} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 10/01/2015 - 11/01/2015

domingo, 25 de octubre de 2015

DIOS ES LUZ


  


  La luz representa lo bueno, puro, verdadero, santo y confiable. Las tinieblas representan al pecado y lo perverso. Decir "Dios es luz" significa que es perfectamente santo y veraz, y que solo El puede sacarnos de las tinieblas del pecado. La luz también se relaciona con la verdad, y esa luz expone todo lo que existe, sea bueno o malo. En las tinieblas, lo bueno y lo perverso parecen iguales; en la luz, es fácil notar su diferencia. Así como no puede haber tinieblas en la presencia de la luz, el pecado no puede existir en la presencia de un Dios santo. Si queremos tener relación con Dios, debemos poner a un lado nuestro estilo de vida pecaminoso. Es hipocresía afirmar que somos de El y al mismo tiempo vivir como se nos antoja. Cristo pondrá al descubierto y juzgará tal simulación.
Nuestro caminar en la luz es una prueba de la comunión con Dios, debido a que la vida en su compañía es una constante limpieza de pecados por la sangre de Jesucristo. También involucra la relación de unos con otros, lo cual indica que caminar «en la luz» es vivir responsablemente tanto ante Dios como ante los seres humanos.

  Nadie que camine en la luz revelada por Dios puede dejar de reconocer su condición pecadora.

  Perseverar en el falso orgullo que niega que somos pecadores equivale no solamente a engañarse a sí mismo, sino a acusar a Dios de mentiroso, ya que su Palabra declara la universalidad del pecado. Sin embargo, confesar nuestros pecados es un prerrequisito para recibir la remisión y el perdón del Señor.

Todos debiéramos recibir jubilosos un mensaje del Señor Jesús, el Verbo de vida, el Verbo eterno. El gran Dios debe ser representado a este mundo oscuro como luz pura y perfecta. Como esta es la naturaleza de Dios, sus doctrinas y preceptos deben ser tales. Como su perfecta felicidad no puede separarse de su perfecta santidad, así nuestra felicidad será proporcional a la santidad de nuestro ser. Andar en tinieblas es vivir y actuar contra la religión. Dios no mantiene comunión o relación celestial con las almas impías. No hay verdad en la confesión de ellas; su práctica muestra su necedad y falsedad. La vida eterna, el Hijo eterno, se vistió de carne y sangre, y murió para lavarnos de nuestros pecados en su sangre, y procura para nosotros las influencias sagradas por las cuales el pecado tiene que ser sometido más y más hasta que sea completamente acabado. Mientras se insiste en la necesidad de un andar santo, como efecto y prueba de conocer a Dios en Cristo Jesús, se advierte con igual cuidado en contra del error opuesto del orgullo de la justicia propia. Todos los que andan cerca de Dios, en santidad y justicia, están conscientes de que sus mejores días y sus mejores deberes están contaminados con el pecado.


DELEITARSE EN LA BIBLIA

La Palabra de Dios no es simplemente la colección de palabras suyas, un medio de comunicar ideas; es viviente, cambia la vida y es dinámica al obrar en nosotros. Con la agudeza del bisturí de un cirujano, revela lo que somos y lo que no somos. Penetra la médula de nuestra moral y vida espiritual. Discierne lo que está dentro de nosotros, tanto lo bueno como lo malo. La palabra de Dios juzga hasta la profundidad de la parte inmaterial del hombre; penetrando a tal grado, que puede discernir los pensamientos y motivaciones del corazón, penetra hasta la división de alma y espíritu, y de articulaciones y médulas.
 No solo debemos oír la Palabra sino que también debemos permitir que moldee nuestra vida.
Las cualidades aquí atribuídas a la Palabra de Dios y todo el contexto, demuestran que se trata de poder judicial, por la cual palabra condenó a los israelitas desobedientes a la exclusión de Canaán y excluirá a llamados cristianos incrédulos del reposo celestial

Las Sagradas Escrituras son la palabra de Dios. Cuando Dios la instala por su Espíritu, convence poderosamente, convierte poderosamente y consuela poderosamente. Hace que sea humilde el alma que ha sido orgullosa por mucho tiempo; el espíritu perverso sea manso y obediente. Los hábitos pecaminosos que se han vuelto naturales para el alma, estando profundamente arraigados en ella, son separados y cortados por la espada. Dejará al descubierto a los hombres sus pensamientos y propósitos, las vilezas de muchos, los malos principios que los mueven, las finalidades pecaminosas para las cuales actúan. La Palabra  de Dios en la Biblia mostrará al pecador todo lo que hay en su corazón.
Aferrémonos firmes las doctrinas de la fe cristiana en nuestras cabezas, sus principios vivificantes en nuestros corazones, su confesión franca en nuestros labios, y sometámonos a ellos en nuestras vidas. Cristo ejecutó una parte de su sacerdocio en la tierra al morir por nosotros; ejecuta la otra parte en el cielo, alegando la causa y presentando las ofrendas de su pueblo.

  Dios envió a su Hijo en la semejanza de la carne de pecado; pero mientras más santo y puro era Él, menos dispuesto debe de haber estado a pecar en su naturaleza y más profunda debe de haber sido la impresión de su mal; en consecuencia, más preocupado debe de haber estado Él por librar a su pueblo de la culpa y poder del pecado.
Debemos animarnos por la excelencia de nuestro Sumo Sacerdote para ir directamente al trono de la gracia. La misericordia y la gracia son las cosas que queremos; misericordia que perdone todos nuestros pecados, y gracia que purifique nuestras almas. Además de nuestra dependencia diaria de Dios para las provisiones presentes, hay temporadas para las cuales debemos proveer en nuestras oraciones; tiempos de tentación sea por la adversidad o la prosperidad, y especialmente en nuestro momento de morir. Tenemos que ir al trono de justicia con reverencia y santo temor, pero no como arrastrados, sino invitados al trono de misericordia donde reina la gracia. Tenemos denuedo sólo por la sangre de Jesús para entrar al Lugar Santísimo; Él es nuestro Abogado y ha adquirido todo lo que nuestras almas puedan desear o querer.


miércoles, 21 de octubre de 2015

TRANSFORMACIÓN INTERIOR

Juan 8:44  Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira.

1 Juan 3:15  Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él

Los líderes religiosos no eran capaces de entender porque no querían escuchar. Satanás utilizó su obstinación, su orgullo y sus prejuicios para impedirles que creyesen en Jesús.
Las actitudes y acciones de estos líderes claramente los identifica como seguidores de Satanás. Es posible que no hayan tenido conciencia de esto, pero su desprecio por la verdad, sus mentiras y sus intenciones homicidas indicaban cuánto control tenía el diablo sobre ellos. Eran sus herramientas para llevar a cabo sus planes; hablaban el mismo idioma de mentiras. Satanás sigue usando a las personas para obstruir la obra de Dios. Satanás dispone a los hombres a excesos por los cuales se asesinan a sí mismos y al prójimo, mientras lo que pone en la mente tiende a destruir las almas de los hombres. Él es el gran promotor de toda clase de falsedad. Es mentiroso, todas sus tentaciones las efectúa llamando bueno a lo malo y malo a lo bueno, y prometiendo libertad en el pecar. Él es el autor de todas las mentiras; a él se parecen y evocan los mentirosos, con quienes tendrá su porción para siempre, como todos los mentirosos. Las lujurias especiales del diablo son la maldad espiritual, las lujurias de la mente, y los razonamientos corruptos, la soberbia y la envidia, la ira y la malicia, la enemistad para con lo bueno, y estimular al prójimo al mal. Todo lo falso en el mundo le debe a él su existencia. ¡Qué versículo es éste! Presenta al diablo : como el asesino de la raza humana; pero esto aquí quiere decir en el sentido más profundo de muerte espiritual, lo presenta también  como el padre de esta familia humana caída, quien comunica a su descendencia sus propias pasiones malvadas y su oblicuidad universal, y a éstos estimula para el ejercicio activo. Pero como hay uno “más fuerte que él”, quien viene contra él y lo vence, pues solamente aquellos que “aman las tinieblas”, son llamados aquí hijos del diablo
 La verdad es la voluntad revelada de Dios para salvación de los hombres por Jesucristo, la verdad que ahora estaba predicando Cristo y a la cual se opusieron los judíos.
Debemos amar al Señor Jesús, valorar su amor, y por tanto, amar a todos nuestros hermanos en Cristo. Este amor es el fruto especial de nuestra fe, y señal segura de que somos nacidos de nuevo. Pero nadie que conozca rectamente el corazón del hombre puede asombrarse ante el desprecio y enemistad de la gente impía contra los hijos de Dios.
Sabemos que pasamos de muerte a vida: podemos saberlo por las pruebas de nuestra fe en Cristo, de las cuales una es el amor a los hermanos. La vida de la gracia en el corazón de la persona regenerada es el comienzo y el primer principio de la vida de gloria de la cual están destituidos los que odian a sus hermanos en sus corazones.
“El amor y el odio, como la luz y la oscuridad, de necesidad se reemplazan y de necesidad se excluyen la una a la otra.”

Juan repite las palabras de Jesús en el sentido de que uno que aborrece a otra persona es un homicida en su corazón. El cristianismo es una religión del corazón; no basta la obediencia exterior. El odio hacia alguien que lo trató mal es un cáncer maligno dentro de nosotros que finalmente nos destruirá. No permitamos que una "raíz" de amargura" crezca en nosotros ni en nuestra iglesia. Dios considera que la disposición interior es de tanta importancia como el hecho exterior motivado por ella.
El que aborrece (o no ama) a su hermano, no puede, en este su actual estado, gozar de la permanencia en él, de la vida eterna.



jueves, 8 de octubre de 2015

¿CÓMO PUEDE SER ALGUIEN DEMASIADO JUSTO O DEMASIADO SABIO?

 Esta es una advertencia en contra de la presunción religiosa: legalismo o falsa justicia. Salomón estaba diciendo que algunas personas son excesivamente sabias o justas ante sus propios ojos, porque están engañadas por sus propios actos religiosos. Son tan rígidas y tienen una visión tan corta que pierden la sensibilidad hacia la verdadera razón de ser buenas: honrar a Dios. El balance es importante. Dios nos creó para ser personas íntegras que buscamos su justicia y bondad. Por lo tanto debemos evitar ambos extremos: legalismo e inmoralidad.

 La sabiduría es la mejor herencia a desear, no la sabiduría del mundo que todos anhelan, si no la de Dios y que pocos buscan. La sabiduría de lo alto protege de las tormentas y del calor quemante de la tribulación. La riqueza no alarga la vida natural, pero la sabiduría verdadera da vida espiritual y fortalece a los hombres para servir sujetos a sus sufrimientos.
Miremos la disposición de nuestro estado como obra de Dios, y al final, todo resultará haber sido para mejor. En obras de justicia no te dejes llevar por los calores o pasiones, no, no por el celo por Dios. No te engañes sobre tus habilidades ni critiques todo, ni te ocupes con los asuntos de otros hombres.
Muchos que no serán tocados por el temor a Dios, y el terror al infierno, evitarán pecados que arruinen su salud y patrimonio, y los expongan a la justicia pública. Pero los que tememos verdaderamente a Dios, tenemos un sólo fin al servir, por tanto, actuamos con firmeza.
Si decimos que no pecamos nos engañamos. Todo creyente verdadero está listo para decir: ¡Dios mio ten misericordia de mí pecador, en el nombre de Jesús!
Al mismo tiempo, no olvidemos que la justicia personal, el andar en la nueva vida, es la única prueba real de interés por la fe en la justicia del Redentor.
La sabiduría nos enseña a no ser rápidos para resentirnos por las afrentas. No desees saber qué dice la gente; si hablan bien de ti, se alimentará tu orgullo; si hablan mal, incitará tu pasión. Preocúpate de ser aprobado ante Dios y tu propia conciencia, y entonces, no oirás lo que dicen de ti los hombres; es más fácil pasar por veinte afrentas que vengar una. Cuando se nos hace daño, examinemos si no hemos hecho mal a otros.


Los que viven en el temor de Dios, obtendrán satisfacción y felicidad verdadera y completa. Aquel que confía en Dios "no será visitado de mal" debido a sus buenos hábitos, estilo de vida y a veces mediante la intervención directa de Dios. Sin embargo, el temor de Jehová no siempre nos protege del peligro de esta vida. Siguen sucediéndoles cosas malas a la gente que ama a Dios. Este versículo no es una promesa universal, sino un principio general. Describe lo que sucedería si en este mundo no hubiera pecado y lo que sucederá en la tierra nueva cuando los nacidos de nuevo estaremos para siempre bajo la protección de Dios.
Los que captamos nuestra necesidad de Cristo, y que estamos deseosos de tener justicia y vida en Él, a nosotros nos llena con cosas buenas, con las cosas mejores; y somos abundantemente satisfechos con las bendiciones que da. Él satisfará los deseos del pobre en espíritu que anhela bendiciones espirituales, mientras los auto suficientes serán enviados lejos.

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lunes, 5 de octubre de 2015

GÉNESIS 1; 29 - 31

  

Génesis 1:29  Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer.
 30  Y a toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a todo lo que se arrastra sobre la tierra, en que hay vida, toda planta verde les será para comer. Y fue así.
 31  Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana el día sexto.

Las hierbas y las frutas deben ser la comida del hombre, incluido el maíz y todos los productos de la tierra. Que el pueblo de Dios ponga sobre Él su carga y no se afane por qué comerán ni qué beberán. El que alimenta las aves del cielo no permitirá que sus hijitos pasen hambre.


La Biblia no aborda el tema de la evolución. Más bien su cosmovisión da por sentado que Dios lo creó. El punto de vista bíblico de la creación no está en conflicto con la ciencia, pero sí está en conflicto con cualquier teoría que principie sin un creador. Al crear al ser humano, el Soberano del universo decidió delegar a la humanidad el señorío sobre la tierra. El poder y la autoridad humana para el ejercicio de este señorío se originan en el deseo divino de hacer a los seres humanos a su propia imagen y semejanza. La habilidad humana para regir la tierra descansará en su continua obediencia a la autoridad de Dios como Señor de la creación. Su poder para reinar en la vida dependerá de su fidelidad a la hora de obedecer la ley divina
Igualmente los cristianos comprometidos y sinceros han tenido que luchar con este tema del origen de las cosas y han llegado a conclusiones diversas. Por supuesto, esto es de esperarse ya que la evidencia es muy antigua y, debido a los estragos de las generaciones, muy fragmentada. Los estudiosos de la Biblia y de la ciencia deben evitar polarizaciones y pensamientos extremistas. Los primeros deben tener cuidado de no hacer que la Biblia diga cosas que no dice, así como los segundos no deben forzar a la ciencia a decir cosas que tampoco dice.
El aspecto más importante de esta discusión continua no es el proceso de la creación, sino el origen de la creación. El mundo no es un producto de la casualidad ni de la probabilidad; Dios lo creó.
La Biblia no sólo nos dice que Dios creó el mundo; más importante aún, nos dice quién es ese Dios. Nos revela la personalidad de Dios, su carácter y su plan para la creación. Además nos revela el deseo más profundo de Dios: relacionarse y tener comunión con la gente por medio de su visita histórica a este planeta en la persona de Su Hijo Jesucristo. Podemos conocer de una forma muy personal a este Dios que creó el universo.
Los cielos y la tierra están aquí. Nosotros estamos aquí. Dios creó todo lo que vemos y experimentamos. El libro de Génesis comienza, "En el principio creó Dios los cielos y la tierra".
Aquí comenzamos la más emocionante y plena de todas las aventuras. Dios observó que lo que había hecho era muy bueno. Nosotros somos parte de la creación de Dios y El está complacido por la manera en que nos creó. Si en ocasiones sentimos que carecemos de valor o que valemos poco, recordemos que Dios lnos creó por una buena razón. Somos valiosos para Él.



sábado, 3 de octubre de 2015

GÉNESIS 1; 26 – 28

   
Génesis 1:26  Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.
27  Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.
28  Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.

El hombre fue hecho después de todas las criaturas: esto era tanto un honor como un favor para él. Sin embargo, el hombre fue hecho el mismo día que las bestias; su cuerpo fue hecho de la misma tierra que el de ellas; y mientras él está en el cuerpo, habita en la misma tierra con ellas. ¡No permita Dios que dándole gusto al cuerpo y a sus deseos, nos hagamos como las bestias que perecen! El hombre fue hecho para ser una criatura diferente de todas las que habían sido hechas hasta entonces. En él tenían que unirse la carne y el espíritu, el cielo y la tierra. Dios dijo: “Hagamos al hombre”. El hombre, cuando fue hecho, fue creado para glorificar al Padre, Hijo y Espíritu Santo. En ese gran nombre somos bautizados pues a ese gran nombre debemos nuestro ser. Es el alma del hombre la que lleva especialmente la imagen de Dios.
El hombre fue hecho recto, Eclesiastés 7; 29 He aquí, solamente esto he hallado: que Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones.
  Su entendimiento veía clara y verdaderamente las cosas divinas; no había yerros ni equivocaciones en su conocimiento; su voluntad consentía de inmediato a la voluntad de Dios en todas las cosas. Sus afectos eran normales y no tenía malos deseos ni pasiones desordenadas. Sus pensamientos eran fácilmente llevados a temas sublimes y quedaban fijos en ellos. Así de santos, así de felices, eran nuestros primeros padres cuando tenían la imagen de Dios en ellos.
¡Pero cuán desfigurada está la imagen de Dios en el hombre! ¡Quiera el Señor renovarla en nuestra alma por su gracia!

 ¿Por qué Dios empleó la forma plural cuando dijo "Hagamos al hombre a nuestra imagen"? Una perspectiva dice que está haciendo referencia a la Trinidad -Dios, el Padre; Jesucristo, su Hijo; y el Espíritu Santo, todos los cuales son Dios. Otra perspectiva afirma que el plural se utiliza para denotar majestuosidad. Tradicionalmente los reyes utilizan la forma plural al hablar de ellos mismos. De Job 33:4 y Salmos 104:30 sabemos que el Espíritu de Dios estaba presente en la creación. De Colosenses_1:16 sabemos que Cristo, el Hijo de Dios, estaba trabajando en la creación.

  ¿Cómo es que somos hechos a semejanza de Dios? Obviamente, Dios no nos creó exactamente como El, porque Dios no tiene cuerpo físico. En cambio, somos reflejo de la gloria de Dios. Algunos piensan que nuestro raciocinio, creatividad, poder de comunicación o autodeterminación es la imagen de Dios. Más bien, es todo nuestro ser el que refleja la imagen de Dios. Nunca llegaremos a ser totalmente iguales a Dios, porque El es nuestro Creador supremo. Pero sí tenemos la capacidad de reflejar su carácter en nuestro amor, paciencia, perdón, bondad y fidelidad.
El saber que fuimos creados a semejanza de Dios y por lo tanto poseemos muchas de sus características, nos proporciona una base sólida para nuestra autoestima. Nuestro valor no se basa en posesiones, logros, atractivo físico o reconocimiento público. En cambio se fundamenta en el hecho de haber sido creados a semejanza de Dios. Debido a que somos semejantes a Dios podemos tener sentimientos positivos acerca de nosotros mismos. El criticarnos o degradarnos equivale a criticar lo que Dios ha hecho. Saber que somos  personas que tenemos valor nos da la libertad de amar a Dios, de conocerlo personalmente y de hacer una contribución valiosa a aquellos que  nos rodean. . El concepto bíblico de la imagen de Dios en el hombre indica que el hombre de alguna manera refleja algunos de los atributos y características de su Creador. Pero esta imagen no puede ser semejanza física, pues Dios es Espíritu (Juan 4:24), sino la semejanza en el intelecto, las emociones, la voluntad y lo moral. Todas estas cualidades estarían determinadas por el hecho de conocer y obedecer la voluntad de Dios. La imagen de Dios en el hombre distingue a la humanidad del resto de la creación y le da una dignidad y valor no compartido por el resto de lo creado. El valor y la santidad de la vida humana están relacionados con la imagen de Dios en el hombre. La creación de la humanidad se presenta como el hecho cumbre del Creador. La dignidad y el significado de la vida humana se derivan del hecho de que Dios creó al hombre a imagen suya, un poco menor que los ángeles y lo coronas de gloria y majestad (Salmos 8:5). Cuando el hombre pecó, retuvo la imagen de Dios (Génesis 9:6 ; Santiago  3:9), pero perdió la imagen moral y el compañerismo con Dios (Romanos 3:10–18). La imagen perdida es restaurada en Cristo (Efesios 4:24 y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad).

 Dios hizo tanto al hombre como a la mujer a su imagen. Ninguno de los dos fue hecho más a la imagen de Dios que el otro. Desde el principio vemos que la Biblia coloca tanto a uno como al otro en el pináculo de la creación de Dios. Ninguno de los sexos es exaltado ni despreciado.

  Señorear significa ejercer absoluta autoridad y control sobre algo. Dios es quien en última instancia gobierna la tierra y ejerce su autoridad con cuidado amoroso. Cuando Dios delegó parte de su autoridad a la especie humana, esperaba que nos hiciésemos responsables del medio y de las otras criaturas que comparten nuestro planeta. No debemos ser descuidados ni derrochadores al llevar a cabo la tarea encomendada. Dios fue cuidadoso al crear la tierra. No debemos ser negligentes al atender de ella.
La raza humana en todos los países y en todas las edades ha sido la descendencia de la primera pareja. De todas las variedades halladas entre los hombres, algunos negros, otros de color cobrizo como también blancos, las investigaciones de la ciencia moderna llevan a la conclusión, todas completamente acordes con la historia sagrada, de que todos son de una especie y de una familia (Hechos 17:26 Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación).

¡Qué poder en la palabra de Dios! “El dijo, y fué hecho; él mandó, y existió.” “¡Cuán muchas son tus obras, oh Jehová! Hiciste todas ellas con sabiduría”. Admiramos aquella sabiduría, no sólo en el progreso regulado de la creación sino en su perfecta adaptación al fin. Se representa a Dios como haciendo una pausa a cada etapa para contemplar su obra. No es maravilla que la contemplara con complacencia. Cada objeto estaba en su lugar correcto, cada proceso vegetal progresaba según su estación, todo animal estaba en su estructura e instinto ajustado a su modo de vida, y a su uso en la economía del mundo. Vio todas las cosas que había hecho, respondiendo al plan que su eterna sabiduría había concebido.  


“HE AQUÍ QUE ERA BUENO EN GRAN MANERA”.

GÉNESIS 1; 20-25


Génesis 1:20  Dijo Dios: Produzcan las aguas seres vivientes, y aves que vuelen sobre la tierra, en la abierta expansión de los cielos.
 21  Y creó Dios los grandes monstruos marinos, y todo ser viviente que se mueve, que las aguas produjeron según su género, y toda ave alada según su especie. Y vio Dios que era bueno.
 22  Y Dios los bendijo, diciendo: Fructificad y multiplicaos, y llenad las aguas en los mares, y multiplíquense las aves en la tierra.
 23  Y fue la tarde y la mañana el día quinto.
 24  Luego dijo Dios: Produzca la tierra seres vivientes según su género, bestias y serpientes y animales de la tierra según su especie. Y fue así.
 25  E hizo Dios animales de la tierra según su género, y ganado según su género, y todo animal que se arrastra sobre la tierra según su especie. Y vio Dios que era bueno.


  En este día hubo más progreso por la creación de animales terrestres, todas las diferentes especies de los cuales están incluídas en tres clases, es decir, el ganado, herbívoros, capaces de trabajo y domesticación.
Animales silvestres, cuya naturaleza voraz fué entonces refrenada, y todas las diferentes formas de serpiente  toda clase de reptiles hasta los insignificantes gusanos.
Las señales de la vida animal aparecen en las aguas y en el aire.
Todos animales ovíparos, entre las criaturas de aletas y las de pluma, notables por su rápida y aun prodigiosa multiplicación, todo animal que vuela. La palabra traducida “ballenas”, incluye también los cocodrilos, tiburones, etc., de modo que desde los innumerables pececitos hasta los grandes monstruos del mar, desde el diminuto insecto hasta el rey de los pájaros, a las aguas y al aire repentinamente se les hizo abundar en criaturas formadas para vivir y prosperar en sus respectivos elementos. Las más extraordinarias criaturas del océano, tales como ballenas y delfines. Otra vez, las leyes de la genética que imposibilita cualquiera evolución de un género en otro; un gorrión jamás podrá producir un buitre.

Dios mandó que se hicieran los peces y las aves. Él mismo ejecutó esta orden. Los insectos, que son más numerosos que las aves y las bestias, y tan curiosos, parecen haber sido parte de la obra de este día. La sabiduría y el poder del Creador son admirables tanto en una hormiga como en un elefante.
El poder de la providencia de Dios preserva todas las cosas y la feracidad es el efecto de su bendición.

Dios vio que su obra era buena. En ocasiones, la gente se siente culpable por pasar un rato agradable o por sentirse bien por un logro. Esto no debe ser así. Así como Dios estaba complacido con su obra, podemos estar complacidos con las nuestras. Sin embargo, no podemos estar complacidos con nuestra obra si Dios no lo está también. ¿Qué estamos haciendo nosotros que hagamos feliz tanto a Dios como a nosotros mismo?


GÉNESIS 1: 10- 19


 Génesis 1:10  Y llamó Dios a lo seco Tierra, y a la reunión de las aguas llamó Mares. Y vio Dios que era bueno. 11  Después dijo Dios: Produzca la tierra hierba verde, hierba que dé semilla; árbol de fruto que dé fruto según su género, que su semilla esté en él, sobre la tierra. Y fue así.  12  Produjo, pues, la tierra hierba verde, hierba que da semilla según su naturaleza, y árbol que da fruto, cuya semilla está en él, según su género. Y vio Dios que era bueno.
  13  Y fue la tarde y la mañana el día tercero. 14  Dijo luego Dios: Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche; y sirvan de señales para las estaciones, para días y años, 15  y sean por lumbreras en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra. Y fue así.  16  E hizo Dios las dos grandes lumbreras; la lumbrera mayor para que señorease en el día, y la lumbrera menor para que señorease en la noche; hizo también las estrellas. 17  Y las puso Dios en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra,  18  y para señorear en el día y en la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y vio Dios que era bueno. 19  Y fue la tarde y la mañana el día cuarto.

 El suelo desnudo se cubrió de vegetación, y es de notarse que los árboles, las plantas y las hierbas, tres divisiones del reino vegetal, aquí mencionadas, no fueron llamados a la existencia de la misma manera que la luz y el aire; se les hizo crecer, y crecieron, así como todavía crecen de entre la tierra pero no por el lento proceso de la vegetación, sino por poder divino, sin lluvia, ni rocío ni proceso alguno de trabajo brotando y floreciendo en un solo día.

 Estando completamente purificada la atmósfera, por primera vez el sol, la luna y las estrellas fueron revelados en toda su gloria en el cielo límpido; se les describe como “en la expansión”, o firmamento, como aparecen a nuestros ojos, aunque sabemos que están a una distancia enorme de la tierra.
 Como el día se calculaba empezando a la puesta del sol, la luna sería vista primero en el horizonte, parecería “una grande lumbrera”, comparada con las pequeñas estrellas centelleantes; aunque el pálido resplandor de ella sería eclipsado por la deslumbrante brillantez del sol. Cuando su brillante orbe se levantara en la mañana y gradualmente llegara a su gloria meridiana, aparecería “la grande lumbrera” que iba a señorear en el día. Estas dos lumbreras, se dice fueron “hechas” en el cuarto día, no creadas, pues aquí se usa una palabra diferente, sino constituidas, destinadas al importante y necesario oficio de servir como lumbreras al mundo, y de regular por sus movimientos y su influencia el progreso y las divisiones del tiempo.
El cuarto día de trabajo da cuenta de la creación del sol, la luna y las estrellas. Todo es obra de Dios. Se habla de las estrellas tal como aparecen antes nuestros ojos, sin decir su cantidad, naturaleza, lugar, tamaño o movimientos; las Escrituras no fueron hechas para satisfacer la curiosidad ni para hacernos astrónomos, sino para conducirnos a Dios y hacernos santos. Las luces del cielo fueron hechas para servirle a Él; lo hacen fielmente y brillan a su tiempo sin faltar. Nosotros estamos como luces en este mundo para servir a Dios; pero, ¿respondemos en manera similar a la finalidad para la que fuimos creados? No, nuestra luz no resplandece ante Dios como sus luces brillan ante nosotros. Hacemos uso de la creación de nuestro Amo, pero nos importa poco la obra de nuestro Amo.