} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 08/01/2016 - 09/01/2016

martes, 30 de agosto de 2016

EL LUGAR DE PEDRO


Mateo 16; 17-19

   Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca  edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.  Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos.

Este pasaje es uno de los temas neurálgicos de la interpretación del Nuevo Testamento. Desde la Reforma, siempre ha sido difícil enfrentarse con él tranquilamente y sin prejuicios, porque para la Iglesia Católica es la base de su posición acerca del Papa y de la Iglesia. La Iglesia Católica Romana interpreta que se le dieron a Pedro las llaves para admitir o excluir a las personas del Cielo, y para absolver o no a las personas de sus pecados. Además, la Iglesia Católica Romana deduce que Pedro, con este tremendo derecho, llegó a ser el obispo de Roma; y que este poder se transmitió a todos los obispos de Roma, y que está personificado hoy en el Papa, que es el cabeza de la Iglesia y el obispo de Roma.
Es fácil comprender que tal doctrina es inaceptable para un creyente protestante; y también que, tanto protestantes como católicos Romanos, se acercan a este pasaje, no tanto con un deseo sincero de descubrir su significado, sino con la firme voluntad de no ceder nada de su propia posición; sino, si les es posible, destruir la posición del otro. Hagamos un esfuerzo sincera y honradamente para descubrir el verdadero sentido de este pasaje.
Aquí hay un juego de palabras. En griego Pedro es Petros, y una roca es petra. La forma aramea del nombre de Pedro era Kefa, que significa en arameo una roca. En las dos lenguas hay aquí un juego de palabras. En cuanto Pedro hizo su gran descubrimiento y su confesión, Jesús le dijo: «Tú eres petros, y sobre esta petra edificaré Mi Iglesia.»
En primer lugar, esto era un elogio tremendo. Es una metáfora en nada extraña ni inusual al pensamiento judío.
Los rabinos le aplicaban la palabra roca a Abraham. Tenían el siguiente dicho: «Cuando el Dios Santo vio que Abraham iba a levantarse, le dijo: "Mira, he descubierto una roca (petra) para edificar el mundo encima." Por tanto, Dios llamó a Abraham roca (tsúr), como está escrito: "Mirad a la roca de la que fuisteis cortados, al hueco de la cantera de donde fuisteis arrancados" (Isaías 51:1). Abraham era la roca en la que se fundaban la nación y el propósito de Dios.
Pero con mucha más frecuencia se le aplica la palabra roca (tsúr) a Dios mismo. "Él es la Roca, Cuya obra es perfecta(Deuteronomio 32:4). Porque la roca de ellos no es como nuestra Roca(Deuteronomio 32:31). No hay roca como nuestro Dios” (1Samuel 2:2). "El Señor es mi roca, mi fortaleza y mi libertador(2Samuel_2:22). La misma frase aparece en Salmo 18:2  “¿Qué roca hay fuera de nuestro Dios?(Salmo_18:31).  
Una cosa está clara. El llamar a alguien roca era el más grande de los elogios; y ningún judío que conociera el Antiguo Testamento podía usar nunca la frase sin que su pensamiento se volviera hacia Dios, Que era la única Roca de su defensa y salvación. Entonces, ¿qué quiso decir Jesús cuando usó la palabra roca en este pasaje
  Es que Pedro mismo es la roca, pero en un sentido especial. No es la roca en que se funda la Iglesia; esa Roca es Dios. Pedro es la primera piedra de toda la Iglesia. Pedro fue la primera persona que descubrió Quién era Jesús; la primera persona que dio el salto de la fe y vio en Jesús al Hijo del Dios viviente. En otras palabras: Pedro fue el primer miembro de la Iglesia y, en ese sentido, toda la Iglesia se construyó sobre él. Es como si Jesús le dijera a Pedro: " Pedro, tú eres la primera persona que ha comprendido Quién soy Yo; por tanto, tú eres la primera piedra, la piedra fundamental, el verdadero principio de la Iglesia que Yo estoy fundando.» Y a partir de entonces, todos los que hacen el mismo descubrimiento que Pedro son piedras vivas añadidas al edificio de la Iglesia de Cristo.
(Esta opinión no es nueva ó peculiar de la iglesia protestante. Muchos siglos ha fue emitida y defendida por Crisóstomo. También lo fue por Tero, célebre orador católico romano de la orden de franciscanos, en Maguncia, en el siglo 16. Será bueno, además, observar  en este lugar, que es un error el suponer que puedan interpretarse las Escrituras en armonía con lo que se llama "el acuerdo unánime de los Padres de la Iglesia." Tal y como repiten en la Iglesia Católica Romana.  Tal  acuerdo no existe; y la frase con que se le designa no pasa de ser una combinación de palabras altisonantes que no estriba en hechos verdaderos.)
Hay dos cosas que nos ayudarán a clarificar la idea.
1)                 A menudo la Biblia usa imágenes para poner algo en claro. No hay que fijarse mucho en los detalles de la imagen; solo hay una enseñanza principal. En relación con la Iglesia, el Nuevo Testamento usa repetidas veces la imagen del edificio, pero la usa en muchos sentidos y desde muchos puntos de vista. Aquí Pedro es la piedra fundamental, en el sentido de que él es la primera persona sobre la que se ha seguido construyendo toda la Iglesia, porque él fue la primera persona que descubrió Quién era Jesús. En Efesios 2:20, los profetas y los apóstoles se dice que son el fundamento de la Iglesia. Fue sobre su trabajo, testimonio, fidelidad, sobre lo que depende, humanamente hablando, la Iglesia de la Tierra. En ese mismo pasaje, se dice que Jesucristo es la principal piedra angular; Él es la fuerza que mantiene unida a la Iglesia. Sin Él, todo el edificio se desintegraría y derrumbaría. En 1Pedro 2:4-8, todos los cristianos somos piedras vivas que se van usando en la edificación de la fábrica de la Iglesia. En 1Corintios 3:11, Jesús es el único fundamento, y nadie puede poner otro. Está claro que los autores del Nuevo Testamento tomaron la imagen del edificio, y la usaron de muchas maneras. Pero detrás de todas ellas está siempre la idea de que Jesucristo es el verdadero cimiento de la Iglesia, y el único poder que la mantiene unida. Cuando Jesús le dijo a Pedro que edificaría Su Iglesia sobre él, no quiso decir que la Iglesia dependiera de Pedro, porque depende del mismo Jesucristo y de Dios como su Roca. Lo que sí quiso decir era que la Iglesia empezó con Pedro; en ese sentido Pedro es la piedra fundamental de la Iglesia, y ese es un honor que nadie le puede quitar.
 (Piedra fundamental: La primera que se pone en los edificios. D R.A E.).
2) El segundo punto es que la misma palabra Iglesia (ekklésía) en este pasaje nos despista un poco. Tendemos a pensar en la Iglesia como una institución y una organización con edificios y oficinas, cultos y reuniones, y organizaciones y toda clase de actividades. La palabra que usaría Jesús probablemente sería qahal, que es la se usa en el Antiguo Testamento para la congregación de Israel, la asamblea de todo el pueblo del Señor. Lo que Jesús le dijo a Pedro fue: “Pedro, tú eres el principio del Nuevo Israel, el nuevo pueblo del Señor, la nueva compañía de todos los que creen en Mi nombre.” Pedro fue el primero de la congregación de los creyentes en Cristo. No fue una iglesia en el sentido corriente, y menos en el de una denominación, lo que empezó con Pedro, sino la comunión de todos los creyentes en Jesucristo, que no se identifica con ninguna iglesia, ni se limita a ninguna iglesia, sino que abarca a todos los que aman al Señor.
Así que podemos decir que la primera parte de este pasaje controvertido quiere decir que Pedro es la piedra fundamental de la Iglesia en el sentido de que él fue el primero de esa gran compañía que confiesa gozosamente su descubrimiento de que Jesucristo es el Señor; pero que, en última instancia, es Dios mismo la Roca sobre la que está edificada la Iglesia.

Jesús prosigue diciendo que las puertas del Hades no prevalecerán contra Su Iglesia. ¿Qué quiere decir esto? La idea de puertas que prevalecen no es precisamente una figura corriente o fácil de entender
  En el Oriente antiguo, la puerta era tradicionalmente el lugar en que los ancianos y los gobernantes se reunían para dirimir las causas y dictar justicia, especialmente en los pueblos pequeños y en las aldeas. Por ejemplo: la Ley establecía que, si un hombre tenía un hijo rebelde y desobediente, que le trajera «ante los ancianos de su ciudad, a la puerta del lugar donde viva» (Deuteronomio 21:19), y allí se haría juicio, se dictaría la sentencia. En Deuteronomio 25:7, se dice que, cuando un hombre se niega a cumplir la ley del levirato, “irá entonces su cuñada a la puerta donde están los ancianos.” La puerta era el lugar donde se reunían los ancianos para hacer justicia. Según esto, la puerta puede haber llegado a significar la sede del gobierno. Durante mucho tiempo, por ejemplo, el gobierno de Turquía se llamaba La sublime porte (porte es la palabra francesa para puerta). Así que esta frase podría querer decir: Los poderes, el gobierno del Hades, no prevalecerán nunca contra la Iglesia.
  Supongamos que volvemos a la idea de la Roca en la que está fundada la Iglesia, y que Jesús es el Hijo del Dios viviente. Ahora bien, el Hades no era el lugar de castigo de los condenados, sino donde, según las creencias judías primitivas, se encontraban todos los muertos. Obviamente, la función de las puertas es mantener algo dentro, confinarlo, encerrarlo, controlarlo. Hubo una Persona Que las puertas del Hades no pudieron retener, y fue Jesucristo. Él rompió las ligaduras de la muerte. Como el autor de Hechos dice: “Era imposible que fuera retenido por la muerte... No dejarás mi alma en el Hades, ni permitirás que Tu Santo vea corrupción”. Así que esta puede ser una referencia triunfal a la próxima Resurrección. Jesús puede que estuviera diciendo: "Tú has descubierto, Pedro, que Yo soy el Hijo del Dios viviente. Pronto llegará el momento en que Yo sea crucificado, y las puertas del Hades se cerrarán tras Mí. Pero no podrán retenerme; las puertas del Hades no tienen poder contra Mí, el Hijo del Dios viviente.”
Como quiera que tomemos esta frase, expresa triunfalmente la indestructibilidad de Cristo y de Su Iglesia.

      Ahora llegamos a dos frases en las que Jesús describe algunos privilegios que se le concedieron a Pedro y algunas obligaciones que se le impusieron.
1) Dice que Él, Jesús, le dará a Pedro las llaves del Reino. Esta es una frase indiscutiblemente difícil; haremos bien en empezar por establecer las cosas de que podemos estar seguros acerca de ella.
     a) Esta frase siempre significa alguna especie de poder especial. Por ejemplo, los rabinos tenían un dicho: " Las llaves del nacimiento, de la lluvia y de la resurrección de los muertos pertenecen a Dios.» Es decir: sólo Dios tiene poder para crear la vida, para enviar la lluvia y para hacer que los muertos vuelvan otra vez a la vida. Esta frase siempre indica un poder especial.
    b) En el Nuevo Testamento esta frase se refiere regularmente a Jesús. Es en Sus manos, y no en las de ningún otro, donde están las llaves. En Apocalipsis 1:18, el Cristo Resucitado dice: " Yo soy el Viviente. Estuve muerto, pero vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.  De nuevo, en Apocalipsis 3: 7, el Cristo Resucitado se describe como " el Santo, el Verdadero, el Que tiene la llave de David, el Que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre.” Hay que interpretar esta frase en referencia a un derecho divino; y cualquiera que fuera la promesa que recibió Pedro, no se puede tomar como, la anulación, o la infracción, de un derecho que solo pertenece a Dios y al Hijo de Dios.
(c) Todas estos usos y figuras del Nuevo Testamento se remontan ¿una alegoría que se encuentra en Isaías 22:22 , en la que el Señor dice que Eliaquim llevará al hombro la llave de la casa de David, y será el único que la cierre y abra.
Ahora bien: Eliaquim había de ser el mayordomo fiel de la casa. Es el mayordomo el que lleva las llaves de la casa, el que abre la puerta por la mañana, y la cierra por la tarde, y es el que introduce a los visitantes a la presencia real. Así que lo que Jesús le está diciendo a Pedro es que, en  días por venir, él será el mayordomo del Reino. Y en el caso de Pedro, su misión consistiría en abrir, no en cerrar la puerta del Cielo.
Eso se cumplió sin dejar lugar a dudas.. En Pentecostés, Pedro abrió la puerta a tres mil almas (Hechos 2:41). Más tarde le abrió la puerta al centurión gentil Cornelio, con lo cual hizo que la puerta girara sobre sus goznes para admitir al gran mundo gentil (Hechos 10). Hechos 15 nos cuenta cómo se abrió la puerta de par en par al mundo gentil en el Concilio de Jerusalén, y que fue el testimonio de Pedro lo que hizo posible aquella decisión emblemática (Hechos 15:14; Simeón es Pedro). La promesa de que Pedro usaría las llaves del Reino quería decir que él sería el encargado de abrir la puerta de Dios a miles y miles de personas en los días por venir. Pero en este sentido no es solamente Pedro el que tiene las llaves del Reino; cualquier cristiano las puede usar también para abrirle la puerta del Reino a otras personas, entrando así a participar de la gran promesa de Cristo.

2) Jesús le prometió a Pedro además que lo que él atara, quedaría atado, y lo que él desatara, quedaría desatado. Debemos entender esto en el sentido de que Pedro expondría los pecados humanos, los ataría, a las conciencias de las personas, y que luego las desataría de sus pecados notificándoles el amor y el perdón de Dios. Ese es un pensamiento precioso, y sin duda cierto, porque tal es el deber de todo predicador y maestro cristiano; pero aquí hay todavía más que eso.
Desatar y atar eran palabras que se usaban corrientemente con sentido figurado entre los judíos. Se referían frecuentemente a las decisiones de los grandes maestros y de los grandes rabinos. El sentido corriente que cualquier judío reconocería era permitir y prohibir. Atar algo era declararlo prohibido; desatar era declararlo permitido. Eran expresiones corrientes en relación con la ley. Era de hecho lo único que podían querer decir en ese contexto. Así que lo que Jesús le estaba diciendo a Pedro era, parafraseando: «Pedro, vas a tener responsabilidades graves y pesadas sobre ti. Vas a tener que hacer decisiones que afectarán al bienestar de toda la Iglesia. Serás el guía y el director de la joven Iglesia. Y las decisiones que harás serán tan importantes que afectarán a las almas de las personas en el tiempo y en la eternidad.”
El privilegio de las llaves quería decir que Pedro sería el mayordomo de la casa de Dios, abriéndoles la puerta a las personas para que entraran en el Reino. El deber de atar y desatar quería decir que Pedro tendría que hacer decisiones sobre la vida y la práctica de la Iglesia que tendrían las consecuencias más amplias. Y por supuesto, cuando leemos los primeros capítulos de Hechos, vemos que eso fue precisamente lo que tuvo que hacer Pedro en Jerusalén.
Si parafraseamos este pasaje que ha causado tantas discusiones y controversias vemos que trata, no de formas eclesiásticas, sino de cosas que corresponden a la Salvación. Jesús le dijo a Pedro: “Pedro, tu nombre quiere decir roca, y tu destino será ser una roca. Eres la primera persona que Me ha reconocido como el Que soy, y por tanto eres la primera piedra del edificio de la comunión de los Míos. Contra esa comunión, las aguerridas fuerzas del mal no podrán prevalecer, como tampoco Me podrán mantener cautivo en el reino de la muerte. Y en días por venir serás el mayordomo que abrirá las puertas del Reino para que entren los judíos y los gentiles; pero debes ser un sabio administrador y guía que resuelva los problemas y dirija la obra de la Iglesia naciente y creciente.”
Pedro había hecho el gran descubrimiento; y a Pedro se le concedió un gran privilegio y una gran responsabilidad. Es un descubrimiento que cada persona ha de hacer por sí misma; y cuando lo haya hecho, se le impondrán el mismo privilegio y la misma responsabilidad que a Pedro.


 ¡Maranatha!

LA IRA DE DIOS y SU PROPIACIÓN


Romanos 1:18-23

 Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad;   porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó.  Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios,  y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.

Romanos 3; 24-26

  Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús,  a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados,   con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.



En versículos anteriores Pablo estaba pensando en la relación con Dios en que el hombre puede entrar mediante una fe que es absoluta confianza y entrega. En contraste con esa relación pone ahora la Ira de Dios en la que se incurre cuando se es deliberadamente ciego a Dios y se adoran los propios pensamientos e ídolos en vez de a Él.
Esto es difícil y nos exige pensar en serio, porque aquí nos encontramos con la concepción de la Ira de Dios, una frase alarmante y aterradora. ¿Qué quiere decir? ¿Qué tenía Pablo en la mente cuando la usaba?
En las partes más antiguas del Antiguo Testamento la ira de Dios se relaciona especialmente con la idea del pueblo del pacto. El pueblo de Israel estaba en una relación especial con Dios, Que le había escogido y ofrecido una relación especial que se obtendría y mantendría siempre que guardara la Ley (Éxodo 24:3-8). Eso quería decir dos cosas:
(a) Quería decir que, dentro de la nación, cualquier desobediencia a la Ley provocaba la ira de Dios, porque quebrantaba la relación con El. Números 16 nos habla de la rebelión de Coré, Datán y Abiram, y que al final Moisés le dijo a Aarón que hiciera expiación por el pecado del pueblo, “porque el furor ha salido de la presencia del Señor” (Números 16:46). Cuando los israelitas se desviaron para dar culto a Baal, "el furor del Señor se encendió contra Israel» (Números 25:3).
(b) Además, como la nación de Israel estaba en una relación exclusiva con Dios, cualquier otra nación que la tratara con crueldad o injusticia incurría en la ira de Dios. Babilonia había maltratado a Israel, y «por la ira del Señor no será habitada» (Jeremías 50:13).
En los profetas aparece la idea de la ira de Dios, pero con un nuevo hincapié. El pensamiento religioso judío a partir de los profetas estaba dominado por la idea de las dos edades, la presente y la por venir: la presente es esencialmente mala, y la edad dorada por venir será esencialmente buena. Entre ambas estará el Día del Señor, que será un día terrible de juicio y retribución en el que el mundo será sacudido, los pecadores destruidos y el universo rehecho antes de que venga el Reino de Dios. Será entonces cuando entre en acción la ira del Señor de una manera aterradora. "He aquí el Día del Señor viene, terrible, y de indignación y ardor de ira, para convertir la Tierra en soledad” (Isaías 13:9). “Por la ira del Señor de los Ejércitos se oscureció la Tierra, y será el pueblo como pasto del fuego”(Isaías 9:19). "Ni su plata ni su oro podrán librarlos en el día del furor del Señor” (Ezequiel 7:19). Dios derramará sobre las naciones su enojo, todo el ardor de su ira; por el fuego de su celo será consumida toda la Tierra (Sofonías 3:8).
Pero los profetas no consideraban que la ira de Dios se posponía hasta ese terrible Día del Juicio. La veían constantemente en acción. Cuando Israel se alejaba de Dios, cuando era rebelde e infiel, la ira de Dios operaba en su contra y le envolvía en ruina, desastre, cautividad y derrota.
Para los profetas, la ira de Dios estaba obrando continuamente, aunque alcanzaría su clímax de terror y destrucción en el Día del Señor.
  Porque Dios es Dios, y es esencialmente Santo, no puede tolerar el pecado, y la ira de Dios es su “reacción aniquiladora” contra el pecado.
Esto nos es difícil de entender y de aceptar. Es de hecho la clase de religión que identificamos con el Antiguo Testamento más que con el Nuevo. Hasta Lutero lo encontraba difícil, y hablaba del amor como la obra característica de Dios, y de la ira como la extraña acción de Dios. Para la mentalidad cristiana es una cosa sorprendente.
Vamos a tratar de ver cómo lo entendía Pablo. Pablo habla a menudo de la idea de la ira; pero no dice nunca que Dios esté airado. Habla del amor de Dios, y dice que Dios ama; habla de la gracia de Dios, y de Dios actuando por gracia; habla de la fidelidad de Dios, y de que Dios es fiel con su pueblo... Pero, aunque nos parezca extraño, habla de la ira de Dios, pero no dice nunca que Dios esté airado o se aíree, expresión que sí encontramos en el Antiguo Testamento; así es que hay una diferencia entre el amor y la ira de Dios.
Además, Pablo habla de la ira de Dios solamente tres veces: aquí, en Efesios 5:6  y en Colosenses 3:6, donde habla de la ira de Dios que viene sobre los hijos de desobediencia. Habla a menudo de la ira, sin decir que es la ira de Dios, como si debiera escribirse con mayúscula -La Ira-, y fuera una clase de fuerza impersonal que actúa en el mundo. La traducción literal de Romanos3:5  es: «.. . Dios, que trae sobre los hombres la Ira»  que da castigo. En Romanos 5:9  habla de ser salvos de la Ira. En Romanos 12:19  avisa a los humanos que no se venguen, sino que dejen a los malhechores para la  Ira "de Dios»). En Romanos 13:5  habla de la Ira como una razón de peso para hacer a los hombres obedientes a las leyes. En Romanos 4:15  dice que la Ley produce Ira. Y en 1Tesalonicenses 1:10  dice que Jesús nos ha librado de la Ira venidera. Ahora bien, aquí hay algo muy importante: Pablo habla, sí, de la Ira, pero nos dice que Jesús nos salva de esa misma Ira.
Volvamos a los profetas. Muy a menudo su mensaje equivale a: “Si no obedecéis a Dios, su ira os acarreará ruina y desastre.” Ezequiel lo dice de una manera lapidaria: "El alma que pecare, ésa morirá” (Ezequiel 18:4).
Hay un orden moral en este mundo, y el que lo quebranta tiene que sufrir más tarde o más temprano.  Hay una lección, una sola, que podemos decir que la Historia repite con claridad; y es que el mundo está basado en un fundamento moral, y que, a la larga, les va bien a los buenos y, a la larga, les irá mal a los malvados.
 La esencia del mensaje de los profetas Hebreos es que hay un orden moral en el mundo. La conclusión es clara: Ese orden social es la operación de la ira de Dios. Dios ha hecho este mundo de tal manera que, si quebrantamos sus leyes, sufrimos las consecuencias. Ahora bien: si estuviéramos solamente a merced de ese inexorable orden moral, no podríamos esperar más que muerte y destrucción. El mundo está hecho de tal manera que el alma que peque tendrá que morir -si no hay más que ese orden moral. Pero en este dilema de la humanidad llega el amor de Dios, y en un acto de gracia indescriptible rescata al hombre de las consecuencias del pecado y le salva de la ira en que ha incurrido.
Pablo continúa insistiendo en que el hombre no puede alegar ignorancia de Dios. Puede ver cómo es por Su obra. Se puede conocer bastante a una persona por lo que ha hecho, e igualmente a Dios por Su creación. El Antiguo Testamento ya lo afirma. En Job 38-41 se nos presenta esta misma idea. Pablo lo sabía; cuando habla de Dios a los paganos de Listra, empieza por Su obra en la naturaleza Hechos 14:17.
Tertuliano, el gran teólogo de la Iglesia Primitiva, tiene mucho que decir acerca de la convicción de que a Dios se Le puede conocer en la creación: "No fue la pluma de Moisés la que inició el conocimiento del Creador... La inmensa mayoría de la humanidad, aunque no han oído nada de Moisés, y no digamos de sus libros, conocen al Dios de Moisés.» «La naturaleza es el maestro, y el alma, el discípulo.» «Una florecilla junto a la valla, y no digo del jardín; una concha del mar, y no digo una perla; una pluma de alguna avecilla, no tiene que ser la de un pavo real, ¿os dirán acaso que el Creador es mezquino?» "Si te ofrezco una rosa, no te burlarás de su Creador.»
En la creación podemos conocer al Creador. El argumento de Pablo es totalmente válido: si observamos el mundo vemos que el sufrimiento sigue al pecado. Si quebrantas las leyes de la agricultura, la cosecha no grana; si las de la arquitectura, el edificio se derrumba; si las de la salud, se presenta la enfermedad. Pablo estaba diciendo: "¡Observad el mundo, y veréis cómo está construido! Fijándonos en cómo es el mundo, podemos aprender mucho de cómo es Dios.» El pecador no tiene disculpa.
Pablo avanza aún otro paso. ¿Qué hace el pecador? En lugar de mirar hacia Dios, se mira a sí mismo. Se enreda en vanas especulaciones y se cree sabio, cuando en realidad no es más que un necio. ¿Por qué? Porque hace de sus ideas, sus opiniones y sus especulaciones, en lugar de la voluntad de Dios, el principio y la ley de la vida. La necedad del pecador consiste en hacer "al hombre dueño y señor de las cosas.» Basa sus principios en sus propias opiniones en lugar de en las leyes de Dios. Vive en un universo del que él es el centro, en lugar del universo del que el centro es Dios. En lugar de caminar con la mirada fija en Dios, no se mira nada más que a sí mismo y, por no mirar por dónde ni adónde va, cae.
El resultado es la idolatría. Se cambia la gloria de Dios por imágenes de formas humanas y animales. La raíz del pecado de la idolatría es el egoísmo. El hombre hace un ídolo, le trae ofrendas y le dirige oraciones. ¿Por qué? Para que prosperen sus planes y sus sueños. Su religión no tiene en cuenta a Dios, sino a sí mismo.
En este pasaje nos encontramos cara a cara con el hecho de que la esencia del pecado es ponernos a nosotros mismos en el lugar de Dios.
   
El problema supremo de la vida es: ¿Cómo puede uno estar en la debida relación con Dios? ¿Cómo puede sentirse en paz con Dios? ¿Cómo puede dejar de sentirse a una distancia insalvable, y de tenerle miedo a la presencia de Dios?
La religión de los judíos contestaba: “Uno puede llegar a estar en la debida relación con Dios cumpliendo meticulosamente todo lo que manda la Ley.” Pero eso equivale a decir sencillamente que nadie tiene la menor posibilidad de llegar a estar en la debida relación con Dios, porque nadie puede cumplir perfectamente todos los mandamientos de la Ley. Entonces, ¿para qué sirve la Ley? Para que nos demos cuenta de la realidad del pecado. Sólo cuando conocemos la Ley e intentamos cumplirla nos damos cuenta de que nos es imposible. El propósito de la Ley es hacernos conscientes de nuestra debilidad y pecado. Entonces, ¿es imposible llegar a Dios? Todo lo contrario; porque el camino que nos lleva a Dios no es el de la Ley, sino el de la Gracia. No por las obras, sino por la fe.
Para ponérnoslo más claro, Pablo usa tres comparaciones.
  Nos pone el ejemplo del tribunal, lo que llamamos justificación. En este ejemplo se piensa que el hombre se encuentra ante el tribunal de Dios. La palabra griega que traducimos por justificar es dikaiún. Todos los verbos griegos que terminan en -ún quieren decir, no hacer a alguien algo, sino tratar, considerar a uno como algo. Si se presenta ante el juez uno que es inocente, el juez le declara inocente. Pero el caso del que se presenta ante Dios es que es totalmente culpable, y sin embargo Dios, en su infinita misericordia, le trata y le considera como si fuera inocente. Eso es lo que quiere decir justificación.
Cuando Pablo dice que " Dios justifica al malvado» quiere decir que Dios le trata como si fuera bueno. Eso era lo que escandalizaba a los judíos hasta el colmo. Para ellos eso sólo lo harta un juez inicuo. "El justificar al culpable es una abominación para Dios» (Proverbios 17:15). «Yo no perdonaré al culpable» (Éxodo 23:7). Pero Pablo dice que eso es precisamente lo que hace Dios.
¿Cómo puedo yo saber que Dios es así? Lo sé porque Jesús lo ha dicho. Vino a decirnos que Dios nos ama aunque somos malos. Vino a decirnos que, aunque somos pecadores, seguimos siéndole muy queridos a Dios. Cuando descubrimos eso y lo creemos, se cambia radicalmente nuestra relación con Dios. Somos conscientes de nuestro pecado, pero ya no estamos aterrados ni alejados. Quebrantados y arrepentidos acudimos a Dios, como viene a su madre un niño triste, y sabemos que el Dios al Que venimos es amor.
Eso es lo que quiere decir justificación por la fe en Jesucristo. Quiere decir que estamos en la debida relación con Dios porque creemos de todo corazón que lo que Jesús nos ha dicho de Dios es la verdad. Ya no somos extraños que tienen terror a un Dios airado. Somos hijos, hijos errantes que confían en que su Padre los ama y los perdonará. Y nosotros no podríamos haber llegado nunca a esa relación con Dios si Jesús no hubiera venido a vivir y a morir para decirnos lo maravillosamente que Dios nos ama.
  Pablo nos pone el ejemplo del sacrificio. Nos dice que Dios hizo que Jesús fuera el que ganara el perdón de nuestros pecados. La palabra griega que usa Pablo para describir a Jesús es hilastérion. Viene de un verbo que quiere decir propiciar y que se usa en relación con los sacrificios. En el Antiguo Testamento, cuando uno quebrantaba la Ley le ofrecía un sacrificio a Dios. Lo que pretendía era que el sacrificio le librara del castigo que habría de venirle. Para decirlo de otra forma: un hombre pecaba, y aquel pecado destruía su relación con Dios; para restaurarla ofrecía un sacrificio.
Pero la experiencia humana era que un sacrificio animal no podía producir ese efecto. “A Ti no Te complacen los sacrificios; si yo Te ofreciera holocaustos, a Ti no Te agradaría” (Salmo  51:16). “¿Con qué me presentaré al Señor, y daré culto al Dios Altísimo? ¿Con holocaustos, con becerros de un año? ¿Le agradarán al Señor millares de carneros, o miríadas de arroyos de aceite? ¿Tendré que dar mi primogénito en compensación por mi transgresión, o el fruto de mis entrañas para expiar el pecado de mi alma?” (Miqueas 6:6). Los hombres sabían instintivamente que, una vez que habían pecado, toda la parafernalia de los sacrificios terrenales no podría arreglar las cosas.
Por eso dice Pablo: “Jesucristo, con su vida de obediencia y su muerte por amor, Le ofreció a Dios el único sacrificio que puede expiar el pecado real y verdaderamente.” E insiste en que lo que sucedió en la Cruz nos abre la puerta para que volvamos a estar en la debida relación con Dios, cosa que no puede hacer ningún otro sacrificio. La propiciación significa que el sacrificio redentor de Cristo ha satisfecho los requisitos de la ira santa de Dios contra el pecado humano. Por tanto, Dios puede demostrar justamente misericordia al hombre y perdonar los pecados y poner en una correcta posición delante de sí al creyente.   El “propiciatorio” del A.T. sirvió de lugar de propiciación o “expiación” y representa la obra propiciatoria de Cristo en el N.T.
  Pablo pone el ejemplo de la esclavitud. Habla de la liberación que ha obrado Jesucristo. La palabra apolytrósis significa rescate, redención, liberación. Esto quiere decir que la humanidad estaba en poder del pecado, y Jesucristo es el único que la podía libertar.
Por último, Pablo dice que Dios hizo todo esto porque es justo, y acepta como justo al que cree en Jesús. Es lo más sorprendente que se puede decir jamás. Es "la suprema paradoja del Evangelio.” Pensemos un poco: quiere decir que Dios es justo, y que acepta al pecador como si fuera justo. Lo natural habría sido decir: “Dios es justo; y, por tanto, condena al pecador como a un criminal.” Pero aquí tenemos la gran paradoja: Dios es justo, y, de alguna manera, con esa Gracia increíble, milagrosa, que Jesús vino a traer al mundo, acepta a los pecadores, no como criminales, sino como hijos a los que sigue amando a pesar de todo.
¿Qué es todo esto en esencia? ¿En qué consiste la diferencia entre esto y el antiguo sistema de la Ley? La diferencia fundamental es esta: que el método de la obediencia a la Ley se refiere a lo que el hombre puede hacer por sí mismo; mientras que el método de la Gracia consiste en lo que Dios ha hecho por él. Pablo hace hincapié en que nada que nosotros podamos hacer puede ganar el perdón de Dios; solamente lo que Dios ha hecho por nosotros puede ganarlo. Por tanto, el camino que conduce a la perfecta relación con Dios no es un intento agotador y desesperado para ganar el perdón de Dios por nuestra cuenta, sino la humilde y arrepentida aceptación del Amor y de la Gracia que Dios nos ofrece en Jesucristo.


 ¡Maranatha!

domingo, 28 de agosto de 2016

EL CUIDADO PRÁCTICO DE LA SALVACIÓN


Ezequiel 36:26  Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.

Filipenses 2; 12 – 18 Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor,  porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.  Haced todo sin murmuraciones y contiendas,  para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo;   asidos de la palabra de vida, para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni en vano he trabajado. Y aunque sea derramado en libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y regocijo con todos vosotros.  Y asimismo gozaos y regocijaos también vosotros conmigo.

Dios prometió restaurar a Israel no solo material, sino espiritualmente. Para lograrlo, le daría un nuevo corazón para seguirlo y pondría su Espíritu Santo en ellos (Salmo 51:7-11) para transformarlos y darles poder para hacer su voluntad. Este corazón nuevo será sensible y abierto a las enseñanzas, lo opuesto de un corazón de piedra. Espíritu nuevo: La transformación de la voluntad y el espíritu constituye el segundo paso de la renovación. Una nueva voluntad y una nueva actitud de espíritu permite al individuo caminar en los estatutos de Dios y guardar sus preceptos Se vuelve a prometer un nuevo pacto (Salmo 16:61-63; Salmo 34:23-25), que se cumplirá finalmente en Cristo.
 Por impura que sea nuestra vida en este momento, Dios nos ofrece un nuevo comienzo. Puede hacer que nuestros pecados sean borrados, podemos recibir un nuevo corazón para Dios y tener su Espíritu si aceptamos su promesa. De este modo se hace ver que la responsabilidad del hombre y la gracia soberana de Dios son coexistentes. El hombre no puede hacerse un corazón nuevo, a menos que Dios se lo dé (Filipenses 2:12-13).
 ¿Por qué tratar de remendar nuestra vida pasada si podemos tener una vida nueva?

Pablo exhorta a los Filipenses mucho más que a vivir en unidad en una situación dada; los exhorta a vivir una vida que conduzca a la salvación de Dios en el tiempo y en la eternidad.
En ningún otro lugar del Nuevo Testamento se presenta la obra de la salvación de una manera tan sucinta como aquí: “Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor; porque Dios es el que en vosotros obra así el querer como el hacer, por su buena voluntad.” Como siempre, Pablo escoge también aquí sus palabras cuidadosamente.
Ocupaos en vuestra salvación  es como si Pablo dijera: “¡No os paréis a mitad de camino! Seguid adelante hasta que la obra de vuestra salvación se realice plenamente en vosotros.” Ningún cristiano debería conformarse con nada menos que los beneficios totales del Evangelio.
" Porque Dios es el que en vosotros obra así el querer como el hacer, por su buena voluntad.” La palabra que usa Pablo para obrar y hacer es la misma, el verbo energuein. Hay aquí dos cosas significativas; siempre se usa de la acción de Dios, y de una acción efectiva. La obra de Dios no se puede frustrar, ni quedarse a medias; tiene que ser efectiva y completa.
Como hemos dicho, este pasaje presenta perfectamente la obra de la salvación.

1º La salvación es cosa de Dios.

a) Es Dios Quien obra en nosotros el deseo de ser salvos. Es verdad que " nuestros corazones están inquietos hasta que encuentran el reposo en Él," y también lo es que “no habríamos podido ni siquiera empezar a buscarle si no fuera porque Él ya nos ha encontrado.” . El deseo de la salvación de Dios no lo alumbra ninguna emoción humana, sino Dios mismo. El principio del proceso de nuestra salvación lo despierta Dios.  
b) La continuación de ese proceso depende de Dios. Sin Su ayuda no podemos progresar en la bondad, ni conquistar ningún pecado, ni lograr ninguna virtud.  

c) El final del proceso de nuestra salvación está en Dios, porque es la amistad con Dios, cuando somos Suyos y Él es nuestro. La obra de nuestra salvación empieza, prosigue y termina en Dios.

Esto tiene otra cara. La salvación es cosa del ser humano.

“Ocupaos de vuestra propia salvación,” pide Pablo. Sin la cooperación de la persona, hasta Dios es incapaz. Es un hecho que uno tiene que recibir un beneficio o un regalo. Uno puede estar enfermo, y el médico receta las medicinas que le pueden sanar; pero si no se las aplica y rechaza testarudamente toda ayuda, no tiene remedio. Así sucede con la salvación. Dios nos la ofrece; si no, no la conseguiríamos de ninguna manera. Pero nadie puede recibir la salvación a menos que responda al ofrecimiento de Dios y tome lo que Dios le da.

No puede haber salvación aparte de Dios; pero lo que Dios ofrece, el ser humano lo tiene que recibir. No es nunca Dios el que retiene la salvación, sino la persona la que se priva de ella.

     Cuando examinamos la línea de pensamiento de este pasaje vemos que Pablo establece lo que podemos llamar cinco señales de la salvación.

1 Está la señal de la acción efectiva.

 El cristiano debe dar evidencia constante en su vida diaria de que está ocupándose realmente de su propia salvación; día a día debe ir cumpliéndose más plenamente. La gran tragedia de muchos de nosotros es que no adelantamos nada nunca. Seguimos siendo víctimas de los mismos hábitos y esclavos de las mismas tentaciones y culpables de los mismos fracasos. Pero la verdadera vida cristiana debe ser un progreso continuo, porque es un viaje hacia Dios.

2 Está la señal del temor y temblor.

 No se trata del terror y del temblor del esclavo que tiene le tiene un miedo cerval a su amo, ni tampoco del miedo y el temblor ante la perspectiva del castigo. Procede de dos cosas. En primer lugar, de un sentimiento de nuestra propia criaturidad y de nuestra propia impotencia para enfrentarnos triunfalmente con la vida. Es decir: no es el temor y temblor que nos hace escondernos de Dios, sino más bien el temor y temblor que nos impulsa a arrojarnos en Sus brazos, con la seguridad de que sin Su ayuda no podemos enfrentarnos efectivamente con la vida. Procede, en segundo lugar, del horror de ofender a Dios. Cuando amamos de veras a una persona, no tememos el mal que nos pueda hacer, sino el que le podamos hacer nosotros. El gran temor del cristiano es el crucificar a Cristo otra vez.

3 Está la señal de la serenidad y la certeza.

 El cristiano lo hace todo sin murmuraciones ni discusiones. La palabra que usa Pablo para murmuraciones es poco corriente, gonguysmós. En el griego de las Sagradas Escrituras tiene una conexión especial. Es la palabra que se usa para las murmuraciones rebeldes de los israelitas durante su peregrinación por el desierto. El pueblo murmuró contra Moisés (Éxodo 15:24 ; Éxodo 16:2 ; Números 16:41 ). Gonguysmós es una palabra onomatopéyica: describe el murmullo en voz baja, amenazador, descontento, de una multitud que desconfía de sus dirigentes y que está al borde de la rebelión. La palabra que usa Pablo para discusiones es- dialoguismós, que describe las disputas inútiles, y a veces malintencionadas. La vida cristiana tiene la serenidad y la certeza de la perfecta confianza.

4 Está la señal de la pureza.

Los cristianos, han de ser irreprochables, sencillos y sin mancha. Cada una de estas palabras hace una contribución a la idea de la pureza cristiana.
(a) La palabra traducida por irreprochables es amemptós, y expresa lo que es el cristiano para el mundo. Su vida es de tal pureza que no hay nadie que pueda encontrar en ella nada que reprochar. A menudo se dice en los tribunales de justicia que los procedimientos no sólo deben ser justos, sino también parecerlo, es decir, que se vea que lo son. El cristiano no solo debe ser puro, sino que la pureza de su vida debe estar a la vista de todo el que quiera ver.
(b) La palabra traducida por sencillo es akéraios, que expresa lo que el cristiano es en sí mismo. Akéraios quiere decir literalmente sin mezcla, no adulterado. Se usa, por ejemplo, del vino o la leche a los que no se les ha añadido agua, o del metal que no tiene aleaciones. Cuando se usa de las personas implica que no tienen motivos bastardos. La pureza cristiana debe desembocar en una sinceridad total de pensamiento y carácter.
(c) La palabra traducida por sin mancha es ámómos, que describe lo que es el cristiano a los ojos de Dios. Esta palabra se usa especialmente en relación con los sacrificios que son aptos para ofrecerse en el altar de Dios. La vida cristiana debe ser tal que se pueda ofrecer como sacrificio sin mancha a Dios.
La pureza cristiana es irreprochable a los ojos del mundo, sincera para consigo y apta para soportar el escrutinio de Dios.

5 Está la señal del esfuerzo misionero.

 El cristiano ofrece a todos la palabra de vida, es decir, la palabra que da la vida. Este esfuerzo misionero tiene dos aspectos.
(a) Es la proclamación del ofrecimiento del Evangelio con palabras claras e inconfundibles.
(b) Es el testimonio de una vida que es absolutamente recta en un mundo retorcido y pervertido. Es el ofrecimiento de la luz en un mundo tenebroso. Los cristianos han de ser luces en el mundo. La palabra que se usa para luces (fóstéres) es la misma que se usa en la historia de la Creación del Sol y de la Luna, que Dios colocó en el firmamento de los cielos para que iluminaran la Tierra Génesis 1:14-18. El cristiano ofrece y muestra rectitud en un mundo retorcido y luz en un mundo tenebroso.

Este pasaje concluye con dos ilustraciones gráficas típicas del pensamiento paulino.
  Anhela el progreso cristiano de los Filipenses para, al final del día, poder tener el gozo de saber que no ha corrido ni laborado en vano. Hay aquí dos posibles imágenes. Puede que esté pintando el cuadro de una labor agobiante, trabajando hasta el agotamiento.   Puede que describa el esfuerzo del atleta en la competición, y que lo que Pablo quiere decir sea que pide a Dios que toda la disciplina del entrenamiento que se ha impuesto no haya sido inútil.
Una de las características del estilo literario de Pablo es su amor a las ilustraciones de la vida del atleta. Y no nos sorprende. En todas las ciudades griegas había un gimnasio, que era mucho más que un campo de deportes. Era en el gimnasio donde Sócrates discutía a menudo los problemas eternos; era en el gimnasio donde los filósofos y los sofistas y los maestros y predicadores ambulantes encontraban muchas veces sus audiencias. En cualquier ciudad griega, el gimnasio era no solamente el campo de entrenamiento para los deportistas, sino también el club intelectual de la ciudad. En el mundo griego había los grandes juegos ístmicos de Corinto, los grandes juegos pan jónicos de Efeso y, los más importantes de todos, los juegos olímpicos, que se celebraban cada cuatro años. Las ciudades griegas estaban enfrentadas a menudo y a veces en guerra; pero cuando llegaban los juegos olímpicos, no importaba lo seria que fuera la disputa, se declaraba un mes de tregua para que los juegos olímpicos se llevaran a cabo deportivamente. Los atletas no eran los únicos que iban, sino también los historiadores y los poetas para dar lectura a sus últimas obras, y los escultores de fama inmortal iban a hacer estatuas de los vencedores.
No cabe duda que Pablo iría a ver estos juegos en Corinto y en Éfeso. Donde había multitudes, allí estaría Pablo tratando de ganar a los más posibles para Cristo. Pero, aparte de para predicar, había algo en aquellas contiendas atléticas que encontraba un eco en el corazón de Pablo. Conocía los combates de los boxeadores (1Corintios 9:26). Conocía las carreras pedestres, las más famosas de todas las contiendas. Había visto al heraldo llamando a los corredores a la línea de salida (1Corintios 9:27); había observado el esfuerzo de los corredores hacia la meta (Filipenses 3:14); había visto al juez conceder el galardón al final de la carrera (2 Timoteo 4:8); conocía la corona de laurel de los vencedores y su júbilo (1Corintios 9:24; Filipenses 4:1). Conocía los rigores de la disciplina a la que tenía que someterse el atleta, y las reglas estrictas que tenía que observar
(1 Timoteo 4:7 ; 2 Timoteo 2:5 ).

Así es que su oración era que no le pasara lo que a un atleta que se hubiera estado entrenando sin escatimar esfuerzos y privaciones para no llegar a nada. Para él el mayor premio de la vida era saber que por medio de él otros habían llegado a conocer y amar y servir a Jesucristo.
  Pero Pablo presenta otra ilustración en el versículo 17. Tenía el don de hablar de tal manera que todos le podían entender. Una y otra vez tomaba sus ilustraciones de las ocupaciones normales de las personas a las que se dirigía. Ya nos ha presentado una tomada de los juegos atléticos; ahora toma otra de los sacrificios paganos. Una de las formas más corrientes de sacrificios paganos era la libación, que era una copa de vino que se derramaba sobre una ofrenda a los dioses. Por ejemplo: todas las comidas paganas empezaban y acababan con una libación de éstas, como una manera de dar gracias al principio y al final de la comida. Pablo ve aquí la fe y el servicio de los Filipenses como un sacrificio que ofrecían a Dios. Sabía que podía ser que su muerte no estuviera muy lejos, porque estaba escribiendo desde la cárcel y esperando ser juzgado. Así es que dice que está dispuesto a ser derramado en libación sobre el sacrificio y servicio de la fe de los Filipenses. En otras palabras, lo que les está diciendo a los Filipenses es esto: " Vuestra fidelidad y lealtad cristiana ya son un sacrificio a Dios; y si a mí me tocara morir por Cristo, estoy dispuesto y contento de que mi vida se derrame como una libación sobre el altar en el que se ofrece vuestro sacrificio.”
Pablo estaba totalmente dispuesto a ofrecer su vida en sacrificio a Dios; y, si sucedía así, para él sería un gozo extraordinario. Y les advierte a sus amigos Filipenses que no se pongan en plan de duelo ante tal perspectiva, sino que se sumen a su gozo. Para él, cualquier llamada al sacrificio y al trabajo era una llamada a mostrar su amor a Cristo; y por tanto la recibía sin quejas ni pesares, sino con gozo.


¡Maranatha!