"Sí estorbé el contento de los pobres, e hice desfallecer los ojos de la viuda; si comí mi bocado solo, y no comió de él el huérfano (Porque desde mi juventud creció conmigo como con un padre, y desde el vientre de mi madre fui guía de la viuda); si he visto que pereciera alguno sin vestido, y al menesteroso sin abrigo; si no me bendijeron sus lomos, y del vellón de mis ovejas se calentaron; si alcé contra el huérfano mi mano, aunque viese que me ayudaran en la puerta; mi espalda se caiga de mi hombro, y el hueso de mi brazo sea quebrado. Porque temí el castigo de Dios, contra cuya majestad yo no tendría poder" (Job 31:16-23).
Aquí vemos el carácter humano que tenía Job al ayudar a los pobres y necesitados. Por eso dijo que no había hecho daño a nadie, pero ahora va aún más allá, es decir, que teniendo piedad por las necesidades de los que iban a él por ayuda, los aliviaba con sus propios bienes y sustento, sí, incluso sin que tuvieran que esperar mucho. En esto demuestra haber tenido una disposición presenta, es decir, que ni bien se le presentaba la petición se ocupaba de ella, sin demorar de día en día como hacen aquellos que aman el hacerse rogar. Y es por eso que dice, "Si estorbé el contento de los pobres" es decir, "si no he ayudado al pobre al verlo escaso y necesitado," o "si hice desfallecer" dice, "los ojos de la viuda." Porque si esperamos algo, anhelándolo, nuestro ojo siempre está puesto en ello; y cuando miramos a algo con todas nuestras ansias, nuestros ojos desfallecen y se marean. Entonces vemos el significado de lo que dice Job aquí, que no bajaba su hocico (como dicen) cuando los pobres venían para pedirle ayuda, sino que los auxiliaba inmediatamente. Job afirma que "no vio que pereciera alguno sin vestido, ni menesteroso sin abrigo," sino que más bien los trató de tal modo que sus lomos y costados le bendecían." Es decir, sentían el favor que él les manifestaba. "Del vellón de mis ovejas se calentaban." En resumen, Job dice que "no comió su bocado solo, ni devoró él mismo los bienes que Dios le había dado, sino que les dio parte a las viudas y huérfanos que estaban con él." "El huérfano (dice Job) creció conmigo como con un padre." Con lo que indica que había sido un padre para los huérfanos. "Desde el vientre de mi madre (dice) fui guía de la viuda, me he ocupado de los pobres que necesitaban ayuda y nunca les he fallado. Y si no ha sido así, que mi espalda se caiga de mis hombros," es decir, "que mis miembros se desliguen, y que me descomponga y me haga pedazos. "Que mi brazo (dice Job) se salga de su unión y que sus huesos se quiebren; que el mundo vea la grande y horrible maldición de Dios sobre mí y mi cuerpo (dice Job) si he hecho daño a los débiles, a los que eran incapaces de defenderse ellos mismos, si yo hubiera levantado mi mano contra los huérfanos; y aunque pude haberles hecho daño en lugar de cada ayuda que debían recibir de mi mano, que la justicia me defiende en mi error; entonces, si yo he intentado semejante cosa, que sea yo despedazado y deshecho en mi vida." Y esto fue así "porque temí el castigo de Dios, porque no soportaría su carga." De esta manera declara (como ya lo había hecho antes) que no era el respeto por los hombres, ni la vergüenza ante el mundo, ni ninguna otra consideración la que le impedía hacer el mal; sino que, viendo que Dios era su Juez, por ese motivo andaba en rectitud. Y aunque pudiera haber andado impune en el mundo, sin temor de ser perseguido por la justicia o de otra manera, y pudiendo haberse tomado la libertad de causar daño a los de clase más baja, basándose en el concepto que tenían de él, no obstante, siempre tuvo la consideración de decir, "Ciertamente, Dios mío, sé que tu ira sería terrible sobre mí, y ¿cómo podría yo soportarla?" Para ser breve, Job muestra aquí que el abstenerse del pecado no era por temor al castigo (porque no veía ninguno) sino por causa de la conciencia que le compelía a obedecer a Dios y temer sus juicios venideros. Este es el efecto del contenido que encontramos aquí.
Y, en primer lugar, tenemos aquí una lección para demostrar que somos hijos de Dios; y es que tenemos que ser piadosos para ayudar al prójimo en su necesidad. De manera que aquí se nos recomienda dar limosnas. Muchas veces se les ha dicho a ustedes que la palabra "limosnas" significa lo mismo que "misericordia." Ahora vemos que entre otros títulos Dios se atribuye éste, el de ser humano y misericordioso. Entonces, no podemos ser sus hijos, ni él nos reconocerá como tales, a menos que aquí sigamos su ejemplo. Es que debiéramos ser movidos a la piedad cuando vemos a los pobres en adversidad, e ir cada uno a proveerles de acuerdo a su habilidad.
Es cierto que bien podríamos dar todo nuestro sustento, y sin embargo, todavía no se contará como virtud. Porque antes que la mano se abra para dar, es preciso que el corazón sea tocado con compasión. Pero si tenemos piedad de aquellos que están en adversidad es preciso que les ayudemos según seamos capaces (como dice Santiago en 2:15-16 Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha?); si digo a un pobre, "Amigo mío, que Dios te ayuda," estoy mostrando que no tengo amor. Si digo, "Este hombre da mucha lástima," y sin embargo entre tanto no hago nada para ayudar al que tendría que ayudar; lo que digo es una burla, y no soy más que un hipócrita. Es decir, allí veo cómo Dios me muestra un caso digno de piedad, y es como si Dios me diera la oportunidad de ocuparme en ello; y de esa manera veo que me llama, y no obstante entre tanto no doy ninguna señal al respecto. Si hubiera una sola gota de humanidad en mí, ¿no trataría por mi parte de ayudar en semejante necesidad?
Entonces, en este texto tenemos que recordar que el Espíritu Santo nos exhorta a dar limosnas, y que las mismas consisten de dos elementos: esto es (1) de tener piedad de nuestros semejantes cuando los vemos en adversidad; y, además, en tener un afecto tan piadoso que (2) busquemos la forma de ayudarles, y ejercitándose cada persona en esta habilidad. Es cierto que no podemos satisfacer todas las necesidades que vemos, y por eso un cristiano se puede lamentar en su corazón, sin poner su mano sobre la billetera. Porque es imposible (incluso para aquellos que tienen las mejores intenciones) de ayudar en todos los casos. Y por eso, esta piedad les servirá y Dios la acepta como una limosna como si los pobres fueran llenados y alimentados por ella; y cuando tienen esa compasión de un pobre, es un sacrificio tan grande delante de Dios, que es como si hubieran dado y actuado y distribuido con mano abierta. Sin embargo, es preciso que siempre estemos atentos para actuar de acuerdo a nuestra posibilidad, sabiendo que nuestro Señor nos ha hecho mayordomos de los bienes suyos los cuales ha puesto en nuestras manos, no con el propósito de que cada uno los devore solo, sino para que los hagamos llegar a aquellos que los necesitan. También es cierto que nadie puede establecer una norma definida en este caso; y ciertamente cuando San Pablo lo menciona, dice que Dios nos constriñe, no a modo de una necesidad, sino que quiere que lo hagamos con libre devoción (Romanos 12:8 el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría.). De paso, recordemos claramente que si el pobre pasa ante nosotros y nosotros vemos su necesidad manteniendo la billetera cerrada, de manera de no condescender a ayudarles, ello es una señal segura de que somos como bestias salvajes y que no hay una pizca de piedad en nosotros, y que algún día sentiremos la misma crueldad si Dios nos envía algunas aflicciones; y que cuando estemos en miseria nadie sea movido por ello, sino que la gente nos mire con desdén, de manera de rechazarnos y dejarnos completamente desprovistos. Porque esa es la medida y el pago que Dios acostumbra a dar a todos los que tienen el corazón endurecido hacia sus semejantes; conforme a lo que está dicho, aquel que carece de misericordia, sin misericordia será juzgado. Si además los hombres son crueles hacia nosotros de acuerdo a como hemos desamparado a otros; al final también nosotros tendremos que aparecer delante de Dios, quien nos tratará con todo rigor, por no haber seguido la bondad que hay en él, y que él quisiera que fuese nuestra regla y ejemplo. Entonces, es tanto más necesario que recordemos la doctrina que aquí se nos muestra, esto es que Dios piensa que no es suficiente con solamente abstenernos de hacer el mal, o de dañar a nuestros semejantes, o de privar a otras personas de los bienes y del sustento.
Ciertamente ya es una especie de virtud cuando podemos afirmar que tenemos las manos limpias, y que no somos dados al robo, engaño y a la extorsión; pero por todo ello no vayamos a pensar que estamos eximidos. Porque si Dios nos ha dado con qué ayudar a aquellos que tienen necesidad, si no lo hacemos, somos culpables. Y ¿por qué? Porque habremos tomado los bienes de Dios y les habremos dado otro uso al que él quería. Si a un siervo se le encomiendan los bienes del amo, y si el amo le ordena dar tanto a fulano, y a pagar una suma de dinero que debe a mengano; o si le ha dado orden diciendo cómo quiere que sus bienes sean gastados, y si ahora el siervo asume el papel de avaro, de modo que si viene una persona tras suyo diciendo, "págame," pero él sin embargo, no le da un centavo; y si viene otro diciendo, "tu amo quiere que me des cierta cosa," y él sin embargo, no le da nada, y si toda la casa clama a él por pan, pero él deja que la servidumbre de su amo se muera de hambre; les pregunto: Acaso es tolerable que ese siervo responda diciendo, "Señor, no he tocado ni una pizca de tus bienes; porque, Señor, te he reservado a ti todo lo que tenía"? Entonces el amo podrá avergonzarlo diciendo, "No fue con ese propósito que he puesto mis bienes en tus manos. Ahora me has avergonzado, porque no has colocado mis bienes donde yo te lo había indicado; y ahora debo soportar yo la vergüenza de tu avaricia al pellizcar de lo que no era tuyo." Ahora bien, cuando el amo venga a semejante siervo acaso no lo condenará como malvado? De la misma manera Dios nos da sus bienes con el propósito de aliviar con ellos a nuestros hermanos pobres. Pero, si por el contrario, somos tan insensibles que ni un centavo sale de nuestras billeteras, ni un bocado de pan de nuestra mesa, ¿qué será de nosotros? Acaso no es defraudar a aquellos a quienes Dios ha mandado tener parte de nuestro sustento cuando robamos a Dios aquellos que él ha puesto en nuestras manos?
Entonces, como he dicho antes, aprendamos a ser más misericordiosos, y, aunque nadie pueda imponer una ley definida diciendo "Debes dar tanto," no obstante, que cada uno se ejercite y considere su propia posibilidad, sabiendo bien que cuando hayamos hecho cuanto pudimos, aun no habremos quedado libres de nuestra responsabilidad.
De esa manera entonces, ustedes ven la ley particular que cada persona debiera seguir, es decir, que esta caridad debiera extenderse a lo largo y ancho, aun al extremo de hacernos confesar que no hemos cumplido nuestra responsabilidad hacia los pobres. Y si hacemos todo lo que está a nuestro alcance (aunque no logremos completa perfección) que no sea con avaricia ni murmuraciones, sino con un corazón dispuesto a ayudar a los que tienen necesidad; estemos seguros que nuestro Señor acepta nuestras limosnas como un sacrificio agradable; sí, aunque haya un poco de sal en ello y aunque no hagamos ni la décima parte de lo que estamos obligados a hacer.
Con todo esto es preciso que marquemos la circunstancia que aquí se nos presenta, para que no causemos esperas a los necesitados (porque cuando nos demoramos de esa manera, es una muestra de que nuestro corazón no está dispuesto a hacer el bien a nuestro prójimo) posponiéndolo para otro momento, excepto que sea por un buen motivo. Porque muy bien puede ocurrir que un hombre sea piadoso y sin embargo averigüe cuál es la necesidad de la otra parte, pero esta no es la demora que Job menciona aquí afirmando que no ha desalentado al pobre en su deseo. Porque aquí intenta expresar el hastío de los avaros, es decir, su reacción cuando una persona desea algún alivio de ellos y gustosa recibiría un centavo de sus billeteras; para ellos es como sacarles los intestinos y por lo tanto siempre estarían gustosos de tener alguna ayuda. Les gusta tener un pagador enfermo cuando los hombres van en demanda de su deuda; saben bien que deben pagar, sí, y que están en buenas condiciones de hacerlo, pero les hace bien jactarse por uno o dos días con el dinero en la billetera; o bien son como un hombre que es llevado a la horca; se demora todo lo que puede, y cuando llega el momento de subir la escalera, se detiene a cada paso. Los guasones estos hacen lo mismo; cuando viene una persona demandando su deuda, ellos retroceden, y mucho más si viene pidiendo limosnas. Pero si fuéramos caritativos seguramente no tendríamos esta repugnancia, no pediríamos semejantes treguas, los pobres no se debilitarían por nuestra culpa, hasta ensordecernos los oídos con su clamor; sino que trataríamos de ayudarles en ese mismo momento conforme a nuestras posibilidades.
Ustedes ven entonces, lo que tenemos que recordar de este pasaje; es que si queremos dar limosnas aceptables a Dios, no debemos demorarnos hasta ser importunados por los pedidos y el clamor; sino que, viendo una necesidad, debemos dar adecuadamente en ese mismo momento; como cuando nosotros soportamos alguna adversidad nos parece que la gente nunca vendrá a tiempo para ayudarnos. Y, entonces, ¿por qué no tratamos de igual manera a nosotros? No hace falta tomar otra medida sino esa. Porque es una regla realmente natural que hagamos a otros como queremos que nos sea hecho a nosotros; sin embargo, somos apurados para anhelar ayuda y lamentablemente lerdos para darla. Entonces, ven por qué debemos notar tanto más esta afirmación de que Job no hizo esperar a la viuda, ni desalentó al pobre en su deseo.
Y ahora agrega, que no ha comido su bocado solo, sino que les dio al huérfano, y a la viuda. ¿Por qué? porque (dice) desde el vientre mi madre he guiado a la viuda, y al huérfano he dado de comer como un padre. Aquí tenemos un hermoso ejemplo de generosidad y liberalidad.
Porque aquí no se trata de algunas pequeñas limosnas para una semana, tres o cuatro; sino que Job declara aquí que ha sido un padre para los huérfanos y un protector para las viudas; no sólo para ayudarles, sino alimentándolas también de sus bienes y sustento. Al oír esto, les pregunto, ¿no debiéramos estar profundamente avergonzados de que en nuestro corazón apenas y con dificultad podemos hallar a uno entre cien para ayudarle? De manera que si fracasamos una veintena de veces, no obstante, pensamos estar eximidos dando una limosna ligera a algún individuo; no que le proveamos las cosas que necesita, sino que de paso le damos una monedita, como diciendo, "anda, cómprate algo." ¿Acaso no es para gran vergüenza nuestra que aquí Job nos sea puesto como espejo, y que en su persona el Señor nos muestre nuestro deber, y que, sin embargo, nosotros no hagamos nada? No obstante, el contenido que encontramos aquí debiera servirnos para nuestro aprendizaje e instrucción. Por otra parte sirve para condenarnos, puesto que no se necesitarán otros registros delante de Dios para reprocharnos nuestra bestial crueldad, al menos si no seguimos lo que aquí se nos muestra en cuanto a Job.
Es cierto que si bien no tenemos esta perfección, no por eso Dios dejará de aceptarnos, como ya he dicho. Aunque nuestras limosnas no son lo que debieran ser, siempre y cuando tengamos tal compasión de los que están en angustia que tratemos de hacerles el bien y lo hagamos con ánimo pronto, Dios lo acepta. Pero entre tanto, ¿si no podemos igualar a Job, hemos de dejar de seguirle por eso? ¿No debiéramos al menos hacer algo para conformarnos a su ejemplo? ¿Acaso no demos apuntar a la misma meta? Tal vez no seamos capaces de criar huérfanos, puesto que, aun teniendo los medios para ello, podría ser que nuestra debilidad nos retenga de entregarnos completamente; pero al menos hemos de tener alguna compasión. Y luego, si no podemos llegar a lo que llegó Job, al menos vayamos en esa dirección, puesto que Dios nos llama a hacerlo.
Pero, ¿acaso no es una gran vergüenza que no hagamos nada? O si moviendo apenas una pierna, por eso ya crujimos los dientes, como lo hacen estos haraganes que al dar un solo paso con el pie, creen que están arrastrando toda una montaña. Y luego levantan un brazo. Es algo que les espanta, y les hace crujir los dientes, y en vez de avanzar retroceden. Si vamos a trabajar de esa manera, ¿acaso no será una señal de que no hay disposición en nosotros?
Por eso, si no podemos llegar a la perfección que Job declara haber tenido, declaración que hace, no a modo de jactancia, sino a efectos de que seamos tanto más movidos a ello, al menos aprendamos a seguir su ejemplo. Porque Dios sabiendo que nunca mejoramos por medio de una lección sencilla, pone espejos delante de nosotros para que tengamos menor excusa. Si una persona pregunta, "¿Cómo entonces, hemos de dar a todas las personas sin discriminación?" La respuesta es que el Espíritu Santo no quiere que las limosnas sean sin discriminación, de modo que a nadie le importe cómo son usados los bienes de la gente; porque si vamos a hacerlo sin discreción, cada uno realmente quedaría como seco, y al final el pobre quedaría desprovisto de ayuda; porque el más osado (como dicen) se llevaría todo. ¿Y qué tipo de personas son las más osadas? Son las que menos piedad merecen, porque fingirán ser pobres, solamente para juntarlo todo ellas mismas; solamente buscan recoger el doble o triple, y difícilmente se preocupan de otros que sufren hambre y sed. Por eso es bueno que los hombres sean prudentes y se fijen cuidadosamente a quién dan, especialmente teniendo en cuenta la lujuria que hoy existe en el mundo; porque da pena ver cuántos hipócritas hay. Difícilmente se encontrará a uno entre cien que sea digno de ayuda, porque si bien son realmente pobres, sin embargo, nadie sabe cómo ayudarles, porque tan pronto reciben algo cae en la glotonería y borrachera, y de esa manera Dios los lleva a gastar todo. Para ser breve, hemos llegado a la medida completa de toda iniquidad puesto que tenemos que usar de gran discreción, y escudriñar cuidadosamente cuando vamos a dar algo. Pero entre tanto, cuidémonos de no querer ocultar nuestra tacañería a la sombra de la prudencia. Porque Dios no condena el hecho de que los hombres consideren a quién van a dar, para que la dádiva sea bien colocada; no, pero primero nos corresponde estar totalmente resueltos en nuestro corazón diciendo: "En cuanto a mí no me preocupa retener conforme a los bienes que tengo; haré el bien conforme a mi habilidad; lo que más deseo es encontrar adonde pueda ayudar." Cuando alguien haya tomado esta resolución, déjenlo averiguar si sus limosnas son bien invertidas en esta o aquellas persona (porque podrá hacerlo libremente); pero si una persona se dice a sí misma, "oh cuando se trate de dar, el primer requisito es el de tener buen juicio," excusándose siempre y afirmando... "Oh, pero no veo pobreza allí," (y es muy fácil tener algún pretexto para no hacer nada), esa persona manifiesta lo único que quiere es ser eximida de ayudar a aquellos que necesitan su ayuda. Entonces, si queremos inquirir por nosotros mismos, es preciso que antes tengamos la disposición de dar, es decir, es necesario que sólo queramos hacer el bien; luego, haremos osadamente, por nosotros mismos, las averiguaciones. Podemos hacerlas, siempre y cuando en primer lugar seamos correctamente motivados, y que no estemos queriendo esconder nuestra avaricia. Esta es entonces, la actitud a la cual debemos llegar.
Entre tanto, nuestra diligencia en las averiguaciones, no debe ser excesiva, porque haciendo el bien es imposible no ser engañados, y aunque nos esforcemos grandemente en discriminar, no podremos evitar dar algunas limosnas a aquellos que no las merecen. Y es por eso también que San Pablo nos exhorta a no cansarnos de hacer el bien (Gálatas 6:9 No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.). Porque tendremos muchos obstáculos para hacer el bien. Habrá muchos bufones que nos calumniarán, después seguirá la ingratitud, y todo ello podría desalentarnos. Sin embargo, es preciso que siempre tengamos buen ánimo y continuemos, sea cual fuere el resultado. En resumen (siguiendo lo que ya he dicho) no podemos establecer aquí todo tipo de leyes especiales, sino que la regla general que Dios nos da debiera alcanzarnos, esto es que debiéramos tener un corazón humano, inclinado a la piedad y compasión, que debiéramos querer hacer el bien, y ayudar a aquellos que tienen necesidad de nuestra ayuda, y que no debiéramos ser motivo de demora para aquellos que nos esperan, más bien debiéramos tener un corazón abierto, para que la mano también pueda estar abierta cuando la necesidad lo requiera. Esto es, en resumen, lo que hemos de observar aquí.
Además, notemos bien que luego Job dijo que no quería que el necesitado de ropa muriese, que no había permitido que el desnudo muriese de frío. "Sino," dijo, "sus lomos y sus costados me han bendecido, y se han calentado con el vellón de mis ovejas." Aquí Job demuestra que trató por todos los medios de ocuparse en dar limosnas, alimentando no sólo a los hambrientos, y dando de beber a los sedientos, sino vistiendo también a los desnudos. En efecto, si queremos ser piadosos tenemos que ministrar a las necesidades de nuestros semejantes, tal como los vemos; porque no es suficiente con ayudar en un solo sentido. Es cierto que no todos pueden ser semejantes a Job; porque no tenemos miles de animales como él los tenía, de modo de ser contado entre los grandes príncipes de hoy con respecto de su renta; como hemos visto, no solamente tenía bueyes, por pares o por centenas, sino que tenía suficientes rebaños para cinco o seis pueblos grandes, en efecto, mucho más, para todo un país. Porque hemos visto que en cuanto a su hacienda solamente su riqueza y sustento eran semejantes a la hacienda de todo un país. Y no todos llegarán a eso. Pero sea como fuere, miremos nuestra propia capacidad; porque de acuerdo a ella tenemos que tratar de hacer el bien. Porque sabemos que está escrito que Jesucristo alabó a la viuda que solamente había dado dos monedas, y la reconoció más que a todos los que habían dado grandes sumas de dinero. ¿El motivo? Ella había dado todo su sustento, mientras que los otros solamente habían dado una pequeña parte en comparación con sus riquezas. Entonces, que cada uno se considere a sí mismo; y, en primer lugar, viendo la necesidad del prójimo, sea de bebida o de vestimenta, si no podemos ayudarles de otra manera, al menos oremos a Dios que tenga piedad de ellos, y que él los levante; para que no seamos responsables del hecho de no haber recibido ayuda. Esto es, entonces, lo que tenemos que recordar, que Job, habiendo hablado de su bocado, y habiendo dado una parte a los hambrientos, agrega que también había vestido a aquellos que sin su ayuda podrían haber muerto de frío.
Incluso dice que sus lomos lo han bendecido. Con lo cual declara que tuvieron ocasión de ser agradecidos hacia él. Sin embargo, muestra que no ayudaba a los hombres por pago, y que no buscaba aquellos que haciendo bien a otro incrementaría lo suyo propio; sino que se daba por satisfecho sabiendo que el bien era aceptable a Dios. Esta es una lección que haríamos bien en recordar; porque aunque las personas puedan ser desagradecidas, y aunque aquellos a quienes hayamos hecho bien murmuren contra nosotros, y aunque tal vez devuelvan mal por bien; aun así no habremos perdido nada con hacerles el bien. ¿Y por qué? Aunque crujan, si los hemos alimentado sus vientres nos bendecirán delante de Dios; si les hemos ayudado de otra manera, el respectivo órgano tiene que responder. Es cierto que algunas veces serán tan malvados que dirán:
"Ciertamente, ¿acaso es esto para un buen propósito?" Como hemos de ver, hoy los más pobres son los más orgullosos; aquellos a quienes hemos tratado de hacer el bien serán los más calumniadores. Probablemente sea esto lo que veamos; sin embargo, no nos enojemos por ello.
Si no podemos soportar semejante ingratitud, notemos la palabra que está escrita aquí, esto es, que aquello que hayamos hecho nos bendecirá delante de Dios. ¿Acaso existe una persona tan villana que, siendo ayudada, rezongue y murmure? Bien, dicha persona todavía tiene costillas; y si la hemos vestido, su cuerpo tiene que bendecirnos delante de Dios. Es cierto que la persona en sí quizá no sea afectada tanto; pero, aunque eso pueda ocurrir, Dios considera el cuerpo que ha sido vestido; y esta bendición será tenida en cuenta delante de él. Como he dicho, el vientre de una persona que ha sido alimentada habla, y aunque su boca quizá sea tan desleal, aunque convierta el bien en mal, y aunque sólo salga veneno de ella; no obstante, el Señor acepta la limosna que se ha dado. Esto es entonces lo que hemos de notar a efectos de ser incitados a ayudar a aquellos que nos necesitan, que no pensemos si ellos van a recompensarnos o devolvernos el bien hecho, o incluso decir "Gracias." Porque, supongan que hagan exactamente lo contrario. No obstante, nuestro esfuerzo no se habrá perdido, puesto que Dios acepta el sacrificio que ha sido hecho. Esta, entonces, es la implicancia de lo dicho: "las costillas o los riñones bendicen a aquellos que vistieron a una persona que tuvo frío." Por otra parte, notemos que si los pobres no claman por venganza contra nosotros y no se quejan, no obstante, sus costillas nos maldecirán si han sufrido privación, y si hemos cerrado nuestros ojos, y no les hemos tenido piedad, diciendo "Yo me siento bien; no me importa cómo se sientan otros."
Entonces, si hemos tenido esa crueldad, ciertamente Dios hará hablar a sus costillas y riñones; si personas pobres y desamparadas murieron por causa de sus necesidades sin que nosotros fuésemos condescendientes para ayudarles, aunque ellas quizá no abran la boca para quejarse de nuestra crueldad, la angustia que ha sufrido tendrá que clamar y quejarse delante de Dios, y es preciso que se haga venganza de acuerdo con dicha queja. Esto ocurrirá aunque esas personas no digan una palabra, como hemos afirmado.
Ahora, después que Job habló de esta manera, agrega: "que no ha levantado su mano contra el huérfano, aunque en la puerta le hubieran ayudado." Es decir, aunque podía haberlo hecho sin ser castigado por los hombres; porque en aquel tiempo los juicios se conducían en las puertas de la ciudad, puesto que era el lugar de concurrencia popular. "Entonces, Job dice, "Es cierto que a uno lo podría haber hecho temblar, a otro huir; yo podría haber sido un relámpago, y sin embargo, nadie habría dicho una palabra contra mí. ¿Y por qué no? La persona que goza de buena reputación es soportada sin que nadie se atreva a quejarse contra ella; y si alguien se quejara los jueces no se atreverían a ejercer el derecho. Aunque yo tenga tal reputación que las cortes me permitirían cualquier cosa que yo intentase, sin embargo, no abusé de ello; ni siquiera he pisoteado a los pobres; cuando hubo un huérfano no traté de aprovecharme; porque sabemos que los huérfanos son, con frecuencia, víctimas del pillaje." Job entonces demuestra que era tan recto que aun pudiendo haberse adueñado del sustento de otro, nunca intentó hacerlo, nunca trató de aprovecharse a expensas de otro, en efecto, aunque los hombres, por su parte, lo hubieran permitido. Pero Job agrega el motivo: "Porque " dice, "he temido la aflicción y ruina departe de Dios." Como si dijera, "No solamente considero el hecho de que los hombres no me reprocharían, sino que he mantenido mis ojos puestos en Dios, quien es mi Juez celestial." Ahora vemos, en primer lugar, que desde siempre han existido grandes corrupciones, de manera que las personas que se ocupan de hacer el bien a todos, no por eso son eximidas. Entonces, en la actualidad no es nada nuevo que los jueces se den la mano con los más malvados, favoreciéndolos y soportando todas sus malas obras; esto ha sido una costumbre común. Tanto más debieran los que administran justicia considerar de qué manera serán aceptados por Dios.
Pero, ¿qué es lo que vemos? La corrupción ha gobernado durante mucho tiempo y hoy se manifiesta más que nunca. Si alguien dice, "Está bien, no importa, porque esta maldad ha existido desde tiempos muy antiguos, no por eso será perdonado. Además, no había en aquel entonces este conocimiento de Dios, la enseñanza no era tan familiar como lo es hoy. Entonces, los que están sentados en los tronos de justicia, sosteniendo el martillo, mientras permiten las extorsiones, viendo que un pobre es pisoteado sin tomar nota de ello, viendo que las personas de alguna reputación usurpan más de lo que les corresponde; ¿qué excusa tendrán si lo ocultan, puesto que todos los días son agobiados por amonestaciones y demostraciones, y todos los días se les declara sus responsabilidades tanto para con Dios como para con la gente que les ha sido encomendada?
Notemos entonces, con respecto a esta enseñanza, que si semejante corrupción ha prevalecido en el mundo, es porque los jueces han soportado a los malvados; actualmente viendo semejante confusión cada uno debe consolarse a sí mismo diciendo que no será excesivo el daño cuando no hay derecho ni rectitud de parte de aquellos que nos perjudican tanto y cuando no podemos ver el fin de semejante cosa. Entonces, tenemos que armarnos de paciencia; porque vemos que Dios desde siempre quiso que los suyos se ejercitaran en ella. Ciertamente, él podía haber hecho justicia desde el tiempo de Job, pero quiso que muchos pobres sufrieran. Si actualmente ese es el caso con nosotros, es que de esa manera quiere enseñarnos lo que significa sufrir. Con esto, suficiente para este punto.
Sin embargo, quienes administran la justicia tienen que considerar bien su parte en ella; ya que las personas tienen una inclinación por este vicio, inmediatamente serán incitadas por él, a menos que se mantengan continuamente alerta; ciertamente, vemos demasiados ejemplos de esto. Ahora, también hay una segunda lección que debemos registrar, y es que no debiéramos pensar en la cantidad que la gente nos permitirá llevar, sino que, siguiendo el ejemplo de Job, debiéramos mantener la mirada puesta en Dios, y el temor de él debiera impedirnos causar daño o hacer cualquier mal a nuestros semejantes. Y esta es una lección muy necesaria, porque actualmente (les pregunto), ¿qué se tiene en cuenta, sino la recompensa de parte de los hombres?
Ella se considera suficiente, siempre y cuando se la pueda concretar. Sin embargo, ¿cuál es el orden de la justicia? Es semejante al del tiempo de Job. En las puertas había ayuda para quienes hacían extorsión, para los que devoraban a las viudas, para los que molestaban a los pobres. He aquí, en la actualidad hemos llegado al mismo extremo, y peor aun, porque si una persona es pisoteada, no tendrá derecho alguno. ¿Y por qué? Los que cometen pillaje con los bienes de otro, los que engañan, golpean o molestan a los pobres, y cuyas medidas rebalsan con toda iniquidad, son gente disoluta que ha concebido semejante osadía, llegando a creer que para ellos ya no existe ley alguna. Ahora, los magistrados por su parte, son más tímidos que las mujeres, no hay entre ellos el poder del Espíritu de Dios, en cambio, se complacen en acordar, gratificar e incluso a concordar a medias con los malhechores; y aunque saben que las cosas no marchan bien, no obstante, les falta el celo para remediarlas; otros serán peores aun; lo único que quieren es que todo sea viciado, y que lleguemos a un mal tan extremo que ya no haya nada sino confusión, que ya no haya ningún temor de Dios ni honestidad.
Ahora bien, la mayoría de ellos no piensan otra cosa sino en cómo escapar cuando han hecho algún mal. Algún villano estará espiando los bienes de otro; o bien, si existe alguna manera de atraparlo, considera, "¿Es verdad? Pero tendré que rendir cuentas. Ah, pero eso no importa; cuando le haya hecho un regalo de aquí, lo habré ganado; y él ganará a otros dos; y luego, si hago lo mismo seremos cuatro. Y cuando tenga hasta media docena de personas que piensen lo mismo, los habré ganado a todos." Es así como los encargados de la justicia, son expuestos a la venta como prostitutas, que ya no tienen vergüenza y ni les importa su honor, ni ninguna otra cosa; porque ahora sus artimañas para fingir serán tan villanas que ya no serán plausibles, ni siquiera para el mundo. Esto es lo que vemos. De esa manera todos tienen licencia para robar, cometer pillaje, golpear, practicar todo tipo de extorsión. Y ¿por qué? Porque si el asunto es traído a la corte, allí todo está corrompido. Por eso es una declaración que debiéramos notar bien cuando Job afirma que a pesar de la reputación que tiene y a pesar de haber podido ser tan intrépido que ni siquiera los jueces se habrían atrevido a hacer justicia en su contra; ni siquiera ante la presentación de quejas; sin embargo, él de buena gana se abstuvo de hacer el mal, y no terminó diciendo; "Puedo hacerlo, porque los hombres me lo permiten," sino que esta palabra le fue de freno, es decir, tuvo temor de la aflicción enviada por Dios. Entonces, aprendamos ahora a andar con sinceridad y buena conciencia; queriendo emprender algo hagamos este examen: ¿Es permitido por Dios o no? Y si vemos que hay algo que le desagrada, algo que él prohíbe y desaprueba, conformémonos con ello; y aunque los hombres puedan aplaudirnos, y aunque puedan incluso permitirnos hacer lo que nos parece bien, nosotros procedamos a hacer este examen. Y ¿por qué? Porque tendremos que presentarnos delante del Juez celestial. Y ¿entonces de qué nos aprovechará haber escapado de la mano de los hombres? Porque será para duplicar la venganza. ¿Y por qué? Porque, en efecto, mostraremos que tenemos mayor temor de los hombres que de Dios y ¿acaso no es esa la forma más villana de injuriarlo, prefiriendo a las criaturas mortales, pobre carroña en lugar de su majestad? Puedo creer en los hombres, y sin embargo, no hacer más que mofarme de Dios; su majestad no me significará nada. Y luego, cuando hayamos corrompido a la justicia, ya sea por medio de odio, o el cohecho, o por algún otro medio indirecto, de manera de haber comprado a los jueces; ¿acaso ello no es un segundo ataque que lanzamos contra Dios? ¿No es acaso contaminar lo que él ha santificado? Ahora bien, la justicia es un asunto sagrado, y nosotros la profanamos cuando arrastramos al mal a aquellos que están sentados en las sillas de justicia, y a los que Dios ha constituido allí para que la autoridad de su nombre sea reflejada; digo, si venimos así con el propósito de engañarlos, ¿acaso ello no es un sacrilegio? Y por eso he dicho que no hacemos sino duplicar la ira de Dios sobre nosotros si así hemos estado escapando de la mano de los hombres. Así es cómo debiéramos tener los ojos puestos en Dios teniendo en cuenta sus juicios, para refrenarnos de nuestra libre voluntad cuando pudiendo hacer el mal, aunque en lo concerniente a los hombres, el mismo nos fuera permitido. Entre tanto, notemos también que no sólo tenemos que temer la aflicción de Dios cuando vamos a experimentarla, sino que tenemos que mirar más lejos; porque es demasiado tarde para una persona cuando, percibiendo los golpes de la mano de Dios, siente que él es su Juez; procedamos, en cambio, al temor mientras aún nos amenaza; antes que su castigo caiga sobre nuestras cabezas. Es así como cada uno se cuidará de hacer el mal, percibiendo desde lejos, con los ojos de la fe, las aflicciones que están preparadas para los malhechores y para los que molestan a su prójimo. Y Dios manifiesta gran gracia hacia nosotros al advertirnos anticipadamente el golpe, de manera que podamos prever su venganza.
Esto es, entonces, lo que tenemos que recordar.
La conclusión que Job agrega es: ¿Cómo he de llevar su carga? Esto es para mostrarnos lo que también dijo el apóstol (Hebreos 10:31): "Horrenda cosa es caer en las manos del Dios vivo." Tenemos miedo de los castigos humanos que solamente afectan al cuerpo; entonces ¿qué será el fuego de la ira de Dios que lo consume todo? Ciertamente, un fuego que nunca se extingue, que arde de tal manera que requiere persistencia para soportarlo; no tiene fin. ¿No es algo que debiéramos considerar? De manera entonces, seamos tocados por la aflicción de Dios y consideremos el abstenernos de hacer el mal, no sólo por la vergüenza o dolor delante de los hombres; sino que en nuestras mentes y en nuestros sentidos preguntemos: "¿Cómo es esto ahora? Cuando los hombres hayan dispuesto hacernos pasar por los tormentos más crueles que uno pueda imaginar, todo ello no será nada comparado con el precio de la venganza de Dios. Si una persona es atada a la rueda, o quizá sometida a tortura, de manera de ser quemada en vida, y si bien estos son tormentos poderosamente atroces, sin embargo, pasan y no duran mucho; y además, es solamente dolor corporal. Pero allí está la ira de Dios que lo consume todo, es un fuego abrasador que arde sin fin, es un gusano que carcome el corazón desde adentro y lo consume." Cuando las escrituras utilizan estas comparaciones no expresan totalmente la realidad. Es solamente para darnos una leve comprensión de ella. Entonces, notemos bien, que la venganza de Dios preparada para todos los malhechores es una carga insoportable; y que por esto somos incitados a andar en temor y paciencia, sabiendo que si los hombres usan violencia y crueldad contra nosotros, existe un Juez celestial que la vengará; y que de esta manera también somos refrenados en hacer en mal, si bien nos es lícito hacerlo en lo que al mundo respecta; seamos prudentes y tengamos nuestras conciencias claras, y que el conocimiento de Dios sea la verdadera norma para guiarnos, y que nuestros ojos siempre se eleven para tener en cuenta a aquel que nos ha puesto en el mundo declarándonos que alguna vez hemos de venir para rendir cuentas delante del trono de juicio.
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