Romanos 5; 12-14
12 Por
tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la
muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.
13
Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley,
no se inculpa de pecado.
14
No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no
pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había
de venir.
Romanos tiene varios “por lo tantos” estratégicamente ubicados. La
pregunta interpretativa es definir a que se están refiriendo o relacionando.
Ellos podrían ser una manera de referirse a todo el argumento que Pablo está
haciendo. Ciertamente este “por lo tanto” se refiere a la historia de Génesis,
y, probablemente nos regresa a Romanos 1:18-32.
No hay
pasaje en todo en Nuevo Testamento que haya tenido más influencia en la
teología que éste; ni que sea más difícil de entender para la mentalidad
moderna. Es difícil, porque Pablo se expresa con dificultad. Notamos, por
ejemplo, que la primera frase no termina, sino que se interrumpe a mitad del
camino mientras Pablo persigue otra idea por otra vía. Y además, es que Pablo
está pensando y expresándose en términos que eran corrientes y claros para los
judíos de su tiempo, pero no para nosotros.
Si hubiéramos de encerrar el pensamiento de
este pasaje en una sola frase escogeríamos la que Pablo pone al principio e
interrumpe después: " Por el pecado de Adán toda la raza humana quedó
contaminada de pecado y separada de Dios; pero por la justicia de Jesucristo
toda la humanidad adquiere la justicia y vuelve a estar en la debida relación
con Dios.» De hecho, Pablo lo dijo mucho más claro en 1Corintios_15:21 : " Como vino la muerte por un hombre,
también por un Hombre ha venido la Resurrección de los muertos. Porque si todos
morimos por nuestra relación con Adán, también por nuestra relación con Cristo
todos volvemos a la vida.»
Hay que tener en cuenta dos ideas judías
básicas para entender este pasaje.
(i) Está
la idea de la solidaridad. El judío no se consideraba a sí mismo
individualmente, sino siempre como parte de una tribu, de una familia o nación,
aparte de la cual no tenía una identidad real. Hoy en día también se dice que
si se le pregunta a un aborigen australiano cómo se llama, responde con el
nombre de su tribu o clan. No piensa en sí mismo como una persona, sino como un
miembro de una sociedad. Uno de los ejemplos más claros de esta mentalidad se
ve en la venganza de sangre en los pueblos primitivos. Supongamos que uno que
es de una tribu mata a otro que es de otra. La de la víctima adquiere la
responsabilidad de vengarse de la otra; es la tribu la que ha sufrido un daño,
y por tanto es la que debe buscar satisfacción.
En el Antiguo Testamento tenemos un claro
ejemplo de esto. Es el caso de Acán que se nos cuenta en Josué 7. En el asedio
a Jericó, Acán se quedó con parte del botín, desobedeciendo lo que Dios había
mandado, es decir, que todo se destruyera. En la siguiente campaña, estaban
cercando a Ha¡, que parecía una empresa mucho más fácil, pero los ataques
fracasaron desastrosamente. ¿Por qué? Porque Acán había pecado, ya toda la
nación había contraído culpa y fue castigada por Dios. El pecado de Acán no era
el de un individuo, sino el de toda la nación. Esta no era una suma de individuos,
sino una masa indivisible. Lo que hacía uno de sus miembros lo hacía la nación.
Cuando se descubrió el pecado de Acán, no fue ejecutado él solo, sino toda su
familia; porque Acán no era un individuo aislado, sino parte de un pueblo del
que no se le podía separar.
Así es como Pablo ve a Adán: no como un
individuo, sino como el representante de toda la humanidad; y, como tal, su
pecado fue el de todos los seres humanos.
Pablo dice que «todos los seres humanos
contraemos el pecado de Adán» -literalmente «pecamos en Adán»-. Si hemos de
llegar a comprender el pensamiento de Pablo tenemos que saber lo que quiere
decir aquí, y que lo dice en serio. A lo largo de la historia del pensamiento
cristiano se han hecho esfuerzos para interpretar de diferentes maneras la
conexión entre el pecado de Adán y el de la humanidad.
(a) Se ha pensado que este pasaje quiere decir
que «todo ser humano es su propio Adán.» Esto quiere decir que, como Adán pecó,
todos hemos pecado; pero que entre el pecado de Adán y el de la humanidad no
hay ninguna conexión real, más que, como si dijéramos, que el pecado de Adán es
típico del de todos los seres humanos.
(b) Existe la que se ha llamado la
interpretación legal. Esta supone que Adán era el representante de la
humanidad, y que ésta participa de la obra de su representante. Pero un
representante ha de ser escogido por las personas a las que representa; y eso
no lo podemos decir de Adán.
(c) Existe la interpretación de que, lo que
heredamos de Adán es la tendencia al pecado. Eso es cierto, sin duda; pero no
es lo que Pablo quiere decir. No encajaría en absoluto en su razonamiento.
(d) A este pasaje hay que darle lo que se ha
llamado la interpretación realista, es decir, que, a causa de la solidaridad de
la raza humana, toda la humanidad pecó de hecho en Adán. Esto no era ninguna
idea rara para un judío, sino lo que creían de hecho los pensadores judíos.
(ii) La segunda idea básica está íntimamente
relacionada con la primera en el razonamiento de Pablo: La muerte es la
consecuencia directa del pecado. Los judíos creían que, si Adán no hubiera
pecado, los seres humanos habríamos sido inmortales. En el
pensamiento judío, el pecado y la muerte están íntimamente relacionados. A eso
es a lo que Pablo está llegando por el complicado y difícil camino de
pensamiento de los versículos 12 al 14. Vamos a trazar sus etapas en una serie
de ideas.
(a) Adán pecó porque quebrantó el mandamiento
directo de Dios de no comer del fruto del árbol prohibido; y porque pecó,
murió, aunque había sido creado inmortal.
(b) La Ley no llegó hasta el tiempo de Moisés.
Ahora bien: si no hay ley, no puede haber transgresión de la ley; es decir,
pecado. Por tanto, los seres humanos que vivieron entre Adán y Moisés
cometieron de hecho acciones pecaminosas, pero no se los podía considerar
pecadores, porque no existía la Ley.
(c) A pesar de que no se les podía atribuir
pecado, sin embargo morían. Estaban sujetos al régimen de la muerte, aunque no
se los podía acusar de haber quebrantado una ley que no existía.
(d) Entonces, ¿por qué morían? Era porque
habían pecado en Adán. El estar implicados en el pecado les producía la muerte,
aunque no había una ley que pudieran quebrantar. De hecho, esa es la prueba
para Pablo de que toda la humanidad pecó en Adán.
Hemos resumido la esencia de una parte del
pensamiento de Pablo. A causa de esta idea de la completa solidaridad de la
humanidad, literalmente todos los seres humanos pecamos en Adán; y como la
muerte es la consecuencia del pecado, ejerce su dominio sobre todos nosotros.
Pero esta misma concepción, que se puede usar
para producir una visión desesperada de la situación humana, se puede usar
también a la inversa para llenarla de un resplandor de gloria. En esta
situación entra Jesús. Jesús Le ofreció a Dios la perfecta bondad. Y,
exactamente de la misma manera que todos los seres humanos estuvieron
implicados en el pecado de Adán, todos están implicados en la perfecta bondad
de Jesús; y, de la misma manera que el pecado de Adán fue la causa de la
muerte, la perfecta bondad de Jesús conquista la muerte y da a los humanos la
vida eterna. El razonamiento triunfal de Pablo es que, como la humanidad estaba
implicada en Adán y quedó por tanto condenada a muerte, así está ahora en
Cristo, y queda absuelta para poder vivir. Así que, aunque ha venido la Ley y
ha hecho el pecado mucho más terrible, la Gracia de Cristo sobrepuja la
condenación que traía le Ley.
Ese es el razonamiento de Pablo, y es
inapelable para la mentalidad judía. Contiene dos grandes verdades.
(i) La primera es la siguiente: Supongamos que
asumimos el sentido literal de la historia de Adán: nuestra conexión con Adán
es puramente física. No nos queda otra posibilidad; de la misma manera que no
se le deja al niño escoger su padre. Pero, por otra parte, nuestra conexión con
Cristo es voluntaria. La unión con Cristo es algo que uno puede aceptar o
rechazar. Se trata de una conexión distinta en ambos casos. No se nos dio la
opción de elegir o no nuestra relación con Adán, en cuya naturaleza hemos
recibido una herencia con muchas cosas buenas, pero también con una mala:
nuestra condición de pecadores, y la paga del pecado, que es la muerte. Para
darnos una salida victoriosa a una vida abundante y de renovada relación con
Dios, Cristo vino al mundo y murió por nosotros. Si bien esta relación es
optativa y no impuesta como la que tenemos con Adán, la invitación a aceptar el
Evangelio debe llegar a toda la raza humana. Esta es la misión de la Iglesia.
(ii) La segunda es la siguiente: Pablo
conserva la verdad de que la humanidad está sumida en una situación de la que
no puede escapar; el pecado tiene al ser humano en su poder, y no hay
esperanza. Jesucristo entra en esta situación trayendo algo que corta el nudo
gordiano que existía. Por lo que Él hizo, por Quien Él es y por lo que El da,
permite al hombre salir de una situación en la que se encontraba
desesperadamente dominado por el pecado. Sea lo que sea lo que digamos del
razonamiento de Pablo, es absolutamente cierto que el pecado ha sumido al
hombre en la ruina, y que Cristo le rescata.