Mar 14:10 Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los principales sacerdotes para entregárselo.
Mar 14:11 Ellos, al oírlo, se
alegraron, y prometieron darle dinero. Y Judas buscaba oportunidad para
entregarle.
Marcos coloca
con un arte consumado la unción en Betania al lado de la traición de Judas: el
detalle de un amor generoso, y el de una traición terrible.
Siempre nos produce un escalofrío en el corazón el
pensar en Judas. Dante le colocó en el más profundo de todos los infiernos, un
infierno de frío y de hielo, un infierno diseñado para los que no fueron
pecadores ardientes, arrebatados por pasiones aisladas, sino ofensores fríos,
calculadores, deliberados, contra el amor de Dios. Debemos, ante todo, ver en
este pasaje, a que extremos puede llegar una persona en falsas profesiones de
religión.
Es imposible concebir una prueba más perentoria de
esta penosa verdad que la historia de Judas Iscariote. Si hubo alguna vez un
hombre que más parecía discípulo
verdadero de Cristo, y estar seguro de alcanzar el cielo, ese hombre fue Judas.
Fue escogido por el mismo Señor Jesús para el apostolado; gozó del privilegio de acompañar al Mesías, y de ser
testigo de sus obras portentosas, durante su, ministerio terrenal. Estuvo asociado
con Pedro, Santiago y Juan, y fue
enviado a predicar el reino de Dios, y a hacer milagros en nombre de
Cristo. Era mirado por todos los once apóstoles como uno de ellos, y tanto se
asemejaba en su conducta a sus
compañeros los otros discípulos, que no sospecharon que fuera traidor. Y
resulta, al fin, que este hombre es un hijo del diablo, se desvía por completo de la fe, ayuda a los enemigos
mortales, de nuestro Señor, y deja el mundo con una reputación más mala que la
de ningún hombre desde los días de Caín.
Jamás se vio tal caída, tal apostasía, fin tan miserable de comienzos que tanto
prometían, un eclipse tan total de un alma!
¿Cómo podremos explicarnos esta conducta de Judas
que tanto nos asombra? No hay más que una explicación. "El amor del dinero"
fue la causa de la pérdida de este
desgraciado. La misma codicia rastrera que esclavizó el corazón de Balaam, y
cubrió de lepra a Gehazí, perdió el alma del Iscariote. No hay otra explicación de su conducta que satisfaga
a vista de los hechos que establecen las Escrituras. Su acción fue hija de su
codicia infame sin circunstancias
ningunas atenuantes. El Espíritu Santo lo -declara " Pero dijo esto, no porque se cuidara de
los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se
echaba en ella. Juan 12.6. Y su crimen
está siempre presente ante el mundo como un comentario eterno de estas palabras solemnes, " porque raíz de todos los males es el amor
al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados
de muchos dolores.." 1 Tim. 6.10.
Aprendamos en esta historia melancólica de Judas a
"revestirnos de humildad" y a no contentarnos con nada que no sea la
gracia del Espíritu Santo morando en
nuestros corazones. Conocimientos, dones, profesiones, privilegios, ser
miembros de una congregación, facultad de predicar, de orar, de enseñar la
religión, todo,
todo es inútil, si nuestros corazones no están convertidos. Si no
nos hemos desnudado del hombre viejo, y revestido del nuevo, todo eso no es
mejor que el bronce que resuena, o el
címbalo que retiñe; nada de eso nos librará de la muerte eterna. Recordemos,
sobre todo, el consejo de nuestro Señor de
" Y les dijo:
Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la
abundancia de los bienes que posee.." Lucas
12.15. Es un pecado que devora como el cáncer, y una vez que la recibimos en
nuestros corazones, nos arrastra a la maldad.
Oremos por contentarnos con lo que poseemos. Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que
tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré. Heb. 13.5.
La posesión del oro no es lo más necesario; que las riquezas exponen a grandes
peligros las almas de los que las
poseen; así es que el verdadero cristiano debe temer más ser rico que pobre.
En segundo lugar, debemos marcar en este pasaje la
conexión intencional entre la época de la pascua judaica y la de la muerte de
nuestro Señor, No podemos dudar que no
fue por casualidad, sino por la disposición providencial de Dios, que nuestro
Señor fuera entregado en la semana de la pascua, y el mismo día en que fue muerto el cordero pascual tuvo por
objeto fijar la atención de la nación judía, en El como el verdadero Cordero de
Dios, y presentar a sus almas cual era
el verdadero objeto y propósito de su muerte. Sin duda que todos los
sacrificios se proponían indicar a los judíos en el porvenir el gran
sacrificio expiatorio que Cristo después
ofreció; pero es evidente que ninguno era una figura tan clara, ni un tipo tan
apropiado del sacrificio de nuestro Señor, como la muerte del cordero pascual. Era en especial
una ordenanza que servía de " De
manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que
fuésemos justificados por la fe.." Gal. 3.24. No había otro tipo más
significativo en toda la serie de
ceremonias judaicas, conocida institución original de la pascua.
¿No recordaba
la pascua a los judíos la salvación milagrosa de sus antepasados de la
esclavitud de la tierra de Egipto, cuando Dios hizo morir a los primogénitos? Ciertamente que sí; pero fue instituida también para servirles de tipos
de una redención y Salvación más importante, de la emancipación de las cadenas del pecado, que debía realizar
nuestro Señor Jesucristo.
¿No
recordaba la pascua a los judíos, que por el sacrificio de Un cordero inocente,
las familias de sus antepasados se vieron exentas de tener que lamentar la muerte de sus primogénitos? Sin duda que sí, pero también servía para
enseñarles una verdad más alta, que la muerte de Cristo en la cruz seria la
vida del mundo.
¿No recordaba
la pascua a los judíos que el rociar con sangre los umbrales de las puertas de
las casas de sus progenitores, los había salvado de la espada del ángel destructor? Sin duda que sí; pero tenía por objeto enseñarles también una doctrina
mucho más importante--que rociar las conciencias de los hombres con la sangre de Cristo las limpia de las
manchas del pecado, y las protege de las consecuencias de la ira venidera.
¿No recordaba
la pascua a los Judíos que ninguno de sus antepasados hubiera escapado de la
venganza del ángel destructor, aquella noche en que mató a los primogénitos, si no hubiera comido del
cordero que mataron? Indudablemente que
es así; pero con ello se les quiso dar también una lección mucho más profunda-- que todos los que quieran
aprovecharse del sacrificio expiatorio de Cristo, tienen realmente que
alimentarse de El por medio de la le, y recibirlo en sus corazones.
Evoquemos estos recuerdos, y pesemos bien su valor.
Entonces es que descubriremos lo apropiado y bello del tiempo que Dios señaló
para la muerte en la cruz de nuestro
Señor Jesucristo. Aconteció precisamente
en los momentos en que el espíritu de todos los israelitas estaba fijo en los
recuerdos de su salida de la esclavitud
de Egipto, y en los acontecimientos de aquella noche llena de portentos en que
se verificó. El cordero muerto y comido por todos los miembros de la familia, el ángel destructor, la
seguridad dentro de las puertas marcadas con la sangre esparcida, eran circunstancias
que se habían recordado, comentado y
considerado en el seno de todas las familias judías, esa misma semana en que
nuestro bendito Señor sufrió la muerte. Muy extraño hubiera sido que muerte tan notable como la suya no hubiera hecho
pensar a muchos ni hubiera abierto muchos ojos. Hasta que punto así sucedió no
lo sabremos hasta el día del juicio.
Adoptemos como una regla invariable el sistema de
estudiar los tipos y las ordenanzas de la Ley Mosaica con atención y con
súplicas a Dios, siempre que leamos la
Biblia, pues están llenos de Cristo. El altar, el macho cabrío del sacrificio,
el holocausto diario, la fiesta de la expiación, son otros tantos postes miliarios que nos dirigen al gran sacrificio
que nuestro Señor ofreció en el Calvario. Los
que no se cuidan de estudiar las ordenanzas judaicas, por considerarlas oscuras, monótonas y de poco
interés, prueban con ello su ignorancia, y pierden grandes ventajas. Los que
las examinan considerando a Cristo como
la clave de su significación, las encontrarán llenas de la luz evangélica y de
verdades consoladoras.