Mat 16:13 Viniendo Jesús a la región de Cesarea de
Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el
Hijo del Hombre?
Mat 16:14 Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros,
Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas.
Mat 16:15 El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy
yo?
Mat 16:16 Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el
Cristo, el Hijo del Dios viviente.
Mat 16:17 Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado
eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi
Padre que está en los cielos.
Mat 16:18 Y yo también te digo, que tú eres Pedro,[a] y
sobre esta roca[b] edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no
prevalecerán contra ella.
Mat 16:19 Y a ti te daré las llaves del reino de los
cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo
que desatares en la tierra será desatado en los cielos.
Mat 16:20 Entonces mandó a sus discípulos que a nadie
dijesen que él era Jesús el Cristo.
Aquí tenemos el relato de otra vez que Jesús
Se apartó de la gente. Su fin estaba muy próximo, y Jesús necesitaba todo el
tiempo con que pudiera contar para estar a solas con Sus discípulos. Le quedaba
mucho qué decirles y que enseñarles, aunque todavía ellos no parecían estar
preparados para recibirlo o entenderlo.
Con ese fin Se
retiró con ellos a la región de Cesarea de Filipo. Cesarea estaba a unos
cuarenta kilómetros al Nordeste del Mar de Galilea. Estaba fuera del dominio de
Herodes Antipas, que era el gobernador de Galilea, y dentro del área del
tetrarca Felipe. La población era principalmente gentil, así es que Jesús
podría tener allí paz para enseñar a los Doce.
Jesús se enfrentaba
entonces con un problema supremo y perentorio. Le quedaba poco tiempo; Sus días
en la carne estaban contados. El problema era: ¿Había alguien que Le hubiera
entendido? ¿Alguien que Le hubiera reconocido como el Que era? ¿Había personas que,
cuando Él ya no estuviera en la carne, pudieran continuar Su obra, y trabajar
para Su Reino? No cabe la menor duda de que ese era un problema crucial, que
implicaba la supervivencia de la fe cristiana. Si no había nadie que hubiera
captado, ni siquiera intuido, la verdad, entonces toda Su obra se había
perdido; si había algunos pocos que se daban cuenta de la verdad, Su obra
estaba a salvo. Así es que Jesús decidió hacer la prueba en intensidad, y
preguntarles a Sus seguidores quién creían que era Él.
Es del máximo
interés dramático ver dónde escogió Jesús hacerles la pregunta clave. Puede que
hubiera pocos lugares en Palestina que tuvieran más asociaciones religiosas que
Cesarea de Filipo.
(i) Toda la zona
estaba jalonada con templos del dios sirio Baal. Thomson, en La Tierra y el
Libro, enumera no menos de catorce tales templos que había en los alrededores.
Aquella era una zona cuya atmósfera era el aliento de la antigua religión, que
estaba toda ella a la sombra de los dioses antiguos.
(ii) Pero no eran
los dioses de Siria los únicos que se adoraban allí. En las proximidades de
Cesarea de Filipo se erguía una gran colina en la que había una profunda
caverna que se decía que había sido el lugar de nacimiento del gran dios Pan,
el dios de la naturaleza. Hasta tal punto estaba identificada Cesarea de Filipo
con ese dios que su nombre original había sido Paneas, y hasta hoy en día se la
conoce como Bániyás. Las leyendas de los dioses de Grecia se concentraban en
torno a Cesarea de Filipo.
(iii) Además, esa
cueva se decía que era donde nacía el río Jordán. Josefo escribió: «Hay una
cueva muy hermosa en la montaña bajo la cual hay una gran cavidad en la tierra;
y la caverna es abrupta, y prodigiosamente honda, y llena de agua en calma.
Sobre ella se eleva una gran montaña, y por debajo de la caverna surge el río
Jordán.» La sola idea de que ese era el nacimiento del río Jordán haría que
rezumara todas las memorias de la historia de Israel. La antigua fe del
judaísmo estaría en el aire para cualquier judío devoto y piadoso.
(iv) Pero había allí
algo más. En Cesarea de Filipo había un gran templo de mármol blanco dedicado a
la divinidad del césar. Lo había construido Herodes el Grande. Josefo dice:
"Herodes decoró el lugar, que ya era sobresaliente, aún más con la
edificación de este templo dedicado a César.» En otro lugar, Josefo describe la
cueva y el templo: «Y cuando César le concedió a Herodes otro país más,
construyó también allí un templo de mármol blanco, cerca de las fuentes del
Jordán. El lugar se llama Panium, donde hay una montaña de altura inmensa, en
cuya ladera, por debajo de ella o en su base, se abre una cueva oscura; allí
hay un horrible precipicio que se proyecta abruptamente a una gran profundidad.
Contiene una inmensa cantidad de agua estable; y cuando se hace bajar algo para
medir a qué profundidad está el fondo, no se puede alcanzar este.» Más tarde
Felipe, el hijo de Herodes, hermoseó y enriqueció aún más el templo,
cambiándole el nombre al lugar por el de Cesarea -es decir, la Ciudad de César-,
y añadiéndole su propio nombre Philippi, que quiere decir de Felipe-, para
distinguirla de la Cesarea que está en la costa del Mediterráneo. Aún más
tarde, Herodes Agripa había de llamar al lugar Neroneas, en honor del emperador
Nerón. Cuando se miraba Cesarea, aun desde una distancia considerable, se veía
la mole de mármol reluciente y se pensaba en el poder y en la divinidad de
Roma.
Este fue el
dramático escenario. En él se encuentra un Carpintero galileo sin dinero y sin
hogar, con doce hombres corrientes a Su alrededor. Ya entonces, los judíos
ortodoxos están programando y conspirando para destruirle como hereje
peligroso. Se encuentra en un área jalonada de templos de dioses sirios, en un
lugar bajo la sombra de los dioses griegos, en el que también se daba cita toda
la historia de Israel, en el que el esplendor de mármol blanco de la sede del
culto al césar dominaba el paisaje y sojuzgaba la vista. Y allí, tenía que ser
precisamente allí, ese extraordinario Carpintero se dirige a los otros hombres y
les pregunta quién creen que es Él, esperando la respuesta: «¡El Hijo de Dios!»
Es como si Jesús Se colocara contra el trasfondo de las religiones del mundo
con toda su historia y esplendor, y demandara que se Le comparara con ellas y
recibir un veredicto a Su favor. Habrá pocas escenas en las que brille con luz
más deslumbradora la conciencia que Jesús tenía de Su propia divinidad.
Así es que en
Cesarea de Filipo Jesús decidió demandar el veredicto de Sus discípulos. Tenía
que saber, antes de ponerse en camino a Jerusalén y a la Cruz, si alguien había
captado, aunque fuera ligeramente, Quién y qué era él. No hizo la pregunta
directamente; la fue delineando. Empezó por preguntar lo que la gente decía de
Él y por quién Le tomaban.
(i) Algunos decían
que era Juan el Bautista. Herodes Antipas no era el único que creía que Juan el
Bautista era una figura tan extraordinaria que bien podía haber vuelto a la
vida.
(ii) Otros decían
que era Elías. De esa manera estaban diciendo dos cosas acerca de Jesús: Que
era tan grande como el mayor de los profetas, porque consideraban a Elías la
cima y el príncipe de la línea profética; y también que Jesús era el precursor
del Mesías. Según Malaquías, Dios había prometido: "Yo os envío al profeta
Elías antes que venga el día grande y terrible del Señor» (Mal_4:5 ). Hasta hoy
día los judíos siguen esperando la vuelta de Elías antes de la venida del
Mesías, y dejan una silla vacante para él cuando celebran la Pascua. Así es que
algunos veían en Jesús al heraldo del Mesías y el precursor de la directa
intervención de Dios.
(iii) Otros decían
que Jesús era Jeremías. El profeta Jeremías ocupaba un lugar importante y
curioso en: las expectaciones del pueblo de Israel. Se creía que, antes de que
el pueblo fuera al exilio, Jeremías había tomado el arca y el altar del
incienso del templo y los había escondido en una cueva solitaria del monte Nebo;
y que, antes que viniera el Mesías, volvería a recuperarlos, para que volviera
a brillar l gloria de Dios sobre Su pueblo otra vez (2 Macabeos 2:1-12),1 En 2
Ezr_2:17 se presenta otra promesa de
Dios: "En tu ayuda mandaré a mis siervos Isaías y Jeremías.»
Hay una extraña
leyenda de los días de las guerras de los Macabeos. Antes de la batalla con Nicanor, en
la que el general judío fue el gran Judas Macabeo, Onías, el hombre bueno que
-había sido sumo sacerdote, tuvo una visión cuando estaba orando por la
victoria: «Hecho esto, se le apareció la semblanza de un hombre de pelo blanco
y sumamente glorioso, de excelente y extraordinaria majestad. Entonces Onías se
dijo: "Este es uno que ama a los hermanos, que ora mucho por el pueblo y
por la santa ciudad, es decir, Jeremías, el profeta de Dios." A lo cual
Jeremías, tendiéndole la mano, le dio a Judas una espada de oro, y al dársela
le dijo: "Toma esta espada santa, un don de Dios, con la que herirás a los
enemigos de Mi pueblo Israel"» (2 Macabeos 15:1-14). Jeremías había de ser
también el precursor de la venida del Mesías, y el ayudador del pueblo de
Israel en tiempos de angustia.
Cuando la gente
identificaba a Jesús con Elías y con Jeremías, según la luz que habían
recibido, estaban haciéndole un gran elogio y colocándole en un nivel muy alto,
porque Jeremías y Elías eran nada menos que los esperados precursores del
Ungido de Dios. Cuando ellos se presentaran, el Reino de Dios había de estar ya
muy cerca.
Cuando Jesús oyó los
veredictos de la multitud, les dirigió a Sus discípulos la preguntó:-más
importante: "Y vosotros, quién decís que soy?» Puede que se produjera un
instante de silencio, mientras pasaban por las mentes de los discípulos
pensamientos que casi les daba miedo expresar en palabras; y entonces Pedro
hizo el gran descubrimiento y la gran confesión; y Jesús supo que Su obra
estaba a salvo, porque había por lo menos uno que comprendía.
Es interesante
comprobar que cada uno de los evangelios sinópticos nos da su versión
particular del dicho de Pedro. Mateo dice: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios
viviente.» Marcos es el más breve: "Tú eres el Cristo» (Mar_8:29 ). Y
Lucas, el más claro: "Tú eres el Cristo de Dios» Luc_9:20 ).
Jesús sabía entonces
que había por lo menos alguien que Le había reconocido como el Mesías, el
Ungido de Dios, el Hijo del Dios viviente. Las palabras Mesías, en hebreo, y
Cristo, en griego, quieren decir lo mismo, Ungido. Los reyes empezaban a reinar
cuando eran ungidos, como aún sucede en muchos países. El Mesías, el Cristo, el
Ungido, es el Rey de Dios sobre la humanidad.
En este pasaje hay dos grandes verdades:
(i) En esencia, el
descubrimiento de Pedro fue que las categorías humanas, hasta las más elevadas,
son inadecuadas para describir a Jesucristo. Cuando la gente describía a Jesús
como Elías o Jeremías u otro profeta creían que estaban colocándole en la más
alta categoría que existe. Los judíos creían que hacía cuatrocientos años que
la voz de la profecía estaba callada; pero que en Jesús se había vuelto a
escuchar la voz directa y auténtica de Dios. Estos eran grandes elogios; pero
no bastaban para contener toda la verdad, porque no hay categorías humanas que
sean adecuadas para describir a Jesucristo.
Una vez Napoleón dio
su veredicto acerca de Jesús: «Yo conozco a los hombres, y Jesucristo es más
que un hombre.» Sin duda Pedro no sabía exponer teológicamente ni expresar
filosóficamente lo que quería decir cuando dijo que Jesús era el Hijo del Dios
viviente; de lo único que Pedro estaba completamente seguro era que ninguna
descripción puramente humana era adecuada para aplicarse a Jesús.
(ii) Este pasaje enseña que el descubrimiento de
Jesucristo tiene que ser un descubrimiento personal. La pregunta de Jesús
fue: «Vosotros, ¿qué pensáis vosotros de Mí?» Cuando Pilato le preguntó a Jesús
si era el rey de los judíos, Jesús le contestó: " ¿Dices eso por ti mismo,
o te lo han dicho otros de Mí?» (Jn_18:33
s).
Nuestro conocimiento
de Jesús no debe ser de segunda mano. Puede que uno sepa todo lo que se ha
dicho acerca de Jesús, que conozca todas las cristologías que se han enseñado y
que sea capaz de hacer un resumen de lo que han dicho los grandes teólogos
acerca de Jesús... y, sin embargo, no ser cristiano. El Cristianismo no consiste en saber acerca de Jesús, sino en conocer a
Jesús. Jesucristo demanda un veredicto personal. No solo a Pedro, sino igualmente a cada uno de nosotros: «Tú, ¿qué piensas
tú de Mí? »
Este pasaje Mateo 16;
18-19 es uno de los centros neurálgicos de la interpretación del Nuevo
Testamento. Desde la Reforma, siempre ha sido difícil enfrentarse con él
tranquilamente y sin prejuicios, porque para la Iglesia Católica Romana es la
base de su posición acerca del Papa y de la Iglesia. La Iglesia Católica Romana
interpreta que se le dieron a Pedro las llaves para admitir o excluir a las
personas del Cielo, y para absolver o no a las personas de sus pecados. Además,
la Iglesia Católica Romana deduce que Pedro, con este tremendo derecho, llegó a
ser el obispo de Roma; y que este poder se transmitió a todos los obispos de
Roma, y que está personificado hoy en el Papa, que es el cabeza de la Iglesia y
el obispo de Roma.
Es fácil comprender
que tal doctrina es inaceptable para un creyente protestante; y también que,
tanto protestantes como católicos Romanos, se acercan a este pasaje, no tanto
con un deseo sincero de descubrir su significado, sino con la firme voluntad de
no ceder nada de su propia posición; sino, si les es posible, destruir la
posición del otro. Hagamos un esfuerzo sincera y honradamente para descubrir el
verdadero sentido de este pasaje.
Aquí hay un juego de
palabras. En griego Pedro es Petros,
y una roca es petra. La forma aramea
del nombre de Pedro era Kefa, que significa en arameo una roca. En las dos
lenguas hay aquí un juego de palabras. Pedro es la palabra griega “petros”, un
NOMBRE MASCULINO. Se relaciona con una pequeña roca que se desprende de otra
mayor. ¡En gran parte de su vida fue simplemente una “roca”!
- “…esta piedra” Es
la palabra griega “petra”, un NOMBRE FEMENINO. Se refiere a la roca base. Ambas
palabras (petros y petra) no pueden relacionarse gramaticalmente por su GÉNERO.
Los discípulo no lo entendieron como la
superioridad de
Pedro, ya que seguían argumentando quién era el mayor (Mt 18:1, 18; Juan 20:21).
Los términos se relacionan mínimamente en griego. Es obvio que aquí hay un
juego de ideas entre la fe de Pedro y la de los apóstoles. Sin embargo, en el
arameo sólo existe un vocablo “kepha” (Cefas, Juan 1:42; 1ra. de Corintios
1:12; 3:22; 9:5; 15:5) que equivale a “roca” en los vocablos griegos. Jesús
habló arameo, peo Sus discursos fueron narrados por escritores griegos
inspirados; por tanto, debemos analizarlo como un texto griego, no como una
afirmación aramea. En cuanto Pedro hizo su gran descubrimiento y su confesión,
Jesús le dijo: «Tú eres petros, y sobre esta petra edificaré Mi Iglesia.»
En primer lugar,
esto era un elogio tremendo. Es una metáfora en nada extraña ni inusual al
pensamiento judío.
Los rabinos le
aplicaban la palabra roca a Abraham. Tenían el siguiente dicho: «Cuando el Dios
Santo vio que Abraham iba a levantarse, le dijo: "Mira, he descubierto una
roca (petra) para edificar el mundo encima." Por tanto, Dios llamó a
Abraham roca (tsúr), como está escrito: "Mirad a la roca de la que
fuisteis cortados, al hueco de la cantera de donde fuisteis arrancados"»
(Isaías 51:1). Abraham era la roca en la que se fundaban la nación y el
propósito de Dios.
Pero con mucha más
frecuencia se le aplica la palabra roca (tsúr) a Dios mismo. "Él es la
Roca, Cuya obra es perfecta» (Deu_32:4 ). «Porque la roca de ellos no es como
nuestra Roca» (Deu_32:31 ). "No hay roca como nuestro Dios» (1Sa_2:2 ;
R-V.- «refugio»). "El Señor es mi roca, mi fortaleza y mi libertador»
(2Sa_2:22 ). La misma frase aparece en Salm_18:2 . «¿Qué roca hay fuera de
nuestro Dios?» (Salm_18:31 ). La misma frase está en 2Sa_22:32 .
Una cosa está clara.
El llamar a alguien roca era el más grande de los elogios; y ningún judío que
conociera el Antiguo Testamento podía usar nunca la frase sin que su
pensamiento se volviera hacia Dios, Que era la única Roca de su defensa y
salvación. Entonces, ¿qué quiso decir Jesús cuando usó la palabra roca en este
pasaje? Por lo menos cuatro
contestaciones se han propuesto a esta pregunta.
(i) Agustín tomó que
la roca se refería a Jesús mismo. Es como si Jesús dijera: " Tu eres
Pedro; y en Mí mismo como la Roca fundaré Mi Iglesia; y llegará el día en que,
como recompensa por tu fe, serás grande en la Iglesia.»
(ii) La segunda
explicación es que la roca es la verdad de que Jesucristo es el Hijo del Dios
viviente. A Pedro le había sido revelada divinamente esa gran verdad. El hecho
de que Jesucristo es el Hijo de Dios es sin duda la piedra fundamental de la fe
de la Iglesia; pero esta interpretación apenas saca a luz el juego de palabras
que hay aquí.
(iii) La tercera
explicación es que la roca es la fe de Pedro. En la fe de Pedro está fundada la
Iglesia. Su fe fue la chispa que inflamó la fe de la Iglesia Universal. Fue el
impulso inicial que habría de llamar a la existencia un día a la Iglesia
Universal.
(iv) La última
interpretación es la mejor. Es que Pedro mismo es la roca, pero en un .sentido
especial. No es la roca en que se funda la Iglesia; esa Roca es Dios. Pedro es
la primera piedra de toda la Iglesia. Pedro fue la primera persona que
descubrió Quién era Jesús; la primera persona que dio el salto de la fe y vio
en Jesús al Hijo del Dios viviente. En otras palabras: Pedro fue el primer
miembro de la Iglesia y, en ese sentido, toda la Iglesia se construyó sobre él.
Es como si Jesús le dijera a Pedro: " Pedro, tú eres la primera persona
que ha comprendido Quién soy Yo; por tanto, tú eres la primera piedra, la
piedra fundamental, el verdadero principio de la Iglesia que Yo estoy
fundando.» Y a partir de entonces, todos los que hacen el mismo descubrimiento
que Pedro son piedras vivas añadidas al edificio de la Iglesia de Cristo.
Hay dos cosas que
nos ayudarán a clarificar la idea.
(i) A menudo la
Biblia usa imágenes para poner algo en claro. No hay que fijarse mucho en los
detalles de la imagen; solo hay una enseñanza principal. En relación con la
Iglesia, el Nuevo Testamento usa repetidas veces la imagen del edificio, pero
la usa en muchos sentidos y desde muchos puntos de vista. Aquí Pedro es la
piedra fundamental, en el sentido de que él es la primera persona sobre la que
se ha seguido construyendo toda la Iglesia, porque él fue la primera persona
que descubrió Quién era Jesús. En Efs_2:20 , los profetas y los apóstoles se
dice que son el fundamento de la Iglesia. Fue sobre su trabajo, testimonio,
fidelidad, sobre lo que depende, humanamente hablando, la Iglesia de la Tierra.
En ese mismo pasaje, se dice que Jesucristo es la principal piedra angular; Él
es la fuerza que mantiene unida a la Iglesia. Sin él, todo el edificio se
desintegraría y derrumbaría. En 1Pe_2:4-8 , todos los cristianos somos piedras
vivas que se van usando en la edificación de la fábrica de la Iglesia. En
1Co_3:11 , Jesús es el único fundamento, y nadie puede poner otro. Está claro
que los autores del Nuevo Testamento tomaron la imagen del edificio, y la
usaron de muchas maneras. Pero detrás de todas ellas está siempre la idea de
que Jesucristo es el verdadero cimiento
de la Iglesia, y el único poder que la mantiene unida. Cuando Jesús le dijo
a Pedro que edificaría Su Iglesia sobre él, no quiso decir que la Iglesia
dependiera de Pedro, porque depende del mismo Jesucristo y de Dios como su
Roca. Lo que sí quiso decir era que la Iglesia empezó con Pedro; en ese sentido
Pedro es la piedra fundamental de la Iglesia, y ese es un honor que nadie le
puede quitar. (Piedra fundamental: La primera que se pone en los edificios. D
R.A E.).
(ii) El segundo
punto es que la misma palabra Iglesia (ekklésía) en este pasaje nos despista un
poco. Propendemos a pensar en la Iglesia como una institución y una
organización con edificios y oficinas, cultos y reuniones, y organizaciones y toda
clase de actividades. La palabra que usaría Jesús probablemente sería qahal,
que es la se usa en el Antiguo Testamento para la congregación de Israel, la
asamblea de todo el pueblo del Señor. Lo que Jesús le dijo a Pedro fue: «Pedro,
tú eres el principio del Nuevo Israel, el nuevo pueblo del Señor, la nueva
compañía de todos los que creen en Mi nombre.» Pedro fue el primero de la
congregación de los creyentes en Cristo. No fue una iglesia en el sentido
corriente, y menos en el de una denominación, lo que empezó con Pedro, sino la
comunión de todos los creyentes en Jesucristo, que no se identifica con ninguna
iglesia, ni se limita a ninguna iglesia, sino que abarca a todos los que aman
al Señor.
Así que podemos
decir que la primera parte de este pasaje controvertido quiere decir que Pedro
es la piedra fundamental de la Iglesia en el sentido de que él fue el primero
de esa gran compañía que confiesa gozosamente su descubrimiento de que
Jesucristo es el Señor; pero que, en última instancia, es Dios mismo la Roca
sobre la que está edificada la Iglesia.
Jesús prosigue diciendo que las puertas del Hades no prevalecerán
contra Su Iglesia. ¿Qué quiere decir esto? La idea de puertas que prevalecen no es precisamente
una figura corriente o fácil de entender. De nuevo nos encontramos con más de
una posible explicación.
(i) Puede que se
trate de la figura de una fortaleza. Esta sugerencia puede que encuentre apoyo
en el hecho de que en la cima de la montaña que dominaba Cesarea de Filipo se
encuentran hoy las ruinas de un gran castillo que puede que se irguiera allí en
toda su gloria en tiempos de Jesús. Puede que Jesús estuviera pensando en su
Iglesia como una fortaleza, y en las fuerzas del mal como una fortaleza
contraria; y que lo que quisiera decir fuera que el poder del mal nunca
prevalecería contra la Iglesia.
(ii) Richard Glover
presenta una explicación interesante. En el Oriente antiguo, la puerta era
tradicionalmente el lugar en que los ancianos y los gobernantes se reunían para
dirimir las causas y dictar justicia, especialmente en los pueblos pequeños y
en las aldeas. Por ejemplo: la Ley establecía que, si un hombre tenía un hijo
rebelde y desobediente, que le trajera «ante los ancianos de su ciudad, a la
puerta del lugar donde viva» (Deu_21:19 ), y allí se haría juicio, se dictaría
la sentencia. En Deu_25:7 , se dice que, cuando un hombre se niega a cumplir la
ley del levirato, «irá entonces su cuñada a la puerta donde están los
ancianos.» La puerta era el lugar donde se reunían los ancianos para hacer
justicia. Según esto, la puerta puede haber llegado a significar la sede del
gobierno. Durante mucho tiempo, por ejemplo, el gobierno de Turquía se llamaba
La sublime porte (porte es la palabra francesa para puerta). Así que esta frase
podría querer decir: Los poderes, el gobierno del Hades, no prevalecerán nunca contra
la Iglesia.
(iii) Existe una
tercera posibilidad. Supongamos que volvemos a la idea de la Roca en la que
está fundada la Iglesia, y que Jesús es el Hijo del Dios viviente. Ahora bien,
el Hades no era el lugar de castigo de los condenados, sino donde, según las
creencias judías primitivas, se encontraban todos los muertos. Obviamente, la
función de las puertas es mantener algo dentro, confinarlo, encerrarlo,
controlarlo. Hubo una Persona Que las puertas del Hades no pudieron retener, y
fue Jesucristo. Él rompió las ligaduras de la muerte. Como el autor de Hechos
dice: «Era imposible que fuera retenido por la muerte... No dejarás mi alma en
el Hades, ni permitirás que Tu Santo vea corrupción» (Hch_2:24; -27 ). Así que
esta puede ser una referencia triunfal a la próxima Resurrección. Jesús puede
que estuviera diciendo: "Tú has descubierto, Pedro, que Yo soy el Hijo del
Dios viviente. Pronto llegará el momento en que Yo sea crucificado, y las
puertas del Hades se cerrarán tras Mí. Pero no podrán retenerme; las puertas
del Hades no tienen poder contra Mí, el Hijo del Dios viviente.»
Como quiera que
tomemos esta frase, expresa triunfalmente la indestructibilidad de Cristo y de
Su Iglesia.
Ahora llegamos a dos
frases en las que Jesús describe algunos privilegios que se le concedieron a
Pedro y algunas obligaciones que se le impusieron.
(i) Dice que Él,
Jesús, le dará a Pedro las llaves del Reino. Esta es una frase
indiscutiblemente difícil; haremos bien en empezar por establecer las cosas de
que podemos estar seguros acerca de ella.
(a) Esta frase
siempre significa alguna especie de poder especial. Por ejemplo, los rabinos
tenían un dicho: " Las llaves del nacimiento, de la lluvia y de la
resurrección de los muertos pertenecen a Dios.» Es decir: sólo Dios tiene poder
para crear la vida, para enviar la lluvia y para hacer que los muertos vuelvan
otra vez a la vida.
(b) En el Nuevo
Testamento esta frase se refiere regularmente a Jesús. Es en Sus manos, y no en
las de ningún otro, donde están las llaves. En Apoc_1:18 , el Cristo Resucitado
dice: " Yo soy el Viviente. Estuve muerto, pero vivo por los siglos de los
siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.» De nuevo, en
Apocalipsis 3: 7, el Cristo Resucitado se describe como " el Santo, el
Verdadero, el Que tiene la llave de David, el Que abre y ninguno cierra, y
cierra y ninguno abre.» Hay que interpretar esta frase en referencia a un
derecho divino; y cualquiera que fuera la promesa que recibió Pedro, no se
puede tomar como, la anulación, o la infracción, de un derecho que solo
pertenece a Dios y al Hijo de Dios.
(c) Todas estos usos
y figuras del Nuevo Testamento se remontan a una alegoría que se encuentra en
Isa_22:22 , en la que el Señor dice que Eliaquim llevará al hombro la llave de
la casa de David, y será el único que la cierre y abra.
Ahora bien: Eliaquim
había de ser el mayordomo fiel de la casa. Es el mayordomo el que lleva las
llaves de la casa, el que abre la puerta por la mañana, y la cierra por la
tarde, y es el que introduce a los visitantes a la presencia real. Así que lo
que Jesús le está diciendo a Pedro es que, en -días por venir, él será el
mayordomo del Reino. Y en el caso de Pedro, su misión consistiría en abrir, no
en cerrar la puerta del Cielo.
Eso se cumplió sin
dejar lugar a dudas. En Pentecostés, Pedro abrió la puerta a tres mil almas (Hch_2:41
). Más tarde le abrió la puerta al centurión gentil Cornelio, con lo cual hizo
que la puerta girara sobre sus goznes para admitir al gran mundo gentil (Hechos
10). Hechos 15 nos cuenta cómo se abrió la puerta de par en par al mundo gentil
en el Concilio de Jerusalén, y que fue el testimonio de Pedro lo que hizo
posible aquella decisión emblemática (Hch_15:14 ; Simeón es Pedro). La promesa
de que Pedro usaría las llaves del Reino quería decir que él sería el encargado
de abrir la puerta de Dios a miles y miles de personas en los días por venir. Pero en este
sentido no es solamente Pedro el que tiene las llaves del Reino; cualquier
cristiano las puede usar también para abrirle la puerta del Reino a otras
personas, entrando así a participar de la gran promesa de Cristo.
(ii) Jesús le
prometió a Pedro además que lo que él atara, quedaría atado, y lo que él
desatara, quedaría desatado. Richard Glover toma esto en el sentido de que
Pedro expondría los pecados humanos, los ataría, a las conciencias de las
personas, y que luego las desataría de sus pecados notificándoles el amor y el
perdón de Dios. Ese es un pensamiento precioso, y sin duda cierto, porque tal
es el deber de todo predicador y maestro cristiano; pero aquí hay todavía más
que eso.
Desatar y atar eran
palabras que se usaban corrientemente con sentido figurado entre los judíos. Se
referían frecuentemente a las decisiones de los grandes maestros y de los
grandes rabinos. El sentido corriente que cualquier judío reconocería era
permitir y prohibir. Atar algo era declararlo prohibido; desatar era declararlo
permitido. Eran expresiones corrientes en relación con la ley. Era de hecho lo
único que podían querer decir en ese contexto. Así que lo que Jesús le estaba diciendo a Pedro era:
«Pedro, vas a tener responsabilidades graves y pesadas sobre ti. Vas a tener
que hacer decisiones que afectarán al bienestar de toda la Iglesia. Serás el
guía y el director de la joven Iglesia. Y las decisiones que harás serán tan
importantes que afectarán a las almas de las personas en el tiempo y en la
eternidad.»
El privilegio de las llaves quería decir que
Pedro sería el mayordomo de la casa de Dios, abriéndoles la puerta a las
personas para que entraran en el Reino. El deber de atar y desatar quería decir
que Pedro tendría que hacer decisiones sobre la vida y la práctica de la
Iglesia que tendrían las consecuencias más amplias. Y por supuesto, cuando
leemos los primeros capítulos de Hechos, vemos que eso fue precisamente lo que
tuvo que hacer Pedro en Jerusalén.
Si parafraseamos este pasaje que ha causado
tantas discusiones y controversias vemos que trata, no de formas eclesiásticas,
sino de cosas que corresponden a la Salvación. Jesús le dijo a Pedro: «Pedro, tu nombre quiere decir roca, y tu
destino será ser una roca. Eres la primera persona que Me ha reconocido como el
Que soy, y por tanto eres la primera piedra del edificio de la comunión de los
Míos. Contra esa comunión, las aguerridas fuerzas del mal no podrán prevalecer,
como tampoco Me podrán mantener cautivo en el reino de la muerte. Y en días por
venir serás el mayordomo que abrirá las puertas del Reino para que entren los
judíos y los gentiles; pero debes ser un sabio administrador y guía que
resuelva los problemas y dirija la obra de la Iglesia naciente y creciente.»