} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 03/01/2015 - 04/01/2015

lunes, 23 de marzo de 2015

TAN ACTUAL COMO ANTAÑO (II)


        Continuando con la reflexión sobre la Epístola de Judas...

Los hombres malos y seductores se enojan con todo lo que sucede, y nunca están contentos con su propio estado y condición. Su voluntad y su fantasía son su única regla y ley. Los que complacen sus apetitos pecaminosos tienden más a rendirse a las pasiones ingobernables. Los hombres de Dios, desde el comienzo del mundo, han declarado la condena que se les denunció. Evitemos a los tales. Tenemos que seguir a los hombres que sólo siguen a Cristo.
Los hombres sensuales se separan de Cristo y de su Iglesia, y se unen al diablo, al mundo y a la carne, con prácticas impías y pecaminosas. Esto es infinitamente peor que separarse de cualquier rama de la iglesia visible por cuestión de opiniones o modos y circunstancias de gobierno externo o de la adoración. Los hombres sensuales no tienen el espíritu de santidad, y quienquiera no lo tenga, no pertenece a Cristo. La gracia de la fe es santa hasta lo sumo, porque obra por amor, purifica el corazón y vence al mundo por lo cual se distingue de la fe falsa y muerta. Muy probablemente prevalezcan nuestras oraciones cuando oramos en el Espíritu Santo, bajo su dirección y poder, conforme a la regla de su palabra, con fe, fervor y anhelo; esto es orar en el Espíritu Santo. La fe en la expectativa de vida eterna nos armará contra las trampas del pecado: la fe viva en esta bendita esperanza nos ayudará a mortificar nuestras concupiscencias.
Debemos vigilarnos los unos a los otros; fielmente, pero con prudencia para reprobarnos los unos a los otros, y a dar buen ejemplo a todos los que nos rodean. Esto debe hacerse con compasión, diferenciando entre el débil y el soberbio. Debemos tratar a algunos con ternura. A otros, salvar con temor; enfatizando los terrores del Señor. Todas los esfuerzos deben realizarse con aborrecimiento decidido de los delitos, cuidándonos de evitar todo lo que lleve a la comunión con ellos, o que haya estado conectado con ellos, en obras de tinieblas, manteniéndonos lejos de lo que es malo o parece serlo.

Dios es poderoso, y tan dispuesto como poderoso, para impedir que caigamos y para presentarnos sin defecto ante la presencia de su gloria. No como quienes nunca hubiesen faltado, sino como quienes, por la misericordia de Dios, y los sufrimientos y los méritos de un Salvador, hubieran sido, en su gran mayoría, justamente condenados hace mucho tiempo. Todos los creyentes sinceros le fueron dados por el Padre; y de todos los así dados, Él no perdió a ninguno, ni perderá a ninguno. Ahora, nuestras faltas nos llenan de temores, dudas y tristeza, pero el Redentor se ha propuesto que su pueblo sea presentado sin defecto. Donde no hay pecado, no habrá pena; donde hay perfección de santidad, habrá perfección de gozo. Miremos con más frecuencia a Aquel que es capaz de impedir que caigamos, de mejorar y de mantener la obra que ha empezado en nosotros hasta que seamos presentados sin culpa delante de la presencia de su gloria. Entonces, nuestros corazones conocerán un gozo más allá del que puede permitir la tierra; entonces Dios también se regocijará por nosotros y se completará el gozo de nuestro compasivo Salvador. Al que ha formado el plan tan sabiamente, y que lo cumplirá fiel y perfectamente, a Él sea la gloria y la majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén.



TAN ACTUAL COMO ANTAÑO



En la Epístola de San Judas en sus  veinticinco versículos, encontramos como este discípulo del Señor nos advierte, desde aquel entonces, sobre falsas doctrinas y falsos maestros, y a pesar del tiempo transcurrido es tan actual como lo fue entonces.   Los cristianos somos llamados del mundo, de su mal espíritu y temperamento; somos llamados a ponernos por sobre el mundo, para cosas más elevadas y mejores, para el cielo, para las cosas invisibles y eternas; llamados del pecado a Cristo, de la vanidad a la seriedad, de la inmundicia a la santidad; y esto conforme al propósito y la gracia divina. Si somos santificados y glorificados, todo el honor y la gloria deben atribuirse a Dios y a Él solo. Como es Dios quien empieza la obra de gracia en las almas de los hombres, así es Él quien la ejecuta y la perfecciona. No confiemos en nosotros ni en nuestra cuota de gracia ya recibida, sino en Él y sólo en Él. La misericordia de Dios es el manantial y la fuente de todo lo bueno que tenemos o esperamos; la misericordia, no sólo para el miserable, sino para el culpable. Luego de la misericordia está la paz, que recibimos del sentido de haber obtenido misericordia. De la paz brota el amor; el amor de Cristo a nosotros, nuestro amor a Él, y nuestro amor fraternal de los unos a los otros. El apóstol ruega no que los cristianos se contenten con poco, sino que su alma pueda  estar llena  de estas cosas. Nadie es excluido de la oferta e invitación del evangelio, sino los que obstinada y malvadamente se excluyen a sí mismos. Pero la aplicación es para todos los creyentes y sólo para ellos. Es para el débil y para el fuerte.
Los que hemos recibido la doctrina de esta salvación común debemos contender por ella, eficazmente no furiosamente. Mentir en favor de la verdad es malo; castigar en nombre de la verdad, no es mejor. Los que hemos recibido la verdad debemos pugnar por ella como hicieron los apóstoles; sufriendo con paciencia y valor por ella, no haciendo sufrir a los demás, si ellos no aceptan cada noción de lo que llamamos fe o juzgamos importante. Debemos batallar eficazmente por la fe oponiéndonos a los que la corrompen o depravan; los que se infiltran sin ser notados; los que reptan como la serpiente antigua. Ellos son los peores impíos, los que toman tan atrevidamente la exhortación a pecar porque la gracia de Dios abundó y aún abunda tan maravillosamente, y los que están endurecidos por la magnitud y plenitud de la gracia del evangelio, cuyo designio es librar al hombre del pecado y llevarlo a Dios. Son mentes carnales que viven por y para su carnalidad.

Los privilegios externos, la profesión y la conversión aparente no pueden guardar de la venganza de Dios contra los que se desvían volviéndose a la incredulidad y a la desobediencia. La destrucción de los israelitas incrédulos en el desierto demuestra que nadie debe presumir de sus privilegios. Ellos tuvieron milagros como su pan diario, pero aún así, perecieron en la incredulidad. Un gran número de ángeles no se agradó con los puestos que Dios les asignó; el orgullo fue la causa principal y directa de su caída. Los ángeles caídos están reservados para el juicio del gran día; ¿y los hombres caídos quieren escapar de este? Con toda seguridad que no. Considérese esto en el momento debido. La destrucción de Sodoma es una advertencia a toda voz para todos, para que le prestemos atención, y huyamos de las concupiscencias carnales que batallan contra el alma, 1 Pedro 2;11  Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma. Dios es el mismo Ser puro, justo y santo ahora que entonces. Por lo tanto,” temblad y no pequéis,   Meditad en vuestro corazón estando en vuestra cama, y callad”  Salmo 4, 4. No descansemos en nada que no someta al alma a la obediencia de Cristo, porque nada sino la renovación de nuestra alma conforme a la imagen divina, que obra el Espíritu Santo, puede impedir que seamos destruidos entre los enemigos de Dios. Miremos el caso de los ángeles y veamos que ninguna dignidad ni valor de criatura sirve. ¡Entonces, cómo debe temblar el hombre que bebe la iniquidad como si fuese agua! Job 15; 16.

Los falsos maestros son soñadores; mancillan grandemente y hieren penosamente el alma. Estos maestros son de mente perturbada y espíritu sedicioso; olvidan que las potestades que hay han sido ordenadas por Dios, Romanos 13, 1.
En cuanto a la disputa por el cuerpo de Moisés, parece que Satanás deseaba dar a conocer el lugar de su sepulcro a los israelitas para tentarlos a adorarle, pero se le impidió y descargó su furor con blasfemias desesperadas. Esto debe recordar a todos los que discuten, que nunca se hagan acusaciones con lenguaje ofensivo. Además, de aquí aprendamos que debemos defender a los que Dios reconoce. Difícil, si no imposible, es hallar enemigos de la fe cristiana que no vivan, ni hayan vivido, en abierta o secreta oposición a los principios de la religión natural. Aquí son comparados con las bestias aunque a menudo se jactan de ser los más sabios de la humanidad. Ellos se corrompen en las cosas más sencillas y abiertas. La falta reside, no en sus entendimientos sino en sus voluntades depravadas y en sus apetitos y afectos desordenados.

Gran reproche es para la fe cristiana, aunque injusto, que los que la confiesen, se opongan a ella de corazón y vida. El Señor remediará esto a su tiempo y a su modo, no a la manera ciega de los hombres que arrancan las espigas de trigo junto con la cizaña. Triste es que los hombres que empezaron en el Espíritu terminen en la carne. Dos veces muertos: ellos estuvieron muertos en su estado natural caído, pero ahora están muertos de nuevo por las pruebas evidentes de su hipocresía. Árboles muertos, ¡por qué cargan al suelo! ¡Fuera con ellos, al fuego! Las olas rugientes son el terror de los pasajeros que navegan, pero cuando llegan a puerto, el ruido y el terror terminan. Los falsos maestros tienen que esperar el peor castigo en este mundo y en el venidero. Brillan como meteoros al cruzar el firmamento, pero no poseen luz; o estrellas errantes que caen, y luego, se hunden en la negrura de las tinieblas para siempre.
No hay mención de la profecía de Enoc en otra parte de la Escritura; sin embargo, un texto claro de la Escritura prueba cualquier punto que tengamos que creer. De este descubrimos que la venida de Cristo a juzgar fue profetizada tan al principio como fueron los tiempos anteriores al diluvio. El Señor viene: ¡qué tiempo glorioso será!  Fijaos cuán a menudo se repite la palabra “impío”. Ahora, muchos no se refieren a los vocablos pío o impío a menos que sea para burlarse aun de las palabras; pero no es así en el lenguaje que nos enseña el Espíritu Santo. Las palabras duras de unos a otros, especialmente si están mal fundamentadas, ciertamente serán tomadas en cuenta en el día del juicio.

sábado, 21 de marzo de 2015

JEHOVÁ ES MI LUZ Y MI SALVACIÓN


Salmos 27:1  Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré?
 Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme?

  El temor es una sombra negra que nos envuelve de mil maneras y finalmente nos aprisiona dentro de nosotros mismos. Cada uno de nosotros hemos sido prisioneros del temor en un momento dado: temor al rechazo, a ser mal interpretados, a la inseguridad, a la enfermedad e incluso a la muerte. Pero se puede vencer el temor por medio de la luz libertadora del Señor que nos da salvación. Si queremos disipar la oscuridad del temor en nuestra vida, recordemos junto con el salmista que el Señor es nuestra luz y nuestra salvación.
El Señor, que es la luz del creyente, es la fortaleza de su vida; no sólo por Él quien vive, sino en el cual vive y se mueve. Fortalezcámonos en Dios. La graciosa presencia de Dios, su poder, su promesa, su disposición para oír oraciones, el testimonio de su Espíritu en los corazones de su pueblo; estos son el secreto de su Tabernáculo y en estos los santos encuentran la causa de esa santa seguridad y paz mental en que habitan cómodamente.
Debemos orar por la comunión constante con Dios en las santas ordenanzas.
Todos los hijos de Dios desean habitar en la casa de su Padre, no de forma pasajera allí, como pasajero que se queda por una noche; ni habitar allí solo por un tiempo, como el siervo que no permanece en la casa para siempre; sino habitar allí todos los días de su vida, como hijos con su padre.  
Sea lo que fuere el cristiano en esta vida, considera que el favor y el servicio de Dios es la única cosa necesaria. Esto desea, ora y procura, y en ello se regocija.
 Donde estuviere el creyente, puede hallar el camino al trono de gracia por la oración. Dios nos llama por su Espíritu, por su palabra, por su adoración y por providencias especiales, misericordiosas que nos afligen. Cuando estamos neciamente coqueteando con las vanidades mentirosas, Dios está, por amor a nosotros, llamándonos a buscar nuestras misericordias en Él. La llamada es general “buscad mi rostro”, pero debemos aplicarlo a nosotros mismos, “tu rostro buscaré”. La palabra no sirve cuando no aceptamos la exhortación: el corazón bondadoso responde rápidamente a la llamada del Dios bondadoso, siendo voluntario en el día de su poder.
  El tiempo de Dios para ayudar a los que confían en Él llega cuando toda otra ayuda falla. Él es un Amigo más seguro y mejor de lo que son o pueden ser los padres terrenales.   Nada hay como la esperanza de fe en la vida eterna, los vistazos anticipados de esa gloria y el sabor previo de sus placeres para impedir que desfallezcamos mientras estamos sometidos a todas las calamidades. Mientras tanto debemos ser fortalecidos para soportar el peso de nuestras cargas. Miremos al Salvador sufriente y oremos en fe que no seamos entregados a las manos de nuestros enemigos. Animémonos unos a otros a esperar en el Señor con paciente esperanza y oración ferviente.


sábado, 14 de marzo de 2015

CRUCIFICANDO LAS OBRAS DE LA MENTE CARNAL (III)


 En Gálatas podemos ver como erraron aquellos que creyendo por fe, volvieron a las obras muertas de sus mentes carnales, de sus buenos pensamientos para agradar a Dios

Gálatas 3:3  ¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais  a acabar por la carne?

 Varias cosas hacían más grave la necedad de los cristianos gálatas. A ellos (como a nosotros) se les había predicado la doctrina de la cruz, y se les ministraba la cena del Señor. En ambas se había expuesto plena y claramente a Cristo crucificado y la naturaleza de sus sufrimientos. ¿Habían sido hechos partícipes del Espíritu Santo por la ministración de la ley o por cuenta de algunas obras que ellos hicieron en obediencia a aquella? ¿No fue porque oyeron y abrazaron la doctrina de la sola fe en Cristo para justificación? No fue por lo primero, sino por lo último. Muy poco sabios son quienes toleran ser desviados del ministerio y la doctrina en que fueron bendecidos para provecho espiritual de ellos. ¡Ay, que los hombres se desvíen de la doctrina de Cristo crucificado, de importancia absoluta, para oír distinciones inútiles, pura prédica moral o locas imaginaciones! El dios de este mundo ha cegado el entendimiento de los hombres por diversos hombres y medios, para que aprendan a no confiar en el Salvador crucificado. Podemos preguntar directamente, ¿dónde se da más evidentemente el fruto del Espíritu Santo; en los que predican la justificación por las obras de la ley, o en quienes predican la doctrina de la fe? Con toda seguridad, en estos últimos.

  Los creyentes de Galacia habían sido fascinados por los argumentos falsos de los maestros, hasta dar la apariencia de que estaban bajo la influencia de un encanto. La magia era común en los días de Pablo. Los magos empleaban tanto la ilusión como el poder de Satanás para lograr sus milagros. La gente se involucraba en los ritos misteriosos de los magos sin tomar en cuenta su peligroso origen.

  Los creyentes en Galacia, algunos de los cuales habían estado en Jerusalén en Pentecostés y habían recibido el Espíritu Santo allí, sabían que no recibieron el Espíritu de Dios por obedecer la ley judía. Pablo enfatizó que así como comenzaron la vida cristiana en el poder del Espíritu, de igual manera crecerían por el poder del Espíritu. Los gálatas dieron un paso atrás cuando decidieron cumplir con las leyes judías. Debemos darnos cuenta que crecemos espiritualmente gracias a la obra de Dios en nosotros por su Espíritu, no por seguir normas especiales, o estrategias de conducta.

  Los gálatas sabían que habían recibido al Espíritu Santo cuando creyeron, no cuando obedecieron la ley. Muchas personas se sienten inseguras en su fe, porque la fe sola parece muy sencilla; por ello es que procuran acercarse a Dios por medio de reglas. Mientras ciertas disciplinas estudio bíblico, oración  y servicio pueden ayudarnos a crecer, estas no pueden ocupar el lugar del Espíritu Santo en nosotros o ser un fin en sí mismo. Al plantear estas preguntas, Pablo esperaba lograr que los gálatas vieran otra vez a Cristo como el fundamento de su fe.

  El Espíritu Santo da a los cristianos un poder especial para vivir para Dios. Algunos cristianos desean más que esto. Ellos desean vivir en un alto estado emocional de manera perpetua. El aburrimiento de la vida cotidiana parece denotar que algo anda mal espiritualmente. Frecuentemente, una de las obras más grandes del Espíritu Santo en nosotros es enseñarnos a persistir, mantenernos en hacer lo que es correcto, aunque aparentemente haya perdido su interés o entusiasmo. Los gálatas rápidamente se volvieron de las enseñanzas de Pablo a las novedades de los maestros en su ciudad, necesitaban el don de la perseverancia que da el Espíritu Santo. Si la vida cristiana nos parece anodina, quizás estemos necesitando que el Espíritu nos sacuda. Cada día la vida ofrece un desafío para vivir por Cristo.
  Pablo comienza la defensa de su evangelio recordándoles a los gálatas que su vida cristiana, que comenzó por la fe en el Cristo crucificado y fue certificada por el don del Espíritu Santo, era completamente ajena a la Ley. Serían insensatos si abandonaran los caminos de Dios para buscar la perfección por sus propios esfuerzos.

  Los judaizantes son como hechiceros malvados que distraen la atención de sus víctimas llevándoles de la cruz a la Ley.
Por lo tanto debemos crucificar cualquier pensamiento de la mente carnal que intente presentarse como bondadoso o digno a los ojos de Dios, porque toda la obra está basada en la fe en Cristo.

CRUCIFICANDO LAS OBRAS DE LA MENTE CARNAL (II)


  Muchos que detestan dejar a Cristo, sin embargo, lo dejan. Después de larga lucha con sus convicciones y sus corrupciones, ganan sus corrupciones. Se lamentan mucho de no poder servir a ambos, pero si deben dejar a uno, dejarán a su Dios, no a su ganancia mundanal. La obediencia de que se jactan resulta ser puro espectáculo; el amor al mundo está, de una u otra forma, en la raíz de esto.
Los hombres son dados a hablar demasiado de lo que dejaron y perdieron, de lo que hicieron y sufrieron por Cristo, como hizo Pedro. Más bien, debemos avergonzarnos que haya alguna dificultad para hacerlo.

Vemos un ejemplo en:

Lucas 18:18  Un hombre principal le preguntó, diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?

  La riqueza de este hombre trajo cierta clase de paz a su vida y le dio poder y prestigio. Cuando Jesús le dijo que vendiera todo lo que poseía, tocaba su seguridad e identidad. El hombre no entendió que estaría mucho más seguro si seguía a Jesús, más que la estabilidad que le daba sus riquezas. Jesús no pide a todos los creyentes que vendan las cosas que tienen, más bien esta puede ser su voluntad para algunos. Sin embargo, nos pide todo para que no nos atrape algo que quizás consideremos más importante que Dios. Si la base de su seguridad ha cambiado de Dios a lo que poseemos, sería mejor deshacerse de esas posesiones.

  Debido a que el dinero representa poder, autoridad y éxito, a menudo es difícil para la gente adinerada concienciarse de su necesidad y de su incapacidad para salvarse. Los ricos en talento o inteligencia sufren la misma dificultad. A menos que Dios penetre en sus vidas, estas por sí solas no irán a El. Jesús sorprendió a algunos de sus oyentes al ofrecer salvación al pobre. Hoy en día quizás sorprenda a algunos ofrecérsela a los ricos. Es difícil para una persona autosuficiente aceptar su necesidad e ir a Jesús, pero "lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios
Este caso presenta ciertos aspectos notables.   El hombre fué de un carácter moral irreprochable; y esto en medio de todas las tentaciones de la juventud, pues era un “mancebo” (Mateo_19:22), y rico, pues tenía muchas posesiones” ( Marcos_10:22). Pero   inquieto, porque su corazón anhelaba la vida eterna.  Diferente de los “príncipes”, a cuya clase pertenecía,  él creyó en Jesús hasta el punto de pensar que él podía dirigirlo autorizadamente en este asunto vital. Tan fervoroso es que viene “corriendo” e “hincando la rodilla delante de él” y eso, cuando Jesús había salido al camino público (Marcos_10:17), el camino público en aquel tiempo lleno de viajantes que iban a la Pascua; no asustado por la oposición virulenta de la clase a la cual pertenecía como “príncipe” ni por la vergüenza que se creería que sentiría al proponer tal cuestión a oídos de una multitud y en la calle pública.
 Quería decir nuestro Señor que sólo se debe llamar “bueno” a Dios? Imposible; pues eso sería contradecir toda la enseñanza de la Escritura y la de él también. (Salmos_112:5; Mateo_25:21; Tito_1:8). Si no hemos de atribuir a nuestro Señor un espíritu de cavilosidad, él no podría tener sino un objeto, el de elevar las ideas del joven en cuanto a su persona, como que él, Jesús, no había de clasificarse meramente con otros “buenos maestros”, y que él se negaba a aceptar este título aparte de aquel “Uno”, quien es esencial y solamente “bueno”. Esto en efecto es sólo lejanamente insinuado; pero si no se ve esto en el fondo de las palabras de nuestro Señor, no se puede sacar de ellas nada digno de él.   
 Mateo es más completo: “Y si quieres andar en la vida, guarda los mandamientos.   Nuestro Señor adrede se limita a la segunda tabla, que consideraría fácil de guardar, enumerando todos ellos, porque en Marcos   “No defraudes” está en lugar del décimo (si no, el octavo es repetido dos veces). En Mateo la suma de esta segunda tabla de la ley es agregada: “Amarás a su prójimo como a ti mismo”, como para ver si el hombre se atrevería a decir que había guardado aquél.
 Sin duda era perfectamente sincero; pero algo dentro de su corazón le susurraba que el guardar los mandamientos era una manera demasiado fácil de llegar al cielo. Sentía que algo además de esto sería necesario; después de guardar los mandamientos, estaba perplejo por saber qué seria aquel algo; y vino a Jesús precisamente por aquel algo. “Entonces,” dice Marcos  “Jesús mirándole, amóle,” o “le miraba de manera cariñosa”. Su sinceridad, franqueza y cercanía al reino de Dios, en sí cualidades encantadoras, conquistaron la estima de nuestro Señor, aunque el hombre le dió la espalda: una lección para aquellos que no pueden ver nada amable sino en los regenerados.
 Ah! mas aquélla una falta fundamental, fatal.  Como las riquezas eran su ídolo, nuestro Señor, sabiéndolo desde el principio, pone su sello autorizado en ello, diciendo: “Abandona esto por mí, y todo estará bien.” Aquí, pues, no se da una dirección general para la disposición de las riquezas, sino que debemos apreciarlas poco, y ponerlas a los pies de aquel que las dió. El que hace esto con todo lo que tiene, sea rico, sea pobre, es heredero verdadero del reino de los cielos.
 Mateo más completo: “se fue triste”; Marcos más completo todavía: “entristecido por esta palabra, se fue triste”. Triste era el separarse de Cristo; pero el separarse de su dinero le habría costado más dolor todavía. Cuando las riquezas o el cielo, bajo las condiciones establecidas por Cristo, eran las alternativas, el resultado manifestó a qué lado se inclinaba la balanza. Así se demostró que a ese hombre le faltaba el solo requisito que comprendía toda la ley, la absoluta sujeción del corazón a Dios, y esta falta invalidaba todas las otras obediencias suyas.
 Marcos dice: “Entonces Jesús mirando alrededor”—como si siguiera con sus ojos al joven que se iba, “dice a sus discípulos  “¡Cuán difícil es entrar en el reino de Dios los que confían en las riquezas”, etc., con qué dificultad es vencida esta confianza idólatra, sin lo cual ellos no pueden entrar y esto se introduce por la palabra “hijos”, lindo diminutivo de cariño y misericordia.   


CRUCIFICANDO LAS OBRAS DE LA MENTE CARNAL

  
Romanos 8:12  Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne;
 13  porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.


 Si el Espíritu está en nosotros, Cristo está en nosotros. Él habita en el corazón por fe. La gracia en el alma es su nueva naturaleza; el alma está viva para Dios y ha comenzado su santa felicidad que durará para siempre. La justicia imputada de Cristo asegura al alma, la mejor parte, de la muerte. De esto vemos cuán grande es nuestro deber de andar, no en busca de la carne, sino en pos del Espíritu. Si alguien vive habitualmente conforme a las lujurias corruptas, ciertamente perecerá en sus pecados, profese lo que profese. ¿Y puede una vida mundana presente, digna por un momento, ser comparada con el premio noble de nuestro supremo llamamiento? Entonces, por el Espíritu esforcémonos más y más en mortificar la carne.
La regeneración por el Espíritu Santo trae al alma una vida nueva y divina, aunque su estado sea débil. Los hijos de Dios tienen al Espíritu para que obre en ellos la disposición de hijos; no tienen el espíritu de servidumbre, bajo el cual estaba la Iglesia del Antiguo Testamento, por la oscuridad de esa dispensación. El Espíritu de adopción no estaba, entonces, plenamente derramado. Y, se refiere al espíritu de servidumbre, al cual estaban sujetos muchos santos en su conversión.
Muchos se jactan de tener paz en sí mismos, a quienes Dios no les ha dado paz; pero los santificados, tienen el Espíritu de Dios que da testimonio a sus espíritus que les da paz a su alma.
Aunque ahora podemos parecer perdedores por Cristo, al final no seremos, no podemos ser, perdedores para Él.

Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne, es decir, “En un tiempo estábamos vendidos a sujeción bajo el Pecado,  pero ya que hemos sido libertados de aquel duro amo, y llegado a ser siervos  de la Justicia   nada debemos a la carne, desconocemos sus injustas pretensiones y hacemos caso omiso de sus imperiosas demandas. Porque si viviereis conforme a la carne, moriréis,   mas si por el espíritu mortificáis las obras  “del cuerpo” viviréis .El apóstol no se contenta sólo con asegurarnos que no estemos bajo obligaciones algunas hacia la carne para escuchar sus sugestiones, sino que también nos recuerda el resultado de ello si lo hacemos; y emplea la palabra “mortificar” (matar) para hacer una especie de juego de palabras con el término “moriréis” que antecede: “Si vosotros no matáis al pecado, el pecado os matará a vosotros.” Pero esto lo templa con una alternativa halagüeña: “Si por el Espíritu mortificáis las obras del cuerpo, tal curso infaliblemente resultará en ‘vida’ eterna”. Y esto guía al apóstol a una línea nueva de pensamiento, que introduce su tema final: la “gloria” que espera al creyente justificado.   “No puede haber seguridad, santidad o felicidad alguna, para los que no están en Cristo: ninguna seguridad, porque los tales están bajo la condenación de la ley,  ninguna santidad, porque sólo aquellos que están unidos a Cristo tienen el Espíritu de Cristo; ninguna felicidad, porque la “mentalidad carnal es muerte”.
 La santificación de los creyentes, por cuanto tiene toda su base en la muerte expiatoria, así también tiene su fuente viviente en la inmanencia del Espíritu de Cristo. “La inclinación de los pensamientos, afectos, y ocupaciones es la única prueba decisiva del carácter. Ningún refinamiento de la mente carnal la hará espiritual, ni compensa por la falta de la espiritualidad. “La carne” y “el espíritu” son esencial e inmutablemente contrarios; así pues la mente carnal, como tal, no puede sujetarse a la ley de Dios. Por tanto, el alejamiento de Dios y del pecador es mutuo, porque la condición de la mente del pecador es “enemistad contra Dios”, y así esta condición “no puede agradar a Dios”. Puesto que el Espíritu Santo se llama indistintamente, a la vez, “el Espíritu de Dios,” “el Espíritu de Cristo,” y “Cristo” mismo, la unidad esencial y, con todo, la distinción personal del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, en una sola adorable Divinidad, debe ser creída, como la única explicación consecuente de tal lenguaje. La conciencia de la vida espiritual en nuestra alma renovada es una gloriosa garantía de la vida resurrección  del cuerpo también, en virtud del mismo Espíritu vivificador que ya mora en nosotros. Sea cual fuere la profesión de vida religiosa que los hombres hagan, consta eternamente que “si vivimos conforme a la carne, moriremos,” y solamente “si por el Espíritu mortificamos las obras del cuerpo, viviremos”  


  Pablo señala dos direcciones posibles en la vida, y muestra sus últimas consecuencias. Dice que los cristianos tenemos  la capacidad para escoger hacer algo que no es característico de nosotros, esto es, andar «conforme a la carne»; y nos advierte que no lo hagamos.   Debemos trabajar activamente para crecer en santidad y «dar muerte» a cualquier pecado en nuestras mentes, tanto en palabras como en obras. Pero, a pesar de que hagamos todo nuestro esfuerzo, Pablo nos recuerda que solamente alcanzaremos la victoria «por el Espíritu», esto es, por el poder del Espíritu Santo.

miércoles, 11 de marzo de 2015

¿CUAN FIELES SOMOS?


 1 Corintios 3:1-23

El verdadero crecimiento espiritual requiere de LA PALABRA DE DIOS.   Pablo comienza a examinar nuestra necesidad de sabiduría y revelación dada por el Espíritu Santo, y la relaciona estrechamente con el hecho de que hemos recibido las palabras  que enseña el Espíritu. Tras estas observaciones, pasa a una franca confrontación con la carnalidad de los corintios, la cual atribuye a que sólo habían conocido superficialmente la Palabra de Dios. La iglesia en Corinto estaba construida con "madera, heno y hojarasca", con miembros que eran inmaduros, insensibles a los demás, y receptivos a las doctrinas erróneas. No nos extrañe que tuvieran tantos problemas.
La verdad que plantea este pasaje es que ninguna cantidad de supuesta riqueza o experiencia espiritual refleja un genuino crecimiento espiritual, si este conocimiento está separado de nuestro crecimiento básico en el conocimiento de la Palabra de Dios. Sin esta consistencia en la palabra, podemos estar engañados acerca de nuestro crecimiento. Este «enraizar» es en verdad y amor, y no tan solo en un conocimiento aprendido o en un estudio realizado. A fin de experimentar verdadero crecimiento espiritual, debemos dedicar tiempo a la lectura de la Palabra y separarnos de los impedimentos de la falta de amor, rivalidad y contienda.   

  Con tres ejemplos Pablo coloca dentro de una perspectiva correcta a los líderes religiosos de que los corintios se vanagloriaban. Vosotros sois labranza de Dios: El primer ejemplo, tomado de la agricultura, rechaza la supuesta superioridad de alguno de ellos, y destaca que ninguno tiene motivos de jactancia puesto que Dios es el que da el crecimiento. Les corresponden reconocimientos individuales, pero en términos de metas y servicio son uno solo.
  Sois templo de Dios: La segunda metáfora también muestra la relativa insignificancia de los líderes religiosos, pero destaca su responsabilidad. Los ministros son como constructores con permisos restringidos para edificar sólo sobre un determinado fundamento. La originalidad se reduce en arquitectura al diseño del plano básico; así sucede con el evangelio, ningún ser humano es el autor de la revelación original, sino sólo Dios, a través del sabio plan del Padre, por medio de la diligente obediencia del Hijo y la poderosa obra del Espíritu Santo.

  Para construir sobre el fundamento de un edificio con materiales resistentes (oro, plata, piedras preciosas) es necesario enseñar una sana doctrina y vivir siendo fieles a la verdad, y de esa manera conducir a los conversos hacia la madurez espiritual. Construir con materiales perecederos (madera, heno, hojarasca) equivale a impartir enseñanzas inadecuadas y superficiales, o comprometer la verdad con un estilo de vida que la contradice, o que falla a la hora de ponerla en práctica.  El fundamento de la Iglesia -de todos los creyentes- es Jesucristo, y este es el fundamento que Pablo estableció (al predicar a Cristo) cuando empezó la iglesia en Corinto. Cualquiera que edifica la iglesia -maestros, predicadores, padres y otros- debe construir con materiales de alta calidad (sana doctrina y testimonio) que encaje en las normas de Dios. Pablo no está criticando a Apolos, sino desafiando a los futuros líderes de la iglesia a tener una predicación, así como una enseñanza, sana y sólida.

  En la iglesia basada en Jesucristo, cada miembro debería ser maduro, espiritualmente sensible y sano en lo doctrinal.  Las iglesias locales deben estar edificadas en Cristo.  La iglesia debe ser edificada sobre Cristo, no sobre alguna persona o principio. El evaluará la contribución de cada ministro a la vida de la iglesia y el día del juicio revelará la sinceridad de la obra de cada persona. Dios determinará si una persona fue o no fiel a las instrucciones de Jesús. El buen trabajo será recompensado, el trabajo infiel o inferior será descartado. El que edifica "será salvo, aunque así como por fuego" significa que el trabajador infiel será salvo, pero como alguien que escapa de un edificio en llamas. Hay dos clases de los que se apoyan en este fundamento. Algunos se aferran a nada sino a la verdad como es en Jesús, y no predican otra cosa. Otros edifican sobre el buen fundamento lo que no pasará el examen cuando llegue el día de la prueba. Podemos equivocarnos con nosotros mismos y con los demás, pero viene el día en que se mostrarán nuestras acciones bajo la luz verdadera, sin encubrimientos ni disfraces. Los que difundan la fe en Cristo verdadera y pura en todas sus ramas y cuya obra permanezca en el gran día, recibirán recompensa.
 Hay otros cuyas corruptas opiniones y doctrinas y vanas invenciones y prácticas en el culto a Dios serán reveladas, desechadas y rechazadas en aquel día. Esto claramente se dice de un fuego figurado, no uno real, porque ¿qué fuego real puede consumir ritos o doctrinas religiosas? Es para probar las obras de cada hombre, los de Pablo y los de Apolos, y las de otros. Consideremos la tendencia de nuestras empresas, comparémoslas con la palabra de Dios, y juzguemos nosotros mismos para que no seamos juzgados por el Señor.

Las verdades más claras del evangelio, en cuanto a la pecaminosidad del hombre y la misericordia de Dios, el arrepentimiento para con Dios y la fe en nuestro Señor Jesucristo, expresadas en el lenguaje más sencillo, es más entendible a la gente que los misterios más profundos. Los hombres pueden tener mucho conocimiento doctrinal, pero ser sólo principiantes en la vida de fe y experiencia.
Las discusiones y las peleas sobre la fe son tristes pruebas de carnalidad. La verdadera fe en Cristo  hace pacíficos a los hombres, no belicosos. Hay que lamentar que muchos que debieran andar como cristianos, vivan y actúen demasiado como los otros hombres. Muchos creyentes y predicadores también, muestran que son carnales aún por discordias vanagloriosas, la ansiedad por entrar en debate, y la facilidad para despreciar a otros y hablar mal de ellos.

 El apóstol era un perito constructor pero la gracia de Dios lo hizo así. El orgullo espiritual es abominable; es usar los favores más grandes de Dios para alimentar nuestra vanidad, y hacer ídolos de nosotros mismos. Pero que todo hombre se cuide, puede haber mala edificación sobre un fundamento bueno. Nada debe ponerse encima sino lo que el fundamento soporte, y que sea de una pieza con él. No nos atrevamos a unir una vida meramente humana o carnal con la fe divina, la corrupción del pecado con la confesión del cristianismo. Cristo es la Roca de los tiempos, firme, eterno e inmutable, capaz de soportar, de todas maneras, todo el peso que Dios mismo o el pecador puedan poner encima de Él; tampoco hay salvación en ningún otro. Quitemos la doctrina de Su expiación y no hay fundamento para nuestras esperanzas.  

  El fundamento de nuestras vidas es Jesucristo, El es nuestra base, nuestra razón de ser. Cada cosa que somos y hacemos debe encajar en el molde que se ha dado por medio de Cristo.
 ¿Estamos  edificando nuestra vida en el único fundamento real y duradero o estamos edificando en un fundamento falso como la riqueza, la seguridad o el éxito?


    

domingo, 8 de marzo de 2015

HAY DOS TIPOS DE PERSONAS


En esta semana que termina, Dios me ha dicho de forma clara que le hablara a una persona. Este miércoles durante el sueño de la noche recibí la indicación de hablarle a una persona que conozco pero que desconocía estuviera enfermo; desperté y volví a dormir, y otra vez se repitió el sueño. Me incorporé en la cama, y comencé a orar. Me tumbé de nuevo y se volvió a repetir el sueño con indicaciones precisas, y una especie de calendario con cuatro cuadros pintados en rojo a modo de días, y a medida que hablaba de Cristo en el sueño a esa persona, uno de los cuadros se volvía blanco.
Ni que decir tiene que cuando desperté a las 6.30 no me acordé de lo que había soñado y escuchado en el sueño. Había planeado el trabajo para ese día, y tenía que ir a la Estrada temprano. Fui a buscar las herramientas de trabajo a la nave y al llegar allí, escuche con claridad como oía que me decían: ¿Te has olvidado de lo que te mandé hacer esta noche? Todos los planes desaparecieron de golpe y recordé con claridad que debía hablar a esta persona de la Salvación por Fe en Jesucristo, pedí perdón al Señor, y me puse en marcha. Durante los 25 km que separan la localidad donde resido de la ciudad donde me dirigía, vinieron a mi mente un sinfín de ideas para que no fuera allí, que no merecía la pena, que qué iba a decirle yo, que si tenia que atender los pedidos, ocuparme de mi trabajo...comencé a cantarle al Señor la canción que compuse para Él hace muchos años, cuando me sentía como en aquel momento atacado por tantos pensamientos que me alejan de la paz con Dios.
La canción dice así: No lo dudes, Jesús te ha salvado de estar condenado por toda la eternidad- con Su Sangre limpio tus pecados, quedando clavados en medio de la cruz- y ahora que ya estás salvado no vuelvas de nuevo al pecado- que es para condenación- y ahora que ya estás salvado, testifica a tu hermano y dale gloria a Dios- y ahora que ya estás salvado, obedece al Señor de todo corazón- y ahora que ya estás salvado, obedece por vida para estar a su lado allí en la eternidad. No lo dudes has nacido de nuevo, por la gracia del Señor, ha cambiado aquel hombre que fuiste una vez- no lo dudes si  aceptas por fe a Jesucristo estarás salvado por toda la eternidad.
A la mitad de la canción aquellos pensamientos desaparecieron y un inusitado ánimo me dio la energía necesaria para llegar. Busque información sobre la planta donde estaba ingresada y subí a la habitación. Había tres jóvenes en el pasillo, frente a la puerta que estaba cerrada; me preguntaron a quien buscaba y dijeron que en ese momento lo estaban aseando y cambiando. Mientras esperaba, le pedía al Señor sabiduría para hablar, pues soy parco en palabras y cuando hablo, mi voz por las cuerdas vocales se ve afectada si hablo unos minutos seguidos, y en aquellos momentos con los nervios temía me jugaran una mala pasada. A los pocos minutos salió la enfermera, dejó la puerta abierta y los jóvenes me dijeron que podía pasar.
Me impactó ver el desgaste físico de aquella persona, estaba sentado en un sofá; me dirigí a él y le dije: ¿Me conoces? Dijo, si. ¿Me esperabas?, si, respondió. Sé por que le había hecho la primera pregunta, pues si no me conocía o daba señales de estar adormilado, o aturdido, su mente no estaría en condiciones de escuchar; pero la segunda pregunta, no salió de mi, y me sorprendió escuchar aquel, si tan rotundo.
Los planes de Dios, no son para averiguarlos, debemos obedecer lo que nos manda, el Señor es Soberano, el hace lo que le place.
Comencé a relatar le, lo mismo que estoy contando...y obedezco a Dios por eso te voy hablar de la Salvación por Fe en Jesucristo. Estaba su esposa sentada en una silla al lado de la cama. Y comencé a decirle que Dios creo al hombre a su imagen y semejanza...la caída en pecado por desobediencia y dudar de Dios...como Dios busca al hombre y le ofrece a su Hijo Jesucristo para cargar con nuestros pecados y si creemos en Él arrepentidos nos perdona los pecados, los borra para siempre, Dios no se acordará jamás de ellos...miraba para él y vi como se le humedecían los ojos, y cuando pronunciaba el nombre de Jesús le venían flemas a la boca, hasta el punto que una vez se atragantó, y me pidió su esposa que saliera un momento, mientras llamó a la enfermera. Salí al pasillo y esperé tranquilo pero deseando entrar de nuevo.
Cuando lo hice, lo habían acostado en cama, con la cabeza ladeada, un tubo en la nariz para aspirar las flemas, era el único artilugio que tenía ahora; antes tenía varios colocados y le habían retirado todo. Su esposa me comenzó a decir que estaba impresionada, que ella le pedía a un santo...ahí me tocó la llaga, le hablé de Los Mandamientos dados por Dios a Moisés, Éxodo 20; 4-6. De cómo el Señor me abrió los ojos sobre la idolatría. Su esposa dijo que se le ponía “la piel de gallina” con lo que le decía. Le pregunté a él, José has entendido lo que hablé, con voz muy queda me dijo, si. Llevaba una mini biblia de los Gedeones, se la mostré enseñándole cómo y qué debía leer. Le dije si tenía alguna duda, que me preguntara. Su esposa me dijo que le iban a traer la comida; entendí que debía dejarlos y le prometí volver al día siguiente. Cuando salí, casi llevaba 2 horas hablando; se habían pasado en un suspiro y no me acordaba de lo que le había dicho. Vinieron unos pensamientos acusadores, ¡no has sabido hablar! ¡de nada sirvió! Pero la oración al Señor es tan poderosa, que muchas veces no nos acordamos que es nuestro hilo directo con Dios, y cuando Satanás ve que no puede hacer nada, se va en retirada, urdiendo otro plan de ataque.
Escribí a un hermano en la fe, anciano de la iglesia, relatándole en pocas palabras lo aquí escrito.
Esa noche, volví a tener el mismo sueño de los cuadros, pero ahora eran tres rojos y uno de ellos desvaneciéndose y apareciendo el blanco. ¿Tendrá algún significado?
Volví al día siguiente, esta vez más temprano.  A las 10.30 estaba allí, pero estaban los médicos visitando a los pacientes y no dejaban entrar. Fui para la sala de espera donde están pacientes y familiares para consulta oncológica, y me senté. Desde donde estaba, vi a un hombre dos años mayor que yo que conozco desde niño y que muy rara vez hemos hablado. Pero me acerqué a él y le pregunté. Comenzó a decirme que tenía tres tumores: páncreas, pulmón y esófago. Que había abandonado la quimioterapia, que le estaba matando más rápido que el cáncer. Que seguía un tratamiento natural, que le iba  muy bien y que nadie recibía preparación en la vida para afrontar esas situaciones y menos la muerte. Me puso en bandeja hablarle de Cristo, y comencé por la Creación del hombre sin pecado y las consecuencias que arrastramos desde entonces; que Dios nos dio la solución a través de Su Hijo Jesucristo, para perdonar nuestros pecados si nos arrepentimos y le aceptamos como Salvador y Señor, nos da la Vida Eterna porque el venció a la muerte Resucitando...no me dejó seguir, me interrumpió y me dijo que no creía en ese Jesús; que el ni robaba ni había matado a nadie,(me recordó al fariseo en el templo) y que los había bien peores; que si después de la muerte no había nada, que se acababa todo... se encerró en su orgullo, en sus filosofías orientales, y en teorías humanas que trastornan las mentes con mentiras, para que la verdad sea más difícil de creer y pueda llegar a ver la luz en su mente. Le dije que si yo estaba equivocado con lo que decía la Biblia, nada iba a perder; pero que si la Biblia dice la verdad, y sé que es así,_recalqué, se iba a llevar un buen chasco cuando se viera en el infierno tras la muerte, se daría cuenta tarde, que no era un cuento que es real como la vida misma.
No pudimos seguir porque le llamaban a consulta, pero le dije que volveríamos hablar si Dios quiere.
Volví a mirar de entrar y si, ahora se podía pasar. Cuando llegué, le habían dado una pastilla a José y estaba adormilado. Su esposa me dijo que no había vuelto a tener dolor en 24 horas y que hacía un ratito había pedido una para la cabeza. Me dijo también que habían leído y que tenían que saber como tenían que hacer, le dije: tener fe en Jesucristo. Le leí en Lucas  23; 39-43:
39  Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros.
40  Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación?
41  Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo.
42  Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.
43  Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.

Tan pronto como Cristo fue clavado en la cruz, oró por los que lo crucificaron. Él murió para comprar nos y conseguirnos  el perdón de pecados. Por esto oró.
Jesús fue crucificado entre dos ladrones; en ellos se muestran los diferentes efectos que la cruz de Cristo tiene sobre los hijos de los hombres por la predicación del evangelio. Un malhechor se endureció hasta el fin. Ninguna aflicción cambiará de por sí un corazón endurecido. El otro se ablandó al fin: fue sacado como tizón de la hoguera y fue hecho monumento a la misericordia divina. Esto no estimula a nadie a postergar el arrepentimiento hasta el lecho de muerte, o esperar hallar entonces misericordia. Cierto es que el arrepentimiento verdadero nunca es demasiado tarde, pero es tan cierto que el arrepentimiento tardío rara vez es verdadero. Nadie puede estar seguro de tener tiempo para arrepentirse en la muerte, pero nadie puede tener la seguridad de tener las ventajas que tuvo este ladrón penitente.
Veremos que este caso es único si observamos los efectos nada comunes de la gracia de Dios en este hombre. Él reprochó al otro por reírse de Cristo. Reconoció que merecía lo que le hacían. Creyó que Jesús sufría injustamente. Vemos su fe en esta oración. Cristo estaba sumido en lo hondo de la desgracia, sufriendo como un engañador sin ser librado por su Padre. Hizo esta profesión antes que mostrara los prodigios, que dieron honra a los sufrimientos de Cristo, y asombraron al centurión. Creyó en una vida venidera, y deseó ser feliz en esa vida; no como el otro ladrón, que solo quería ser salvado de la cruz. Como su humilla en esta oración. Todo lo que pide es, Señor, acuérdate de mí, dejando enteramente en manos de Jesús el cómo recordarlo. Así fue humillado en el arrepentimiento verdadero, y dio todos los frutos del arrepentimiento que permitieron sus circunstancias, allí amarrado a la cruz, sin poder hacer nada por si mismo, sólo creer por fe.
Cristo en la cruz muestra como Cristo en el trono. Aunque estaba en la lucha y agonía más grandes, aun así, tuvo piedad de un pobre penitente. Por este acto de gracia tenemos que comprender que Jesucristo murió para abrir el cielo a todos los creyentes penitentes y obedientes. Es un solo caso en la Escritura; debe enseñarnos a no desesperar de nada, y que nadie debiera desesperar; pero, para que no se cometa abuso se pone en contraste con el estado espantoso del otro ladrón que se endureció en la incredulidad, aunque tenía tan cerca al Salvador crucificado. Tengamos la seguridad de que, en general, los hombres mueren como viven.

¿Qué hizo el malhechor para ser salvado del infierno? No podía bajar de la cruz, estaba atado a ella. Entonces ella misma contestó: tener fe. ¡Nos hace tanta falta! exclamó. Le dejé un calendario de La Buena Semilla, le apunté mi teléfono y le dije que podía llamarme cuando quisiera para responder sus preguntas o dudas.

Mañana si Dios quiere, volveré a verlos.

miércoles, 4 de marzo de 2015

CRISTO, NUESTRA SALVACIÓN


Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo fue muerto por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras.
1ª Corintios 15:3-4

La palabra resurrección señala, habitualmente, nuestra existencia más allá de la tumba.  La doctrina de la muerte y resurrección de Cristo es el fundamento del cristianismo. Si se quita, se hunden de inmediato todas nuestras esperanzas de eternidad. Por sostener con firmeza esta verdad los cristianos soportamos el día de la tribulación, y nos mantenemos fieles a Dios. Creemos en vano, a menos que nos mantengamos en la fe del evangelio. Esta verdad es confirmada por las profecías del Antiguo Testamento; muchos vieron a Cristo después que resucitó.   Cuando los pecadores somos hechos santos por la gracia divina, Dios hace que el recuerdo de los pecados anteriores nos haga humildes, diligentes y fieles.   Aunque no ignoramos lo que el Señor ha hecho por nosotros, en nosotros y por medio de nosotros, cuando miramos toda nuestra conducta y nuestras obligaciones, los creyentes verdaderos somos guiados a sentir que nadie es tan indigno como nosotros. Todos los cristianos verdaderos creemos que Jesucristo, y éste crucificado, y resucitado de entre los muertos, es la suma y la sustancia del cristianismo. Todos los que nos antedecieron, para ejemplo nuestro, concuerdan en este testimonio; por esta fe vivieron y en esta fe murieron.

El hecho más terrible y destructor del Universo es el pecado; es la causa de toda dificultad, el origen de todo pesar, la angustia de todo hombre se resume en una sola palabra: pecado.
Ha invertido la naturaleza del hombre; ha destruido la armonía interior de la vida del hombre; le ha privado de su nobleza; ha trastocado lo planes que Dios tenía para el hombre, creado a su semejanza, para caer por el pecado en las redes del diablo.
Toda locura, toda enfermedad, toda guerra y toda destrucción tienen su origen en el pecado. Éste ocasiona la demencia y el envenenamiento del corazón. Se describe en la Biblia como una enfermedad espantosa y agotadora que demanda un remedio radical. Es un huracán desenfrenado; es un volcán en erupción; es un loco escapado del manicomio; es un ladrón al acecho; es un león rugiente buscando su presa; es un cáncer mortal carcomiendo el alma del hombre; es un torrente enfurecido que todo lo arrastra.
A causa del pecado, cada arroyo está manchado con un crimen humano, cada brisa está corrompida moralmente, la luz de cada día está oscurecida, la copa de la vida está colmada de amargura, cada camino de la vida se halla lleno de trampas, cada jornada se hace peligrosa por los traidores principios. El pecado, que destruye toda felicidad, que entenebrece el entendimiento, que hace insensible la conciencia, que todo lo marchita, que origina todo llanto y todo dolor, que promete terciopelo y da andrajos, que promete libertad y esclaviza, que promete néctar y da hiel.
Durante siglos los hombres se encontraban perdidos en tinieblas espirituales, cegados por la enfermedad del pecado, forzados a andar a tientas, buscando, palpando, tratando de encontrar una vía de escape. El hombre necesitaba que alguien le condujese fuera de la confusión mental y del laberinto moral, alguien que pudiese redimirle de la cárcel satánica, alguien que pudiese abrir las puertas de la prisión. Hombres con corazones hambrientos, mentes sedientas y espíritus acongojados que permanecían sin esperanza, buscando, anhelando, deseando. Mientras tanto el diablo se recreaba, con cruel satisfacción, de su victoria esplendida en el Edén.
Desde el hombre primitivo en la selva, hasta el de las poderosas civilizaciones de Egipto, Grecia y Roma seres perplejos se preguntan: ¿Cómo saldré? ¿Cómo puedo reformarme? ¿Qué puedo hacer? ¿A dónde iré? ¿Cómo puedo librarme de esta horrible enfermedad? ¿Cómo puedo salir de la red en que me hallo. Si hay un camino ¿cómo podré encontrarlo?
La Biblia nos habla de un Dios que es amor, que el ha proveído al hombre cuando este cedió al pecado cubriéndolo de su desnudez con pieles de un animal, no con hojas como el hombre había elaborado su vestimenta. Nuevamente proveería un plan para redimir al hombre del pecado. Jesús fue el sustituto, el Cordero degollado, cuya sangre limpia una vez y para siempre. No ha sido por merito u obras del hombre, para que nadie se gloríe; ha sido el Hijo de Dios Padre que en su infinita obediencia, se entregó a una muerte en el madero dando su vida por todos aquellos que creemos en ÉL, que a través de su muerte y resurrección nos da la Vida Eterna de regalo.
¿TU, a que esperas? Acércate a Jesús que a Él nada ni nadie se le resiste.