} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 03/01/2022 - 04/01/2022

miércoles, 30 de marzo de 2022

JESÚS ES EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA

 

 

«Jesús le dice: Yo soy el camino, y la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mi» (Juan 14:6).

             Decía frecuentemente un anciano hombre de Dios que cuando Él tiene en su mano las más grandes misericordias para nosotros, entonces es cuando la mayoría de nosotros estamos pecando contra Él, lo que hace aún más glorioso su amor para con nosotros.  Nunca antes del corazón de Jesús fluyó su soberano amor con mayor ternura que cuando dijo "no se turbe vuestro corazón". Los discípulos estaban turbados por muchas cosas. Él les había dicho que iba a dejarlos, que partiría de ellos; les había dicho también que uno de ellos le traicionarla, que otro le negaría, que ellos todos aquella misma noche se ofenderían por causa de Él. Y quizá pensaban que los abandonaba airado -contra ellos. Pero fuese cual fuese la causa de su turbación, el corazón de Jesús era como un vaso lleno de amor a rebosar, y sus palabras fueron las gotas que de su amor se derramaban: "No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí". Seguramente que nunca antes fueron pronunciadas' palabras de ternura tan íntima en este frío mundo; ¡oh! entonces, pensad ¡cuán fría, cuán oscura, cuán tajante es la pregunta con que Tomás interrumpe el celestial discurso! "Le dice Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?" Y ved entonces, como contraste, con cuánta condescendencia habla Jesús a sus corazones fríos y embotados. Con cuánto amor empieza Jesús la explicación del alfabeto de la salvación. No sólo da las respuestas a Tomás, sino mucho más que las respuestas, concediendo así a su discípulo mucho más de lo que él pedía o pensaba. Él inquiría acerca del camino y del lugar a que iba Jesús, pero Éste le contesta: "Yo soy el camino, y la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí". Examinando esta respuesta, por tanto, como una descripción completa de la salvación del Evangelio, entremos en el estudio de sus diferentes partes.

I. Cristo es el camino. - "Yo soy el camino; nadie viene... y así sigue.

Toda la Biblia da testimonio de que ninguno de nosotros puede llegar al Padre. Estamos por naturaleza llenos de pecado y Dios es, por naturaleza, infinitamente santo, es decir, huye del pecado. Del mismo modo que la planta sensitiva, por su propia naturaleza, huye del contacto de toda mano humana, así Dios, dada su naturaleza, se aparta del toque del pecado. Está eternamente separado de los pecadores, es demasiado puro de ojos para soportar la iniquidad. 1. Esto fue enseñado a Adán y a los patriarcas de una forma muy impresiva. Mientras Adán anduvo santamente, Dios habitó en él y andaba con él y con él mantenía una perfecta comunión. Cuando Adán cayó, "Dios echó fuera al hombre y puso al oriente del huerto del Edén querubines y una espada encendida que se revolvía a todos lados para guardar el camino del árbol de la vida". Aquella espada ardiente entre los querubines era un símbolo perfecto de Dios, de su justo odio hacia el pecado. En la zarza, Dios se apareció a Moisés como "fuego consumidor"; en el templo se aparecía entre los querubines rodeado de la gloria de la Shequina. En el Edén se manifestó entre los querubines como una espada encendida mostrando así su perfecto odio hacia el pecado. Yo quiero haceros notar que esta espada encendida "se revolvía a todos lados” para guardar el camino del árbol de la vida. Si la espada no se hubiese "revuelto a todos lados” si hubiese dejado alguna senda sin guardar, entonces Adán podría haber pasado por ella trazando así su propio camino hacia el árbol de la vida. Pero no; no pudo intentarlo por ninguna vereda. No le era posible aunque fuese secreta o estrecha, aunque fuese escarpada y difícil, aunque tratase de zafarse silenciosamente. Con todo, el dardo ardiente hubiese dado con él; parecía decirle: "¿Cómo puede el hombre justificarse con Dios? porque por las obras de la ley ninguna carne se justificará". Bien podía Adán sentarse entristecido por la inútil búsqueda de la senda de la vida. Al hombre, por naturaleza, no le es posible llegar al Padre. Pero Cristo dijo: "Yo soy el el Camino". Como dice el Salmo 16; 11  Nadie pudo encontrarla, pero ahora podemos decir a Jesús: " Me mostrarás la senda de la vida, En tu presencia hay plenitud de gozo, Delicias a tu diestra para siempre ". Jesús se compadeció de los pobres hijos de Adán viéndoles batallar inútilmente en busca del camino que los llevase al paraíso de Dios y dejó el seno del Padre para poder abrirnos un camino hacia el Padre. ¿Y cómo lo hizo? ¿Burlando la vigilancia de la espada encendida? No, porque ella "se revolvía a todos lados". ¿Lo hizo ejercitando su autoridad divina y ordenando al dardo ardiente que permaneciese inmóvil para franquearle el paso? No, porque con ello hubiera deshonrado la ley de su Padre, en vez de magnificarla. Por eso vino Él a hacerse hombre, para ocupar nuestro lugar; se hizo hombre para ser considerado pecado, con objeto de que Dios cargase en Él la iniquidad de todos nosotros. En representación de todos nosotros avanzó para que aquella terrible espada cayese sobre Él recordando la palabra del profeta que dice: "Levántate, oh espada, sobre el pastor y sobre el compañero mío, dice Jehová de los ejércitos". Ahora, desde que la afilada espada ha sido hundida en el costado del Redentor, los más viles de los pecadores, quienes quiera que seáis, como quiera que seáis, podéis pasar por encima de su cuerpo sufriente, podéis hallar acceso al paraíso de Dios, podéis comer del árbol de la vida y Vivir eternamente. Venid, pues, prestamente, sin dudar, porque Él ha dicho: "Yo soy el camino".

2. El mismo hecho --que el hombre por naturaleza no tiene acceso al Padre fue enseñado de forma también muy impresiva tanto a Moisés como al pueblo. Cuando Dios condescendió a habitar entre los hijos de Israel, habitó en el lugar santísimo, el lugar del templo judío colocado en la parte más interior de sus atrios. Allí la señal visible de su presencia descansaba entre los querubines, siéndonos descrita, por un lado, como una luz inaccesible y llena de gloria, y por otro, como una nube que llenaba el templo. Pero este lugar, el más íntimo, el santísimo (o, como se le llama en los Salmos, el lugar secreto), estaba separado del lugar santo por una cortina, por un grueso velo. No se permitía a ningún hombre trasponerlo (pues si lo hacia moría al instante), excepto el Sumo Sacerdote, que lo hacía con la sangre de los sacrificios una vez cada año. No podía expresarse de forma más gráfica ni más sencilla que el camino al lugar santísimo no estaba manifiesto, que ningún hombre pecador tenía posibilidad de entrar a la presencia de Dios. Pero Jesús dice: "Yo soy el camino". Apesadumbraba a Jesús que el acceso al lugar santísimo nos estuviese cerrado, que nos fuese imposible llegar, por tanto, a la presencia de Dios, porque Él sabía por experiencia que en la presencia de Dios hay "hartura de alegrías” en otras palabras, hay plenitud de gozo. Consideremos ahora cómo abrió el camino. ¿Descorrió a un lado el velo para que fácilmente pudiéramos introducirnos a la presencia de Dios? No; sino que Él se ofreció a Sí mismo en ofrenda para satisfacer la justicia divina y reconciliarnos con Dios. Jesús dijo: "Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu. Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo". Consumado es: la maldición del pecado se ha llevado a cabo, las demandas de la ley han sido satisfechas, el camino ha quedado abierto, el velo se ha rasgado de arriba abajo. No queda ningún vestigio de aquel velo rasgado que nos intercepte el paso. El más culpable y vil pecador de todos vosotros tiene ahora libertad para entrar a través del velo desgarrado, permanecer bajo la faz de la luz de Dios, habitar en lo secreto de su tabernáculo, contemplar su belleza e inquirir en su santo templo. Ahora, amigos míos, os pregunto: ¿Es por este camino que vosotros os acercáis al Padre? Cristo dice: "Yo soy el camino, nadie viene al Padre sino por mí".- Por tanto, si vosotros queréis todavía trazaros vuestro propio camino, bien sea un camino de lágrimas, o de penitencias, o de propósitos de enmienda, o el de la esperanza de, que Dios no os tratará tan rigurosamente; si vosotros no queréis parar atención a las amonestaciones de Dios, encontraréis en el día del juicio aquella espada ardiente volviéndose a todos los lados y habréis de ser dejados, reservados para aquel fuego consumidor. Pero, ¡oh!, si hay algún alma que no encuentra paz en sus caminos de justicia propia, al hay alguno de vosotros que a sí mismo se descubre perdido, he aquí que Cristo dice: "Yo soy el camino” como también en otro lugar dice:---Yo soy la puerta". Es un camino abierto y libre, es el camino para los pecadores; ¿por qué aguardar un momento más? Tiempo ha habido en que existía una pared divisoria entre vosotros y Dios, pero Cristo la ha derribado; hubo un tiempo cuando Dios estaba airado con justa ira contra vosotros, pero su santo enojo se ha apartado gracias a este bendito camino. Dios ciertamente ha tomado contentamiento en Cristo.

II. Cristo es la Verdad. - La Biblia entera, y también la experiencia, nos da testimonio de que por naturaleza desconocemos la verdad. Desde luego, es cierto que hay muchas verdades que el hombre no convertido conoce. Está capacitado para conocer las verdades de las matemáticas y de la aritmética; puede conocer muchas de las verdades comunes de la vida diaria, pero, por el contrario,  no puede decirse que un hombre inconverso conozca la verdad, porque Cristo es la Verdad. Cristo puede ser llamado la llave del arca de la verdad. Quitad la llave de un arca, y todo lo que hay en el interior de la misma tendrá el mismo valor que -un montón de ruinas. Pueden estar dentro 1as mismas piedras preciosas, pero están todas revueltas y mezcladas, sin orden, sin fin. Del mismo modo eliminad a Cristo y toda el arca de la verdad viene a carecer de valor. Son las mismas verdades las que permanecen allí, pero caídas, sin coherencia, sin orden... Cristo puede ser llamado el sol del sistema de la Verdad. Quitad el sol de nuestro sistema solar y todos sus planetas se verán sumidos en la confusión. Habría los mismos planetas, pero las leyes y fuerzas que los rigen los harían chocar entre sí y los llevarían de aquí para allí en un desorden sin fin. Así, si quitáis a Cristo, todo el sistema de la Verdad entraría en confusión. Las mismas verdades estarían en la mente, pero en conflicto y choque, llenas de inexplicables misterios, porque "el camino de los impíos es como la oscuridad: no saben en qué tropiezan". En cambio, si permitimos que Cristo sea revelado a un alma no convertida -no por medio de la palabra de un hombre que le hable de Cristo, sino por la revelación directa del mismo Espíritu de Dios-- veréis qué cambio se produce. Colocad la llave en el arca de la Verdad, restaurad el sol nuevamente al centro de su sistema: toda la Verdad viene a quedar ordenada y útil en la mente y en el corazón. Cuando esto es así, el alma conoce la verdad respecto de lo que es en sí misma. Así, ¿el Hijo de Dios dejó realmente el seno del Padre para sufrir su ira sobre sí, ira que debía sufrir yo? En tal caso -dice el alma- yo debía de estar en una horrenda condenación. ¿El Señor Jesús vino a ser un siervo para que pudiese obedecer la ley de Dios en lugar- de los pecadores? En tal caso no debe de haber ninguna justicia en mí mismo, sino que realmente soy un hijo de desobediencia. Así piensa el alma. Además, conociendo a Cristo, tal alma conoce la verdad en relación con Dios mismo. ¿Así que voluntariamente Y sin que nadie se lo pidiese, Dios entregó a la muerte a su Hijo por todos nosotros? Siendo así, si yo creo en Jesús, no hay para mí ninguna condenación: Dios es mi Padre Y ciertamente Dios es amor. He aquí los razonamientos del alma. ¿Habéis visto, queridos amigos, a Cristo? ¿Os ha sido revelado a vosotros, no por carne ni sangre, sino por espíritu como la Verdad? Entonces, vosotros sabéis cuán cierto es que Él es "Alfa y Omega” principio y fin de toda sabiduría. En cambio, si vosotros no habéis visto a Cristo, no sabéis nada como debierais saber, todo vuestro conocimiento es como un arca sin llave, como un sistema sin sol. ¿Qué bien os reportará en el infierno que hayáis conocido todas las ciencias del mundo, todos los acontecimientos de la historia y todos los negocios y asuntos de la política de los breves días de vuestra estancia en la tierra? ¿No sabéis que vuestro mismo conocimiento se os tornará en instrumento de tortura allí? i Oh, cómo desearéis aquel día haber leído menos los periódicos y más la Biblia que teníais arrinconada, con objeto de que, por ella, hubieseis conocido al Salvador, a quien conocerle es vida eterna!

III. Cristo es la vida. - Toda la Biblia declara que por naturaleza todos nosotros estamos muertos en delitos y pecados y que tal muerte no es una muerte en la que estamos completamente inactivos, sino que en ella andamos de acuerdo con la maldición de este mundo, de acuerdo con el príncipe y las potestades malignas de los ángeles caídos. Esta verdad se nos enseña plenamente en la visión que tuvo el profeta Ezequiel "cuando fue llevado del Espíritu y colocado en medio de un campo lleno de huesos secos; y como él pasó cerca de ellos por todo alrededor, he aquí que eran muchos sobre la haz del campo y por cierto secos en gran manera". Justamente así es la visión que cada hijo de Dios tiene del mundo. Los huesos secos son "muchos y secos en gran manera" y hace la misma pregunta que Dios hizo a Ezequiel: "¿Vivirán estos huesos?" Oh, sí, amigos míos, ¿y no os enseña la experiencia esta misma verdad? Cierta mente los muertos no pueden saber que están muertos; solamente en el caso de que el Señor toque vuestro corazón podréis daros cuenta de ello. Estamos predicando a huesos secos. Éste es el método de Dios; en tanto les predicamos, el aliento de Dios sopla sobre ellos. Mirad, por tanto vuestra vida pasada. Considerad cómo habéis andado, conforme a la condición de este mundo. Siempre habéis sido como el hombre que nada a favor de la corriente; nunca habéis nadado contra la corriente., Mirad a vuestro propio corazón y veréis cómo os habéis rebelado contra todos los mandamientos. Habéis sentido que el día del Señor, si lo habíais del guardar conforme a la voluntad de Dios santificándolo, os era una carga, en lugar de seros una delicia y un honor. Si habéis intentado guardar los mandamientos de Dios, si habéis decidido que en todo momento vuestros ojos miren solamente lo puro, vuestros deseos siempre sean justos, vuestra lengua no haya tenido palabras de enojo, o de engaño, o de amargura; si habéis procurado eliminar de vuestro corazón la malicia y la envidia, si todo esto lo habéis intentado -y sé que la mayoría de los inconversos lo han probado-, si lo habéis intentado, ¿no lo habéis hallado completamente imposible? Era tan difícil como levantarse de los muertos. ¿No os causó la sensación de que estabais librando una batalla contra vosotros mismos, contra lo que es muy innato y está muy arraigado en vuestra propia naturaleza? ¡Oh, cuán cierto es que vosotros estáis muertos, que no habéis nacido de nuevo todavía! "No os maravilléis de que os diga, os es necesario nacer otra vez". Debéis uniros a Cristo porque Cristo es la vida. Suponed que fuese posible que algún miembro arrancado de su cuerpo, y muerto, como es natural, pudiese ser adherido nuevamente a su cuerpo vivo de forma tan completa que todas las venas pudiesen recibir la corriente el flujo de sangre viva; suponed que los huesos fuesen unidos a los huesos, los nervios a los nervios, ¿os extrañaría ver que aquel miembro que había estado muerto cobrara nueva vida? Antes estaba inerte, sin vida, inmóvil, lleno de corrupción; ahora estaría lleno de vitalidad, de movimiento, de calor. Sería un miembro vivo en virtud de su unión a un cuerpo lleno de vida. Suponed, por otro lado, que fuese posible que una rama desgajada fuese injertada a un árbol de forma también tan total que todos los canales de la rama recibiesen la corriente de la savia. ¿No contemplaríais el milagro de que aquella rama, antes muerta, se convertía en una rama viva? Antes estaba seca, sin fruto; ahora estaría llena de savia, de vida y de vigor. Ahora sería una rama viva porque se habría unido a un árbol que sería su vida. Bien, pues justamente así sucede con él creyente cuando se une a Cristo, ya que éste es la vida y de Él la recibe cada alma. El que está unido al Señor tiene su Espíritu. ¿Es tu alma como un miembro muerto, frío, inerte y lleno de corrupción? Acude a Cristo, únete a Él por la fe y serás con Él un espíritu, recibirás su calor, su vigor y la plenitud de su actividad para el servicio de Dios. ¿Es tu alma como una rama desgajada, seca, sin fruto, que ofrece solamente hojas? Acércate a Cristo, únete a Él y tendrás su Espíritu. Te darás cuenta entonces de que ciertamente Cristo es la vida, que tu vida está escondida con Cristo en Dios, dirás entonces '!vivo no ya yo, mas vive Cristo en mí y la vida que ahora vivo en la carne la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se dio a sí mismo por mí". Recordad entonces, mis amigos no creyentes, que el único modo de que vengáis a ser santos es que os unáis a Cristo. Y vosotros, amigos creyentes, recordad que si vivís de forma poco sólida en la santidad, se debe a vuestra poco vigorosa unión con Cristo. "Estad en Mí, y Yo en vosotros; así llevaréis mucho fruto. Porque sin Mí nada podéis hacer."

CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS Romanos 4; 1-8


Romanos 4; 1-8

1  ¿Qué pues diremos que halló Abraham nuestro padre según la carne?

2  Porque si Abraham fue declarado justo por obras, tiene de qué gloriarse; pero no lo tenía ante Dios.

3  Pues, ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado como justicia.

4  Al que obra, no se le cuenta el salario como gracia sino como deuda,

5  pero al que no obra, sino que cree en el que declara justo al impío, su fe le es contada como justicia.

6  Como también David declara la bienaventuranza del hombre al cual Dios atribuye justicia sin obras,

7  diciendo: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades fueron perdonadas, Y cuyos pecados fueron cubiertos.

8  Bienaventurado el varón al cual el Señor no imputa pecado..           

 

        A lo largo de la carta a los Romanos del apóstol Pablo hemos visto las tres claves de toda buena enseñanza: repetición, repetición y repetición.

 Ahora Pablo pasa a hablar de Abraham por tres razones.

(i) Los judíos consideraban a Abraham el patriarca de su raza y el dechado de todo lo que debe ser un hombre; por tanto sería natural que le preguntaran a Pablo: " Si lo que dices es cierto, ¿qué fue lo que Dios vio en Abraham cuando le eligió para que fuera el patriarca de Su pueblo escogido? ¿En qué era diferente de los demás?" Pablo se dispone a contestar a esa pregunta.

(ii) Pablo ha estado tratando de demostrar que lo que pone a un hombre en relación con Dios no es el cumplimiento de lo que establece la Ley, sino sencillamente la confianza que se manifiesta en una entrega incondicional creyendo que Dios tiene palabra y que nos sigue amando a pesar de que no hemos hecho nada para merecerlo. La reacción inmediata de los judíos sería: «Esto es algo completamente nuevo, y que contradice todo lo que se nos ha dicho que tenemos que creer. Esto es totalmente increíble.» Y Pablo responde: «Lejos de ser nada nuevo, esta doctrina es tan antigua como la fe de Israel. Lejos de ser una herejía novedosa, es la misma base de la religión judía.» Y eso es lo que se dispone a demostrar.

(iii) Pablo empieza hablando de Abraham porque es un maestro consciente y sabe cómo funciona la mente humana. Ha estado hablando de la fe. La fe es una idea abstracta. Una mente sencilla tiene dificultad para captar las ideas abstractas. Un buen maestro sabe que las ideas hay que personificarlas; que la única manera de que una mente corriente pueda entender una idea abstracta es presentársela en acción, en una persona. Así es que lo que Pablo dice en realidad es: «He estado hablando de la fe. Si quieres saber lo que es la fe, mira a Abraham.»

Cuando Pablo empieza a hablar de Abraham se coloca en un terreno que les era conocido a todos los judíos. Abraham ocupaba un puesto de honor en su pensamiento. Era el fundador de la nación. Fue el primer hombre con quien Dios se puso en contacto. Fue un hombre único, porque Dios le escogió, y porque escuchó y obedeció a Dios. Para enfrentar los puntos de vista de los judíos, el apóstol se refiere primero al ejemplo de Abraham, en quien se gloriaban los judíos como su antepasado de mayor renombre. Por exaltado que fuese en diversos aspectos, no tenía nada de qué jactarse en la presencia de Dios, siendo salvo por gracia por medio de la fe, como los demás. Sin destacar los años que pasaron antes de su llamado y los momentos en que falló su obediencia, y aun su fe, la Escritura estableció expresamente que: “Y creyó a YHVH, y le fue contado por justicia.” Génesis 15, 6. Aun cuando Abram había demostrado su fe a través de sus acciones, fue la fe y no las acciones lo que hizo a Abram justo ante Dios. Se observa a partir de este ejemplo que si un hombre pudiera obrar toda medida exigida por la ley, la recompensa sería considerada deuda, que evidentemente no fue el caso de Abraham, puesto que la fe le fue contada por justicia. Cuando los creyentes son justificados por la fe, “les es contado por justicia”, pero la fe de ellos no los justifica como parte, pequeña o grande, de la justicia propia, sino como medio designado de unirlos a Aquel que escogió el nombre por el cual debe llamársele: “YHVH Justicia nuestra”. La gente perdonada es la única gente bendecida.

Claramente surge de la Escritura que Abraham fue justificado varios años antes de su circuncisión. Por tanto, es evidente que este rito no era necesario para la justificación. Era una señal de la corrupción original de la naturaleza humana. Y era una señal y un sello exterior concebido no solo para ser la confirmación de las promesas que Dios le había dado a él y a su descendencia, y de la obligación de ellos de ser del Señor, sino para asegurarle de igual modo que ya era un verdadero partícipe de la justicia de la fe. Abraham es, de este modo, el antepasado espiritual de todos los creyentes que anduvieron según el ejemplo de su obediencia de fe.

Los rabinos habían discutido mucho sobre Abraham. La esencia de su grandeza era para Pablo que Dios se había puesto en contacto con él y le había mandado marcharse de su casa y de sus parientes y amigos y medio de vida, y le había dicho: «Si te embarcas en esta gran aventura de fe, llegarás a ser el padre de una gran nación.» Abraham creyó que Dios tenía palabra; no se puso a discutir, ni a dudar, sino que se puso en camino sin saber adónde iba (Heb_11:8 ). Lo que le puso en relación con Dios no fue el haber cumplido meticulosamente los preceptos de una ley, sino el poner toda su confianza en Dios y estar dispuesto a dedicarle su vida. Para Pablo eso era la fe, y fue la fe de Abraham lo que hizo que Dios le considerara bueno.

Unos pocos, muy pocos, de los rabinos más avanzados pensaban así. Había un comentario rabínico que decía: "Nuestro padre Abraham heredó este mundo y el mundo venidero únicamente por el mérito de la fe con que creyó en el Señor; porque dice la Escritura que "creyó al Señor, y Él se lo contó como justicia."»

Pero la inmensa mayoría de los rabinos manipulaban la historia de Abraham para ponerla de acuerdo con sus creencias. Sostenían que Abraham era el único justo de su generación, y por tanto Dios le eligió como patriarca de su pueblo escogido. La objeción inmediata sería: «Si la única manera de ser justo es cumplir perfectamente la Ley, ¿cómo pudo serlo Abraham, que vivió cientos de años antes de que se promulgara la Ley?» Y los rabinos contestaban con la extraña teoría de que Abraham cumplió la Ley por intuición o por anticipación. «En aquel entonces la Ley no escrita se conocía instintivamente, y así se podían cumplir los mandamientos.» «Cumplió la Ley del Altísimo y entró en alianza con Dios... Por tanto, Dios le aseguró con un juramento que las naciones serían benditas en su descendencia.» Los rabinos estaban tan enamorados de su teoría de las obras que insistían en que Abraham había sido elegido por sus obras, aunque entonces tenían que suponer que conocía la Ley por anticipación, porque todavía no había sido promulgada.

Aquí tenemos otra vez la raíz de la escisión entre el legalismo judío y la fe cristiana. La idea básica de los judíos era que el hombre tiene que ganarse el favor de Dios; y la idea básica del Cristianismo es que lo único que puede hacer el hombre es creer que Dios tiene palabra, y jugárselo todo a que Dios cumplirá sus promesas. El razonamiento de Pablo, realmente incontestable, era que Abraham había entrado en relación con Dios, no por cumplir toda clase de preceptos legales, sino por dar crédito a la promesa de Dios, y obrar en consecuencia.

El propósito de Pablo es el de contrastar la fe y las obras. Las obras, por un lado, implican una situación de obligación. Una persona que trabaja recibe el salario que un empleador tiene la obligación de pagarle. La fe, por otra parte, implica una situación en la que se da gratuitamente. Como un acto de humilde aceptación, la fe no ejerce demanda alguna sobre el que da; tampoco tiene el dador “obligación” de responder. Estos contrastes demuestran claramente que la justificación debe basarse en la fe. Esto es porque Dios es, por definición, un Dios de gracia, un Dios que justifica al impío. Una persona no pasa a disfrutar una relación con Dios porque a causa de su justicia (condición de justa) se lo haya ganado. Es a la “persona malvada”, la persona que no tiene nada bueno en sí misma que justifique o que defienda su caso, aquella a quien Dios acepta. Pablo nos recuerda aquí de una de las grandes verdades de las Escrituras: que los seres humanos no pueden exigir la atención de Dios. Establecer una relación con Él es cuestión de su don gratuito, que debe aceptarse en humilde fe.

En el Salmo 32:1, 2 1  En ti, oh YHVH, me he refugiado, No sea yo avergonzado jamás, Líbrame en tu justicia. 2  Inclina a mí tu oído y rescátame pronto, ¡Sé Tú mi roca fuerte y la fortaleza para salvarme!  David también deja establecido que Dios justifica a las personas aparte de las obras. La bendición, expresa claramente David, no es una cuestión de logros por parte de una persona, sino de que una persona sea perdonada por Dios. Pablo dice claramente que la frase “contado por justicia” en Gén. 15:6 significa que Dios considera a una persona como teniendo una condición de “justicia” en la cual los pecados de esa persona no le son “contados” en su contra.

El pecado es la causa de nuestra desgracia; pero las transgresiones del creyente verdadero a la ley divina son todas perdonadas puesto que están cubiertas por la expiación. Cristo llevó sus pecados, en consecuencia, no se le imputan. Puesto que se nos imputa la justicia de Cristo, y por haber sido hechos justicia de Dios en Él, no se nos imputa nuestra iniquidad, porque Dios cargó sobre Él el pecado de todos nosotros, y lo hizo ofrenda por el pecado por nosotros. No imputar el pecado es un acto de Dios, porque Él es el Juez. Dios es el que justifica.

Dios quiere perdonar a los pecadores. El perdón ha sido siempre parte de su naturaleza amorosa. Lo anunció a Moisés (Exo_34:6-7 6  Pasó pues YHVH por delante de él, proclamando: ¡YHVH, YHVH, Dios misericordioso y clemente, lento para la ira y grande en misericordia y verdad, 7  que guarda la misericordia a millares, que carga con la iniquidad, la trasgresión y el pecado, pero de ningún modo justifica al culpable; que visita la maldad de los padres sobre los hijos, y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación! ), lo reveló a David y lo mostró dramáticamente al mundo por medio de Jesucristo. Estos versículos hablan de las diferentes acciones que expresan el perdón de Dios: perdona la transgresión, cubre el pecado, no nos inculpa de pecado.  

Fijémonos en el carácter de aquel cuyos pecados son perdonados; es sincero y busca la santificación por el poder del Espíritu Santo. No profesa arrepentirse con la intención de darse el gusto pecando, porque el Señor esté listo para perdonar. No abusa de la doctrina de la libre gracia. Y al hombre cuya iniquidad es perdonada, se le promete toda clase de bendiciones.

Nosotros también podemos tener una relación correcta con Dios al confiar en El plenamente. Nuestras acciones exteriores -asistir a la iglesia, orar y realizar buenas obras- no nos harán por sí mismas justos ante Dios. La relación con Dios se fundamenta en la fe, en la confianza en que Dios es quien dice ser y hace lo que promete hacer. Las buenas obras son una consecuencia natural de lo anterior.

martes, 22 de marzo de 2022

CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS Romanos 3; 27-31

 

 

Romanos 3; 27-31

 27  ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe.

Rom 3:28  Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.

29  ¿Es Dios solamente Dios de los judíos? ¿No es también Dios de los gentiles? Ciertamente, también de los gentiles.

30  Porque Dios es uno, y él justificará por la fe a los de la circuncisión, y por medio de la fe a los de la incircuncisión.

31  ¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley.           

 

        En el estilo de discusión que tanto utiliza en Romanos Pablo avanza en su argumentación con otra pregunta: ¿Dónde, pues, está la jactancia? Pablo probablemente formula esta pregunta pensando particularmente en los judíos. Tal como señala en otras partes, los judíos tenían una tendencia a descansar en sus obras como el fundamento de su relación con Dios (Filipenses 3:2-9  2  Guardaos de los perros, guardaos de los malos obreros, guardaos de la mutilación. 3  Porque nosotros somos la circuncisión, los que servimos por el Espíritu de Dios, y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne. 4  Aunque también yo puedo confiar en la carne. Si algún otro cree poder confiar en la carne, yo más: 5  Circuncidado al octavo día; del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la Ley, fariseo; 6  en cuanto al celo, perseguidor de la Iglesia; en cuanto a la justicia que hay en la Ley, irreprensible.  7  Pero, ¡cuántas cosas que eran para mí ganancias, las he estimado como pérdida por amor al Mesías! 8  Y ciertamente aun considero todas las cosas como pérdida por la superioridad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por el cual perdí todas las cosas, y las tengo por estiércol, para ganar a Cristo, 9  y ser hallado en Él, no teniendo mi propia justicia, que procede de la Ley, sino la que es mediante la fe de Cristo, la justicia que procede de Dios basada en la fe,). La provisión de la justicia de Dios “sin las obras de la ley” y a través de la fe en Jesucristo  revela la necedad de tal jactancia en el logro. Está excluida, afirma Pablo, a través de la ley de la fe.

Pablo desarrolla en estos versículos tres puntos.

(i) Si el camino a Dios es el de la fe y la aceptación, queda descartada toda presunción por méritos humanos. Había cierto tipo de religiosidad judía que pretendía llevar una cuenta de debe y haber con Dios, y el que la llevaba -naturalmente, el hombre- llegaba al convencimiento de que Dios estaba en deuda con él. Pablo partía de la base de que todos los seres humanos somos pecadores y estamos en deuda con Dios, y que nadie puede llegar por su propio esfuerzo a estar en paz con Dios; por tanto, no hay la menor base para estar satisfecho o presumir de ningún mérito propio. Y después de conocer a Cristo, «todo lo bueno que haya podido hacer no he sido yo sino la Gracia de Dios obrando en mí» (1Corintios 15:10 Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo). La verdadera humildad no radica en convencerse de que uno no es valioso sino de que Dios obra en nosotros. Es mantener la perspectiva de Dios en quién somos y reconocer su gracia en el desarrollo de nuestras habilidades. Pablo manifiesta haber trabajado más que los demás apóstoles. Esta no es una declaración petulante, porque sabía que su poder procedía de Dios y que no importaba quién trabajara más que los demás.  

El Nuevo Pacto de Dios de Jeremías 31:31-34 31  He aquí que vienen días, dice YHVH, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá.  32  No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto, pues ellos invalidaron mi Pacto, aunque fui Yo un marido para ellos, dice YHVH.  33  Pero éste es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice YHVH: Daré mi Ley en su mente y la escribiré en su corazón, Y Yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo.  34  Y no enseñará más cada cual a su prójimo, y cada cual a su hermano, diciendo: ¡Conoce a YHVH!, porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice YHVH. Porque perdonaré su maldad, y no me acordaré más de sus pecados) no está basado en los actos, sino en la fe/confianza/creencia (pistis) de Su carácter lleno de gracia y en Sus promesas. Tanto el Antiguo como el Nuevo Pactos tenían el propósito de cambiar a la humanidad pecadora al carácter (justo) de Dios. El Antiguo por medio de la ley externa; el Nuevo por medio de un nuevo corazón (Ezequiel 36:26-27 26  Os daré un corazón nuevo, y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros, y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. 27  Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.).

(ii) Pero un judío podría objetar: «Eso está muy bien para un gentil que no conoce la Ley; pero no para un judío que la conoce.» A eso Pablo contestaría con las palabras que forman el comienzo de lo que se denomina el "Shemá" ("Escuchar") en los servicios judíos, y pertenecen al oficio diario de la mañana y la tarde. Pueden ser llamados “el credo de los judíos”. Este importante texto contiene mucho más que una mera declaración de la unidad de Dios en contra del politeísmo; o de la autoridad exclusiva de la revelación que Él había hecho a Israel en contra de otras supuestas manifestaciones de Su voluntad y atributos. Afirma que el Señor Dios de Israel es absolutamente Dios, y ningún otro. Él, y sólo Él, es Jehová (Yahweh) el Dios absoluto, sin causa; Aquel que, por Su elección de ellos, se dio a conocer a Israel.: «Oye, Israel: YHVH nuestro Dios, YHVH, uno es» (Deuteronomio 6:4). No hay un Dios para los judíos y otros para los gentiles. Dios no hay más que Uno. El camino a Dios es el mismo para judíos y gentiles; y no es el de los méritos humanos, sino el de la confianza y la aceptación creyente.

Ya no puede la ley de Moisés, la Torah, estar como una “pared divisoria” entre judíos y gentiles (Efesios 2:11-22  11  Por tanto, acordaos de que anteriormente vosotros, los gentiles en la carne (los llamados incircuncisión por la llamada circuncisión, hecha por manos en la carne), 12  en aquel tiempo estabais sin el Mesías, apartados de la ciudadanía de Israel, y extraños a los pactos de la promesa, no teniendo esperanza, y sin Dios en el mundo. 13  Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros, que en un tiempo estabais lejos, fuisteis hechos cercanos por la sangre de Cristo. 14  Porque Él es nuestra paz, que de ambos hizo uno, y derribó la pared intermedia de separación, es decir, la enemistad; 15  aboliendo en su carne la Ley de los mandamientos dados en reglamentos, para crear en Sí mismo, de los dos, un solo nuevo hombre, haciendo la paz; 16  y reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo por medio de la cruz, matando en ella la enemistad. 17  Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y paz a los que estaban cerca; 18  pues por medio de Él, los unos y los otros tenemos derecho a entrar por un mismo Espíritu al Padre. 19  Así pues ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino que sois conciudadanos con los santos y miembros de la familia de Dios, 20  edificados sobre el fundamento de los Apóstoles y Profetas, siendo la piedra angular el mismo Cristo Jesús, 21  en quien, bien trabado todo edificio, crece hasta llegar a ser un Templo santo en el Señor; 22  en el cual también vosotros sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.). Dios justifica tanto a los de la circuncisión (el judío) como a los de la incircuncisión (el gentil), por la fe.  

(iii) «Pero -podría decir el judío-, ¿quiere eso decir que la Ley no cuenta para nada?» Y podríamos esperar que Pablo contestara que sí; pero contesta: "No.» Dice que, por el contrario, lo que hace es dar más valor a la Ley,  revela una vez más el deseo de Pablo de evitar que sus lectores saquen conclusiones demasiado extremas respecto de su argumentación contra la ley. El rechazo liso y llano que hace Pablo de cualquier función de la ley en la justificación, favoreciendo así a la fe, no significa que busque de esta manera invalidar la ley. Por el contrario, Pablo insiste en que confirmamos la ley.   Tal como Pablo habrá de expresarlo en Romanos 8:4, la justa exigencia de la ley se halla plenamente cumplida en el creyente lleno del Espíritu Santo.

Lo que Pablo quiere decir es que, hasta ahora, los judíos han procurado ser buenos y cumplir los mandamientos porque le tenían miedo a Dios y les aterraba el castigo que les reportaría el quebrantar la Ley. Pero esa actitud ya no tiene la menor justificación, porque lo único que tiene ahora suprema importancia es el camino de salvación por fe en Jesucristo para que nuestros pecados sean limpiados por Su sangre derramada en la cruz.

 La fe es una ley, es una gracia que obra dondequiera obre en verdad. Por fe, que en esta materia no es un acto de obediencia o una buena obra, sino la formación de una relación entre Cristo y el pecador, que considera adecuado que el creyente sea perdonado y justificado por amor del Salvador, y que el incrédulo, que no está unido o relacionado de este modo con Él, permanezca sometido a condenación. La ley todavía es útil para convencernos de lo que es pasado, y para dirigirnos hacia el futuro. Aunque no podemos ser salvos por ella como un pacto, sin embargo la reconocemos y nos sometemos a ella, como regla en la mano del Mediador.

 

 

miércoles, 16 de marzo de 2022

BENEFICIOS DE ESTUDIAR LA PALABRA DE DIOS EN LA BIBLIA (final)

 

 

Jeremías  23:29  ¿No es mi palabra como fuego, dice Jehová, y como martillo que quebranta la piedra?

Colosenses 3:16  La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales

2 Timoteo 3; 16-17

 16  Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, 17  a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.

Hebreos 4; 12

Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.

2ª Pedro 1; 19 Y tenemos algo más firme, la palabra profética, a la que hacéis bien en prestar atención, como a lámpara que brilla en lugar oscuro hasta que amanezca el día y se levante el lucero de la mañana en vuestros corazones.

 

 

     En los estudios anteriores hemos procurado indicar algunas de las maneras en que podemos discernir si nuestra lectura y estudio de las Escrituras ha sido de bendición o no para nuestras almas. Muchos se engañan en este asunto, confundiendo un deseo para adquirir conocimiento con un amor espiritual de la Verdad (2ª Tesalonicenses 2:10 y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos.), no dándose cuenta de que la adición de conocimiento no es lo mismo que el crecimiento de la gracia. Gran parte depende del objetivo que nos proponemos cuando nos dirigimos a la Palabra de Dios. Si es simplemente el familiarizarnos con su contenido para estar mejor versados en sus detalles, es muy probable que el jardín de nuestras almas permanezca sin flores; pero si es el deseo, en oración, de ser corregidos y enmendados por la Palabra, de ser escudriñados por el Espíritu, de ser conformados en nuestro corazón por sus santos requerimientos, entonces podemos esperar una bendición divina.

En los estudios precedentes nos hemos esforzado para indicar las cosas vitales por medio de las cuales podemos descubrir qué progreso estamos haciendo en nuestra piedad personal. Se han dado varios criterios, los cuales han de ser usados, por el que escribe y por el lector sinceramente, para medirse con ellos. Hemos insistido en pruebas como: ¿Crece en mí el aborrecimiento al pecado, y la liberación práctica de su poder y contaminación? ¿Estoy progresando en la intensidad el conocimiento de Dios y de Jesucristo? ¿Es mi vida de oración más sana? ¿Son mis buenas obras más abundantes? ¿Es mi obediencia más fácil y alegre? ¿Vivo más separado del mundo y sus afectos y caminos? ¿Estoy aprendiendo a hacer un uso recto y provechoso de las promesas de Dios, me deleito en El, y es su gozo mi fuerza cada día? A menos que pueda decir que estas cosas son mi experiencia, por lo menos en cierta medida, es de temer que mi estudio de las Escrituras no me beneficia poco ni mucho. No parecería apropiado terminar estos estudios sin dedicar uno a la consideración del amor cristiano. La extensión en la cual cultivo esta gracia espiritual me ofrece todavía un modo de medir hasta qué punto mi lectura de la Palabra de Dios me ha ayudado espiritualmente. Nadie puede leer las Escrituras con un poco de atención sin descubrir lo mucho que tienen que decir sobre el amor, y por tanto nos corresponde a cada uno el discernir, con cuidado y en oración, si hay en nosotros realmente amor espiritual, y si su estado es sano y es ejercido propiamente. El tema del amor cristiano es demasiado extenso para que lo podamos considerar en sus varias fases dentro de este último estudio.

Deberíamos empezar, propiamente contemplando el ejercicio de nuestro amor hacia Dios y hacia Cristo, pero esto ya lo hemos tocado, por lo menos, en los temas precedentes, y no vamos a insistir. Se puede decir mucho, también, acerca de la naturaleza del amor natural que debemos a lo que pertenecen a la misma familia que nosotros pero, hay menos necesidad de hablar de esto que de otro tema, o sea, el del amor espiritual a lo hermanos, los hermanos en Cristo.

1. Nos beneficiamos de la Palabra, cuando percibimos la gran importancia del amor cristiano. En ninguna parte se hace más énfasis sobre esto que en el capítulo trece de 1ª Corintios. Allí el Espíritu Santo nos dice que aunque un cristiano profeso pueda hablar con elocuencia de las cosas divinas, si no tiene amor, es como un címbalo que retiñe, o sea un ruido, sin vida. Que aunque pueda profetizar, comprender los misterios y tener sabiduría, y tenga fe para obrar milagros, si carece de amor, espiritualmente es como si no existiera. Es más, si con altruismo diera todas sus posesiones para alimentar a los pobres, si entregara su cuerpo a una muerte de mártir, con todo, si no tiene amor, no le aprovecha para nada. ¡Cuán alto es el valor que se pone sobre el amor, y cuán esencial para mí es el poseerlo! Dijo nuestro Señor: «En esto conocerá el mundo que sois mis discípulos, en que os améis los unos a los otros» (Juan 13:35). Por el hecho de que Cristo hiciera del amor la marca distintiva del discipulado cristiano podemos darnos cuenta de la gran importancia del amor. Es una prueba esencial de autenticidad en nuestra profesión: no podemos amar a Cristo a menos que amemos a los hermanos, porque todos estamos atados en el mismo «haz de vida» (1ª Samuel 25:29 Aunque alguien se haya levantado para perseguirte y atentar contra tu vida, con todo, la vida de mi señor será ligada en el haz de los que viven delante de Jehová tu Dios, y él arrojará la vida de tus enemigos como de en medio de la palma de una honda.) con El. El amor a aquellos que Él ha redimido es una evidencia segura del amor espiritual y sobrenatural al Señor Jesús mismo. Donde el Espíritu Santo ha obrado el nacimiento sobrenatural, El sacará esta naturaleza para que se ejercite, producirá en los corazones, vida y conducta de los santos las gracias sobrenaturales, una de las cuales es amar a los que son de Cristo, por amor a Cristo.

 2. Nos beneficiamos de la Palabra, cuando discernimos las distorsiones del amor cristiano. Como el agua no puede levantarse por sí sola del nivel en que se encuentra, el hombre natural es incapaz de comprender, y aún menos apreciar, lo que es espiritual (1ª Corintios 2:14 Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.). Por tanto no debernos sorprendernos cuando hay predicadores no regenerados que confunden el sentimentalismo humano y los placeres de la carne con el amor espiritual. Pero, es triste ver que algunos del pueblo de Dios viven en un plano tan bajo que confunden la amabilidad y afabilidad humanas con la reina de las gracias cristianas. Aunque es verdad que el amor espiritual se caracteriza por la mansedumbre y la ternura, sin embargo es algo muy diferente y muy superior a la cortesía y delicadezas de la carne.

¡Cuántos padres que idolatraban a sus hijos les han evitado la vara de la corrección, bajo la falsa idea de que el afecto real y el disciplinarlos eran algo incompatible! ¡Cuántas madres imprudentes han desdeñado el castigo corporal y proclamado que el «amor» es la norma de su hogar! Una de las experiencias más tristes  que he tenido ha sido ver en lugares de culto en que los hijos eran mimados hasta el absurdo. Es una nociva perversión de la palabra «amor» el aplicarla a la flojedad y laxitud moral por parte de los padres. Pero, esta misma perniciosa idea rige en la mente de muchas personas en otros aspectos y relaciones. Si un siervo de Dios reprime los caminos de la carne y del mundo, si insiste en los derechos estrictos de Dios, se le acusa de «carecer de amor». ¡Oh, cuán terrible que haya multitudes engañadas por Satán en este importante punto!

3. Nos hemos beneficiado de la Palabra, cuando nos ha enseñado la verdadera naturaleza del amor cristiano. El amor cristiano es una gracia espiritual que permanece en las almas de los santos junto con la fe y la esperanza (1ª Corintios 13:13 Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.). Es una santa disposición obrada en los que han sido regenerados (1ª Juan 5:1Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios; y todo aquel que ama al que engendró, ama también al que ha sido engendrado por él. ). No es nada menos que el amor de Dios derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo (Romanos 5:5 y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.). Es un principio de rectitud que busca el mayor bien posible para los otros. Es exactamente lo opuesto al principio del egoísmo y la indulgencia en favor de uno mismo. No es sólo una mirada afectuosa a todos los que llevan la imagen de Cristo, sino también un deseo poderoso de fomentar su bienestar. No es un sentimiento frívolo que se ofende fácilmente, sino una fuerza dinámica que «las muchas aguas» de la fría indiferencia, ni las «avenidas» de los ríos no podrán apagar ni ahogar (Cantares 8:7 Las muchas aguas no podrán apagar el amor, Ni lo ahogarán los ríos. Si diese el hombre todos los bienes de su casa por este amor,  De cierto lo menospreciarían.). Aunque en un grado menos elevado es en esencia el mismo amor del que leemos: «Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin. » (Juan 13:1). No hay una manera más segura de formarse un concepto claro de la naturaleza del amor cristiano que estudiándolo en su perfecto ejemplo, en Cristo y por Cristo. Cuando decimos un «estudio concienzudo» queremos decir que hacemos un reconocimiento de todo lo que los cuatro Evangelios nos dicen de Él, y no nos limitamos a unos pocos pasajes o incidentes predilectos. Cuando hacemos esto nos damos cuenta que este amor no sólo era benevolente y magnánimo, dulce y cuidadoso, generoso y dispuesto al sacrificio, paciente e inmutable, sino que había aún muchos otros elementos en él. Era amor que podía negar una petición urgente (Juan 11:6 Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba.),   echar mano de un azote (Juan 2: 15 Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas y los bueyes; y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas;), regañar severamente a sus discípulos que dudaban (Lucas 24:25), apostrofar a los hipócritas (Mateo 23:13-33 13  Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando. 14  ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque devoráis las casas de las viudas, y como pretexto hacéis largas oraciones; por esto recibiréis mayor condenación. 15  ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros. 16  ¡Ay de vosotros, guías ciegos! que decís: Si alguno jura por el templo, no es nada; pero si alguno jura por el oro del templo, es deudor. 17  ¡Insensatos y ciegos! porque ¿cuál es mayor, el oro, o el templo que santifica al oro? 18  También decís: Si alguno jura por el altar, no es nada; pero si alguno jura por la ofrenda que está sobre él, es deudor. 19  ¡Necios y ciegos! porque ¿cuál es mayor, la ofrenda, o el altar que santifica la ofrenda? 20  Pues el que jura por el altar, jura por él, y por todo lo que está sobre él; 21  y el que jura por el templo, jura por él, y por el que lo habita; 22  y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios, y por aquel que está sentado en él. 23  ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello. 24  ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito, y tragáis el camello! 25  ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia. 26  ¡Fariseo ciego! Limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera sea limpio. 27  ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. 28  Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad. 29  ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque edificáis los sepulcros de los profetas, y adornáis los monumentos de los justos, 30  y decís: Si hubiésemos vivido en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus cómplices en la sangre de los profetas. 31  Así que dais testimonio contra vosotros mismos, de que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas. 32  ¡Vosotros también llenad la medida de vuestros padres! 33  ¡Serpientes, generación de víboras!(I) ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno?). Era amor severo a veces (Mateo 16:23 Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.  ), incluso airado (Marcos 3:5 Entonces, mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y la mano le fue restaurada sana.). El amor espiritual es algo sagrado: es fiel a Dios; no hace componendas con nada malo.

4. Nos beneficiamos de la Palabra, cuando descubrimos que el amor cristiano es una comunicación divina: «Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, en que amamos a los hermanos» 1ª Juan 3:14). «El amor a los hermanos es el fruto y efecto de un nacimiento nuevo y sobrenatural, obrado en nuestras almas por el Espíritu Santo, es una bendita evidencia de que hemos sido escogidos en Cristo por el Padre Celestial, antes que el mundo fuese. El amar a Cristo y a los suyos, nuestros hermanos en El, es congruente con lo que la divina naturaleza que ha hecho que seamos partícipes de su Santo Espíritu... Este amor a los hermanos debe ser un amor peculiar, tal, que sólo los regenerados pueden participar en él, y que sólo ellos pueden ejercitar, pues de otro modo el apóstol no lo habría dicho así de un modo particular; es tal que aquellos que no lo tienen no han sido aún regenerados; de lo que se sigue que «el que no ama a su hermano no vive en Cristo.

El amor a los hermanos es muchísimo más que el encontrar agradable la compañía de aquellos cuyos temperamentos son similares a los nuestros y con los cuales nos avenimos. Pertenece no ya a la mera naturaleza, sino que es algo espiritual, sobrenatural. Es el corazón que, es atraído hacia aquellos en los cuales percibimos haber algo de Cristo. Por ello es mucho más que un espíritu de congregación o compañía; abarca a todo! aquellos en los que vemos la imagen del Hijo de Dios. Por tanto, es amarlos por amor de Cristo por lo que vemos en ellos de Cristo. Es el Espíritu Santo que me atrae para juntarme con los hermanos y hermanas en los que Cristo vive. De modo que el amor cristiano real no es sólo un don divino, sino que depende totalmente de Dios para su vigor y ejercicio. Hemos de orar diariamente para que el Espíritu Santo lo ponga en acción y manifestación, hacia Dios y hacia su pueblo, este amor que él ha derramado en nuestro corazón.

5. Nos beneficiamos de la Palabra, cuando ponemos en práctica rectamente el amor cristiano. Esto se hace no tratando de complacer a los hermanos o congraciándonos con ellos, sino cuando verdaderamente procuramos su bien. «En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos » (1ª Juan 5:2). ¿Cuál es la prueba real de mi amor personal a Dios? El guardar sus mandamientos (Juan 14:15 Si me amáis, guardad mis mandamientos, 21El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él., 24 El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió; Juan 15: 10 Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor., 14 Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.). La autenticidad y la fuerza de mi amor a Dios no han de ser medidas por mis palabras, ni por lo robusto y sonoro de mis cánticos de alabanza, sino por la obediencia a su Palabra. El mismo principio es válido en mis relaciones con mis hermanos. «En esto se conoce que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos.» Si estoy haciendo comentarios sobre las faltas de mis hermanos y hermanas, si estoy andando con ellos en un curso en que trato de darles satisfacción, esto no significa que «los amo». «No aborrecerás a tu hermano en tu corazón; razonarás con tu prójimo, para que no participes de su pecado. » (Levítico 19:17). El amor ha de ser practicado de una manera divina, y nunca a expensas de mi amor a Dios; de hecho,  sólo cuando Dios tiene el lugar apropiado en mi corazón puede ser ejercido el amor espiritual hacia los hermanos. El verdadero amor no consiste en darles satisfacción, sino en agradar a Dios y ayudarlos; y sólo puedo ayudarlos en el camino de los mandamientos de Dios. El halagar a los hermanos no es amor fraternal; el exhortarse uno a otro, instando a proseguir adelante en la carrera que tenemos delante, las palabras que animan a «mirar a Jesús» (corroboradas por el ejemplo de nuestra vida diaria) son de mucha más utilidad. El amor fraternal es algo santo, no un sentimiento carnal o una indiferencia en cuanto al camino que siguen. Los mandamientos de Dios son expresiones de su amor, así como de su autoridad, y el no hacer caso de ellos, aun cuando sea por cariño o afecto al otro, no es «amor» en absoluto. El ejercicio del amor ha de conformarse estrictamente a la voluntad de Dios revelada. Hemos de amar «en verdad» (3 Juan l Pues mucho me regocijé cuando vinieron los hermanos y dieron testimonio de tu verdad, de cómo andas en la verdad.  ).

6. Nos beneficiamos de la Palabra, cuando nos enseña las manifestaciones variadas del amor cristiano. El amar a los hermanos y manifestarles el amor en su variadas formas es nuestro deber. Pero, en ningún momento podemos hacer esto de modo más verdadero y efectivo, y con menos afectación y ostentación que cuando tenemos comunión con ellos en el trono de la gracia. Hay hermanos y hermanas en Cristo en los cuatro costados de la tierra, de cuyas tribulaciones, conflictos, tentaciones y penas, yo no sé nada; a pesar de ello puedo expresar mi amor hacia ellos, y derramar mi corazón ante Dios en favor suyo, mediante la súplica y la intercesión. De ninguna otra manera puede el cristiano manifestar su cuidado y afecto hacia sus compañeros de peregrinación mejor que usando todos sus intereses en el Señor Jesús en favor suyo, suplicando su misericordia en favor de ellos. «Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad» (1ª Juan 3:17, 18). Muchos hijos de Dios son muy pobres en bienes de este mundo. Algunas veces se preguntan por qué es así; es una gran prueba para ellos. Una razón por la que Dios permite esto es que otros de sus santos puedan tener compasión de ellos y ministrar a sus necesidades temporales de la abundancia de la que Dios les ha provisto a ellos. El amor real es intensamente práctico; no considera ninguna tarea demasiado baja; ninguna faena humillante, si por medio de ella puede aliviar los sufrimientos del hermano. ¡Cuando el Señor del amor estaba en la tierra, pensaba en el hambre física de las multitudes y en la comodidad de los pies de los discípulos! Pero hay algunos de los hijos de Dios que son tan pobres que no pueden compartir lo poco que tienen con nadie. ¿Qué pueden, pues, hacer éstos? ¡Pueden hacerse cargo de las preocupaciones espirituales de todos los santos; interesarse en favor de ellos delante del trono de la gracia! Conocemos por cuenta propia los sentimientos, aflicciones y quejas de que otros santos se quejan, por haber atravesado sus mismas circunstancias. Sabemos por experiencia propia cuán fácil es dar lugar al espíritu de descontento y de murmuración. Pero también sabemos, que cuando hemos clamado al Señor que ponga su mano calmante sobre nosotros, y cuando nos ha recordado alguna preciosa promesa, ¡qué paz y sosiego ha venido a nuestro corazón! Por tanto pidamos a Dios que dé su gracia también a todos sus santos en aflicción. Procuremos hacer nuestras sus cargas, llorar con los que lloran, así como gozarnos con los que se gozan. De esta manera expresaremos nuestro amor real por sus personas en Cristo, rogando al Señor suyo y nuestro que se acuerde de ellos en su misericordia sempiterna. Esta es la manera en que el Señor Jesús manifiesta ahora su amor por sus santos: «por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.» (Hebreos 7:25). Cristo hace de la causa de ellos la suya, y ruega al Padre en favor suyo. Cristo no olvida a nadie: toda oveja perdida se halla cargada en el corazón del Buen Pastor. Así, expresando nuestro amor a los hermanos en oraciones diarias suplicando por sus varias necesidades, somos llevados a la comunión con nuestro Sumo Sacerdote. No sólo esto, pero también sus santos se nos harán más queridos por ello: nuestro mismo rogar por ellos como amados de Dios, aumentará nuestro amor y nuestra estima en favor de los tales. No podemos llevarlos en nuestro corazón ante el trono de la gracia sin tener en lo profundo de nuestro corazón un afecto real por ellos. La mejor manera de vencer el espíritu de amargura contra un hermano que nos ha ofendido es ocuparnos en orar por él.

7. Nos beneficiamos de la Palabra, cuando nos enseña la manera apropiada de cultivar el amor cristiano. Sugerimos tres reglas para ello.

Primero: reconocer desde el principio que tal como hay en ti (en mí) mucho que ha de ser una prueba severa para el amor de los hermanos, habrá también mucho en ellos que va a hacer difícil nuestro amor a ellos. «Soportándoos con paciencia los unos a los otros con amor» (Efesios 4:2) es una gran amonestación sobre este tema que ninguno de nosotros debería olvidar. Es sin duda singular que la primera cualidad del amor espiritual que se menciona en 1ª Corintios 13; 4 El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece;

 Segundo: la mejor manera de cultivar cualquier virtud o gracia es ejercitarla. El hablar teorizar sobre ella no sirve para mucho, a menos que se ponga en acción. Muchas son las quejas que se oyen hoy en día sobre la escasez de amor evidente en muchos lugares: ¡ésta es una razón más para que procuremos nosotros dar un mejor ejemplo! Que la frialdad y desinterés de los otros no diluyan tu amor, sino «vence con el bien el mal» (Romanos 12:21 No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.). Considera en oración 1ª Corintios 13 por lo menos una vez cada semana.

Tercero: por encima de todo procura que tu propio corazón se recree en la luz y calor del amor de Dios. Cuanto más te ocupes del amor de Cristo para ti, invariable, incansable, insondable, más se sentirá tu corazón atraído en amor a aquellos que son suyos. Una hermosa ilustración de esto se halla en el hecho que el apóstol particular que escribió más acerca del amor fraternal fue el que reclinó su cabeza sobre el pecho del Maestro.

El Señor conceda la gracia necesaria al lector y al que escribe (que tiene de ello más necesidad que nadie), de observar estas reglas, para la alabanza y gloria de su gracia, y para el bien de su pueblo.

lunes, 14 de marzo de 2022

CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS Romanos 3; 21-26

 

 Romanos 3; 21-26

 21  Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas;

22  la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia,

23  por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,

24  siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús,

25  a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados,

26  con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.

  

          Aquí tenemos seis versículos que están llenos de riqueza cuando se capta su significado. A ver si podemos penetrar en la verdad que contiene.

 El problema supremo de la vida es: ¿Cómo puede uno estar en la debida relación con Dios? ¿Cómo puede sentirse en paz con Dios? ¿Cómo puede dejar de sentirse a una distancia insalvable, y de tenerle miedo a la presencia de Dios? La religión de los judíos contestaba: «Uno puede llegar a estar en la debida relación con Dios cumpliendo meticulosamente todo lo que manda la Ley.» Pero eso equivale a decir sencillamente que nadie tiene la menor posibilidad de llegar a estar en la debida relación con Dios, porque nadie puede cumplir perfectamente todos los mandamientos de la Ley. Entonces, ¿para qué sirve la Ley? Para que nos demos cuenta de la realidad del pecado. Sólo cuando conocemos la Ley e intentamos cumplirla nos damos cuenta de que nos es imposible. El propósito de la Ley es hacernos conscientes de nuestra debilidad y pecado. Entonces, ¿es imposible llegar a Dios? Todo lo contrario; porque el camino que nos lleva a Dios no es el de la Ley, sino el de la Gracia. No por las obras, sino por la fe en Jesucsristo.

  Pablo nos pone el ejemplo del tribunal, lo que llamamos justificación. En este ejemplo se piensa que el hombre se encuentra ante el tribunal de Dios. La palabra griega que traducimos por justificar es dikaiún. Todos los verbos griegos que terminan en -ún quieren decir, no hacer a alguien algo, sino tratar, considerar a uno como algo. Si se presenta ante el juez uno que es inocente, el juez le declara inocente. Pero el caso del que se presenta ante Dios es que es totalmente culpable, y sin embargo Dios, en su infinita misericordia, le trata y le considera como si fuera inocente. Eso es lo que quiere decir justificación.

Cuando Pablo dice que " Dios justifica al malvado» quiere decir que Dios le trata como si fuera bueno. Eso era lo que escandalizaba a los judíos hasta el colmo. Para ellos eso sólo lo harta un juez inicuo. " Absolver al culpable y condenar al justo son dos cosas que abomina Yahvéh. » (Proverbios_17:15). « Aléjate de cualquier causa mentirosa; no hagas perecer al inocente y justo, pues yo no justifico al culpable. » (Éxodo_23:7). Pero Pablo dice que eso es precisamente lo que hace Dios.

¿Qué quiere decir justificación por la fe en Jesucristo?  El apóstol, habiendo declarado que el propósito del evangelio era revelar un nuevo plan para llegar a ser justos ante los ojos de Dios, procede aquí a explicarlo con más detalle. La explicación que ofrece deja claro que la frase tan frecuentemente usada por él, “justicia de Dios”, no se refiere a un atributo de Dios, sino a su plan de hacer a las personas justas. Aquí dice que es por la fe en Jesucristo; pero ciertamente un atributo de Dios no es producido por la fe en Jesucristo. Significa el modo de Dios de considerar a las personas como justas a través de su creencia en Jesucristo.

 Es bastante obvio que la “justicia de Dios” no se puede explicar por el atributo de la justicia. No se puede decir de la justicia divina que es “para y sobre todos los que creen”. Pero no estamos reducidos a la alternativa de explicar la frase, ya sea de la justicia de Dios, o el plan de Dios de justificar a la gente. ¿Por qué no podemos entenderla de esa justicia que Yahweh ideó, Jesús ejecutó, y el Espíritu aplica; y que por lo tanto se denomina justamente la justicia de Dios? consiste en esa conformidad a la ley que Jesús manifestó en su muerte expiatoria y obediencia meritoria. Su muerte, en razón de su naturaleza divina, fue de valor infinito. Y cuando se sometió voluntariamente a dar una vida que no perdió por ninguna transgresión de su propia, la Ley, en su parte penal, fue más magnificada que si cada descendiente de Adán se hubiera hundido bajo el peso de su venganza.

Tampoco fue menos honrada la parte preceptiva de la Ley, en la obediencia inmaculada de Cristo. Se abstuvo de todo pecado, cumplió con todo deber y ejemplificó toda virtud. Ni Dios ni el hombre podían acusarlo de incumplimiento del deber. A Dios entregó su piedad, al hombre su ardiente amor, a los amigos su corazón, a los enemigos su piedad y su perdón. Y por la obediencia del Creador en forma humana, el precepto de la Ley fue más honrado que si los ángeles más altos hubieran bajado a hacerle reverencia, en presencia de la gente. He aquí, pues, una justicia digna de ese nombre, divina, inmaculada, amplia, duradera, más allá del poder del lenguaje para caracterizarla. Es esa justicia eterna la que Daniel predijo que traería el Mesías. La justicia de Adán falló y pasó. Eso de los ángeles una vez felices pereció también, pero esto perdurará. “Los cielos, dice Yahweh, se desvanecerán como humo, y la tierra se envejecerá como una ropa de vestir, y de la misma manera morirán sus moradores, pero mi salvación será para siempre, y mi justicia no perecerá. Esta justicia es lo suficientemente amplia para cubrir a cada pecador y cada pecado. Es lo suficientemente puro como para encontrar el ojo del mismo Dios. Por lo tanto, es el único escudo del pecador. Por la fe de Jesucristo - Es decir, por la fe en Jesucristo.   Esto no puede significar que la fe sea la causa meritoria de la salvación, sino que es el instrumento o medio por el cual llegamos a ser justificados. Es el estado mental, o condición del corazón, al cual Dios se ha complacido en prometer justificación.   Dios ha prometido que aquellos que creen en Cristo serán perdonados y salvos. Este es su plan a diferencia del plan de aquellos que buscan ser justificados por las obras.

Este plan de justificación ha llegado a todos los hombres, a judíos y gentiles; es decir, que les ha sido provisto y ofrecido sin distinción. El plan era amplio para todos, adecuado para todos, igualmente necesario para todos y ofrecido a todos. El apóstol agrega, por lo tanto, que los beneficios de este plan deben realmente llegar a todos. No podían justificarse meramente por el hecho de que se proporcionó el plan, y que el conocimiento de él había llegado a todos, sino por el hecho de que en realidad se adhirieron a este plan y se aprovecharon de él.    Quiere decir que estamos en la debida relación con Dios porque creemos de todo corazón que lo que Jesús nos ha dicho de Dios es la verdad. Ya no somos extraños que tienen terror a un Dios airado. Somos hijos, hijos errantes que confían en que su Padre los ama y los perdonará. Y nosotros no podríamos haber llegado nunca a esa relación con Dios si Jesús no hubiera venido a vivir y a morir para decirnos lo maravillosamente que Dios nos ama. Ninguno puede salvarse por obras; y todos, por lo tanto, dependen de la misericordia de Dios en Jesucristo.

Siendo justificados gratuitamente por su gracia - Lejos de poder alcanzar la gloria de Dios por su obediencia, todos son culpables: y, para ser salvos, deben ser perdonados gratuitamente por la gracia de Dios; que se muestra a los que creen, por la redención, el precio del rescate, que es en el sacrificio de Cristo Jesús. El original se compone de απο, de, y λυτροω, redimo, y significa propiamente el precio establecido para la redención de un cautivo. Esta redención de Cristo comprende todo lo que enseñó, hizo o padeció para librar a los hombres del mal; especialmente para librarlos del pecado, fuente de los males; para que puedan alcanzar la verdadera felicidad. Y que aquí significa la liberación comprada por el derramamiento de sangre de Cristo, es evidente por Efesios 1:7: en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia,  

  Dios ha exhibido públicamente a Jesucristo como sacrificio propiciatorio por los pecados de las personas. Esta exhibición pública se hizo por su ofrenda en la cruz, en el rostro de los ángeles y de las personas. No estaba oculto; se hizo abiertamente. Fue puesto a vergüenza abierta; y de tal suerte que atrajeron a la escena los ojos de los ángeles y de los habitantes de todos los mundos.

Ser una propiciación - ἱλαστήριον hilastērion. Esta palabra aparece pero en otro lugar en el Nuevo Testamento. Heb_9:5, “y sobre ella (el arca) los querubines de gloria que cubrían el propiciatorio. Se usa aquí para denotar la tapa o cubierta del arca del pacto. Estaba hecho de oro, y sobre él estaban los querubines.   El nombre hebreo para esto era כפּרת kaphoreth, del verbo כּפר kaaphar, "cubrir" u "ocultar". Fue desde este lugar que se representó a Dios hablando a los hijos de Israel. Exo_25:22, “Y de allí me declararé a ti, y hablaré contigo de sobre el propiciatorio, de entre los dos querubines que están sobre el arca del testimonio, todo lo que yo te mandare para los hijos de Israel. Lev_16: 2, " y dijo Yahvéh a Moisés: Di a tu hermano Aarón, que no entre en cualquier tiempo en el santuario, detrás del velo, delante del propiciatorio que está encima del arca, no sea que muera cuando yo me aparezca en forma de nube sobre el propiciatorio.". Este asiento, o cubierta, se cubría con el humo del incienso, cuando el sumo sacerdote entraba en el lugar santísimo, Lev_16:13 Echará incienso encima del fuego ante Yahvéh, para que la nube del incienso cubra el propiciatorio que está encima del testimonio, y él no muera..

Y la sangre del becerro ofrecido en el gran día de la expiación, debía ser rociada “sobre el propiciatorio”, y “delante del propiciatorio”, “siete veces”, Lev_16:14-15 Luego tomará un poco de sangre del novillo y rociará con el dedo el lado oriental del propiciatorio; hará con el dedo siete aspersiones de sangre delante del propiciatorio. 15  Degollará el macho cabrío del sacrificio por el pecado del pueblo, llevará su sangre detrás del velo y hará con ella lo mismo que hizo con la sangre del novillo, esto es, rociarla sobre el propiciatorio y delante de él . Esta aspersión u ofrenda de sangre se llamaba hacer “Así purificará el santuario de las impurezas de los hijos de Israel y de las transgresiones en toda suerte de pecados. Lo mismo hará con la tienda de la reunión que está entre ellos, en medio de su impureza. Lev_16:16. Fue desde este propiciatorio que Dios pronunció el perdón, o se expresó como reconciliado con su pueblo. Se hizo la expiación, se roció la sangre y así se efectuó la reconciliación. Así se le dio el nombre a aquella tapa del arca, porque era el lugar desde el cual Dios se declaró reconciliado con su pueblo. Todavía la pregunta es, ¿por qué se le da este nombre a Jesucristo? ¿En qué sentido se declara que es una propiciación? Es evidente que no se le puede aplicar en ningún sentido literal. Entre la cubierta de oro del arca del pacto y el Señor Jesús, la analogía debe ser muy leve, si es que se puede percibir tal analogía.

(1) Que la idea principal, con respecto a la cubierta del arca llamada el propiciatorio, era la de la reconciliación de Dios con su pueblo; y que esta es la idea principal con respecto al Señor Jesús a quien “Dios ha puesto”.

(2) Esta reconciliación se efectuó entonces por la aspersión de sangre sobre el propiciatorio, Lev_16:15-16. Lo mismo es cierto del Señor Jesús  por sangre.

(3) En el primer caso fue por la sangre de la expiación; la ofrenda del becerro en el gran día de la expiación, que se efectuó la reconciliación, Lev_16:17-18 No habrá nadie en la tienda de la reunión desde que él entre en el santuario para hacer la expiación hasta que salga, y haya expiado por sí mismo, por su casa y por toda la asamblea de Israel. 18  Después saldrá e irá hacia el altar que está ante Yahvéh, y hará la expiación sobre él, y tomando sangre del novillo y del macho cabrío, la pondrá sobre los cuernos del altar todo en derredor.  En el caso del Señor Jesús también fue por sangre; por la sangre de la expiación. Pero fue por su propia sangre. Esto lo declara claramente el apóstol en este versículo.

(4) En el primer caso había un sacrificio u ofrenda expiatoria; y así es en la reconciliación por el Señor Jesús. En el primero, el propiciatorio era el lugar visible y declarado donde Dios expresaría su reconciliación con su pueblo. Así, en este último, la ofrenda del Señor Jesús es el camino manifiesto y abierto por el cual Dios se reconciliará con los hombres.

(5) En el primero, se unió la idea de un sacrificio por el pecado, Lev. 16. Así en este último. Y por lo tanto, la idea principal del apóstol aquí es transmitir la idea de un sacrificio por el pecado; o presentar al Señor Jesús como tal sacrificio. Por lo tanto, la palabra “propiciación” en el original puede expresar la idea de un sacrificio propiciatorio, así como la tapadera del arca. La palabra es un adjetivo, y puede unirse al sustantivo sacrificio, así como para denotar el propiciatorio del arca. Este significado concuerda también con su significado clásico de denotar una ofrenda propiciatoria, o una ofrenda para producir reconciliación. Cristo es así representado, no como un propiciatorio, lo cual sería ininteligible; sino como el medio, la ofrenda, la expiación, por la cual se produce la reconciliación entre Dios y el hombre.

A través de la fe - O por medio de la fe. La ofrenda será inútil sin fe. La ofrenda ha sido hecha; pero no se aplicará, sino donde hay fe. Ha hecho una ofrenda que puede ser eficaz para quitar el pecado; pero no produce reconciliación, ni perdón, excepto donde es aceptado por la fe.

En su sangre - O en su muerte - su muerte sangrienta. Entre los judíos, la sangre era considerada como el asiento de la vida o vitalidad. Lev_17:11, "la vida de la carne está en la sangre". Por lo tanto, se les ordenó que no comieran sangre. Gen_9: 4, "pero carne con su vida, que es su sangre, no comeréis". Esta doctrina está contenida uniformemente en las Sagradas Escrituras. Y ha sido también la opinión de no pocos célebres fisiólogos, tanto en la época moderna como en la antigua. Lo mismo era la opinión de los antiguos parsis e hindúes.  Homero, por lo tanto, habla a menudo de la sangre como el asiento de la vida, como en la expresión πορφυρεος θανατος porphureos thanatos, o “muerte púrpura”. Y Virgilio habla de “vida púrpura”, Empédocles y Critias entre los filósofos griegos, también abrazaron esta opinión. Entre los modernos, Harvey, a quien debemos el conocimiento de la circulación de la sangre, lo creía plenamente. Hoffman y Huxham creían que el Dr. John Hunter adoptó plenamente la creencia y la sostuvo, como él supuso, por una gran variedad de consideraciones. (Good's Book of Nature, págs. 102, 108, edición de Nueva York, 1828). Esta era sin duda la doctrina de los hebreos; y por lo tanto, para ellos, derramar la sangre era una frase que significaba matar; por tanto, se suponía que la eficacia de sus sacrificios consistía en la sangre, es decir, en la vida de la víctima. Por lo tanto, era ilegal comerlo, como si fuera la vida, el asiento de la vitalidad; el don más inmediato y directo de Dios. Por tanto, cuando se habla de la sangre de Cristo en el Nuevo Testamento, se trata de la ofrenda de su vida como sacrificio, o de su muerte como expiación. Su vida fue dada para hacer expiación. Por la fe en su muerte como sacrificio por el pecado; al creer que tomó nuestros pecados; que murió en nuestro lugar; haciendo así, en cierto sentido, hacer nuestra su ofrenda; aprobándolo, amándolo, abrazándolo, confiando en él, nuestros pecados son perdonados y nuestras almas purificadas.

Declarar - εἰς ἔνδειξις eis endeixis. Para “el propósito” de mostrar o exhibir; presentarlo al hombre. El significado es que el plan fue adoptado; el Salvador fue dado; sufrió y murió: y el esquema se propone a la gente, con el propósito de hacer una manifestación completa de su plan, en contraposición a todos los planes de la gente.

Su justicia - Su plan de justificación. El método o esquema que ha adoptado, a diferencia del del hombre; y que ahora exhibe u ofrece a los pecadores. Hay una gran variedad en la explicación de la palabra aquí traducida como “justicia”.  Dios ha adoptado y propuesto un plan por el cual las personas pueden llegar a ser justas por la fe en Jesucristo, y no por sus propias obras. Su absolución del pueblo del pecado; el hecho de considerarlos y tratarlos como justos se manifiesta en el evangelio mediante la ofrenda de Jesucristo como sacrificio en la cruz.  

Para la remisión de los pecados - La palabra usada aquí πάρεσιν paresina no aparece en ningún otro lugar del Nuevo Testamento, ni en la Septuaginta. Significa “pasar de largo”, como no darse cuenta y, por lo tanto, perdonar.   Mic_7:18. “ ¿Qué Dios hay como tú, que perdona el pecado, que pasa por alto la rebeldía del resto de su heredad? No persiste por siempre en su ira, porque se complace en la misericordia.? 

 El diseño del apóstol es mostrar el único fundamento de la justificación del pecador. Ese fundamento es “la justicia de Dios”. Para manifestar esta justicia, Cristo había sido presentado al comienzo de la era evangélica como un sacrificio propiciatorio. Pero aunque en este tiempo se manifestó o declaró, en realidad había sido la base de la justificación todo el tiempo. Los creyentes de todas las dispensaciones pasadas, esperando el período de su revelación, habían edificado sus esperanzas en él y habían sido admitidos en la gloria.

La idea de la manifestación en los tiempos del evangelio parece estar más íntimamente relacionada con el hecho de que en épocas pasadas, la base del perdón había estado oculta, o en el mejor de los casos, pero vagamente vista a través del tipo y la ceremonia. Parece haber poca duda de que estas dos cosas estaban asociadas en la mente del apóstol. Aunque la base del procedimiento de Dios para perdonar los pecados de su pueblo, durante la economía anterior, había estado oculta por mucho tiempo, ahora se mostraba gloriosamente ante los ojos del universo. Pablo tiene la misma idea en Heb_9:15, “Por eso, él es mediador de una nueva alianza, para que, habiendo intervenido una muerte para redención de las transgresiones cometidas durante la primera alianza, los que han sido llamados reciban la promesa de la herencia eterna.”   Tampoco hay temor de prestar apoyo a la doctrina de la salvación universal. Si defendemos este punto de vista. Los pecados remitidos en épocas pasadas siendo obviamente los de los creyentes solamente.  

A través de la paciencia de Dios - A través de su paciencia, su longanimidad. Es decir, no salió en juicio cuando se cometió el pecado; nos perdonó, aunque merecía castigo; y ahora sale completamente para perdonar aquellos pecados con respecto a los cuales ha ejercido indulgencia durante tanto tiempo y con tanta gracia. Esta expresión obviamente no se refiere a la remisión de los pecados, sino al hecho de que fueron cometidos mientras él mostraba tanta paciencia. No sé mejor cómo mostrar el valor práctico y el alcance de este importante pasaje de la Escritura que transcribiendo una parte de la conmovedora experiencia del poeta Cowper. Es bien sabido que antes de su conversión estuvo oprimido por una larga y espantosa melancolía; que esto finalmente se elevó a la desesperación; y que luego fue sometido al trato amable del Dr. Cotton en Alban's, como un caso melancólico de trastorno.

Su pensamiento principal era que estaba condenado a una destrucción inevitable y que no había esperanza. De esto fue despertado solamente por la bondad de su hermano, y por las promesas del evangelio; El relato de su conversión lo daré ahora en sus propias palabras. “Había llegado el período feliz, que iba a sacudirme las cadenas y permitirme un claro descubrimiento de la misericordia gratuita de Dios en Cristo Jesús. Me arrojé en una silla cerca de la ventana y, al ver una Biblia allí, me aventuré una vez más a recurrir a ella en busca de consuelo e instrucción. El primer versículo que vi fue Rom_3:25; “A quien Dios ha puesto, etc.” Inmediatamente recibí fuerzas para creer, y resplandeció sobre mí el pleno rayo del Sol de justicia. Vi la suficiencia de la expiación que había hecho por mi perdón y justificación. En un momento creí y recibí la paz del evangelio. A menos que el brazo Todopoderoso hubiera estado debajo de mí, creo que debería haberme sentido abrumado por la gratitud y la alegría. Mis ojos se llenaron de lágrimas y mi voz se ahogó por el transporte. Solo podía mirar al cielo con miedo silencioso, abrumado de amor y asombro. ¡Cuán contento debería haber estado ahora de haber pasado cada momento en oración y acción de gracias! No perdí oportunidad de reparar en un trono de gracia; pero voló hacia él con una seriedad irresistible y nunca satisfecha.”

En este tiempo - El tiempo ahora desde que el Salvador ha venido, ahora es el tiempo en que lo manifiesta.

Para que él sea justo: este versículo contiene la sustancia del evangelio. La palabra “justo” aquí no significa benévolo o misericordioso, aunque a veces puede tener ese significado. Pero se refiere al hecho de que Dios había conservado la integridad de su carácter como gobernante moral; que había mostrado la debida consideración a su Ley, y al castigo de la Ley por su plan de salvación. Si perdonara a los pecadores sin una expiación, la justicia sería sacrificada y abandonada. La Ley dejaría de tener terrores para los culpables, y su pena sería la nulidad. En el plan de salvación, por lo tanto, ha mostrado respeto por la Ley al nombrar a su Hijo para ser un sustituto en lugar de los pecadores; no sufrir su pena precisa, porque sus sufrimientos no fueron eternos, ni fueron acompañados por remordimiento de conciencia, o por desesperación, que son la pena propia de la Ley; pero soportó tanto como para lograr los mismos fines como si aquellos que serán salvados por él hubieran sido condenados a la muerte eterna.

Es decir, demostró que no se podía violar la Ley sin introducir el sufrimiento; y que no podía romperse con impunidad. Demostró que le tenía tanta consideración que no perdonaría a ningún pecador sin una expiación. Y así aseguró el debido honor a su carácter de amante de su Ley, aborrecedor del pecado y Dios justo. Él ha mostrado que si los pecadores no aprovechan la oferta de perdón de Jesucristo, deben experimentar en sus propias almas para siempre los dolores que este sustituto de los pecadores soportó en favor de las personas en la cruz. Así, no se ha abandonado ningún principio de justicia; no se ha modificado ninguna amenaza; ningún reclamo de su Ley ha sido defraudado; no se ha evidenciado ninguna disposición a hacer injusticia al universo al permitir que los culpables escapen. Él es, en toda esta gran Transacción, un justo gobernante moral, tan justo con su Ley, consigo mismo, con su Hijo, con el universo, cuando perdona, como lo es cuando envía al pecador incorregible al infierno. Una compensación completa, un equivalente, ha sido provista por los sufrimientos del Salvador en lugar del pecador, y el pecador puede ser perdonado.

Y el que lo justifica... - Griego, “Incluso justificando al que cree, etc.” Esta es la singularidad y la maravilla del evangelio. Incluso mientras perdona y trata a los que lo merecen como si fueran inocentes, puede conservar su carácter puro y santo. El hecho de que trate a los culpables con favor no muestra que ame la culpa y la contaminación, porque ha expresado su aborrecimiento en la expiación. El que los admitiera en la amistad y el cielo no muestra que aprueba su conducta y carácter pasados, porque mostró cuánto odiaba incluso sus pecados al dar a su Hijo a una muerte vergonzosa por ellos. Cuando un ejecutivo indulta a los infractores, hay un abandono de los principios de justicia y derecho. Se anula la sentencia; se apartan las amenazas de la ley; y se hace sin compensación. Se declara que en ciertos casos se puede violar la ley, y “no” infligir su pena. Pero no así con Dios. No muestra menos respeto por su ley al perdonar que al castigar. Este es el rasgo grandioso, glorioso y especial del plan de salvación del evangelio.

  Aquí aprendemos que Dios se diseñó para dar las muestras más evidentes tanto de su justicia como de su misericordia. De su justicia, al exigir un sacrificio y negarse absolutamente a dar salvación a un mundo perdido de cualquier otra manera; y de su misericordia, al proporcionar el sacrificio que requería su justicia. Por lo tanto, debido a que Jesús fue una expiación, un precio de rescate por el pecado del mundo, Dios puede, de acuerdo con su justicia, perdonar a cada alma que cree en Jesús. Este es el descubrimiento pleno de la justicia de Dios, de su maravilloso método de magnificar su ley y hacerla honorable; de mostrar la infinita pureza de su justicia, y de salvar un mundo perdido.