} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 09/01/2020 - 10/01/2020

martes, 29 de septiembre de 2020

¿QUÉ DEMANDA DIOS AL HOMBRE?

 

 

Miqueas 6:8  "Se te ha revelado, hombre, lo que es bueno, lo que Yahveh reclama en ti: tan sólo practicar la justicia, amar la lealtad y ser humilde ante tu Dios."

 

El verbo REVELAR es un Hiphil PERFECTO y puede reflejar Dios proveyó una revelación de su voluntad y carácter (especialmente en lo que se relaciona al sacrificio, véase I Samuel 15:22; Salmos 51:16-17; Isaías 1:11-17; Oseas 6:5-6). Este verso parece reflejar el comentario de Miqueas.

“hombre” Este VOCATIVO se dirige al pueblo del pacto de Judá idolatra. Este verso no se dirige a como los gentiles pueden ser salvos (ejemplo obras de justicia), pero como el pueblo de Dios debe de vivir en respuesta agradecida al perdón de Dios (que en el AT era simbolizado como el sacrificio de un animal inocente Juan 1:29; II Corintios 5:21).

“lo que es bueno” Este verso es el dicho más famoso de Miqueas. Se refiere a la prioridad de relaciones personales amables en un alto nivel de cuido y amor (véase Salmos 14:1, 3; 37:3; 51:17; Oseas 12:6 y descrito en Salmos 15:2-5), no actuación cultica solamente (ejemplo sacrificio) (Isaías 1:13; Amos 5:21-23). Este verso es una maravillosa definición de lo que es bueno ante los ojos de Dios (Miqueas 3:2; Isaías 1:17; 5:20; Amos 5:14-15).

“demanda (reclama)” Este verso es un Qal ACTIVO PARTICIPIO, que representa acción continua. El termino significa “exigir” o “preguntar por” (Deuteronomio 18:19; 23:21).

“justicia” En este contexto “justicia” refiere a la justicia social, que se discute en Miqueas 6:9-11. El NT no conoce una distinción entre lo secular y lo sagrado! ¡Toda la vida es sagrada!

Hay una serie de tres Qal INFINITIVO CONSTRUCTIVO:

1. Hacer justicia

2. Amar la misericordia

3. Andar humildemente

La palabra “humildemente” es un INFINITO ABSOLUTO

 La fe bíblica afecta cada aspecto de la vida diaria. La fe bíblica es un estilo de vida, no solamente una teológica o un credo. El don divino del pacto de la vida eterna (ejemplo la restauración de la imagen y semejanza de Dios perdido en la caída) tiene características observables (tanto en relación a Dios y a otros humanos). Este verso es uno de los mejores en el AT describiendo estas características. “misericordia” Esta es una palabra poderosa del pacto Hesed. Se refiere a la lealtad del Dios del pacto. Refleja el amor de Dios, no sacrificial, sin ninguna atadura. Creo que este término, de muchas maneras, es análogo en significado al Ágape del NT.

“andar humildemente” Este es un reconocimiento de la necesidad humana (ejemplo significado posible de esta palabra rara “humilde”, Proverbios 11:2) y la provisión de Dios (requisitos del pacto mosaico). Ritual sin la actitud correcta (Isaías 29:13 versus 57:15 y 66:2d) es una abominación (I Samuel 15:22; Mateo 23:23).

“andar” En la biblia es (1) una metáfora de identificación con alguien (ejemplo Génesis 5:25; 6:9; Job 34:8; Salmos 1:1; Malaquías 2:6) y/o (2) una metáfora para el diario vivir (Efesios 4:1, 17;5:2, 15). La fe bíblica es diaria, no semanal o anual, relación personal dirigida hacia Dios y a otros seres humanos.

Israel respondió a la petición de Dios tratando de apaciguarlo con sacrificios, esperando que los dejara en paz. Pero los sacrificios y otros rituales no bastan, Dios quiere cambiar nuestras vidas. Quiere que su pueblo sea justo, recto, misericordioso y humilde. Dios quiere que seamos sacrificios vivos (Rom_12:1-2). No solo que realicemos actos religiosos, sino que vivamos correctamente (Jer_4:4; Heb_9:14). Es imposible vivir una vida así de firme sin el amor transformador de Dios en nuestros corazones.

Las personas han probado todas las formas posibles de agradar a Dios (Miq 6.6, 7), pero El dejó en claro sus deseos: quiere que su pueblo sea justo y misericordioso y que camine humildemente con El.

Los que están plenamente convencidos de pecado y de su miseria y peligro por causa del pecado, darían todo el mundo, si lo tuvieran, por la paz y el perdón. Sin embargo, no ofrendan bien. Los sacrificios tenían valor por su referencia a Cristo; era imposible que la sangre de los toros y los machos cabríos quitara el pecado. Todas las propuestas de paz, excepto las que concuerdan con el evangelio, son absurdas. No pueden satisfacer las exigencias de la justicia divina, ni el mal hecho a la honra de Dios por el pecado, ni servirán en lugar de la santidad del corazón y la reforma de la vida. Los hombres dejarán cualquier cosa antes que sus pecados; pero nada dejan para ser aceptados por Dios, a menos que lo hagan con sus pecados.

Los deberes morales se han ordenado porque son buenos para el hombre. Gran recompensa hay en obedecer los mandamientos de Dios y después de obedecerlos. Dios no sólo lo ha dado a conocer, sino lo ha hecho claro.

El bien que Dios requiere de nosotros no es pagar un precio por el perdón de pecado y la aceptación de Dios, sino amarlo a Él; ¿qué hay de ilógico o difícil en esto? Todo pensamiento nuestro debe ser derribado, llevado a la obediencia de Dios si queremos andar cómodos con Él. Debemos hacer esto como pecadores penitentes dependientes del Redentor y de su expiación. Bendito sea el Señor que siempre está listo para dar su gracia al penitente humilde que espera.

En sus esfuerzos para complacer a Dios, examine esas áreas con regularidad. ¿Es usted justo en su trato con la gente? ¿Muestra misericordia con aquellos que le hacen daño? ¿Está usted aprendiendo a ser humilde? Solo los que obedezcan a Dios, porque quieran complacerlo, viven en una relación adecuada con El.

miércoles, 9 de septiembre de 2020

NO JUZGUÉIS PARA QUE NO SEÁIS JUZGADOS

 

Mat 7:1  El juzgar a los demás

Mat 7; 1 No juzguéis, para que no seáis juzgados.

Mat 7:2  Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido.

Mat 7:3  ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?

Mat 7:4  ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo?

Mat 7:5  ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.

Mat 7:6  No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen.

 

Este pasaje comienza con una enseñanza inicial temática: “No juzguéis para no ser juzgados.”

De los versículos que quedan citados los primeros forman uno de aquellos pasajes de la Escritura de los cuales han abusado los enemigos de la religión  verdadera, forzando su significado y haciendo de ellos una aplicación errada. Acontece a veces que se apretan tanto las palabras de la Biblia que no producen  bálsamo sino veneno. Nuestro Señor no quiso decir que fuera reprensible un juicio desfavorable acerca de la conducta o las opiniones de los demás, pues es claro que estamos en el  deber de examinarlo todo y formar conceptos decididos. Ni tampoco quiere decir que sea malo reprobar los pecados y faltas de los demás en tanto que  nosotros no seamos perfectos. Esa interpretación estaría en contradicción con otros pasajes de la Escritura; haría de todo punto imposible improbar el error;  privaría a todos de ejercer las funciones del magistrado; la tierra quedaría abandonada en manos de los perversos; y la herejía y los atentados estarían al orden  del día.

Lo que nuestro Señor se propuso condenar fue la murmuración y la costumbre de poner faltas. Esa inclinación a culpar a los demás por ofensas baladíes, o por  asuntos de ninguna significación; ese hábito de pronunciar juicios precipitados; esa propensión a ver con lente de aumento los extravíos y debilidades de  nuestros prójimos --he aquí lo que nuestro Señor prohibió. Esa era una falta muy común entre los fariseos, y ha prevalecido desde aquel entonces hasta  nuestros días. Todos debemos guardarnos de incurrir en ella. Con respecto a los demás debemos creerlo y esperarlo todo y no apresurarnos a censurar. Esto es  lo que nos dicta la caridad cristiana. 1 Cor. 13.7.

El juicio al que se refiere no es el judicial, necesario a la sociedad y a la Iglesia, y que Cristo reconoce en el Evangelio (Mat_22:21; Mat_18:17.18); ni a la corrección fraterna, que supone un juicio, al menos desfavorable, de la conducta externa, y que Cristo manda ejercer (Mat_18:15-17); ni a reconocer las faltas de nuestras “deudas” (Mat_5:12), en las que manda perdonar; ni a las faltas evidentes, que no admiten excusa, pues Cristo no manda imposibles. Se trata del juicio fácil y pronto con que se condena al prójimo.

El verbo χρίνω, lo mismo puede significar “juzgar” que “condenar”. Este es preferentemente aquí su sentido. En esta forma oriental y extremista se formula la prohibición en absoluto. Está redactada en forma “sapiencial,” lo que admite, justificadamente, excepciones. Este “juicio condenatorio” está formulado con la amplitud “sapiencial” a que afecta el tema. Por eso, no se limita a una condenación externa, puede serlo igualmente interna. La valoración moral afecta a ambos. En este contexto del Sermón se valoran en cristiano todas las actitudes de los temas tratados.

Así, se condena el pecado interno: “deseándola  en su corazón” (Mat_5:28, etc.). En la forma “para que no seáis condenados” (ίνα μη χριθητε), el ινα puede tener sentido final o consecutivo. Acaso abarque a ambos.

No se trata de una regla de prudencia social, no juzgar para no ser juzgados, conforme a la sentencia del gran rabino Hillel: “Para juzgar a tu prójimo, espera a que estés en su lugar”; ni porque incluso puede traerle a él benevolencia; Cristo no mira, propiamente, a dar normas para hacer más llevadera la vida social; incluso este “juicio” humano pudo haber sido interno, en cuyo caso no serían juzgados. Cristo está exponiendo un aspecto moral: la conducta y superioridad de la Ley cristiana sobre la judía.

 

El sujeto por el que “seréis juzgados” es Dios. Todo el contexto del sermón lleva a esto: Dios es el que “premia.” Dios sujeto es algo claro. Pero también la literatura rabínica arrojó luz sobre este punto. Son citados numerosos casos análogos en los que, dándose en forma impersonal, el sujeto que ha de suplirse, puesto, como en Mt, en tercera persona de plural, es Dios.

Dios “juzgará/condenará” a los seres humanos con la “medida” con que éstos se juzguen y condenen entre sí. Esta fórmula, que “aplica a los seres humanos la medida de la cual ellos se sirven,” aparece también en el Talmud. Debía de ser fórmula proverbial. En éste es la “ley del talión.” Rabí Eleazar decía: “En la olla en que vosotros hayáis cocido a los otros, vosotros seréis cocidos, a su vez (por Dios), “y con el celemín de que tú te sirvas para medir, se medirá para ti.”

Si esta formulación suponía la “ley del talión,” en el caso de Cristo no tiene el mismo valor de adecuación. No es que en Dios no haya justicia estricta, sino que la medida a la que Cristo alude es la medida de la semejanza y de la proporción. Si no se condena al prójimo, tampoco Dios nos condenará a nosotros. Y si se perdona, el perdón, como se lee en Lc, la medida que se usará con nosotros, será “una medida  colmada, rebosante, será derramada en vuestro seno” (Luc_6:38). Es análogo a la petición del Padre: si los hombres perdonan, Dios también perdona; pero, por parte de Dios, esta medida de perdón es “rebosante.”

El pensamiento se matiza al progresar. En este tribunal privado, celoso e inapelable que el hombre lleva dentro de sí para los demás, se le exige, para practicar rectamente su justicia, que se cite antes a sí mismo al tribunal para juzgarse y condenarse en él. Que, antes de ver “la paja” en el ojo ajeno, vea que en el suyo hay una “viga.”

La imagen está tomada del medio ambiente. Sobre 279 (d.C.) contaba rabí Yohanam: “Se decía a uno: 'Quita la astilla de tu ojo'. Y él respondía: Ύ tú quita la viga del tuyo.”

El pensamiento de Cristo está matizado de ironía; no sólo es ver la “paja” en el ojo ajeno, sin ver la “viga” en el suyo, sino que es ofrecerse a quitársela al otro, quedándose tranquilo con la suya.

Estos contrastes acusan en el que así obra, no sólo falta de decoro moral, sino falta de celo por obrar el bien. Pues éste exige comenzar por uno propio.

Cristo llama “hipócrita” al que así obra. En general, podía tener un valor moral en el evangelio “etizado” de Mt. Pero se encuadra en un contexto general. En Mt es un término casi técnico para denominar a los fariseos (Mat_6:2.5.16). Y era un tema demasiado candente en aquel medio en el que los “fariseos despreciaban a los demás,” teniéndose ellos por los solos hombres “justos” (Mat_5:28).

Y Cristo expone, ante este cuadro, cuál ha de ser la doctrina de la perfección cristiana. Es un pasaje adelantado por Mt, pues aún no había comenzado el contacto y denunciación de Cristo contra los fariseos, y ahora aparece aplicado y “etizado” a su grupo.

En el Talmud se encuentra la recomendación de “no entregar a un goy (no judío) las palabras de la Ley”; y también la de no “poner las cosas santas en los lugares impuros.”

La primera parte de esta sentencia evangélica: “no deis lo santo a los perros,” toma su imagen de las cosas que se relacionan con el templo y el sacrificio (Lev_22:14; Exo_22:30); la segunda, en paralelismo sinónimo, dice “no echar las perlas a los puercos.” La perla era considerada como “el principio y culmen de todas las cosas de precio.”  Lo que pasa por lo más precioso y refinado no se puede echar — extremismo oriental — a lo más inmundo. Pues se añade: “no sea que las pisoteen con sus pies y, revolviéndose, os destrocen.” El puerco tiene por ansia el hartarse. Por instinto se tira a cuanto le echen; si son perlas, al ver que aquello no se come, enfurecido, puede revolverse y abalanzarse sobre los que le echaron esto y “destrozarlos.” La estampa es realista, pero ¿cuál es su interpretación? Todo depende de saber si es una alegoría (Metáfora) o una simple comparación (parábola).

En la antigüedad se lo interpretó alegóricamente. Los “perros” eran los malos cristianos provenientes de la infidelidad, que volvían al vómito (Pro_26:11; 2Pe_2:21.22); los otros eran los paganos, que estaban en la inmundicia de su alejamiento de la fe.

También lo interpretaba alegóricamente Crisóstomo. Otras veces lo “santo” se interpretó de la Mesa del Señor. Pero a la hora del sermón de la Montaña no se iba a expresar, metafóricamente, ni la Mesa ni, concretamente, los demás misterios de la fe cristiana. No hay base teológica para una interpretación alegórica concreta. La solución ha de venir valorando el género literario a que pertenece este versículo, ya que falta su contexto histórico preciso.

Es una sentencia “sapiencial,” por lo que enuncia un principio general sin concreciones inmediatas. Por eso su interpretación supondrá una comparación metafórica que, por enunciar un principio general, rebasa, en su intento directo, las concreciones específicas. Debe de ser una recomendación propia a los apóstoles y discípulos. Lo “santo” que no debe ser arrojado a los animales, debe de ser, en este contexto del sermón, la doctrina del reino. Por un cierto “paralelismo” con el no “juzgar” ligeramente, esta sentencia debe de referirse a la prudencia que se ha de tener para no entregar ni confiar la gran doctrina del Reino — o en los grados que no convenga — a quienes en lugar de recibirla no harían sino profanarla: los verdaderamente indignos, cínicos e incrédulos.

Cuando en la primitiva Iglesia se observaba la “ley del arcano” con los catecúmenos y profanos; o cuando los cristianos, en la persecución de Diocleciano, prefirieron el martirio a entregar a los paganos las Santas Escrituras, estaban respondiendo al “espíritu” de esta sentencia, ya que, aun “sapiencialmente,” debió de tener un objetivo histórico amplio, directo, sin que aún esté plenamente precisado.

No se quiere decir con esto que la doctrina del reino no haya de ser enseñada por el “apóstol,” pues Cristo mandó predicarlo a todas las gentes” (Mat_28:19), lo mismo que vaticinó persecuciones por causa suya, incluso con el martirio (Mat_10:17-22.33; Mat_24:9). En estos pasajes se anuncia la universalidad del reino; en esta otra sentencia, la prudencia en la enseñanza y entrega del mismo.

Fue esta oposición la que hizo pensar a algunos críticos que este pasaje no fuese original de Cristo, sino insertado en Mt, y de origen de un sector exclusivista de judeocristianos. Pero no tiene la cerrazón esenia.

viernes, 4 de septiembre de 2020

CUERPOS ESPIRITUALES

 

1Co 15:44  Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual.

1Co 15:45  Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante.

1Co 15:46  Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual.

1Co 15:47  El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo.



      La palabra “animal” traduce el vocablo griego, psuchikos, que es adjetivo, el que aparece en 1Cor 2:14 (natural).   En forma de sustantivo el vocablo muchas veces se traduce, “alma”, o “vida”. Aquí este adjetivo, que tiene varios sentidos, significa la vida que el hombre tiene en común con los animales. Este “cuerpo psuchikos (animal)” del hombre en esta vida física, al ser sepultado, no se difiere en nada del cuerpo muerto de cualquier animal. Es el cuerpo apropiado para la vida en la carne, el recipiente del psuche y condicionado por él para la existencia aquí. (Claro es que el hombre tiene un “alma”, o “espíritu”, el hombre interior, Rom_7:22; 2Co_4:16, pero este pasaje trata solamente del hecho de que en esta vida el cuerpo que habita el espíritu es mortal, y como el cuerpo de cualquier animal está sujeto en la muerte a la corrupción).  

El cuerpo del hombre de la resurrección se contrasta con el “cuerpo animal” (físico, o natural) de la frase anterior. Este cuerpo va a ser uno adaptado a la existencia en el mundo espiritual que seguirá la vida actual en la carne. No se llama “espiritual” por ser un cuerpo como de fantasma, ni porque tenga que ver con la salvación en el cielo. Se llama así solamente porque va a ser un cuerpo perteneciente a la existencia del más allá, un cuerpo acondicionado por el espíritu para tener las cualidades apropiadas para esa esfera.

         Como todo hombre tiene ahora el cuerpo natural, todo hombre en la resurrección general recibirá el cuerpo espiritual.

         -- Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual - Más conforme al texto griego es el texto que dice, “Si hay un cuerpo natural, también hay un cuerpo espiritual” . La una cosa no es más cierta que la otra. Si el cuerpo natural existe, y nadie lo niega, entonces es cierto que el otro cuerpo, el espiritual, también existirá. Los dos cuerpos son creación de Dios según las necesidades de cada existencia. Si hay un cuerpo natural para este mundo, ciertamente habrá un cuerpo espiritual para el mundo venidero. El cuerpo de este mundo tiene soportes propios para el estado físico, pero el cuerpo espiritual no necesita de tales soportes (por ejemplo, estómago para la comida, 6:13, y sexo para el matrimonio, Luc_20:35), sino que tendrá lo que sea apropiado para el estado futuro. Esta es una revelación de Dios de cosas secretas.

         En este contexto el pneuma (espíritu) suplanta al psuche (alma)

 

Pablo agrega a la cita las palabras “primer hombre”, pues el hombre de la cita fue Adán, y él fue el primero de la raza humana (no hubo ser humano creado antes de Adán), de quien todos los demás hemos recibido un cuerpo físico, o natural. Como él fue dotado de un cuerpo animal (psuchikos), como el representante de la raza humana de él recibimos lo mismo. Lo que aquí Pablo llama “alma viviente” es el “cuerpo animal” del versículo anterior. Gén_2:7 enseña que cuando Dios sopló en el hombre hecho de polvo de la tierra, el hombre llegó a ser “un ser viviente” (un ser animado). Este cuerpo físico está diseñado para satisfacer las condiciones de la vida sobre la tierra.

Ahora, es cierto que el hombre es más que carne y hueso; tiene un alma o espíritu (Mat_10:28; Heb_12:9). No obstante Gén_2:7 no es el pasaje para probar tal afirmación, sino que lo es uno como Gén_1:26-27 (a la imagen y semejanza de Dios). Pablo explica el significado de Gén_2:7 con lo que dice aquí en este pasaje, 15:45.

         -- el postrer Adán, espíritu vivificante - Esta frase no es parte de la cita de Gén_2:7. Cristo es la única persona que se asocia con la raza humana de manera federal como le tocó hacer a Adán. De Cristo, el postrer Adán, el hombre ha de recibir el cuerpo espiritual (pneumatikos), el cual estará diseñado para satisfacer las condiciones de la vida del más allá, después de la resurrección de los muertos.

         Como el cuerpo físico de esta vida se llama el cuerpo animal, y ser viviente, así también el cuerpo glorificado de la resurrección se llama cuerpo espiritual y espíritu vivificante. Como recibimos del primer Adán un ser viviente apropiado para esta vida, recibiremos del postrer Adán un cuerpo espiritual apropiado para el mundo venidero. Considérense Jua_1:4; Jua_5:20-21; Jua_5:26; Jua_11:25; Col_3:21. Adán impartió el cuerpo animal, y Cristo ha de impartir el cuerpo espiritual, dando vida en la resurrección al cuerpo muerto. Cristo (llamado “espíritu” en vista de su carácter dinámico y activo) puede vivificar (Col_3:4; 1Ts_4:16).

         El hecho de que Cristo se llama el “postrer Adán” (Rom_5:14) indica que no habrá otro después de Cristo que se levante para servir de salvador para la raza humana.

Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual - Este versículo sencillamente declara el orden cronológico correcto de las cosas en el plan de Dios para su creación. Primero Adán dio al hombre el cuerpo físico, y después vino Cristo y por su resurrección ha hecho posible el cuerpo espiritual que él dará al hombre en la resurrección.

         Pablo amplia este pensamiento en los próximos dos versículos.

         La primera existencia del hombre comienza con el cuerpo animal derivado (juntamente con su espíritu dado por Dios, Heb_12:9) de la descendencia de Adán, y no con alguna existencia previa en otra forma y de otra fuente. La doctrina de la llamada reencarnación ¡es completamente falsa!

 Así como hay cuerpos físicos visibles y palpables, también los hay espirituales, que son invisibles y están fuera del alcance de los sentidos humanos. (1Co 15:44.) Los cuerpos de los seres espirituales (Dios, Cristo, los ángeles) son gloriosos. “Nadie ha contemplado a Dios nunca.” (1Jn 4:12.) El hombre no puede ver a Dios y vivir. (Éx 33:20.) Cuando el apóstol Pablo tuvo una simple vislumbre de la manifestación de Jesucristo después de haber sido resucitado, cayó al suelo y quedó cegado por el resplandor, de modo que fue necesario un milagro para devolverle la vista. (Hch 9:3-5, 17, 18; 26:13, 14.) De igual manera, los ángeles son mucho más poderosos que los hombres. (2Pe 2:11.) Son seres gloriosos, esplendorosos, y así es como han aparecido cuando se han manifestado en forma física. (Mt 28:2-4; Lu 2:9.) Estos hijos espíritus de Dios tienen una visión suficientemente poderosa como para ver y aguantar el esplendor del Dios Todopoderoso. (Lu 1:19.)

Como no podemos ver a Dios con los ojos corporales, se sirve de ciertas expresiones metafóricas para ayudarnos a entender y apreciar algunos aspectos acerca de sí mismo. La Biblia habla de Él como si tuviera ojos (Sl 34:15; Heb 4:13), brazos (Job 40:9; Jn 12:38), pies (Sl 18:9; Zac 14:4), corazón (Gé 8:21; Pr 27:11), manos (Éx 3:20; Ro 10:21), dedos (Éx 31:18; Lu 11:20), nariz (Eze 8:17; Éx 15:8) y oídos (1Sa 8:21; Sl 10:17). No debe suponerse que posee literalmente estos órganos según los conocemos. El apóstol Juan, que tenía la esperanza de vivir en el cielo, dijo a sus coherederos de vida celestial: “Amados, ahora somos hijos de Dios, pero todavía no se ha manifestado lo que seremos. Sí sabemos que cuando él sea manifestado seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal como Él es”. (1Jn 3:2.) Estos tendrán un cuerpo semejante al “cuerpo glorioso” de Jesucristo (Flp 3:21), que es “la imagen del Dios invisible”, “el reflejo de su gloria y la representación exacta de su mismo ser”. (Col 1:15; Heb 1:3.) Por consiguiente, recibirán cuerpos incorruptibles con inmortalidad inherente, a diferencia de los ángeles y los hombres, que son mortales. (1Co 15:53; 1Ti 1:17; 6:16; Mr 1:23, 24; Heb 2:14.)

 

El cuerpo de carne de Cristo.

 

 Cuando Jesús instituyó la Cena del Señor, ofreció el pan ácimo a sus once apóstoles fieles y dijo: “Esto significa mi cuerpo que ha de ser dado a favor de ustedes”. (Lu 22:19.) Más tarde el apóstol Pedro comentó: “Él mismo  Jesús  cargó con nuestros pecados en su propio cuerpo sobre el madero”.  

Para que Jesús pudiera ser el “último Adán” (1Co 15:45) y ofrecer un “rescate correspondiente” por toda la humanidad, era necesario que fuese un hombre con cuerpo carnal y no una encarnación. (1Ti 2:5, 6; Mt 20:28.) Además, tenía que ser perfecto, pues había de ofrecerse en sacrificio para presentar ante Jehová Dios el precio de compra. (1Pe 1:18, 19; Heb 9:14.) Ningún humano imperfecto podía proveer el precio que se necesitaba. (Sl 49:7-9.) Por esta razón, cuando se presentó para el bautismo con el fin de empezar su derrotero de sacrificio, Jesús le dijo a su Padre: “Me preparaste un cuerpo”. (Heb 10:5.)

En el caso de Jesucristo no se permitió que su cuerpo físico se convirtiese en polvo, como sí había ocurrido con los cuerpos de Moisés y David, hombres que prefiguraron a Cristo. (Dt 34:5, 6; Hch 13:35, 36; 2:27, 31.)  

Después de su resurrección, Jesús se apareció con distintos cuerpos. María le confundió con el hortelano. (Jn 20:14, 15.) En otra aparición, entró en una habitación que tenía las puertas cerradas con llave con un cuerpo que presentaba señales de heridas. (Jn 20:24-29.) Varias veces se le reconoció debido a sus palabras y acciones, no a su apariencia. (Lu 24:15, 16, 30, 31, 36-45; Mt 28:16-18.) En una ocasión, el milagro que se realizó al seguir sus instrucciones abrió los ojos de sus discípulos y le identificaron. (Jn 21:4-7, 12.)  

 Poco antes del Diluvio, los ángeles que “no guardaron su posición original, sino que abandonaron su propio y debido lugar de habitación” se encarnaron y se casaron con esposas humanas. Se ve que estos hijos angélicos de Dios no eran humanos, sino que habían materializado cuerpos físicos, por el hecho de que no se les destruyó en el Diluvio, sino que se desmaterializaron y regresaron a la región de los espíritus. (Jud 6; Gé 6:4; 1Pe 3:19, 20; 2Pe 2:4.)

 

  Jesucristo es la cabeza de “la congregación, la cual es su cuerpo”. (Ef 1:22, 23; Col 1:18.) Este cuerpo cristiano de personas no tiene divisiones raciales, nacionales ni de ninguna otra clase, pues en él están representados judíos y personas de todas las naciones. (Gál 3:28; Ef 2:16; 4:4.) Todos han sido bautizados en Cristo y en su muerte por medio del Espíritu Santo. Por lo tanto, a todos se les bautiza para formar un solo cuerpo. (1Co 12:13.) En consecuencia, todo el cuerpo sigue a la cabeza, sufriendo su misma muerte y recibiendo su misma resurrección.  

El apóstol Pablo asemeja el funcionamiento del cuerpo humano al de la congregación cristiana: los miembros de esta congregación que están vivos sobre la Tierra en cualquier tiempo forman un cuerpo, con Cristo como cabeza invisible. (Ro 12:4, 5; 1Co 12.) Pablo recalca la importancia del lugar que ocupa cada uno de los miembros, su interdependencia, el amor y cuidado que se muestran, así como el trabajo que llevan a cabo. Dios ha colocado a cada uno en su posición en este cuerpo, el cual efectúa lo que es necesario debido a la acción del espíritu santo. Jesucristo, que es la cabeza de todos, suministra a los que componen el cuerpo lo que necesitan por medio de “sus coyunturas y ligamentos”, es decir, los medios y disposiciones para suministrar nutrición espiritual, así como comunicación y coordinación, de modo que “el cuerpo” esté bien alimentado espiritualmente y cada parte esté informada de la tarea que debe realizar. (Col 2:19; Ef 4:16.)

 

Uso adecuado del propio cuerpo.

El cristiano debería apreciar el cuerpo que Dios le ha dado y amarse a sí mismo lo suficiente como para cuidar de su cuerpo de manera apropiada a fin de poder presentarlo en servicio sagrado aceptable a Dios. (Ro 12:1.) Esto requiere hacer uso de la razón y suministrar al cuerpo el alimento y las demás cosas necesarias, así como mantenerlo limpio. No obstante, hay otras clases de cuidado que son aún más importantes y que tienen que ver con la espiritualidad, el buscar el reino de Dios y su justicia y el ejercicio de la rectitud moral. (Mt 6:25, 31-33; Col 2:20-23; 3:5.) El apóstol aconseja: “El entrenamiento corporal es provechoso para poco; pero la devoción piadosa es provechosa para todas las cosas, puesto que encierra promesa de la vida de ahora y de la que ha de venir”. (1Ti 4:8.)

El miembro ungido de la congregación cristiana, el cuerpo de Cristo, que comete fornicación, está quitando un miembro del cuerpo de Cristo y convirtiéndolo en miembro de una ramera. Cualquier cristiano que comete fornicación causa una contaminación moral y también peca “contra su propio cuerpo [carnal]”. Se pone en peligro de ser excluido del cuerpo de Cristo, la organización del templo, y además se expone al peligro de contraer enfermedades asquerosas. (1Co 6:13, 15-20; Pr 7:1-27.) Puede ser que ‘la congregación lo entregue a Satanás para la destrucción de la carne’. (1Co 5:5.)

Los que componen el cuerpo de Cristo, así como las personas dedicadas que se asocian con estos miembros engendrados por espíritu, deben evitar tanto la fornicación física como la de naturaleza espiritual. Las Escrituras llaman “adúlteras” a los que tienen amistad con el mundo. (Snt 4:4.) Jesús dijo de sus discípulos: “Ellos no son parte del mundo, así como yo no soy parte del mundo”. (Jn 17:16.) Por lo tanto, a Jesús le importa mucho que los que componen su cuerpo sean limpios moral y espiritualmente. (Ef 5:26, 27.) Se dice que ‘sus cuerpos han sido lavados con agua limpia’. (Heb 10:22.) Como dice el apóstol Pablo hablando de los esposos, “de esta manera los esposos deben estar amando a sus esposas como a sus propios cuerpos. El que ama a su esposa, a sí mismo se ama, porque nadie jamás ha odiado a su propia carne; antes bien, la alimenta y la acaricia, como también el Cristo hace con la congregación, porque somos miembros de su cuerpo. ‘Por esta razón el hombre dejará a su padre y a su madre y se adherirá a su esposa, y los dos llegarán a ser una sola carne’. Este secreto sagrado es grande. Ahora bien, yo estoy hablando tocante a Cristo y la congregación”. (Ef 5:28-32.)

 

 

 

 

 

miércoles, 2 de septiembre de 2020

APRENDED DE MÍ

 Mat 11:25  En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños.

Mat 11:26  Sí, Padre, porque así te agradó.

Mat 11:27  Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.

Mat 11:28  Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.

Mat 11:29  Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas;

Mat 11:30  porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.  (RV1960)

 

   Aquí Jesús está hablando por propia experiencia, la experiencia de que los rabinos y los sabios de Su tiempo Le rechazaban, mientras que las personas sencillas Le aceptaban. Se refiere a los escribas, fariseos, los demás líderes de entre los judíos que se creían ser los sabios y entendidos. 1Co_1:1-31, “21 Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación”. Muchos de los muy sabios del mundo (egresados de las universidades con títulos) son incrédulos. ¿Cómo se esconde el evangelio de ellos? Solamente en el sentido de que para ellos el evangelio es despreciativo. Esta misma verdad se enseña en Mat_13:1-58, “10 Entonces, acercándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas? 11 El respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado. 12 Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado 13 Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden. 14 De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo: De oído oiréis, y no entenderéis; Y viendo veréis, y no percibiréis. 15 Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, Y con los oídos oyen pesadamente, Y han cerrado sus ojos; Para que no vean con los ojos, Y oigan con los oídos, Y con el corazón entiendan, Y se conviertan, Y yo los sane”. Jesús habló en parábolas y después las explicó a sus discípulos, y los incrédulos (insinceros) no entendían nada porque no querían entender.

 

A los intelectuales no les decía nada, pero los humildes Le recibían. Debemos hacer lo posible por entender lo que Jesús quería decir aquí. Está muy lejos de condenar la actividad intelectual; lo que condena es el orgullo intelectual.   «El corazón, no la cabeza, es el hogar del Evangelio.» No es la inteligencia lo que le cierra la puerta, sino el orgullo. No es la necedad lo que le admite, sino la humildad. Uno puede ser tan sabio como Salomón; pero si no tiene sencillez, confianza e inocencia, se excluye a sí mismo. 

Desde luego, Jesús no habla de infantes literales, sino de sus discípulos. Nos llama niños porque como los niños dependen de sus padres para todo, nosotros dependemos de Dios para todo. Mat_18:1-35, “2 Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, 3 y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Mar_10:15; Luc_18:17. 4 Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos. 5 Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este (es decir, a un discípulo de Cristo, Mat_25:31; Gál_4:14; Col_4:10), a mí me recibe”. Es cierto que los niños tienen características que no debemos imitar (11:16; 1Co_14:20; Efe_4:14), pero tienen muchas características que sí debemos imitar: la humildad (dependencia), pureza, sencillez, prontitud para perdonar y olvidar ofensas, son dóciles y quieren aprender. Por lo tanto, el evangelio se revela a tales personas de nobleza (Hch_17:11). La Biblia es para todos. La predicación es para todos. No es que Dios haya rehusado que los sabios de este mundo tengan Biblias. No manda que no prediquemos el evangelio a ellos. Eso no es el punto. Lo que Jesús dice tiene que ver con la recepción de parte de ellos del evangelio. Al rechazarlo ellos es como si Dios no se lo revelara.

Nos contentamos con la revelación (las Escrituras) para nuestro conocimiento del Hijo y del Padre y del Espíritu Santo. No conviene afirmar nada acerca de Dios que no sea revelado en las Escrituras. La fe del discípulo de Cristo no se basa en especulaciones y credos humanos, sino en la revelación que Dios nos ha dado.

         Sin embargo, este texto se ha citado para criticar a los que defendemos la Deidad de Cristo, pero la defendemos porque muchos enseñan error (modernismo) sobre este tema. No sólo los testigos del Atalaya y los “sólo Jesús” y otros sectarios, sino también algunos hermanos en Cristo, pues dicen que cuando Jesús vino al mundo se despojó del uso de los atributos divinos y que no usó (demostró) ningún atributo divino ni una sola vez durante su vida aquí en la tierra. Esto niega Jua_20:31. También niega que Cristo perdonó pecados por su propia autoridad (Mat_9:6) y niega que Cristo era adorado por varias personas (Mat_2:2; Mat_28:17; Jua_9:38, etc.). Es un error grave enseñar que debemos ser indiferentes hacia la controversia sobre la Deidad de Cristo, porque hay modernismo en la predicación de algunos hermanos y si logran destruir la fe de algunos en la Deidad de Cristo, destruyen también su esperanza de la salvación eterna .

Imaginemos lo difícil de tener audiencia con algún rey, presidente o gobernador! Pero Jesús, el Rey de reyes, invita a todos  los que estamos trabajados y cargados (no sólo con cargados con pecados y preocupaciones, sino también con leyes y tradiciones humanas, Mateo_15:1-9; Mateo_23:3-4), y yo os haré descansar (nos perdona los pecados cuando obedecemos al evangelio y nos da limpia conciencia y paz en el alma) En base a lo que Jesús acaba de decir en el v 27 Él tiene autoridad para invitar a todos a su salvación. El “yugo” de Jesús es su autoridad (su ley, su enseñanza). Llevar su yugo significa hacer su voluntad, someterse a su mandamiento. Es un yugo “fácil”, es decir, bien acomodado, porque sus mandamientos “no son gravosos” (1Juan_5:3). Cristo es manso y humilde de corazón en su gobierno. No es cruel, abusivo, injusto, opresivo.

El descanso que Jesús promete es paz con Dios, no el que uno tenga que dejar todo esfuerzo. Una relación con Dios transforma un trabajo cansador y sin sentido en productividad espiritual con propósito sólo aquí.

 

Ni tenemos que temer su yugo. Sus mandamientos son santos, justos y buenos. Requiere negarse a sí mismo y trae dificultades, pero esto es abundantemente recompensado, ya en este mundo, por la paz y el gozo interior. Es un yugo forrado con amor. Tan poderosos son los socorros que nos dan, tan adecuadas las exhortaciones, y tan fuertes las consolaciones que se encuentran en el camino del deber, que podemos decir verdaderamente, que es un yugo grato. El camino del deber es el camino del reposo. Las verdades que enseña Cristo son tales que podemos aventurar por ellas nuestra alma.

Tal es la misericordia del Redentor, y ¿por qué debe el pecador laborioso y cargado buscar reposo en alguna otra parte? Vamos diariamente a Él en busca de la liberación de la ira y de la culpa, del pecado y de Satanás, de todas nuestras preocupaciones, temores y dolores. Pero la obediencia forzada, lejos de ser fácil y liviana, es carga pesada. En vano nos acercamos a Jesús con nuestros labios mientras el corazón esté lejos de Él. Entonces, venid a Jesús para hallar reposo para vuestras almas.

 

Hay tres razones por las cuales nos conviene aprender de Jesús. En primer lugar, el aliciente de su carácter. Él es manso y humilde de corazón en contraste con los sabios y entendidos. Las cualidades de carácter que demanda de sus seguidores (Hebreos_5:3-5), Jesús mismo las demostró en su vida. El segundo aliciente para aprender de Jesús es que hallaremos descanso para nuestras almas. El promete paz y tranquilidad en el corazón de sus seguidores, lo cual da como resultado descanso espiritual (Juan_14:27). La tercera razón es que su yugo es fácil, y su carga ligera. Las demandas de Jesús no son livianas (Juan_16:24), pero son justas y soportables. El provee la fortaleza espiritual por el Espíritu Santo para cumplir todas las demandas. Por esta razón sus mandamientos no son gravosos (1Juan_5:3). En el original, “fácil” significa “bueno, bondadoso”. Es un yugo ajustado a nuestro “cuello” de modo que no produce molestias ni roces. “Ligera” significa “liviano, no aplastante”. El yugo literal de bueyes, tiene lugar para dos. La figura permite la idea de que al lado del discípulo, Jesús está en el yugo llevando la mayor parte de la carga.

Jesús tiene un yugo llevadero. Es un yugo que se adapta bien, se ciñe ajustado y se amolda fácilmente alrededor de la nuca. Aunque tiene exigencias duras, y enseña la ley de una forma mucho más radical (sermón de la montaña), este yugo de Jesús es provechoso al hombre. No le causa heridas con el roce, y el hombre no se desuella sangrando. «Sus mandamientos no son pesados»   porque son sencillos y sólo exigen entrega y amor. No obstante la voluntad de Dios es un yugo y una carga. Pero se vuelven ligeros si se hace lo que dice Jesús: Aprended de mí. Jesús también lleva las dos cosas: su misión para él es yugo y peso: Con todo, él los ha aceptado como siervo humilde de Dios. Se ha hecho inferior y cumple con toda sumisión lo que Dios le ha encargado, se hace servidor de todos. Aunque el Padre se lo ha entregado todo, se ha hecho como el ínfimo esclavo. Si se acepta así el yugo de la nueva doctrina, entonces se cumple la promesa: y hallaréis descanso para vosotros. Este descanso no es la tranquilidad adormecedora del bienestar burgués o la paz fétida con el mal (Jesús ha hablado de la espada Ezequiel_10:34). Jesús promete el descanso para el lastre abrumador de la vida cotidiana, para el cumplimiento de la voluntad de Dios en todas las cosas pequeñas. El que vive entregándose a Dios, y ejercita incesantemente el amor, es levantado interiormente y se serena. Nuestra fe nunca puede convertirse en carga agobiante, en el yugo que nos cause heridas con el roce. Entonces se apreciaría la fe de una forma falsa. Si se procura realmente cumplir los mandamientos de Dios, entonces el yugo de Jesús nunca es una fuente menguante de consuelo y de apacible serenidad. En esto tendría que ser posible conocer al discípulo de Jesús.

 

¡Maranata!