} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 06/01/2018 - 07/01/2018

sábado, 30 de junio de 2018

¿SOY REALMENTE CRISTIANO?



      La mayoría de nosotros piensa que es sabio visitar al doctor de vez en cuando para hacernos un examen. Da seguridad confirmar nuestra salud, pero también es un alivio identificar un problema antes de que sea demasiado tarde. No obstante, muchos de los que vivimos en el mundo de la “América cristiana moderna” —y más allá— somos reticentes a la idea de examinar nuestras vidas para ver si la Palabra de
Dios confirma la salud de nuestro cristianismo. Esto es precisamente lo que Pablo dijo a los corintios:

“Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?” (2 Co. 13:5).

La realidad es que el infierno está lleno de personas que profesaron el cristianismo pero que nunca se examinaron a sí mismas. Será demasiado tarde si entramos en la eternidad solo para oír aquellas aterradoras palabras de nuestro Señor:

“Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mt. 7:23).

Durante mis treinta años de camino con el Señor, siempre he anhelado saber si soy un cristiano verdadero y me he esforzado para entender la relación correcta entre la fe y los frutos de las buenas obras. El problema consiste en pensar que producir los frutos adecuados nos convertirá en el tipo de árbol adecuado. El dueño de cualquier huerto te dirá que el fruto es aquello que un árbol produce de forma natural, lo que simplemente revela la naturaleza del árbol. Si el fruto está en mal estado, podrido, o simplemente no existe, la solución no es colgar frutos de plástico en las ramas.

 Muerte al yo y al pecado

“No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre
sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna” (Gálatas 6:7, 8).
Cuidado con ese evangelio falso que deja al hombre seguir en sus pecados y sembrar para la carne y, no obstante, le ofrece la esperanza de llegar al cielo.
Cuidado con ese evangelio falso que sólo vende una póliza contra las llamas del infierno pero no da ningún poder sobre el pecado. Cuidado con ese evangelio falso que deja que uno siga en su vida carnal y no exige la muerte de su naturaleza carnal. Cuidado con ese evangelio falso que permite una religión sin vida, o una profesión de fe sin la posesión de la fe. Cuidado con ese evangelio falso que hace creer que hay dos caminos al cielo, y no el único camino que nuestro Señor describe en Mateo 7:13, 14 como “el camino angosto”. Lo que sucede es que este evangelio falso abre un segundo camino, el camino del cristianismo carnal   camino que parece derecho al hombre, pero su fin es camino de muerte
(Proverbios 16:25). ¡A la carne le encanta, pero es un camino que lleva al infierno!

¿Un compañero amistoso?

Vuelvo a repetirlo: cuidado con ese evangelio falso que se predica en la actualidad, que no exige nada, sino que muestra un camino fácil a la salvación (que no es más que el camino más corto al infierno). Este evangelio falso no se opone a la carne, sino que es “un amigo”, y, comprendido correctamente, es la fuente de mucha diversión buena y limpia y placeres inocentes. Nos deja vivir sin interferencias, nunca nos cambia la vida; sigue dejándonos vivir disfrutando de nuestros placeres, pero ahora, en lugar de cantar en la cantina y beber licor, nos deleitamos en cantar coros y ver películas religiosas. Sigue habiendo un énfasis en pasarla bien, pero ahora nos divertimos a un nivel más elevado tanto moral como
intelectualmente.
Este evangelio falso promueve un tipo de evangelismo nuevo y distinto. No
procura dar muerte a la vida pecaminosa antes de brindarle la nueva vida en
Cristo, sino que lo manda recibir la nueva antes de hacer morir la vieja. Así que sólo intenta encaminar al pecador en una nueva dirección. Lo encamina a una manera de vivir alegre, en la que puede mantener su amor al “yo”. Este evangelio falso le dice al hombre seguro de sí mismo: “Ven y muéstrale tu seguridad a Cristo”. Al egotista le dice: “Ven, jáctate en el Señor” y, al que siempre anda en busca de una nueva emoción, le dice: “Ven y goza de la emoción del compañerismo cristiano”. Intenta echar vino nuevo en odres viejos, pero ¡esto no puede ser! Lo viejo tiene que ser derribado antes de que lo nuevo pueda ser edificado.

El significado de la cruz

Como ves, a este evangelio falso del cristianismo carnal se le pasa completamente por alto el significado principal de la cruz, el cual es la muerte.
Pero el evangelio de la gracia de Dios en Cristo, que es poder de Dios para
salvación, exige la muerte, la sepultura y la resurrección de ti, pecador, en Cristo.
Presenta la cruz de Cristo como el final repentino y violento de todo lo que eres por naturaleza, y te resucita a una vida nueva en Cristo con las cadenas del pecado ya rotas. Pone fin a tu orgullo y ambición, y te deja a los pies de un Dios Santo implorándole misericordia.
El verdadero evangelio de Dios te dice que debes tomar la cruz de Cristo, y
despedirte de tus amigos y del mundo, porque ya no vuelves como la misma persona. No te dice que dará una nueva dirección a tu vida, sino que vas al lugar de muerte. Hebreos 13:13 dice: “Salgamos, pues, a él, fuera del campamento, llevando su vituperio”, porque allí es donde morimos al mundo. El propio Señor Jesús dice en Lucas 14:27: “Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo”. Tenemos que morir al mundo y a todos sus placeres y atracciones, tal como nos dice Gálatas 6:14: Por medio de la cruz de Jesucristo “el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo”.
¿Sabías que los dos ingredientes que componen la sal casera que usamos todos los días, son un veneno mortal si se consumen por separado, y que pueden causar la muerte? Pero cuando se combinan, se convierten en una bendición en la forma de sal, la cual purifica, da sabor, preserva y es usada de tantas maneras diferentes.
¡Es lo mismo con el verdadero evangelio, el evangelio de la gracia de Dios!
¡Podemos predicar a Cristo y su sangre para el perdón de los pecados, engañando al pecador, si no le contamos que la muerte de Cristo significa la muerte también para él mismo y sus costumbres, y la muerte al pecado! Si no incluimos todos los ingredientes en el mensaje que predicamos, lo que predicamos se convierte en un veneno mortal para su alma, que lo condena en lugar de salvarlo.

¡Nada de compromisos!

Esta doctrina o evangelio del cristianismo carnal (que ni es un evangelio) se ha extendido por toda la cristiandad en la actualidad, y no contiene ese
ingrediente que es el arrepentimiento. Es el ingrediente que causa que
aborrezcamos al pecado, mostrándonos que el poder del pecado debe ser roto, y que Dios, por su Espíritu, no sólo nos justifica sino que también nos santifica cuando la salvación es auténtica. La justificación y la santificación son las dos caras de una misma moneda, y cuando Dios nos justifica ante sí mismo en Cristo mediante su sangre, también nos santifica, es decir, nos separa para su uso, y nos hace andar en sus caminos.
Así que el verdadero evangelio de Cristo no se compromete con el pecado.
Exige realmente arreglar cuentas con Dios o perecer. Dice: “Sométete pecador, sométete al Dios santo y soberano con un corazón arrepentido, sométete, a Cristo con fe, confiando sólo en él para ser salvo”. Y debes abandonar todos los pecados, tienes que renunciar a todos tus pecados, arrepentirte de todos tus pecados, y aborrecer todo pecado. Tienes que morir al mundo, y el mundo a ti. Tienes que dejar a un lado tus pecados y a ti mismo. De otra manera, nunca podrás conocer a Cristo en una auténtica experiencia de salvación. El evangelio de la gracia de Dios en Cristo Jesús no te permitirá encubrir, defender o excusar ningún pecado, porque cuando el poder convencedor del Espíritu Santo obre en tu corazón, morirás al pecado y a ti mismo; y luego Cristo, con su gran poder, el poder del evangelio, te resucitará a una vida nueva. Esta será su vida en ti, y serás una nueva criatura en Cristo.
Por lo tanto, querido amigo, no procures ponerle condiciones a Dios, porque mereces ser arrojado al infierno, pero por causa de Cristo, Dios puede tener, y tendrá, misericordia de ti si acudes a él como un pecador que sólo merece el infierno, y renuncias a tus pecados y vuelves a Dios, y te apartas de ellos con un arrepentimiento auténtico y sincero. Esta es tu única esperanza de salvación en Cristo, o sea, acercarte a él como un hombre condenado, implorándole que te quite la vida o te salve por causa de Cristo. Ven a él con la cabeza baja tal como eres, un pecador perdido, porque él vino a “salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10).
El verdadero evangelio de Cristo no sólo se niega a comprometerse con el
pecado, sino que tampoco da lugar a un camino intermedio, o uno que tiene algo del camino ancho y algo del camino angosto. ¡Esto no existe! Porque cuando acudes a Cristo para librarte del castigo del pecado en el infierno por medio de su obra en la cruz (y esto es justificación), también te acercas a él por tu necesidad de librarte del poder y del dominio del pecado en esta vida (y esto es santificación). La misma naturaleza de la fe que incluye al Cristo completo, requiere que no se separe la justificación de la santificación. Porque Cristo mismo —su Persona misma— es nuestra salvación y esperanza de gloria, y no se puede dividir a la Persona de Cristo. Nadie puede llamarle Señor sino por el Espíritu Santo (1 Corintios 12:3), y no podemos conocerlo como Salvador sin conocerlo como Señor que rompe el poder del pecado y nos pone en libertad. Como nos dice
Juan 8:36: “Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” —¡libres del pecado! Por la salvación de Dios morimos al pecado y al dominio de su poder (Romanos 6:2).

Hemos muerto al pecado

¡Qué trampa tan sutil ha tendido Satanás a la vasta mayoría de la cristiandad en la actualidad! Es tan sutil que muchos han sido engañados y no pueden ver que lo han sido, piensan que es posible ser salvos sin que el poder del pecado sea roto en sus vidas (el dominio de su poder). Creen que pueden vivir en la carne y sembrar para la carne. ¡No obstante, se sienten muy seguros en cuanto a su alma eterna por el hecho de haber tomado la decisión de seguir a Cristo y estar viviendo lo mejor que pueden! Pero escucha lo que dice Romanos 5:19-21:
Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron
constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos. Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro”. Esto es lo que te he estado presentando: que cuando Dios nos salva, rompe el dominio del pecado, y entonces la gracia reina.
¿Cómo? Por medio de la justicia, y no aparte de ella, para que, por la gracia de Dios, podamos andar en la justificación y en la santidad auténticas.
Lo que sucede, mi amigo, es que este falso evangelio del cristianismo carnal ha saturado tanto a nuestras iglesias en la actualidad que nadie cuestiona su relación con Cristo, porque se le enseña que el creyente puede seguir viviendo según la carne, sembrar para la carne, y tener esperanza de ir al cielo cuando muera. Pero esta es una mentira que procede del infierno, porque, como te he mostrado, la Palabra de Dios enseña algo muy distinto. Según los versículos que hemos leído en Romanos 5, vemos que cuando la ley comienza a convencernos de qué terrible, culpables y ofensivos son nuestros pecados delante de Dios, descubrimos que el pecado abunda y reina en nuestro corazón y nuestra vida, y clamamos a Dios pidiendo misericordia. Cuando Dios nos salva en Cristo, nos da su nueva naturaleza, y envía su Espíritu para morar en nosotros; su gracia abunda y reina en el corazón y en la vida de su hijo redimido.

Romanos 6 comienza con la pregunta “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde?” El versículo 2 da la respuesta: “En ninguna manera”. ¡Claro que no! ¡Imposible! ¡Ni lo pienses! Porque “los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” Si hemos sido librados del castigo y del poder del pecado, ¿seguiremos viviendo en él? ¡No! Porque hemos muerto al pecado.
Antes de continuar definamos la palabra “muerto”, porque “morir, muerto y muerte”, aparecen 14 veces aquí en Romanos 6. Entonces, ¿qué significa? Las Escrituras se refieren a la muerte física como la separación del individuo de su cuerpo físico, mientras que la muerte espiritual es la separación del individuo de la vida de Dios en la salvación. Entonces, lo que el Espíritu Santo nos está diciendo aquí es que hemos muerto de una vez para siempre al pecado —hemos sido separados del pecado como el soberano reinante en nuestra vida —y que ahora el principio de la gracia reina, y reina como soberano. Por lo tanto, andamos en una vida nueva (v. 4) y el poder del pecado está roto, y nunca más volveremos a estar bajo su dominio. ¿Por qué? Porque el poder de la gracia  abunda mucho más, y, por consiguiente, éste es el verdadero evangelio: el evangelio de la gracia de Dios en Cristo.
“Entonces, ¿qué?”, vuelve a preguntar, “¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia?” Y nuevamente contesta: “En ninguna manera”.
Porque, siendo lo que somos —pecadores justificados, lavados por su sangre y purificados— ¿cómo podemos nosotros, que hemos muerto al pecado, continuar viviendo en él? La respuesta es que no podemos, porque, como nos dice Tito 2:11, la gracia de Dios que reina ahora, nos enseña a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos y a vivir sobria, justa y piadosamente en este siglo presente.



La línea fina de separación

Pero aunque podemos ver claramente en estos versículos de Romanos 5:20, 21 y 6:1, 2 que el verdadero cristiano, el auténtico hijo de Dios, ha muerto tanto a la culpa del pecado y su castigo como al poder del pecado y su dominio en el corazón humano, es justamente en este detalle tan delicado que se divide la cristiandad en la actualidad. Porque aquí es donde Satanás ha entrado con esta enseñanza cristiana carnal que sostiene que: “En el momento en que el hombre hace una profesión de fe en Cristo, es salvado de la culpa y del castigo del pecado. Pero el poder del pecado no ha sido roto, de manera que necesariamente continuará viviendo en pecado, y el pecado seguirá reinando en su vida”. Una vez más debo protestar y proclamar lo que la Palabra de Dios enseña: que, en la salvación, Dios quita tanto el castigo del pecado como su dominio (su poder). Sí, es cierto que el
creyente todavía tiene pecado en la carne, pero éste ya no reina sobre él ni lo domina. Si en verdad es un creyente auténtico dirá: “He muerto al dominio del pecado, porque ahora el pecado no tiene dominio sobre mí, porque ahora el principio de la gracia y no del pecado reina en mi corazón y mi vida”. Entonces vemos nuevamente que esto es lo que el poder del verdadero evangelio de Cristo hace por nosotros: nos libera y nos pone en libertad en Cristo.
Escúchame, por favor. O estamos bajo el reinado del pecado en Adán, y, por lo tanto, perdidos, o estamos bajo el reinado de la gracia en Cristo y, por lo tanto, salvos. ¡No hay un camino intermedio como el cristianismo carnal! Si el Espíritu Santo, por medio de su omnipotencia, no nos ha sacado del dominio del pecado, estamos perdidos para siempre. Pero esto es sólo lo negativo; hay que hacer algo más. El mismo Espíritu Santo tiene que también trasladarnos al reinado de la gracia, y esto es lo que realiza en la salvación: porque conocemos su poder, su fuerza, su potencia y su influencia dinámica sobre nuestra vida cuando reina en nuestro corazón y vida mediante la justicia. Te advierto, mi querido amigo, ¡no te dejes engañar! Si siembras para tu carne, de tu carne segarás corrupción y condenación eterna. Pero si siembras para el Espíritu, del Espíritu segarás vida  eterna en Cristo por medio de su gracia (Gálatas 6:6-8).
 ¡No te dejes engañar!


EL EVANGELIO FALSO DEL CRISTIANISMO CARNAL

  
      
            
EL EVANGELIO FALSO DEL CRISTIANISMO CARNAL

Un evangelio falso

      En la actualidad prolifera un evangelio falso del cristianismo carnal que ha engañado a muchas almas. La mayor parte del cristianismo de hoy no se ha sometido al señorío de Jesucristo. Estas almas han edificado su casa sobre la arena y, por lo tanto, sucumben fácilmente a esta enseñanza que ha saturado a nuestra nación y a nuestros púlpitos. Por lo tanto, nuestro propósito es exponer el verdadero evangelio y el falso, presentando claramente las advertencias de la Palabra de Dios de que no debemos sembrar para la carne, sino para el Espíritu. Espero que tengas un corazón receptivo y la Biblia abierta al orar que Dios obre en nosotros a través de su Espíritu.
             La Biblia nos advierte sobre este falso evangelio en Gálatas 6:7, 8: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna”.
En mi opinión, esta es una advertencia muy seria para todos nosotros, especialmente en esta época cuando se predica en gran escala el evangelio de una fe fácil y del cristianismo carnal. La realidad es que la mayor parte de la cristiandad está engañada respecto al estado de su alma eterna ante Dios. Lo que sucede es que se predica únicamente la justificación por la fe y se omite el vivir una vida santa. Han convertido la gracia de Dios en lascivia; la actitud de la mayoría ha sido: “Un poco de pecado no hace mal—es que, ¿sabes? no soy más que un ‘cristiano carnal’; además, ¿acaso la gracia no lo cubre todo?”

Santidad requerida por Dios
Pero mi oración es que Dios obre por medio de su Espíritu, y abra los ojos de los ciegos para que vean la tremenda pecaminosidad del pecado, de modo que se arrepientan, porque ésta es nuestra única esperanza. ¡Oh, cómo deberíamos clamar al Señor para que nos muestre la verdad de su Palabra que apele no a nuestros deseos carnales ni a nuestras emociones carnales, sino a aquello que nos despoja de la carne y nos presenta desnudos ante Dios en confesión y arrepentimiento! Debemos clamar a Él pidiéndole que obre en nuestro corazón por medio de su Espíritu a fin de que la santidad de pensamiento, palabra y comportamiento caracterice nuestro corazón y nuestra vida.
Esta enseñanza falsa del cristianismo carnal ha saturado a nuestras iglesias de tal modo que a nadie se le ocurre cuestionar su relación con Cristo a pesar de la vida que lleva. Se les enseña que si han creído, eso es suficiente, y, por lo tanto su alma está en paz con Dios. Pero la Palabra de Dios no enseña tal cosa, sino que afirma lo contrario. Leemos en Hebreos 12:14: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor”. Sí, la santidad tiene que caracterizar nuestra vida, “pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación” (1 Tesalonicenses 4:7). “Nos escogió en él [Cristo] antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él” (Efesios 1:4). Dice también que él “nos salvó y llamó con llamamiento santo” (2 Timoteo 1:9) .Éste es el mismo que nos ordena como “hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia, sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos porque yo soy santo” (1 Pedro 1:14-16).
  Dios quiere que comprendamos y que no nos dejemos engañar por esta falsa enseñanza, sea lo que fuere que los falsos predicadores y maestros digan al respecto: “Pues todo lo que el hombre sembrare, esto también segará”. Mi amigo, si siembras para la carne, de la carne segarás corrupción. No importa cuántas profesiones de fe hayas hecho o a cuál iglesia pertenezcas ¡no te puedes burlar de Dios! Él no hace acepción de personas. Cada persona que siembra para la carne segará corrupción.

Dios da arrepentimiento
El hombre que siembra continuamente para la carne, nunca ha sido salvo, nunca ha nacido de nuevo. ¿Por qué? Porque por medio de la convicción que da el Espíritu Santo, Dios nos concede la gracia para arrepentirnos, y con este arrepentimiento aprendemos a odiar el pecado, aborrecerlo, a despreciar a nuestro “yo” y a huir por fe a Cristo para ser liberados del pecado. Sabemos que el pecado no ha sido erradicado, porque sigue siendo una plaga en nuestra vida, pero el pecado no es ya la práctica de nuestra vida ni lo que la gobierna. No podría ser así porque el alma que Cristo salva ha recibido en su interior una naturaleza nueva y un corazón nuevo. Y ahora anhela las cosas santas y anda en el camino de justicia. Reconoce que esto es cierto porque el Espíritu Santo ha obrado en él las verdades que se encuentran en la Palabra de Dios. Te recomiendo leas en Ezequiel 36:26 acerca del corazón nuevo que Dios le ha dado, y en 2 Pedro 1:4 sobre la nueva naturaleza que ha recibido. Se entera por 1 Juan 3:9 que ha nacido de Dios, y que el que ha nacido de Dios, no hace del pecado la costumbre ni la práctica de su vida. ¿Por qué? Porque su semilla (la semilla de Dios) permanece en él, y ya no puede practicar el pecado. Oye decir a la Palabra: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él (1 Juan 2:15).
Porque el Espíritu Santo por medio de su obra le ha enseñado que es un pecador perdido que sólo merece el infierno, que por haberse postrado a los pies de Dios con arrepentimiento, y por haber acudido a Cristo por su fe en Cristo como su Señor y Salvador y por haber reconocido que sus pecados también crucificaron a Cristo, ya no quiere tener nada que ver con el mundo. El amor de Dios ha sido derramado en su corazón por la obra del Espíritu Santo en él.
Además, aprende bien que “todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne [el deseo de entregarse a los placeres]... no proviene del Padre”, y, por lo tanto, lo aborrece y clama en su contra porque es lo que crucificó a Cristo. Aprende que “la vanagloria de la vida [el deseo de acapararse toda la atención]... no proviene del padre, sino del mundo”. Es decir, del sistema satánico del mundo del pecado, y, por lo tanto, lo aborrece y clama en su contra porque es lo que crucificó a Cristo. También aprende que “el mundo pasa y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”. Por lo tanto, desea por gracia, hacer la voluntad de Dios la cual es andar “en la justicia y santidad de la verdad” (Efesios 4:24).

Una naturaleza nueva
Puesto que Dios concede a cada pecador que salva un corazón nuevo y una nueva naturaleza, y pone su Espíritu Santo dentro de él para guiarlo a toda la verdad, ese pecador redimido ahora escudriña la Palabra de Dios, no para buscar pasajes que justifiquen sus pecados sino buscar las palabras que le adviertan sobre el pecado y le muestren cómo huir del pecado a Cristo. Si has leído hasta aquí, te recomiendo abras tu Biblia y leas en Romanos 8:6: “Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz”, así que comienza a clamar al Espíritu Santo para que lo libre de una mente carnal y le dé una mente espiritual de vida y paz en Cristo. No, no procura ver lo cerca que puede caminar del mundo y del pecado, sino que procura caminar cerca de Dios en Cristo por medio de su Espíritu.
No escudriña la Palabra de Dios para encontrar los pecados de los demás a fin de justificar los propios, sino que los toma como advertencias para no cometer los mismos errores que otros han cometido y los han llevado al fracaso.
El hombre o mujer, niña o niño redimido por Dios quien recibe de Él vida eterna en Cristo Jesús, presta atención a estas palabras de Colosenses 3:2-5: “Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria. Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría.
 Si es así, ¿cómo puede alguien justificar una vida cristiana carnal? Es imposible hacerlo. Porque debido a lo que Cristo ha hecho por él, y porque la vida de Cristo es ahora su vida, esta alma redimida ahora quiere hacer morir las cosas de la carne, a fin de poder sembrar para el Espíritu y andar según el Espíritu. Querido amigo, éste es el modo como Dios obra en nuestra alma; yo lo sé bien; sé cuál es la diferencia entre el cristianismo carnal y la vida que se vive por la fe en el Dios vivo a través del Espíritu Santo, porque he vivido ambas. La única diferencia entre el cristiano carnal y yo es la gracia de Dios y ¡lo alabo por ella!
Por lo tanto, cuando el alma redimida oye la Palabra de Dios: “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría”, y “Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca. No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno” (Colosenses 3:5, 8-10). Así es que su anhelo es tener a Cristo y su vida para poder andar en el camino que agrada a Dios en lugar de andar tras el pecado, porque ha nacido del Espíritu de Dios y tiene un corazón nuevo.
En Colosenses 3:6, el Espíritu Santo nos da otra razón por la cual debemos andar en el Espíritu y no en la carne. Dice que no debemos andar en las “cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia”. Sí, los que andan por ese camino de desobediencia a la voluntad revelada de Dios, se encontrarán bajo su condenación e ira.

Después de la salvación, viene una vida santa
Amigo mío, ¡no quiero que te dejes engañar! Una vida santa, una siembra para el Espíritu, tiene que resultar de la salvación que Dios brinda en Cristo, de otro modo, no es una salvación de Dios, porque Cristo vino a salvar a su pueblo de sus pecados, y no en sus pecados (Mateo 1:21). Una vida santa, una siembra para el Espíritu, tiene que resultar de la salvación que Dios nos da en Cristo, de otro modo, el propósito de Dios al salvarnos no se cumple, y eso no puede ser. ¿Acaso no hemos leído que Dios nos ha escogido en Cristo antes de la fundación del mundo “para que fuésemos santos y sin mancha delante de él” (Efesios 1:4). No podemos frustrar los propósitos de Dios hacia su pueblo. Escucha otra vez esta afirmación definitiva y positiva: “Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación” (1 Tesalonicenses 4:7). Sí, una vida santa tiene que ser el resultado de la salvación que Dios da en Cristo, de otra manera la voluntad de Dios quedaría descartada, puede ser “y esto no pues la voluntad de Dios es vuestra santificación”. Santificación es ser separado del pecado por la obra progresiva del Espíritu de Dios en tu corazón y en tu vida.
Además, una vida santa, una siembra para el Espíritu, tiene que resultar de la salvación que Dios brinda en Cristo, de otro modo la gracia de Dios no reinaría en la vida del creyente, y esto no puede ser, porque leemos en Tito 2:11, 12: “Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente”.
Quiero que prestes especial atención a estos versículos, y pido al Señor que el Espíritu Santo los grabe en tu corazón. Cuando se manifiesta la gracia de Dios que nos da salvación, nos enseña a todos lo mismo. Y ¿qué es lo que nos enseña? Nos enseña a negarnos a nosotros mismos. ¿En qué sentido? En el sentido de rechazar al mundo y abstenernos de toda impiedad y lascivia del mundo porque aborrecemos el pecado, a Satanás, a nuestro propio yo y al mundo de iniquidad. “Todos” los hijos de Dios aprenden esta lección, no meramente algunos. “Todos” ellos son enseñados por el Espíritu Santo a aborrecer el pecado y a negarse a sí mismos. Si falta en la vida este negarse a uno mismo y odiar el pecado, también falta la salvación de Dios (Juan 16:13, 15; Isaías 54:13).
Pero el pasaje en Tito no se limita a darnos lo negativo; el Espíritu Santo nos manifiesta además, que la gracia de Dios nos da salvación, nos enseña algo positivo también, o sea: cómo vivir sobria, justa y piadosamente. ¿Dónde? ¿En el cielo? ¡No! Aquí mismo, en este mundo de maldad del presente, aquí en nuestro propio hogar, en nuestro trabajo o dondequiera que andemos. Porque, por medio de su gracia, el Señor nos ha librado del presente siglo malo (Gálatas 1:4).
Recuerda esto: el mismo Espíritu Santo enseña a todos los hijos de Dios las mismas lecciones. ¿Cuáles son? Nos enseña a rechazar y renunciar a toda impiedad y a todos los deseos desordenados; y también nos capacita para vivir una vida sobria, moderada y disciplinada en una manera piadosa y recta (Tito 2:12). En otras palabras, nos enseña cómo vivir una vida espiritualmente sana controlada por Él, aquí en este presente siglo malo.

El evangelio falso –no tiene poder sobre el pecado
¿Cómo difiere todo esto del evangelio que se predica en la actualidad, un evangelio que no produce un corazón nuevo ni una naturaleza nueva; un evangelio que no vence el poder del pecado, sino que, en cambio, le permite a uno vivir en el pecado; un evangelio que meramente es como una póliza de seguro contra el infierno pero que ignora la santidad del pensamiento y del comportamiento; un evangelio que permite la entrega a los placeres de la carne y no pone ninguna restricción sobre la pasión, el orgullo o el corazón malo? ¡Esto no es evangelio, sino falsedad! Lo llamo falso porque dice que lo único que uno tiene que hacer es declarar las cuatro leyes espirituales, y creer en un Jesús histórico, por lo cual, al partir del momento en que “cree”, es salvo para siempre sin importar lo que haga.
¿Sabes que la persona promedio afirma haber hecho una profesión de fe a los 6, 8, 12, o 15 años, pero que luego la fue llevando la corriente del pecado, y que después de unos 10 años volvió y dedicó su vida nuevamente al Señor, y que ahora se dedica a la obra religiosa? De este grupo procede la gran mayoría de nuestros misioneros, maestros y pastores, quienes ignoran por completo lo que es un arrepentimiento de corazón o lo que significa presentarse delante de Dios como un pecador culpable y perdido. Si te encuentras entre este grupo, quiero decirte con mucho amor que has confundido el llamado a la salvación –acudir a Cristo como un pecador culpable, necesitado y perdido-- con el llamado al ministerio! Yo sé que esto sucede porque he oído tantos testimonios de esta clase. ¡Y me ha sucedido a mí! Yo confundí el llamado a la salvación por el llamado al ministerio, y sólo por la gracia de Dios fui vivificado para ver qué había pasado por alto el verdadero arrepentimiento y fe, y que todavía me encontraba en la hiel de la amargura y en la esclavitud de la iniquidad.
Por lo tanto, proclamo hoy que no me avergüenzo del evangelio de Cristo: porque el evangelio es el poder de Dios para salvación a todo aquel que cree (Romanos 1:16). Esta salvación es la liberación del poder del pecado, cuya experiencia he tenido por medio de la gracia de Dios en Cristo, y, querido amigo, alabo al Señor porque Romanos 6:18 es cierto: “libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia”, o sea, siervos del que nos ha librado de la ley del pecado y de la muerte (Romanos 8:2).

Bien lo expresó C. H. Spurgeon:
Cada criatura se reproduce según su especie: la vieja naturaleza sigue produciendo y diseminando su multitud de pecados; no está reconciliada con Dios, ni puede estarlo, y, por lo tanto, sus pensamientos y sus acciones son de rebelión y odio contra Dios. En cambio, la nueva naturaleza “no puede pecar porque es nacida de Dios”. Tiene que producir su fruto de santidad, porque ella misma es santidad. En el nido de palomas, esperamos que sólo nazcan palomas. La vida celestial engendra aves del paraíso, tales como pensamientos, deseos y hechos santos, y no puede producir aves inmundas como la lascivia, la envidia o la malicia. La vida de Dios infundida por medio de la regeneración es tan pura como el Señor por quien fue engendrada, y nunca puede ser de otra manera.
 ¡Bienaventurado el hombre que cuenta con este principio celestial en su interior, porque se manifestará en su vida para abundar en santidad para la gloria de Dios!

Querido lector, ¿tienes esta semilla divina dentro de ti, o permaneces aún bajo el dominio de una naturaleza corrupta?
Esta pregunta merece una respuesta reflexiva e inmediata.

30 Junio: Meditando la Palabra de Dios en la Biblia.




Salmo 139; 13-14
  Porque tú formaste mis entrañas; me entretejiste en el vientre de mi madre.
   Te doy gracias, porque has hecho maravillas. Maravillosas son tus obras, y mi alma lo sabe muy bien.

¿Cómo es que el Señor me conoce y me rodea? La razón de que Yahvé conozca los secretos más íntimos del hombre está en que lo ha modelado misteriosamente en el seno materno, tejiéndolo cuidadosamente en todos sus detalles. Yahvé ha combinado maravillosamente, como en un bordado, sus diferentes partes, contando sus huesos, y todo en secreto — en el seno materno —, como si fuera en las mismas profundidades de la tierra.
Pero, además, de antemano preveía todos los actos y obras del ser humano que están consignados por escrito en un misterioso libro en el que Dios lleva la registración de sus acciones. Los días estaban ya fijos cuando aún no había comenzado el primero de ellos. Todo esto es inexplicable para el hombre, pues los pensamientos divinos son inescrutables   y es inútil intentar enumerarlos, pues cuando se cree que ha llegado al fin, no ha comenzado aún, porque se encuentra con la inmensidad del misterio de Dios: aún sería contigo.
 Porque desde la concepción y gestación a lo largo de los días de la vida y más allá en el “despertar” en la eternidad, él es mi Creador-Dueño. Así Dios conoce todos mis órganos y cómo funcionan. Nos conoce desde antes de nacer. Por eso hemos de dar gracias a Dios y alabarle. Alabamos a Dios porque tanto sus obras pequeñas como las grandes son maravillosas.
El carácter de Dios está dentro de la creación de cada persona. Cuando creas que no vales nada o hasta comiences a odiarte, recuerda que el Espíritu de Dios está listo y dispuesto a trabajar en ti para hacer que tu carácter sea todo lo que Dios desea. Debemos tener tanto respeto por nosotros mismos como lo tiene nuestro Hacedor.

¡Maranata!¡Ven pronto mi Señor Jesús!