“Elías le dijo: No tengas temor; vé, haz como has dicho; pero hazme
a mí primero de ello una pequeña torta cocida debajo de la ceniza, y tráemela;
y después harás para ti y para tu hijo." (I Reyes 17:13).
En lo que tenemos ante nosotros para
considerar, vamos a ver de qué modo se comportó el profeta en un ambiente y
unas circunstancias totalmente distintas de las que hasta ahora han ocupado
nuestra atención. Hasta aquí, hemos visto algo de cómo se desenvolvió en
público: su coraje y dignidad espiritual ante Acab; y también cómo obró en
privado: su vida en secreto ante Dios junto al arroyo, obediente a la palabra
del Señor, esperando pacientemente la orden de partida. Pero aquí el Espíritu
nos concede ver cómo se condujo Elías en -el hogar de la viuda de Sarepta,
revelándonos del modo más bendito la suficiencia de la gracia divina para los
siervos y el pueblo de Dios en todas las situaciones en que puedan encontrarse.
Cuán a menudo el siervo de Dios que es inflexible en público y fiel en sus
devociones secretas, fracasa lamentablemente en la esfera doméstica, el círculo
familiar. No debería ser así; ni fue así con Elías. Lo que acabamos de aludir
quizá requiere unas cuantas observaciones que ofrecemos a modo de atenuante y
no de explicación.
¿A
qué es debido que el siervo de Dios a menudo salga mucho menos airoso en el
hogar que en el púlpito o en la cámara secreta?
En
primer lugar, al ir a cumplir sus deberes públicos, lo hace resuelto a
presentar batalla al enemigo; y cuando regresa a casa, lo hace con su energía
nerviosa agotada, y dispuesto a recuperarla y descansar. Es entonces que las
cosas relativamente triviales le irritan y contrarían fácilmente.
En
segundo lugar, en su ministerio público es consciente de luchar contra-los
poderes del mal, pero en el círculo familiar está rodeado de aquellos que le
aman, y no está tan en guardia, sin darse cuenta de que Satanás puede usar a
los suyos para tener ventaja sobre él. En tercer lugar, la fidelidad consciente
en público puede haber estimulado su vanidad, y un aguijón en la carne -el
darse cuenta con dolor de su fracaso triste en su hogar- puede serle necesario
para humillarse. Así y todo, la conducta que deshonra a Dios no tiene más
justificación en el círculo doméstico que en el púlpito.
En
el capítulo precedente llegamos al punto en que Elías -en respuesta a las
órdenes de Jehová- dejó su retiro en Querit, atravesó el desierto, y llegó a
las puertas de Sarepta, donde el Señor había mandado (secretamente) a una viuda
que le sustentara. La encontró a la entrada de la ciudad, aunque en
circunstancias que presentaban una apariencia de lo menos prometedor para la
vista carnal. Esta mujer, en vez de dar una bienvenida gozosa al profeta, le
habló con tristeza de su inminente muerte y de la de su hijo. Lejos de estar
aparejada para cuidar de Elías, le dice que “un puñado de harina, y un poco de
aceite” es todo lo que le queda. ¡Qué prueba para la fe! ¡Qué irrazonable
parecía que el hombre de Dios esperara sustento bajo su techo! No más
irrazonable que el hecho de que a Noé le fuera ordenado construir un arca antes
de que hubiera lluvia, y mucho menos señal alguna de un diluvio; ni menos
razonable que el que se pidiera a Israel simplemente andar y andar alrededor de
las murallas de Jericó. El sendero de la obediencia puede andarse sólo cuando
se ejercita la fe. “Y Elías le dijo: No hayas temor;
ve, haz como has dicho" (I Reyes 17:13).
¡Qué palabra más afable para acallar el corazón de la pobre viudal No temas las
consecuencias, ni para ti ni para tu hijo, al usar los medios a tu alcance, por
escasos que sean. “Empero hazme a mi primero de ello
una pequeña torta cocida debajo de la ceniza, y tráemela; y después harás para
ti y para tu hijo” (v. 13). ¡Qué prueba más severa ésta! ¿Fue jamás una
pobre viuda probada tan penosamente? Hacerle una torta “primero” era
ciertamente, en sus circunstancias, uno de los mandatos más duros dados jamás.
¿No parecía fruto del egoísmo? ¿Requerían las leyes de Dios o de los hombres un
sacrificio semejante? Dios no nos ha mandado hacer más que amar a nuestros
semejantes como a nosotros mismos; nunca nos ha mandado amarles más. ¡Empero
aquí dice: “Hazme a mí primero”! “Porque Jehová Dios de
Israel ha dicho así: La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la
vasija disminuirá, hasta el día en que Jehová haga llover sobre la faz de la
tierra." (I Reyes 17; 14). Ahí
estaba la diferencia: ello quitaba la avaricia de la petición, mostrando que no
estaba inspirada por el egoísmo. Se le pedía una porción de lo poco que le
quedaba; pero Elías le dijo que no dudara en dárselo porque, aunque el caso
parecía desesperado, Dios- cuidaría de ella y de su hijo. Obsérvese con qué
confianza implícita habló el profeta: no había incertidumbre, sino seguridad
positiva y firme en que el repuesto no disminuiría. SÍ, Elías había aprendido
en Querit una valiosa lección por propia experiencia: había comprobado la
fidelidad de Jehová junto al arroyo, y, por lo tanto, estaba calificado para
acallar los temores y confortar el corazón de esta pobre viuda (II Corintios
1:3,4, donde se revela el secreto de todo ministerio eficaz). Obsérvese el
título especial conferido aquí a la Deidad. La mujer dijo: “Y ella respondió: Vive Jehová tu Dios, que no tengo pan cocido;
solamente un puñado de harina tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una
vasija; y ahora recogía dos leños, para entrar y prepararlo para mí y para mi
hijo, para que lo comamos, y nos dejemos morir. " (I Reyes 17; 12), pero ello no era suficiente.
Elías declaró: Jehová Dios de Israel ha dicho así"; había de hacerse
comprender a esta gentil la verdad humillante de que “Vosotros
adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación
viene de los judíos.” (Juan 4:22).
“Jehová Dios de Israel", de cuyos hechos maravillosos tienes que haber
oído tanto; el que hizo del altivo Faraón el estrado de sus pies; que llevó a
Su pueblo a través del Mar Rojo sin que se mojara; que lo sostuvo
milagrosamente en el desierto durante cuarenta años; y que subyugó a los
cananeos. Podemos, en verdad, confiar en un Dios así para nuestro pan de cada
día. “Jehová Dios de Israel” es aquél cuya promesa nunca falta, por cuanto
" Además, el
que es la Gloria de Israel no mentirá, ni se arrepentirá, porque no es hombre
para que se arrepienta. (I Samuel
15:29). Puede confiarse, ciertamente, en Uno así. "Porque Jehová. Dios de Israel ha dicho así: La tinaja de la
harina no escaseará, ni se disminuirá la botija del aceite, hasta aquel día que
Jehová dará lluvia sobre la haz de la tierra” (v. 14). Dios dio su
palabra de promesa en que apoyarse; ¿podía ella confiar? .¿Podía esperar
realmente en Él? Véase cuán definitiva era la promesa: no era simplemente que
Dios no permitiría que muriese de hambre, o que supliría todas sus necesidades;
sino que era como si el profeta hubiera dicho: La harina de tu tinaja no
disminuirá, ni se secará el aceite de tu botija.
Si
nuestra fe está sostenida por Dios, hará que confiemos en su promesa, que nos
entreguemos sin reservas a su cuidado, y que hagamos bien a nuestros
semejantes. Pero notemos que la fe ha de seguir ejercitándose continuamente; no
se prometió ni proveyó una nueva tinaja de harina: sólo un “puñado” que no disminuía
-al parecer una cantidad inadecuada para la familia, pero suficiente para
Dios-. "Hasta aquel día que Jehová dará lluvia sobre la haz de la tierra”
evidenciaba la fe firme del profeta. “Entonces ella
fue, e hizo como le dijo Elías; y comió él, y ella y su casa, muchos días”
(I Reyes 17; 15).
¿Quién
puede dejar de exclamar: Oh, mujer, grande es tu fe? Podía haber puesto muchas
excusas a la petición del profeta, especialmente al serle un extraño; pero, a
pesar de lo grande que era la prueba, su fe en el Señor no fue menor. Su simple
confianza en que Dios cuidaría de ellos acalló todas las objeciones de la razón
carnal. ¿No nos recuerda ello otra mujer gentil, la sirofenicia, una
descendiente de los cananeos idólatras, quien mucho tiempo después recibió a
Cristo en los términos de Tiro, y buscó Su ayuda para su hija atormentada del
demonio? Venció todos los obstáculos con fe asombrosa, y obtuvo una parte del
pan de los hijos en la curación de su hija (Mateo 15).
Ojalá esos casos nos movieran a clamar desde
el corazón: “Señor, auméntanos la fe”, por cuanto sólo quien concede la fe
puede aumentarla. "Y, comió él, y ella y su casa,
muchos días. Y la tinaja de la harina no escaseó, ni menguó la botija del
aceite, conforme a la palabra de Jehová que había dicho por Elías"
(I Reyes 17; 15, 16). No perdió nada por su
generosidad. Su pequeña provisión de harina y aceite era suficiente sólo para
una comida, y después, ella y su hijo hablan de morir. Pero su disposición de
asistir al siervo de Dios le trajo lo suficiente, no sólo para muchos días,
sino hasta que el hambre cesó. Dio a Elías de lo mejor que tenía, y por su
bondad para con él, Dios mantuvo su casa provista a lo largo del periodo de
carestía. Cuán cierto es que "el que recibe
profeta en nombre de profeta, merced de profeta recibirá” (Mateo 10:41). Empero, no todos los hijos de Dios
tienen el privilegio de socorrer a un profeta; con todo, pueden socorrer a los
pobres de Dios. ¿No está escrito que " A Jehová
presta el que da al pobre, Y el bien que ha hecho, se lo volverá a pagar.”
(Proverbios 19:17)? Y también: "Bienaventurado el que piensa en el pobre; en el día malo lo
librará Jehová” (Salmo 41;1). Dios no
será deudor de hombre. "Entonces ella fue, e hizo como le dijo Elías; y
comió él, y ella y su casa, muchos días. Y la tinaja de la harina no escaseó,
ni menguó la botija del aceite”.
De
nuevo tenemos aquí un ejemplo de que recibir la bendición de Dios y obtener
comida (comida espiritual en figura), es el resultado de la obediencia. Esa
mujer cumplió la petición del siervo de Dios, y grande fue su recompensa.
¿Temes tú, lector, al futuro? Tienes miedo de que, cuando las fuerzas te falten
y llegue la vejez, te veas sin lo necesario para vivir? Entonces, permítenos
recordarte que no hay por qué temer. '“Buscad
primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas (las
necesidades temporales)' os serán añadidas” (Mateo
6:33). “Temed a Jehová, vosotros sus santos, Pues
nada falta a los que le temen.” (Salmo 34:9).
“Porque sol y escudo es Jehová Dios; Gracia y gloria
dará Jehová. No quitará el bien a los que andan en integridad.” (Salmo 84:11). Pero, fíjate bien que todas estas
promesas son condicionales: tu
obligación es dar a Dios el primer lugar en tu vida, temerle, obedecerle y
honrarle en todas las cosas, y Él te garantiza que, a cambio, tendrás seguros
tu pan y tú agua.
Quizá
alguno de los que leen replicará: “Es más fácil recibir este sano consejo que
obrar de acuerdo con él. Es más sencillo recordar las promesas de Dios que
confiar en ellas”. Quizá otro dirá: “Ah, pero tú no sabes cuán penosas son mis
circunstancias, cuán oscuras las perspectivas, qué dolorosas las dudas que
Satanás está poniendo en mi mente”. Es verdad, pero, por desesperando que sea
tu caso, te rogamos seriamente que pienses en la viuda de Sarepta; no es
probable que tu situación sea tan extrema como la suya, con todo, no pereció de
hambre. El que pone a Dios ante todo le encontrará siempre al fin. Las cosas
que parecen ir contra nosotros, nos ayudan a bien en Sus maravillosas manos.
Cualesquiera que sean tus necesidades, no olvides al Dios de Elías.
“Y
comió él, y ella y su casa, muchos días”. Aquí vemos a Elías a salvo, morando
en la humilde casa de la pobre viuda. Aunque la mesa era frugal, bastaba para
vivir. No hay indicación alguna de que Dios les proveyera de variación en su
régimen durante a muchos días”, ni de que el profeta estuviera descontento de
comer lo mismo durante tanto tiempo. Ahí es donde obtenemos el primer reflejo
de la manera en que se comportó en el círculo familiar. Tenemos en él un
ejemplo bendito M precepto divino: “Así que, teniendo
sustento y abrigo, estemos contentos con esto.” (I Timoteo 6:8). ¿De dónde procede este contentamiento? Del
corazón sumiso y pacífico que descansa en Dios, sujeto a Su voluntad soberana,
satisfecho con la porción que Él se complace en designarnos, y viendo Su mano
tanto en el proveer como en el rehusar. “Y la tinaja de la harina no escaseó,
ni menguó la botija del aceite”. Ciertamente, la viuda no tenía motivo de queja
de la prueba severa en que había sido puesta su fe. Dios, que envió Su siervo a
morar con ella, le pagó bien por su manutención al proveer a su familia de
alimentos mientras sus vecinos perecían de hambre, y al concederle la compañía
y la instrucción de Su siervo. ¿Quién sabe la bendición que report6 a su alma
la conversación edificante de Elías, y la eficacia de sus oraciones? Tenía una
disposición humana y generosa, pronta a remediar la miseria de otros, y a
socorrer las necesidades de los siervos de Dios; y su liberalidad le fue
restituida cien veces. Dios muestra misericordia al misericordioso. “Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el
trabajo de amor que habéis mostrado a Su nombre, habiendo asistido y asistiendo
aún a los santos” (Hebreos 6:10).
"Y la tinaja de la harina no escaseó, ni menguó la botija del aceite”.
Tratemos de mirar más arriba, no sea que nos perdamos el hermoso tipo que aquí
se encuentra. La "harina” es, en verdad, una figura de Cristo escogida
divinamente; “el grano de trigo” que murió (Juan 12-24), molido entre las
ruedas del juicio de Dios a fin de ser "Pan de Vida” para nosotros. Esto
se ve claramente en los -primeros capítulos de Levítico, donde tenemos las
cinco grandes ofrendas establecidas para Israel, las cuales representan la
persona y la obra del Redentor; la ofrenda de “flor de harina" (Levítico
2) representa las perfecciones de Su humanidad. Está igualmente claro que el
“aceite” es un emblema del Espíritu Santo en su operación de unción, de
iluminación y de sustento. Buscar en las Escrituras las referencias simbólicas
al "aceite” es uno de los métodos de estudio más benditos. De la manera
que la familia de Sarepta se sostenía, no con harina sola, o con aceite, sino
con las dos cosas en conjunción, asimismo
el creyente se sostiene espiritualmente de Cristo y del Espíritu Santo. No podríamos alimentarnos de Cristo, es
más, nunca sentiríamos la necesidad de hacerlo, si no fuera por la influencia
de gracia del Espíritu de Dios. El
Uno es tan indispensable para nosotros como el Otro: Cristo por nosotros, el
Espíritu en nosotros; el Uno defendiendo nuestra causa en lo alto, el Otro
ministrándonos aquí abajo. El Espíritu está para dar testimonio” de Cristo
(Juan 15:26), es más, para “glorificarle” (Juan 16:14), y es por ello que
añadió el Salvador: “El tomará de lo mío, y os lo hará saber”. ¿No es ésta la
razón de que la “harina” (por tres veces) se mencione primero en el símbolo?
Tampoco es éste el único pasaje en el que vemos los dos tipos combinados; en
las hermosas prefiguraciones del Antiguo Testamento, leemos una y otra vez
acerca del aceite usado junto con la sangre (Éxodo 29:21; Levítico 14:14,
etc.). “Y la tinaja de la harina no escaseó, ni menguó la botija del aceite.”
Había un aumento constante de la reserva de ambos según la poderosa virtud de
Dios obrando un continuo milagro; ¿no hay un paralelo estrecho entre esto y la
multiplicación sobrenatural por el Salvador de los cinco panes de cebada y los
dos pececillos, mientras los discípulos los repartían y la multitud los comía
(Mateo 14:19, 20)?
Pero,
de nuevo pasemos la vista del tipo al Antitipo. La comida siguió sin disminuir,
la provisión intacta; y la harina señalaba a Cristo, el alimentador de nuestras
almas. La provisión que Dios ha hecho para sus hijos en el Señor Jesús
permanece a través de los siglos; podernos ir a É1 una y otra vez y, aunque
recibamos de Él “gracia por gracia”, su “plenitud” (Juan 1:16) permanece igual
“ayer, y hoy, y por los siglos”. “Ni menguó la botija del aceiten prefiguraba
la gran verdad de que el Espíritu Santo está con nosotros hasta el fin de
nuestro peregrinaje (Efesios 4:30). Pero señalemos de nuevo que Dios no dio una
nueva tinaja de harina y una nueva botija de aceite a la familia de Sarepta, ni
llenó las viejas hasta el borde. Hay en esto otra importante lección para
nosotros. Dios les dio lo suficiente
para su uso diario, pero no provisión para un año entero, ni siquiera para una
semana por adelantado. De la misma manera, no podemos acumular gracia para
usarla en el futuro. Tenemos que ir constantemente a Cristo en busca de nueva
provisión. A los Israelitas les estaba expresamente prohibido guardar el
maná: tenían que salir a recogerlo nuevo cada mañana. No podemos procurar para
nuestra alma, en el día del Señor, suficiente sustento para toda la semana,
sino que debemos alimentarnos por la
Palabra de Dios cada mañana. Así, también, aunque hayamos sido regenerados por el Espíritu de una vez y para
siempre, con todo, Él renueva nuestro hombre interior "de día en día” (II Corintios 4:16).
“Conforme a la palabra de Jehová que habla dicho por Elías” (v. 16). Esto
ilustraba y demostraba un principio vital: ninguna palabra suya caerá en
tierra, sino que "todas las cosas que habló Dios por boca de sus santos
profetas que han sido desde el siglo” (Hechos 3:21) se cumplirán
verdaderamente. Ello es solemne y bendito. Solemne por cuanto las amenazas de
la Sagrada Escritura no Son en vano, sino los avisos fieles del que no puede
mentir. Así como la declaración de Elías: "No habrá lluvia ni roció en
estos años, sino por mi palabra” (v. l), se cumplió al pie de la letra, así
también, el Altísimo cumplirá todos los juicios que ha anunciado contra el
impío. Bendito, por cuanto, así como la harina y el aceite no le faltaron a la
viuda según Su palabra dicha por Elías, así también, todas las promesas hechas
a sus santos tendrán perfecto cumplimiento. La veracidad intachable, la
fidelidad inmutable y el poder absoluto de Dios en el cumplimiento de su
Palabra son los fundamentos sólidos en los cuales puede descansar con seguridad
la fe del creyente.