} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 04/01/2021 - 05/01/2021

jueves, 29 de abril de 2021

LA VERDADERA AMBICIÓN

  

Mar 9:33  Y llegó a Capernaum; y cuando estuvo en casa, les preguntó: ¿Qué disputabais entre vosotros en el camino?

Mar 9:34  Mas ellos callaron; porque en el camino habían disputado entre sí, quién había de ser el mayor.

Mar 9:35  Entonces él se sentó y llamó a los doce, y les dijo: Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos.

Mar 9:36  Y tomó a un niño, y lo puso en medio de ellos; y tomándole en sus brazos, les dijo:

Mar 9:37  El que reciba en mi nombre a un niño como este, me recibe a mí; y el que a mí me recibe, no me recibe a mí sino al que me envió.

 

           En estos versículos, la ambición y amor de preeminencia que los apóstoles manifiestan, "Durante el camino disputaban entre  ellos cual sería el más grande...

¡Qué extrañas suenan estas palabras! ¿Quién hubiera pensado que unos pocos pescadores y publícanos pudieran estar movidos por el espíritu de emulación y  el deseo de supremacía? ¿Quién hubiera esperado que hombres pobres, que todo lo habían abandonado por amor de Cristo, se vieran turbados por luchas y  disensiones respecto al lugar y a la precedencia que cada uno de ellos merecía? Y, sin embargo, así sucedió, y este hecho ha quedado registrado para nuestra  enseñanza. El Espíritu Santo ha hecho que se escriba para guía perpetua de la iglesia de Cristo. Cuidemos que no se haya escrito en vano.

Es una verdad dolorosa, ya la aceptemos o no, que el orgullo es uno de los pecados más comunes de la humana naturaleza. Todos nacemos fariseos; todos por  naturaleza pensamos de nosotros mejor de lo que debemos. Todos nos imaginamos naturalmente que merecemos más de lo que tenemos. Es un pecado muy  antiguo. Empezó a mostrarse en el Edén, cuando Adán y Eva creyeron que no poseían todo aquello a que sus merecimientos los hacían acreedores. Es un  pecado muy sutil; gobierna y rige muchos corazones sin que se le descubra, y aun puede vestirse con el sayal de la humildad. Es el pecado que más arruina el  alma, porque se opone al arrepentimiento, y mantiene al hombre lejos de Cristo, ahoga el amor fraterno, y agosta en flor las ansias espirituales. Pongámonos  en guardia contra él, y vigilémoslo. De todos los trajes con que podemos vestirnos, ninguno es tan gracioso, ninguno sienta tan bien, y ninguno es más raro,  que la verdadera humildad.

Fijémonos, en el modelo especial de verdadera grandeza que nuestro Señor presenta a sus discípulos. Les dice, "Si alguno desea ser el primero,  deberá ser el último de todos, y siervo de todos...

Estas palabras son muy instructivas. Nos muestran que las máximas de este mundo están en oposición directa con las ideas de Cristo. La idea que el mundo  tiene de la grandeza es gobernar, pero la grandeza cristiana consiste en servir; es ambición del mundo recibir honores y atenciones, pero el deseo del cristiano  debería ser dar más bien que recibir, y servir a los demás en lugar de ser servido por ellos. En una palabra, aquel que más se empeña en servir a sus  semejantes, y ser útil a los hombres de su generación, es el hombre más grande que imaginarse puede a los ojos de Cristo.

Empeñémonos en aplicar de una manera práctica esta máxima profunda. Tratemos de hacer el bien a nuestros prójimos, y mortificar esa tendencia al placer y a la satisfacción personal que tanto nos domina. ¿Podemos servir en algo a nuestros semejantes? ¿Podemos manifestarles de algún modo nuestra bondad,  ayudándolos y promoviendo su felicidad? Si así es, hagámoslo sin tardanza. Qué gran bien seria para la cristiandad que fuese menos frecuente las protestas  de ortodoxia y obediencia a la iglesia, y más común la práctica de las virtudes que en este pasaje nos inculcan las palabras de nuestro Señor.

Pocos son en general los hombres que quieran ser los últimos, y por amor a Cristo, los siervos de todos; y, sin embargo, esos son los que hacen bien, los que  destruyen las preocupaciones, y convencen a los infieles de la realidad del Cristianismo.

Notemos, finalmente, como el Señor nos estimula a ser bondadosos con los más pequeños y humildes de los que creen en su nombre. Nos da esta lección de  una manera muy interesante; tomó a un niño en sus brazos, y dijo a sus discípulos, " Cualquiera que reciba a uno de estos niños en mi nombre, a mí me recibe;  y todo el que me recibe, recibe a Aquel que me envió...

El principio que aquí se establece es una continuación del que hemos venido meditando. Para el hombre natural es una locura; la carne y la sangre no  encuentran otros caminos a la grandeza, lino coronas, rango, riquezas, y posición elevada en la sociedad El Hijo del hombre declara que el camino que a ella conduce es el sacrificarnos a cuidar de los más débiles y de los más humildes del rebaño. Esfuerza su  declaración acompañándola de palabras que nos llenan de maravilla, y que leemos y oímos sin fijar en ellas nuestras almas. Nos dice que el que "recibe a un  niño en su nombre, recibe a Cristo, y que recibir a Cristo es recibir a Dios...

Cuanto no deben animar estas palabras a los que se consagran a la obra caritativa de hacer bien a las almas que se ven  abandonadas. Cuanto no deben estimular a los que trabajan por volver a introducir en la sociedad a un paria, por levantar al  caído, por recoger a los niños harapientos de quienes nadie se cuida, por sacar de una vida pecaminosa a los peores  caracteres, como se sacan los tizones de una hoguera, por conducir a los extraviados al hogar paterno. Consuélense todos  los que lean estas palabras; quizás sus trabajos son duros y se sienten con frecuencia desalentados; quizás se burlen de  ellos, y los ridiculicen, y los presentan al escarnio del mundo. Pero sepan que el Hijo de Dios va marcando a todos los que  así obran, y en ellos se complace. Piense el mundo lo que quiera, a esos será a quienes Jesús se deleitará en honrar cuando  llegue el ultimo día.

EL CAMINO A LA CRUZ


Mar 9:30  Habiendo salido de allí, caminaron por Galilea; y no quería que nadie lo supiese.

Mar 9:31  Porque enseñaba a sus discípulos, y les decía: El Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres, y le matarán; pero después de muerto, resucitará al tercer día.

Mar 9:32  Pero ellos no entendían esta palabra, y tenían miedo de preguntarle.

 

               Este pasaje marca un hito en el camino. Jesús había salido de las regiones del Norte, donde había estado a salvo, y estaba dando el primer paso hacia Jerusalén y la Cruz. Ahora no quería verse rodeado de multitudes. Sabía muy bien que, a menos que pudiera escribir Su mensaje en los corazones de Sus escogidos, había fallado. Cualquier maestro puede dejar a la posteridad una serie de proposiciones; pero Jesús sabía que eso no era suficiente. Tenía que dejar tras Sí un equipo de personas en las que estuvieran escritas esas proposiciones. Tenía que asegurarse antes de salir de este mundo en cuerpo, que había algunos que entendían, aunque fuera vagamente, lo que Él había venido a decir.

Marquemos, en estos versículos, que nuestro Señor renueva el anuncio de su próxima muerte, y de su resurrección. "Enseñó a sus discípulos, y les dijo, el  Hijo del hombre será entregado en manos da hombres, que lo matarán; y después que él sea muerto, resucitará al tercer día...

Aparente es una vez más la torpeza de los discípulos en comprender las cosas espirituales, tan pronto como se les hizo este anuncio. Algo de bueno había en la  noticia, así como también mal aparente; algo de dulce y de amargo, de vida y de muerte, de resurrección y de cruz. Pero todo eso fue oscuridad para los  confundidos discípulos. "No entendieron aquellas palabras, y tuvieron miedo de preguntar." Tenían aún la cabeza llena de ideas equivocadas respecto al reino  de su Maestro sobre la tierra. Creían que su reino terrenal iba a establecerse inmediatamente. Nunca nos cuesta más trabajo comprender como cuando  preocupaciones y opiniones preconcebidas oscurecen nuestros ojos.

Se descubre en este nuevo anuncio que hace la inmensa importancia de la muerte y de la resurrección de nuestro Señor. Por algo nos recuerda que tenía que  morir; deseaba hacernos comprender que su muerte era el gran objeto que se había propuesto al venir a este mundo. Quería recordarnos que con esa muerte  quedaría resuelto el gran problema, como Dios podría ser justo, y justificar al mismo tiempo a los pecadores. No vino a la tierra tan solo para enseñar, predicar  y hacer milagros; vino para dar satisfacción por el pecado con su propia sangre y sus sufrimientos en la cruz. No olvidemos esto nunca. La encarnación, el  ejemplo, y las palabras de Cristo, son de gran importancia; pero el gran objeto que demanda toda nuestra atención en la historia de su ministerio terrenal, es su  muerte en el Calvario.

Esta vez, la tragedia de Su advertencia es aún más punzante. Si la comparamos con el pasaje anterior, en el que El predijo Su muerte (Mar_8:31), vemos que aquí añade una frase: «El Hijo del Hombre es entregado en manos de hombres.» Había un traidor en la pequeña compañía, y Jesús lo sabía. Podía ver lo que se estaba fraguando en la mente de Judas. Puede que pudiera verlo mejor que el mismo Judas. Y cuando Él dijo: "El Hijo del Hombre es entregado en manos de hombres,» no estaba anunciando sólo un hecho y haciendo una advertencia, sino que estaba dirigiendo una última llamada al hombre en cuyo corazón se estaba formando el propósito traidor.

Pero todavía los discípulos no comprendían. Lo que no comprendían era el detalle de la Resurrección. Para entonces eran conscientes de la atmósfera de tragedia; pero hasta que llegó el final no captaron la seguridad de la Resurrección. Aquello era una maravilla demasiado grande para ellos; una maravilla que solamente captarían cuando llegara a ser un hecho consumado.

Aunque no entendían, tenían miedo de hacer más preguntas. Era como si supieran tanto que tuvieran miedo de saber más. Puede que una persona reciba el veredicto de su médico; que se dé cuenta de que el sentido general del veredicto es malo, pero no entiende todos los detalles, y tiene miedo de hacer preguntas por la sencilla razón de que tiene miedo de saber más. Los discípulos estaban en ese caso.

Algunas veces nos sorprende que no pudieran captar lo que se les decía tan claro. La mente humana tiene un mecanismo maravilloso de defensa para rechazar lo que no quiere saber. ¿Somos nosotros tan diferentes de ellos? Una y otra vez hemos escuchado el mensaje cristiano. Conocemos la gloria de aceptarlo y la tragedia de rechazarlo; pero muchos están tan lejos como siempre de darle su plena confianza y modelar sus vidas de acuerdo con él. Las personas todavía aceptamos las partes del mensaje cristiano que nos gustan y nos van bien, y nos resistimos a comprender el resto.

Esto nos muestra claramente lo lejos que estaban los discípulos de comprender el verdadero significado del mesiazgo de Jesús. Les había dicho repetidas veces lo que Le esperaba en Jerusalén, y ellos estaban todavía pensando en Su Reino en términos terrenales, y en sí mismos como los principales ministros del estado.

domingo, 25 de abril de 2021

LA CAUSA DEL FRACASO

 

 

Mar 9:14  Cuando llegó a donde estaban los discípulos, vio una gran multitud alrededor de ellos, y escribas que disputaban con ellos.

Mar 9:15  Y en seguida toda la gente, viéndole, se asombró, y corriendo a él, le saludaron.

Mar 9:16  El les preguntó: ¿Qué disputáis con ellos?

Mar 9:17  Y respondiendo uno de la multitud, dijo: Maestro, traje a ti mi hijo, que tiene un espíritu mudo,

Mar 9:18  el cual, dondequiera que le toma, le sacude; y echa espumarajos, y cruje los dientes, y se va secando; y dije a tus discípulos que lo echasen fuera, y no pudieron.

Mar 9:19  Y respondiendo él, les dijo: ¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar? Traédmelo.

Mar 9:20  Y se lo trajeron; y cuando el espíritu vio a Jesús, sacudió con violencia al muchacho, quien cayendo en tierra se revolcaba, echando espumarajos.

Mar 9:21  Jesús preguntó al padre: ¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto? Y él dijo: Desde niño.

Mar 9:22  Y muchas veces le echa en el fuego y en el agua, para matarle; pero si puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros, y ayúdanos.

Mar 9:23  Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible.

Mar 9:24  E inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi incredulidad.

Mar 9:25  Y cuando Jesús vio que la multitud se agolpaba, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: Espíritu mudo y sordo, yo te mando, sal de él, y no entres más en él.

Mar 9:26  Entonces el espíritu, clamando y sacudiéndole con violencia, salió; y él quedó como muerto, de modo que muchos decían: Está muerto.

Mar 9:27  Pero Jesús, tomándole de la mano, le enderezó; y se levantó.

Mar 9:28  Cuando él entró en casa, sus discípulos le preguntaron aparte: ¿Por qué nosotros no pudimos echarle fuera?

Mar 9:29  Y les dijo: Este género con nada puede salir, sino con oración y ayuno.

 

  Esto era la clase de cosa que Pedro había querido evitar. En la cumbre de la montaña, en la presencia de la gloria, Pedro había dicho: "¡Qué estupendamente se está aquí!» Y había propuesto que hicieran tres cabañuelas para Jesús y Moisés y Elías, y se quedaran allí. ¡La vida era tanto mejor, tanto más cerca de Dios, allí en la cumbre! ¿Para qué volver a bajar? El contraste entre estos versículos y los precedentes es muy pronunciado. Del monte de la transfiguración pasamos á la narración de una historia melancólica,  obra del demonio. Descendemos de la visión de la gloria á una lucha con un poseído de Satanás. Dejamos la compañía bendita de Moisés y Elías para entrar  en lucha con los escribas incrédulos. Abandonamos el gusto anticipado de la gloria del milenio para volver á escenas de dolores, debilidades y miseria; para  encontrarnos con un muchacho en la agonía, con un padre loco de dolor, con una tropa pequeña de débiles discípulos de quienes Satanás se burla y que no  pueden aliviarlo. El contraste, como vemos, es grande; pero no es, sin embargo, sino pálido emblema del cambio de escena á que Jesús voluntariamente quiso  someterse, cuando, al despojarse de su gloria, vino á este mundo; y es también la vivida pintura de la existencia de todos los cristianos verdaderos

Pero es parte de la misma esencia de la vida que tenemos que bajar de la cumbre. Se ha dicho que en la fe cristiana debe haber soledad, pero no solitariedad. La soledad es necesaria para mantener contacto con Dios; pero, si una persona, en busca de la soledad esencial, se desconecta de sus semejantes, cierra los oídos a sus llamadas pidiendo ayuda, cierra su corazón al clamor de sus lágrimas, eso no es fe bíblica. La soledad no está diseñada para hacernos solitarios, sino para hacernos más capaces de salir al encuentro y atender a las demandas de la vida cotidiana.

Jesús descendió a una situación delicada. Un padre había traído a los discípulos a su hijo, que era epiléptico. Todos los síntomas estaban claros. Los discípulos habían sido totalmente incapaces de resolver el caso, y aquello les había ofrecido a los escribas una buena oportunidad. La incapacidad de los discípulos era una ocasión de primera para ridiculizarlos, no sólo a ellos, sino también a su Maestro. Eso era lo que hacía la situación tan delicada, y eso es lo que hace cualquier situación humana tan delicada para el cristiano: su conducta, sus palabras, su capacidad o incapacidad para resolver las exigencias de la vida, se usan como medida, no sólo para juzgarle a él, sino para juzgar a Jesucristo.

A. Victor Murray escribe en su libro sobre La educación cristiana: " Hay algunos que ponen los ojos en blanco cuando hablan de la Iglesia: Es una sociedad sobrenatural, el Cuerpo de Cristo, la Esposa impoluta, la Guardiana de los oráculos de Dios, la bendita Compañía de los redimidos, y otros cuantos títulos románticos más, ninguno de los cuales tiene nada que ver con lo que los de fuera pueden ver por sí mismos en la parroquia de Santa Ágata, o en la iglesia metodista de la calle Mayor.» No hacen al caso las profesiones altisonantes que pueda hacer uno, porque por lo que se le juzga es por sus acciones; y al juzgarle a él, se juzga a su Maestro. Esa era la situación en este pasaje.

 

Entonces llegó Jesús. Cuando la gente Le vio, se maravillaron. No tenemos que pensar que todavía Le quedara algo de la gloria de la Transfiguración. Eso habría sido una contradicción de Sus propias instrucciones de que aquello se mantuviera secreto. La multitud había pensado que El estaba muy lejos, en las solitarias laderas de Hermón. Habían estado tan enfrascados en la discusión que no se habían dado cuenta de que Se les estaba acercando; y ahora precisamente, en el momento oportuno, allí estaba Jesús entre todos ellos. Lo que les sorprendió fue Su llegada repentina, inesperada y oportuna.

Aquí aprendemos dos cosas acerca de Jesús.

(i) Estaba dispuesto a enfrentarse con la Cruz, y estaba dispuesto a enfrentarse con los problemas corrientes que se Le presentaran. Es una de las características de la naturaleza humana que podemos arrostrar los grandes momentos críticos de la vida con honor y dignidad, pero permitimos que las exigencias de la rutina cotidiana nos fastidien e irriten. Podemos arrostrar los golpes demoledores de la vida con un cierto heroísmo, pero dejamos que nos inquieten las pequeñas molestias. Muchas personas pueden encarar un gran desastre o una gran pérdida con tranquila serenidad, y sin embargo pierden los estribos si la comida no es de su gusto o el tren se retrasa. Lo maravilloso de Jesús es que podía encarar serenamente la Cruz, y con igual calma enfrentarse con las cosas normales de la vida día a día. La razón era que no Se reservaba a Dios sólo para las grandes crisis, como hacemos muchos; sino recorría con Él los senderos diarios de la vida.

(ii) Había venido al mundo para salvar al mundo; y, sin embargo, podía entregarse totalmente para ayudar a una sola persona. Es más fácil predicar el evangelio del amor a la humanidad que amar a los pecadores no tan amables. Es fácil sentir un afecto sensiblero hacia la raza humana, y encontrar demasiado molesto ayudar a uno de sus miembros individuales. Jesús tenía el don, y un don de categoría regia es este, de darse a Sí mismo totalmente a cada persona con quien estuviera en contacto en cada momento determinado.

Un grito que se Le escapó del corazón a Jesús. Había estado en la cumbre de la montaña, y había encarado la tremenda tarea que Le esperaba. Había decidido jugarse la vida por la redención del mundo; y ahora había descendido, para encontrarse con Sus seguidores más íntimos, Sus propios elegidos, derrotados y perplejos e inútiles e ineficaces. La situación, por un momento, debe de haber desalentado aun a Jesús. Debe de haberse dado cuenta repentinamente de lo que cualquier otro habría llamado una labor imposible. Por un momento casi desesperaría de conseguir cambiar la naturaleza humana, y hacer de los hombres del mundo hombres de Dios.

¿Cómo arrostró aquel momento de desesperación? "¡Traedme acá al muchacho!», dijo. Cuando no podemos resolver una situación límite, lo mejor que podemos hacer es resolver la situación inmediata. Era como si Jesús dijera: " No sé cómo llegar a cambiar a estos discípulos Míos; pero puedo de momento ayudar a este chico. Voy a empezar con la tarea presente, y no desesperarme por el futuro.»

Una y otra vez, esa es la manera de evitar la desesperación. Si nos sentamos y nos ponemos a pensar en el estado del mundo, puede que caigamos en la depresión; así es que, pongámonos en acción en nuestro pequeño rincón del mundo. A veces puede que nos desesperemos de la iglesia; entonces, entremos en acción en nuestra pequeña parcela de la iglesia. Jesús no se sentó desanimado y paralizado por la lentitud mental de Sus hombres. Se encargó de la situación inmediata. La mejor manera de evitar el pesimismo y la desesperación es aplicarnos a lo que podemos hacer de momento -y siempre hay algo que se puede hacer.

Para el padre del muchacho, Jesús estableció las condiciones de un milagro. " Al que cree -le dijo Jesús- todas las cosas le son posibles.» Era como si Jesús dijera: «La curación de tu muchacho depende, no de Mí, sino de ti." Esta no es especialmente una verdad teológica, sino una verdad universal. El enfrentarnos con algo en un espíritu de desesperanza es convertirlo en un caso desesperado; el enfrentarnos con algo en un espíritu de fe es hacerlo posible. Cavour dijo una vez que lo que necesita por encima de todo un hombre de estado es "un sentido de las posibilidades.» La mayor parte de nosotros estamos asediados por un sentimiento de las imposibilidades, y por eso precisamente no suceden los milagros.

La actitud general del padre del muchacho es muy reveladora. Originalmente había venido buscando al mismo Jesús. Como Jesús estaba en la cumbre de la montaña, había tenido que tratar con los discípulos, y su experiencia con ellos había sido descorazonadora. Se le tambaleó tanto la fe, se le debilitó tanto que, cuando vino a Jesús, todo lo que pudo decir fue: «Ayúdame, si puedes.» Y entonces, cara a cara con Jesús, de pronto se le inflamó la fe otra vez. "¡Sí que creo! -Clamó-. Si hay todavía en mí algo de desaliento, todavía algunas dudas, quítamelas, y lléname de una fe inquebrantable.» Algunas veces sucede que se obtiene menos de lo que se esperaba de alguna iglesia o de algunos siervos de la iglesia. Cuando nos sucede eso, debemos ir más allá de la iglesia al Señor de la Iglesia, más allá del siervo de Cristo a Cristo mismo. La iglesia puede que a veces nos dé un chasco, y que los siervos de Dios en la tierra nos fallen; pero, cuando conseguimos llegar al mismo Jesucristo, Él nunca nos desilusiona.

Jesús debe de haber apartado de la gente al padre y al hijo. Pero la multitud, al oír los gritos, se les acercó corriendo, y Jesús tuvo que actuar deprisa. Hubo una lucha final que produjo un agotamiento total, y el muchacho quedó curado.

Cuando ya estaban solos, los discípulos Le preguntaron a Jesús por qué ellos no habían tenido éxito. Sin duda se acordaban de cuando Jesús los envió a predicar y a sanar y a echar demonios (Mar_3:14  s). Entonces, ¿por qué habían fracasado esta vez tan vergonzosamente? Jesús les respondió sencillamente diciéndoles que esa clase de cura exigía oración.

Les dijo en efecto: «No vivís suficientemente cerca de Dios.» Habían sido equipados con el poder; pero se necesitaba la oración para mantenerlo.

Aquí tenemos una lección profunda. Puede que Dios nos haya dado un don; pero, a menos que nos mantengamos en estrecho contacto con Él, ese don se nos puede secar y morir. Esto es cierto de cualquier don. Puede que Dios le dé a un hombre grandes dones naturales como predicador; pero a menos que se mantenga en contacto con Dios, puede que acabe siendo solamente un hombre de palabras, y no un hombre de poder. Puede que Dios le dé a una persona un don para la música y la canción; pero a menos que se mantenga en contacto con Dios, puede que se convierta en un mero profesional que use el don solamente para ganar dinero, lo cual es una cosa bien triste. Esto no es decir que una persona no debe usar un don profesionalmente. Todos tenemos derecho a capitalizar cualquier talento; pero quiere decir que, aun cuando lo esté usando así, debe encontrar en él un gozo, porque lo está usando también para Dios.

Se cuenta que la famosa soprano sueca Jenny Lind, antes de todas las representaciones, se ponía en pie sola en el camerino y oraba: " Dios, ayúdame a cantar de veras esta noche.»

A menos que mantengamos este contacto con Dios, perderemos dos cosas importantes.

(i) Perderemos vitalidad. Perderemos ese poder vivo, ese algo extra que produce la grandeza. La ejecución se convierte en una representación en vez de una ofrenda a Dios. Lo que debería ser vital, un cuerpo vivo, se convierte, si acaso, en un hermoso cadáver.

(ii) Perderemos humildad. Lo que debería usarse para la gloria de Dios se empieza a usar para la propia gloria, y desaparece su virtud. Lo que debería haberse utilizado para presentar a Dios a los demás se usa para presentarnos a nosotros mismos, y desaparece el aliento del encanto.

Aquí tenemos una seria advertencia. Los discípulos habían sido equipados con poder directamente por Jesús, pero ellos no habían alimentado ese poder con oración, y el poder se había desvanecido. Cualesquiera dones que Dios nos haya dado, los perderemos si los usamos para nosotros mismos. Los conservamos cuando los enriquecemos mediante un contacto continuo con el Dios Que nos los dio.

 

Tenemos en estas palabras una vivida pintura del corazón de muchos que son verdaderos cristianos. Pocos se encuentran de los creyentes, en quienes la  confianza y la duda, la esperanza y el temor no existan de consuno. Nada es perfecto en un hijo de Dios mientras permanece en el cuerpo. Su conocimiento, su amor, y su humildad, son más o menos defectuosos, y están más o menos mezclados de corrupción. Como con las otras gracias, así sucede con la fe cree y a  pesar de ello aún le queda un dejo de incredulidad.

¿Qué haremos con nuestra fe? Debemos hacer uso de ella; por débil, trémula y dudosa que sea, usémosla. No esperemos a que sea grande, perfecta y  poderosa, sino como el hombre de que nos ocupamos, sirvámonos de ella, y esperemos que será un día más fuerte. "Señor," dijo, " creo...

¿Qué deberemos hacer con nuestra incredulidad? Debemos resistirle, y orar contra ella. No debemos permitirle que nos aleje de Cristo. Presentémosla a Cristo,  como le llevamos todos nuestros pecados y nuestras debilidades, y clamemos a Él para que nos salve. Como el hombre que está ahora ante nosotros,  exclamemos, "Señor, ayuda mi incredulidad...

 

lunes, 12 de abril de 2021

LA GLORIA DE JESUCRISTO


Mar 9:1  También les dijo: De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios venido con poder.

Mar 9:2  Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan, y los llevó aparte solos a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos.

Mar 9:3  Y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, como la nieve, tanto que ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos.

Mar 9:4  Y les apareció Elías con Moisés, que hablaban con Jesús.

Mar 9:5  Entonces Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías.

Mar 9:6  Porque no sabía lo que hablaba, pues estaban espantados.

Mar 9:7  Entonces vino una nube que les hizo sombra, y desde la nube una voz que decía: Este es mi Hijo amado; a él oíd.

Mar 9:8  Y luego, cuando miraron, no vieron más a nadie consigo, sino a Jesús solo.

Mar 9:9  Y descendiendo ellos del monte, les mandó que a nadie dijesen lo que habían visto, sino cuando el Hijo del Hombre hubiese resucitado de los muertos.

Mar 9:10  Y guardaron la palabra entre sí, discutiendo qué sería aquello de resucitar de los muertos.

Mar 9:11  Y le preguntaron, diciendo: ¿Por qué dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero?

Mar 9:12  Respondiendo él, les dijo: Elías a la verdad vendrá primero, y restaurará todas las cosas; ¿y cómo está escrito del Hijo del Hombre, que padezca mucho y sea tenido en nada?

Mar 9:13  Pero os digo que Elías ya vino, y le hicieron todo lo que quisieron, como está escrito de él

 

 No debe perderse de vista el enlace de este pasaje con el fin del último capítulo. Nuestro Señor había estado hablando de su próxima muerte y pasión, de la  necesidad de abnegación en los que quisieran ser sus discípulos, de la precisión de perder nuestras vidas si es que deseamos salvarlas; pero seguidamente pasa  á hablar de su reino futuro y de su gloria. Suaviza la "dureza de sus palabras," prometiendo la contemplación de esa gloria a algunos de los que lo escuchaban;  y en la historia de la transfiguración, que en este lugar se relata, vemos esa promesa cumplida.

Lo primero que debe fijar nuestra atención en estos versículos es la maravillosa visión que contienen de la gloria, que Cristo y su pueblo obtendrán en su  segunda venida.

No hay duda que este fue uno de los principales objetos de la transfiguración. Se propuso con ella enseñar á sus discípulos, quo aunque su Señor era ahora de  apariencia pobre y humilde, aparecería un día con la majestad real que convenía al Hijo de Dios. Se propuso con ella enseñarles que cuando su Maestro  viniera por segunda vez, sus santos, como Moisés y Elías, aparecerían con El. Fue su objeto recordarles que aunque vilipendiados y perseguidos ahora, porque  seguían a Cristo, día llegaría en que se verían revestidos de honor, y participando de la gloria de su Maestro.

Razón tenemos de dar gracias á Dios por esta visión. Nos vemos a menudo tentados a abandonar el servicio de Cristo por causa de la cruz y de las aflicciones  que trae consigo. Vemos a pocos con nosotros, y a muchos en contra nuestra; nuestros nombres despreciados como algo malo, y toda clase de calumnias  dirigidas contra nosotros, tan solo porque creemos y amamos el Evangelio. Vemos en el transcurso de los años a nuestros compañeros en el servicio de Cristo  arrebatados por la muerte, y respecto a ellos no sabemos sino que han partido para un mundo desconocido y que hemos quedado solos. Todas estas cosas son  pruebas muy duras para la carne y la sangre. No es de admirarse que la fe de los creyentes desfallezca algunas veces, y que su vista se oscurezca sin descubrir  un vestigio de esperanza.

Veamos en la historia de la transfiguración un remedio para esas dudas. La visión en el santo monte es una prenda que Dios graciosamente ha querido darnos  de las glorias que tiene reservadas a su pueblo. Sus santos vendrán todos con El, y permanecen seguros y resguardados hasta ese día feliz. Podemos esperar  pacientemente. "Cuando Cristo, que es nuestra vida, aparezca, vosotros también apareceréis entonces con El." Colos. 3:4.

Lo que debe, en segundo lugar, fijar nuestra atención en este pasaje, es la fuerza con que se expresó el apóstol Pedro, al ver a su Señor transfigurado.

"Maestro," le dijo, "que bueno es para nosotros estar aquí...

No hay duda que hay mucho en esas palabras que no puede recomendarse. Muestran la ignorancia en que estaba del verdadero objeto de la venida de Jesús á  la tierra, que era sufrir y morir. Muestran que se olvidaba de aquellos hermanos suyos que no estaban con él, así como del mundo aun cubierto de tinieblas y  que tanto necesitaba de la presencia del Maestro. Sobre todo, la proposición que hizo al mismo tiempo de " edificar tres tabernáculos," para Moisés, Elías y  Cristo, mostraba la opinión tan elevada que tenia de la dignidad de su Maestro, pero implicaba que no sabía que allí estaba uno que era, más grande que  Moisés y Elías. Bajo todos estos respectos la exclamación del apóstol es de criticarse y no alabarse.

Pero habiendo hecho estas salvedades, no dejemos de notar la alegría y la felicidad que esta visión gloriosa despertó en el corazón ardiente del discípulo.

Veamos en su fervorosa exclamación, " Que bueno es estar aquí," el consuelo y el refrigerio que la contemplación de la gloria puede proporcionar a un  creyente verdadero. Fijemos la vista en el porvenir, y procuremos formarnos una idea del placer que los santos experimentarán, cuando al fin se reúnan con el  Señor Jesús en su segunda venida, y se unan a Él para no volverse a separar. Una visión de pocos minutos fue suficiente para mover y encender el corazón,

El espectáculo de dos santos en la gloria lo vivificaba y regocijaba de tal manera, que hubiera querido continuar gozándolo. ¿Qué diremos pues cuando  veamos a nuestro Señor aparecer e en el último día con 'todos sus santos? ¿Qué diremos cuando se nos permita a todos nosotros ser partícipes de su gloria,  reunimos a esa turba feliz, y tener la convicción de que nunca más nos apartaremos del gozo de nuestro Señor? Estas son preguntas que no pueden contestarse.

La felicidad que sentiremos ese gran día en que todos nos reuniremos es tal, que no puede concebirse. Los sentimientos de que tuvo Pedro una ligera idea  anticipada, los experimentaremos entonces por completo. Cuando veamos a Cristo y a sus santos, entonces diremos todos con un corazón y con una voz, "Que  bueno es estar aquí...

Lo que debe finalmente fijar nuestra atención en este pasaje es el testimonio que en él se da al oficio y a la dignidad de Cristo, como el Mesías prometido.

Descubrimos ese testimonio primeramente en la aparición de Moisés y de Elías, representantes de la ley y de los profetas. Se presentaron como testigos de que  Jesús es Aquel de quien se habló en los tiempos antiguos, y de quien escribieron que debía venir. Desaparecieron pocos minutos después, y dejaron solo a  Jesús, como si con ello quisieran probar que no eran sino testigos, y que habiendo venido nuestro Maestro, los siervos debían cederle el principal lugar.

Vemos ese testimonio, en segundo lugar, en la voz milagrosa que del cielo se oyó, y que decía, "Este es mi amado Hijo; escuchadle. La misma voz de Dios  Padre, que se oyó en el bautismo de nuestro Señor, se volvió a oír en su transfiguración. En ambas ocasiones tuvo lugar la misma declaración solemne, "Este  es mi Hijo amado." En esta última ocasión, hubo una adición de una palabra muy importante, "Escuchadle...

Los incidentes todos que tuvieron lugar al fin de la visión fueron muy apropiados para producir una impresión duradera en el espíritu de los tres discípulos.

Les mostraron de la manera más vivida, que su Señor estaba muy por encima de ellos y de los profetas, como el amo de la casa lo está sobre sus siervos; y que  debían en todo creerlo, seguirlo, obedecerlo, confiar en Él y escucharlo.

Finalmente, las últimas palabras de la voz que se oyó del cielo deben estar siempre presentes a la memoria de todos los  cristianos verdaderos. Debemos " oír a Cristo." Es el gran Maestro; los que deseamos ser sabios debemos aprender de Él. Es la luz  del mundo; los que deseamos no equivocarnos debemos seguirlo. Es la Cabeza de la Iglesia; los que deseamos ser miembros vivos de  su cuerpo místico debemos siempre tener la vista fija en EL La gran cuestión que a todos nos interesa más no es tanto  averiguar lo que los hombres dicen, o los ministros, lo que la iglesia, o los concilios dicen, sino lo que Cristo dice.

Escuchémoslo. Moremos en ÉL Apoyémonos en Él. Fijemos nuestros ojos en Él. El y solo Él no nos faltará nunca, nunca  nos chasqueará, nunca nos extraviará. Felices los que sabemos de una manera práctica lo que significa este texto, "Mis ovejas  escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen; y Yo les doy la vida eterna; y nunca perecerán, ni ningún hombre  las arrebatará de mis manos." Juan 10;27-28

sábado, 10 de abril de 2021

LA ANSIEDAD PROHIBIDA, NO LA PREVISIÓN CRISTIANA


 

Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.

S. Mateo 6; 34.

 

       Supongo que ningún pasaje de la Sagrada Escritura ha causado una perplejidad más real o más generalizada que esta. Aquí tenemos un precepto que debe mezclarse con toda la corriente de nuestra vida, debe afectar los pensamientos y las acciones de cada día y cada hora. Y, sin embargo, parece presentarnos un ideal de vida que es absolutamente inalcanzable; y que, si fuera posible, sería destructivo para la sociedad humana. Porque parece decirnos que en los asuntos de este mundo deberíamos ser indiferentes, imprudentes; que, si queremos vivir correctamente, debemos vivir juntos por el momento; que es culpable mirar hacia el futuro, culpable de prever la enfermedad y la vejez, culpable de dejar a la esposa y la familia.

 

No estoy planteando una dificultad imaginaria. Hablo de lo que sé, de lo que he experimentado a lo largo de mis 60 años. Me he encontrado con casos en los que un creyente sincero ha quedado profundamente perplejo por este precepto, tal como lo ha entendido. Ha atravesado su camino de vida, como un reproche constante para él. También he conocido casos en los que el incrédulo lo ha alegado, y (me siento obligado a decirlo) lo ha alegado con toda sinceridad, como un argumento triunfante contra la perfecta moralidad de las enseñanzas del Señor. Lo ha condenado por contradecir la mejor experiencia de los hombres, por estar en conflicto con los primeros principios de la economía política, por fatal para la civilización y subversivo de la sociedad. Y sabiendo esto, como ocurre en el pasaje del Evangelio, no pensé que podría ocupar mejor su atención en este día   que investigando su verdadero significado e importancia.

 

Ahora bien, si el pasaje significara lo que se suponía que significaba, entonces se encontraría que los extremos en la escala de creencias religiosas se encontraron de una manera inesperada. La imprudencia del epicúreo iría acompañada de la imprudencia del cristiano. 'Comamos y bebamos, que mañana moriremos' es el lema del uno; 'Descarta todo pensamiento del mañana; porque el mañana se cuidará solo, sería el eco del otro.

 

Si eso significaba, entonces todas esas medidas para prevenir y aliviar la miseria humana, que han atraído la atención del estadista, el filántropo y el párroco-clérigo, se basan en un principio absolutamente vicioso. Cajas de ahorros y sociedades de previsión y fondos de jubilación y compañías de seguros: ¿qué son todas estas sino medidas directas y deliberadas de previsión para el mañana, organizaciones sistemáticas para desestimar un precepto divino, si es que ese precepto se interpretó correctamente como una imposición de una negligencia imprudente del futuro?

 

No, seguro que no. Independientemente de lo que implique el texto, en ningún caso puede significar esto. La previsión es el vínculo mismo de la sociedad humana, lo más serio del progreso humano. La previsión es el aliento mismo de la vida cristiana. La previsión es el reflejo mismo de la Sabiduría Divina.

 

Es el vínculo de la sociedad y la garantía del progreso. ¿Qué es lo que diferencia al niño del hombre, qué es lo que separa la barbarie de la civilización, sino la capacidad de realizar la ley de la continuidad en los asuntos humanos y de prever el más allá de acuerdo con esta ley? ¿Qué es toda la educación, la educación de una nación, así como la educación de un individuo, sino un instrumento para calcular las consecuencias y una maquinaria para promover la previsión?

 

Y, además, es el aliento mismo de la vida cristiana. Una vez más, pregunto, ¿qué es lo que distingue al cristiano del incrédulo, sino que su horizonte se amplía inconmensurablemente y su previsión toma un alcance infinitamente más amplio? El cristiano es para el incrédulo lo que el hombre civilizado es para el salvaje. El salvaje vive por el momento; recoge los frutos espontáneos de la tierra; no hace provisión contra el hambre; no labra tierra, no siembra semilla, no espera cosecha. A medida que aumenta la civilización, también se desarrolla la previsión. Sus primeros esfuerzos no van más allá de las necesidades del año; recoge sus cosechas y almacena su alimento para el invierno. Pero gradualmente su rango de visión se expande. Se logra un gran avance cuando un hombre drena un pantano en el que no puede esperar cosechar el grano, o planta un huerto del que no puede vivir para arrancar el fruto. La ganancia para la sociedad en este avance es clara. Pero, ¿cuál es su significado superior? Por qué, es otro paso adelante hacia una previsión más amplia del cristiano; es un tributo inconsciente a la continuidad del ser, una confesión tartamudeante de un interés por el futuro, un reconocimiento, aunque vacilante e imperfecto, de una vida después de la muerte. En esta cuestión de previsión, el hombre civilizado se encuentra a medio camino entre el salvaje bárbaro y el sabio cristiano. El cristianismo no es la supresión de la previsión; es la educación, la extensión, el perfeccionamiento de la misma.

La previsión es el reflejo de la Divina Sabiduría. Providencia es otra palabra para previsión: providencia es prudencia escrita en grande: y así la Providencia se usa instintivamente como sinónimo de Dios. En verdad, con Dios, estrictamente hablando, no puede haber previsión; porque para él no hay antes ni después. El pasado infinito y el futuro infinito son un momento para Él. Él comprende la economía eterna del Universo de un vistazo. Es omnipresente en el tiempo, como es omnipresente en el espacio. Pero llamamos providencia a Su propósito eterno, lo llamamos previsión; porque con nuestras limitadas facultades no podemos concebirlo o hablar de ello de otra manera. Y la previsión humana es un reflejo, por débil y débil que sea, de Su gloriosa providencia. Porque es una realización del futuro como presente; es un traspaso de días, años y edades intermedias por el poder de una fe razonable; es (en la medida en que lo permitan las capacidades humanas) una aniquilación del tiempo.

 

'No te dejes engañar'. No puedes desafiar la ley de Dios impunemente. La secuencia invariable, la regla inevitable, de causa y efecto, es Su voluntad eterna tanto en las cosas naturales como en las espirituales. La ley del tiempo de la siembra y la cosecha impregna toda la economía del Universo. La previsión es el reconocimiento de esta ley. "Todo lo que el hombre sembrare, eso segará". Si siembras intemperancia y despilfarro ahora, cosecharás enfermedad y locura y mil terrores sin nombre en el futuro. Si siembras la falta de previsión en la juventud, cosecharás miseria y miseria en la vejez. Si esparces la semilla de la imprudencia, no te maravilles cuando recojas la cosecha de la desesperación. La semilla es una existencia hueca, vacía, sin propósito, indolente e insípida. Has sembrado el viento. La cosecha es un huracán palpitante y aullante, que te despoja de tu abrigo y te expone desnudo e indefenso a los elementos. Has cosechado el torbellino. En vano se escudará bajo la excusa de que se le pide que 'no se preocupe por el día de mañana'. En vano parlamentarás, cuando tu voz se ahogue en la furiosa tormenta. "Dios no es objeto de burla". Su ley se reivindicará a todos los peligros.

 

Pero, se dirá, cualesquiera que sean las consecuencias, de hecho se pueden imaginar palabras más fuertes y más explícitas que el orden de no pensar en el mañana? Para el oído, esto solo puede significar una cosa; 'Sea indiferente, sea descuidado, sea imprevisto, sobre lo que sucederá mañana'. Para el oído de hoy, sí; pero ¿cómo fue cuando se hizo esta traducción? Las palabras son las monedas de la mente. Son el medio actual del pensamiento humano. Pero las monedas, aunque en un momento dado se puede considerar que tienen un valor definido y fijo, subirán o bajarán de una época a otra. El Euro de hoy tiene un poder adquisitivo muy diferente a la peseta de hace dos décdas. Así ha sido con las palabras. La frase 'pensar', cuando entró en nuestras Biblias, expresaba una idea bastante diferente de la que transmite ahora. Por eso leí en uno de los primeros escritores que cierta persona se 'puso en problemas y murió de pensamiento'. Encuentro que se dice en otro que un "anciano por sus pensamientos y el dolor del corazón se desvaneció". Así que 'morir de pensamiento' era equivalente a 'morir con angustia mental', 'morir de un corazón roto'. Vuelvo de nuevo al Antiguo Testamento y encuentro la misma expresión que tenemos aquí. Saúl apresura el regreso de él y de su siervo a casa, 'no sea que su padre ... se preocupe por ellos', es decir, 'se angustie por ellos'. Así, entonces, "pensar" es  "sentir ansiedad", "ser acosado con cuidado"; y el precepto asume un significado completamente diferente del que generalmente se le atribuye; 'No te preocupes por el día de mañana; porque el mañana tendrá sus propias inquietudes. Suficiente hasta el día es su maldad. ' Y esto se corresponde exactamente con el significado del original. La palabra traducida como "pensamiento" no significa prudencia, ni previsión, sino ansiedad, acoso y cuidado que distrae. Así se lanza la condena, no contra una prudencia razonable sobre las medidas, sino contra una solicitud inútil por los resultados. Por lo tanto, no es una lección de temeridad, ni de indiferencia, incluso en los asuntos de esta vida, sino de paciencia, de calma, de fe firme en un poder y amor Todopoderoso, que domina todas las cosas para bien.

 

Pero, aunque nuestro Señor no condena en este pasaje en particular la previsión, sin duda, a lo largo del Sermón del Monte, busca guiarla y graduarla. En esto, como en todas las cuestiones prácticas, es necesario observar las debidas proporciones de las cosas. El carácter, las consecuencias, la duración, deben estimarse debidamente: y nuestra previsión debe medirse en consecuencia. Es esta graduación de la previsión la que forma la idea principal del contexto. Consideramos una locura culpable si un hombre sacrifica el interés de los años venideros por el disfrute del mañana y del día siguiente. Sólo es prudencia razonable, sólo sentido común, decimos, hacer provisión para el más allá. Y, sin embargo, si a los hombres se les pide que extiendan este principio, si se les dice que amplíen el horizonte de su previsión, si se les pide que pospongan los intereses más pequeños de la vida antes de la muerte a los intereses más amplios de la vida después de la muerte, del mismo modo que han pospuesto los intereses más pequeños de hoy y mañana a los intereses más grandes de los años venideros; esto es a la vez poco práctico, esto es sobrecargado, esto es fanático. Sin embargo, si se admite sólo la premisa, no hay escapatoria a la conclusión. Solo permite que el hombre esté destinado a vivir una vida inmortal (y no lo cuestiones seriamente), y entonces la vida inmortal debe ser infinitamente más importante que la mortal en razón de su duración infinitamente mayor. Permita solamente (y no negará esto) que la verdad, la justicia, el amor y la pureza son principios eternos, y luego deben tener una prioridad absoluta sobre la carne, la bebida y la ropa, sobre las cosas que 'perecen en el uso'. Siempre que haya un conflicto entre los dos, lo temporal debe entregarse incondicionalmente a lo eterno.

 

Y, sin embargo, objetas, preguntas y dudas, cuando se te dice que busques primero el reino de Dios y Su justicia, como si hubiera algo irreal, algo extravagante en la demanda. Es más, es el sentido común más verdadero, más elevado, más raro y más infrecuente el que se encarna en este precepto. ¿No da testimonio el instinto natural de su razonabilidad?   Pues, era una confesión de que hay algo mejor que la comida y la ropa, algo más elevado que esta vida frágil con sus miserables atractivos y sus placeres transitorios. Era una confesión de que la verdadera sabiduría antepone el deber a la vida: y el deber es una provincia, aunque sólo una provincia, en ese reino de Dios, que Cristo nos invita a buscar primero. Sí, el sentido instintivo de la humanidad, cuando es tomado por sorpresa y habla con la plenitud del corazón, cuando no está deformado por ninguna consideración de interés propio, ni confundido por las sutilezas de una filosofía vana: el sentido instintivo de la humanidad declara que es bueno 'buscar primero el reino de Dios y su justicia'.

 

Nuestro Señor entonces gradúa la previsión, pero condena la solicitud. Lo condena por dos motivos. Es un error práctico y es una desconfianza religiosa.

 

I. Es un error práctico. No estés ansioso por el día de mañana. El mañana traerá sus propias ansiedades. No los anticipe, sino 'actúe en el presente vivo'. Cada día tiene sus propias preocupaciones, sus propias pruebas, sus propias luchas. Son suficientes, y más que suficientes, para ese día. Es una locura acumular sobre ellos las ansiedades del mañana. Es una locura duplicar sus preocupaciones, incurriendo en ellas primero en la anticipación y luego nuevamente en la realidad. Consideramos a ese general como el hombre más feliz y sabio que, habiendo planeado cuidadosamente la estrategia del día que viene, luego la descarta de sus pensamientos y se acuesta a descansar, reclutando sus poderes de mente y cuerpo en el olvido del sueño. Así sucede en la lucha ansiosa de la vida. La anticipación del cuidado es tan inútil como imprudente. Es inútil; porque no puede cambiar lo inmutable.

 

2. Pero el error religioso, involucrado en tal ansiedad, es aún más grave. Es nada menos que una desconfianza poco filial y grosera en el amor y el poder de nuestro Padre celestial. La creencia práctica en la paternidad de Dios constituye la distinción fundamental entre religión verdadera y falsa. Esta parte del Sermón del Monte está totalmente ocupada en hacer cumplir tal creencia. La oración de oraciones comienza con la enunciación de la misma. Las palabras 'su Padre', 'su Padre', 'Mi Padre' ocurren con asombrosa frecuencia en todo el contexto. Parece como si nuestro Señor tomaría corazones por asalto y nos guiaría cautivo por este modo entrañable de dirigirse. Parece decir que esta palabra 'Padre', con todas las ideas de amor, ternura, protección y cuidado vigilante que implica, esta palabra, una vez alojada en el corazón, debe calmar todas las ansiedades y aplastar todas las dudas y sofocar todos los miedos. Si tan sólo pudiera comprender la verdad de que Él, el Omnisapiente, Todopoderoso y Omnipresente, Aquel a quien 'el cielo de los cielos no puede contener', Aquel que habita en la eternidad, a pesar de la infinitud de Su Ser, no es sólo nuestro Padre, pero mi Padre, me ama con el corazón de un Padre, vela por mí con el cuidado de un Padre, entonces nada me faltará, nada temeré; porque sabré que todas las cosas, problemas, aflicciones, necesidades, tristezas y dolores, todas las cosas trabajarán juntas para mi bien. Así como el niño, asustado por algún miedo infantil, o estallando por algún dolor infantil, huye a la presencia de su padre, se aferra a las rodillas de su padre, hunde su rostro en el pecho de su padre y todo va bien a la vez; así debe ser contigo. No hay problema tan especial, ni dolor tan privado, ni tentación tan sutil, ni aprensión tan vaga, nada tan grande ni nada tan pequeño, que no encuentre un lugar en el corazón de tu Padre. Acude a Él con la confianza de un niño. No alimentes ansiedades para mañana, pero ve a Él esta misma noche. Ábrele el dolor que está quebrantando tu corazón; lleva ante Él la angustia que está desolando tu vida; Desnúdate ante Él la tentación que roe tu conciencia; arroja delante de Él el pecado que ha matado tu alma. Porque él consolará; Él aliviará; Él fortalecerá; Él dará vida. Echa sobre Él toda tu ansiedad, sin recelo y sin reserva, échala sobre Él, 'porque Él se preocupa por ti'.