} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 01/01/2021 - 02/01/2021

domingo, 31 de enero de 2021

LA DIFERENCIA QUE HACE LA FE


Mar 5:35  Mientras él aún hablaba, vinieron de casa del principal de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto; ¿para qué molestas más al Maestro?

Mar 5:36  Pero Jesús, luego que oyó lo que se decía, dijo al principal de la sinagoga: No temas, cree solamente.

Mar 5:37  Y no permitió que le siguiese nadie sino Pedro, Jacobo, y Juan hermano de Jacobo.

Mar 5:38  Y vino a casa del principal de la sinagoga, y vio el alboroto y a los que lloraban y lamentaban mucho.

Mar 5:39  Y entrando, les dijo: ¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no está muerta, sino duerme.

Mar 5:40  Y se burlaban de él. Mas él, echando fuera a todos, tomó al padre y a la madre de la niña, y a los que estaban con él, y entró donde estaba la niña.

Mar 5:41  Y tomando la mano de la niña, le dijo: Talita cumi; que traducido es: Niña, a ti te digo, levántate.

Mar 5:42  Y luego la niña se levantó y andaba, pues tenía doce años. Y se espantaron grandemente.

Mar 5:43  Pero él les mandó mucho que nadie lo supiese, y dijo que se le diese de comer.

 

        Un gran milagro se refiere en estos versículos; una muchacha muerta es restaurada a la vida. Poderoso como es el "Rey de los terrores", hay uno más poderoso  que él. Las llaves de la muerte están en manos de nuestro Señor Jesucristo. Él un día "hará desaparecer la muerte en la victoria" Isaías 25.8 Aprendamos en estos versículos que el rango no es una exención del dolor. Jairo era gobernador; "sin embargo, la enfermedad y las angustias penetran en su  casa. Probablemente es que Jairo poseía riquezas y con estas podía emplear la ciencia de los médicos; pero el dinero no pudo alejar la muerte de su hija. Las  hijas de los gobernadores están tan expuestas a enfermarse como las hijas de los pobres y tienen también que morir.

Bueno es que todos lo tengamos presente, pues lo olvidamos con mucha facilidad. Hablamos y pensamos como si la posesión de las riquezas fuera un antídoto  del pesar, y como si el dinero pudiera preservarnos de la enfermedad y de la muerte. ¡Qué ceguedad tan completa el imaginárselo! Dirijamos la vista en torno  nuestro y eso bastará para que veamos mil pruebas de lo contrario. La muerte entra en los salones y los palacios, lo mismo que en la chozas, se lleva a los  propietarios lo mismo que a los labradores, a los ricos y a los pobres. No guarda ceremonias, y no se detiene por la conveniencia de nadie. No podemos  alejarla ni cerrarle el camino con barras y cerraduras. "Está establecido que los hombres mueran una sola vez; y después de esto, el juicio" Hebreos 9.27.

Todos vamos al mismo lugar, a la sepultura.

Podemos estar seguros que hay más igualdad de la que a primera vista aparece en la suerte de los hombres. Las enfermedades son grandes niveladores; no  hacen distinciones. El cielo es el único lugar en que "sus habitantes no dirán, estamos enfermos" Isaías 23.24 Felices los que fijan sus afectos en las cosas del  cielo. Ellos, y solo ellos poseen un tesoro incorruptible. Tendrán que esperar un poco solamente para encontrarse en donde no oigan malas nuevas, en donde  enjugarán sus lágrimas y en donde no tendrán que vestirse de luto nunca jamás. Allí no volverán a oír estas tristes palabras, "tu hija, tu hijo, tu mujer, tu  marido, han muerto" Todo eso habrá pasado para siempre.

Aprendemos, además, que grande es el poder de nuestro Señor Jesucristo. El mensaje que atravesó el corazón del gobernador, anunciándole que su hija había  muerto no detuvo a nuestro Señor ni un momento. Levantó inmediatamente el espíritu abatido del padre con estas palabras consoladoras, "No temas, cree tan  solo" Va a la casa donde hay muchos que lloran y se lamenta, y entra en el cuarto en que está tendida la muchacha; la toma por la mano, y le dice; "Muchacha,  Yo te lo digo, levántate". El corazón le empieza a palpitar de nuevo y el cuerpo que estaba sin vida vuelve a respirar. La muchacha se levantó y caminó. No es  de extrañarse que leamos estas palabras: "quedaron asombrados con grande admiración.

Meditemos un momento en lo admirable del cambio que tuvo lugar en aquella casa. Del llanto pasaron al regocijo, de los pésames a las congratulaciones, de  la muerte a la vida, ¡cuán grande y maravillosa debió ser la transición! Bien pueden decirlo que han visto la muerte de cerca, apagada la que era la luz de su  hogar y el dardo de hierro clavado en lo más íntimo del alma. Solo ellos pueden concebir lo que debió sentir la familia de Jairo cuando vio a la que amaba  devuelta a su regazo por el poder de Cristo, ¡Qué alegre reunión de familia tendría lugar aquella noche! Veamos en este milagro glorioso una prueba de lo que Jesús puede hacer por las almas que se encuentran como muertas. Puede resucitar a nuestros hijos de la  muerte de la trasgresión y del pecado, y hacerlos marchar ante El con vida nueva. Puede tomar a nuestros hijos de la mano y decirles "Levantaos" y mandarles  que no vivan para ellos solos, sino para Aquel que murió por ellos y resucitó. ¿Tenemos un alma muerta en nuestra familia? Clamemos al Señor para que  venga y la reanime. Efes. 2.1 Enviémosle mensaje tras mensaje, y pidámosle su ayuda. El que vino al socorro de Jairo tiene aún abundancia de misericordia y  omnipotencia.

Veamos, finalmente, en este milagro una bendita promesa de lo que nuestro Señor hará el día de su segunda venida. Hará salir a su pueblo amado del seno de  sus sepulcros; los revestirá de un cuerpo mejor, más glorioso, y más bello, que el que tenían en la época de su peregrinación. Reunirá a sus elegidos del norte,  del sur, del este y del oeste para que nunca más se separen y nunca más vuelvan a morir. Padres creyentes volverán a ver a sus hijos creyentes, maridos  creyentes a sus esposas creyentes. No nos aflijamos como los que no tienen esperanza por nuestros amigos que duermen en el Señor. Cuando menos lo  esperemos asomará la mañana gloriosa del a resurrección. "Dios traerá consigo a los que duermen en Jesús" 1 Tes. 4.14. Llegará el día en que estas palabras  recibirán completo cumplimiento: "Los resucitaré del seno de la tumba; los redimiré de la muerte: O muerte, Yo seré tu azote; o sepulcro, Yo seré tu  destrucción" Oseas 13.14. El que resucitó a la hija de Jairo, vive aún. Cuando reúna su rebaño en torno suyo el día final, no se echará de menos ni uno de sus  corderos.

ESTIMADO LECTOR DE ESTE BLOG

 

 Te voy a hacer la pregunta más importante de tu vida. El gozo o la tristeza que experimentes en la eternidad dependen de tu respuesta. La pregunta es: ¿Estás salvado? La pregunta no es cuán bueno eres, o si perteneces a alguna iglesia, sino ¿estás salvado? ¿Estás seguro que irás al cielo cuando mueras?

Dios dice que para ir al cielo, tienes que nacer de nuevo. En Juan 3:7, Jesús le dijo a Nicodemo, “Os es necesario nacer de nuevo”. Dios nos da en la Biblia el plan de cómo nacer de nuevo, o cómo salvarse. Su plan es muy sencillo y tú puedes salvarte el día de hoy. ¿Cómo?

En primer lugar, amigo lector, debes reconocer que eres pecador. “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Por cuanto eres pecador, estás condenado a la separación eterna de Dios. “Porque la paga del pecado es muerte” (Romanos 6.23). Esta muerte incluye una separación eterna de Dios en el infierno. “ . . . está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hebreos 9:27.

Sin embargo, Dios te amó de tal manera que dio a su Hijo unigénito, Jesucristo, como tú sustituto. El pagó por tu pecado en la cruz y murió en tu lugar. “ . . . por nosotros Dios lo hizo pecado [A Jesús, quien no conoció pecado] para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21).

Jesús tuvo que derramar su sangre y morir por ti. “Porque la vida de la carne en la sangre está”, (Levítico 17:11).

“Sin derramamiento de sangre no se hace remisión” (Hebreos 9:22).

“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8).

Nuestra mente no alcanza a comprender cómo Jesús fue juzgado por todos nuestros pecados, pero Dios así lo afirma en su Palabra. Así que Jesús pagó por tu pecado y murió por ti. Esto es verdad, Dios no puede mentir.

Amigo lector, es apremiante pues, “Dios . . . ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hechos 17:30). Este arrepentimiento es un cambio de mente, es aceptar delante de Dios que eres pecador y necesitas apropiar lo que hizo por ti Jesús en la cruz.

En Hechos 16:30-3l, el carcelero de Filipos les preguntó a Pablo y Silas: “ . . . Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo . . . ”. Simplemente cree que él pagó por tus pecados, murió en tu lugar, fue sepultado, y resucitó. Esta resurrección le asegura al creyente que tiene vida eterna cuando recibe a Jesús como su Señor y Salvador personal.

Simplemente tienes que creer que él pagó por tus pecados, murió en tu lugar, fue sepultado y resucitó por ti. Luego invócalo. “Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Romanos 10:13. “Todo aquel” te incluye a ti. “Será salvo” no significa que quizá sea salvado, sino que afirma que será salvado. “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12).

En Lucas 18:13 encontramos que el pecador oró: “. . . Dios, sé propicio [misericordioso] a mí, pecador”. Seguramente te das cuenta que eres pecador.

 Ahora mismo, dondequiera que estés, dirígete a Dios y con tus propias palabras reconócete:

“Padre Celestial, sé que soy un pecador. Creo que Jesús fue mi sustituto cuando murió en la cruz. Creo que su sangre derramada, su muerte, sepultura, y su resurrección fueron para mí justificación.  Acepto y reconozco a Jesucristo como mi Señor como mi Salvador. Te doy gracias por el perdón de mis pecados por medio de Su sangre, por el regalo de la salvación y la vida eterna, por Tu gracia misericordiosa, en el nombre de Jesús, amén.”

Abrázate de Dios y su Palabra, y reclama esta salvación por fe. Cree, y serás salvo. Ninguna religión ni ninguna obra buena pueden salvarte. Recuerda, Dios es el que salva.

Resumiendo, el plan de Dios es sencillo: Tú eres pecador. A menos que creas que Jesús murió en tu lugar, pasarás la eternidad en el infierno. Si crees en él como tu Salvador, crees que fue crucificado, sepultado y que resucitó por ti, recibirás por fe el perdón de todos tus pecados y el regalo de la salvación eterna.

Quizá piensas que esto no puede ser tan sencillo pero sí lo es, la Palabra de Dios lo afirma. Amigo mío, cree en Jesús y recíbelo como tu Salvador hoy.

Si esta publicación no está perfectamente clara, léela varias veces, pídele a Dios que te ayude a entenderla, y no lo deseches hasta que la entiendas y esta salvación sea tuya. Tu alma vale más que el mundo entero.

“Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Marcos 8:36).

Asegúrate de ser salvo. Si pierdes tu alma, también perderás el cielo y lo perderás todo. Permite que Dios te salve en este momento.

 

 

domingo, 24 de enero de 2021

NECESITADOS DE CRISTO


Mar 5:21  Pasando otra vez Jesús en una barca a la otra orilla, se reunió alrededor de él una gran multitud; y él estaba junto al mar.

Mar 5:22  Y vino uno de los principales de la sinagoga, llamado Jairo; y luego que le vio, se postró a sus pies,

Mar 5:23  y le rogaba mucho, diciendo: Mi hija está agonizando; ven y pon las manos sobre ella para que sea salva, y vivirá.

Mar 5:24  Fue, pues, con él; y le seguía una gran multitud, y le apretaban.

Mar 5:25  Pero una mujer que desde hacía doce años padecía de flujo de sangre,

Mar 5:26  y había sufrido mucho de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor,

Mar 5:27  cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó su manto.

Mar 5:28  Porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré salva.

Mar 5:29  Y en seguida la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote.

Mar 5:30  Luego Jesús, conociendo en sí mismo el poder que había salido de él, volviéndose a la multitud, dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos?

Mar 5:31  Sus discípulos le dijeron: Ves que la multitud te aprieta, y dices: ¿Quién me ha tocado?

Mar 5:32  Pero él miraba alrededor para ver quién había hecho esto.

Mar 5:33  Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, vino y se postró delante de él, y le dijo toda la verdad.

Mar 5:34  Y él le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva; ve en paz, y queda sana de tu azote.

 

       El asunto principal de estos versículos es la curación milagrosa de una mujer enferma. ¡Grande es la experiencia de nuestro Señor en casos de enfermedad!  ¡Grande su simpatía con sus miembros enfermos y adoloridos! Se representan generalmente los dioses paganos terribles y poderosos en los combates,  gozándose en derramar sangre, patronos de los fuertes y amigos de los guerreros. El Salvador de los cristianos se nos presenta siempre dulce, de fácil acceso,  medico de los corazones desgarrados, refugio de los débiles y de los desamparados, consolador de los afligidos, el mejor amigo de los enfermos. ¿Y no es este  precisamente el Salvador que necesita la humana naturaleza? El mundo está lleno de dolores y angustias; los débiles son en el más numerosos que los fuertes.

Veamos en estos versículos la desgracia que el pecado ha traído al mundo. Leemos que una persona tuvo una enfermedad penosa por doce años; había  "sufrido mucho con los médicos y gastado todo lo que tenía, sin estar mejor por eso, sino más bien peor". Había hecho mil pruebas en vano; la ciencia médica  había sido impotente para curarla y había pasado doce años angustiosos en luchar con la enfermedad, sin que el alivio, pareciese más próximo que al  principio. "La esperanza diferida" podría bien "enfermar su corazón" Prov. 13.12.

¡Qué maravilloso es que no aborrezcamos el pecado más! Pues él es la causa de todos los dolores y las enfermedades del mundo. Dios no crió al hombre para  que fuese una criatura inválida y llena de dolores. El pecado, y nada más que el pecado, produjo todos los males a que está sujeta la carne. Al pecado debemos  los agudos dolores, las enfermedades asquerosas y todas las dolencias humillantes que agobian nuestros pobres cuerpos. Tengamos presente esto siempre, y  odiemos el pecado con un odio santo.

Notemos, en segundo lugar, cuan diferentes son los sentimientos que llevan a las personas cerca de Cristo. Se nos dice en estos versículos, que, "mucha gente  seguía" a nuestro Señor "y lo sofocaba". Pero solo una persona se nos habla que "se adelantó por detrás al través del gentío" y lo tocó con fe y quedó curada.

Muchos seguían a Jesucristo por curiosidad, y ningún beneficio recababan; una persona, solo una, lo siguió sintiendo profundamente su necesidad, y  convencida del poder que tenía nuestro Salvador para aliviarla, y esa sola recibió una gran bendición.

Vemos que lo mismo acontece continuamente en la iglesia de Cristo aun al presente. Turbas numerosas concurren a los templos y llenan sus bancos;  centenares se acercan a la mesa del Señor y reciben el pan y el vino; pero de todos estos adoradores y comulgantes, cuan pocos obtienen realmente algo de  Cristo. La moda, la costumbre, la excitación el prurito de oír, son los verdaderos móviles de la mayoría. Son pocos los que toca a Cristo con fe y se vuelven a  su casa "en paz". Puede que esto parezca duro, pero desgraciadamente es la verdad.

Notemos, en tercer lugar, cuan inmediata e instantánea fue la cura de esta mujer. Apenas tocó los vestidos de nuestro Señor que quedó curada; lo que había  estado en vano anhelando por doce años, quedó hecho en un momento. La cura que muchos médicos no había podido conseguir fue lograda en un instante.

"Sintió en su cuerpo que estaba curada de aquella plaga".

No debemos dudar que esta cura es un emblema de las que el Evangelio realiza en las almas. La experiencia de muchas conciencias cargadas ha sido  exactamente la de esa mujer enferma. Muchos hombres han pasado años dolorosos y angustiados en busca de paz con Dios, y no pudieron encontrarla;  apelaron a remedios mundanos, y no hallaron alivio; se cansaron yendo ya a un lugar ya a otro, a esta iglesia y a aquella, y se encontraron después de todo  "nada mejorados, sino más bien peores". Pero al fin encontraron reposo, y ¿en donde? Lo encontraron, lo mismo que esta mujer, en Jesucristo. Han  suspendido sus propias obras, han abandonado el empeño de buscar alivio en sus propios actos y esfuerzos. Se han acercado a Jesucristo, como pecadores  humildes y se han confiado en su misericordia; e inmediatamente la carga ha desaparecido de sus hombros; el decaimiento se ha convertido en alegría y la  ansiedad en paz. Un solo toque con verdadera fe puede hacer más por el alma que mil austeridades impuestas voluntariamente. Fijar una mirada en Jesucristo  es más eficaz que años de cilicio y de ceniza. No lo olvidemos mientras vivamos; dirigirnos personalmente a Cristo es el secreto real para logra paz con Dios.

Notemos, en cuarto lugar, cuan propio es que los cristianos confiesen ante los hombres el beneficio que de Cristo reciben. Vemos que no se le permitió a esta  mujer retornar a su casa, así que estuvo curada, sin que publicara su cura. Nuestro Señor averiguó quien lo había tocado, y "miró en torno suyo para ver a la  que lo había hecho". No hay duda que sabía perfectamente el nombre y la historia de aquella mujer, no necesitaba que nadie se lo dijese; pero quería enseñarle  a ella y a todos los que lo rodaban, que las almas curadas deben reconocer en público las mercedes recibidas.

Esta es una lección que harían bien en recordar a todos los verdaderos cristianos. No avergoncemos de confesar a Cristo ante los hombres, y de que otros  sepan lo que ha hecho por nuestras almas. Si hemos encontrado paz por medio de su sangre y hemos sido renovados por su Espíritu, no debemos evitar  confesarlo en todas ocasiones. No es necesario anunciarlo a son de trompeta por las calles, y obligar a todo el mundo a escuchar nuestra historia. Lo que se  requiere de nosotros es la voluntad de reconocer a Cristo por nuestro Maestro, sin temer el ridículo o la persecución que esa confesión pudiera acarrearnos. No  se exige más de nosotros; pero no debemos contentarnos con menos. Si nos avergonzamos de Jesucristo ante los hombres, El se avergonzará un día de  nosotros ante su Padre y los ángeles.

Notemos, en último lugar, que gracia tan preciosa es la fe. "Hija" dice Nuevo Testamento Señor a la mujer curada, "tu fe te ha sanado; vete en paz.

De todas las gracias cristianas, ninguna se menciona tanto en el Nuevo Testamento como la fe, y ninguna es tan altamente recomendada. Ninguna otra gracia  redunda tanto en Gloria de Cristo. La esperanza despierta un ardiente anhelo de las cosas buenas que han de venir; el amor forma un corazón lleno de ardor y  voluntad; la fe trae las manos vacías, todo lo recibe, y nada puede dar en retorno. Ninguna gracia es tan importante para el alma del cristiano. Principiamos por  la fe, por la fe vivimos, en la fe nos apoyamos; caminamos por la fe y no por la vista; por la fe vencemos; por la fe logramos paz; por la fe descansamos.

Ninguna gracia debería ser para nosotros asunto de más meditaciones. Deberíamos preguntarnos con frecuencia "creo realmente" ¿Es mi fe verdadera,  genuina, don de Dios.

No descansemos hasta no responder satisfactoriamente estas preguntas. Cristo no ha cambiado después del día en que la mujer fue curada, es aún benigno y  poderoso para salvarnos. Solo necesitamos hacer una cosa, si queremos salvarnos: la mano de la fe, toquemos con ella a Jesús y nos sanará.

sábado, 23 de enero de 2021

CONTRISTADOS PERO GOZOSOS


2Co 7:8  Porque aunque os contristé con la carta, no me pesa, aunque entonces lo lamenté; porque veo que aquella carta, aunque por algún tiempo, os contristó.

2Co 7:9  Ahora me gozo, no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios, para que ninguna pérdida padecieseis por nuestra parte.

2Co 7:10  Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte.

2Co 7:11  Porque he aquí, esto mismo de que hayáis sido contristados según Dios, ¡qué solicitud produjo en vosotros, qué defensa, qué indignación, qué temor, qué ardiente afecto, qué celo, y qué vindicación! En todo os habéis mostrado limpios en el asunto.

 

  El tema de este pasaje enlaza realmente con 2:12s, donde Pablo dice que no tuvo tranquilidad en Tróas porque no sabía cómo se había desarrollado la situación en Corinto, y que había salido para Macedonia al encuentro Tito para recibir las noticias lo más pronto posible. Recordemos otra vez las circunstancias. Las cosas habían ido mal en Corinto. En un intento para remediarlas, Pablo les había hecho una visita que puso las cosas peor y casi le rompió el corazón. Después de aquel fracaso, mandó a Tito con una carta excepcionalmente seria y severa. Pablo estaba tan preocupado con el resultado de todo aquel asunto tan desagradable que no pudo estar tranquilo en Tróas, aunque había mucho allí que se podía hacer; así que se puso en camino otra vez para salirle al encuentro a Tito y recibir las noticias lo antes posible. Se encontró con Tito en algún lugar de Macedonia, y comprobó lo desbordantemente feliz que venía, y que el problema se había resuelto, la herida se había cerrado y todo estaba bien. Ese era el trasfondo de acontecimientos que iluminan la lectura de este pasaje.

En él se nos dicen algunas cosas acerca del método de Pablo y acerca de la reprensión cristiana.

(i) Está claro que había llegado el momento en que era necesaria la reprensión. Cuando se deja pasar ese momento para mantener una paz inestable no se cosechan más que problemas. Cuando se deja desarrollar una situación peligrosa por no enfrentarse con ella -cuando los padres no imponen disciplina para evitar disgustos, cuando uno se resiste a coger la ortiga del peligro porque sólo quiere las florecillas de la seguridad, cuando se tapa el pecado-, no se hace más que almacenar disgustos. Los problemas son como las enfermedades: si se tratan a tiempo, a menudo se erradican; si no, se hacen incurables.

(ii) Aun admitiendo todo eso, lo que menos quería Pablo era reprender. Lo hacía sólo por obligación, y no se complacía en infligir dolor. Hay algunos que experimentan un placer sádico al contemplar los gestos de los que reciben los latigazos de su lengua viperina, y que presumen de ser justos cuando en realidad están siendo crueles. Es un hecho que la reprensión que se da con regodeo no es tan efectiva como la que se administra con amor y por necesidad.

(iii) Además, el único objetivo de Pablo al reprender era capacitar a esas personas para ser como debían. Mediante su reprensión quería que los corintios vieran lo profunda que era su relación con ellos a pesar de su desobediencia e indisciplina. Tal sistema podría de momento causar dolor, pero no era éste su fin último; no era dejarlos fuera de combate, sino ayudarlos a levantarse; no desanimarlos, sino animarlos; erradicar el mal, pero dejar crecer el bien.

Aquí se nos descubren también tres grandes alegrías.

(i) Todo este pasaje respira el gozo de la reconciliación, de la brecha restañada y de la pelea remediada. Todos recordamos momentos de nuestra niñez en que habíamos hecho algo que no estaba bien y que levantaba una barrera entre nosotros y nuestros padres. Todos sabemos que eso puede pasar otra vez entre nosotros y los que amamos. Y todos conocemos el alivio y la felicidad que nos inundan cuando las barreras desaparecen y nos encontramos otra vez en paz con nuestros seres queridos. El que se complace en la amargura se hace daño a sí mismo.

(ii) Está el gozo de ver que alguien en quien creemos confirma nuestra confianza. Pablo había elogiado a Tito, y Tito había ido a enfrentarse con una situación difícil. Pablo estaba encantado de que Tito hubiera justificado su confianza y demostrado que estaba bien fundada. Nada nos produce más satisfacción que el comprobar que nuestros hijos en la carne o en la fe van bien. La alegría más profunda que pueden proporcionar un hijo o una hija, un estudiante o un discípulo, es demostrar que son tan buenos como sus padres o maestros los consideran. Una de las más dolorosas tragedias de la vida son las esperanzas fallidas, y una de sus mayores alegrías, las esperanzas que se hacen realidad.

(iii) Está el gozo de ver que se recibe y se trata bien a alguien que amamos. Es un hecho que la amabilidad que se tiene con nuestros seres queridos nos conmueve aún más que la que se tiene con nosotros. Y lo que es verdad en nosotros es verdad en Dios. Por eso podemos mostrar el amor que Le tenemos a Dios amando a nuestros semejantes. Deleita el corazón de Dios el ver que tratan amablemente a Sus hijos. Cuando se lo hacemos a uno de ellos, Se lo hacemos a Él.

Este pasaje traza una de las más importantes distinciones de la vida: la que hay entre el pesar piadoso y el mundano.

(i) El pesar piadoso produce arrepentimiento verdadero, y el verdadero arrepentimiento se demuestra por sus obras. Los corintios mostraron su arrepentimiento haciendo todo lo posible para remediar la terrible situación que había producido su insensatez. Aborrecían el pecado que habían cometido, y procuraban deshacer sus consecuencias. Cuantas veces vemos una y otra vez como en las congregaciones, se repiten una y otra vez, año tras año las mismas conductas, los mismos errores sin remediarse; esto no creo le agrade a Dios.

(ii) El pesar del mundo no es pesar por el pecado o por el dolor que causa a otros, sino porque se ha descubierto. Si se tuviera oportunidad de hacerlo otra vez sin sufrir consecuencias, se haría. El pesar piadoso ve el mal que se ha cometido, y no lo lamenta sólo por sus consecuencias, sino aborrece la acción. Debemos tener cuidado con que nuestro pesar por el pecado no sea sólo porque se ha descubierto, sino porque vemos su maldad, y nos proponemos no hacerlo nunca más y expiarlo el resto de nuestra vida por la gracia de Dios.      

 

 A la luz de esta respuesta Pablo puede decir a sus lectores que su propósito fundamental al escribir esa carta “severa” no era por causa del que cometió la ofensa (es decir, no simplemente para hacer que actuaran en contra del ofensor), ni por causa del que la padeció (es decir, no simplemente para ser reivindicado), sino para que vuestra solicitud por nosotros se manifestara entre vosotros. Pablo, en consecuencia, concluye: Por tanto, hemos sido consolados. Este final feliz subraya la importancia de tratar las situaciones conflictivas en el amor de Dios, en lugar de ignorarlas y esperar que desaparezcan.

viernes, 22 de enero de 2021

SIETE EVIDENCIAS DEL VERDADERO ARREPENTIMIENTO

 

2Co 7:10  Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte.

2Co 7:11  Porque he aquí, esto mismo de que hayáis sido contristados según Dios, ¡qué solicitud produjo en vosotros, qué defensa, qué indignación, qué temor, qué ardiente afecto, qué celo, y qué vindicación! En todo os habéis mostrado limpios en el asunto.

 

     Vivimos en un mundo donde el engaño, la decepción, la injusticia, la corrupción sexual, moral y ética son normas de conducta que lamentablemente se encuentran aun entre los de la comunidad de la fe. Los medios modernos de comunicación se prestan no solamente para el bien, sino para el mal. Aún hay religiones que aprovechan de dichos medios. Se debe demandar que la comunidad cristiana sea íntegra en todo nivel de la vida.

Pero Dios consuela a los que están abatidos. Debemos mirar a Dios, por encima y más allá de todos los medios e instrumentos, porque Él es el Autor de todo consuelo y bien que disfrutamos. La tristeza según la voluntad de Dios, que es para la gloria de Dios, y la obra del Espíritu de Dios, vuelve al corazón, humilde, contrito, sumiso, dispuesto a mortificar todo pecado, y a caminar en la vida nueva. Este arrepentimiento está relacionado con la fe salvadora en Cristo y con un interés en su expiación. Hay una gran diferencia entre esta tristeza de buena clase y la tristeza del mundo.

Si alguno dice que se ha arrepentido, le insto a probarse seriamente a sí mismo por las siete evidencias del arrepentimiento que el Apóstol consigna en 2 Corintios 7:11:


 1. Solicitud: La palabra griega significa solícita diligencia o cuidadoso rechazo de toda tentación a pecar. El verdadero arrepentido huye del pecado como lo hizo Moisés de la serpiente.

2. Defensa: La palabra griega es apología. El sentido es este: aunque seamos muy solícitos, sin embargo, por el poder de la tentación, podemos caer en pecado. Aquí en este caso, el alma arrepentida no permitirá que el pecado se quede como una llaga purulenta en su conciencia, más bien se juzga a sí misma por su pecado. Derrama lágrimas delante del Señor. Implora misericordia en el nombre de Cristo y nunca se conforma hasta recibir su perdón. Aquí es quitada la culpa de su conciencia y puede presentar una apología de sí misma contra Satanás.

3. Indignación: El espíritu del que se arrepiente del ce con todo su ser. La indignación es estar angustiado de corazón por el pecado. El arrepentido está disgustado consigo mismo. David se denomina a sí mispecado hierve, como le hierve la sangre cuando se encuentra con alguien que aborremo... torpe y bestia (Salmos 73:22). Dios nunca está más contento con nosotros que cuando estamos disgustados con nosotros mismos por nuestro pecado.

4. Temor: Un corazón tierno es siempre un corazón tembloroso. El arrepentido ha sentido la amargura del pecado. Esta avispa le ha picado y ahora, teniendo la esperanza de que está reconciliado con Dios, no se acerca más al pecado. El alma arrepentida está llena de temor. Teme perder el favor de Dios, lo cual es mejor que la vida misma. Tiene temor de que le falte diligencia, que no alcance salvación. Tiene miedo de que después de que su corazón se ha ablandado, las aguas del arrepentimiento se congelen y vuelva a endurecerse en el pecado: "Bienaventurado el hombre que siempre teme" (Proverbios 28:14)... La persona arrepentida teme y no peca; la persona sin la gracia peca y no teme.

5. Ardiente afecto: En el griego original, esta expresión tiene la connotación de un "fuerte deseo". Así como una salsa agria abre el apetito, las hierbas amargas del arrepentimiento agudizan el deseo. Pero, ¿qué desea el arrepentido? Desea más poder contra el pecado y ser librado de él. Es cierto, se ha librado de Satanás, pero anda como un prisionero que se ha escapado de la cárcel con cadenas en los pies. No puede caminar con libertad y rapidez en los caminos de Dios. Desea, pues, que las cadenas del pecado le sean quitadas. Quiere ser libre de corrupción. Clama con Pablo: "¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?" (Romanos 7:24). En pocas palabras, desea estar con Cristo, y que todo gire alrededor de él.

6. Celo: Es apropiado que deseo y celo se coloquen juntos para mostrar que el deseo ardiente se plasma en labores realizadas con celo. ¡Cómo se ocupa el arrepentido del tema de la salvación! ¡Cómo toma el reino de los cielos por fuerza (Mateo 11:12)! El celo impulsa a buscar la gloria. El celo, al encontrarse ante alguna dificultad, se hace más audaz ante la oposición y pisotea el peligro. El celo hace que el alma arrepentida persista con dolor espiritual contra todo desaliento y oposición, vengan de donde vengan. El celo eleva al hombre más allá de sí mismo para gloria de Dios. Pablo, antes de su conversión, actuaba enfurecido en contra de los santos (Hechos 26:11). Después de su conversión lo juzgaban como un loco por Cristo: "Estás loco, Pablo" (Hechos 26:24). Pero lo suyo era celo, no locura. El celo anima al espíritu y al deber. Causa fervor en la religión, lo cual es para la religión lo que el fuego es para sacrificio (Romanos 12:11). Así como el temor es un freno para el pecado, el celo es una espuela para la responsabilidad.

7. Vindicación: El verdadero arrepentido persigue sus pecados con santa malicia. Quiere la muerte de ellos como Sansón se vindicó de los filisteos por la pérdida de sus ojos. Usa sus pecados como los judíos usaron a Cristo. Les da hiel y vinagre para beber. Crucifica sus lascivias (Gálatas 5:24). El verdadero hijo de Dios busca vindicarse sobre todo de aquellos pecados que han deshonrado más a Dios... David, por pecado, mancilló su lecho; después, arrepentido, regó su lecho con lágrimas. Israel había pecado por su idolatría, y después hasta profanaron a sus ídolos: "Entonces profanarás la cubierta de tus esculturas de plata" (Isaías 30:22)... Las mujeres israelitas que se habían estado vistiendo durante horas y habían abusado de sus espejos dominadas por su orgullo, ofrecieron sus espejos para el uso y servicio del tabernáculo de Dios (Éxodo 38:8). Entonces, esos conjuradores que usaban curiosas artes o magia... en cuanto se arrepentían, traían sus libros, y para su vindicación, los quemaban (Hechos 19:19).

Estos son los frutos y productos benditos del arrepentimiento. Si podemos encontrar uno de estos en nuestra alma, hemos alcanzado aquel arrepentimiento del cual nunca hay que arrepentirse (2 Corintios 7:10)

jueves, 21 de enero de 2021

JESÚS EXPULSA UNA LEGIÓN DE DEMONIOS

 Mar 5:1  Vinieron al otro lado del mar, a la región de los gadarenos.

Mar 5:2  Y cuando salió él de la barca, en seguida vino a su encuentro, de los sepulcros, un hombre con un espíritu inmundo,

Mar 5:3  que tenía su morada en los sepulcros, y nadie podía atarle, ni aun con cadenas.

Mar 5:4  Porque muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, mas las cadenas habían sido hechas pedazos por él, y desmenuzados los grillos; y nadie le podía dominar.

Mar 5:5  Y siempre, de día y de noche, andaba dando voces en los montes y en los sepulcros, e hiriéndose con piedras.

Mar 5:6  Cuando vio, pues, a Jesús de lejos, corrió, y se arrodilló ante él.

Mar 5:7  Y clamando a gran voz, dijo: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes.

Mar 5:8  Porque le decía: Sal de este hombre, espíritu inmundo.

Mar 5:9  Y le preguntó: ¿Cómo te llamas? Y respondió diciendo: Legión me llamo; porque somos muchos.

Mar 5:10  Y le rogaba mucho que no los enviase fuera de aquella región.

Mar 5:11  Estaba allí cerca del monte un gran hato de cerdos paciendo.

Mar 5:12  Y le rogaron todos los demonios, diciendo: Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos.

Mar 5:13  Y luego Jesús les dio permiso. Y saliendo aquellos espíritus inmundos, entraron en los cerdos, los cuales eran como dos mil; y el hato se precipitó en el mar por un despeñadero, y en el mar se ahogaron.

Mar 5:14  Y los que apacentaban los cerdos huyeron, y dieron aviso en la ciudad y en los campos. Y salieron a ver qué era aquello que había sucedido.

Mar 5:15  Vienen a Jesús, y ven al que había sido atormentado del demonio, y que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio cabal; y tuvieron miedo.

Mar 5:16  Y les contaron los que lo habían visto, cómo le había acontecido al que había tenido el demonio, y lo de los cerdos.

Mar 5:17  Y comenzaron a rogarle que se fuera de sus contornos.

Mar 5:18  Al entrar él en la barca, el que había estado endemoniado le rogaba que le dejase estar con él.

Mar 5:19  Mas Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti.

Mar 5:20  Y se fue, y comenzó a publicar en Decápolis cuán grandes cosas había hecho Jesús con él; y todos se maravillaban.

 

Aquí tenemos una historia gráfica y bastante macabra. Es la clase de historia en la que tenemos que esforzarnos por leer entre líneas, porque representa una forma de pensar que era muy familiar entre la gente de Palestina en los días de Jesús, pero que nos resulta sumamente extraña.

Si esto se ha de tomar en estrecha relación con lo que precede -y esa era la intención de Marcos-, debe de haber sucedido ya muy tarde por la tarde o hasta ya entrada la noche. La historia resulta todavía más fantástica y misteriosa si tenemos en cuenta que tuvo lugar en las sombras de la noche.

               El versículo 35 nos dice que era ya tarde por la tarde cuando Jesús y Sus amigos se hicieron a la Mar. El lago de Galilea tiene 20 kilómetros por lo más largo, y 11 por lo más ancho. En el lugar de nuestra historia hay unos 8 kilómetros de lado a lado. Habían hecho el viaje; y, durante la travesía, se habían enfrentado con la tormenta y habían conseguido por fin llegar a tierra. Era una parte de la orilla del lago en la que hay muchas cuevas en la roca caliza, muchas de las cuales se usaban como tumbas. En sus mejores momentos era un paraje misterioso; cuando caía la noche tenía que haber sido verdaderamente macabro.        

De las tumbas vino corriendo hacia ellos un hombre poseído por el demonio. Era un lugar especialmente adecuado para él, porque los demonios, según se creía entonces, vivían en los lugares sucios, en sitios solitarios y desolados y entre las tumbas. Era en medio de la noche y antes del canto del gallo cuando los demonios estaban especialmente activos. Era peligroso dormir a solas en una casa vacía por la noche; saludar a cualquier persona en la oscuridad, porque podría ser un demonio; salir por la noche sin una luz o una antorcha era arriesgarse demasiado. Aquel era un lugar peligroso, y una hora peligrosa, y el hombre era un hombre peligroso.

Hasta qué punto este hombre se sentía poseído se ve por su manera de hablar. Algunas veces usa el singular como si fuera él mismo el que hablaba; pero otras usa el plural, como si todos los demonios estuvieran hablando. Estaba tan convencido de que tenía demonios que sentía como que hablaban por medio de él. Cuando Jesús le preguntó cómo se llamaba, contestó que Legión. Probablemente había dos razones para aquello.

Una legión era un regimiento romano de 6,000 soldados. Probablemente aquel hombre había visto una de aquellas legiones romanas en marcha por la carretera, y estaba convencido de que tenía una legión de demonios dentro. En cualquier caso, los judíos creían que ninguna persona podría sobrevivir si se diera cuenta del número de demonios que la rodeaban. Eran «como la tierra que se echa alrededor de un bancal cuando se planta.» Había un millar a la mano derecha de un hombre y diez millares a su izquierda. La reina de los espíritus femeninos tenía no menos de 180,000 seguidoras. Había un dicho judío: «Una legión de espíritus dañinos está acechando a las personas,» diciéndoles: "¿Cuándo caerán estos en las manos de una de estas cosas y le apresarán?» Sin duda este desgraciado sabía todas estas cosas, y su pobre mente peregrina estaba segura de que una masa de aquellos demonios había hecho en él su residencia.

Además, Palestina era un país ocupado. Las legiones romanas, cuando más salvajes e irresponsables, podían a veces ser culpables de atrocidades que le helarían a uno la sangre. Bien puede ser que este hombre hubiera visto, y hasta tal vez experimentado, cómo sus seres amados sufrían los asesinatos y la rapiña que acompañaban a veces a las legiones. Bien puede ser que fuera alguna terrible experiencia así la que le hubiera dañado la mente. La palabra Legión conjuraba en él una visión de terror y muerte y destrucción. Estaba convencido de que tenía dentro demonios de esa clase.

No podremos ni empezar a entender esta historia a menos que veamos lo grave que era el caso de este hombre. Está claro que Jesús intentó más de una vez curarle. El v. 8 nos dice que Jesús había empezado usando Su método habitual una orden de autoridad al demonio para que saliera. En esta ocasión no fue suficiente. A continuación, le preguntó a aquel demonio cómo se llamaba. Siempre se suponía en aquel tiempo que, si se podía descubrir el nombre de un demonio, se adquiría un cierto poder sobre él. Una antigua fórmula mágica decía: " Te conjuro, cualquier espíritu demoníaco que seas, que digas quién eres.» Se creía que si se sabía el nombre, el poder del demonio quedaba quebrantado. En este caso aun aquello no resultó suficiente.

Jesús vio que no había nada más que una manera de curar a este hombre -y era darle una demostración indudable de que los demonios habían salido de él, por lo menos indudable en tanto en cuanto concernía a su propia mente. No importa si creemos en la posesión diabólica o no; aquel hombre sí creía. Aun en el caso de que todo fuera una invención de su mente desquiciada, los demonios eran para él algo muy real.

El doctor Randle Short, hablando de la supuesta mala influencia de la Luna (Salm_121:6 ) que ha quedado en palabras como lunático y alunado, dice: " La ciencia moderna no reconoce ningún daño particular que produzca la Luna. Sin embargo es una creencia muy extendida que la Luna afecta realmente la mente de las personas... Es bueno saber que el Señor nos puede librar de los peligros imaginarios tanto como de los reales. A menudo los imaginarios son más difíciles de afrontar.»

Este hombre necesitaba liberación; ya fuera liberación de la posesión diabólica real, o de una ilusión sumamente poderosa, no importa. Aquí es donde entra la manada de cerdos. Estaban paciendo en la ladera de la colina. El hombre sentía que los demonios estaban pidiendo que no se los destruyera del todo, sino que se los enviara a los cerdos. Todo ese tiempo estaba dando gritos y alaridos y experimentando paroxismos que eran señales de su mal. De pronto, cuando sus chillidos alcanzaron una intensidad superior, toda la manada salió huyendo y se precipitó por una ladera escarpada en el mar ¡Allí estaba la prueba que el hombre necesitaba! Esto era casi la única cosa del mundo que podía convencerle de que estaba curado. Jesús, como sabio Médico que entendía con tanta amabilidad y simpatía y psicología la mente enferma, usó aquel acontecimiento para ayudar a aquel hombre a recuperar su sanidad, y su mente turbulenta recuperó la paz.

Hay personas excesivamente detallistas, mismo ecologistas o animalistas que culpan a Jesús por devolverle la salud a un hombre a costa de la muerte de unos cerdos. No cabe duda de que es una manera muy ciega de ver las cosas. ¿Cómo puede llegar a compararse el destino de los cerdos al de una persona con un alma inmortal? No tenemos ningún reparo, supongo yo, en que nos pongan carne de cerdo para la comida, ni la rechazamos porque haya supuesto la vida de un animal. Sin duda, si matamos animales para no pasar hambre, no podemos presentar ninguna objeción si la salvación de la mente y el alma de una persona supuso la muerte de una manada de esos mismos animales.

Hay en la sociedad actual una sensiblería blandengue que languidece de lástima por el daño que sufre un animal, y nunca mueve ni un dedo para remediar el estado lastimoso de millares de hombres y mujeres y niños de Dios. Esto no es decir que no tenemos por qué preocuparnos de lo que le sucede a la creación animal de Dios, porque Dios ama todas las criaturas que Sus manos han hecho; pero sí es decir que debemos conservar un sano sentido de la proporción, y en el baremo de Dios no hay nada tan importante como un alma humana.

Los que estaban apacentando los puercos salieron huyendo, y dieron la noticia de lo que había sucedido en el pueblo y en las ciudades. Y salió la gente a ver qué era lo que había pasado. Llegaron hasta donde estaba Jesús, y vieron al poseso -el hombre que había tenido la legión de demonios- sentado, totalmente vestido y en su sano juicio, y les dio mucho miedo. Y los que habían visto lo que había pasado les contaron lo que le había sucedido al poseso, y les dijeron lo de los puercos; y ellos se pusieron a insistirle a Jesús que se marchara de su territorio.

 

Naturalmente, los hombres que estaban a cargo de los puercos fueron al pueblo y a las granjas con la noticia de este suceso extraordinario. Cuando la gente curiosa llegó al lugar, encontraron al hombre que había estado tan mal, sentado, normalmente vestido y en plena posesión de sus facultades. El loco salvaje y desnudo se había convertido en un ciudadano sano y sensato.

Y entonces viene la sorpresa, la paradoja, lo que nadie realmente esperaría. Habríamos supuesto que aquella gente se habría alegrado mucho; pero reaccionaron más bien con miedo. Y se habría esperado que Le pidieran a Jesús que se quedara con ellos y ejerciera aún más Su extraordinario poder; pero Le dijeron que se marchara de su territorio lo más pronto posible. ¿Por qué? Un pobre desgraciado había recuperado la salud, pero ellos habían perdido los cerdos, y por tanto no querían saber más de Jesús. Aquello había alterado la rutina de la vida, y ellos querían que el elemento perturbador desapareciera lo más pronto posible.

Un frecuente grito de batalla de la mente humana es: «¡No me compliques la vida!» En general, lo único que quiere la gente es que se la deje en paz.

 

(i) La gente dice instintivamente: «¡No alteres mi tranquilidad!» Si alguien viniera a nosotros y nos dijera: "Te puedo dar un mundo que será mejor para la masa de gente en general, pero supondrá que tu comodidad, por lo menos por cierto tiempo, se verá perturbada e inquietada, y que tendrás que pasarte con algo menos que ahora por bien de los demás,» la mayor parte de la gente diría: «Prefiero que las cosas sigan como están.» De hecho, esa es casi exactamente la situación que estamos viviendo en la actual revolución social. Estamos pasando una época de redistribución, no sólo en este país, sino también en las naciones en vías de desarrollo. Estamos en una época en que se vive muchísimo mejor que en cualquier tiempo pasado; pero eso ha supuesto que la vida no sea tan cómoda como lo era para un número considerable de personas; y por esa misma razón hay resentimiento, porque algunas de las comodidades de la vida han desaparecido.

Se habla un montón de lo que nos debe la vida. La vida no nos debe absolutamente nada; somos nosotros los que le debemos a la vida todo lo que le podamos dar. Somos seguidores de Uno que dejó la gloria del Cielo por la estrechez de la Tierra, y el gozo de Dios por el dolor de la Cruz. Es humano no querer que nos alteren nuestra comodidad; es divino estar dispuestos a sufrir molestias para que otros estén mejor.

(ii) La gente dice instintivamente: «No te metas con mis posesiones.» Aquí tenemos otro aspecto de la misma cosa. Ninguna persona renuncia voluntariamente a nada que posea. Cuanto más tenemos, más queremos retener para nosotros mismos.

Borrow, que conocía a los gitanos, nos cuenta que la técnica de echar la buena ventura del gitano es prometerle al joven toda clase de placeres, y anunciarle al viejo riquezas y sólo riquezas. «Porque ellos tienen suficiente conocimiento del corazón humano para darse cuenta de que la avaricia es la última pasión que se extingue en todos nosotros.» La manera más rápida de ver si una persona realmente acepta su fe y si realmente cree en sus principios es si está dispuesta a volverse más pobre por ellos.

(iii) La gente dice instintivamente: «No me compliques mi religión."

(a)             La gente dice: " No hagas que los temas desagradables estropeen el decoro agradable de mi religión.»

Edmund Gosse señala una curiosa omisión en los sermones del famoso predicador Jeremy Taylor: " Estos sermones figuran entre los más elocuentes y profundos de la lengua inglesa; pero apenas alguna vez mencionan a los pobres, casi nunca sus angustias, y no muestran prácticamente ningún interés en su situación. Estos sermones se predicaron en el Sur de Gales, donde abundaba la pobreza. El clamor de los pobres y de los hambrientos, de los pobremente vestidos y de los necesitados ascendía al Cielo sin cesar, y clamaba por piedad y remedio; pero este elocuente predicador no parecía oírlo nunca; vivía y escribía y predicaba rodeado de sufrimiento y de necesidades, y sin embargo se mantenía casi inconsciente de su existencia.»

Es mucho menos inquietante predicar acerca de las sutilezas de las creencias y doctrinas teológicas que acerca de las necesidades humanas y de las miserias de la vida. De hecho, hemos sabido de congregaciones que informaban a sus posibles pastores que los aceptarían con la condición de que no predicaran sobre ciertos asuntos. Es una cosa notable que no fue lo que dijo Jesús acerca de Dios lo que Le trajo problemas; fue lo que dijo acerca del hombre y acerca de las necesidades del hombre lo que inquietó a los ortodoxos de Su tiempo.

(b)            Se ha sabido de gente que decía: " No hagas que las relaciones personales me compliquen la religión.»

James Bums cita algo sorprendente en relación con este tema de la vida de Angela di Foligras, la famosa mística italiana. Tenía el don de retirarse completamente de este mundo, y de volver de sus trances con historias de una comunión inefablemente dulce con Dios. Fue ella la que dijo: " En ese tiempo, y por la voluntad de Dios, murió mi madre, que era un gran obstáculo para que yo pudiera seguir el camino de Dios. Mi marido también murió, y en un tiempo relativamente breve murieron todos mis hijos. Y como yo había empezado a seguir el camino mencionado, y Le había pedido a Dios que me librara de ellos, tuve gran consuelo con sus muertes, aunque también sentí algún dolor.» Su familia era un obstáculo en su religión.

Hay una clase de religión a la que le gustan más los comités que el trabajo de casa, y tiene más interés en los momentos devocionales que en los actos de servicio. Presume de servir a la iglesia y de dedicarse a la devoción -pero a los ojos de Dios lo tiene todo al revés.

(c)             Hay personas que dicen: " No compliques mis creencias

Hay una clase de religión que dice: " Lo que estaba bien para mis antepasados es suficientemente bueno para mí.» Hay personas que no quieren saber nada nuevo, porque sospechan que en ese caso tendrían que pasar muchos sudores mentales y pensar de nuevo las cosas y llegar a nuevas conclusiones. Hay tal cosa como una cobardía de pensamiento y un letargo de mente y un sueño del alma que son cosas terribles.

Los gadarenos se deshicieron del Cristo inquietante -y sigue habiendo muchos que tratan de hacer lo mismo