} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 10/01/2021 - 11/01/2021

domingo, 31 de octubre de 2021

LA MISERIA DE ABANDONAR A DIOS (final)

 

Jeremías 2; 13. Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua.

 

           Todavía hay otra parte de la experiencia registrada de la humanidad con respecto a la insuficiencia del sustituto que se ha adoptado para dar felicidad. Me refiero a la experiencia del penitente y del mundo cristiano. Todo hombre que regresa a Dios, como el hijo pródigo de volver a casa de su padre, viene con esto como una parte importante de su testimonio, que en los esfuerzos que se ha hecho para encontrar la felicidad se ha decepcionado, y ahora vuelve a la fuente de aguas vivas. Ni el número es reducido ni su testimonio sin valor. Muchos cientos de millones en la tierra y en el cielo constituyen ahora la iglesia completa que ha sido redimida, y todos vienen con el mismo lenguaje en cuanto al poder del mundo para proporcionar disfrute. Se han apartado de las cisternas rotas y han vuelto a la fuente de aguas vivas. ¿Y quiénes son ellos? Los pobres; el ignorante; el necesitado; los oprimidos, dices, los que no han tenido forma de disfrutar del mundo o de hacer allí un experimento completo. Lo admito en gran medida, tal vez en la medida que desee, y luego diría con respecto a ellos que no es un honor insignificante para el cristianismo haber dado a los pobres, a los miserables y a los desamparados, paz y gozo. Pero, ¿quiénes han venido con ellos a la cruz? Veo entre ellos hombres con cabezas coronadas que ponen la diadema a los pies del Redentor y cambian sus vestiduras principescas por las vestiduras de la salvación. Veo hombres que vienen de los pasillos del esplendor y buscan la felicidad en la religión del Salvador. Los veo venir de los círculos de los grandes, los alegres y los ricos, de la espléndida fiesta, el salón de baile y el teatro, y confiesan que la felicidad que buscaban no se obtendría allí, y buscando ahora en Dios. Satisfechos ahora de que el mundo no puede satisfacer los deseos de la mente inmortal, regresan a su Hacedor y encuentran la bienaventuranza permanente en la esperanza cristiana de la inmortalidad.

 

¿Y cuál ha sido el resultado? ¿Han quedado satisfechos los vagabundos que regresan? ¿Han encontrado lo que buscaban en la fuente de aguas vivas? Escuche hablar a uno de ellos que expresa los sentimientos de todos ellos. "Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama mi alma por ti, oh Dios, mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo". "¿A quién tengo en los cielos sino a ti, y no hay en la tierra que yo desee fuera de ti? Mi carne y mi corazón desfallecen, pero Dios es la fuerza de mi corazón, y mi porción para siempre". "En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia; estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza". Dios, para tal hombre, se convierte en la porción del alma. En su existencia, perfecciones, gobierno, planes, obras; en sus promesas y en sus comunicaciones al alma que lo ama, y con la esperanza de vivir con él, el corazón cansado encuentra paz y el espíritu agobiado descansa. De la fuente de aguas vivas bebe el vagabundo que regresa y ya no tiene sed. Es puro, elevador, inagotable. Como una fuente perenne, no falla por años, no se agota por la cantidad de personas que la beben. No se cansa en el goce; no deja el alma enferma; no lo abandona en la muerte. Esa felicidad nos acompaña a todas las tierras y a todos los mundos, y se vuelve más brillante y pura a medida que se desvanecen las alegrías terrenales y se acerca la hora en que debemos dejar el mundo. Nadie se ha acercado a Dios y ha sido decepcionado; ninguno que haya probado verdaderamente su amor ha vuelto a tener un gusto supremo por las alegrías de los sentidos y del pecado

Dije que una parte de la experiencia de este mundo en referencia a la felicidad que se busca lejos de Dios, no está registrada. Me refiero a ese volumen aún no escrito donde quedarían registradas todas las tristes decepciones, los afanes, las ansiedades y los dolores de quienes buscan la felicidad en el mundo. Me refiero a la corrosión, envidia y celos y disgusto y vejación interior que pueden entrar en el círculo más espléndido y que pueden vivir allí a pesar de todo lo alegre y ganador. En ese mundo brillante, todo puede parecer sonrisas y halagos; oh, la almohada donde descansará la cabeza dolorida, los ojos pueden dar rienda suelta a las lágrimas por la desilusión, o el corazón puede hincharse por la envidia y el disgusto, por lo que las lágrimas no proporcionarían alivio.  ¿Quién registrará la desilusión de los que buscan riquezas como su porción? ¿Quién reunirá y anotará los nombres de los jóvenes, numerosos como ejércitos poderosos, que han buscado la fama, y han sido decepcionados? ¿Quién dará expresión a los suspiros no registrados que delatan los fracasos en la búsqueda de la felicidad en la alegre asamblea? La parte más instructiva de la historia de nuestro mundo no está escrita, al menos no está escrita entre los mortales. Está registrado en el libro que conserva la memoria de los hechos humanos con referencia al juicio, y se desarrollará solo en el juicio final. Es el registro de innumerables fracasos y decepciones individuales; la historia total de lo que constituye el vasto experimento en nuestro mundo para encontrar gozo sin la amistad del Altísimo; el registro de lo que les ha resultado a los hombres por haber abandonado la fuente de aguas vivas, y por haberse cavado cisternas, cisternas rotas que no retienen agua.

 

Pecador errante, permíteme decirte, en conclusión, que nunca podrás ser feliz sin Dios. Estás destinado a ser un hombre miserable mientras te alejas de él, como el hijo pródigo era un desgraciado que había dejado la casa de su padre. Ni la riqueza, ni los libros, ni los negocios, ni los juegos, ni el baile, ni la comida, ni la bebida, ni una vivienda espléndida, ni una reputación brillante, ni todo lo que puedas hacer para asegurarte un recuerdo agradecido después de tu muerte, puede ser un sustituto de la felicidad que se encuentra en Dios. Puede que seas falso con tu Creador, pero el mundo será fiel al Dios que lo creó. No impartirá felicidad excepto cuando él la ofrezca. Verdad es ese mundo para su Dios: la tierra, el aire, el mar, la plata y el oro. Ninguno de ellos dará la paz excepto cuando él manda, y a todos ellos puede hacerles una maldición a tu alma. No es ningún sustituto para la dicha que sólo él puede dar; y aunque puedas pervertir tus propios poderes, nunca podrás torturar y pervertir tanto las obras del Todopoderoso como para hacerlas conferir un disfrute permanente, excepto cuando Él lo ordene.

 

Pecador errante, aprende de nuestro tema el benevolente diseño del plan de redención. Es traer de vuelta a una raza alienada y miserable a la fuente de aguas vivas. Nos llega con la presunción de que el hombre será miserable mientras continúe alejándose de su Hacedor. Desde la cisterna rota que no puede contener agua, reconduciría la carrera de regreso a Dios y restauraría la dicha del Edén. Oh feliz si el hombre nunca se hubiera alejado, y feliz aún si regresara. Aquel que haya tenido tan justa causa para sentirse ofendido no negará ni un solo favor; ni un solo ceño encontraría el pecador en la frente del Todopoderoso; no se negaría ni una sola expresión de bondad si regresaba. El mismo cielo podría ser su morada como si nunca hubiera pecado, y la bienaventuranza del favor eterno incluso de Dios puede ser aumentada para el pecador que regresa por todo lo que hay en el agradecimiento por la redención y en el regreso del gozo después de muchos dolores.

 

Pecador errante, te pido que regreses a tu Dios olvidado hace mucho tiempo, la fuente de aguas vivas. En vista de la experiencia del mundo; en vista de sus aflicciones registradas en cada rostro de atención, en cada lecho de enfermo, en cada tumba, como resultado de alejarse de Dios; y en vista de los males no registrados de haberlo abandonado, le pido que regrese. Ha sido suficiente la triste experiencia del mundo para satisfacerte que en esos vagabundeos, la felicidad nunca se puede encontrar. Deje que la experiencia del mundo, caro comprado en millones de casos, lo lleve a regresar. Vuelve infeliz vagabundo, vuelve: vuelve a la fuente eterna de la dicha; ven y participa de la felicidad que nunca engaña, y que nunca falla. De la tierra árida y desolada adonde has ido, vuelve a la fuente de aguas vivas. Sí, ven a la fuente de aguas vivas; porque el Espíritu y la Esposa dicen: ven, y cualquiera que le permita tomar del agua de la vida gratuitamente

LA MISERIA DE ABANDONAR A DIOS (2ª parte)

 


Jeremías 2; 13. Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua.

 


II. Por tanto, nuestra segunda pregunta es si el plan tiene éxito. ¿Ha respondido al propósito que se contemplaba? ¿Puede la cisterna que el hombre ha cavado para sí mismo responder al propósito de la fuente de aguas vivas?

 

Estas son cuestiones, evidentemente, que deben ser resueltas por la experiencia; y al hacer la apelación a la experiencia, hay que responder a dos preguntas. La primera es, ¿qué es la felicidad? La segunda, ¿se puede encontrar la felicidad en estas cosas?

 

¿Qué es la felicidad? No profundizaré en el examen de esta cuestión, ya que no es necesario, y puedo prever fácilmente que tal examen sería tedioso. Hay dos o tres principios que son importantes enunciar para dar una respuesta correcta a la otra pregunta propuesta. La felicidad no consiste en mera excitación, risa, regocijo o éxtasis. Admito que pueden encontrarse sin dificultad en este mundo, y pueden encontrarse en abundancia. El salón de baile; la comedia; la farsa menor; el cuenco embriagador; el lugar de la bulliciosa diversión les proporcionará. Pero hay ocasiones en las que "la risa es una locura"; y toda esta alegría y emoción puede ir acompañada o seguida de una corriente insuficiente de dolor que dejará el alma en duelo.

En la verdadera felicidad siempre deben encontrarse ciertos elementos, o ciertos principios esenciales, entre los que se encuentran los siguientes:

(I.) Debe adaptarse a la naturaleza del hombre, o adecuarse a su verdadero rango o dignidad. Sería absurdo suponer que el filósofo pudiera encontrar la felicidad permanente jugando a las canicas, o un ángel haciendo burbujas. Éstas son las diversiones de los niños, y si Dios confinara para siempre las mentes elevadas a tal ocupación, condenaría esas mentes a un infierno eterno. Así debe ser con todas las nimiedades. Pueden divertir y divertir por un rato, pero no están adaptados a la naturaleza elevada del alma y su poder debe fallar.

(2.) Una vez más, debe haber algo de permanencia, alguna base sólida sobre la cual se debe criar la superestructura. La felicidad no se puede encontrar en un palacio si ese palacio puede derrumbarse en cualquier momento; en una cabaña, si el viento puede en algún momento barrerla; en un oficio, si en algún momento se le puede dar a otro; en una belleza que pronto debe desvanecerse; en salud y fuerza, que pronto debe debilitarse; en una escena de placer, si pronto puede ser reemplazada por el dolor. ¿Quién estaría dispuesto a apostar su oportunidad de felicidad en la permanencia del arco iris más brillante, o en el relámpago vívido, o en la fijeza de los colores de las hermosas nubes en una tarde de verano? Sin embargo, tal base sería tan segura como la mitad de la felicidad que se busca en el mundo gay.

(3.) Esto debe ser porque el hombre en la verdadera felicidad en este mundo debe haber un reconocimiento de la inmortalidad. El hombre está hecho de tal manera que no puede olvidarlo por completo. Hay en nosotros una conciencia de naturaleza inmortal. Hay un anhelo por la inmortalidad que se manifestará continuamente a solas de todo lo que los hombres pueden hacer. Estallará como un sol entre las nubes, y los hombres sentirán que tienen almas que nunca pueden morir; y el que no está dispuesto reconocer eso, nunca podrá ser feliz permanentemente. La naturaleza será fiel a sí misma y al Dios que hizo todas las cosas; y hay demasiados indicios dentro de nosotros de que somos inmortales, y demasiados recuerdos a nuestro alrededor para recordarnos que somos viajeros hacia un hogar permanente, sea lo que sea, para permitirnos siempre olvidarlo.

(4.) Una vez más. La verdadera felicidad debe ser de tal naturaleza que no la perturbe materialmente la perspectiva de la enfermedad, la tumba y la eternidad. Estos temas se nos instan con tanta frecuencia; pasan ante nosotros con aspectos tan solemnes y admonitorios; pueden acercarse tanto a nosotros en cualquier momento, que nuestras fuentes de felicidad permanente deberían ser tales que la mención de la tumba no las secaría; nuestras alegrías deben ser tales que la palabra " Eternidad" no los haría huir a todos.

El hombre opulento no es de hecho más feliz que el poseedor de una mera competencia, a menos que, además de su riqueza, su fin sea más afortunado. No llames feliz a ningún hombre hasta que conozcas la naturaleza de su muerte. Es parte de la sabiduría mirar el acontecimiento de las cosas; porque la Deidad a menudo abruma con la miseria a aquellos que antes habían sido colocados en la cima de la felicidad. Nuestra felicidad no debe ser de tal naturaleza que se vea perturbada por el reconocimiento de la muerte y la anticipación de un mundo futuro. Lo que se disipa con la mención de la tumba —cualquiera que sea su nombre—, éxtasis, hilaridad, risa, júbilo, no es felicidad; lo que la palabra eternidad pone en fuga no puede ser el tipo de disfrute adecuado a la naturaleza del hombre.

 

Dices que, tal vez, he dado mi propia definición de la palabra felicidad, y que ahora me resultará fácil demostrar que la felicidad que el hombre busca no se puede encontrar lejos de Dios. Admito que esto es cierto; y que tus nociones de felicidad pueden diferir materialmente de las mías. Y, sin embargo, me parece que no puede dejar de admitir que la felicidad debe incorporar o admitir estos elementos. Debe adaptarse a nuestra naturaleza. Debe tener alguna evidencia de permanencia. Eso. Debe reconocer nuestra inmortalidad. Debe ser de tal clase que no se vea perturbado por la mención de la muerte y la eternidad. Con estos principios ante nosotros, investiguemos ahora si el hombre ha encontrado lo que buscaba alejándose de la fuente de aguas vivas; o si no se ha cavado cisternas rotas.

 

Mi apelación es principalmente a la experiencia, y aquí la discusión no necesita ser larga. La experiencia del mundo petrolero en este punto puede dividirse en dos grandes partes: la registrada y la no registrada. Que contiene la porción más grande no es material para  nuestra investigación, y cualquiera de los dos sería decisivo en la controversia. Del testimonio registrado del mundo, 'Apelo a los registros hechos en las camas de los enfermos y en las tumbas; a las desilusiones, preocupaciones y ansiedades que se manifestaron en todo el mundo como resultado de la revuelta en el Edén y de alejarse de Dios.

Recordemos por un momento lo que tiene la culpa del abandono de Dios. ¿De dónde viene el dolor, la desilusión, el dolor, la muerte? La miseria de nuestro mundo comenzó en esa hora triste en que el hombre deseó el fruto del árbol prohibido. ¡Qué no habría sido este mundo si el hombre nunca hubiera abandonado la fuente de aguas vivas! La dicha del Edén podría haberse prolongado hasta el tiempo presente, y no se ha derramado una lágrima, no se ha escuchado un suspiro, no se ha extendido un lecho para los enfermos y los moribundos; ¡y la tierra nunca hubiera abierto su seno para proporcionar una tumba! Cada dolor, cada lágrima, cada hora triste entre los hombres ha sido causada por el hecho de que el hombre ha abandonado a su Dios; y las aflicciones de la tierra son un comentario impresionante sobre el hecho que estoy tratando de ilustrar: la maldad de abandonar a Dios.

 

Si tuviera tiempo, me gustaría seguir su efecto en un solo caso. Mostraría el efecto de esto desde el primer momento de la apostasía, hasta el último acto cuando el pecador intenta excluir a Dios del alma en el lecho de la muerte. Tomaría un caso como el de Caín, el primer caso, quizás, de alguien que abandonó la fuente de aguas vivas para no volver más, y el habitante terrenal más antiguo ahora, quizás, del mundo de la desesperación. Tampoco lo sé, pero podría permitirme hacer esto para hacer uso de un poema célebre, lleno de blasfemia, del nombre "Caín"; expresivo, no dudo, de los sentimientos reales de este apóstata temprano, y por lo tanto verdadero y gráfico porque fue extraído de la fuente profunda de la incredulidad y la blasfemia en el corazón de su autor titulado, pero miserable. El tema del poema, y ​​el autor del poema, podrían igualmente proporcionarnos una ilustración de la miseria esencial del hombre que ha abandonado la fuente de aguas vivas; el que es un fugitivo, un asesino, un vagabundo, en un  hermoso mundo fresco de la mano de Dios; el otro, un noble, un heredero de un palacio y, sin embargo, un misántropo miserable y, como Caín, un infeliz vagabundo de tierra en tierra.

 

Pero, ¿por qué mirar a Caín, o al nada inapropiado historiador de sus blasfemias? Mire nuestro mundo en general, un mundo moribundo, lleno de tristeza y aflicción. Mire al blasfemo audaz, que todavía, si es que alguna vez, ha conocido por primera vez la paz. Mire al infiel, al escéptico, sin Dios, sin Salvador, cuya esperanza es el azar, cuya paz es el mar revuelto. Mire al pecador convicto, sobre cuya cabeza se oye el trueno de la justicia, ya cuyos pies juegan los relámpagos de la venganza porque ha abandonado a su Dios. Mira en tu propio corazón, en este momento desprovisto de verdadera paz a menos que seas un hombre renovado y perdonado. Mira el lecho de muerte de un pecador; lea en algún momento de ocio el relato de los últimos momentos de Voltaire, D'Alembert o Robespierre, Nietzsche, y no necesitará ni pedirá ninguna otra ilustración de la miseria de abandonar a Dios.

 

Nuevamente, para un registro importante de la capacidad de este mundo para proporcionar la felicidad que el hombre desea, me refiero al libro de Eclesiastés. Nunca tuvo el hombre oportunidades más amplias de encontrar la felicidad en todo lo que este mundo puede otorgar que las que tuvo Salomón. Con abundantes riquezas; con todos los medios de lujo que su edad y tierra, y un comercio exterior algo extendido podían proporcionar; con paz en casa y en el extranjero; se olvidó temprano el consejo de un padre piadoso, y abandonó al Dios de su padre. Al final de una vida por la que tuvo muchas ocasiones de lamentarse, se cree que escribió el libro de Eclesiastés, como expresión de su sentido del poder de este mundo para proporcionar felicidad. «Dije en mi corazón que te probaré con alegría; por lo tanto, disfruta del placer. Procuré en mi corazón entregarme al vino y aferrarme a la locura hasta que pudiera ver qué era de bueno para los hijos de los hombres, lo que debían hacer bajo el cielo todos los días de su vida. Me hice grandes obras; Me humillé casas; Me planté viñas; Me hice huertos y huertos, y planté árboles de todo tipo de frutos. Me reuní también plata y oro, y el tesoro peculiar de los reyes y de las provincias; me reuní cantores y cantoras, y las delicias de los hijos de los hombres, como instrumentos musicales y de toda clase. Y todo lo que mis ojos deseaban, no les ocultaba, no negaba a mi corazón ningún gozo. Luego miré todas las obras que mis manos habían realizado,". Ahora leo a Salomón", dijo lord Chesterfield cuando tenía sesenta y seis años, y casi al final de su poco envidiable vida, "con una especie de sentimiento de simpatía. He sido tan malvado y vanidoso, aunque no tan sabio como él; pero ahora por fin soy lo suficientemente sabio para sentir y atestiguar la verdad de sus reflexiones, que todo es vanidad y aflicción de espíritu. Esta verdad nunca se descubre o se siente lo suficiente por mera especulación; la experiencia es necesaria para la convicción, aunque tal vez en el a expensas de alguna moralidad”.

LA MISERIA DE ABANDONAR A DIOS. (1ª parte)

 

 

Jeremías 2; 13. Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua.

 

  El texto afirma que el hombre es culpable de dos males. Una es que se ha apartado de Dios. La otra es que ha buscado la felicidad en objetos que son incapaces de proporcionarla. Existe el mal de la culpa y el mal de la miseria; el mal de negar los afectos a la verdadera fuente de la bienaventuranza, y el mal de fijarlos en objetos inapropiados; el mal de alejarse de una fuente donde se puede encontrar la felicidad, y el mal de intentar encontrarla en otros objetos como compensación por lo que se pierde al abandonar a Dios. Los hombres han buscado la felicidad alejándose de Dios. Se han decepcionado. No lo han encontrado. Lo que han encontrado tiene la misma relación con el verdadero disfrute que una cisterna rota y con goteras tiene con una fuente que corre. Una cisterna así puede tener una gran belleza, pero es inútil.

 

El hombre se ha apartado de Dios, la gran fuente de bienaventuranza. Es un vagabundo y un exiliado. Ha sustituido en el lugar de Dios lo que es fruto de su propia invención, y hasta ahora la historia de este mundo es poco más que un experimento para determinar si el alma puede estar satisfecha sin Dios, y si las formas de diversión y los negocios pueden ser tan modificados, variados y refinados que el hombre pueda encontrar en ellos la felicidad que exige su naturaleza inmortal.

Limitaré mis observaciones a dos puntos.

 

I. ¿Qué ha sustituido el hombre en lugar de Dios? y

 

II. ¿Ha respondido al propósito o ha tenido éxito?

 

I.-¿Qué ha sustituido el hombre en lugar de la felicidad que podría haberse encontrado en Dios?

 

El texto dice que ha abandonado a Dios, la fuente de aguas vivas. Detengámonos un momento en estas palabras: " Aguas vivas". No están muertas y estancadas, sino corriendo, e impartiendo vida. Nada es más hermoso que una corriente de agua. En Oriente, el curso de   un arroyo a través de un desierto se puede rastrear a lo lejos por los árboles, los arbustos, las flores y la hierba que brotan en su orilla y que son sostenidos por ella en su curso, una larga línea ondulada de verde en el desperdicio de arena. Donde serpentea, esa línea de verdor; donde se expande en un lago; donde muere y se pierde en la arena que desaparece. Así con la bienaventuranza que fluye de la fuente viva de aguas. La vida, la verdadera vida en este mundo, se puede rastrear por el fluir de esas corrientes de Dios. Donde fluyen esos arroyos, brotan la salud y la felicidad; donde no se ven, la verdadera felicidad desaparece y el mundo es un desierto.   Dios es una "fuente" de las aguas vivas: él es la fuente de donde nacen todos los arroyos de la dicha. La fuente está siempre fresca, siempre pura, siempre llena. Las corrientes de bendición comienzan a fluir allí; y si esa fuente cesara, todos los arroyos se extinguirían y el mundo entero sería un árido yermo.

 

Reconozco  que los hombres han abandonado esa fuente eterna. No hablo ahora meramente del mundo idólatra, del hombre que ha abandonado a Dios y se inclina ante bloques amorfos. Hablo del hombre como hombre, en cualquier forma que pueda aparecer la partida; y prefiero mostrar cómo el corazón humano se ha apartado de Dios para que podamos sentirlo por nosotros mismos, que dirigir sus pensamientos hacia idólatras y filósofos lejanos. Podría ilustrarlo de los antiguos hebreos, los hindúes, los chinos, los tártaros, los africanos, los neozelandeses; Podría ilustrarlo con las opiniones y sentimientos del antiguo filósofo; pero tengo una fuente de ilustración más llamativa e interesante aquí, en nuestras propias familias y en nuestros propios corazones, y la ilustración se limitará principalmente a nosotros mismos.

 

Apenas puede ser necesario entrar en una extensa exposición de lo que el hombre ha sustituido en el lugar de la felicidad que no está dispuesto a buscar en su Hacedor, o que es lo mismo en las esperanzas y los consuelos de la religión. Una enumeración muy breve es todo lo que admitirá el tiempo, y es todo lo que se requiere para una comprensión adecuada de nuestro tema.

 

Una parte lo he buscado en la filosofía. Se han retirado del ajetreo y la confusión de la vida. Han buscado el disfrute en la contemplación tranquila de las relaciones de las cosas y de las cuestiones abstractas de la investigación filosófica. Han tratado de elevarse por encima del sufrimiento haciendo que la mente sea insensible a los males comunes de la vida, e intentan separarse del rebaño común de mortales por su insensibilidad a los males que afectan a la masa de la humanidad. Ellos son los estoicos de todas las edades, ya sea con el disfraz y el orgullo de los antiguos filósofos griegos; o en el budismo de China e India; o en el sistema monacal de la Edad Media; o en la víctima ocasional de esta miserable locura que se retira a cavernas y peñas en los tiempos modernos; o en el frío filósofo contemplativo que vive sólo para especular, o para reírse de las locuras de la humanidad, ha buscado la felicidad de la misma manera suponiendo que consistía en la insensibilidad al sufrimiento, y en ese orgullo que mira con desdén a la masa. de la humanidad.

 

Una parte, hombres de ocio y de gusto, vuelan al bosquecillo académico y buscan allí la felicidad. Suben por las laderas del Parnaso, beben de la fuente de Castalian y cortejan a la sociedad de las Musas. Su disfrute y su consuelo están en la búsqueda de una literatura elegante. Pasan su tiempo en belles-lettres, en los registros de la verdad histórica o en el mundo de la poesía y la ficción. Nuestra tierra proporciona todavía menos de esto que los países donde los hombres son favorecidos con más riqueza hereditaria y más "ocio aprendido"; pero no son pocos los que tienen tal ocio, y no pocos, es de temer, que sustituyen tales fuentes de felicidad en lugar de la que se deriva de la fuente de aguas vivas. A medida que aumenta la riqueza; y, como se multiplica por placer, el deseo de esta especie de felicidad no aumenta, aumenta como debería en relación con la religión y con el cultivo de las gracias de un espíritu renovado, pero como el sustituto para la religión, y que, de hecho, el excluidor de Dios del alma. De las preocupaciones y angustias de la vida huirán a estos tranquilos lugares como refugio, y buscarán allí olvidar sus penas y escapar de la terrible aprehensión de la muerte y el juicio.

 

Otro, y una porción mucho mayor, ha sustituido la búsqueda de la riqueza en lugar de la religión, y su felicidad está ahí. Esto se ha convertido casi en la pasión universal del hombre civilizado. Sin embargo, la felicidad no se busca tanto en la búsqueda de la riqueza misma como en algo más allá. El cultivador de la literatura elegante busca su disfrute en la búsqueda misma y saborea la dicha que busca en el camino de la vida; el hombre que busca riqueza espera su felicidad no en la búsqueda, sino en aquello que la riqueza procurará. Contempla la vejez de elegante retiro y ocio que tiene por delante; ve en una visión las comodidades que podrá traer a su alrededor en la espléndida mansión y los terrenos, y en la abundancia de la que disfrutará su vejez. Cruza el océano y pasa el vigor de sus días en Calcuta o en Cantón, en Seychelles o Cancún no porque le guste un viaje por mar; o en el largo exilio de casa; o en la sociedad en una tierra lejana; o en los ardientes calores de un sol tropical, sino porque ha fijado sus ojos en las comodidades que la riqueza acumulada se esparcirá a su alrededor cuando regrese.

 

Una gran parte, quizás casi tan grande como puede permitirse los medios —y muchos de los que no pueden— buscan la felicidad en el brillante mundo de las canciones y los bailes; en los espléndidos círculos donde se olvida a Dios y donde se desconoce la oración. Para eso viven; y el placer que se busca allí se convierte en sustituto de lo que podría ser y que debería buscarse en Dios. Nadie puede negar que a menudo se exhiba un gran talento para hacer que ese mundo gay sea fascinante y seductor; y que no se evidencie un éxito insignificante en la consecución del objetivo en vista. Sería extraño que tal plan fracasara por completo. Con riquezas principescas al mando; con amplio ocio; con la completa elección de medios; y con un corazón puesto intensamente en el objeto, sería extraño si algo no podía originarse que fuera, por el momento, algún sustituto de la felicidad que debería buscarse en Dios. Pero nada en la tierra fue diseñado de una manera más determinada para excluir a Dios. Ni oración, ni alabanza, ni adoración de ninguna forma; ni el recuerdo de Dios, ni la anticipación de un cielo santo; ni la conversación sobre la Biblia, la cruz, o la paz del perdón y la esperanza, son parte de las alegrías. Comienza abandonando la fuente de aguas vivas, y es conducido por lo que mejor pueda ser un sustituto de la felicidad que se encuentra en la religión.

 

Podría continuar hablando de muchos otros sustitutos que los hombres han adoptado en lugar de la felicidad que debe buscarse en Dios, y que constituyen las 'cisternas, cisternas rotas que han cavado para sí mismos'. la carrera de alta y supuesta ambición honorable, ya sea que se manifieste en la búsqueda de un cargo, en hechos de gloria o en el campo de batalla, en los campos de la ciencia o en el orgullo de ser autor; del drama, con todo lo fascinante y cautivador que hay; del amor por los viajes y de las empresas arriesgadas de visitar tierras lejanas; de las artes de la pintura, la música y la estatuaria; de los placeres de la mesa; del lecho del lujo y la comodidad, y de la complacencia en "los deseos que luchan contra el alma" —De los vicios bajos y degradantes en los que tantos millones de la raza humana buscan en todo momento gozo. No todas estas cosas las condenaría por la misma razón; algunos de ellos, si se persiguen con motivos correctos, no deben ser condenados en absoluto. Hablo de ellos sólo como sustitutos de la felicidad que los hombres pueden encontrar en Dios; como dispositivos a los que han recurrido para hacer tolerable su estadía en la tierra, y tan adaptados para ocultar tanto como sea posible el final melancólico de esa estadía de la vista, y para mantener la mente alejada de la tristeza y la desesperación.

 

Todas estas cosas, que difieren en cuanto a su valor o inutilidad; su dignidad o mezquindad; su pureza o su impureza; y difieren en cuanto al número y rango de quienes los persiguen, pero coinciden en dos cosas: (1.) Se recurre a todos en busca de la felicidad; y (2.) toda esta felicidad se persigue mediante la exclusión de Dios. Forman parte de ese gran sistema que consiste en abandonar la fuente de aguas vivas y cavar cisternas rotas que no retienen agua. Constituyen el gran plan de un mundo alienado y talentoso para encontrar gozo sin Dios. Exhiben el resultado del experimento que ahora se ha llevado a cabo durante unos seis mil años, y con un talento y celo dignos de cualquier causa, para ver si la felicidad perdida por la apostasía en el Edén puede recuperarse sin volver a Dios; si la cisterna agrietada y rota se puede reparar y embellecer de tal manera que no sea necesario volver a la fuente de aguas vivas; y si las calamidades y aflicciones que introdujo la apostasía de Dios pueden revertirse sin la dolorosa necesidad de volver al Dios tan odiado de quien la raza se ha rebelado.

Es una pregunta muy interesante ahora, si el plan ha tenido éxito; si es prudente seguirlo más; o si la voz de la sabiduría no incitaría al hombre a regresar a la fuente de aguas vivas.

sábado, 30 de octubre de 2021

EL AMOR DE DIOS EN EL DON DE UN SALVADOR. (final)

 

 

Juan 3. 16. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

 

 

          En estos versículos se nos demuestra, cual es la fuente originaria de donde mana la salvación del  hombre. Jesús dijo a Nicodemo: " de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

Lutero llamó a este versículo, y con razón, "la Biblia en miniatura." De todas las preciosas palabras que contiene, las siete  primeras ("De tal manera amó Dios al mundo") son quizá las más importantes. El amor de que tratan en esa soberana  piedad y compasión con que Él mira no solo al pequeño rebaño que se ha de salvar sino a toda la humanidad, a todos los  pecadores sin excepción alguna. El siente hacia todos los hombres que ha creado una piedad y una compasión profundas.

Aborrece sus pecados, es cierto; pero ama sus almas. "Sus misericordias sobre todas sus obras." Salmo 145.9 Cuidemos de que nuestras ideas acerca del amor de Dios sean bien definidas y se apoyen en las Sagradas Escrituras. En  este particular se yerra por dos extremos. Por una parte debemos guardarnos de opiniones vagas y exageradas. Dios  aborrece la maldad, y la ruina eterna sobrevendrá a los que persisten en ella. No es cierto que Dios amara de tal manera al  mundo, que, al cabo, toda la humanidad obtendrá la salvación, sino que lo amó de tal manera que dio a su Hijo para que  fuera Salvador de los que creyesen. El ofrece su amor de una manera completa y sin reserva, pero solo por medio de la  redención de Cristo. Por otra parte, debemos guardarnos de opiniones mezquinas y menguadas: Dios ama a todo el género  humano, y fue a causa de ese amor de Cristo vino al mundo. Dios no se complace en la condenación del malvado. Dios no  quiere que nadie perezca. Dios tiene voluntad de que todos se salven. Dios ama al mundo.

Juan 6.32 Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo.;

Tito 3.4-5 Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, 5  nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, ;

1 Juan 4.10 En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.

2 Pedro 3.9; El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.

 1 Tim. 2.3-4; Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, 4  el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.

En este pasaje se nos enseña, el plan particular según el cual Dios, en su amor, ha provisto la salvación para  los pecadores. En el verso 14 Con la expresión "levantado en alto" nuestro Señor quiso denotar, ni más ni menos, su muerte en la cruz. Él nos hizo saber  que esa muerte había sido ordenada de Dios para que fuese "la vida del mundo," Juan 6.51 Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo. ; y que había sido decretada  desde toda la eternidad para que sirviese de expiación y propiciación por el pecado. La serpiente de bronce levantada en el  campo de Israel puso los medios de curación y de salud al alcance de todos los que habían sido mordidos por las  serpientes. De la misma manera, Cristo crucificado puso la vida eterna al alcance de la humanidad perdida. Jesucristo ha  sido elevado en la cruz, y el que lo mirare al través de la fe será salvo.

La verdad de que nos hemos venido ocupando es la piedra fundamental de la religión cristiana. La muerte de Jesús es la  vida del cristiano. La cruz es la insignia que le da a éste entrada en el cielo. Es cierto que somos pecadores; pero Jesucristo  murió por nosotros. Es cierto que merecemos la muerte, pero Cristo murió por nosotros. Es cierto que somos deudores  culpables; pero Jesucristo, con su propia sangre, ha pagado todas nuestras deudas. He aquí la buena nueva. He aquí el  verdadero Evangelio.

Se nos enseña, de qué modo recibimos los beneficios resultantes de la muerte de Cristo. Ese modo consiste  simplemente en tener fe y confianza en Jesús. Por tres veces repitió nuestro Señor a Nicodemo esta verdad gloriosa. Dos  veces dijo que aquel que creyera no se perdería; y una vez que el que creyera en el Hijo del hombre no sería condenado.

El que tiene fe en nuestro Señor Jesucristo tiene la vida. Nada más necesitamos para nuestra justificación; pero  ninguna otra cosa puede hacernos partícipes de la redención. Aunque ayunemos y nos humillemos por el pecado, aunque  practiquemos muchos ritos religiosos, aunque demos todos nuestros bienes para proveer a las necesidades de los pobres,  podemos aún permanecer sin perdón y ser condenados a la muerte eterna. Más si acudimos a Cristo como pecadores  culpables y creemos en él, nuestros pecados serán perdonados en el acto y nuestras iniquidades serán borradas.

Guardémonos de creer que la fe que justifica es otra cosa que la confianza que el pecador siente en el Salvador. El hombre  justo es siempre, sin duda, recto y piadoso; pero lo que lo hace partícipe de la expiación de Cristo no es su vida sino su fe.

Si deseamos saber si nuestra fe es verdadera, bueno será que examinemos como vivimos. Pero si queremos saber si hemos  sido justificados, solo tenemos que hacernos una pregunta. Esa pregunta es: "¿Creemos?.

En este pasaje se nos enseña, cuál es la verdadera causa de la pérdida de las almas. "Esta es la condenación,"  dijo nuestro Señor, "que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz; porque sus obras eran  malas.

 La doctrina que entrañan estas palabras debe ser examinada cuidadosamente, puesto que con enunciarla queda contestado  uno de los argumentos que con más frecuencia hacen los enemigos de la verdad divina. Dios no ha decretado reprobación  ninguna, en virtud de la cual algunos hombres de pierdan. "Porque no envió Dios a su Hijo al mundo, para que condene al  mundo; sino para que el mundo sea salvo por él." Dios ha enviado luz al mundo, y si el hombre no viniera a esa luz, la  culpa es de éste exclusivamente. La miseria eterna que tendrá que sufrir será el resultado de su propia elección. Dios lo  amaba y quería salvarlo; pero él prefirió la oscuridad y, por lo tanto, la oscuridad eterna será su herencia. Rehusó acudir a  Cristo, y por lo tanto, no pudo tener vida. Juan 5.40 y no queréis venir a mí para que tengáis vida..

No descansemos hasta que no reconozcamos a Cristo como a nuestro Salvador. Encaminémonos hacia él sin tardanza para  obtener el perdón y la paz, si es que antes no hemos acudido, y continuemos creyendo en él si es que ya creemos. "Todo  aquel que en él creyere no se pierde más tiene vida eterna..

EL AMOR DE DIOS EN EL DON DE UN SALVADOR. (3ª parte)

 Juan 3. 16. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

 

 

III. Propuse, en tercer lugar, considerar el alcance de este amor. Fue por "el mundo". Ésta es la idea que deseo ilustrar.

 

(1.) No fue para ninguna parte del mundo considerada elegida, a diferencia de los no elegidos o réprobos. Me aferro a la doctrina de la elección como una doctrina preciosa de la Biblia, y no tengo otra esperanza de la salvación del hombre que en esa doctrina. Expongo solo porque creo que Dios tiene un propósito de misericordia; y si no fuera porque yo creo que él atenderá su mensaje con su gracia especial, y de acuerdo con un propósito eterno, cerraría esta Biblia y dejaría de escribir en este blog. Pero cuando miro la obra de la expiación, miro una transacción grandiosa que se basa, en el orden de la naturaleza, del propósito de la elección, y que en su aplicabilidad original no está limitada por ningún designio de Dios. Es para el mundo: 'que quien quiera los que creen no perecerán, mas tendrán vida eterna. ' Veo en él una obra diseñada para mostrar la benignidad de Dios; mostrando cómo Dios puede ser justo y, sin embargo, el que justifica al que cree; cómo puede mantener su verdad y sin embargo perdonar; cómo puede dar la bienvenida a los rebeldes a su favor y, sin embargo, demostrar que odia sus pecados; cómo puede admitirlos en la comunión de los ángeles y, sin embargo, no hacer que se rebelen ante el aumento de su número, o que pierdan su confianza en Dios, como si estuviera dispuesto a tratar a los malos y a los buenos por igual. Y me encanta contemplarlo tal como está en su gloria original, ya que es una emanación de la bondad divina. Me encanta contemplarlo, no en referencia a la cuestión comparativamente estrecha del egoísmo, "quién será o quién no será salvo"; no reducido por una referencia a una sórdida transacción comercial de deuda y compra; pero con referencia al despliegue de las perfecciones divinas, la exhibición de la misericordia y la bondad de Dios. Así que me encanta estar en la orilla del mar, mientras una oleada tras otra se rompe a mis pies; y la extensión azul se extiende inimitablemente ante mí; y los barcos cabalgan orgullosos sobre las profundidades, y no contemplarlo con referencia a la "cuestión de si llevará con seguridad un cargamento mío a través de él o no, sino como una exhibición gloriosa del poder y la grandeza de Dios. Así que me encanta estar en alguna altura y mirar hacia abajo sobre el paisaje, y contemplar los bosques que se extienden, el río, los campos, las cascadas, las aldeas y las iglesias, no con la investigación estrecha. , '¿Qué valor tiene todo esto?' pero ¡qué vista hay aquí de la bondad de Dios y de la grandeza de su compasión por los hijos de los hombres! Así que estoy en el rio, y mientras Dios "vierte" el agua "de su mano hueca", y el alma se llena de emociones de sublimidad indecible, no preguntaré cuánto vale todo esto, pero permitiré que la escena eleve mi alma hacia Dios; para enseñarme lecciones de su poder y grandeza, y para mostrarme la pequeñez de todo lo que el hombre puede hacer. Y entonces miraré la gloriosa obra de la expiación. Lo miraré en la parte posterior de la pregunta sobre quién se beneficiará o no. Preguntaré qué nueva manifestación hay en él del carácter de Dios; qué hay para elevar el alma; ¿Qué hay para hacerme pensar más en el amor, la verdad y la justicia de mi Hacedor? ¿Qué hay para expandir el alma y elevarla por encima de las sórdidas visiones y las inclinaciones humillantes de este mundo?

 

(2.) Fue para "el mundo". Por lo tanto, no correspondía a ningún rango o casta entre los hombres. No era para ningún orden de hombres, favorecidos por la sangre, el rango, el cargo o el nombre. Ha habido una fuerte tendencia en todas partes a exaltar a una clase de hombres por encima de otra como más honrados por nacimiento y por el cielo que otros. Por lo tanto, en una tierra tenemos la aristocracia hereditaria de casta, sancionado por toda la autoridad de la religión, y reforzado por todo el poder derivado del hecho de que se remonta a la antigüedad más lejana. En otro tenemos la aristocracia de los rangos titulados, fundada en las pretensiones de algunos antepasados ​​ilustres, y la transmisión de su título a sus hijos; y esto eleva a una clase tanto en sentimiento como en poder por encima de las filas más humildes de los mortales. En otros países, donde estas distinciones son desconocidas, existe una tendencia constante a crear algunas distinciones permanentes entre los diferentes órdenes de la sociedad, y donde no se puede hacer bajo la sanción de la religión, o las espléndidas hazañas de un antepasado honorable, o por ley, para crearla por el orgullo de la riqueza y la familia; por la distinción de color y complexión; por la diferencia de empleo o profesión.

 

Ahora, se requiere toda la potencia de la verdad que Dios - el mundo entero- a someter y controlar este orgullo de rango; que no murió por los nobles, ni por los príncipes, ni por los ricos ni por los honrados, sino que murió por todos; que el mendigo y el esclavo tenían un recuerdo en su amor agonizante así como en el monarca en su trono; y que si los hombres son salvos, deben ser salvos como compañeros en la redención, como lo han sido en la culpa y en la exposición a la muerte. Ellos están en un nivel. No es la redención lo que hace ellos así. Lo eran antes; y la redención solo reconoce ese hecho. La misma sangre fluye por sus venas. Están manchados por la misma corrupción original del pecado. Están destinados a soportar los mismos dolores de enfermedad y muerte, y se convertirán en polvo uno al lado del otro. Dios amaba tanto a un rango como al otro, al monarca en el trono tanto como al mendigo, y nada más; el hombre rico tanto como el hombre pobre, y nada más; el hombre que por sus talentos puede transmitir su nombre a los tiempos futuros, tanto como el que muere y es olvidado de inmediato, y nada más.

 

(3.) Finalmente, fue para el mundo, el mundo entero. Luego se limitó en su diseño a no tener color ni tez. Aquí también hay una fuerte tendencia en la mente del hombre para sentir que el color y la tez dan cierta preeminencia. Los hombres en esto encontraron su derecho a la caza, y encadenar, y trabajar a sus compañeros, y exigir su trabajo con azotes. Los secuestran y los trasladan, en medio de muchos terrores, a tierras lejanas. Los exponen a la venta, como si pertenecieran a la creación bruta. Examinan su salud, su fuerza y ​​su solidez, como lo hacen con el animal que está expuesto a la venta. Los compran como lo hacen con la creación inferior. Desprecian los lazos de parentesco y hermandad; de sangre y de cariño, como si fueran una bagatela o un nombre. Retienen la Biblia, como si no tuvieran naturaleza inmortal; y los excluyen de las bendiciones del evangelio eterno, como si la muerte fuera el fin de la conciencia y el extinguidor del ser.

 

Ahora, se requiere todo el poder del evangelio para romper y aniquilar este sentimiento, y hacernos dar  cuenta de que él con una piel diferente a la nuestra es un hermano, un hermano en la esperanza y en el pecado. Tuvimos un padre. Tenemos una naturaleza. Tenemos un solo Dios; un Salvador. Debajo de esa forma externa menos atractiva, menos atractiva para nosotros, pero no para Dios; en ese cuerpo humano degradado, desgastado y aplastado, aplastado por el dolor y el trabajo, habita un espíritu inmortal que podría ser puro como un ángel; un alma que vale todo lo que cuesta —y no podría costar más— en redención; el germen del ser sin fin; el comienzo de la vida eterna. Vivirá, y vivirá, cuando los reinos sean olvidados, y cuando todos los orgullosos monumentos que han sido levantados por los tendones oprimidos y comprados se hayan desmoronado y convertido en polvo. Cristo murió por ese espíritu oprimido y quebrantado. A ese hombre pisoteado que Dios amó cuando amó al mundo y dio a su Hijo unigénito para que muriera.    

 

En conclusión, podría comentar, si hubiera tiempo, de que el evangelio se predicase a todos los hombres, elegidos y no elegidos; a ricos y pobres; para vincular y liberar. Ningún hombre tiene derecho a designar rangos y clases, cuando predica el evangelio. El que no ofrece sinceramente el evangelio a todos los hombres; quien tiene reservas e inconvenientes mentales, viola su comisión y deshonra el evangelio y su autor. "Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura", es el mandamiento; y esto regirá nuestra predicación y gobernará nuestra vida.

 

El evangelio debe ser predicado a todas las clases de hombres, a los degradados y oprimidos, así como a los libres y elevados. El que hace un arreglo por el cual cualquier clase de hombres es excluida del evangelio, invade la prerrogativa de Dios; prohíbe lo que manda y se expone a la ira del Todopoderoso. Cualquier sistema de cosas en la tierra que impida la justa promulgación del evangelio es una violación de los arreglos del cielo y, tarde o temprano, se encontrará con la maldición del Altísimo. Es en sí mismo una maldición, una maldición fulminante y devastadora; y en él el cielo nunca sonreirá.

 

Pero principalmente quería decir a todos los que leen, que a lo largo de la vida, al resistir el evangelio, se ha resistido a las expresiones de tierno amor. Sabes a lo que me refiero. Cuando te enfrentas a un tirano, sientes que tienes razón al resistirte. Cuando desenvainas tu espada contra un agresor, sientes que tienes razón. Pero, ¿cómo te sientes cuando te resistes a la bondad de un padre y desprecias todas las expresiones de su amor por ti? ¿Cómo te sientes cuando has roto el corazón de una madre, y cuando todas las expresiones de su amor no pudieron apartarte de los caminos del pecado, y ella murió de dolor? 0 entonces la escena, el hecho se cambia. Hay culpa; y ahí se siente el corazón. Entonces has resistido a Dios. Has ignorado su amor. Tu vida ha sido poco más que una constante resistencia a las apelaciones de su compasión. Has despreciado su amor redentor, y has rechazado sus ofrecimientos de misericordia. ¡Oh, la cruz, la cruz de Cristo! ¡Oh, la víctima sangrante ahí! ¡Oh, los dolores y las penas de ese día oscuro en que murió! ¡Cómo muestra el amor de Dios, su ternura por el hombre, su deseo de ser salvo! Y, oh, qué roca es el corazón humano que no siente nada, cuando el Hijo encarnado de Dios, el amado del cielo, cuelga allí y sangra; está abandonado; está pálido está agotado; convulsiona de agonía y muere.

EL AMOR DE DIOS EN EL DON DE UN SALVADOR. (2ª parte)


 

Juan 3. 16. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

 

 

II. Mi segundo objetivo era mostrar que la expresión de su amor era la más alta posible. Esto se deduce, evidentemente, en el texto: " de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito " Al ilustrar este punto, observaría:

 

(1.) Que tal regalo es el más alto regalo concebible entre los hombres, y el Salvador evidentemente quiere decir que lo mismo es cierto de Dios. La Biblia está lo más lejos posible de representar a Dios sin sentimiento ni emoción. En la Biblia tiene los atributos de un Padre tierno y bondadoso; aunque en nuestra filosofía y nuestra teología, en nuestros corazones y afectos, hacemos de él un ser diferente de lo que es revelado en las Escrituras. Entre los hombres se le estima como un ser frío y distante; independientemente, en gran medida, de los deseos y aflicciones de la raza; sentado en los cielos lejanos y despreocupado de lo que ocurre entre los hombres; Severo, repulsivo, inaccesible y severo. Pero éste no es el Dios de la Biblia. Allí se le representa como un Padre. Es tierno, compasivo y amable. Ama a sus criaturas aunque yerren; busca su bienestar aunque han caído. Él está interesado por su bien; y hace sacrificios, sacrificios en cierto sentido, por su salvación. No es un tropo y una metáfora meramente cuando habla de sí mismo como un Padre y como un Dios compasivo. Ama cuando dice que ama; se compadece cuando dice que se compadece; y odia cuando dice que odia. Él es el Dios vivo y compasivo, no una fría creación de la imaginación; es un Padre, no el ser repulsivo y distante al que temen, si no lo odian, los estoicos.

 

Ahora bien, no tenemos una concepción más elevada del amor de un padre que la de que debe entregar a su hijo para morir. Es la última ofrenda que pudo hacer; y más allá de esto, no hay nada que podamos esperar. Cuando un hombre le pide a su único hijo que vaya al campo de tiendas de campaña y exponga su vida por su país, y con todas las perspectivas de que morirá por su bienestar, es la expresión más alta de apego por ese país. El hombre no tiene posesiones tan valiosas que no las daría todas para salvar la vida de su hijo; y cuando entrega a su hijo por cualquier causa, le ha mostrado el mayor amor. Es imposible concebir una expresión de amor más elevada, si se pudiera hacer, que para un hombre en el banco, cuyo cargo requería que condenara a muerte al culpable, que estuviera dispuesto a sustituir a su propio hijo en la horca, y ordene al asesino que salga libre. Cuando hablamos del amor de Dios por Jesucristo, y de su sacrificio y abnegación, no debe entenderse como una cuestión de forma o metáfora. No es el uso de palabras sin sentido. El amor de Dios al Redentor no es el mismo amor que tiene por el sol y las estrellas; a los ríos y colinas; a diamantes, oro y perlas; al lirio y la rosa que ha hecho; o a las huestes angelicales alrededor de su trono. El amor de Dios por un hombre santo como Abraham, Isaías y Pablo, es un apego verdadero y genuino. El amor de Dios por un ángel santo y no caído es un apego real. Es apego a la mente, al corazón y a la pureza, y no es un nombre. Pero el amor a Cristo Jesús es peculiar. Ningún otro mantuvo la relación con Dios que él mantuvo. Ningún hombre había sido tan santo; ningún ángel sostuvo tal rango. Él era igual al Padre, pero encarnado; y el amor de Dios a Cristo era el amor a sí mismo. El Redentor fue el resplandor de su gloria y la imagen expresa de su persona; y solo él había unido la divinidad con la humanidad, y había expresado en su poder, sabiduría y santidad, la imagen exacta de Dios. Darle era más que dar un ángel, que todos los ángeles. Para Dios era lo que sería para el hombre renunciar a un hijo único. Conozco la dificultad de formar una concepción adecuada de esto; pero habiendo asentado en mi mente la plena creencia de que la Biblia es verdadera, no creo que la representación que allí, fuera real el amor en el don de un Salvador debe ser desperdiciado, o que las declaraciones solemnes que abundan allí expresando la misma idea que este texto, no tienen sentido. Ver a un hombre sentarse en el banco de la justicia. Vea a un prisionero procesado por traición. Vea el progreso solemne y justo del juicio, hasta que el hombre quede condenado y la sentencia de la ley esté a punto de caer sobre él. 'Es culpable', dice el juez, 'ningún hombre puede vindicarlo; nadie puede detener el funcionamiento regular de la ley excepto yo mismo. Allí está mi hijo, mi único hijo, mi esperanza, mi estancia. Oficial, átenlo. Colócalo sobre el cadalso. Arrástralo al lugar de la muerte y deja que su cuerpo descuartizado muestre a la nación que odio el crimen. Si esto pudiera ser, ¿quién dudaría de la grandeza del amor? Cuando Dios dice que esto hizo existir en su caso, que deberá poner en duda que él amaba a los culpables y los perdidos?

 

(2.) Pero ningún hombre ha manifestado jamás un amor como este. Si alguna vez se ha presentado la oportunidad, no se ha aprovechado; si ocurriera con frecuencia, no sería aceptado. El hombre se alejaría de ello. En unos pocos casos, un hombre ha estado dispuesto a sacrificar su vida por un amigo; y no pocos padres y madres han estado dispuestos a poner en peligro sus vidas por el bienestar de un hijo o una hija. Pero nunca ha ocurrido el caso en el que un hombre estuviera dispuesto a dar su propia vida, o la vida de un niño, por un enemigo. Ningún monarca en el trono ha pensado jamás en dar al heredero de su corona para que muera por un traidor o por una provincia rebelde; y en medio de las multitudes de traiciones que se han producido, nunca, probablemente, por un instante ha cruzado el pecho del soberano ofendido para supongamos que tal cosa fuera posible; y si tuviera ocurrido que habría sido descartado de inmediato como si no valiera más que un pensamiento pasajero. Ningún magistrado ha vivido jamás que hubiera estado dispuesto a sentenciar a su propio hijo a la horca en lugar del desgraciado culpable a quien tenía el deber de sentenciar a muerte. Nunca ha ocurrido un caso en nuestro propio país, rico en ejemplos de benignidad y bondad, en el que un juez en el tribunal hubiera estado dispuesto a conmutar un castigo de esta manera, si hubiera sido estrictamente de acuerdo con la equidad  y ley; y probablemente los registros de todas las naciones podrían ser buscados en vano para tal caso. Sabemos que los monarcas a menudo sienten, y que los magistrados no carecen de un corazón tierno, y que el hombre en el estrado, que dicta la severa sentencia de la ley, a menudo lo hace llorando . El acercamiento más cercano que he escuchado a cualquier cosa como este sentimiento, estaba en el patético deseo de David de que se le hubiera permitido morir en el lugar de un hijo rebelde e ingrato. "¡Oh, hijo mío, Absalón! ¡Hijo mío, hijo mío Absalón, si Dios hubiera muerto por ti, oh Absalón, hijo mío, hijo mío!". Fuerte era ese amor que llevaría a un monarca y a un padre a estar dispuestos a morir por un hijo así; pero ¡cuán lejos aún del amor que llevaría al sacrificio de un hijo por el culpable y el vil!

 

Pero "Dios recomienda su amor para con nosotros en que, siendo aún pecadores, a su debido tiempo Cristo murió por nosotros. En esto está el amor, no que amáramos a Dios, sino que él nos amó y dio a su Hijo para que muriera por nosotros". ¡Y qué muerte! Se mantiene por sí mismo: una muerte de vergüenza y aflicciones inigualables. Ser tratado como un malhechor; ser rechazado y vilipendiado; ocupar el lugar desocupado de un asesino; ser sometido a una tortura prolongada; ser clavado en una cruz, sí, clavado allí para colgarlo suspendido hasta que la muerte termine la escena; soportar durante seis largas horas los dolores de la crucifixión; para soportar el reproche, el desprecio, el desprecio y la burla, incluso en la cruz, un lugar donde, si es que hay algún lugar, donde debe mostrarse compasión y donde debe cesar la burla; estar dispuesto a soportar todo esto voluntariamente, ese era el amor de Cristo.

 

Todo sobre la escena del Calvario me llena de asombro. No puedo entenderlo; es todo, todo tan diferente al hombre. El don de tal Salvador; la paciencia del que sufre; la paciencia de Dios; el hecho de que no se oye ningún trueno ni se destella ningún relámpago para golpear a los crucificadores de su Hijo en la muerte; el hecho de que ninguna legión angelical parece apresarlo y llevarlo lejos de la cruz; el hecho de que en esa noche antinatural ningún ángel de la muerte va, como a través de las huestes de Senaquerib, para herir a los asesinos; el hecho de que se demore y se demore, mientras la sangre fluye gota a gota y mancha el árbol, su cuerpo y el suelo, hasta que la vida se desvanece, ¡y él muere! 0, es maravilloso. Está solo; y deseo estar solo: cerrar los ojos a todas las demás escenas de amor y sufrimiento, y mirar allí hasta que mi corazón se llene y aprendo la altura, la profundidad, la longitud y la amplitud del amor de Dios. Y ahí también deseo decirles a mis compañeros pecadores que esto es amor, el amor que Dios tenía por este mundo. No es en el sol glorioso que cabalga en los cielos, o en la marcha silenciosa y solemne de las estrellas por la noche, donde más veo su amor; no está en el arroyo que corre, ni en el paisaje, ni en los cantos de las arboledas; no es en las mañanas de pájaros, bestias o de rocío, ni en las agradables tardes templadas; está en el Calvario, y en los sufrimientos allí. Todo es amor: amor desconocido, impensable en otra parte; amor que llena mis ojos de lágrimas, y mi corazón de gratitud desbordante, y mi alma de paz.