Romanos 9; 1-5
1 Verdad digo en Cristo, no miento, y mi
conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo,
2 que tengo gran
tristeza y continuo dolor en mi corazón.
3 Porque deseara yo
mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis
parientes según la carne;
4 que son israelitas,
de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley,
el culto y las promesas;
5 de quienes son los
patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre
todas las cosas, bendito por los siglos. Amén.
En
los capítulos 9 al 11 Pablo se enfrenta con uno de los problemas más
desconcertantes que se le presentan a la Iglesia Cristiana: el problema de los
judíos. Los judíos eran el pueblo escogido de Dios; habían ocupado un lugar
exclusivo en el propósito de Dios; y sin embargo, cuando vino al mundo el Hijo
de Dios, Le rechazaron y Le crucificaron. ¿Cómo se puede explicar esta trágica
paradoja? Este es el problema que Pablo trata de resolver en estos capítulos,
complicados y difíciles. Antes de empezar a estudiarlos en detalle, será
conveniente que veamos en líneas generales la solución que Pablo nos presenta.
Hay algo que debemos tener presente antes de
empezar a desentrañar el pensamiento de Pablo, y es que estos capítulos no se
escribieron con ira, sino con profundo dolor de corazón. Pablo no podía olvidar
que era judío, y estaba dispuesto a dar su vida para traer a sus hermanos de
raza a Jesucristo.
Pablo no niega nunca que los judíos eran el
pueblo escogido. Dios los había adoptado como propios; les había dado los
pactos, el culto del Templo y la Ley; les había concedido la presencia de Su
misma gloria, y les había dado los patriarcas.
Pero, sobre todo, Jesús era judío, de la tribu
de Judá, como estaba profetizado. Pablo acepta como axioma en toda esta
cuestión que los judíos ocupaban un lugar especial en la economía de la
Salvación.
Lo primero que Pablo aclara en su argumento es
que, si bien es cierto que los judíos, como nación, rechazaron y crucificaron a
Jesús, también lo es que no todos los judíos Le rechazaron; algunos Le
recibieron y creyeron en Él, porque todos los primeros seguidores de Jesús eran
judíos. A continuación, Pablo repasa la historia, e insiste en que lo que hace
que un hombre sea judío no es el ser descendiente de Abraham. Repetidas veces
en la historia de Israel hubo un proceso de selección -Pablo lo llama elección-
en el que algunos descendientes de Abraham fueron elegidos, y otros rechazados.
En el caso del mismo Abraham, su hijo Isaac, que nació en cumplimiento de la
promesa de Dios, fue elegido; pero Ismael, que nació sencillamente como el
resultado de un proceso natural, no lo fue. En el caso de Isaac, su hijo Jacob
fue elegido; pero el mellizo de éste, Esaú, no. Esta selección no era el
resultado de los méritos personales, sino de la sabiduría y la soberanía de
Dios.
Además, el verdadero pueblo escogido nunca era
toda la nación, sino un resto fiel, unos pocos que eran leales a Dios cuando
todos los demás Le negaban. Ese fue el caso en los días del profeta Elías,
cuando permanecieron fieles al Señor siete mil, mientras la mayoría de la
nación se había apartado para seguir a Baal. Era una parte esencial de la
enseñanza de Isaías, que dijo: «Porque si tu pueblo, oh
Israel, fuere como las arenas del mar, el remanente de él volverá; la
destrucción acordada rebosará justicia. » (Isaias_10:22).
Lo que Pablo deja bien sentado es que nunca fue toda la nación el pueblo
escogido. Siempre hubo selección por parte de Dios.
Sin embargo, el que Israel fuera rechazado no
fue insensible ni caprichoso. Se le cerró la puerta a Israel para que pudiera
abrírsele a los gentiles. Dios endureció el corazón de los judíos y cegó sus
ojos con el propósito final de abrirles el camino de la fe a los gentiles.
¿Qué error fundamental cometieron los judíos?
Pablo sostiene que, aunque estaba en el plan de Dios el que los judíos fueran
rechazados, sin embargo no tenía por qué haber sucedido. No se podía
desembarazar de la paradoja eterna -ni lo pretendía- de que, al mismo tiempo,
todo es cosa de Dios y el hombre es libre. El
error fundamental de los judíos fue que intentaron llegar a la perfecta
relación con Dios por su propio esfuerzo. Trataron de ganarse la Salvación;
mientras que los gentiles se limitaron a aceptar con perfecta confianza lo que
Dios les ofrecía. Los judíos deberían haber sabido que la única manera de
llegar a Dios era mediante la fe, y que los logros humanos no llevan a ninguna
parte. Así lo expresó Isaías: «por tanto, Jehová el Señor dice así:
He aquí que yo he puesto en Sion por fundamento una piedra, piedra probada,
angular, preciosa, de cimiento estable; el que creyere, no se apresure» (Isaías 28:16).
Y Joel: «Y todo aquel que invocare el nombre de Jehová
será salvo; porque en el monte de Sion y en Jerusalén habrá salvación, como ha
dicho Jehová, y entre el remanente al cual él habrá llamado.» (Joel_2:32). Es
verdad que nadie puede tener fe hasta oír el ofrecimiento de Dios; pero a
los judíos se les hizo el ofrecimiento. Ellos se aferraron al mérito humano de
la obediencia a la Ley; se lo jugaron todo a sus obras; pero deberían haber
sabido que el camino que conduce a Dios es el de la fe, porque ya se lo habían
dicho los profetas.
Una vez más es necesario subrayar que todo
esto era el plan de Dios, y que Su propósito era que los gentiles pudieran
entrar. Por tanto, Pablo se vuelve ahora a los gentiles. Les dice que no caigan
en el orgullo. Están en la posición del acebuche del que se han injertado
algunas ramas en el olivo cultivado. No merecieron la Salvación más que los
judíos; de hecho, dependen de los judíos, porque no son más que ramas injertas:
la raíz y el tronco son el pueblo de Israel. El que fueran elegidos y los
judíos rechazados no debe producir orgullo en el corazón de los gentiles,
porque si no ellos también serán rechazados.
¿Acaban aquí y así las cosas? ¡De ninguna
manera! El propósito de Dios es que los judíos sientan envidia de la relación
que los creyentes gentiles tienen con Él, y eso los mueva a solicitar su
admisión. Moisés dijo: "Ellos me movieron a celos
con lo que no es Dios; Me provocaron a
ira con sus ídolos; Yo también los moveré a celos con un pueblo que no es
pueblo, Los provocaré a ira con una nación insensata» (Deuteronomio_32:21). Al final, los gentiles serán
el instrumento para la Salvación de los judíos: "y
luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, Que
apartará de Jacob la impiedad» (Romanos_11:26
).
Vamos a resumir los pasos por los que Pablo
llega a este final de su argumento:
(i) Israel es el pueblo escogido.
(ii) Pertenecer a Israel quiere decir más que
ser descendiente natural. Siempre ha habido elección dentro de la nación, y los
verdaderamente elegidos eran el resto fiel.
(iii) La selección que Dios hace no es
injusta.
(iv) Dios endureció el corazón de los judíos,
pero sólo para abrirles la puerta a los gentiles.
(v) El error de Israel era depender de los
méritos humanos sobre la base de la Ley; el único acceso a Dios es el del
corazón totalmente confiado.
(vi) Los gentiles no tienen por qué estar
orgullosos; porque no son más que ramas del olivo borde injertas en el olivo
cultivado. Y eso es algo que no debemos olvidar jamás.
(vii) La cosa no termina ahí; los judíos se
sentirán tan avergonzados y envidiosos del privilegio que han recibido los
gentiles que, al final, éstos los harán entrar.
(viii) Así que, al final, tanto los judíos
como los gentiles se salvarán.
La gloria se encuentra al final del argumento
de Pablo. Empezó diciendo que algunos eran aceptados y otros rechazados. Pero
acaba diciendo que la voluntad de Dios es que todos se salven (1Timoteo_2:4 el cual
quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad. ).
Pablo empieza los primeros cinco versículos intentando
explicar el que los judíos rechazaran a Jesús como Mesías; y empieza, no con
rabia, sino con angustia; no en una tempestad de airada condenación, sino con
el dolorido sentir de un corazón quebrantado. Pablo compartía el sentimiento
del Dios al Que amaba y servía: odiaba el pecado, pero amaba al pecador. Nadie
ni siquiera empezará jamás a intentar salvar a nadie a menos que empiece por
amarle. Pablo veía a los judíos, no como culpables a los que había que azotar
con ira, sino como personas a las que había que anhelar con amor.
De buena gana habría dado Pablo su vida si así
hubiera podido ganar a los judíos para Cristo. Tal vez sus pensamientos le
transportaban a uno de los grandes episodios de la historia de su pueblo.
Cuando Moisés subió a la montaña para recibir la Ley de la mano de Dios, el
pueblo que había dejado abajo pecó haciéndose un becerro de oro y adorándolo.
Dios estaba airado con ellos; y entonces Moisés hizo la gran oración: «Así que, si quieres, perdónales su pecado; y si no, Te lo
suplico, bórrame del libro que has escrito» (Exodo_32:32
).
Pablo dice que, por amor a sus hermanos,
estaría dispuesto a que cayera sobre él la maldición de Dios si así se pudiera
remediar algo. La palabra que usa es anáthema, que es una palabra terrible.
Cuando algo era anatema, estaba bajo maldición; estaba consagrado para una
destrucción total. Cuando se tomaba una ciudad pagana, todo lo que había en
ella se destruía totalmente porque estaba contaminado (Deuteronomio_3:6
Y las destruimos, como hicimos a Sehón rey de
Hesbón, matando en toda ciudad a hombres, mujeres y niños. ; Deuuteronomio_2:34 Tomamos
entonces todas sus ciudades, y destruimos todas las ciudades, hombres, mujeres
y niños; no dejamos ninguno. : Josue_6:17 Y será la ciudad anatema a Jehová, con todas las cosas que están en ella; solamente Rahab la ramera vivirá, con todos los que estén en casa con
ella, por cuanto escondió a los
mensajeros que enviamos.; Josue_7:1-26: 1Pero los hijos de Israel cometieron una prevaricación en
cuanto al anatema; porque Acán hijo de
Carmi, hijo de Zabdi, hijo de Zera,
de la tribu de Judá, tomó del
anatema; y la ira de Jehová se encendió
contra los hijos de Israel. 2 Después
Josué envió hombres desde Jericó a Hai,
que estaba junto a Bet-avén hacia el oriente de Bet-el; y les habló diciendo: Subid y reconoced la tierra. Y ellos subieron y reconocieron a Hai. 3 Y volviendo a Josué, le dijeron:
No suba todo el pueblo, sino
suban como dos mil o tres mil hombres, y
tomarán a Hai; no fatigues a todo el
pueblo yendo allí, porque son pocos. 4 Y subieron allá del pueblo como tres mil
hombres, los cuales huyeron delante de
los de Hai. 5 Y los de Hai mataron de
ellos a unos treinta y seis hombres, y
los siguieron desde la puerta hasta Sebarim,
y los derrotaron en la bajada;
por lo cual el corazón del pueblo desfalleció y vino a ser como agua. 6 Entonces Josué rompió sus vestidos, y se postró en tierra sobre su rostro delante
del arca de Jehová hasta caer la tarde,
él y los ancianos de Israel; y echaron
polvo sobre sus cabezas. 7 Y Josué
dijo: ¡Ah, Señor Jehová!
¿Por qué hiciste pasar a este pueblo el Jordán, para entregarnos en las manos de los
amorreos, para que nos destruyan? ¡Ojalá nos hubiéramos quedado al otro lado
del Jordán! 8 ¡Ay, Señor!
¿qué diré, ya que Israel ha
vuelto la espalda delante de sus enemigos? 9
Porque los cananeos y todos los moradores de la tierra oirán, y nos rodearán, y borrarán nuestro nombre de sobre la
tierra; y entonces, ¿qué harás tú a tu grande nombre? 10 Y Jehová dijo a Josué: Levántate;
¿por qué te postras así sobre tu rostro? 11 Israel ha pecado, y aun han quebrantado mi pacto que yo les
mandé; y también han tomado del
anatema, y hasta han hurtado, han mentido,
y aun lo han guardado entre sus enseres. 12 Por esto los hijos de Israel no podrán hacer
frente a sus enemigos, sino que delante
de sus enemigos volverán la espalda, por
cuanto han venido a ser anatema; ni
estaré más con vosotros, si no
destruyereis el anatema de en medio de vosotros. 13 Levántate,
santifica al pueblo, y di: Santificaos para mañana; porque Jehová el Dios de Israel dice
así: Anatema hay en medio de ti, Israel;
no podrás hacer frente a tus enemigos,
hasta que hayáis quitado el anatema de en medio de vosotros. 14 Os acercaréis, pues,
mañana por vuestras tribus; y la
tribu que Jehová tomare, se acercará por
sus familias; y la familia que Jehová
tomare, se acercará por sus casas; y la casa que Jehová tomare, se acercará por los varones; 15 y el que fuere sorprendido en el
anatema, será quemado, él y todo lo que tiene, por cuanto ha quebrantado el pacto de
Jehová, y ha cometido maldad en Israel. 16 Josué,
pues, levantándose de
mañana, hizo acercar a Israel por sus
tribus; y fue tomada la tribu de Judá. 17 Y haciendo acercar a la tribu de Judá, fue tomada la familia de los de Zera; y haciendo luego acercar a la familia de los
de Zera por los varones, fue tomado
Zabdi. 18 Hizo acercar su casa por los
varones, y fue tomado Acán hijo de Carmi, hijo de Zabdi, hijo de Zera,
de la tribu de Judá. 19 Entonces
Josué dijo a Acán: Hijo mío, da gloria a Jehová el Dios de Israel, y dale alabanza, y declárame ahora lo que has hecho; no me lo encubras. 20 Y Acán respondió a Josué diciendo: Verdaderamente yo he pecado contra Jehová el
Dios de Israel, y así y así he hecho. 21 Pues vi entre los despojos un manto
babilónico muy bueno, y doscientos
siclos de plata, y un lingote de oro de
peso de cincuenta siclos, lo cual codicié
y tomé; y he aquí que está escondido
bajo tierra en medio de mi tienda, y el
dinero debajo de ello. 22 Josué entonces
envió mensajeros, los cuales fueron
corriendo a la tienda; y he aquí estaba
escondido en su tienda, y el dinero
debajo de ello. 23 Y tomándolo de en
medio de la tienda, lo trajeron a Josué
y a todos los hijos de Israel, y lo
pusieron delante de Jehová. 24 Entonces
Josué, y todo Israel con él, tomaron a Acán hijo de Zera, el dinero,
el manto, el lingote de oro, sus hijos,
sus hijas, sus bueyes, sus asnos,
sus ovejas, su tienda y todo
cuanto tenía, y lo llevaron todo al
valle de Acor. 25 Y le dijo Josué: ¿Por qué nos has turbado? Túrbete Jehová en este día. Y todos los israelitas los apedrearon, y los quemaron después de apedrearlos. 26 Y levantaron sobre él un gran montón de
piedras, que permanece hasta hoy. Y Jehová se volvió del ardor de su ira. Y por esto aquel lugar se llama el Valle de
Acor, hasta hoy. ). Si alguien
trataba de seducir a Israel para apartarle del culto al único Dios verdadero,
se le condenaba irremisiblemente a una destrucción total (Deuteronomio_13:8-11 8 no consentirás con él, ni le prestarás oído;
ni tu ojo le compadecerá, ni le tendrás misericordia, ni lo encubrirás, 9 sino que lo matarás; tu mano se alzará
primero sobre él para matarle, y después la mano de todo el pueblo. 10 Le apedrearás hasta que muera, por cuanto
procuró apartarte de Jehová tu Dios, que te sacó de tierra de Egipto, de casa
de servidumbre; 11 para que todo Israel
oiga, y tema, y no vuelva a hacer en medio de ti cosa semejante a esta. ). La cosa más amada que Pablo tenía en su vida
era la seguridad de que nada le podía separar del amor de Dios en Jesucristo;
pero, si así podían salvarse sus hermanos, estaba dispuesto a perderla.
Aquí tenemos una vez más la gran verdad de que
el que quiera salvar al pecador tiene que empezar por amarle. Cuando un hijo o
una hija han hecho algo por lo que merece castigo, muchos padres y madres
cargarían con gusto con el castigo si pudieran.
Eso fue lo que sintió e hizo Cristo. Pablo
también tenía el mismo sentimiento. Si hemos de ser instrumentos para la
Salvación de otros, eso es lo que debemos sentir.
Pablo no negó ni por un momento que los judíos
ocupaban un lugar especial en la economía de Dios. Y enumera sus privilegios:
(i) En
un sentido especial eran hijos de Dios, especialmente elegidos y adoptados
en la familia de Dios. «Hijos sois de Jehová vuestro
Dios; no os sajaréis, ni os raparéis a causa de muerto.» (Deuteronomio_14:1 ). ¿Así
pagáis a Jehová, Pueblo loco e
ignorante? ¿No es él tu padre que te
creó? El te hizo y te estableció. (Deuteronomio_32:6
). «Y dirás a Faraón: Jehová ha dicho así:
Israel es mi hijo, mi primogénito.» (Exodo_4:22 ). «Cuando
Israel era muchacho, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo.» (Oseas_11:1 ).
La Biblia está llena de esta idea de la especial relación filial de Israel con Dios, que el pueblo rehusó aceptar hasta las últimas consecuencias.
(ii) Israel
tenía la gloria. La shejina o kabod aparece una y otra vez en la historia
de Israel. Era el divino esplendor de luz que descendía cuando Dios visitaba a
su pueblo (Exodo_16:10 Y hablando Aarón a toda la congregación de los hijos de
Israel, miraron hacia el desierto, y he aquí la gloria de Jehová apareció en la
nube. ;
Exodo_24:16 Y la gloria de Jehová reposó sobre
el monte Sinaí, y la nube lo cubrió por seis días; y al séptimo día llamó a
Moisés de en medio de la nube. ; 29:43 Allí me reuniré
con los hijos de Israel; y el lugar será santificado con mi gloria ; 33:18-22 18 El entonces dijo: Te ruego que me muestres tu
gloria. 19 Y le respondió: Yo haré pasar
todo mi bien delante de tu rostro, y proclamaré el nombre de Jehová delante de
ti; y tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con
el que seré clemente. 20 Dijo más: No
podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá. 21 Y dijo aún Jehová: He aquí un lugar junto a mí,
y tú estarás sobre la peña; 22 y cuando
pase mi gloria, yo te pondré en una hendidura de la peña, y te cubriré con mi
mano hasta que haya pasado.). Israel
había visto la gloria de Dios, y sin embargo Le había rechazado. A nosotros se
nos ha concedido contemplar la gloria del amor y la Gracia de Dios en el rostro
de Jesucristo, y sería terrible que escogiéramos el camino del mundo.
(iii) Israel
tenía los pactos. Un pacto es la relación en que entran dos personas, un
acuerdo de interés mutuo, un compromiso de amistad recíproca. Una y otra vez
Dios se había acercado al pueblo de Israel y había entrado en una relación
especial con él. Lo hizo con Abraham, Isaac y Jacob, y en el monte Sinaí cuando
dio la Ley.
Ireneo distingue cuatro grandes ocasiones en
las que Dios llegó a un acuerdo con los hombres. La primera fue el pacto con
Noé después del diluvio, y la señal fue el arco iris en los cielos, que
representaba la seguridad que Dios daba de que no habría otro diluvio. El
segundo fue el pacto que Dios hizo con Abraham, y su señal fue la circuncisión.
El tercero fue el pacto que estableció con la nación de Israel en el monte
Sinaí, y su base fue la Ley. Y el cuarto es el Nuevo Testamento en Jesucristo,
cuya señal y garantía es el Espíritu Santo.
Es maravilloso pensar que Dios se acerca a los
hombres y entra en una relación concertada con ellos. La verdad es que Dios no
ha abandonado nunca a los hombres. No hizo ademán de acercarse para luego
abandonarlos, sino que se ha acercado una y otra vez; y aún lo sigue haciendo
con cada alma humana individual. Está a la puerta, y llama; y es la tremenda
responsabilidad de la voluntad humana que puede negarse a abrir.
(iv) Israel
tenía la Ley. No podía pretender ignorar la voluntad de Dios, porque Dios
le había dicho cómo quena que viviera. Si Israel pecaba, lo hacía a sabiendas y
no por ignorancia; y el pecado consciente es el pecado contra la luz, que es el
peor de todos.
(v) Israel
tenía el culto del Templo. El culto es, en esencia, el acercamiento del
alma a Dios; y Dios había dado a los judíos en el culto del Templo una manera
para que se acercaran a Él. Si estaba cerrada la puerta de acceso a Dios eran
ellos los que la habían cerrado.
(vi) Israel
tenía las promesas. No podía decir que no conocía su destino. Dios les
había dado a conocer la tarea y el privilegio que les tenía reservado en Su
propósito. Sabían que estaban destinados para grandes cosas en la economía de
Dios.
(vii) Israel
tenía a los patriarcas. Tenía una tradición y una historia; y no hay mayor
miseria que la del que se atreve a ser infiel a su tradición y avergonzarse de
la herencia que ha recibido.
(viii) Y
aquí viene la culminación: de Israel vino el Mesías, el Ungido de Dios.
Todo lo demás había sido la preparación; y sin embargo, cuando vino, Le
rechazaron. El mayor pesar que puede sentir una persona es haberle dado a un
hijo todas las oportunidades de éxito, el haberlo dedicado y sacrificado todo
para darle las mejores oportunidades, y descubrir que el hijo, por
desobediencia o rebeldía o dejadez, ha dejado de aprovecharlas. Ahí está la
tragedia; porque se hacen baldíos los esfuerzos del amor, y no se hacen
realidad sus sueños. La tragedia de Israel consistió en que Dios le había
preparado para el día de la venida de Su Hijo, y toda aquella preparación
resultó frustrada. No es que fuera quebrantada la Ley de Dios, sino que Su amor
fue desdeñado. No es la ira de Dios la que se oculta tras las palabras de
Pablo, sino el corazón quebrantado de Dios.