} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 03/01/2017 - 04/01/2017

lunes, 27 de marzo de 2017

SALMO 90


Salmo 90:1-17 Oración de Moisés Varón de Dios. Señor, tú nos has sido refugio en generación y en generación.
   Antes que naciesen los montes y formases la tierra y el mundo, y desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios.
   Vuelves al hombre hasta ser quebrantado, y dices: Convertíos, hijos de los hombres.
   Porque mil años delante de tus ojos, son como el día de ayer, que pasó, y como la vela de la noche.
   Los haces pasar como avenida de aguas; son como sueño; a la mañana está fuerte como la yerba,
   que a la mañana florece, y crece; a la tarde es cortada, y se seca.
   Porque con tu furor somos consumidos, y con tu ira somos conturbados.
   Pusiste nuestras maldades delante de ti, nuestros yerros a la lumbre de tu rostro.
   Porque todos nuestros días declinan a causa de tu ira; acabamos nuestros años según la palabra.
   Los días de nuestra edad son setenta años; y de los más valientes, ochenta años, y su fortaleza es molestia y trabajo; porque es cortado presto, y volamos.
   ¿Quién conoce la fortaleza de tu ira? Que tu ira no es menor que nuestro temor.
   Para contar nuestros días haznos saber así, y traeremos al corazón sabiduría.
   Vuélvete a nosotros, oh SEÑOR: ¿hasta cuándo? Y aplácate para con tus siervos.
   Sácianos de mañana de tu misericordia; y cantaremos, y nos alegraremos todos nuestros días.
   Alégranos conforme a los días que nos afligiste, y los años en que vimos el mal.
   Aparezca en tus siervos tu obra, y tu gloria sobre sus hijos.
   Y sea la hermosura del SEÑOR nuestro Dios sobre nosotros; y enderezca sobre nosotros la obra de nuestras manos, la obra de nuestras manos enderezca.

                                                                                   (La Biblia de Casiodoro de Reina 1569)

Éste Salmo es una oración de Moisés  contrastando las flaquezas del hombre con la eternidad de Dios, el escritor lo llora como el castigo del pecado, e implora el retorno del favor divino. No hay situación que encaje mejor con este Salmo que la de Moisés durante los años agobiantes de alejamiento divino (Números 14:34). Es un Salmo hermoso, conmovedor y realista, que encara nuestras inseguridades y nos ofrece una solución y una esperanza.
Estos versículos comienzan con una referencia al tiempo en que se fija la vida humana, de generación en generación, y termina con la extensión eterna de la vida de Dios desde la eternidad hasta la eternidad. Con este panorama del tiempo y la eternidad contamos con una dirección fija. El “ha probado ser nuestra morada”. Unidos a él, gozamos de permanencia. ¡Con cuánto sentimiento pudiera Moisés haber dicho esto!
 El favor y la protección de Dios son el único reposo y consuelo seguro del alma en este mundo vil. Cristo Jesús es el refugio y la morada en la cual podemos recogernos.
Somos criaturas moribundas, todas nuestras consolaciones en el mundo están moribundas, pero Dios es el Dios eterno y los creyentes lo hallan como tal. La mente humana no alcanza la trascendencia ilimitada de Dios tanto en tiempo como en poder y en espacio. Este es el Dios que ha sido fiel en nuestra experiencia y a través de generaciones.
Durante 40 años Moisés observó con tristeza cómo el tiempo, cual arroyo que constantemente se lleva el agua, se ha ido llevando a todos sus hijos (Números 14:23, 29; Deuteronomio. 2:14–16) y reconoció detrás de lo que vio la temible realidad de la ira de Dios contra el pecado. Pero la verdad que expresó se aplica a toda la humanidad: amenazada por la inestabilidad  y destrozada por la ira. Es por la acción de Dios que sufrimos la inseguridad de lo transitorio. Es por su mandato (Génesis 3:19) que volvemos al polvo, un destino inescapable, pues  aun los que vivían cerca de un milenio (Génesis. 5) morían como los demás y para todos por igual el pasto nuevo de la mañana es la vegetación seca del atardecer.
 ¿Por qué debe ser así? ¿Por qué una especie destinada a comer del árbol de la vida y vivir para siempre (Génesis. 2:16; 3:22) se deshace en polvo y duerme en la muerte? El porque al principio del versículo 7 da la respuesta: ¡furor … ira divina contra maldades …  pecados secretos, ira! ¿Es sencillamente el producto de un espíritu incurablemente melancólico decir que la vida termina con un suspiro  y que la prolongación de la vida sólo significa la prolongación del mal, de las aflicciones? Por supuesto que hay otros aspectos de la vida, pero cuando nos detenemos a analizar, el común denominador de la humanidad es la triste realidad de vidas arruinadas por el pecado, que deben ineludiblemente rendir cuentas al Dios que odia el pecado Se muestra el gran contraste entre Dios y el hombre.

En comparación con el poder de Dios, el hombre es un granito de arena, y asimismo en cuanto a durabilidad. Pero la gran masa de seres humanos no se da cuenta de lo pasajero que son porque están tan ocupados con este mundo. Si pueden levantar la vista a una perspectiva más amplia cambiarán sus valores. 2Pedro 3:8; sencillamente muestra el gran contraste entre Dios y el hombre. No es que Dios no tenga consciencia del tiempo o de la sucesión de hechos, el salmista dice que nuestros tiempos están en su mano; él está consciente de nuestro tiempo. Las aflicciones de los santos suelen provenir del amor de Dios, pero los reproches para los pecadores y los creyentes por sus pecados deben considerarse procedentes del desagrado de Dios. Los pecados secretos son conocidos por Dios, y serán tratados. Véase la necedad de quienes tratan de tapar sus pecados, porque no pueden hacerlo.
Cuando pasan nuestros años no pueden recordarse más que las palabras que hablamos. Toda nuestra vida es extenuante y problemática, y quizá sea cortada en medio de los años que contamos. Por todo esto se nos enseña a permanecer reverentes. Los ángeles que pecaron conocen el poder de la ira de Dios; los pecadores en el infierno la conocen, pero, ¿quién de nosotros puede describirla plenamente? Pocos la consideran con la debida seriedad. Quienes se burlan del pecado y toman a Cristo a la ligera, con seguridad no conocen el poder de la ira de Dios. ¿Quién de nosotros puede habitar con ese fuego consumidor?
El problema del hombre no consiste solamente en su debilidad, sino también en su enemistad con Dios. El salmista reconoce que toda la humanidad cae bajo la ira de Dios porque todos han pecado.
Es por medio de la oración que podemos vencer el poder desintegrador del pecado, por medio de la oración que volamos al Dios a quien hemos ofendido, por medio de la oración hacemos nuestro refugio  en él. Esta era la manera de actuar de Moisés (Éxodo 15:25; 17:4; 32:31, 32; Números 13–19). Existen cuatro aspectos de la oración para preservar la especie en peligro de extinción: reconocer lo limitado de nuestro tiempo de manera que lo usemos con sabiduría; clamar pidiendo la compasión de un Dios reconciliado; contrarrestar el marchitarse de la vida con una nueva mañana llena de su misericordia que no cambia en todos nuestros días; esperar en Él para que llene la vida de alegría que de otra manera hubiera sido de aflicción. Estos son los cuatro muros fuertes de nuestro refugio eterno en Dios: él es nuestra sabiduría (1 Corintios 1:30), nuestro perdón (Isaías. 55:7), nuestra estabilidad a lo largo de nuestros días, nuestra renovación.

Cuando, por enfermedad u otras aflicciones, Dios lleva a los hombres a la destrucción, los llama a que vuelvan a Él, arrepintiéndose de sus pecados y viviendo una vida nueva.  El castigo de Dios sobre la humanidad debe dirigir a los seres humanos hacia el temor de Dios
Mil años nada son para la eternidad de Dios: entre un minuto y un millón de años hay cierta proporción; entre el tiempo y la eternidad no la hay. Todos los sucesos de mil años, sean pasados o venideros, son más presentes para la mente eterna que lo hecho en la hora recién pasada para nosotros. Moisés nos recuerda que mil años son como un día para el Señor. El tiempo no limita a Dios. Es muy fácil desalentarse cuando pasan los años y el mundo no mejora. Debido a que no podemos ver hacia el futuro, a veces nos preguntamos si Dios lo puede ver. Pero no cometa el error de suponer que Dios tiene las mismas limitaciones que nosotros. A Él no lo limita el tiempo de ninguna manera. Podemos depender de Dios porque Él es eterno. Dios conoce nuestros pecados como si los tuviera extendidos ante El, incluso los pecados secretos. No necesitamos ocultar nuestros pecados ante Él porque podemos hablarle abierta y sinceramente. Pero aun cuando conoce toda esa terrible información de nosotros, sigue amándonos y quiere perdonarnos. Esto, en lugar de asustarnos y llevarnos a encubrir nuestros pecados, nos debería alentar a acercarnos más a Él.

 En la resurrección, el cuerpo y el alma regresarán ambos y volverán a unirse. 
Pero muy pocos han aprendido a “contar sus días”, y no se dan cuenta de lo efímero de su vida. Hoy pueden medir la distancia al sol y la luna y a las estrellas y la cantidad exacta de tiempo para que la luz llegue de ellas, pero no han aprendido a contar sus propios días. Solamente Dios puede dar la sabiduría para contar, o evaluar, o juzgar, nuestros días; sólo Dios puede hacernos entender la realidad. Percatarnos de que la vida es corta nos ayuda a utilizar el poco tiempo que tenemos de una manera sabia. Nos ayuda a centrarnos en usar la vida para un bien eterno. Dedique tiempo para contar sus días al preguntar: "¿Qué quiero que suceda en mi vida antes de morir? ¿Qué pequeño paso puedo dar hoy hacia ese propósito?"

El tiempo pasa sin que lo notemos, como los hombres dormidos; cuando es pasado, ya es como nada. Es una vida corta y velozmente pasajera como las aguas de la inundación. El hombre solo florece como la hierba, que se marchita cuando llega el invierno de la vejez, pero puede ser cortado por la enfermedad o el desastre.
la mañana es tradicionalmente el tiempo para buscar a Dios. El salmista dice que si Dios, al principio del día, nos inunda con su misericordia, podemos cantar y alegrarnos, pues sólo Dios puede dar una base para gozo verdadero.
Quienes aprenden la sabiduría divina deben orar por la instrucción divina, deben implorar que el Espíritu Santo les enseñe; y por el consuelo y el gozo en las retribuciones del favor de Dios. Oran por la misericordia de Dios, porque no pretenden alegar méritos propios. Su favor será una fuente plena de goces futuros. Será una compensación suficiente por las penas anteriores. La gracia de Dios en nosotros produzca la luz de las buenas obras. Las consolaciones divinas pongan alegría en nuestros corazones y resplandor en nuestro semblante. La obra de nuestras manos confirma; y para eso, confírmanos en ella. En lugar de desperdiciar nuestros preciosos días pasajeros persiguiendo fantasías, que dejan a los poseedores por siempre pobres, busquemos el perdón de pecados y una herencia en el cielo. Oremos que la obra del Espíritu Santo pueda manifestarse en la conversión de nuestro corazón y se vea en nuestra conducta la belleza de la santidad.

El salmista no apela a ninguna justicia propia, reconoce que necesita la misericordia de Dios. Pero sabe que cuando se manifieste la obra de Dios en tus siervos el resultado será gozo, firmeza y el establecimiento de la obra de nuestras manos.
Aunque mucho del Salmo tiene tono triste, empieza y termina con confianza en Dios. Se destaca el contraste entre la eternidad de Dios y lo pasajero del hombre.

El propósito es que Dios tenga misericordia, que no olvide que el hombre es tan pasajero, que actúe ahora. Porque nuestros días están contados, queremos que nuestro trabajo cuente. Queremos ser eficaces y productivos. Deseamos ver revelado ahora el plan eterno de Dios y que nuestra obra refleje su permanencia. Si nos sentimos insatisfechos con esta vida y todas sus imperfecciones, recuerda que nuestro deseo de ver nuestra obra establecida está delante de Dios. Pero nuestro deseo puede satisfacerse únicamente en la eternidad. Hasta entonces debemos seguir amando y sirviendo a Dios.


El Salmo finaliza como comenzara refiriéndose al Señor, “el Soberano”  y a las generaciones que van pasando. Empezó afirmando que podemos encontrar permanencia refugiándonos en Él; termina orando que visite a nuestros hijos en su esplendor y a nosotros en su “hermosura”. No sólo se brinda Él a nosotros; se da a sí mismo a nosotros. Nosotros que estamos atrapados en el pasar de las generaciones, en lo transitorio de la vida, en los sombríos vaivenes de la ira divina, somos hechos partícipes de la naturaleza divina (2 Pedro 1:2–4) en toda su gloria y hermosura.

domingo, 26 de marzo de 2017

JESUCRISTO EN EL TRONO A LA DERECHA DE DIOS




Hebreos 1:1-4 Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,
   en estos postreros tiempos nos ha hablado por el Hijo, al cual constituyó por heredero de todo, por el cual asimismo hizo los siglos;
   el cual siendo el resplandor de su gloria, y la misma imagen de su sustancia, y sustentando todas las cosas con la palabra de su potencia, habiendo hecho la purgación de nuestros pecados por sí mismo, se sentó a la diestra de la majestad en las alturas,
   hecho tanto más excelente que los ángeles, por cuanto alcanzó por herencia más excelente nombre que ellos.
(La Biblia de Casiodoro de Reina 1569)

La idea básica de esta carta a los Hebreos, es que sólo Jesucristo trae a los hombres la Revelación completa de Dios, y que sólo Él nos capacita para entrar a la misma presencia de Dios. El autor empieza contrastando a Jesús con los profetas de tiempo antiguo. Dice que Él vino al final de estos días que estamos viviendo. Los judíos dividían todo el tiempo en dos edades: la presente, y la por venir. Entre ambas colocaban el Día del Señor. La edad presente era totalmente mala; la edad por venir iba a ser la edad de oro de Dios. El Día del Señor sería como los dolores de alumbramiento de la nueva era. Así es que el autor de Hebreos dice: "El tiempo antiguo está pasando; la era de lo fragmentario ha terminado; ha llegado a su final el tiempo del suponer y del andar a tientas; la nueva era, la edad de oro de Dios ha amanecido con Jesucristo.» Ve entrar el mundo y el pensamiento de los hombres, como si dijéramos, en un nuevo principio con Cristo. Con Jesús, Dios ha entrado en la humanidad, la eternidad ha invadido el tiempo y nada puede ser ya como era antes.
La Epístola a los Hebreos describe en detalle cómo Jesucristo no solo cumple las promesas y las profecías del Antiguo Testamento, sino también cómo Jesucristo es mejor que todo el sistema de pensamiento judío. Los judíos aceptaron el Antiguo Testamento, pero muchos de ellos rechazaron a Jesús como el Mesías por tanto tiempo anhelado. Los destinatarios de esta carta dan la impresión de haber sido judíos cristianos. Dios habló a su pueblo antiguo en diversos tiempos, en generaciones sucesivas y de maneras diversas, como le pareció apropiado; a veces, por instrucciones personales, a veces por sueños, a veces por visiones, a veces por influencia divina en la mente de los profetas. Tenían un buen conocimiento de las Escrituras y habían profesado su fe en Cristo. Ya sea debido a la duda, a la persecución o a la falsa enseñanza, pudieron haber estado en peligro de abandonar su fe cristiana y regresar al judaísmo.
Esta primera gran sección de la carta quiere animarnos a prestar cada vez más atención al mensaje de salvación de la nueva alianza. Como más adelante se desprende de una palabra de censura, los cristianos interpelados se han hecho «torpes de oído»
 La palabra de Dios ha perdido para ellos el atractivo de lo nuevo y digno de consideración. Son cristianos de la segunda generación, algunos de los cuales, quizá ya desde su juventud asistieron al culto en común y oyeron predicar con frecuencia.
Cada profeta, de su propia experiencia de la vida y de su experiencia de Israel, había captado y expresado un fragmento de la verdad de Dios. Ninguno había abarcado la totalidad del orbe de la verdad. Pero en el caso de Jesús era diferente: Él no era un fragmento de la verdad, ni siquiera el más nuevo, sino la Verdad total. En Él Dios mostraba, no algún aspecto de Su carácter, sino la totalidad de Su Ser.

 ¿Logrará la predicación, la exhortación de la carta a los Hebreos, vencer la desgana y la indiferencia de los cristianos -nuestra indiferencia- y hacer que vuelva a prestarse oído a la palabra de Dios?
Dios no puede revelar más de lo que la humanidad puede comprender. Su Revelación tiene que pasar por las mentes y los corazones de las personas. Eso es exactamente lo que vio y dijo el autor de Hebreos.

 La revelación del evangelio supera a la anterior en excelencia por ser una revelación que Dios ha hecho por medio de su Hijo. Al contemplar el poder, la sabiduría y la bondad del Señor Jesucristo, contemplamos el poder, la sabiduría y la bondad del Padre; la plenitud de la Deidad habita no sólo como en un tipo o en una figura, sino realmente en Él. Cuando, en la caída del hombre, el mundo fue despedazado bajo la ira y la maldición de Dios, el Hijo de Dios emprendió la obra de la redención, sustentándolas por su poder y bondad todopoderosa.
De la gloria de la persona y el oficio de Cristo, pasamos a la gloria de su gracia. La gloria y naturaleza de su Persona, dio a sus sufrimientos tal mérito que eran satisfacción plena para la honra de Dios, que sufrió un daño y afrenta infinitas por los pecados de los hombres. Nunca podremos estar suficientemente agradecidos que Dios nos haya hablado de la salvación en tantas formas y con claridad creciente, a nosotros, pecadores caídos. Que Él mismo nos haya limpiado de nuestros pecados es un prodigio de amor superior a nuestra capacidad de admiración, gratitud y alabanza.
 El libro de Hebreos relaciona el poder salvador de Dios con su poder creador. En otras palabras, el poder que le dio existencia al universo e hizo que se mantuviera funcionando es el mismo poder que quita (provee purificación para) nuestros pecados. Cuán erróneo es pensar que Dios no pueda perdonarnos. No hay pecado demasiado grande que el Rey del universo no pueda quitar. Dios puede perdonar y nos perdonará cuando nos acercamos a Él por medio de su Hijo. La frase se sentó significa que se terminó la obra. El sacrificio de Cristo fue terminante.

Los judíos familiarizados con esas historias no tenían dificultad para creer que Dios todavía seguía revelando su voluntad, pero les resultó asombroso pensar que Dios se había revelado por medio de su Hijo, Jesucristo. Él es el cumplimiento y la culminación de las revelaciones de Dios a través de los siglos. Cuando lo conocemos, tenemos todo lo que necesitamos para ser salvos de nuestro pecado y tener una perfecta comunión con Dios.
 No solo Jesucristo es la imagen misma de Dios, sino también es Dios mismo; el Dios que habló en la época del Antiguo Testamento. Es eterno; tuvo parte con el Padre en la creación del mundo (Juan_1:3; Colosenses_1:16). Es la plena revelación de Dios. No es posible tener una visión clara de Dios sin mirar a Cristo. Él es la manifestación perfecta de Dios en un cuerpo humano.
El nombre más excelente que heredó Jesucristo es "Hijo de Dios". Ese nombre otorgado por el Padre es superior a los nombres y títulos de los ángeles.
 Los falsos maestros en muchas de las primeras iglesias enseñaban que solo era posible comunicarse con Dios por medio de los ángeles. En lugar de adorar a Dios directamente, los seguidores de esas herejías reverenciaban a los ángeles. Hebreos denuncia con claridad tales enseñanzas como falsas. Algunos enseñaban que Jesucristo era el ángel de mayor rango de Dios. Pero Jesucristo no es un ángel superior; y de todos modos, no se debe adorar a los ángeles (Colesenses_2:18, Apocalipsis_19:1-10). Jesucristo es Dios. Solo Él es digno de nuestra adoración.


 ¡Maranatha!

viernes, 24 de marzo de 2017

EL SERMÓN DEL MONTE 26


Mateo 6:13  Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el Reino, y la potencia, y la gloria, por todos los siglos. Amén.
(La Biblia de Casiodoro de Reina 1569)

             Rogamos a Dios que no nos lleve a la tentación, al peligro de pecar. Difícilmente se concibe que pueda pedirse que seamos preservados de las tentaciones del mundo en el sentido usual. Esta preservación es imposible, ya que vivimos en medio del mundo. Tampoco nos conviene, ya que por medio de las tentaciones debemos ser confirmados. Aquí se trata de una tentación muy determinada. Es la misma, para la que Jesús fue llevado al desierto: la tentación de la apostasía, de la recusación de Dios, es decir, en último término la de reconocer la soberanía de Satán en vez de la soberanía de Dios. Jesús ha salido airoso de esta tentación, y ha sido probado en ella. Pero ya para los apóstoles Jesús tiene que rogar que no entren en la tentación en la hora amarga del huerto de los olivos. Aquí se trata del conjunto. Nuestra petición de ser protegidos contra esta gran tentación tiene que ser apremiante y sincera. Con todo ignoramos si podemos resistir a la tentación y si somos capaces de hacer frente a la embestida del adversario. Si todavía nos mantenemos firmes en la gracia de Dios, puede ser debido a que ha vuelto a atender nuestro ruego manifestado muy a menudo.

  Si queremos que Dios nos perdone, debemos querer también abstenernos del pecado, y hacer todo lo posible por no caer en tentación. Debemos cooperar con la oración. Estamos observando que en toda petición que hagamos a Dios, tenemos que poner nuestra parte. Mateo_26:41, "Velad y orad, para que no entréis en tentación".

              ¿Qué significa la palabra "tentación"?
            A oídos modernos la palabra tentar siempre tiene un mal sentido; siempre quiere decir tratar de inducir al mal. Pero en la Biblia, el verbo peirazein se traduciría mejor por la palabra probar que por tentar. En el Nuevo Testamento, tentar a una persona no es tanto tratar de inducirla al pecado como probar su fuerza y su lealtad y su habilidad para el servicio. Las pruebas son buenas y necesarias (Santiago_1:2-3; Romanos_5:3-5; 2Corintios_12:8-10). Así es que hay pruebas buenas, como también hay tentaciones malas de Satanás.
       En el Antiguo Testamento tenemos el relato de cuando Dios probó la lealtad de Abraham haciendo que le demandaba el sacrificio de su hijo único Isaac. En la antigua versión Reina Valera la historia empezaba: "Y aconteció después de estas cosas, que tentó Dios a Abraham» (Génesis_22:1). Está claro que aquí la palabra tentar no puede querer decir que Dios tratara de inducir a Abraham al pecado. Quiere decir más bien poner a prueba su lealtad y obediencia. Cuando leemos el relato de las tentaciones de Jesús, vemos que empieza: «Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo» (Mateo_4:1). Si tomamos aquí la palabra tentar en el sentido de inducir al pecado, hacemos al Espíritu Santo un cómplice en la conspiración de obligar a Jesús a pecar. Una y otra vez en la Biblia encontraremos que la palabra tentar contiene la idea de probar por lo menos tanto como la idea de tratar de hacer caer en pecado.
Así es que aquí tenemos una de las grandes verdades preciosas acerca de la tentación. La tentación no está diseñada para hacernos caer, sino para hacernos más fuertes y mejores personas; no para hacernos pecadores, sino para santificarnos. Puede que fallemos en la prueba, pero no es eso lo que se pretende. Se espera que surjamos más fuertes y más puros. En cierto sentido la tentación no es el castigo de haber nacido, sino la gloria de ser una persona humana. Cuando se va a usar un metal en un gran proyecto de ingeniería se somete a tensiones y presiones muy por encima de las que se supone que tendrá que soportar nunca. Así tiene que ser probada una persona antes de que Dios pueda usarla totalmente en Su servicio.
Dios no es "socio" de nadie en el pecado. (Adán dijo, "Esta mujer que tú me diste...”, y desde entonces muchos pecadores quieren culpar a Dios o a otros por sus pecados), pero dice Ezequiel_18:4; Ezequiel_18:20 que "el alma que pecare, esa morirá".

  Dios permite que el hombre se someta a pruebas.
 Muchos textos lo enseñan: Lucas_22:28, "vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas". Hechos_20:19, "sirviendo al Señor con toda humildad, y con muchas lágrimas, y pruebas". 1Pedro_1:6-7, "aunque... tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe... sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo". Santiago_1:2; Santiago_1:12 "tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas... Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida".  
  Dios permitió que Satanás probara a Job... y a Pedro (Lucas_22:31, "Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo")... y a Pablo (2Corintios_12:7, "me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás"). Así es que aunque Dios no nos tienta (no nos seduce a pecar), El sí permite que nosotros seamos probados para nuestro propio bien, porque cuando hayamos resistido la prueba, recibiremos la corona de vida (Santiago_1:12).
Todo esto es cierto; pero también lo es que la Biblia nunca pone en duda la existencia de un poder del mal en el mundo. La Biblia no es un libro especulativo, y no discute el origen de ese poder del mal; pero sabe que está ahí.   La Biblia no considera el mal como un principio abstracto o como una fuerza impersonal, sino como un poder activo y personal en oposición a Dios.
El desarrollo de la idea de Satanás en la Biblia es de gran interés. En hebreo, la palabra satán quiere decir simplemente un adversario. Se usa a menudo de seres humanos. El adversario de una persona es su satán. Los filisteos tenían miedo de que David se volviera su satán (1Samuel_29:4); Salomón declara que Dios le ha dado tanta paz y prosperidad que no queda ningún satán que se le oponga (1Reyes_5:4); David considera a Abisai su satán (2Samuel_19:22). En todos estos casos satán quiere decir un adversario o un enemigo. De ahí la palabra satán pasa a significar uno que presenta acusaciones en un juicio contra otro. De ahí, por así decirlo, esta palabra deja la Tierra y se va al Cielo. Los judíos tenían la idea de que en el Cielo había un ángel que estaba a cargo de establecer el juicio contra una persona, una especie de ángel fiscal: y esa llegó a ser la visión de Satán. En esa etapa, Satán no es un poder malvado, sino parte de la judicatura celestial. En Job_1:6, Satán se menciona entre los hijos de Dios: "Un día acudieron a presentarse delante del Señor los Hijos de Dios, y entre ellos vino también Satán.» En esta etapa, Satán es el fiscal celestial correspondiente a la raza humana.

Pero no hay tanto trecho entre presentar el caso contra una persona y urdir un caso contra una persona. Y ese es el siguiente paso. El otro nombre de Satán, o Satanás, es el Diablo; y Diablo viene de la palabra griega Diábolos, que es la palabra corriente para un calumniador. Así es como Satán llega a ser el Diablo, el calumniador por excelencia, el adversario de la humanidad, el poder que se propone hacer fracasar los propósitos de Dios y destruir a la humanidad. Satán llega a representar todo lo que está en contra de la humanidad y de Dios. De ese poder destructor es del que Jesús nos enseña a pedirle a Dios que nos libre. El origen de ese poder no se discute; no se presentan especulaciones. Como alguien ha dicho: «Si uno se despierta y ve que la casa está ardiendo, no se sienta en un sillón para escribir o leer un tratado sobre el origen del incendio en las casas particulares, sino aplica todo su conocimiento y habilidad a extinguir el fuego y salvar su hogar.» Así que la Biblia no pierde el tiempo con especulaciones acerca del origen del mal, sino nos equipa para pelear la batalla contra el mal que está sin duda ahí.

  ¿En qué sentido, pues, nos mete Dios en tentación?

  Dios nos dirige cada día. Somos guiados y cuidados por la providencia de Dios. Nuestra vida está en sus manos. Nuestro "destino" no está en la astrología (el "horóscopo"). No somos víctimas de buena suerte o mala suerte.

  Son necesarias las pruebas. Los textos citados arriba (y otros muchos) indican claramente que son muy necesarias las pruebas para nuestro crecimiento y desarrollo espiritual. Son disciplina para nosotros (Hebreos_12:5-11). Es por esto que debemos regocijarnos cuando caemos en diversas pruebas (Romanos_5:3). "Pero si estáis sin disciplina (pruebas)... entonces sois hijos ilegítimos y no hijos verdaderos" (Hebreos_12:8).

  Hay salida de cada tentación.  Pero la tentación no viene sólo de fuera de nosotros; algunas veces también viene de nuestro interior. Si no hubiera nada en nosotros a lo que la tentación pudiera apelar, entonces sería incapaz de vencernos. En cualquiera de nosotros hay un punto débil; y es a ese al que la tentación lanza su ataque.
El punto vulnerable es distinto en todas las personas. Lo que es una tentación rabiosa para uno, no le afecta para nada a otro. 1Corintios_10:13, "No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar". Por ejemplo, la salida de la tentación de fornicación es el matrimonio. 1Corintios_7:2, "pero a causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido".
La vida está siempre en el punto de mira de la tentación; pero ningún enemigo se puede lanzar a una invasión si no cuenta con una cabeza de puente. ¿Dónde encuentra la tentación su cabeza de puente? ¿De dónde proceden nuestras tentaciones? Si estar advertido es estar preparado; y si sabemos de dónde es probable que venga el ataque, tendremos más posibilidades de vencer.
  Algunas veces el ataque de la tentación nos llega de fuera de nosotros. Hay personas que son una mala influencia. Otras, en cuya compañía sería sumamente difícil hasta sugerir una acción deshonesta; y otras en cuya compañía seria de lo más fácil hacer lo que no se debe.
Hay amistades y compañías que nos pueden hacer mucho daño en un mundo tentador, cada persona debe tener cuidado cuando escoge sus amigos y la sociedad en que se va a mover. Se les deben dar a las tentaciones que vienen de fuera, cuantas menos oportunidades, mejor.
   Uno de los trágicos hechos de la vida es que las tentaciones nos pueden venir de los que nos aman; y esas son las tentaciones más difíciles de resistir. Vienen de personas que nos quieren, y que no tienen la menor intención de hacernos daño.
Puede que uno sepa que debería seguir un cierto plan de acción; puede que sienta una verdadera vocación por una cierta carrera; pero el seguir ese impulso puede suponer impopularidad y riesgo; el asumir esa vocación puede llevar consigo renunciar a todo lo que el mundo llama éxito. Puede suceder que, en tales circunstancias, los que aman a esa persona traten de disuadirla de actuar como ella cree que debe, y lo hagan porque la aman. Aconsejan precaución, prudencia, sensatez; no quieren verle tirar por la borda sus buenas posibilidades, y tratan de impedirle lo que ella considera que debe hacer.
Eso fue lo que le sucedió a Jesús. «Los enemigos de un hombre -dijo Jesús- serán los de su casa» (Mateo_10:36). Vinieron a tratar de llevársele a casa, porque creían que había perdido la cabeza. (Marcos_3:21). Les parecía que estaba echando a perder su vida y su carrera; les parecía que estaba haciendo una locura, y trataron de detenerle. Algunas veces las tentaciones más amargas nos hablan con la voz del amor.
  La tentación puede venir de una manera muy extraña, especialmente a los jóvenes. Casi todos nosotros tenemos una extraña manía que, por lo menos en cierta compañía, nos mueve a parecer peores de lo que somos. No queremos parecer blandos ni beatos. Antes preferiríamos parecer de cuidado, aventureros peligrosos, gente de mundo y nada inocentones.
 Agustín tiene un pasaje famoso en sus Confesiones: «Entre mis iguales me daba vergüenza ser menos desvergonzado que otros cuando los oía presumir de sus maldades..: y yo me complacía, no sólo en el placer de la acción, sino en la alabanza... Me presentaba peor de lo que era, para no ser menos, y si en algo no había pecado como los más pervertidos decía que había hecho lo que no había hecho para que no se burlaran de mí.»
 Muchas personas se han permitido alguna libertad o se han metido en algún hábito por no parecer menos experimentados en las cosas del mundo que los de la pandilla con quienes iban. Una de las grandes defensas contra la tentación es sencillamente el coraje de ser auténticos.

  Velad y orad. Mateo_26:41, "Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil". Al pedir la ayuda de Dios, tenemos que poner nuestra parte. El hombre puede entrar en tentación. Muchas veces nosotros mismos nos sometemos a varias tentaciones. Leemos en  Santiago_1:14, que somos tentados cuando somos atraídos y seducidos por nuestros propios deseos malos (pasiones). 1Corintios_7:5, "No os neguéis (sexualmente) el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la oración; y volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia".
 En toda persona hay un punto débil que, si no se tiene cuidado, puede acabar con ella. En algún lugar de nuestra persona hay un fallo de temperamento, algún instinto o pasión tan fuerte que puede que en cualquier momento rompa la traílla, algún detalle de nuestra naturaleza que hace que lo que es un placer para otros sea una amenaza para nosotros. Deberíamos darnos cuenta, y no bajar la guardia.
Pero, aunque parezca extraño, la tentación viene a veces, no de nuestro punto débil, sino de nuestro punto fuerte. Si hay algo de lo que tengamos la costumbre de decir: " Eso es algo que yo no haría jamás,» ¡cuidado! Ya nos advierte la sabiduría popular: «Nunca digas: "¡De esa agua no beberé"!" .La Historia está llena de casos de castillos que se asaltaron precisamente por donde se consideraban tan inexpugnables que no, necesitaban guardia. Nada le ofrece una ocasión mejor a la tentación que el exceso de confianza. Debemos mantener la vigilancia en nuestros puntos más débiles y en los más fuertes.
  La petición, "no nos metas en tentación" significa, pues, de que Dios no nos meta en circunstancias demasiado difíciles para nosotros, y que siempre nos provea la salida de la tentación (1Corintios_10:13), y la fuerza necesaria para soportar toda prueba. Entendemos que las pruebas son necesarias, pero al mismo tiempo no queremos ser probados más allá de nuestra capacidad. Significa que pedimos a Dios que en su dirección divina no nos deje tropezar o caer; que en su dirección no nos deje formar alianzas pecaminosas (2Corintios_6:14-16); que nos ayude a huir de la idolatría (1Corintios_6:14), de la fornicación (1Corintios_6:18) de los deseos juveniles (2Timoteo_2:22), y de toda la corrupción que hay en el mundo (2Pedro_1:4). Esta petición es semejante a la petición por buena salud. "Señor, ayúdame y protégeme de accidentes y de enfermedades, para que pueda ser bueno y sano". Entonces después de orar así, hagamos todo lo posible por evitar accidentes y enfermedades. ¡Tenemos que cooperar con las oraciones!

Defensas contra la tentación
  Está la sencilla defensa de la propia dignidad. Cuando la vida de Nehemías estaba en peligro, se le sugirió que dejara el trabajo y se encerrara en el templo hasta que pasara el peligro. Y él respondió: « ¿Un hombre como yo ha de huir? ¿Y quién que fuera como yo se metería en el templo para salvar la vida? ¡No entraré!» (Nehemías_6:11). Uno puede dar la espalda a muchas cosas, pero no a sí mismo. No tiene más remedio que vivir con sus recuerdos, y el de haber perdido la dignidad es intolerable.
Está la defensa de los que amamos y nos aman. Muchos se meterían en pecado si fueran ellos los únicos que habrían de sufrir las consecuencias; pero los salva el temor al dolor que causarían a sus seres amados. Una persona podría estar dispuesta a pagar las consecuencias del pecado si no tuviera que pagarlas más que ella. Pero si se da cuenta de que su pecado les quebrantará el corazón a otros que ama, eso le será de ayuda para resistir la tentación.

Cristo tiene poder sobre Satanás y nos puede librar.
     Cristo echó fuera demonios para demostrar su poder sobre Satanás. Mateo_12:28, "si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios". Lucas_10:18, "Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo". Hebreos_2:14-15 nos libra de aquél que tenía el imperio de la muerte. Colosenses_1:13, "nos ha librado de la potestad de las tinieblas".
  Está la defensa de la presencia de Jesucristo en nuestras vidas.
Jesús no es el personaje de un libro; es una presencia viva. A veces preguntamos: « ¿Qué harías si de pronto te encontraras con que Jesús estaba a tu lado? ¿Cómo vivirías si Jesús fuera un huésped de tu casa?" Pero la realidad de la fe cristiana es que Jesucristo está a nuestro lado, y es el huésped de nuestro hogar. Su presencia es constante, y por tanto debemos llevar una vida que sea digna de que Él la vea. Tenemos una gran defensa frente a la tentación en el recuerdo de la constante presencia de Jesucristo.
 El Señor libró a Pablo varias veces, 2Timoteo_3:11; 2 Timoteo_4:18.

 Debemos cooperar con la oración. No conviene deliberadamente meternos en tentaciones, y luego esperar que Dios nos libre. Muchas tentaciones nos rodean todos los días: en el trabajo, en actividades sociales, en la escuela, y aun entre familiares. Hay persecuciones. Somos engañados por las riquezas. Siempre hay peligro de estar afanosos. Por lo tanto, el cristiano tiene que estar alerta a cada momento

  Debemos de todo corazón confiar en Dios. Si somos sinceros, y pedimos con fe, Él nos librará de todo mal.

Este ruego concluye la oración y la resume, y con él se completa el ruego de la venida del reino. Porque este reino todavía no llegó o no ha seguido adelantando, porque se le opone el poder del mal. Y el reino permanecerá así, hasta que este poder sea definitivamente quebrantado. Está muy por encima de nuestras posibilidades ser liberados de este poder. Sólo Dios puede liberarnos. Se va extinguiendo en la oscuridad la oración que empieza de una forma tan familiar y luminosa. Cada palabra tiene su peso, cada petición su necesidad especial. Se tienen que ponderar en el corazón a menudo estas palabras y hacer que su espíritu penetre profundamente. Pero también se deberían medir con la oración del Señor nuestras restantes súplicas y ruegos. Preguntarse si los deseos expresados por Jesús también figuran en nuestras otras oraciones. Preguntemos también si nuestra oración está impregnada por el mismo amplio espíritu. Aquí se da la medida. Oremos conforme a la voluntad de Dios.

EL SERMÓN DEL MONTE 25


Mateo 6:12  Y suéltanos nuestras deudas, como también nosotros soltamos a nuestros deudores. (La Biblia de Casiodoro de Reina 1569)

Antes que uno pueda hacer suya honradamente esta petición de la Oración a Dios, debe darse cuenta de que necesita hacerla. Es decir: Antes de que una persona puede hacer esta petición debe tener sentimiento de pecado. El pecado no es una palabra popular hoy en día. A los hombres y a las mujeres más bien les fastidia que los llamen, o que los traten como pecadores que merecen el infierno.
Lo malo es que casi todo el mundo tiene una idea equivocada del pecado. Están de acuerdo en que un ladrón, un borracho, un asesino, un adúltero, un blasfemo, son pecadores; pero ellos no son culpables de ninguno de estos pecados; viven una vida decente, normal y corriente, respetable y nunca han estado en peligro de que los llevaran a juicio, o a la cárcel. Por tanto creen que eso del pecado no tiene nada que ver con ellos.
He aquí una interpretación del pecado de vital importancia, pues hace que él sea una ofensa contra Dios que demanda una reparación a sus violados derechos a nuestra absoluta sujeción. Como el deudor en manos del acreedor, así es el pecador en las manos de Dios. Este concepto del pecado, en efecto, se había presentado ya en este discurso, en la advertencia de que nos reconciliásemos con nuestro adversario pronto, a fin de que no se pronunciara contra nosotros sentencia, condenándonos a encarcelamientos hasta pagar el último maravedí (Mateo 5:25, 26). Esta advertencia aparece repetidas veces en las enseñanzas subsiguientes de nuestro Señor, como en la parábola del Acreedor y sus Dos Deudores (Lucas_7:41), en la del Deudor Despiadado. Pero al agregarla a este breve modelo de oración, y como la primera de estas tres peticiones que tienen que ver con el pecado, nuestro Señor nos enseña, de la manera más enfática concebible, a considerar como principal y fundamental este concepto del pecado. Dicho concepto nos impele a buscar el perdón, el cual no quita la mancha del pecado de nuestro corazón, ni tampoco nos quita el justo temor de la ira de Dios ni las indignas sospechas de su amor, sino que aparta de la mente de Dios mismo, su desagrado contra nosotros por causa del pecado, o, para retener la comparación, borra o cancela de su “libro de memorias” todo registro contra nosotros por el pecado.
Aquí hallamos el mismo concepto tocante al pecado; solamente que ahora es transferido a la región de las ofensas hechas y recibidas entre hombre y hombre. Después de lo dicho en Mateo 5:7, no se pensará que el Señor enseñe aquí que nuestro ejercicio del perdón para con nuestro prójimo absolutamente preceda y sea la base propia del perdón de Dios para nosotros. Su enseñanza, como la de todas las Escrituras, es del todo contrario a esto. Pero así como nadie razonablemente puede imaginarse ser el objeto del perdón divino, si deliberada y habitualmente no tiene espíritu perdonador para con sus semejantes, así es una hermosa provisión el hacer que el derecho nuestro de pedir y esperar diariamente el perdón de nuestras faltas, y nuestra absolución final al entrar al reino en el gran día, sean dependientes de nuestra disposición para perdonar a nuestros semejantes, y nuestra prontitud para protestar ante el Escudriñador de corazones de que en realidad los hemos perdonado ( Marcos_11:25-26). Dios ve su propia imagen reflejada en sus hijos perdonadores; así que, pedir a Dios lo que nosotros no concedemos a los hombres, sería lo mismo que insultarle. Tanto énfasis hace nuestro Señor en esto, que inmediatamente al terminar esta oración, es éste el único punto de la oración al cual vuelve, con el fin de asegurarnos de que la actitud de Dios hacia nosotros en este asunto del perdón, será exactamente como haya sido la nuestra.

Se nos enseña a odiar y aborrecer el pecado mientras esperamos misericordia, a desconfiar de nosotros, a confiar en la providencia y la gracia de Dios para impedirnos pecar, a estar preparados para resistir al tentador, y no volvernos tentadores de los demás.
Aquí hay una promesa: Si perdonas tu Padre celestial también te perdonará. Debemos perdonar porque esperamos ser perdonados. Los que desean hallar misericordia de Dios deben mostrar misericordia a sus hermanos. Cristo vino al mundo como el gran Pacificador no sólo para reconciliarnos con Dios sino los unos con los otros.

  Sólo que aquí esta petición está condicionada. Jesús presupone que hemos ejercitado el perdón mutuo y que nos hemos perdonado nuestras recíprocas faltas. Lo que para Jesús parece evidente y la oración sólo puede ser dirigida a Dios a partir de esta certidumbre, aquí explícitamente expresada, que nos acucia en nuestra propia carne. Dios no nos lo otorga todo gratuitamente, ni reparte su gracia por así decir sin orden ni concierto. Solamente está dispuesto a tomar la carga de lo que le debemos si hemos hecho lo mismo entre nosotros. Pero entonces también sucede de hecho que podemos esperar el perdón con seguridad. Lo que en este ruego se pide a Dios, quizás es lo mayor, en cuanto se refiere a nuestra vida privada. Porque el pecado es el lastre más gravoso de nuestra vida. Así nos lo enseña nuestra propia experiencia. Sobre todo el hombre sabe que por sí solo no puede liberarse de esta carga. Necesita del médico, que es superior a él y le cuida la llaga con mano suave, sin que pueda pagar los honorarios. Sólo Dios es este médico, que no se cansa de estar dispuesto a purificarnos y curar nuestras enfermedades. En último término esta petición dirige la mirada al fin: entonces se corrobora una vez más que estamos diariamente, a través de toda nuestra vida, como culpables ante Dios. Allí esperamos la gran misericordia de Dios, que todo lo abarca, incluso los pecados que nos son desconocidos, nuestros vínculos inconscientes con la culpa, los escándalos que hemos dado a otros involuntariamente, toda la deuda de la confusa historia, de nuestros padres y pueblos. ¿Qué sería de nosotros sin esta esperanza?


domingo, 19 de marzo de 2017

EL SERMÓN DEL MONTE 24



Mateo 6:11  Danos hoy nuestro pan cotidiano. (La Biblia de Casiodoro de Reina 1569)


       Esta petición se ha tomado en un sentido puramente judío. El pan se ha tomado como el pan del Reino Celestial. Lucas nos dice que uno de los presentes Le dijo a Jesús: «¡Bienaventurado el que coma pan en el Reino de Dios» (Lucas_14:15). Los judíos tenían una idea algo extraña pero tremendamente inspiradora. Creían que cuando viniera el Mesías y amaneciera la edad de oro, habría lo que llamaban el banquete mesiánico, del que participarían los escogidos de Dios. Sería como una especie de fiesta de bienvenida que Dios ofrecía a Su pueblo. Así que, esto se ha tomado como una petición de participar en el banquete mesiánico final del pueblo de Dios.

  La palabra "pan" es palabra genérica y significa lo necesario para sostener la vida física, Génesis_3:19. Es correcto y necesario pedirlo. Dios sabe lo que nos es preciso antes que se lo pidamos. Por tanto basta la sencilla petición del pan suficiente para este día. No pedimos riqueza ni propiedades, ni la abundancia de bienes terrenos, con los que nos podríamos asegurar el tiempo futuro; pedimos lo que necesitamos, lo que nos es indispensable para vivir, para la familia. Una mirada al mundo muestra cuán realista y necesaria es esta petición, ya que son innumerables los que ni siquiera tienen lo más perentorio. La petición es sobre todo necesaria para el discípulo, que se ha dedicado por completo al servicio del reino. Su primera preocupación es la causa de Dios, y así confía en que Dios también le dará lo necesario para la vida.
El pan se ha identificado con el de la Mesa del Señor. Desde un principio, la Oración Dominical se ha conectado íntimamente con la Mesa del Señor. En los órdenes de culto más antiguos que poseemos, siempre se establecía que la Oración Dominical se dijera en algún momento de la celebración de la Comunión. De ahí que algunos hayan tomado esta petición como una oración para que se nos conceda el privilegio diario de sentarnos a la Mesa del Señor, y de comer el alimento espiritual que recibimos allí.
      El pan se ha identificado con el alimento espiritual de la Palabra de Dios, como cantamos en himnos cristianos: Así es que esta petición se ha tomado como una oración por la verdadera enseñanza, la verdadera doctrina, la verdad esencial, que están en las Escrituras y la Palabra de Dios, y que son sin duda comida para la mente y el corazón y el alma de toda persona creyente.

El pan se ha considerado que representa al mismo Jesús. Jesús se llamó a sí mismo el pan de la vida (Juan_6:33-35), y ésta se ha tomado como una oración para que podamos alimentarnos diariamente de Él, Que es el pan vivo. Así que esta petición se ha interpretado. como una oración para que también nosotros seamos animados y fortalecidos con Cristo, el pan vivo.

  Los israelitas recogían cada mañana el maná (el sexto día recogían para dos días). Cada noche al acostarse no tenían comida para otro día. Cuando algunos lo guardaron de un día para otro, crio gusanos y hedió. Se acostaban cada noche durante cuarenta años (Éxodo_16:35), totalmente dependientes de Dios para el sostén del siguiente día. Deuteronomio_8:3-4 "te sustentó con maná... para hacerte saber que no sólo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre", es decir, por la voluntad de Dios. Jesús citó este texto (Mateo_4:4), indicando que Él no dependía de pan para vivir, pues Dios podía sostenerle con o sin comida. El punto es que todos somos totalmente dependientes de Dios.

              ¿Cómo podemos pedir el pan de cada día cuando ya tenemos comida almacenada para una semana o para un mes (o más)?

              El tener una cantidad de alimento en casa no es garantía de nada. Lo que se haya acumulado se puede destruir de un momento a otro de muchas maneras.
            Muchos tienen dinero, educación, buen empleo, ahorros, inversiones, etc., pero no hay nada de seguridad en tales cosas. Vivimos porque Dios lo quiere y lo permite. Sin El no hay vida (Hechos_17:25). Debemos poner toda la confianza en El en lugar de ponerla en causas secundarias.
  ¿Cómo puede el hombre decir "dame el pan" cuando tiene que trabajar y ganar su pan con el sudor del rostro? Porque por más que el hombre trabaje, él solo nunca podría mantenerse. Dios pone los medios. El hace que el sol salga, que la lluvia caiga y que la tierra fructifique. Mateo_5:45; Hechos_17:25-28.
              El hombre tiene que trabajar (Efesios_4:28; 2Tesalonicenses_3:10), pero antes de trabajar debe pedir "Danos hoy nuestro pan" y antes de comer debe dar gracias. Tenemos que cooperar con la oración. Así es cuando pedimos la sanidad: Dios sí sana pero tenemos que hacer nuestra parte, buscando la ayuda de médicos y medicina, que también son bendiciones de Dios.
 ¡Cuán agradecidos debemos estar por sus grandes bendiciones! No conviene pedir el pan de hoy si no estamos agradecidos por el pan de ayer.
              Debemos siempre estar contentos. 1Timoteo_6:8, "Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto". Hebreos_13:5-6, "Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré; de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre". Filipenses_4:11, "he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación" (así dijo Pablo cuando estaba preso en Roma).
  Debemos ser sabios administradores de estos beneficios, practicando la frugalidad y sobriedad.
              Juan_6:12-13, Jesús alimentó a los cinco mil, "Y cuando se hubieron saciado, dijo a sus discípulos: Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada".
              No debemos malgastar nada. Uno de los pecados del "Hijo Pródigo" se describe en Lucas_15:14, "Y cuando todo lo hubo malgastado". También Lucas_16:1 habla del "hombre rico que tenía un mayordomo que fue acusado ante él como disipador de sus bienes". Dios nos da ciertos "talentos" (Mateo_25:14), tanto materiales como espirituales, y con estos debemos servirle, sin malgastarlos. Por lo contrario, debemos "negociar"  con ellos para que sean multiplicados en su servicio, para su gloria, y para avanzar su obra.
              Muchas personas (hasta hermanos) sufren mucho por no trabajar diligentemente, por no cuidar su empleo o su negocio, y por no administrar bien lo que ganan. Además malgastan dinero especialmente en los niños, dándoles con exceso tantas cosas que piden (por ejemplo, juguetes, diversiones), y aun cosas que perjudican su salud (exceso de dulces, refrescos, fritos, etc.). Todo esto cuesta, y a mucha gente no les queda a ellos dinero para cosas más básicas (por ejemplo, para atención médica).
  También es necesario evitar todo aspecto de avaricia. Dios nos bendice no solamente para que vivamos y proveamos para los nuestros (1Timoteo_5:8), sino también para beneficiar a otros (Efesios_4:28). Debemos estar siempre preocupados por otros, y no pensar solamente en nuestras propias necesidades.  

  Pedimos el pan porque todo proviene de Dios (Santiago1:17). Él nos da vida y salud y hace que la tierra produzca para mantenernos.
 Pedimos solamente el pan de cada día. No pedimos el pan para mañana (no debemos preocuparnos por el día de mañana). Proverbios_30:8-9 es una oración muy apropiada: "No me des pobreza ni riquezas; mantenme del pan necesario; no sea que me sacie, y te niegue, y diga: ¿Quién es Jehová? O que siendo pobre, hurte, y blasfeme el nombre de mi Dios".
Entonces cooperemos con la oración: "que procuréis tener tranquilidad,  y ocuparos en vuestros negocios, y trabajar con vuestras manos de la manera que os hemos mandado, a fin de que os conduzcáis honradamente, para con los de afuera, y no tengáis necesidad de nada" (1Tesalonicenses_4:11-12).
Demos gracias a Dios, reconociendo que aunque trabajemos por el pan, de todas maneras es don de Dios, porque sin El nadie vive.
Cuidemos lo que Él nos da, no malgastando. Seamos mayordomos sabios.
Nos preocupemos por otros. No vivamos solamente para mantener nuestras propias vidas, sino para ser útiles al Señor (2Timoteo_2:21).
           
Así que, muy sencillamente, lo que esta petición quiere decir es: «Dame las cosas que necesitamos para comer el día que viene. Ayúdame a conseguir las cosas que tengo en la lista de la compra cuando salga esta mañana. Dame las cosas que necesitamos para comer cuando vuelvan los chicos de la escuela, y los hombres del trabajo. Concédenos que nuestra mesa no esté vacía cuando nos sentemos juntos hoy.» Esta es una oración sencilla para que Dios nos supla con las cosas que necesitamos para el día que tenemos por delante. Cuando vemos que ésta es. una sencilla petición por las necesidades de cada día, de aquí surgen algunas verdades tremendas.

Esto quiere decir que Dios se cuida de nuestros cuerpos. Jesús nos lo mostró; Él pasó mucho tiempo sanando enfermedades y satisfaciendo el hambre física. Estaba angustiado cuando se daba cuenta de que el gentío que le había seguido a lugares solitarios se encontraba muy lejos de su casa y no tenía nada que comer. Haremos bien en tener presente que Dios tiene interés en nuestros cuerpos. Cualquier enseñanza que minimiza, y desprecia, y calumnia el cuerpo, es equivocada. Podemos ver lo que Dios piensa de nuestros cuerpos cuando recordamos que El mismo, en Jesucristo, asumió un cuerpo humano. El Cristianismo aspira, no sólo a la salvación del alma, sino a la salvación de toda la persona: cuerpo, mente y espíritu.
Esta petición nos enseña a pedir el pan nuestro de cada día, o el pan para el día que tenemos por delante. Nos enseña a vivir al día, y no preocuparnos o estar ansiosos acerca del futuro distante y desconocido.
Esta petición nos habla de vivir al día. Nos prohíbe la angustiosa preocupación tan característica de la vida que no ha aprendido a confiar en Dios.
  Por implicación, esta petición Le da a Dios el lugar que Le corresponde. Reconoce que es de Dios de Quien recibimos el alimento necesario para sostener la vida. Ningún ser humano ha sido nunca capaz de crear una semilla que creciera. Un hombre de ciencia puede analizar una semilla y conocer sus elementos constituyentes, pero ninguna semilla sintética puede crecer. Todas las cosas vivas vienen de Dios. Lo que comemos, por tanto, es un regalo que nos hace Dios.
  Esta petición nos recuerda muy sabiamente cómo funciona la oración. Si uno hiciera esta oración, y luego se sentara tranquilamente a esperar que el pan le cayera del cielo en las manos, seguro que se moriría de hambre. Nos recuerda que la oración y el trabajo van de la mano, y que cuando oramos debemos pasar a trabajar para hacer que nuestras oraciones se hagan realidad. Es verdad que la semilla viva viene de Dios; pero también es verdad que tenemos la obligación de cultivarla.
Leí hace poco la siguiente historia: «Érase un hombre que tenía una parcela; la había obtenido con mucho sacrificio, y con mucho trabajo la había limpiado de piedras y de toda clase de malas hierbas, había labrado y enriquecido la tierra convenientemente hasta que le produjo las flores y hortalizas .más estupendas. Una tarde le estaba enseñando su parcela a un piadoso amigo. Éste le dijo: -Es maravilloso lo que Dios puede hacer con un terrenito así, ¿verdad.? -Sí -dijo el hombre que había hecho todo el trabajo-. ¡Pero tendrías que haber visto esta parcela cuando Dios la estaba cuidando Él solo!»
La generosidad de Dios y el trabajo humano deben combinarse. La oración, como la fe, sin las obras es cosa muerta. Cuando hacemos esta petición, reconocemos dos verdades básicas: Que sin Dios no podemos hacer nada, y que sin nuestro esfuerzo y cooperación Dios no puede hacer nada por nosotros.

  Debemos advertir que Jesús no nos enseñó a pedir: «Dame mi pan cotidiano.» Nos enseñó a pedir: «Danos nuestro pan cotidiano.» El problema del mundo no es que no haya bastante para todos; hay bastante para dar y tomar. El problema no está en la provisión de las cosas esenciales de la vida, sino en su distribución. Esta oración nos enseña a no ser nunca egoístas en nuestras oraciones. Es una oración que podemos ayudarle a Dios a contestarnos compartiendo lo que tenemos con otros menos afortunados. Esta oración no se refiere exclusivamente a recibir nuestro pan cotidiano; también incluye el compartirlo con otros.