} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 2020

martes, 29 de diciembre de 2020

¿QUÉ TIPO DE TERRENO HAY EN NUESTRO CORAZÓN?

 Mar 4:1   Otra vez comenzó Jesús a enseñar junto al mar, y se reunió alrededor de él mucha gente, tanto que entrando en una barca, se sentó en ella en el mar; y toda la gente estaba en tierra junto al mar.

Mar 4:2  Y les enseñaba por parábolas muchas cosas, y les decía en su doctrina:

Mar 4:3  Oíd: He aquí, el sembrador salió a sembrar;

Mar 4:4  y al sembrar, aconteció que una parte cayó junto al camino, y vinieron las aves del cielo y la comieron.

Mar 4:5  Otra parte cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra.

Mar 4:6  Pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó.

Mar 4:7  Otra parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto.

Mar 4:8  Pero otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto, pues brotó y creció, y produjo a treinta, a sesenta, y a ciento por uno.

Mar 4:9  Entonces les dijo: El que tiene oídos para oír, oiga.

Mar 4:10  Cuando estuvo solo, los que estaban cerca de él con los doce le preguntaron sobre la parábola.

Mar 4:11  Y les dijo: A vosotros os es dado saber el misterio del reino de Dios; mas a los que están fuera, por parábolas todas las cosas;

Mar 4:12  para que viendo, vean y no perciban; y oyendo, oigan y no entiendan; para que no se conviertan, y les sean perdonados los pecados.(B)

Mar 4:13  Y les dijo: ¿No sabéis esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las parábolas?

Mar 4:14  El sembrador es el que siembra la palabra.

Mar 4:15  Y éstos son los de junto al camino: en quienes se siembra la palabra, pero después que la oyen, en seguida viene Satanás, y quita la palabra que se sembró en sus corazones.

Mar 4:16  Estos son asimismo los que fueron sembrados en pedregales: los que cuando han oído la palabra, al momento la reciben con gozo;

Mar 4:17  pero no tienen raíz en sí, sino que son de corta duración, porque cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra, luego tropiezan.

Mar 4:18  Estos son los que fueron sembrados entre espinos: los que oyen la palabra,

Mar 4:19  pero los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa.

Mar 4:20  Y éstos son los que fueron sembrados en buena tierra: los que oyen la palabra y la reciben, y dan fruto a treinta, a sesenta, y a ciento por uno

 

         Estos versículos contienen la parábola del sembrador. De todas las parábolas que nuestro Señor dijo, ninguna probablemente es tan bien conocida como ésta.

No hay ninguna que sea más fácilmente comprendida por todos, en razón de lo gracioso al mismo que de lo familiar de las figuras que contiene. No hay  ninguna tampoco que sea de una aplicación tan universal y tan perpetua. Mientras que haya una iglesia de Cristo y una congregación de cristianos, tendrá que  emplearse esta parábola.

Su lenguaje no exige explicaciones, pues debemos decir usando las palabras de un escritor antiguo, que "lo que demanda es que se aplique, y no que se  comente" Veamos ahora que nos enseña.

Se nos enseña, en primer lugar, que hay algunos oyentes del Evangelio, cuyos corazones son como los linderos de un campo que dan al camino.

Esos son los que oyen sermones, pero no les prestan atención; que van a un templo por pura forma o moda o por el buen parecer, pero que no toman ningún  interés en lo que allí se predica. Les parece que es tan solo cuestión de palabras y nombres, y de una charla ininteligible. Como no se trata de dinero, ni de  comer o beber, ni de vestidos, ni de diversiones, mientras que están oyendo, se ponen a pensar en otras cosas. Nada les importa que se hable de la Ley o del  Evangelio, ni produce en ellos más efecto que el agua cayendo sobre una piedra. Y al fin se van tan ignorantes como cuando entraron.

Hay millares de los que se llaman cristianos que se encuentran en esa condición espiritual. Apenas hay una iglesia o capilla en que no se encuentra gran  número de ellos. Permiten al diablo que domingo tras domingo arrebate y se lleve la buena semilla que se siembra en la superficie de sus corazones. Pasan las  semanas y van viviendo sin fe, sin temor, sin conocimiento y sin gracia, sin sentir nada, sin cuidarse de nada, sin tomarse ningún interés en la fe, como si  Cristo no hubiera muerto en la cruz. Y en este estado suelen con frecuencia morir, y son enterrados y se pierden también para siempre en el infierno. Es una  pintura muy triste, pero muy verdadera.

Se nos enseña, en segundo lugar, que hay oyentes del Evangelio cuyos corazones son como los pedregales que se encuentran en un campo.

Estos son aquellos en quienes la predicación no produce un efecto profundo, persistente y duradero, sino tan solo impresiones fugitivas. Tienen mucho placer  en oír sermones en que la verdad se proclama; pueden hablar con regocijo y entusiasmo aparentes de la dulzura del Evangelio, y de la felicidad que al  escucharlo experimentan; conmuévanse hasta derramar lágrimas al oír las exhortaciones de los predicadores y hablan con fervor de sus conflictos, de sus  esperanzas, de sus luchas, de sus deseos y de sus temores; pero desgraciadamente no hay firmeza en su fe. "No hay raíces en ellos, así que no duran", en  sus corazones no se descubre la influencia del Espíritu Santo. Sus impresiones son como las calabazas de Jonás que en una noche nacieron y en la misma  perecieron; se desvanecen tan pronto como se presentan. Apenas "las aflicciones y las persecuciones asoman por causa de la palabra", se ausentan y  desmayan. Su bondad viene a ser en último resultado como "la nube de la mañana, o el rocío del alba". Oseas. 6.4. Su fe no tiene más vida en sí que la  flor cortada; no tiene raíces, y pronto se marchita.

Hay muchos en todas las congregaciones de los que oyen predicar el Evangelio, que se encuentran precisamente en esa condición espiritual. No son oyentes  descuidados y desatentos como muchos que ven en torno suyo, y se ven por lo tanto tentados a juzgar bien de su propia condición. Se complacen en la  predicación que escucha, y se lisonjean por ello con la idea de que la gracia ha penetrado en sus corazones; y, sin embargo, están del todo engañados. Las  cosas viejas no han desaparecido; no hay huellas de verdadera conversión en su ser íntimo. A pesar de todos sus sentimientos, sus afectos, sus alegrías, sus  esperanzas y deseos, se encuentran realmente en el ancho camino de la perdición.

Se nos enseña, en tercer lugar, que hay oyentes del Evangelio, cuyos corazones son como las espinas que cubren un campo.

Estos son los que acuden a oír predicar la verdad de Cristo, y la obedecen hasta cierto punto. Su inteligencia la acepta, su juicio la aprueba, su conciencia se  despierta bajo su influencia, la aman, confiesan que es justa, buena y digna de ser aceptada; aún se abstienen de muchas cosas que el Evangelio condena, y  contraen algunos hábitos que recomienda, pero llegan hasta allí, y allí se detienen. No pueden pasar de cierto punto en su fe, como si estuviesen  firmemente atados con cadenas; y el gran secreto que explica su condición es el mundo. "Los cuidados del mundo, y las decepciones de las riquezas, y las  concupiscencias de otras cosas" impiden que la Palabra produzca efecto cumplido en sus almas. Aunque todo aparentemente promete y luce favorable en  cuanto se refiere a su condición espiritual, permanecen inertes. Nunca se elevan al tipo acabado del cristianismo del Nuevo Testamento; ningún fruto en ellos  llega a la perfección.

Pocos ministros fieles de Cristo se encuentran que no puedan referir casos semejantes, y son, en verdad, los que causan más compasión. Van hasta cierto  punto y de allí no pasan, ven algo pero no lo ven todo, aprueban hasta cierto grado y, sin embargo, no dan su corazón a Cristo; tal condición es deplorable. Y  la única opinión que podemos formar de semejantes personas es, que sin un cambio decidido nunca podrán entran en el reino del cielo. Cristo quiere poseer  nuestros corazones. "Si un hombre es amigo del mundo, es enemigo de Dios" Santiago 4.4

Se nos enseña, por último que hay oyentes del Evangelio, cuyos corazones son como la buena tierra que se encuentra en un campo.

Estos son los que reciben realmente en lo íntimo de sus corazones la verdad de Cristo, la creen implícitamente y la obedecen minuciosamente. En estos  aparecerán los frutos de la verdad en los resultados uniformes, claros e inconcusos que revelan los sentimientos del corazón y que se pintan en los actos todos  de la vida. Cristo será entonces verdaderamente amado, se confiará en El, será seguido, amado y obedecido. La santidad se mostrará en sus conversaciones, en  su humildad, paciencia, dulzura y caridad. Habrá algo en ellos que pueda verse, porque las obra el Espíritu Santo no pueden ocultarse.

En donde quiera que el Evangelio sea predicado fielmente, se encontrarán siempre personas cuyas almas se encuentren en esa condición. Diferirán mucho en  los grados de su progreso espiritual, pues algunos producirán frutos como treinta, otros como sesenta y algunos como ciento; pero la calidad de esos frutos  será la misma, pues provienen de la semilla que cayó en buen terreno.

Habrá en ellos arrepentimiento visible, fe visible en Cristo y santidad de vida visible. Sin esto no hay fe que salve.

Y ahora preguntémonos ¿Qué somos? ¿En qué clase de oyentes deberemos clasificarnos? No olvidemos nunca que hay tres maneras de oír la predicación sin  provecho y solo una de oírla con ventaja. No olvidemos nunca que solo uno es el signo infalible de haber sido oyente de corazón, y ese signo es dar frutos. Ser  estéril es encontrarse en el camino del infierno.

sábado, 26 de diciembre de 2020

EL NACIMIENTO DE JESÚS –SU PROPÓSITO--

 

2Co 5:17  De manera que si alguno es en Cristo, nueva criatura es. Lo viejo se pasó ya: he aquí todo es hecho nuevo.

2Co 5:18  Y todas las cosas son de Dios, el cual nos reconcilió consigo por JesuCristo, y nos ha dado el ministerio de la reconciliación.

2Co 5:19  Es a saber, que Dios estaba en Cristo reconciliando el mundo consigo, no imputándoles sus pecados, y ha entregado a nosotros la palabra de la reconciliación.

2Co 5:20  Así que embajadores somos de Cristo, como si Dios os rogase por nosotros: os suplicamos de parte de Cristo, que os reconcilieis con Dios.

2Co 5:21  Porque a él que no conoció pecado, hizo pecado por nosotros, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.

 

 

       Los cristianos somos  nuevas criaturas desde nuestro interior. El Espíritu Santo nos da vida nueva y ya no seremos los mismos jamás. No hemos sido reformados, rehabilitados o reeducados; somos una nueva creación, viviendo en unión vital con Cristo (Col_2:6-7). Convertirnos no es meramente dar la vuelta a una hoja nueva, sino empezar una vida nueva bajo un nuevo Maestro. Pablo llega, como acostumbraba, de una situación concreta y determinada a un principio básico de toda la vida cristiana: Cristo murió por todos. Para Pablo, un cristiano es, en su frase favorita, una persona en Cristo; y por tanto, la vieja personalidad del cristiano murió con Cristo en la Cruz y resucitó con Él a una nueva vida, de forma que ahora es una nueva persona, tan nueva como si Dios la acabara de crear. En esta novedad de vida, el cristiano ha adquirido una nueva escala de valores. Ya no aplica a las cosas el baremo del mundo. Hubo un tiempo en el que Pablo mismo había juzgado a Cristo según su tradición, y se había propuesto eliminar Su recuerdo del mundo. Pero ya no. Ahora tenía una escala de valores diferente. Ahora, el Que había tratado de borrar era para él la Persona más maravillosa del mundo, porque le había dado la amistad de Dios que había anhelado toda la vida.

Dios nos atrae hacia sí mismo (nos reconcilia), borra nuestros pecados (Efes_2:13-18) y nos hace justos. Dejamos de ser enemigos, extraños o extranjeros para Dios, cuando confiamos en Cristo. Al reconciliarnos con Dios, tenemos el privilegio de animar a otros para que hagan lo mismo, y de esa manera somos aquellos que tienen "el ministerio de la reconciliación".

Un embajador es un representante oficial de un país en otro. Como creyentes, somos embajadores de Cristo, enviados con su mensaje de reconciliación al mundo. El embajador de reconciliación tiene una responsabilidad muy importante. No debemos cumplir esta responsabilidad en forma liviana. ¿Cuán bien está cumpliendo su responsabilidad como embajador de Cristo?

Cuando confiamos en Cristo, hacemos un trato: nuestros pecados por su justificación. Nuestro pecado fue vertido en Cristo cuando fue crucificado. A esto se refieren los cristianos cuando hablan del sacrificio de Cristo por el pecado. En el mundo se negocia cuando dos personas intercambian bienes de valor equivalente o relativamente iguales. Pero Dios ofrece cambiar su justicia por nuestro pecado, algo de valor inmensurable por algo que no vale nada. Cuán agradecidos debiéramos estar por su benevolencia con nosotros.

El cargo que Pablo dice que Dios le ha asignado para su gloria y trabajo es el de embajador de Cristo. El término griego que usa (presbeutés) es una gran palabra. Tenía dos acepciones que correspondían a la palabra latina de la que era traducción (legatus).

(i) Las provincias romanas se dividían en dos clases. Algunas estaban bajo el control directo del senado, y otras bajo el del emperador. La diferencia dependía de lo siguiente: las provincias pacíficas en las que no había tropas romanas eran las senatoriales; las levantiscas, en las que se estacionaban tropas, eran las imperiales. En estas últimas, el que administraba cada una de ellas de parte del emperador era el legatus o presbeutés. Así es que la palabra representaba en primer lugar a la figura del que había sido comisionado personalmente por el emperador, y Pablo se consideraba designado por Jesucristo para la obra de la Iglesia.

 

(ii) Pero presbeutés y legatus tenían un sentido todavía más interesante. Cuando el senado romano decidía que un país había de convertirse en provincia, le enviaban de entre sus miembros a diez legati o presbeutai, es decir, delegados, que, juntamente con el general victorioso, concertaban los términos de la paz con el país vencido, fijaban los límites de la nueva provincia, trazaban una constitución para su nueva administración, y por último volvían para someter sus acuerdos a la ratificación final del senado. Eran responsables de introducir nuevos pueblos en la familia del imperio romano. Así era como se consideraba Pablo: el que presentaba a otros las condiciones de Dios para que entraran a formar parte como ciudadanos de Su Reino y como miembros de Su familia.

No hay mayor responsabilidad que la del embajador.

(i) Un embajador de España es un español que reside en otro país. Pasa la vida entre personas que en muchos casos hablan una lengua diferente, tienen tradiciones diferentes y tienen otra manera de vivir. El cristiano se encuentra en ese caso: vive en el mundo; toma parte en la vida y las actividades del mundo; pero es ciudadano del Cielo. En este sentido, es un extranjero. El que no esté dispuesto a ser diferente no puede ser cristiano.

(ii) El embajador habla en nombre de su propio país. Cuando el embajador español habla como tal, su voz es la voz de España. Hay situaciones en las que un cristiano tiene que hablar en nombre de Cristo. En las decisiones y consejos del mundo, la suya debe ser la voz de Cristo que presenta Su mensaje en aquella situación.

(iii) El honor de su país está en las manos del embajador. Por él se juzga a su país. Se escuchan sus palabras y se observan sus acciones y se dice: «Eso es lo que dice y hace tal o cual país.» Lightfoot, el famoso obispo de Durham, dijo en un culto de ordenación: «El embajador cuando actúa, no actúa sólo como agente, sino como representante de su Soberano... El deber del embajador no se limita a comunicar un mensaje determinado o a seguir una cierta política, sino que también está obligado a vigilar las coyunturas, a estudiar los caracteres, a buscar las oportunidades, para presentárselas a su audiencia de la manera más atractiva posible.» La gran responsabilidad del embajador es representar y presentar a su país a aquellos entre los que vive.

Aquí tenemos el privilegio más honroso del cristiano y su responsabilidad más sobrecogedora. El honor de Cristo y de Su Iglesia están en sus manos. Con sus palabras y con sus acciones puede hacer que se estime -o desestime- a su Iglesia y a su Soberano.

Este es el asunto principal del cristianismo. ¿Era Dios (ejemplo: el Dios, el YHWH del Antiguo Testamento) en Jesús de Nazaret, reconciliando el mundo a sí mismo (Gálatas 1:3-4)? Si es así, el cristianismo es verdadero; si no es así es falso. ¿Es Jesús verdaderamente la totalidad de Dios (Juan 1:1-14; Colosenses 1:15-16; Filipenses 2:6-11; Hebreos 1:2-3)? ¿Él es verdaderamente el único camino a la reconciliación y al perdón (véase Juan 14:6)? ¡De ser así, entonces el Evangelio es la información más importante que la gente oirá! Debemos de decir la verdad; debemos de predicar el Evangelio; debemos de exaltar a Cristo; debemos de ofrecer una salvación gratis a un mundo perdido.

Tenemos que fijarnos en el mensaje de Pablo: " ¡Reconciliaos con Dios!» El Nuevo Testamento nunca nos habla de que Dios tenga que reconciliarse con la humanidad, sino siempre de que la humanidad tiene que reconciliarse con Dios. No se trata de aplacar a un Dios airado. Todo el plan de salvación tiene su origen en Dios. Fue porque Dios amaba al mundo de tal manera por lo que envió a Su Hijo. No es que Dios no tenga interés en la humanidad, sino viceversa. El mensaje de Pablo, el Evangelio, es la invitación de un Padre amante a Sus hijos descarriados para que vuelvan a casa, donde los espera el amor.

Pablo les suplica que no acepten el ofrecimiento de la gracia de Dios sin sentido. Hay tal cosa como -y es la tragedia de la eternidad- la frustración de la gracia. Pensemos en términos humanos. Supongamos que un padre o una madre se sacrifican y trabajan para darles a sus hijos las mejores oportunidades, rodearlos de amor, planificar su futuro con cuidado y hacen, en fin, todo lo posible para equiparlos para la vida. Y supongamos que esos hijos no sienten lo más mínimo su deuda de gratitud ni ninguna obligación de devolver algo de lo mucho que han recibido siendo dignos de ello. Y supongamos que los hijos fracasan, no por falta de capacidad, sino por falta de interés y de voluntad, porque no consideran el amor que les dio tanto. Eso es lo que quebranta el corazón de los padres. Cuando Dios le da a la humanidad toda Su gracia, y la humanidad la pisotea para seguir su propio camino equivocado, frustrando la gracia que podía haberla renovado y recreado, una vez más Cristo es crucificado, y quebrantado el corazón de Dios.

viernes, 25 de diciembre de 2020

EL NACIMIENTO DE JESÚS (segunda parte)


Mat 1:18  Y el nacimiento de JesuCristo fue así: Que estando María su madre desposada con José, antes que hubiesen estado juntos, se halló haber concebido del Espíritu Santo.

Mat 1:19  Y José su marido, como era justo, y no quisiese exponerla a la infamia, quiso dejarla secretamente.

Mat 1:20  Y pensando él en esto, he aquí, que el ángel del Señor le aparece en sueños, diciendo: José, hijo de David, no temas de recibir a María tu mujer; porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es.

Mat 1:21  Y parirá un hijo, y llamarás su nombre JESÚS: porque él salvará a su pueblo de sus pecados.

Mat 1:22  Todo esto aconteció para que se cumpliese lo que había hablado el Señor por el profeta, que dijo:

Mat 1:23  He aquí, una virgen concebirá, y parirá un hijo, y llamarán su nombre Emmanuel, que interpretado quiere decir: Dios con nosotros.

Mat 1:24  Y despertado José del sueño; hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer.

Mat 1:25  Y no la conoció hasta que parió a su Hijo primogénito; y llamó su nombre JESÚS.           (RV 1862)

 

      Para nuestra manera occidental de pensar, las relaciones que salen en este pasaje son muy extrañas. En primer lugar, se nos dice que María estaba desposada (Reina-Valera, revisiones anteriores a la del 95) con José; luego hemos traducido que él estaba haciendo los preparativos para divorciarse de ella en secreto; y luego se la llama su mujer o esposa. Pero la relación entre ambos representa el procedimiento judío normal, en el que había tres pasos.

(i) Estaba el compromiso. Este se hacía a menudo cuando la pareja no eran más que niños. Lo hacían corrientemente los padres, o por medio de un casamentero profesional. Y se hacía a menudo sin que los que formaban la pareja se hubieran visto nunca. El matrimonio se consideraba que era un paso demasiado serio para dejarlo a los dictados del corazón humano.

(ii) Estaba el desposorio. Este era lo que podríamos llamar la ratificación del compromiso que ya había contraído la pareja. Hasta este momento, el compromiso que se había establecido por medio de los padres o del casamentero, se podía romper si una de las dos partes no quería continuar con él. Pero una vez que se llegaba al desposorio era absolutamente vinculante. Duraba un año. Durante ese año la pareja se consideraban marido y mujer, aunque todavía no tenían esa relación. El desposorio no se podía dar por concluido de ninguna manera más que por el divorcio. En la ley judía nos encontramos frecuentemente lo que nos parece una frase curiosa. Una chica cuyo prometido había muerto durante el año de los desposorios se llamaba «una virgen que es viuda.» En esta etapa se encontraban José y María. Estaban desposados; y si José quería acabar el desposorio no lo podía hacer más que con el divorcio; y ese año de desposorio a María se la conocía legalmente como su esposa.

(iii) La tercera etapa era el matrimonio propiamente dicho, que tenía lugar al final del año de desposorio.

Si tenemos presentes las costumbres matrimoniales normales de los judíos, entonces la relación que se indica en este pasaje está perfectamente clara.

Así que en esta etapa se le dijo a José que María iba a tener un Niño, que había sido concebido por obra del Espíritu Santo, y que él, José, debería ponerle por nombre Jesús. Jesús es la forma griega del nombre hebreo Josué, que quiere decir Jehová es salvación. Hacía mucho tiempo, el salmista había oído decir a Dios: "El redimirá a Israel de todos sus pecados» (Sal_130:8 ). Y a José se le dijo que el Niño que nacería llegaría a ser el Que salvara al pueblo de Dios de sus pecados. Jesús fue, aún más que el Hombre nacido para ser Rey, el Hombre nacido para ser Salvador. Vino a este mundo no por Su propia cuenta, sino por la de los hombres y su salvación.

Este pasaje nos dice que Jesús nació por la acción del Espíritu Santo. Nos habla de lo que llamamos el Nacimiento Virginal. De momento lo único que nos concierne es descubrir lo que quiere decir para nosotros.

Si miramos este pasaje con naturalidad y lo leemos como si fuera la primera vez encontramos que lo que subraya no es tanto que Jesús naciera de una mujer virgen como que el nacimiento de Jesús fue la obra del Espíritu Santo. «Se supo que María estaba embarazada del Espíritu Santo.» «Lo que ella ha concebido es del Espíritu Santo.» Es como si estas frases estuvieran subrayadas o impresas en tipo grande. Eso es lo que Mateo quiere decirnos en este pasaje. Entonces, ¿qué quiere decir que en el nacimiento de Jesús el Espíritu Santo de Dios estuvo especialmente operativo? Dejemos las cuestiones dudosas o debatibles, y concentrémonos en esa gran verdad, como Mateo querría que hiciéramos.

En el pensamiento judío el Espíritu Santo tenía ciertas funciones muy definidas. No podemos traer a este pasaje la idea cristiana del Espíritu Santo en toda su plenitud, porque José no sabría nada de eso. Debemos interpretarlo a la luz de la idea judía del Espíritu Santo, porque esa sería la interpretación que José le daría inevitablemente a este pasaje, porque era la única que conocía.

(i) Según la idea judía, el Espíritu Santo era la Persona Que traía a los hombres la verdad de Dios. Era el Espíritu Santo el Que enseñaba a los profetas lo que habían de decir; era el Espíritu Santo el Que enseñaba a los hombres lo que debían hacer; era el Espíritu Santo Quien a lo largo de edades y generaciones traía la verdad de Dios a la humanidad. Así que Jesús es la única Persona que trae la verdad de Dios a la humanidad.

Para decirlo de otra manera: Jesús es la única Persona que nos puede decir cómo es Dios y lo que Dios quiere que seamos. Solamente en Él podemos ver cómo es Dios y cómo debemos ser nosotros. Antes de que Jesús viniera, la humanidad no tenía más que unas ideas vagas e imprecisas, y a menudo erróneas, acerca de Dios; lo único que podía era suponer y andar a tientas; pero Jesús pudo decir: «El que Me ha visto ha visto al Padre» (Jn_14:9 ). En Jesús vemos el amor, la compasión, la misericordia, el corazón buscador, la pureza de Dios, como no los podemos ver en ningún otro lugar del mundo. Con la venida de Jesús, el tiempo de las suposiciones ha terminado, y ha llegado el de las certezas. Antes de que Jesús viniera no sabíamos realmente lo que era la bondad. Solamente en Jesús podemos ver lo que son la verdadera humanidad, la verdadera bondad, la verdadera obediencia a la voluntad de Dios. Jesús vino al mundo a decirnos la verdad acerca de Dios y acerca de nosotros mismos.

 

(ii) Los judíos creían que el Espíritu Santo no sólo traía la verdad de Dios a los hombres, sino también capacitaba a los hombres para reconocer esa verdad cuando la vieran. Así es que Jesús nos abre los ojos a la verdad. Los hombres son cegados por su propia ignorancia; son descarriados por sus propios prejuicios; tienen la mente y los ojos oscurecidos por su propio pecado y por sus pasiones. Jesús puede abrir nuestros ojos para que podamos ver la verdad.

En una de las novelas de William J. Locke hay una descripción de una mujer que tenía más dinero del que podía contar, y que había pasado la mitad de su vida visitando los museos de pintura del mundo. Estaba cansada y aburrida. Entonces conoció a un francés que tenía muy poco de las cosas de este mundo, pero que tenía un conocimiento amplio y un amor profundo por la belleza. Fue con ella, y en su compañía las cosas aparecieron totalmente diferentes. "Yo nunca supe cómo eran las cosas -le dijo ella- hasta que tú me enseñaste a mirarlas.»

La vida se convierte en algo totalmente diferente cuando Jesús nos enseña a mirar las cosas. Cuando Jesús viene a nuestro corazón, nos abre los ojos para que veamos las cosas tal como son de veras.

 

(iii) Especialmente, los judíos conectaban al Espíritu de Dios con la obra de la creación. Fue por medio de Su Espíritu como Dios realizo Su obra creadora. En el principio, el Espíritu de Dios se movía sobre las aguas y el caos llegó a ser un mundo (Gen_1:2 ). «Por la palabra del Señor fueron Hechos los cielos -dijo el salmista-; y todo el ejército de ellos por el aliento de Su boca» (Sal_33:6 ). (Tanto en hebreo, rúaj, como en griego, pneuma, la palabra para aliento y espíritu es la misma). «Envías Tu Espíritu, son creados y renuevas la faz de la tierra» (Sal_104:30 ). "El Espíritu de Dios me hizo -decía Job- y el soplo del Omnipotente me dio vida» (Job_33:4 ).

El Espíritu es el Creador del mundo y el Dador de la vida. Así que en Jesús vino al mundo el poder vivificador y creador de Dios. Ese poder, que convirtió en orden el caos primigenio, ha venido a traer orden a nuestra desordenada vida. Ese poder, que alentó vida donde antes no la había, ha venido a alentar vida en nuestra debilidad y frustración. Podríamos decir realmente que no estamos vivos de veras hasta que Jesús entra en nuestras vidas.

 

(iv) Los judíos conectaban al Espíritu especialmente, no sólo con la obra de la creación, sino también con la obra de la re-creación. Ezequiel traza un cuadro sombrío del valle de los huesos secos. Pasa luego a contar cómo los huesos secos volvieron a la vida; y entonces oye decir a Dios: "Yo hago entrar espíritu en vosotros y viviréis» (Eze_37:1-14 ). Los rabinos tenían un dicho: «Dios dijo a Israel: "En este mundo Mi Espíritu ha puesto sabiduría en vosotros, pero en el futuro Mi Espíritu os hará vivir de nuevo."» Cuando los hombres están muertos en pecado y en letargo, es el Espíritu de Dios el Que puede despertarlos a una vida nueva.

Así pues, en Jesús vino a este mundo el poder que puede re-crear la vida. Puede traer otra vez a la vida al alma que está muerta en pecado; puede reavivar otra vez los ideales que han muerto; puede hacer fuerte otra vez la voluntad de la bondad que ha perecido. Puede renovar la vida, cuando las personas han perdido todo lo que la vida representa.

Hay mucho más en este capítulo que el hecho escueto de que Jesucristo nació de una madre virgen. La esencia de la historia de Mateo es que, en el nacimiento de Jesús, el Espíritu de Dios estuvo operativo como nunca antes en este mundo. Es el Espíritu el Que trae a la humanidad la verdad de Dios; el Que capacita a las personas a reconocer esa verdad cuando la ven; el Que fue el Agente de Dios en la creación del mundo; el único Que puede re-crear el alma humana que ha perdido la vida que debería tener.

Jesús nos capacita para ver cómo es Dios y cómo debemos ser nosotros; nos abre los ojos de la mente para que podamos ver la verdad de Dios para nosotros; es el poder creador venido entre los hombres; es el poder re-creador que puede liberar las almas humanas de la muerte del pecado.       

EL NACIMIENTO DE JESÚS

 

 

Mat 1:18  Y el nacimiento de JesuCristo fué así: Que estando María su madre desposada con José, ántes que hubiesen estado juntos, se halló haber concebido del Espíritu Santo.

Mat 1:19  Y José su marido, como era justo, y no quisiese exponerla a la infamia, quiso dejarla secretamente.

Mat 1:20  Y pensando él en esto, he aquí, que el ángel del Señor le aparece en sueños, diciendo: José, hijo de David, no temas de recibir a María tu mujer; porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es.

Mat 1:21  Y parirá un hijo, y llamarás su nombre JESÚS: porque él salvará a su pueblo de sus pecados.

Mat 1:22  Todo esto aconteció para que se cumpliese lo que había hablado el Señor por el profeta, que dijo:

Mat 1:23  He aquí, una vírgen concebirá, y parirá un hijo, y llamarán su nombre Emmanuel, que interpretado quiere decir: Dios con nosotros.

Mat 1:24  Y despertado José del sueño; hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer.

Mat 1:25  Y no la conoció hasta que parió a su Hijo primogénito; y llamó su nombre JESÚS.           (RV 1862)

 

 

          Estos versículos empiezan refiriéndonos dos grandes acontecimientos. Nos refieren, que el Señor Jesucristo, tomando nuestra naturaleza, se hizo hombre. Nos  refieren también, que Su nacimiento fue milagroso: su madre María era virgen.

Estas materias son muy misteriosas. Hay profundidades cuyo fondo no tenemos sondas que alcancen a tocarlo. Hay verdades que son incomprensibles a  nuestra limitada inteligencia. No pretendemos aclarar cosas que son superiores a la penetración de nuestra razón. Contentémonos con creer reverentemente.

Bástenos saber, que para Aquel que hizo el mundo, nada es imposible. No pretendemos ir más allá de lo expresado en el Credo: "Jesucristo fue concebido por  obra y gracia del Espíritu Santo, y nació de la virgen María.”

Observemos la conducta de José que estos versículos describen. Es un bello ejemplo de piadosa discreción, y de consideración delicada para con nuestros  prójimos. El vio la apariencia de maldad en la que era desposada; mas no obró con precipitación, sino esperó pacientemente para ver con claridad la senda del  deber. En sus oraciones, con toda probabilidad, expuso el caso ante Dios. "El que cree no se apresure". Isaías 28.16.

La paciencia de José fue recompensada benignamente. Recibió un mensaje directo de Dios, sobre el asunto que causaba su ansiedad, y de una vez fue librado  de todos sus temores. ¡Cuán bueno es servir a Dios! ¿Quién Le confió alguna vez sus cuidados en oración fervorosa, y vio después que no correspondió a Sus  promesas? "Reconócele en todas tus acciones, y El dirigirá tus pasos". Prov. 3.6

Notemos los dos nombres en estos versículos se dan al Señor. Uno es Jesús: el otro Emmanuel. Uno describe Su misión: el otro Su naturaleza. Ambos son  sumamente interesantes. El nombre Jesús dignifica "Salvador," lo mismo que Josué en el Antiguo Testamento. Se da nuestro Señor, a causa de que salva a Su  pueblo de sus pecados. Esta es Su especial misión. Los redime del delito que el pecado implica, lavándolos en Su sangre expiatoria. Los redime del dominio  del pecado, introduciendo en sus almas el Espíritu santificador. Los salva de la presencia del pecado, cuando los lleva a este mundo a descansar con El en la  Gloria. Los salvará de todas las consecuencias del pecado, y cuando en el último día les dé un cuerpo glorioso. ¡Dichoso y santo el pueblo de Cristo! Está  purificado de delito, por la sangre del Redentor, y se ha hecho idóneo para el cielo, por su Espíritu. Esta es salvación. El que se adhiere al pecado, no está  salvo todavía.

Jesús en un nombre que inspira muchísimo consuelo a los pecadores agobiados de aflicciones. El que es Rey de reyes, y Señor de señores, pudo haber tomado,  legítimamente, algún nombre más pomposo. Mas El no obra así.

Los gobernadores de este mundo se han dado a sí mismos, con frecuencia, los dictados de Grandes, Conquistadores, Atrevidos, Magníficos y otros semejantes.

El Hijo de Dios se contenta con nombrarse Salvador. Las almas que desea la salvación  pueden acercarse al Padre con intrepidez y confianza en virtud de la mediación de Cristo. "Dios no ha enviado a Su Hijo al mundo para condenar al mundo,  sino para que se salve el mundo por medio de Él". Juan 3.17 Jesús es un nombre peculiarmente dulce y precioso para los creyentes. Les ha sido propicio, cuando el favor de los príncipes y reyes les habría sido  indiferente. Ese nombre les ha dado lo que no puede conseguirse con el dinero: la paz interior. Ha aliviado sus conciencias abrumadas y devuelto el reposo a  sus corazones agitados. El Cantar de Salomón revela los sentimientos de muchos cuando dice: "Tu nombre es como bálsamo derramado." Cant. 1.3. Feliz el  que no confía solamente en nociones vagas de la misericordia y bondad de Dios, sino en "Jesús.

Es apenas menos interesante el otro nombre dato a Jesús en estos versículos que el que acabamos de explanar. Dásele a nuestro Señor por su naturaleza, que es  la de "Dios manifiesto en la carne". Se Le llama Emmanuel, "Dios con nosotros". Cuidemos de tener nociones claras de la naturaleza y persona de nuestro  Señor Jesucristo. Este es un punto de suma importancia. Debemos fijar firmemente en nuestras mentes la verdad de que nuestro Salvador es tan perfecto  hombre como perfecto Dios y tan perfecto Dios como perfecto hombre. Si de una vez perdemos de vista esta gran verdad fundamental, podemos incurrir en  terribles herejía. El nombre Emmanuel incluye en si todo el misterio. Jesús es "Dios con nosotros". Él

 tuvo en todo una naturaleza como la nuestra,  exceptuando solamente el pecado. Pero aunque Jesús estuvo con nosotros en carne y sangre humana, era al mismo tiempo verdadero Dios.

Leyendo los Evangelios, vemos a menudo que nuestro Salvador estuvo cansado, hambriento y sediento; que lloró, suspiró y sintió dolor como cualquiera de  nosotros. En todo esto vemos "al hombre" Cristo Jesús. Vemos la naturaleza que asumió cuando nació de la virgen María.

Mas también veremos en los mismos Evangelios, que nuestro Salvador penetraba los pensamientos y corazones de los hombres; que tenía poder sobre los  demonios; que con una sola palabra hizo los más portentosos milagros; que los ángeles le sirvieron, que permitió a uno de sus discípulos llamarle "mi Dios", y  que dijo "Antes que Abrahán fuera, Yo soy", y "Yo y mi Padre somos uno" En todo esto vemos al "eterno Dios" Vemos a Cristo "que es Dios sobre todas las  cosas, bendito por los siglos" Rom. 9.5 ¿Querríais tener un cimiento firme en que estribar vuestra fe y vuestra esperanza? Tened siempre presente la divinidad de nuestro Salvador. Aquel en cuya  sangre habéis sido enseñados a confiar, es Dios Todopoderoso. Suyo es todo poder en el cielo y en la tierra. Nadie puede arrebataros de Su mano. No se  turben vuestros corazones ni tengáis zozobra, si sois verdaderos creyentes en Jesús.

¿Querríais tener un dulce consuelo en los sufrimientos y en las pruebas de la vida? Tened siempre presente la "humanidad" de vuestro Salvador. Él es el  hombre Cristo Jesús, que cuando niño reposó en el seno de la virgen María y conoce el corazón del hombre. Puede compadecerse de nosotros en nuestras  flaquezas, pues ha experimentado en Si Mismo las tentaciones de Satanás; ha sufrido hambre; ha derramado lágrimas; ha sentido dolor. Confiadle vuestros  pesares en todas ocasiones: Él no os despreciará. Abridle vuestro corazón en la oración, y nada le ocultéis. Él puede compadecerse de su pueblo.

Que penetren profundamente estas reflexiones en vuestras almas. Bendigamos a Dios por las verdades consoladoras  contenidas en el primer capítulo del Nuevo Testamento. Nos da a conocer su Ser que "salva a su pueblo de sus pecados".

Mas esto no es todo: nos hace saber que este Salvador es "Emmanuel", verdadero Dios, y no obstante, Dios con nosotros.

Dios manifiesto en carne humana, lo mismo que la nuestra. Estas son alegres nuevas, en verdad. Por la fe y con acciones  de gracias alimentemos nuestros corazones con estas verdades.

 

El nombre Jesús (sinónimo del nombre Hebreo Josué) significaba “YHWH salva” “YHWH trae salvación” o “YHWH es Salvador” (debió suprimirse algún VERBO, véase Lucas 1:31).

 

El nombre de YHWH significa:

1. Expresa a la deidad del pacto hecho con Dios, ¡Dios como Salvador, el Redentor! Los seres humanos han quebrantado los pactos, pero Dios es fiel a Su palabra, promesa, pacto (véase Salmos103).

 El nombre se menciona por primera vez en combinación con Elohim en Génesis 2:4. En Génesis 1-2 no hay dos relatos de la creación, pero se destacan dos aspectos: (1) Dios como el creador del universo (físico) y (2) Dios como el especial creador de la humanidad. A partir de Génesis 2:4 empieza la revelación especial acerca de la posición de privilegio y el propósito de la humanidad, ligado al problema del pecado y la rebelión asociado con esta posición.

2. Génesis 4:26 dice que "los hombres comenzaron a invocar el nombre del SEÑOR" (YHWH). Sin embargo, Éxodo 6:3 establece que los primeros implicados en el pacto (los Patriarcas y sus familias) conocían a Dios sólo como El Shaddai.

El nombre de YHWH se explica sólo una vez en Éxodo 3:13-16, especialmente versículo 14. Sin embargo, los escritos de Moisés a menudo se interpretan palabra por palabra como una popular obra de teatro, no según su etimología (véase Génesis 17:5; 27:36; 29:13-35). Hay varias teorías en cuanto al significado de este nombre (tomado del IDB, Volumen 2, páginas 409-11) como procedente:

a. de la raíz Árabe para "mostrar el amor ferviente"

b. de raíz Árabe para "soplar" (YHWH como Dios de la tormenta)

c. de la raíz Ugarítica (cananea) raiz " hablar"

d. de una inscripción Fenicia, un PARTICIPIO CAUSATIVO que significa "Aquél que sostiene", o "El que establece"

e. de la forma Hebrea Qal "Aquél que es" o "El que está presente" (en el sentido de futuro, “el que ha de ser ")

f. de la forma Hebrea Hiphil "El que provoca que sea"

g. de la raíz Hebrea "vivir" (ejemplo: Génesis 3:20), con el significado de "el que vive siempre, el Único viviente"

h. según el contexto de Éxodo 3:13-16 es un juego de la forma IMPERFECTA utilizado en un sentido PERFECTO, “voy a seguir siendo lo que solía ser”o “voy a seguir siendo lo que siempre he sido”

A menudo el nombre completo de YHWH se expresa en la abreviatura o posiblemente sea su forma original.

(1) Yah (Hallelu - yah)

(2) Yahu (nombres, Isaías)

(3) Yo (nombres, Joel)

 

3. En el Judaísmo posterior este nombre del pacto llegó a ser tan santo (el tetragrámaton) que los Judios temian romper el mandamiento de Éxodo. 20:7, Deuteronomio 5:11; 6:13 por pronunciarlo. Por lo tanto, ellos sustituyeron el término Hebreo por "dueño", "maestro", "marido" "Señor"-adon o adonai- (mi señor). Cuando aparecía el nombre de YHWH durante la lectura de los textos del Antiguo Testamento, ellos lo pronunciaban como "Señor". Esta es la razón por la que YHWH se identifica como SEÑOR en traducciones Inglesas.

4. Al igual que con El, a menudo YHWH se combina con otros términos para enfatizar ciertas características del Dios del Pacto de Israel. Si bien hay muchas combinaciones posibles de los términos, he aquí algunas:

a. YHWH - Yireh (YHWH proveerá), Génesis 22:14

b. YHWH - Rophekha (YHWH es tu sanador), Éxodo 15:26

c. YHWH - Nisi (YHWH es mi estandarte), Éxodo 17:15

d. YHWH - Meqaddishkem (YHWH el que os santifica), Éxodo 31:13

e. YHWH - Shalom (YHWH es la Paz), Jueces 6:24

f. YHWH - Sabbaoth (YHWH de los ejércitos), 1ra. Samuel 1:3,11, 4:4, 15:2; a menudo en los Profetas)

g. YHWH – Ro´I (YHWH es mi pastor), Salmos 23:1

h. YHWH - Sidqenu (YHWH es nuestra justicia), Jeremías 23:6

i. YHWH – Shammah (YHWH está allí), Ezequiel. 48:35

jueves, 24 de diciembre de 2020

25 RAZONES POR LAS QUE NO SE PIERDE LA SALVACIÓN.

 

 

 1. Porque el cristiano está sellado con el Espíritu Santo para el día de la redención - Efesios 1:13-14 


2. Porque nadie lo puede arrebatar de la mano de Cristo -
Juan 10:28

3. Porque nadie lo puede arrebatar de la mano del Padre -
Juan 10:29

4. Porque la vida obtenida en el nuevo nacimiento es de Dios, y por tanto, ya no puede morir -
Juan 3:3,5; Romanos 6:9-11

5. La salvación se obtiene por fe, no por obras, y se conserva de la misma manera, por la fe -
Efesios 2:8-9; Colosenses 2:6

6. La salvación es un regalo de Dios, y nadie que da un regalo lo vuelve a quitar; y por supuesto, Dios menos - Romanos 6:23

7. Cristo nunca rechazará a los que ha recibido -
Juan 6:37

8. Porque se invalidaría el bautismo, ya que el bautismo es para creyentes
- Mateo 28:19

9. Si el cristiano pudiera perder su salvación, entonces debería poder ser salvo otra vez; lo cual es imposible, porque sería como volver a crucificar a Cristo -
Hebreos 6:6

10. Cristo murió por todos los pecados, no solamente por aquellos cometidos hasta antes de ser salvo -
Colosenses 2:13-14

11. Nada nos puede separar del amor de Dios -
Romanos 8:35-39

12. Cuando se acepta a Cristo, la Trinidad viene a hacer morada en el creyente para siempre; no entran y salen del creyente por su comportamiento - Juan 14:17-18,23


13. El creyente verdadero tiene (no tendrá) vida eterna; no vida nada más mientras sea “fiel” - Juan 5:24

14. Ya que todos los pecados son iguales para Dios, y no existen los pecados “grandes” y “pequeños”; si se perdiera la salvación por el pecado, ésta se perdería a cada momento por causa de cada mentira, o mal pensamiento, etc. -
Romanos 3:23 “La paga del pecado [todo pecado] es muerte. . .”

15. Si la salvación se pierde por “volver al pecado”, se crea incertidumbre porque ¿en qué momento se consideraría que una persona ha perdido su salvación? ¿con cuántos pecados? y si “regresa”, ¿tiene que volver a “aceptar” a Cristo, o basta con simplemente pedir perdón?


16. La salvación no se pierde porque Cristo prometió un lugar junto a Él en el cielo, y cada lugar está preparado para un cristiano específico, y no solamente para “cualquiera” que se mantenga “fiel”. -
Juan 14:3

17. Los nombres de los salvos están escritos en el libro de la vida desde antes de la fundación del mundo, y Dios no los está quitando y poniendo según su comportamiento -
Apocalipsis 3:5.

18. La sangre de Cristo limpia de TODO pecado (los pecados de toda la vida) -
1 Juan 1:9

19. Cuando Cristo murió, murió por todos los pecados, aun aquellos que el cristiano cometería en su vida de cristiano -
1 Pedro 2:24

20. El cristiano se convierte en hijo de Dios al aceptar a Cristo; un hijo de Dios no puede perderse -
Juan 1:12.

21. El pecado interrumpe la comunión con el Padre, pero no la relación; así como la desobediencia de un hijo aquí en la tierra no termina su relación con su padre -
Salmo 51:12 (note que David pidió de nuevo el gozo de su salvación, no su salvación).

22. El castigo de Dios a sus hijos por el pecado, no es quitándoles la salvación, sino disciplina paternal -
Hebreos 12:5-7.

23. Al aceptar a Cristo somos hijos de Dios y coherederos con Cristo. Cristo es nuestro hermano mayor. Ni tal participación en la herencia, ni la relación con el Hermano mayor se interrumpen jamás; por ningún motivo -
Romanos 8:17.

24. Porque invalidaría la obra intercesora de Cristo. Si el cristiano se puede perder, entonces Cristo no es un buen abogado -
1 Juan 2:1.

25. Porque entonces Dios no sería omnipotente, pues no sería poderoso para guardarnos sin caída –
2 Timoteo 1:12; Judas 24.

          

  

Jesús menciona la palabra "salvación" una sola vez (
Lc. 19:9), pero sí usa muchas veces la palabra "salvar", para indicar en primer lugar, lo que vino a hacer (Lc. 4:18; Mt. 18:11; 20:28), y en segundo lugar, lo que se le exige al hombre (Mr. 8:35; Lc. 7:50; 8:12; 13:24; Mt. 10:22) Lc. 18:26, y el contexto, muestra que la salvación exige, un corazón humillado, la sencillez de un niño, la disposición a recibir, y la renuncia a todas las cosas por amor a Cristo, condiciones todas, que el hombre no puede cumplir por sí solo. 
El apóstol Pablo deja bien claro el concepto de que no hay salvación alguna por medio de la ley (Rom. 3:19-20), portarse bien y cumplir la ley, no salva, la salvación es por la Fe en Cristo (Rom. 5:1), y no por obras como dice Ef. 2:9. Dios, por amor a Cristo, justifica al pecador, perdona su pecado, lo reconcilia consigo mismo en y mediante Cristo, "haciendo la paz mediante la sangre de su cruz" (2 Co. 5:18; Ro. 5:11), lo adopta como miembro de su familia (Gal 4:5; Ef 1:13; 2 Co. 1:22), haciendo de él una nueva persona, ya que pasa a ser un Hijo de Dios, vuelve a nacer, y ya nunca más podrá dejar de ser hijo (Lc. 15: 11-32)