presentado en Génesis 19 y la confirmación
específica de que la ciudad era digna de devastación. ¿Cuál era esta marca de
la degradación y rebelión de la ciudad en contra de Dios? Aun cuando el verbo hebreo
puede ser usado para relaciones sexuales (Génesis 4:1), los revisionistas nos
dicen que yadha no es la palabra normal usada para las relaciones homosexuales
(shakhabh), de modo que debiese ser tomada en el sentido ordinario de conocer
algo – “estar al corriente de.” La teoría sigue diciendo que, como residente
extranjero en Sodoma Lot era responsable de presentar a cualquier invitado a
los habitantes y permitir que los ciudadanos establecidos examinaran sus
credenciales. Esa es la razón por la cual los Sodomitas pidieron “conocer” a
los visitantes de Lot; simplemente querían estar al tanto de ellos. Sin
embargo, en la mente Semítica, un extraño tenía el derecho a una recepción
hospitalaria, y esta no fue dada a los huéspedes de Lot por parte de los
Sodomitas. De ese modo el pecado de los Sodomitas es reinterpretado como el
de la inhospitalidad hacia los visitantes (Lucas
10:10-13 10 Mas en cualquier ciudad donde entréis, y no os reciban, saliendo por sus calles, decid: 11 Aun el polvo de
vuestra ciudad, que se ha pegado a nuestros pies, lo sacudimos contra vosotros.
Pero esto sabed, que el reino de Dios se ha acercado a vosotros.12 Y os digo que en aquel día será más
tolerable el castigo para Sodoma, que para aquella ciudad.13 ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti,
Betsaida! que si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha
que sentadas en cilicio y ceniza, se habrían
arrepentido.). Es decir que
hemos de creer que por una falta de cortesía social el Señor Dios redujo la
ciudad a cenizas. Tal
disparidad entre la ofensa y su penalidad es más bien difícil de creer desde el
principio, pero de cualquier modo la interpretación revisionista de la historia
no va a soportar el serio escrutinio literario. En primer lugar Lot no
era simplemente un residente extranjero en la ciudad de Sodoma. Era una
figura social prominente para ser descrito como uno “sentado a la puerta” – un
modismo para hacer alusión al liderazgo comercial o judicial. Lot conocía
muy bien el carácter moral de la ciudad, tanto que estaba alarmado ante la
posibilidad de que los visitantes pasaran la noche en un lugar público. Les
rogó insistentemente a aceptar el alojamiento en su hogar. Cuando más tarde
todos los hombres de la ciudad vinieron y rodearon su casa, Lot no respondió a
su petición como si fuese un procedimiento civil de rutina de inspección de
credenciales. (¿Requería tal cosa que “todo el pueblo junto, desde el más joven
hasta el más viejo” [v. 4] realizaran el equivalente de una simple revisión de
pasaporte?) Al contrario, Lot, a manera de defensa, cerró la puerta de su hogar
y calificó la petición de “conocer” como una gran maldad (vv. 6-7). Requiere
una extraña línea de razonamiento cómo un simple deseo de los habitantes de
estar al corriente de algo sea una infracción de hospitalidad, cómo sería visto como algo seriamente perverso
a la luz de las costumbres de la ciudad conocidas por Lot, y cómo sería algo
tan vil como para justificar un dramático castigo divino. Además, dada la
interpretación revisionista, ¿qué explicaría la oferta de Lot de sustituir a
sus hijas (v. 8) como aquellas a quienes los hombres de la ciudad pudieran
llegar a “conocer”? Con seguridad que los ciudadanos ya estarían familiarizados
con ellas, y su comparecencia no haría nada para impedir la infracción de
hospitalidad a los huéspedes de Lot. Los revisionistas sugieren que el ofrecimiento de sus hijas por parte
de Lot era un soborno sexual, diseñado para desviar la atención de los
ciudadanos del protocolo aceptado en la población respecto a los visitantes.
Esto es psicológicamente increíble. En primer lugar, ¿por qué se opondría Lot a
presentar a sus invitados a los hombres de la ciudad? Además, note que el
enfoque revisionista requiere que interpretemos el ofrecimiento de Lot de sacar
a sus hijas “quienes no habían conocido varón” como precisamente un soborno
sexual, tomando la palabra hebrea yadha como una
referencia al acto sexual en el v. 8. Aunque, en ese caso, la misma
interpretación se le debiera dar también al verbo en el contexto inmediato del
v. 5 – que es precisamente lo que los revisionistas estaban buscando evitar. Es
bastante claro, en base a una lectura consistente del pasaje, que los hombres
de Sodoma estaban buscando relaciones sexuales con los huéspedes de Lot,
“conocerlos.” Lot entendió claramente los propósitos homosexuales de sus
malvados vecinos e hizo su propia contraoferta (injusta, pero contextualmente
apropiada) para dejar que los hombres de la ciudad hicieran como quisieran con
sus hijas, quienes aún no habían “conocido” (tenido relaciones sexuales)
varones.
No hay indicación el registro de Génesis 19 de
algún propósito asesino por parte de los Sodomitas, ni hay evidencia de que
tuvieran en mente la violación homosexual (como si anticiparan la resistencia
de los huéspedes de Lot). Los revisionistas que importan connotaciones de
violencia y las introducen en el relato están simplemente introduciéndole al
texto lo que más tarde quieren encontrar. Simplemente no podemos evadir la
obvia conclusión de que Dios devastó las ciudades de la llanura con una
catástrofe debido a la homosexualidad de los Sodomitas. Las sugerencias de los
revisionistas son intentos desesperados por explicar la ira del Señor hacia los
Sodomitas. Es especulación pura e infundada el sostener que fueron castigados
por una infracción a la etiqueta, o por desear violar y/o asesinar a los huéspedes,
o para un rito idolátrico de fertilidad (del cual la homosexualidad era una
parte), o incluso por una transgresión intentada de las fronteras entre los
hombres y los ángeles. No hay ni la más mínima pista textual de que los hombres
de Sodoma reconocieran el carácter sobrenatural de los huéspedes de Lot.
2 Pedro 2:6-8 y si condenó por
destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a ceniza y
poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente, 7 y libró al justo Lot, abrumado por la nefanda
conducta de los malvados 8 (porque este
justo, que moraba entre ellos, afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los
hechos inicuos de ellos) confirma que Sodoma
fue totalmente destruida porque era una ciudad llena de homosexuales que
practicaban su libertinaje sensual e impío día tras día. A diferencia de muchos
Cristianos en nuestra era secularizada, Lot estaba continuamente horrorizado y
rechazaba (“estar enfadado, atormentado”) por los hechos “inicuos” de los
Sodomitas – una referencia al hecho que los Sodomitas estaban violando el
mandamiento de Dios. Aun cuando Sodoma no era el pueblo elegido de Dios como
los Judíos y no había recibido una revelación escrita de la ley de Dios, eran en la historia similar (6 Y he aquí un hombre viejo
que venía de su trabajo del campo al anochecer, el cual era del monte de
Efraín, y moraba como forastero en Gabaa; pero los moradores de aquel lugar
eran hijos de Benjamín) de
Jueces 19:16ss., los pobladores Gabaa rodearon la casa de un huésped y
exigieron “conocer” al huésped varón que se hallaba dentro. Esto fue
considerado una petición malvada, y se hizo la contrapropuesta de sacar en su
lugar a la concubina del huésped – quien fue luego violada hasta la mañana y
dejada muerta. Es claro aquí que los pobladores estaban interesados en las
relaciones sexuales (“conocer” en ese sentido), originalmente con el huésped
varón. Al igual que los Sodomitas eran homosexuales (en realidad, bisexuales)
en orientación.
Algunos revisionistas apelan a Judas 7,
admitiendo la referencia allí a relaciones sexuales antinaturales, pero tomando
la “carne diferente” que fue el objeto del deseo para referirse a relaciones
sexuales con ángeles. El problema lingüístico y teológico es que la “carne” no
le es atribuida a los ángeles en la Escritura (1
Corintios 15:39 No toda carne es la misma carne, sino que una
carne es la de los hombres, otra carne la de las bestias, otra la de los peces,
y otra la de las aves ).
responsables de la misma restricción moral que se encuentra en Levítico 18:22 No te echarás con
varón como con mujer; es abominación y 20:13Si alguno se ayuntare con varón como con
mujer, abominación hicieron; ambos han de ser muertos; sobre ellos será su
sangre.
Violaron la “ley” que se encontraba muy
profundo en sus corazones (Romanos 2:14-15 14 Porque cuando los gentiles que no tienen ley,
hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley
para sí mismos, 15 mostrando la obra de
la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles
o defendiéndoles sus razonamientos,)
que les decía que aquellos que infringen tales cosas como la homosexualidad son
“dignos de muerte” (Romanos 1:32 quienes habiendo
entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de
muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las
practican).
La
Palabra de Dios es su mejor intérprete. No solamente 2 Pedro 2:6-8 aclara como
debiésemos entender el pecado de los Sodomitas en Génesis 19, lo mismo hace la
referencia a Sodoma en Judas verso 7. Los Sodomitas fueron condenados, enseña
Judas, por violar el orden de la creación de Dios con respecto a la sexualidad
(“contra la naturaleza” en Romanos 1:26 Por esto Dios los
entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural
por el que es contra naturaleza,).
Es precisamente la antinaturalidad del vicio practicado por los Sodomitas que
Judas enfatiza como la razón para la manifestación extrema de la ira divina.
Los Sodomitas son descritos como “cometiendo fornicación y yendo tras carne
extraña [diferente].” El verbo Griego ekporneuein es intensivo, denotando una
forma de inmoralidad sexual extravagante. El participio apelthousai añade una
intensificación adicional y conlleva el sentido de un abandono total a la
impureza. Se dice que el objeto de esta forma extrema de fornicación es la
“carne diferente” (sarkos heteras) – diferente de la norma establecida por Dios
en la creación, siendo del mismo género en lugar del género opuesto. Fue por
este tipo “diferente” de relaciones sexuales que Sodoma fue colocada bajo la
terrible venganza de Dios.
La aproximación revisionista a la Escritura
fomentada por Bailey y otros simplemente no va a resistir el análisis cruzado
comparativo basado en el texto de la misma Escritura. Revisionismo reciente ssiguiendo la avalancha de libros a finales de los
1970s que básicamente adoptaron el enfoque general de D. S. Bailey a los
registros Bíblicos que tradicionalmente se asumía que condenaban la
homosexualidad, quizá el texto revisionista mejor documentado e ingeniosamente
redactado sobre el tema haya sido Cristianismo, Tolerancia Social y
Homosexualidad: La Gente Gay en la Europa Occidental desde Principios de la Era
Cristiana hasta el Siglo Catorce, de John Boswell. Dio pie a críticas
favorables y ha sido reimpreso una cantidad de veces. Boswell es un erudito
inteligente que entiende las complejidades del razonamiento historiográfico,
los idiomas antiguos y el análisis literario; su creatividad al leer “entre
líneas” para una explicación histórica de lo que se ha escrito (o en busca de
textos que han sido alterados) es digna de notarse, reflejando una conciencia
amplia de las varias maneras (y a menudo conflictivas) en que historiadores y
exegetas pueden abordar e interpretar su información. Su libro es la fuente de
nociones fascinantes y de evidencia histórica interesante respecto a la
tolerancia homosexual a lo largo de la historia Occidental. Boswell se propone refutar “la idea común de
que la creencia religiosa – Cristiana o cualquier otra – haya sido la causa de
la intolerancia con respecto a las personas gay.” Trata de demostrar que los
preceptos religiosos simplemente han sido usados “como justificación para la
hostilidad o el prejuicio personal,” dada la manera notoria en la que “las
restricciones Bíblicas han sido empleadas con gran selectividad por todos los
estados Cristianos.” Por todo lo que sabemos, no es decir que Boswell sea tan competente en
muchos campos como quisiera que el lector creyese. Aquellos que han comparado
su investigación se darán cuenta de intentos ocasionales por exagerar la
evidencia: ejemplo
afirma que la noción de
que “la homosexualidad no ocurre entre los animales sino solamente en
humanos... es demostrablemente falsa” (p. 12). Avanzados
estudios etológicos han analizado y desaprobado la noción de que muchos
animales se involucran en prácticas homosexuales como lo hacen los humanos. Puede haber una medida de verdad en su psicologización de
algunos Cristianos del pasado (o presentes), así como Boswell indudablemente
ofrece perspectivas útiles en los hechos y factores que atañen a la historia de
cómo han sido tratados los homosexuales. Sin embargo, en términos de nuestra
perspectiva ética Cristiana, tales cosas no son fundamentales o pertinentes. Creemos que la palabra revelada
de Dios es nuestro estándar último, infalible y suficiente de práctica y
reflexión moral. Allí donde los Cristianos profesantes o la historia de la Iglesia se
hayan quedado cortos de enseñar u obedecer el estándar de la Escritura
consistentemente, necesitan ser corregidos y llamados a un apego más cuidadoso
a este estándar divino de moralidad. La falta de observancia de ella por
parte de los seguidores de Cristo es lógicamente irrelevante para el punto
teológico de que únicamente la Escritura debiese funcionar como nuestra norma
moral. Como siempre, debemos tener cuidado de no caer en la “falacia
naturalista”: argumentando a partir de cuál es el caso (descriptivamente) hacia
lo que debiera ser el caso (preceptivamente). En este contexto nuestro único
interés en el libro de Boswell es su tratamiento de las Escrituras como tal.
Hace la sorprendente afirmación de que “además, es bastante claro que nada en
la Biblia hubiese impedido de manera categórica las relaciones homosexuales
entre los primeros Cristianos” – dejando de este modo la puerta abierta a su
teoría favorita de que el temor u otros factores son necesarios para explicar
la persecución Cristiana de los homosexuales en la historia de Occidente. Las
restricciones Bíblicas no explicarían la condena Cristiana de los homosexuales
porque, según la hipótesis de Boswell, en primer lugar la Biblia no proscribe
la homosexualidad – al menos, no cuando es interpretada “correctamente.” Luego
procede a complementar (con consideraciones no decisivas) hasta alinearse con
Bailey hasta tratar de encontrar una explicación convincente de la historia de
Sodoma como una condena de la homosexualidad, viéndola más
bien como una censura de Dios sobre la inhospitalidad, lo cual ya hemos
refutado. Al volverse a las condenaciones explícitas de las prácticas
homosexuales en Levítico 18:22 y 20:13 Boswell trata de contextualizar los
pasajes en un interés ritualista por evitar la idolatría y mantener los
símbolos de la distinción Judía en relación con el mundo Gentil. Además, lee el
Nuevo Testamento (incorrectamente) como si este rechazara la autoridad
obligatoria de la ley Mosaica, en cuyo caso evidenciaría una selectividad
arbitraria para que los Cristianos apelen a Levítico en contra de las prácticas
homosexuales.
En libros escritos sobre la continua
normatividad de la instrucción moral Mosaica en el Nuevo Testamento, se ha señalado que
el mismo Jesús estableció la presuposición general que los Cristianos han de
tener con respecto a la ley Mosaica: “No penséis que he venido para abrogar la
ley o Deuteronomio 4:2; Isaías 8:20; Mateo 22:29;
Hechos 17:11; Romanos 3:4; 16:17; 1 Corintios 2:1-16; 14:37-38; Gálatas 1:8; 1
Tesalonicenses 2:13; 2 Timoteo 3:16-17; etc.