} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 09/01/2016 - 10/01/2016

viernes, 30 de septiembre de 2016

EL NUEVO NACIMIENTO DEL CRISTIANO (3)

 UTILIDAD DE LAS ESCRITURAS

 2Timoteo 3; 16-17   Toda la Escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en la virtud.  De esta manera el hombre de Dios estará bien formado y bien pertrechado para toda obra buena.

Pablo concluye este capítulo con una llamada a Timoteo para que permanezca leal a toda la enseñanza que ha recibido. Timoteo era judío por parte de madre, aunque su padre había sido griego (Hechos 16:1); y está claro que fue su madre la que le educó en la fe. Era la gloria de los judíos que sus hijos desde la más temprana edad eran entrenados en la Ley. Aseguraban que sus hijos aprendían la Ley desde que llevaban pañales, y la bebían con la leche de su madre. Aseguraban que la Ley estaba tan impresa en el corazón y la mente de un niño judío que antes se olvidaría de su propio nombre que de ella. Así es que Timoteo había conocido las Sagradas Escrituras desde su primera edad. Debemos tener presente que las Escrituras de las que escribe Pablo eran las del Antiguo Testamento; todavía no había llegado a ser el Nuevo Testamento. Si lo que él dice de la Escritura es verdad del Antiguo Testamento; mucho más lo es de las todavía más preciosas palabras del Nuevo.
Debemos notar que Pablo hace aquí una distinción. Habla de " toda Escritura inspirada por Dios." Los gnósticos tenían sus propios libros fantásticos; todos los herejes se referían a su propia literatura para apoyar sus ideas. Pablo consideraba esas cosas como meramente humanas; pero los grandes libros para el alma humana eran los inspirados por Dios que la tradición y la experiencia de los creyentes había santificado.
Veamos lo que dice Pablo de la utilidad de la Escritura.
(i) Dice que las Escrituras dan la sabiduría que trae la salvación.
Hace poco escuché como un predicador cuenta la historia de una enfermera del pabellón de los niños en un hospital de Inglaterra. Hacía tiempo que encontraba la vida, como ella misma decía, inútil y sin sentido. Había leído muchos libros y estudiado muchas filosofías tratando de encontrar satisfacción. Nunca había probado la Biblia, porque una amiga la había convencido con argumentos sutiles de que la razón no podía estar en ella. Cierto día llegó un visitante a la sala y dejó algunos evangelios. Convenció a la enfermera para que leyera un ejemplar de San Juan.
“Brillaba y relucía con la verdad -dijo-, y todo mi ser respondió a ella. Las palabras que acabaron por decidirme fueron las de Juan 18:37: "Para esto nací y para esto vine al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo aquel que es de la verdad oye Mi voz." Así es que escuché esa voz, y oí la verdad, y encontré a mi Salvador, a Jesús.»
Una y otra vez la Escritura les ha abierto a hombres y mujeres el camino a Dios. A decir verdad, nadie que esté buscando la verdad tiene derecho a prescindir de leer la Biblia. Un libro con ese historial no se puede tomar a la ligera. Hasta un incrédulo no está jugando limpio a menos que trate de leerla. Si lo hace, las cosas más sorprendentes le pueden suceder, porque contiene una sabiduría salvadora que no hay en ningún otro libro.
(ii) Las Escrituras son útiles para enseñar.
 Solamente en el Nuevo Testamento tenemos una descripción de Jesús, un relato de Su vida y una exposición de su enseñanza. Por esa misma razón es indiscutible que, sea lo que sea lo que se pueda discutir acerca del resto de la Biblia, es imposible para la Iglesia el pasarse sin los Evangelios. Es absolutamente cierto -como hemos dicho a menudo- que el Cristianismo no está fundado sobre un libro impreso sino sobre una Persona viva. El hecho sigue en pie de que el único lugar en todo el mundo en el que obtenemos un informe de primera mano acerca de esa Persona y de Su enseñanza es el Nuevo Testamento. Por eso la Iglesia que no tiene un estudio bíblico es una Iglesia en la que falta un elemento esencial.
(iii) Las Escrituras son valiosas para reprender.
No se quiere decir que las Escrituras valgan para sacar faltas; lo que sí se quiere decir es que son valiosas para convencer a una persona de que está en el error e indicarle el camino correcto. Podíamos contar una historia tras otra sobre cómo las Escrituras llegaron por casualidad a manos de personas y cambiaron sus vidas.
Un testimonio sigue a continuación: En Brasil, un señor llamado Antonio de Minas compró un Nuevo Testamento, y se lo llevó a casa para quemarlo. Cuando llegó a su casa se encontró con que el fuego estaba apagado. Deliberadamente lo encendió. Echó en él el Nuevo Testamento. No ardía. Abrió las páginas para que ardiera más fácilmente. Lo abrió por el Sermón del Monte. Le echó una ojeada cuando lo echaba al fuego. Le captó la mente. Lo volvió a coger. «Siguió leyendo, olvidándose del tiempo, todas las horas de la noche, y cuando estaba rompiendo la aurora se puso en pie y declaró: "Creo.""
Otro testimonio: Vicente Quiroga de Chile encontró unas pocas páginas de un libro que había traído la marea sobre la playa después de un terremoto. Las leyó y ya no pudo descansar hasta que consiguió el resto de la Biblia. No sólo se hizo cristiano; sino que dedicó el resto de su vida a la distribución de las Escrituras en las aldeas olvidadas del Nordeste de Chile.
Otro más: Una noche oscura en un bosque de Sicilia un bandolero detuvo a un colportor a punta de revólver. Le ordenó que encendiera una hoguera y quemara sus libros. Encendió el fuego y entonces preguntó si podía leer un poco de cada libro antes de arrojarlo a las llamas. Leyó el Salmo 23 para empezar; luego, de otro libro, la parábola del Buen Samaritano; de otro, el Sermón del Monte; de otro, 1 Corintios 13. Al final de cada lectura, el bandolero decía: «Ése es un buen libro; no lo quemaremos; dámelo.» Por último, no se quemó ni un sólo libro; el bandolero dejó al colportor y se internó en la oscuridad con los libros. Años más tarde apareció otra vez en escena aquel mismo bandolero, pero ya no era el mismo. Esta vez era un pastor cristiano, y era a aquella lectura de los libros a lo que atribuía su cambio.
Está fuera de toda duda que las Escrituras pueden convencer a una persona de su error y del poder de Cristo.
(iv) Las Escrituras son útiles para la corrección.
El verdadero significado de esto es que todas las teorías, todas las teologías, todas las éticas, han de ponerse a prueba en la piedra de toque de la Biblia. Si contradicen la enseñanza de la Biblia, hay que rechazarlas. Tenemos la obligación de usar la mente y aun de lanzarla a la aventura; pero la prueba siempre debe ser el estar de acuerdo con la enseñanza de Jesucristo como nos la presentan las Escrituras.
(v) Pablo hace una última observación. El estudio de las Escrituras entrena a la persona en integridad hasta equiparla para toda obra buena. Aquí tenemos la conclusión esencial. No se deben estudiar nunca las Escrituras con un fin egoísta, simplemente para hacer bien al alma de cada uno. Una conversión que no hace pensar nada más que en el hecho de que uno es salvo, no es una verdadera conversión. El cristiano debe estudiar las Escrituras para hacerse útil a Dios y a sus semejantes. Nadie es salvo a menos que esté apasionadamente entregado a salvar a otros.

Estos dos versículos exhiben una declaración categórica acerca del carácter de la Escritura y su utilidad. Pero el significado preciso ha sido muy disputado. Algunos han cuestionado si la palabra gr. grafe necesariamente se refiere a las Escrituras. Podría querer decir cualquier escrito. Pero el uso del término en el NT denota que la Escritura está bien establecida. Con todo, ¿se refiere a toda la Escritura o sólo a una parte? El uso de la palabra toda es determinante. Si toda aquí quiere decir “todos” sería posible entenderlo como distintas partes de la Escritura. Pero los usos paralelos en el NT sugieren que “toda” es la traducción correcta. Al ser así, Pablo está asumiendo que la Escritura en su totalidad es inspirada por Dios. Pero, ¿por qué necesita informar a Timoteo de ello? Sería mejor suponer que el punto principal del pasaje no es tanto la inspiración de la Escritura como su utilidad. Timoteo sabía de su inspiración, y esto elevaría su utilidad. Las cuatro funciones de la Escritura cubren un amplio espectro desde impartir doctrina hasta los desafíos para la conducta e instrucción en justicia. Estas funciones son todavía el propósito válido de la Escritura y son vitales para equipar el hombre de Dios, un término que describe especialmente a todos los maestros, pero es aplicable a todos los obreros cristianos.  

  Ahora bien, ¿qué es lo que confiere tan gran importancia a las Escrituras del Antiguo Testamento? Es que toda la Escritura está inspirada por Dios. Los autores humanos de estos libros no escribieron por su propia cuenta, sino como instrumentos del Espíritu Santo, por lo cual Dios mismo es el autor de la Sagrada Escritura del Antiguo Testamento. Así pues, Dios mismo influye eficazmente en la redacción y en el contenido de los libros de la Sagrada Escritura, por lo cual es realmente Dios quien, en ella, habla a los hombres; por eso la palabra de la Escritura es Palabra de Dios.

Así, por proceder de Dios la Sagrada Escritura, como palabra de Dios que es, contiene sabiduría divina para enseñar y educar. Por eso es para los cristianos el instrumento divino para instruir acerca de la voluntad de Dios, para convencer a los pecadores y a los que yerran, para estimular y mejorar a los que se convierten, para educar en la recta forma de vida, tal como Dios la exige y tal como corresponde a su voluntad.

Así la Sagrada Escritura pone al «hombre de Dios»  (1Timoteo 6:11), al ministro de Dios en la comunidad cristiana, pero también a todo cristiano, en una situación tal, que se halle a la altura de todas las exigencias de su cargo o condición, y se vea bien pertrechado para toda obra buena, para toda obra de amor. Aquí se formula clara y taxativamente un juicio sobre las Escrituras del Antiguo Testamento. Los libros del Antiguo Testamento son obra del Espíritu de Dios, están inspirados por Dios. Cierto que sólo la inteligencia de estas Escrituras a la luz de Cristo revela toda su profundidad y las convierte así en instrumento de santificación para los cristianos. ¡Con qué amor debería, por tanto, el cristiano leer las Sagradas Escrituras, escuchar la palabra de Dios, escudriñarla, meditarla y convertirla en norma de su vida! La Sagrada Escritura es la fuente de toda educación y formación cristiana en la fe.
¡Maranatha!








DEBERES DE LOS ANCIANOS EN LA IGLESIA


Tanto la palabra hebrea za·qén como la griega pre·sbý·te·ros significan “hombre mayor” o “anciano”, y su uso no se circunscribe a la acepción literal, personas de edad avanzada (Gé 18:11; Dt 28:50; 1Sa 2:22; 1Ti 5:1, 2) o de más edad que otras (Lu 15:25), sino que también aplica de manera especial a aquellos que ocupan una posición de autoridad y responsabilidad en una comunidad o nación. Es en este último sentido como con mayor frecuencia se utiliza este término tanto en las Escrituras Hebreas como en las Griegas.
Desde tiempos antiguos se ha acostumbrado a tener en alta estima al hombre de edad avanzada y a respetarlo por su experiencia y conocimiento, así como por la sabiduría y el buen juicio que ese bagaje puede aportar. Los habitantes de muchas naciones se han sometido a la dirección de sus ancianos, ya fueran los miembros de más edad de algunos linajes o los que se destacaban por su conocimiento y sabiduría. Como resultado, la expresión “anciano” tenía un doble significado: tanto podía aplicar en sentido físico como designar un puesto o cargo. Las referencias a los “ancianos de la tierra de Egipto”, así como a “los ancianos de Moab y los ancianos de Madián”, no incluían a todos los varones de edad avanzada de esas naciones, sino que aplicaban a aquellos que servían como consejo para dirigir y guiar los asuntos nacionales: eran los “príncipes [heb. sa·rím; “jefes”, VP]” de esas naciones. (Gé 50:7; Nú 22:4, 7, 8, 13-15; Sl 105:17, 21, 22.)
De la misma manera, las expresiones “ancianos de Israel”, “ancianos de la asamblea”, “ancianos de mi pueblo” y “ancianos del país”, se utilizan en este sentido oficial, y no aplican a cada hombre de edad avanzada de la nación de Israel. (Nú 16:25; Le 4:15; 1Sa 15:30; 1Re 20:7, 8.) En los relativamente pocos casos donde aparece zeqe·ním (ancianos) sin ninguna palabra calificativa, hay que contar con el contexto para determinar si aplica simplemente a varones ancianos o a los que tienen un puesto oficial de jefes.

Ancianos de Israel. Ya antes del éxodo los israelitas tuvieron “ancianos”, quienes presentaban ante el pueblo los asuntos que merecían su atención, actuaban como sus voceros y tomaban ciertas decisiones. A Moisés se le dijo que cuando regresara a Egipto, presentara su comisión a estos ancianos, y ellos, o al menos los principales, le acompañaron cuando compareció ante Faraón. (Éx 3:16, 18.)
Cuando Moisés, como representante de Dios, presentó el pacto de la Ley a la nación, fueron los “ancianos” oficiales los que representaron al pueblo a la hora de entrar en esa relación de pacto con Jehová. (Éx 19:3-8.) Algún tiempo después, cuando los israelitas se quejaron de las condiciones que experimentaban en el desierto, Moisés le confesó a Jehová que la carga administrativa del pueblo era demasiado pesada para él. Jehová entonces le respondió: “Reúneme setenta hombres de los ancianos de Israel, de quienes de veras conozcas que son ancianos del pueblo y oficiales suyos [...] y tendré que quitar parte del espíritu que está sobre ti y colocarlo sobre ellos, y ellos tendrán que ayudarte a llevar la carga”. (Nú 11:16, 17.) A estos “ancianos” se les nombró teocráticamente para ese puesto de servicio. (Nú 11:24, 25.) A partir de ese momento, Jehová los hizo partícipes, junto con Moisés, del acaudillamiento y administración del pueblo.
Con el transcurso del tiempo, los israelitas conquistaron la Tierra Prometida y abandonaron la vida nómada para establecerse de nuevo en pueblos y ciudades, tal como habían estado en Egipto. Como resultado, recayó sobre los ancianos la responsabilidad de atender a la gente dentro de cada una de esas comunidades. Actuaron como un cuerpo de superintendentes en sus respectivas comunidades y designaron jueces y funcionarios para que se encargaran de la administración de la justicia, la conservación de la paz, el buen orden y el bienestar espiritual. (Dt 16:18-20; 25:7-9; Jos 20:4; Rut 4:1-12.)
Las referencias a “todo Israel, a sus ancianos y sus cabezas y sus jueces y sus oficiales” (Jos 23:2; 24:1), y “a los ancianos de Israel y a todos los cabezas de las tribus, los principales de las casas paternas” (2Cr 5:2), no significan que los “cabezas”, “jueces”, “oficiales” y “principales” fuesen otras personas distintas de los “ancianos”; más bien, indica que los que fueron denominados de esa manera específica desempeñaban cargos especiales en su función de ancianos. (2Re 19:2; Mr 15:1.)
A los “ancianos” que tenían jurisdicción nacional se les designaba con expresiones como “ancianos de Israel” (1Sa 4:3; 8:4), “ancianos del país” (1Re 20:7), “ancianos de la asamblea” (Jue 21:16) o, después de la división del reino y con referencia al reino meridional, “ancianos de Judá y de Jerusalén”. (2Re 23:1.)
Al igual que muchos reyes y sacerdotes de Israel, los “ancianos” en general resultaron ser infieles en el cumplimiento de su responsabilidad para con Dios y el pueblo. (1Re 21:8-14; Eze 7:26; 14:1-3.) Debido a que perdieron el apoyo divino, se predijo que ‘muchachos llegarían a ser sus príncipes’ y que ‘el estimado en poco llegaría a estar contra el que mereciese honra’. (Isa 3:1-5.) En consecuencia, las Escrituras Hebreas recalcan que la edad por sí sola no basta, que si bien “la canicie es corona de hermosura”, solo resulta ser así “cuando se halla en el camino de la justicia”. (Pr 16:31.) “No son los que simplemente abundan en días los que resultan sabios, ni los que simplemente son viejos los que entienden el juicio”, sino aquellos que, además de su experiencia, dejan que el espíritu de Dios los guíe y adquieren entendimiento de su Palabra. (Job 32:8, 9; Sl 119:100; Pr 3:5-7; Ec 4:13.)
La dirección por parte de un cuerpo de “ancianos” continuó a lo largo de toda la historia de la nación, incluso durante el exilio en Babilonia y después del regreso a Judá. (Jer 29:1; Esd 6:7; 10:7, 8, 14.) En el tiempo de Jesús había “ancianos” (gr. pre·sbý·te·roi) que atendían asuntos públicos (Lu 7:3-5), tanto en la comunidad como a escala nacional. La “asamblea de ancianos” (gr. pre·sby·té·ri·on) de Jerusalén constituyó una importante fuente de oposición a Jesús y sus discípulos. (Lu 22:66; Hch 22:5.)

Ancianos de la congregación cristiana. Partiendo de esta base, no es difícil entender las referencias a los “ancianos” (pre·sbý·te·roi) de la congregación cristiana. Al igual que en el Israel natural, en el Israel espiritual los “ancianos” u “hombres mayores” eran los encargados de dirigir la congregación.
En el día del Pentecostés, los apóstoles actuaron como un cuerpo, en el que Pedro sirvió de vocero al ser dirigido por el espíritu derramado de Dios. (Hch 2:14, 37-42.) Está claro que ellos eran “ancianos” en sentido espiritual en virtud de la asociación íntima que desde un principio habían tenido con Jesús y debido a que Éll personalmente los había comisionado para enseñar. (Mt 28:18-20; Ef 4:11, 12;   Hch 2:42.) Los que llegaron a ser creyentes reconocieron que los apóstoles tenían autoridad para gobernar en la nueva nación bajo la autoridad de Cristo (Hch 2:42; 4:32-37; 5:1-11) y hacer nombramientos para puestos de servicio, ya fuera directamente como cuerpo o por medio de representantes, siendo el apóstol Pablo un ejemplo sobresaliente. (Hch 6:1-6; 14:19-23.) Cuando surgió la controversia sobre la circuncisión, algunos “ancianos” se reunieron en asamblea junto con los apóstoles para tratar el asunto. Su decisión se dio a conocer a las congregaciones de todas partes y se aceptó como definitiva. (Hch 15:1-31; 16:1-5.) Por consiguiente, tal como algunos fueron “ancianos” de toda la nación de Israel, es obvio que estos “ancianos” formaron junto con los apóstoles un cuerpo gobernante para toda la congregación cristiana internacional.
Del propio Pablo se dice que posteriormente fue a Jerusalén y se encontró con Santiago y “todos los ancianos”, a quienes relató los resultados de su obra y de quienes recibió consejo sobre ciertos asuntos. (Hch 21:15-26.)
En unos cuantos casos se utiliza el término “ancianos” en contraste con hombres más jóvenes o en paralelo con mujeres de edad avanzada, sin ningún indicio de que implique un puesto de responsabilidad en la congregación. Por lo tanto, en estos casos se refiere simplemente a hombres de edad madura. (Hch 2:17, 18; 1Ti 5:1, 2.) La palabra también se utiliza para referirse a “hombres de tiempos antiguos”. (Heb 11:2.) Sin embargo, en las Escrituras Griegas Cristianas se usa en la mayor parte de los casos con referencia a los “ancianos” responsables de la dirección de la congregación. En algunos textos se llama a los “ancianos” e·pí·sko·poi o “superintendentes” (“obispos”). Pablo utilizó este término al hablar a los “ancianos” de la congregación de Éfeso, y en su carta a Tito lo empleó de nuevo para referirse a los “ancianos”. (Hch 20:17, 28; Tit 1:5, 7.) Ambas palabras, por lo tanto, se refieren al mismo puesto: pre·sbý·te·ros indica las cualidades maduras del que ha sido nombrado, y e·pí·sko·pos, los deberes propios del cargo.
Respecto a la palabra griega pre·sbý·te·ros,   “La traducción precisa del término [pre·sbý·te·ros] en la casi mayoría de los testimonios helénicos, que han llegado hasta nosotros, es la de hombre mayor sinónimo de hombre maduro. La madurez de juicio y de criterio orientador es su nota distintiva. [...] Tenga o no sentido técnico el término [pre·sbý·te·ros] tanto en el mundo helénico como en el israelita designa no al viejo achacoso, sino al hombre maduro, apto por su experiencia y prudencia para el gobierno de su familia o de su pueblo”.
Es indudable que los “ancianos” del antiguo Israel eran hombres de edad. (1Re 12:6-13.) Asimismo, los “ancianos” o superintendentes de la congregación cristiana no eran hombres muy jóvenes, como lo muestra la referencia del apóstol a sus esposas e hijos. (Tit 1:5, 6; 1Ti 3:2, 4, 5.) No obstante, la edad física no era el factor único y principal, como se ve por los otros requisitos enunciados (1Ti 3:2-7; Tit 1:6-9), y tampoco se estipulaba una edad específica. Por ejemplo, aunque Timoteo era relativamente joven, tomó parte en el nombramiento de “ancianos” y, obviamente, también fue reconocido como tal. (1Ti 4:12.)
Los requisitos para acceder al puesto de “anciano” en la congregación cristiana estipulaban que la persona tuviera una alta norma de conducta y espiritualidad. La aptitud para enseñar, exhortar y censurar desempeñaba un papel determinante entre los requisitos que hacían a la persona acreedora al puesto. (1Ti 3:2; Tit 1:9.) Pablo le hizo a Timoteo este encargo solemne: “Predica la palabra, ocúpate en ello urgentemente en tiempo favorable, en tiempo dificultoso; censura, corrige, exhorta, con toda gran paciencia y arte de enseñar”. (2Ti 4:2.) Como “pastores”, los “ancianos” son responsables de la alimentación espiritual del rebaño, de cuidar de los que se hallan enfermos espiritualmente y de proteger al rebaño de las incursiones de los “lobos”. (Hch 20:28-35; Snt 5:14, 15; 1Pe 5:2-4.) Además, Pablo, un hombre que se dedicó con celo a enseñar “públicamente y de casa en casa”, también le recordó a Timoteo su responsabilidad de ‘hacer la obra de evangelizador’ y de ‘efectuar su ministerio plenamente’. (Hch 20:20; 2Ti 4:5.)
Cada congregación tenía su cuerpo de “ancianos” o “superintendentes”, a los que por lo general se les menciona en plural. Algunos ejemplos son: Jerusalén (Hch 11:30; 15:4, 6; 21:18), Éfeso (Hch 20:17, 28) y Filipos (Flp 1:1). También se hace mención del “grupo de ancianos” (gr.: pre·sby·té·ri·on) que “impuso las manos” a Timoteo. (1Ti 4:14.) Como superintendentes de la congregación, los “ancianos” ‘presidían’ a sus hermanos. (Ro 12:8; 1Te 5:12-15; 1Ti 3:4, 5; 5:17.)
Como “ancianos” con autoridad apostólica, Pablo y Pedro a veces ejercieron superintendencia sobre otros “ancianos” en ciertas congregaciones (1Co 4:18-21; 5:1-5, 9-13; Flp 1:1; 2:12; 1Pe 1:1; 5:1-5), lo mismo que el apóstol Juan y los discípulos Santiago y Judas, que escribieron cartas a las congregaciones. Pablo asignó a Timoteo y a Tito para que actuaran en representación suya en ciertos lugares. (1Co 4:17; Flp 2:19, 20; 1Ti 1:3, 4; 5:1-21; Tit 1:5.) En muchos casos, estos hombres trataban con congregaciones de creyentes recién establecidas; la comisión de Tito era ‘corregir las cosas que eran defectuosas [“carecían” o “faltaban”]’ en las congregaciones de Creta.
Según el registro bíblico, Pablo, Bernabé, Tito y Timoteo participaron en los nombramientos para los puestos de “ancianos” en las congregaciones. (Hch 14:21-23; 1Ti 5:22; Tit 1:5.) No hay registro de que estas hiciesen tales nombramientos independientemente. Al narrar el viaje de vuelta que hicieron Pablo y Bernabé por Listra, Iconio y Antioquía, Hechos 14:23 dice que “les nombraron [gr.: kjei·ro·to·ne·san·tes] ancianos en cada congregación” (“designaron presbíteros en cada Iglesia”,   “constituyeron ancianos en cada iglesia”). Respecto al significado del verbo griego kjei·ro·to·né·o: “Aunque el sentido etimológico de [kjei·ro·to·né·o] es ‘elegir mostrando las manos’, se llegó a usar con el sentido de ‘designar’, ‘nombrar’  “Posteriormente, por lo general, significó nombrar,  [...] nombrar a un puesto en la iglesia. El cargo para el que se nombraba a estos cristianos era el de “anciano” u “hombre mayor”, sin que mediase un recuento de votos a mano alzada.
Pablo escribió a Timoteo: “Que los ancianos que presiden excelentemente sean tenidos por dignos de doble honra, especialmente los que trabajan duro en hablar y enseñar”. (1Ti 5:17.) En vista de lo que dice el versículo siguiente, y también de la anterior explicación en cuanto a honrar a las viudas ayudándolas en sentido material   esta “doble honra” probablemente incluiría remuneración material.

¿Quiénes son los “veinticuatro ancianos” que están en tronos celestiales?
En el libro de Revelación o Apocalipsis el término pre·sbý·te·roi se aplica unas doce veces a criaturas espíritus. El entorno, la vestimenta y sus acciones dan un indicio de su identidad.
El apóstol Juan tuvo una visión del trono de Jehová en el cielo, rodeado de veinticuatro tronos inferiores, sobre los que estaban sentados veinticuatro ancianos vestidos de prendas exteriores de vestir blancas y con coronas de oro sobre sus cabezas. (Apoc 4:1-4.) En el resto de la visión, Juan no solo vio a los veinticuatro ancianos caer repetidas veces en adoración delante del trono de Jehová, sino que también los observó desempeñar un papel activo en los diversos rasgos de la visión según esta progresaba. (Apoc 4:9-11; 5:4-14; 7:9-17; 14:3; 19:4.) En especial, los contempló participando en la proclamación del Reino, especificando que Jehová había tomado su gran poder y había empezado a gobernar como Rey. (Apoc 11:15-18.)
En el antiguo Israel, los “ancianos [hombres mayores] de Israel” representaban a la nación y hablaban en su nombre. (Éxo 3:16; 19:7.) De la misma manera, los “ancianos” cristianos pueden representar a la entera congregación del Israel espiritual. Por consiguiente, los veinticuatro ancianos sentados sobre tronos alrededor de Dios muy bien podrían representar al entero cuerpo de cristianos ungidos, quienes, al resultar fieles hasta la muerte, reciben la prometida recompensa de una resurrección celestial y tronos cerca del trono de Jehová. (Apoc 3:21.) El número veinticuatro también es significativo, pues esta fue la cantidad de divisiones sacerdotales que el rey David organizó para que sirviesen en el templo de Jerusalén. Los cristianos ungidos constituirán un “sacerdocio real”. (1Pe 2:9; 1Cr 24:1-19; Lu 1:5-23, 57-66; Apoc 20:6)



 ¡Maranatha!

jueves, 29 de septiembre de 2016

EL NUEVO NACIMIENTO DEL CRISTIANO (2)

(¡Atención! esta reflexión no es apta para quienes prefieren tapar el pecado.) 

Deber de ser atalaya

Ezequiel 3:17-21: Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel; oirás, pues, tú la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte. Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; y tú no le amonestares ni le hablares, para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano.  Pero si tú amonestares al impío, y él no se convirtiere de su impiedad y de su mal camino, él morirá por su maldad, pero tú habrás librado tu alma. Si el justo se apartare de su justicia e hiciere maldad, y pusiere yo tropiezo delante de él, él morirá, porque tú no le amonestaste; en su pecado morirá, y sus justicias que había hecho no vendrán en memoria; pero su sangre demandaré de tu mano. Pero si al justo amonestares para que no peque, y no pecare, de cierto vivirá, porque fue amonestado; y tú habrás librado tu alma.

Ezequiel 33:1-7: Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo de hombre, habla a los hijos de tu pueblo, y diles: Cuando trajere yo espada sobre la tierra, y el pueblo de la tierra tomare un hombre de su territorio y lo pusiere por atalaya,  y él viere venir la espada sobre la tierra, y tocare trompeta y avisare al pueblo, cualquiera que oyere el sonido de la trompeta y no se apercibiere, y viniendo la espada lo hiriere, su sangre será sobre su cabeza. El sonido de la trompeta oyó, y no se apercibió; su sangre será sobre él; mas el que se apercibiere librará su vida. Pero si el atalaya viere venir la espada y no tocare la trompeta, y el pueblo no se apercibiere, y viniendo la espada, hiriere de él a alguno, éste fue tomado por causa de su pecado, pero demandaré su sangre de mano del atalaya.  A ti, pues, hijo de hombre, te he puesto por atalaya a la casa de Israel, y oirás la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte


Atalaya significa: Hombre que vigila, para proteger propiedades o personas de posibles daños y dar aviso ante una amenaza de peligro.
Jehová levantó profetas que servían de atalayas para la nación de Israel (Jeremías 6:17), y ellos, a su vez, hablaron en ocasiones de atalayas simbólicos. (Isaías 21:6, 8; 52:8; 62:6; Oseas 9:8.) En su papel de atalayas, estos profetas, tenían la responsabilidad de advertir a los inicuos de su inminente destrucción, y en caso de no hacerlo, se les consideraba culpables de su muerte. Naturalmente, si las personas eran insensibles y no prestaban atención a la advertencia, perecían por su propio error, pero el profeta quedaba libre de culpa. (Ezequiel 3:17-21; 33:1-9.) Un profeta infiel era tan inútil como un atalaya ciego o un perro mudo. (Isaías 56:10.) El Señor dijo al profeta que lo había nombrado como atalaya de la casa de Israel. Si se le advierte al impío, no se nos cargará su destrucción.
Aunque tales pasajes se refieren al pacto nacional con Israel, se aplican por igual al estado final de todos los hombres bajo cada dispensación. No sólo tenemos que alentar y consolar a los que parecen ser justos, sino advertirles porque muchos se han vuelto altivos y seguros, han caído y hasta muerto en sus pecados. Seguramente entonces que los oidores del evangelio desearan advertencias y hasta reproches. Ezequiel solo entre los profetas es llamado “atalaya”, no meramente para simpatizar sino para dar en su tiempo la debida advertencia de peligro a su pueblo donde ellos no esperaban que hubiese peligro.
Ezequiel estaba amargado y enojado, no con Dios, sino por los pecados y actitudes del pueblo. Su visión extraordinaria había terminado y ahora tenía que comenzar la tediosa tarea de profetizar en medio de su pueblo, al que parecía importarle muy poco los mensajes de Dios. Antes del cautiverio, el pueblo había oído a Jeremías, pero no había prestado atención. Ahora Ezequiel tenía que dar un mensaje similar, y esperaba que lo volvieran a rechazar. Pero la visión de los seres vivientes y de las ruedas retumbantes estaba de su lado. No tenía nada que temer porque Dios estaba con él. A pesar de conocer el probable resultado, Ezequiel obedeció a Dios. A medida que crecemos en nuestra vida espiritual, tendremos momentos de gran gozo cuando sintamos que Dios está cerca y habrá momentos en los que los pecados, las luchas y las tareas diarias nos abrumen. Al igual que Ezequiel, debemos obedecer a Dios aun cuando no tengamos ganas. No permita que los sentimientos obstaculicen la obediencia.

El profeta es un centinela de la casa de Israel. Su trabajo es advertir a los pecadores la desgracia y el peligro. Él debe advertir al impío para que se vuelva de su camino para vivir. Si un alma perece por su negligencia ante el deber, es su propia culpa. Llamemos la atención  por lo que tienen que responder los que disculpan el pecado, halagan a los pecadores, y les exhortan a creer que tendrán paz aunque sigan en pecado. ¡Cuánto más sabios son los hombres en sus preocupaciones temporales que en las espirituales! Ponen atalayas para guardar sus casas y centinelas para que les adviertan de la aproximación del enemigo, pero cuando se juegan la felicidad o miseria eterna del alma, se ofenden si los ministros obedecen el mandamiento de su Amo y dan una fiel advertencia; prefieren perecer escuchando cosas dulces.
Ezequiel se sentó en silencio en medio del pueblo durante siete días. Este era el período de luto que se acostumbraba por los muertos (Génesis 50:10; 1Samuel 31:13; Job 2:13). Ezequiel estaba guardando luto por aquellos que estaban espiritualmente muertos. Tel-abib era la localidad donde se establecieron los judíos cautivos de Jerusalén.
El privilegio de ser llamado a ser un siervo de Dios trae responsabilidades consigo. La fiel ejecución de estas responsabilidades es más importante que si tiene éxito o no.
Los cautivos estaban desalentados por sus pecados pasados. Este es un punto crucial en este libro. En otras partes del libro de Ezequiel, el pueblo se negó a enfrentar sus pecados. Aquí, se sentían profundamente culpables por vivir tantos años en rebelión en contra de Dios. Por lo tanto, Él les aseguró que los perdonaría si se arrepentían. Dios quiere que todo el mundo se vuelva a Él. Ve lo que somos y lo que seremos, no lo que hemos sido. Dios da a cada persona la oportunidad de volverse a Él, así que aprovechémosla. Tratemos de seguirlo con sinceridad y pidámosle que nos perdone cuando fallemos.

Ezequiel debe proclamar a sus paisanos, en otras palabras: “Suponed que un país está amenazado de guerra, y que cierto individuo es llamado a la tarea de advertir anticipadamente de un ataque. Si esa persona da la alarma cuando el ataque se aproxima, entonces toda responsabilidad por las bajas recaerá sobre los ciudadanos mismos. Pero si no se da la alarma cuando el ataque está cerca, entonces aquella persona será tenida por responsable de la muerte de cualquiera de los ciudadanos.
¡Maranatha!

lunes, 26 de septiembre de 2016

¿QUIÉNES SON LOS ÁNGELES?


Los ángeles ni se casan ni se reproducen según su género, sino que Jehová los creó individualmente a través de su Hijo primogénito, “el principio de la creación por Dios”. (Mt 22:30; Apoc 3:14.) “Por medio de él [este Hijo primogénito, la Palabra] todas las otras cosas fueron creadas en los cielos [...], las cosas invisibles [...]. También, él es antes de todas las otras cosas y por medio de él se hizo que todas las otras cosas existieran.” (Col 1:15-17; Jn 1:1-3.) Se creó a los ángeles mucho antes que al hombre, ya que al ‘fundar la tierra’, “las estrellas de la mañana gozosamente clamaron a una, y todos los hijos de Dios empezaron a gritar en aplauso”. (Job 38:4-7.)
En cuanto a la cantidad de huestes angelicales que hay en el cielo, Daniel dice que vio “mil millares que seguían ministrándole [a Dios], y diez mil veces diez mil que seguían de pie directamente delante de él”. (Da 7:10; Heb 12:22; Jud 14.)

Orden y posición. Como en el caso de la creación visible, también en la región invisible hay orden y posición entre los ángeles. El ángel principal, tanto en poder como en autoridad, es Miguel, el arcángel. (Da 10:13, 21; 12:1; Jud 9; Apoc 12:7) Debido a su preeminencia y por ser “el gran príncipe que está plantado a favor de los hijos de tu pueblo [de Dios]”, se cree que es el ángel que condujo a Israel por el desierto. (Éx 23:20-23.) Los serafines disfrutan de una posición muy elevada entre los ángeles debido a sus privilegios y honra. (Isa 6:2, 6) Sin embargo, las Escrituras mencionan con más frecuencia (unas noventa veces) a los querubines, y lo que se dice sobre sus obligaciones y responsabilidades pone de manifiesto que también ostentan una posición especial entre los ángeles. (Gé 3:24)Luego está la gran cantidad de mensajeros angélicos que sirven como medio de comunicación entre Dios y el hombre, si bien, no se limitan sencillamente a transmitir mensajes, sino que, como agentes y comisarios del Dios Altísimo, son responsables de ejecutar el propósito divino, sea este proteger y liberar al pueblo de Dios o destruir a los inicuos. (Gé 19:1-26.)

No son fuerzas impersonales. Algunas personas opinan que los ángeles no son personas concretas, sino, más bien, fuerzas impersonales enviadas para realizar la voluntad de Dios; sin embargo, no es eso lo que enseña la Biblia. El tener un nombre personal implica individualidad, y el que en la Biblia se suministren dos nombres de ángeles, Miguel y Gabriel, apoya esta conclusión. (Da 12:1; Lu 1:26.) El que no se mencionaran más nombres fue una protección para que no se les rindiera honra y adoración indebidamente. Jehová envió a los ángeles como agentes para que actuaran en el nombre de Él, no en el suyo propio. Por esa razón, cuando Jacob le preguntó su nombre a un ángel, él rehusó dárselo (Gé 32:29); cuando Josué le pidió a un ángel que se identificara, este solo le contestó que era un “príncipe del ejército de Jehová” (Jos 5:14), y cuando los padres de Sansón le preguntaron al ángel su nombre, tampoco se lo reveló, sino que dijo: “¿Precisamente por qué debes preguntar acerca de mi nombre, cuando es nombre maravilloso?”. (Jue 13:17, 18.) El apóstol Juan hasta trató de adorar a un ángel, pero se le reprendió dos veces: “¡Ten cuidado! ¡No hagas eso! [...] Adora a Dios”. (Apoc 19:10; 22:8, 9.)
Como seres inteligentes, los ángeles pueden comunicarse unos con otros (1Co 13:1), hablar diversos idiomas humanos (Nú 22:32-35; Da 4:23; Hch 10:3-7) y glorificar y alabar a Jehová. (Sl 148:2; Lu 2:13.) Los ángeles son asexuales porque fueron creados así, no porque sean fuerzas impersonales. Sin embargo, por lo general se les representa como varones, y al materializarse, siempre adoptaron forma humana masculina, ya que de Dios y de su Hijo siempre se habla también en masculino. Cuando en los días de Noé ciertos ángeles materializados se entregaron a los placeres del sexo, Jehová los expulsó de sus cortes celestiales. Con ese proceder demostraron su individualidad. Al igual que la humanidad, los ángeles son criaturas con libre albedrío, es decir, con la facultad de hacer una elección personal entre lo correcto y lo incorrecto. (Gé 6:2, 4; 2Pe 2:4.) El registro bíblico muestra que hordas de ángeles escogieron voluntariamente unirse a Satanás en su rebelión. (Apoc 12:7-9; Mt 25:41.)

Facultades y privilegios. Puesto que Dios creó al hombre “un poco inferior a los ángeles” (Heb 2:7), se entiende que estos tienen una capacidad mental mayor que la del hombre, y que también son sobrehumanos en poder. “Bendigan a Jehová, oh ángeles suyos, poderosos en potencia, que llevan a cabo su palabra.” Su conocimiento y poder se manifestaron cuando dos ángeles provocaron la destrucción ardiente de Sodoma y Gomorra y en el caso en que un solo ángel mató a 185.000 soldados del ejército asirio. (Sl 103:20; Gé 19:13, 24; 2Re 19:35.)
Los ángeles también pueden desplazarse a grandes velocidades, velocidades muy superiores a las conocidas en el mundo físico. Por ejemplo, una de las veces en que Daniel estuvo orando, Dios envió a un ángel para contestar su oración, y este llegó a los pocos instantes, aun antes de que concluyera la oración. (Da 9:20-23.)
No obstante, a pesar de su superioridad en capacidad mental y poderes espirituales, los ángeles también tienen ciertas limitaciones. Jesús dijo que no sabían el “día y hora” en que este sistema de cosas sería barrido. (Mt 24:36.) Aunque se interesan profundamente en el desarrollo de los propósitos de Jehová, hay algunas cosas que no alcanzan a comprender. (1Pe 1:12.) Se regocijan por el arrepentimiento de un pecador y observan el “espectáculo teatral” de los cristianos aquí en la escena del mundo. También observan el ejemplo apropiado que ponen las mujeres cristianas que usan una señal de autoridad sobre su cabeza. (Lu 15:10; 1Co 4:9; 11:10)
Como ministros de Jehová, han disfrutado de muchos privilegios desde tiempos inmemoriales. Hubo ángeles que ministraron a favor de Abrahán, Jacob, Moisés, Josué, Isaías, Daniel, Zacarías, Pedro, Pablo y Juan, por mencionar solo unos cuantos. (Gé 22:11; 31:11; Jos 5:14, 15; Isa 6:6, 7; Da 6:22; Zac 1:9; Hch 5:19, 20; 7:35; 12:7, 8; 27:23, 24; Apoc 1:1.) Sus mensajes forman parte del contenido de la Biblia. En Revelación se menciona a los ángeles muchas más veces que en cualquier otro libro bíblico. Por ejemplo: se habla de que hay innumerables ángeles alrededor del gran trono de Jehová; siete tocan las siete trompetas, mientras que otros siete derraman los siete tazones de la cólera de Dios; un ángel que vuela en medio del cielo tiene “buenas nuevas eternas” y otro proclama que “Babilonia la Grande ha caído”. (Apoc 5:11; 7:11; 8:6; 14:6, 8; 16:1.)

Respaldan la obra de Cristo y sus seguidores. Los santos ángeles de Dios siguieron con sumo interés la vida terrestre de Jesús de principio a fin. Anunciaron su concepción y nacimiento, y le ministraron después de su ayuno de cuarenta días. Un ángel lo fortaleció mientras oraba en Getsemaní en su última noche como ser humano. Cuando la muchedumbre se le acercó para arrestarle, de haberlo querido, hubiera tenido nada menos que doce legiones de ángeles a sus órdenes. Además, anunciaron su resurrección y también presenciaron su ascensión al cielo. (Mt 4:11; 26:53; 28:5-7; Lu 1:30, 31; 2:10, 11; 22:43; Hch 1:10, 11.)
Desde entonces en adelante, los mensajeros espíritus de Dios han continuado ministrando a Sus siervos en la Tierra, tal como Jesús prometió: “No desprecien a uno de estos pequeños; porque les digo que sus ángeles en el cielo siempre contemplan el rostro de mi Padre”. (Mt 18:10.) “¿No son todos ellos espíritus para servicio público, enviados para servir a favor de los que van a heredar la salvación?” (Heb 1:14.) Es cierto que estos poderosos mensajeros angélicos ya no se muestran visiblemente para intervenir a favor de los siervos terrestres de Jehová, como lo hicieron cuando pusieron en libertad a los apóstoles de la prisión; no obstante, a los siervos de Dios se les garantiza que el ejército de criaturas invisibles protectoras, siempre presente, es tan real como las fuerzas angelicales que rodearon al profeta Eliseo y a su servidor. “Porque él dará a sus propios ángeles un mandato acerca de ti, para que te guarden en todos tus caminos.” En efecto: “El ángel de Jehová está acampando todo en derredor de los que le temen, y los libra”. (Sl 91:11; 34:7; Hch 5:19; 2Re 6:15-17.)
También se hace mención de los ángeles que acompañan a Jesucristo cuando él se sienta a juzgar y se efectúa la separación del “trigo” y la “mala hierba” y la de las “ovejas” y las “cabras”. De igual manera, los ángeles se unen a Miguel en su guerra contra el dragón y sus fuerzas demoniacas al tiempo en que es dado a luz el reino de Dios en los cielos. Además, lucharán al lado del Rey de reyes cuando se inicie la guerra del gran día de Dios el Todopoderoso. (Mt 13:41; 25:31-33; Apoc 12:7-10; 19:14-16.)

¡Maranatha!



domingo, 25 de septiembre de 2016

EL NUEVO NACIMIENTO DEL CRISTIANO (1)


PROTEGIDO EN EL TIEMPO
Y
 A SALVO EN LA ETERNIDAD

1 Pedro 1:3-5
   ¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo Que por Su gran misericordia ha producido en nosotros este nuevo nacimiento que nos introduce a una esperanza viva por medio de la resurrección de Jesucristo, una herencia imperecedera, incontaminable e inmarcesible, guardada a salvo en el Cielo para nosotros, que somos protegidos por el poder de Dios mediante la fe hasta que llegue esa liberación que está lista para manifestarse en el último tiempo!

          Nos llevará un tiempo considerable el apropiarnos las riquezas de este pasaje, porque hay pocos en el Nuevo Testamento donde se reúnan tantas grandes ideas fundamentales. El apóstol Pedro escribió esta carta para animar y fortalecer a los creyentes que enfrentaban pruebas y persecución bajo el emperador Nerón. En gran parte del primer siglo, la persecución no era la regla en todo el Imperio Romano. Los soldados no buscaban a los cristianos para torturarlos. Los cristianos, sin embargo, podían esperar persecución social y económica de tres fuentes principales: los romanos, los judíos y sus propios familiares. Todos serían mal entendidos. Algunos serían hostigados; otros serían torturados e incluso condenados a muerte.

Empieza con una doxología dirigida a Dios, pero es una doxología sui géneris. Para los judíos, la manera más comente de empezar una oración era: «¡Bendito eres Tú, oh Señor, Rey del Universo!» Los cristianos asumieron esa oración, pero con una diferencia. Empezaban: "¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo!» Los cristianos no oramos a un Dios distante y desconocido, sino al Dios que es como Jesús, y a Quien, por medio de Jesucristo, podemos acudir con confianza filial.
Pedro da 11 razones para alabar a Dios:
-Él es el Padre de nuestro Señor Jesucristo
-Nos ha dado el nuevo nacimiento (del que Jesús habló en Juan 3:1-8)
-El motivo para eso es su gran misericordia
-El resultado es una esperanza viva: la nueva vida es una de esperanza
-El objeto de esa esperanza es una herencia
-Esta herencia no puede ser destruida por elementos hostiles, no puede ser contaminada por lo externo y no puede marchitarse por un desgaste interior
-Ha sido guardada en los cielos para nosotros
-Tenemos como escudo (¡guardada como en una fortaleza militar!) el poder mismo de Dios
-El medio por el cual tenemos ese escudo es la fe (Ef. 6:16), por la cual nos aferramos a las promesas de Dios
-Y la meta final es una salvación que Dios revelará en los últimos tiempos, cuando Jesús sea revelado

Este pasaje empieza con la idea del nuevo nacimiento; el cristiano es una persona que ha nacido de nuevo, engendrado otra vez por Dios para vivir una nueva clase de vida. Entre otras cosas esto quiere decir que, cuando nos hacemos cristianos, se produce en nuestra vida un cambio tan radical que de la única manera que se puede describir es diciendo que la vida ha empezado para nosotros completamente otra vez. Esta idea del nuevo nacimiento recorre todo el Nuevo Testamento. Vamos a tratar de reunir lo que se nos dice de él.

(i) El nuevo nacimiento cristiano sucede por la voluntad y la acción de Dios (Juan_1:13 ; Stg_1:18 ). No es algo que hace la persona, como no lo fue tampoco su nacimiento físico.

(ii) Otra manera de expresarlo es decir que este nuevo nacimiento es la obra del Espíritu (Jua_3:1-15). Le sucede a una persona, no por su propio esfuerzo, sino cuando se entrega a que tome posesión de ella el Espíritu y la cree de nuevo interiormente.

(iii) Sucede por la Palabra de la Verdad, es decir, por el Evangelio (Stg_1:18 ; 1Pe_1:23 ). En el principio, fue la Palabra de Dios la Que creó el Cielo y la Tierra y todo lo que hay en ellos. Dios habló, y el caos se convirtió en el universo, y el universo se equipó para y con la  vida. Es la Palabra creadora de Dios en Jesucristo lo que produce este nuevo nacimiento en la vida humana.

(iv) El resultado de este nuevo nacimiento es que la persona que lo experimenta llega a ser primicia de una nueva creación (Stg_1:18). La eleva de este mundo de espacio y tiempo, de cambio y caducidad, de pecado y derrota, y la pone en contacto aquí y ahora con la eternidad y la vida eterna.

(v) La persona nace de nuevo a una esperanza viva (1ªPedro 1:3). Pablo describe el mundo gentil como algo sin esperanza (Efe_2:12).
 Sófocles escribió: «No nacer en absoluto es con mucho la mejor fortuna; lo segundo mejor es, tan pronto como se nace, regresar rápidamente allá de donde se vino.»
 Para los gentiles, el mundo era un lugar en el que todo se rompe y decae; podría ser suficientemente agradable en sí, pero no conduce más que a la oscuridad sin fin. Para el mundo antiguo la característica cristiana era la esperanza, que procedía de dos cosas:
 (a) El cristiano percibía que había nacido; no de simiente corruptible, sino incorruptible (1Pe_1:23 ). Tenía en sí mismo algo de la misma naturaleza de Dios; y, por tanto, tenía una vida que ni el tiempo ni la eternidad podrían destruir.
(b) Aquello procedía de la resurrección de Jesucristo (1Pedro 1:3). El cristiano tiene para siempre a su lado -aún más, es una cosa con- este Jesucristo Que ha conquistado aun la muerte y, por tanto, no hay nada a lo que deba tener miedo.

(vi) El nuevo nacimiento del cristiano le introduce en la integridad (1Jn_2:29 ; 1Jn_3:9 ; 1Jn_5:18 ). Por este nuevo nacimiento es purificado de sí mismo, de los pecados que le encadenaban y de los hábitos que le dominaban; y recibe un poder que le permite caminar en integridad. Eso no es decir que el nacido de nuevo ya no peca más; pero sí que cada vez que caiga recibirá poder y gracia para levantarse otra vez.

(vii) El nuevo nacimiento del cristiano le introduce en el amor (1Jn_4:7 ). Como el Don de Dios está en él, es limpiado de toda la amargura del resentimiento esencial de la vida egocéntrica, y hay en él algo del amor sacrificial y perdonador de Dios.

(viii) Por último, el nuevo nacimiento del cristiano le introduce en la victoria (1 Jua_5:4 ). La vida deja de ser derrota y empieza a ser victoria sobre el yo y el pecado y las circunstancias. Como la vida de Dios está en el cristiano, aprende el secreto de la vida victoriosa.

Además, el cristiano ha recibido una gran herencia. Aquí tenemos una palabra con una gran historia, porque es la palabra que se usa corrientemente en Antiguo Testamento griego para la herencia de Canaán, la Tierra Prometida. Una y otra vez se habla en el Antiguo Testamento de la tierra que Dios le ha dado a Su pueblo por heredad para que la tome en posesión (Deu_15:4 ; Deu_19:10 ). Para nosotros herencia tiende a querer decir algo que será nuestro en el futuro; pero la Biblia usa esta palabra en el sentido de una posesión segura. Para los judíos, la gran posesión definitiva era la Tierra Prometida, convicción que no ha dejado de producir problemas hasta el tiempo presente.

Pero la herencia cristiana es algo aún mayor. Pedro usa tres palabras que presentan tres cualidades que la describen. Es imperecedera (afthartós). Esta palabra quiere decir imperecedera, pero también indestructible por ejércitos invasores. Muchas veces Palestina había sido arrasada por ejércitos extranjeros, que habían guerreado para conquistarla, o despojarla, o destruirla. Pero el cristiano posee una paz y un gozo que ningún ejército invasor puede asolar ni destruir. Es incorruptible. La palabra original es amíantos, y el verbo miainein del que deriva quiere decir contaminar con impureza impía. Muchas veces Palestina había sido corrompida por el culto falso a dioses falsos (Jer_2:7; Jer_2:23; Jer_3:2; Eze_20:43). Las cosas que contaminaban habían dejado su impronta en la Tierra Prometida; pero el cristiano tiene una pureza que no puede infectar el pecado del mundo. Es inmarcesible (amárantos). En la Tierra Prometida, como en cualquier otra, hasta la florecilla más preciosa se rompe y muere. Pero el cristiano ha sido elevado a un mundo en el que no hay cambio ni caducidad, y en el que su paz y gozo están fuera del alcance de las suertes y las fases de la vida.

¿Cuál es, entonces, esa heredad que posee el cristiano nacido de nuevo? Puede que haya muchas respuestas secundarias a esa pregunta, pero sólo una primaria: la heredad del cristiano es Dios mismo. El salmista lo dijo: " El Señor es la porción de mi herencia y de mi copa... y es hermosa la heredad que me ha tocado» (Sal_16:5). Dios era su porción para siempre (Sal_73:23-26). «Mi porción es el Señor, dijo mi alma; por tanto, en Él esperaré» (Lam_3:24).

Porque el cristiano es la posesión de Dios y Dios es la posesión del cristiano, éste tiene una herencia imperecedera, incontaminable e inmarcesible.

La heredad del cristiano, la plenitud del gozo de Dios, le espera en el Cielo; y de esto tiene Pedro dos grandes cosas que decir.

(i) En nuestro viaje a través del mundo hacia la eternidad somos protegidos por el poder de Dios mediante la fe. La palabra que usa Pedro para proteger (frurein) es una palabra militar. Quiere decir que nuestra vida está guarnecida por Dios, y que Él es el centinela que nos guarda todos nuestros días. El que tiene fe, nunca duda, aunque no pueda verle con los ojos de la cara, que Dios está presente entre las sombras, montando la guardia sobre los Suyos. No es que Dios los libre de los problemas y los dolores de la vida, sino que nos capacita para que los conquistemos y sigamos adelante.

(ii) La Salvación final se revelará al final del tiempo. Aquí tenemos dos concepciones que están a la base del pensamiento del Nuevo Testamento. En él se habla frecuentemente del último día o de los últimos días o del tiempo del fin. Por detrás de todo esto está la manera en que los judíos dividían la Historia en dos edades: la presente, que está totalmente bajo el dominio del mal, y la por venir, que será la edad de oro de Dios. Entre las dos vendría el Día del Señor, cuando el mundo sería destruido y rehecho y tendría lugar el Juicio Final. Ese tiempo intermedio es el de los últimos días o el tiempo del fin en que el mundo tal como lo conocemos llegará a su fin.

No se nos ha concedido saber cuándo llegará ese tiempo ni qué pasará entonces; pero podemos reunir lo que el Nuevo Testamento nos dice sobre este tema.

(i) Los primeros cristianos creían que ya estaban viviendo en los últimos días. " Hijitos, ya es el último tiempo» -les dice Juan a los suyos (1Jn_2:18). El autor de Hebreos habla de la plenitud de la Revelación que ha venido a la humanidad en Cristo " en estos postreros días» (Heb_1:2). Los primeros cristianos veían que Dios había invadido ya el tiempo, y el fin era inminente.

(ii) Los postreros días habría un derramamiento del Espíritu de Dios sobre las personas (Hec_2:17). Los primeros cristianos vieron el cumplimiento de esa esperanza el día de Pentecostés, y a la Iglesia llena del Espíritu Santo.

(iii) Era la convicción normal de la Iglesia Primitiva que, antes del fin, los poderes del mal lanzarían un último ataque, y que surgirían toda clase de falsos maestros (2 Timoteo_3:1 ; 1Jn_2:18 ; Jud_1:18 ).

(iv) Los muertos resucitarían. Jesús prometió que al final resucitaría a los Suyos (Jua_6:39   44, 54; 11:24).

(v) Inevitablemente, habría un tiempo de juicio cuando la justicia de Dios se impondría, y Sus enemigos recibirían su justa condenación y castigo (Jua_12:48 ; Stg_5:3 ).

Tales son las ideas de los autores del Nuevo Testamento cuando hablan del tiempo del fin o de los últimos días.

Sin duda para muchos ese sería un tiempo de terror; pero para los cristianos no era de terror, sino de liberación. La palabra sózein quiere decir salvar en mucho más que un sentido teológico. Es la palabra corriente para rescatar de un peligro y sanar de una enfermedad. En el Nuevo Testamento sózein, salvar, y sótéría, salvación, tienen cuatro campos de significación diferentes pero íntimamente relacionados:
 (a) Describen liberación de un peligro (Mat_8:25).
 (b) Describen liberación de enfermedad (Mat_9:21).
 (c) Describen la liberación de la condenación de Dios (Mat_10:22 ; Mat_24:13 ).

(d) Describen liberación de la enfermedad y el poder del pecado (Mat_1:21). La Salvación es una realidad que tiene muchos aspectos: liberación de peligro, de enfermedad, de la condenación y del pecado. Es eso, y nada menos que eso, lo que el cristiano espera en el tiempo del fin. 

¡Maranatha!