} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 06/01/2021 - 07/01/2021

miércoles, 30 de junio de 2021

EL AMOR DE DIOS.-2ªparte-


Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. (Juan 3:16).

 

       

             En este pasaje se nos enseña, el plan particular según el cual Dios, en su amor, ha provisto la salvación para  los pecadores.   Jn 3;14  Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, Con la expresión "sea levantado" nuestro Señor quiso denotar, ni más ni menos, su muerte en la cruz. Él nos hizo saber  que esa muerte había sido ordenada de Dios para que fuese "la vida del mundo," Juan 6.51; y que había sido decretada  desde toda la eternidad para que sirviese de expiación y propiciación por el pecado. La serpiente de bronce levantada en el  campo de Israel puso los medios de curación y de salud al alcance de todos los que habían sido mordidos por las  serpientes. De la misma manera, Cristo crucificado puso la vida eterna al alcance de la humanidad perdida. Jesucristo ha  sido elevado en la cruz, y el que lo mirare al través de la fe será salvo.

La Biblia enseña que los pecadores pueden perder su derecho de nacimiento y ponerse fuera del alcance de la misericordia por abusar del amor de Dios.  Las circunstancias son tales que crean el mayor peligro de tal abuso y, por lo tanto, Él debe hacer saber a los pecadores que no pueden abusar de Su amor y que no pueden hacerlo impunemente.

 

Según el Evangelio, los pecadores se encuentran en circunstancias de la mayor responsabilidad posible. Corren el mayor peligro de pisotear bajo sus pies al mismísimo Hijo de Dios. Venid, dicen, matémosle y la herencia será nuestra. Cuando Dios envía, por último, a su propio Hijo amado, ¿qué hacen? ¡Agregue a todos sus otros pecados y rebeliones el mayor insulto a este glorioso Hijo! Supongamos que se hiciera algo análogo a esto bajo un gobierno humano. Se produce un caso de rebelión en algunas provincias. El rey envía a su propio hijo, no con un ejército, para acabar con ellos rápidamente en su rebelión, pero todo con suavidad, mansedumbre, paciencia, va entre ellos, explicando las leyes del reino y exhortándolos a la obediencia. ¿Qué hacen en el caso? ¡Con un consentimiento, se combinan para apresarlo y matarlo!

Pero muchos niegan la aplicación;de esto y preguntan: ¿Quién asesinó al Hijo de Dios? ¿No eran judíos? Sí, y ustedes, pecadores, ¿no han tenido parte en este asesinato? ¿No ha demostrado su trato a Jesucristo que simpatiza plenamente con los judíos antiguos en su asesinato del Hijo de Dios? Si hubieras estado allí, ¿alguien habría gritado más fuerte que tú: Fuera, crucificarlo, crucificarlo? ¿No has dicho siempre: Apártate de nosotros, porque no deseamos el conocimiento de tus caminos?

Se dijo de Cristo que, aunque rico, se hizo pobre para que nosotros por su pobreza pudiéramos ser ricos. ¡Cuán asombrosamente cierto es esto! Nuestra redención le costó a Cristo su vida; lo encontró rico, pero lo hizo pobre; nos encontró infinitamente pobres, pero nos hizo ricos hasta en todas las riquezas del cielo. Pero nadie puede participar de estas riquezas hasta que cada uno las acepte de la manera legítima. Deben recibirse en los términos propuestos, o la oferta pasará por completo, y quedará más pobre incluso que si nunca se hubieran puesto tales tesoros a sus pies.

Muchas personas parecen malinterpretar completamente esta frase. Parece que no creen lo que Dios dice, pero siguen diciendo: Si, si, si hubiera alguna salvación para mí, si solo hubiera una expiación provista para el perdón de mis pecados. Esta fue una de las últimas cosas que se aclaró en mi mente antes de que comprometiera completamente mi alma a confiar en Dios. Había estado estudiando la expiación; Vi sus orientaciones filosóficas, vi lo que exigía del pecador; pero me irritó, y dije: Si me hiciera cristiano, ¿cómo podría saber lo que Dios haría conmigo? Bajo esta irritación, dije cosas necias y amargas contra Cristo, hasta que mi propia alma se horrorizó por su propia maldad, y dije: Voy a inventar todo esto con Cristo si es posible. De esta manera, muchos avanzan sobre los estímulos del Evangelio como si fuera sólo una casualidad, un experimento. Avanzan con mucho cuidado, con miedo y temblor, como si hubiera la mayor duda de si podría haber alguna misericordia para ellos. Iba de camino a mi oficina, cuando me vino a la mente la pregunta: ¿Qué estás esperando? No necesitas levantarte tanto. Ya está todo hecho. Sólo tiene que dar su consentimiento a la proposición, entregar su corazón de inmediato a ella, esto es todo.

Todos los cristianos y los pecadores deben comprender que todo el plan está completo, que todo Cristo, su carácter, su obra, su muerte expiatoria y su intercesión eterna, pertenece a todos y cada uno de los hombres, y solo necesita ser aceptado.  Hay un océano lleno de eso. Ahí está. Es como si estuvieras en la orilla de un océano de agua dulce y pura, hambriento de sed; eres bienvenido a beber, y no debes temer que agotar ese océano, o matar de hambre a alguien más bebiendo tú mismo. No es necesario que sienta que no ha sido liberado para ese océano de aguas; estás invitado y presionado a beber, ¡sí, a beber en abundancia! Este océano satisface todas tus necesidades. No necesitas tener en ti los atributos de Jesucristo, porque Sus atributos se vuelven prácticamente tuyos para todo uso posible. Como dice la Escritura: Él es de Dios hecho para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención. ¿Que necesitas? ¿Sabiduría? Aquí lo tienes. ¿Justicia? Aquí lo tienes. ¿Santificación? Aquí lo tienes. Todo está en Cristo. ¿Puedes pensar en algo necesario para tu pureza moral o tu utilidad que no esté aquí en Cristo? Nada, todo se proporciona aquí.  Las puertas están siempre abiertas. De modo que la puerta de la salvación está siempre abierta, bien cerrada, y nadie puede cerrarla, ni el Papa, ni siquiera el diablo, ni ningún ángel del cielo o del infierno. Allí está, todo girado hacia atrás y el pasaje abierto de par en par para que todos los pecadores de nuestra raza entren si quieren.

Una vez más, el pecado es lo más caro del universo. ¿Sabes bien, oh pecador, el precio que se ha pagado por ti para que puedas ser redimido y hecho heredero de Dios y del cielo? ¡Oh, qué negocio tan caro para ti permitirte el pecado!

 Dios aborrece sus pecados, es cierto; pero ama sus almas. "Sus misericordias sobre todas sus obras." Salmo 145.9 Cuidemos de que nuestras ideas acerca del amor de Dios sean bien definidas y se apoyen en las Sagradas Escrituras. En  este particular se yerra por dos extremos. Por una parte debemos guardarnos de opiniones vagas y exageradas. Dios  aborrece la maldad, y la ruina eterna sobrevendrá a los que persisten en ella. No es cierto que Dios amara de tal manera al  mundo, que, al cabo, toda la humanidad obtendrá la salvación, sino que lo amó de tal manera que dio a su Hijo para que  fuera Salvador de los que creyesen. El ofrece su amor de una manera completa y sin reserva, pero solo por medio de la  redención de Cristo. Por otra parte, debemos guardarnos de opiniones mezquinas y menguadas: Dios ama a todo el género  humano, y fue a causa de ese amor de Cristo vino al mundo. Dios no se complace en la condenación del malvado. Dios no  quiere que nadie perezca. Dios tiene voluntad de que todos se salven. Dios ama al mundo. (Tito 3.4Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres) (1 Juan 4.10 En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.);  (2 Pedro 3.9 El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.); (1 Tim. 2.4 el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad).

La verdad de que nos hemos venido ocupando es la piedra fundamental de la religión cristiana. La muerte de Jesús es la  vida del cristiano. La cruz es la insignia que le da a éste entrada en el cielo. Es cierto que somos pecadores; pero Jesucristo  murió por nosotros. Es cierto que merecemos la muerte, pero Cristo murió por nosotros. Es cierto que somos deudores  culpables; pero Jesucristo, con su propia sangre, ha pagado todas nuestras deudas. He aquí la buena nueva. He aquí el  verdadero Evangelio.

Se nos enseña, de qué modo recibimos los beneficios resultantes de la muerte de Cristo. Ese modo consiste  simplemente en tener fe y confianza en Jesús. Por tres veces repitió nuestro Señor a Nicodemo esta verdad gloriosa. Dos  veces dijo que aquel que creyera no se perdería; y una vez que el que creyera en el Hijo del hombre no sería condenado.

Guardémonos de creer que la fe que justifica es otra cosa que la confianza que el pecador siente en el Salvador. El hombre  justo es siempre, sin duda, recto y piadoso; pero lo que lo hace partícipe de la expiación de Cristo no es su vida sino su fe.

Si deseamos saber si nuestra fe es verdadera, bueno será que examinemos como vivimos. Pero si queremos saber si hemos  sido justificados, solo tenemos que hacernos una pregunta. Esa pregunta es: "¿Creemos?.

En este pasaje se nos enseña, cuál es la verdadera causa de la pérdida de las almas. "Esta es la condenación,"  dijo nuestro Señor, "que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz; porque sus obras eran  malas.

 La doctrina que entrañan estas palabras debe ser examinada cuidadosamente, puesto que con enunciarla queda contestado  uno de los argumentos que con más frecuencia hacen los enemigos de la verdad divina. Dios no ha decretado reprobación  ninguna, en virtud de la cual algunos hombres de pierdan. "Porque no envió Dios a su Hijo al mundo, para que condene al  mundo; sino para que el mundo sea salvo por él." Dios ha enviado luz al mundo, y si el hombre no viniera a esa luz, la  culpa es de éste exclusivamente. La miseria eterna que tendrá que sufrir será el resultado de su propia elección. Dios lo  amaba y quería salvarlo; pero él prefirió la oscuridad y, por lo tanto, la oscuridad eterna será su herencia. Rehusó acudir a  Cristo, y por lo tanto, no pudo tener vida. Juan 5.40 “y no queréis venir a mí para que tengáis vida.”

No descansemos hasta que no reconozcamos a Cristo como a nuestro Salvador. Encaminémonos hacia él sin tardanza para  obtener el perdón y la paz, si es que antes no hemos acudido, y continuemos creyendo en él si es que ya creemos. "Todo  aquel que en él creyere no se pierde más tiene vida eterna..

lunes, 28 de junio de 2021

EL AMOR DE DIOS.-1ªparte-

 

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. (Juan 3:16).


        En este versículo se nos demuestra cual es la fuente originaria de donde mana la salvación del  hombre.

Lutero llamó a este versículo, y con razón, "la Biblia en miniatura." De todas las preciosas palabras que contiene, las siete  primeras ("De tal manera amó Dios al mundo") son quizá las más importantes. El amor de que tratan en esa soberana  piedad y compasión con que él mira no solo al pequeño rebaño que se ha de salvar sino a toda la humanidad, a todos los  pecadores sin excepción alguna. El siente hacia todos los hombres que ha creado una piedad y una compasión profundas. Aborrece sus pecados, es cierto; pero ama sus almas.

El PECADO es la cosa más cara del universo. Nada más puede costar tanto. Perdonado o no perdonado, su costo es infinitamente grande. Perdonado, el costo recae principalmente en el gran sustituto expiatorio; sin perdón, debe caer sobre la cabeza del pecador culpable.

El pecado es la violación de una ley infinitamente importante, una ley diseñada y adaptada para asegurar el mayor bien del universo. La obediencia a esta ley es naturalmente esencial para el bien de las criaturas. Sin obediencia no puede haber bienaventuranza ni siquiera en el cielo.

Como el pecado es una violación de una de las leyes más importantes, no se puede tratar a la ligera. Ningún gobierno puede darse el lujo de tratar la desobediencia como una bagatela, ya que todo —el bienestar total del gobierno y de todos los gobernados— depende de la obediencia. Justo en proporción al valor de los intereses en juego está la necesidad de proteger la ley y castigar la desobediencia.

La ley de Dios no debe ser deshonrada por nada de lo que Él haga. Ha sido deshonrado por la desobediencia del hombre; de ahí la mayor necesidad de que Dios esté a su lado, para recuperar su honor. La mayor deshonra se hace a la ley al repudiarla, desobedecerla y despreciarla. Todo esto lo ha hecho el hombre pecador. Por tanto, siendo esta ley no sólo buena, sino intrínsecamente necesaria para la felicidad de los gobernados, se vuelve de todas las cosas más necesario que el legislador reivindique su ley. Debe hacerlo por todos los medios.

Por lo tanto, el pecado ha involucrado al gobierno de Dios en un gasto enorme. O la ley debe ejecutarse a expensas del bienestar de toda la raza, o Dios debe someterse a sufrir los peores resultados de la falta de respeto a su ley, resultados que de alguna forma deben implicar un gran gasto.

Tomemos, por ejemplo, cualquier gobierno humano. Supongamos que las leyes justas y necesarias que impone son repudiadas y deshonradas. En tal caso, la ley violada debe ser respetada mediante la ejecución de su pena, o algo más no menos costoso, y probablemente mucho más, debe ser soportado. La transgresión debe costar la felicidad, en alguna parte y en gran cantidad.

En el caso del gobierno de Dios, se ha considerado aconsejable proporcionar un sustituto, uno que responda al propósito de salvar al pecador y, sin embargo, de honrar la ley.  ¿Cómo se cumplirá el costo?

La Biblia nos informa cómo se decidió de hecho la cuestión. ¿Por reclutamiento voluntario, debo llamarlo, o donación? Llámelo como podamos, fue una ofrenda voluntaria. ¿Quién dirigirá la suscripción? ¿Quién empezará donde se va a recaudar tanto? ¿Quién hará el primer sacrificio? ¿Quién dará el primer paso en un proyecto tan vasto? La Biblia nos informa. Comenzó con el Padre Infinito. Hizo la primera gran donación. Él dio a su Hijo unigénito, esto para empezar, y habiéndolo dado a Él primero, da gratuitamente todo lo demás que las exigencias del caso puedan requerir.

Primero, dio a su Hijo para hacer la expiación debida a la ley; luego dio y envió su Espíritu Santo para que se hiciera cargo de esta obra. El Hijo por su parte consintió en presentarse como representante de los pecadores, para poder honrar la ley, sufriendo en su lugar. Él derramó Su sangre, hizo toda una vida de sufrimiento una donación gratuita en el altar, no impidió que Su rostro fuera escupido, ni Su espalda llena de azotes, no se encogió de la mayor contusión que los hombres malvados pudieran amontonar sobre Él. De modo que el Espíritu Santo también se dedica incesantemente a la mayoría de los esfuerzos de abnegación para lograr el gran objetivo.

Hubiera sido un método muy corto de haber entregado su mano sobre los malvados de nuestra raza, y la enviara toda abajo rápida al infierno, como una vez lo hizo él cuando ciertos ángeles "no guardaron su primer estado." La rebelión estalló en el cielo. Dios no lo soportó por mucho tiempo, alrededor de su sublime trono. Pero en el caso del hombre, Él cambió de rumbo: no los envió todos al infierno, sino que ideó un vasto esquema de medidas, que incluían abnegaciones y sacrificios más asombrosos, para hacer que las almas de los hombres regresaran a la obediencia y al cielo.

¿Para quién se hizo esta gran donación? "Tanto amó Dios al mundo", es decir, toda la raza de los hombres. Por el  “ mundo "en este sentido no se puede significar una parte en particular solamente, sino toda la raza. No solo la Biblia, sino la naturaleza del caso muestran que la expiación debe haber sido hecha por todo el mundo. No había sido hecho para toda la raza, ningún hombre de la raza podría saber jamás que fue hecho para sí mismo, y por lo tanto, ningún hombre podría creer en Cristo en el sentido de recibir por fe las bendiciones de la expiación. Incertidumbre en cuanto a las personas incluidas en las limitadas disposiciones que ahora suponemos. Para hacerse, toda la donación debe fallar por la imposibilidad de la fe racional para su recepción. Supongamos que un hombre rico hace un testamento que lega cierta propiedad a ciertas personas desconocidas, descritas solo por el nombre de "los elegidos" .término, y todos están de acuerdo en que aunque el hacedor del testamento tenía a los individuos definitivamente en su mente, no dejó ninguna descripción de ellos, que ni las personas mismas, los tribunales ni ningún mortal vivo puedan entender. Ahora bien, tal voluntad es necesariamente nula y sin valor. Ningún hombre vivo   puede reclamar bajo tal testamento, y ninguno mejor, aunque estos elegidos fueron descritos como residentes del mundo. Dado que no abarca a todos los residentes del mundo y no define cuál de ellos, todo está perdido. Todos tienen un derecho igual y ninguno un derecho definido, ninguno puede heredar. Si la expiación se hiciera de esta manera, ningún hombre vivo tendría ninguna 'razón válida para creerse uno de los elegidos, antes de recibir el Evangelio'. Por lo tanto, no tendría autoridad para creer y recibir sus bendiciones por fe.  

 Sin embargo, como es el caso, el mismo hecho de que un hombre pertenezca a la raza de Adán, el hecho de que sea humano, nacido de mujer, es suficiente. Lo lleva a la palidez. Él es uno del mundo por quien Dios dio a su Hijo, para que todo aquel que cree en él, no se pierda, mas tenga vida eterna.

El motivo subjetivo en la mente de Dios para este gran regalo fue el amor y el amor al mundo. Dios amó tanto al mundo que dio a su Hijo para que muriera por él. Dios también amó al universo, pero este regalo de Su Hijo surgió del amor a nuestro mundo. Es cierto que en este gran acto se esforzó por satisfacer los intereses del universo. Tuvo cuidado de no hacer nada que pudiera en lo más mínimo defraudar el carácter sagrado de su ley. Con sumo cuidado, intentó protegerse contra malentendidos en cuanto a su consideración por su ley y por los elevados intereses de la obediencia y la felicidad en su universo moral. Quería de una vez por todas evitar el peligro de que cualquier agente moral se sintiera tentado a subestimar la ley moral.

Aún más, no fue solo por amor a las almas, sino por respeto al espíritu de la ley de Su propia razón eterna, que entregó a Su Hijo para morir. En esto se originó el propósito de renunciar a Su Hijo. La ley de Su propia razón debe ser honrada y sagrada. Puede que no haga nada. inconsistente con su espíritu. Debe hacer todo lo posible para prevenir la comisión del pecado y asegurar la confianza y el amor de sus súbditos. Tan sagrados tenía estos grandes objetos que bautizaría a su Hijo en su propia sangre, antes de poner en peligro el bien del universo. Sin lugar a dudas, fue el amor y la consideración por el bien supremo del universo lo que lo llevó a sacrificar a su propio Hijo amado.

Consideremos ahora con atención la naturaleza de este amor. El texto hace especial hincapié en este Dios tan amado — Su amor era de tal naturaleza, tan maravilloso y tan peculiar en su carácter, que lo llevó a entregar a Su único Hijo para morir. Evidentemente, esta expresión implica más que simplemente su grandeza. Es de lo más peculiar en su carácter. A menos que entendamos esto, correremos el peligro de caer en el extraño error de los universalistas, que siempre están hablando del amor de Dios por los pecadores, pero cuyas nociones de la naturaleza de este amor nunca conducen al arrepentimiento ni a la santidad. Parece que piensan en este amor simplemente como una buena naturaleza, y conciben a Dios solo como un ser de muy buen carácter, al que nadie debe temer. Tales nociones no tienen la menor influencia hacia la santidad, sino todo lo contrario. Solo cuando llegamos a comprender qué es este amor en su naturaleza, sentimos su poder moral que promueve la santidad.

Cabe preguntarse razonablemente: Si Dios amó tanto al mundo con un amor caracterizado por la grandeza, y sólo por la grandeza, ¿por qué no salvó a todo el mundo sin sacrificar a Su Hijo? Esta pregunta es suficiente para mostrarnos que hay un significado profundo en esta palabra, y debería ponernos en un estudio cuidadoso de este significado.

 

I. Este amor en su naturaleza no es complacencia, un deleite en el carácter de la raza. No podía ser así, porque no había nada amable en su carácter. Que Dios haya amado complacientemente a una raza así habría sido infinitamente vergonzoso para Él mismo.

2. No fue una mera emoción o sentimiento. No fue un impulso ciego, aunque muchos parecen suponer que lo fue. A menudo parece suponerse que Dios actuó como lo hacen los hombres cuando se dejan llevar por una fuerte emoción. Pero no puede haber ninguna virtud en esto. Un hombre podría dar todo lo que vale bajo un impulso de sentimiento tan ciego, y no ser más virtuoso. Pero al decir esto no excluimos toda emoción del amor a la benevolencia, ni del amor de Dios por un mundo perdido. Tenía emoción, pero no solo emoción .De hecho, la Biblia nos enseña en todas partes que el amor de Dios por el hombre, perdido en sus pecados, era paterno —el amor de un padre por su descendencia—, en este caso, por una descendencia rebelde, perversa y pródiga. En este amor, por supuesto, debe mezclarse la más profunda compasión.

3. Por parte de Cristo, considerado como. Mediador, este amor fue fraterno. "No se avergüenza de llamarlos hermanos". En un punto de vista, actúa por los hermanos y, en otro, por los niños. El Padre lo entregó por esta obra y, por supuesto, se compadece del amor propio de sus relaciones.

4. Este amor debe ser completamente desinteresado, porque Él no tenía nada que esperar o temer, ningún beneficio que sacar de Sus hijos si fueran salvos. En efecto, es imposible concebir a Dios como egoísta, ya que su amor abarca a todas las criaturas y todos los intereses según su valor real. Sin duda, Él se deleitó en salvar a nuestra raza, ¿por qué no debería hacerlo? Es una gran salvación en todos los sentidos, y en gran medida aumenta la dicha del cielo; afectará grandemente la gloria y la bienaventuranza del Dios Infinito. Él se respetará eternamente por amor tan desinteresado. El también sabe que todas sus santas criaturas lo respetarán eternamente por esta obra y por el amor que la engendró. Pero que también se diga, Él sabía que no lo respetarían por esta gran obra a menos que vieran que lo hizo por el bien de los pecadores.

5. Este amor era celoso, no ese estado de ánimo frío que algunos suponen, no una abstracción, sino un amor profundo, celoso, ferviente, ardiendo en su alma como un fuego que nada puede apagar.

6. El sacrificio fue de lo más abnegado. ¿No le costó nada al Padre entregar a Su propio Hijo amado para sufrir y morir así? Si esto no es abnegación, ¿qué puede ser? Por lo tanto, entregar a Su Hijo a tanto sufrimiento, ¿no es esta la abnegación más noble? El universo nunca podría tener la idea de una gran abnegación si no fuera por tal ejemplificación.

7. Este amor era particular porque era universal; y también universal porque era particular. Dios amó a cada pecador en particular y, por lo tanto, amó a todos. Porque amaba a todos imparcialmente, sin respeto por las personas, por lo tanto amaba a cada uno en particular.

8. Este fue un amor muy paciente. Qué raro es encontrar a un padre que ama tanto a su hijo que nunca se impacienta. Permítanme ir y preguntarles, ¿cuántos de ustedes, padres, pueden decir que aman tan bien a todos sus hijos, y con tanto amor, y con un amor que los controla tan sabiamente, que nunca se han sentido impacientes con ninguno de ellos? que puedas tomarlos en tus brazos bajo las mayores provocaciones y amarlos dowtiyamarlos fuera de sus pecados, amarlos en arrepentimiento y en un espíritu filial? ¿De cuál de tus hijos puedes decir: Gracias a Dios, nunca me preocupé por ese niño, del cual, si te encontraras con él en el cielo, podrías decir que nunca causé que ese niño se inquietara? A menudo he escuchado a los padres decir: Amo a mis hijos, pero ¡cómo me falla la paciencia! Y, después de que los amados hayan muerto, es posible que escuches sus amargos gemidos: ¡Oh, alma mía, cómo pude haber causado a mi hijo tanto tropiezo y tanto pecado!

Pero Dios nunca se inquieta, nunca se impacienta. Su amor es tan profundo y tan grande que siempre es paciente.

A veces, cuando los padres tienen hijos desafortunados, pobres objetos de compasión, pueden soportar cualquier cosa de ellos; pero cuando son muy malvados, parecen sentir que son bastante excusables por su impaciencia. En el caso de Dios, estos no son niños desafortunados, sino intensamente malvados, inteligentemente malvados. Pero, oh, Su asombrosa paciencia, tan puesta en su bien, tan deseoso de su más alto bienestar, que sin importar cómo abusen de Él, Él se propone bendecirlos todavía, llorarlos y derretirlos en arrepentimiento y amor, por la muerte. de su Hijo en su lugar!

9. Este es un amor celoso, no en el mal sentido, sino en el buen sentido, en el sentido de ser extremadamente cuidadoso para que no ocurra algo que lastime a sus seres queridos. Así como marido y mujer que se aman de verdad están celosos con celos siempre despiertos por el bienestar del otro, buscando siempre hacer todo lo posible para promover los verdaderos intereses del otro.

 

Esta donación ya está hecha, hecha de buena fe, no solo prometida, sino realmente hecha. La promesa, dada mucho antes, se ha cumplido. El Hijo ha venido, ha muerto, ha hecho el rescate y vive para ofrecerlo: una salvación preparada para todos los que la abrazarán.

El Hijo de Dios murió no para apaciguar la venganza, como algunos parecen entenderlo, sino bajo las exigencias de la ley. La ley había sido deshonrada por su violación. Por tanto, Cristo se comprometió a honrarlo renunciando a sus exigencias su vida sufriente y su muerte expiatoria. No fue para apaciguar un espíritu vengativo en Dios, sino para asegurar el mayor bien del universo en una dispensación de misericordia.

Dado que esta expiación se ha realizado, todos los hombres de la raza tienen derecho a ella. Está abierto a todos los que lo acepten. Aunque Jesús todavía sigue siendo el Hijo del Padre, por derecho de gracia Pertenece en un sentido importante a la raza: a todos; para que todo pecador tenga interés en Su sangre si tan sólo se presenta humildemente y la reclama. Dios envió a su Hijo para que fuera el Salvador del mundo, de quien crea y aceptara esta gran salvación.

Dios da su Espíritu para aplicar esta salvación a los hombres. Viene a la puerta de cada hombre y toca, para ganar la entrada, si puede, y mostrar a cada pecador que ahora puede tener la salvación. ¡Oh, qué labor de amor es esta!

Esta salvación debe ser recibida, si es que se recibe, por fe. Ésta es la única forma posible. El gobierno de Dios sobre los pecadores es moral, no físico, porque el pecador es él mismo un agente moral y no físico. Por lo tanto, Dios no puede influir en nosotros de ninguna manera a menos que le demos nuestra confianza. Él nunca podrá salvarnos simplemente llevándonos a algún lugar llamado cielo, como si el cambio de lugar cambiara el corazón voluntario. Por lo tanto, no puede haber forma posible de ser salvo por la simple fe.

Ahora no se equivoque y suponga que abrazar el Evangelio es simplemente creer estos hechos históricos sin recibir verdaderamente a Cristo como su Salvador. Si este hubiera sido el plan, entonces Cristo sólo tendría que bajar y morir; luego regresa al cielo y espera en silencio para ver quién creería los hechos. ¡Pero qué diferente es el caso real! Ahora Cristo desciende para llenar el alma con su propia vida y amor. Los pecadores arrepentidos escuchan y creen la verdad acerca de Jesús, y luego reciben a Cristo en el alma para vivir y reinar allí supremo y para siempre. En este punto, muchos se equivocan diciendo: Si creo que los hechos son asuntos históricos, es suficiente. ¡No! ¡No! Esto no es todo de ninguna manera. "Con el corazón el hombre cree para justicia ". La expiación fue hecha para proporcionar el camino para que Jesús pudiera descender a los corazones humanos y atraerlos a la unión y la simpatía consigo mismo, para que Dios pudiera bajar los brazos de Su amor y abrazar a los pecadores que la ley y el gobierno no deben ser deshonrados por tales muestras de amistad mostradas por Dios hacia los pecadores, pero la expiación de ninguna manera salvará a los pecadores solo en la medida en que prepara el camino para que lleguen a simpatizar y tener comunión de corazón con Dios.

Ahora Jesús llega a la puerta de cada pecador y llama. ¡Escuchar con atención! ¿Qué es eso? ¿Qué es eso? ¿Por qué este golpe? ¿Por qué no se fue y se quedó en el cielo si ese fuera el sistema, hasta que los hombres simplemente creyeran los hechos históricos y fueran bautizados, como algunos suponen, para la salvación? Pero ahora, mira cómo desciende, le dice al pecador lo que ha hecho, le revela todo su amor, le dice lo santo y sagrado que es, tan sagrado que no puede actuar sin hacer referencia a la santidad y la pureza de su gobierno. De esta manera, imprimiendo en el corazón las ideas más profundas y ampliadas de su santidad y pureza, refuerza la necesidad de un profundo arrepentimiento y el deber sagrado de renunciar a todo pecado.

PERDONA Y ORA CON FE (2 parte)

 

 

Mar 11:20  Y pasando por la mañana, vieron que la higuera se había secado desde las raíces.

Mar 11:21  Entonces Pedro, acordándose, le dijo: Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado.

Mar 11:22  Respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios.

Mar 11:23  Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho.

Mar 11:24  Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.

Mar 11:25  Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas.

Mar 11:26  Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas.

  

                  Pedro usó la palabra maldijiste ante la higuera; es importante darnos cuenta de que en la Biblia “bendición” y “maldición” no tienen el mismo significado que tienen hoy. Son los juicios solemnes de Dios, sus pronunciamientos ante los resultados de agradarle o desagradarle; él no actúa sin razón. La Biblia no sabe nada de maldiciones mágicas y no debemos temerlas, ya que no pueden hacer daño al cristiano. De igual manera, las bendiciones no son algo que otros nos pueden dar mágicamente; nos vendrán, si permanecemos en Cristo (Juan 15:4).

Jesús y sus discípulos, con toda probabilidad, pasaron la noche en su casa “segura” de Betania durante la época que estuvieron en Jerusalén. Por eso fue que Pedro señaló a la higuera marchita al volver hacia la ciudad la siguiente mañana. Marcos no enfatiza la aplicación de esta parábola objetivamente a Israel; la estructura de este Evangelio ha sido tal que se sabe con claridad de antemano. En su lugar, nos muestra cómo Jesús usó el marchitar de la higuera como un ejemplo de los resultados de una oración con fe. Además, muestra que no podemos orar con fe por cualquier cosa que nos agrada.  

“Tengan fe en Dios”…” Es un IMPERATIVO PRESENTE ACTIVO, y un tema común en el Evangelio. Fe, confianza y afirmación en YHWH –y Su Mesías- es la única esperanza para la Humanidad caída. El sistema mundial actual y sus estructuras de poder no nos deben preocupar ni llamarla atención. ¡Dios está y ve por nosotros; y debemos observarle a Él y sólo a Él!

Este acto simbólico de juicio y rechazo afectó todo el sistema tradicional de creencias. ¡Sólo podemos imaginar cuan radical fueron las nuevas enseñanzas de Jesús y sus perspectivas para estos hombres judíos tradicionalistas del siglo I d.C.!

 En esto, Jesús estaba “pensando los pensamientos de Dios” y dispuesto a hacer la voluntad del Padre. Esa clase de oración hecha con fe siempre recibirá contestación ya que se ora porque la voluntad de Dios se realice (como oró Jesús en el Getsemaní). Sólo podremos mover las montañas que Dios quiere que se echen al mar, no las que nosotros queremos que sean removidas. “El mover montañas” era una expresión de los rabinos para describir las victorias sobre dificultades aparentemente imposibles; no debemos tomarlo literal. Si oramos de esta manera, podemos dar gracias por el resultado aun antes de verlo, ya que la respuesta es segura y dentro de la voluntad y el propósito de Dios. El tipo de oración de la que hablaba Jesús es la oración por la fecundidad del Reino de Dios. Orar que una montaña sea echada en el mar no tiene nada que ver con la voluntad de Dios, pero Jesús usó esa figura para enseñar que para Dios es posible hacer lo imposible. Dios contesta las oraciones, pero no debido a una actitud mental positiva.

 Deben reunirse otras condiciones como: (1) ser creyentes; (2) debemos libremente perdonar a otros, como Dios nos perdona; no tener nada en contra de otros; (3) no orar por motivos egoístas; (4) que sea para el bien del Reino de Dios. Para orar con eficacia tenemos que tener fe en Dios, no en el objeto de nuestra petición. Si ponemos nuestra fe en el objeto de nuestra petición, no tendremos nada cuando se nos niegue lo pedido. Tal afirmación debe equilibrarse con otras aseveraciones bíblicas sobre la oración. Es un buen  ejemplo, ya que no debemos utilizar un texto de prueba para decir: “La Biblia dice eso, esta es la regla”. La Biblia dice mucho más sobre la Biblia misma. ¡Lo peor que Dios podría pedir a la mayoría de los cristianos es contrastar sus afirmaciones! Por lo general oramos por cosas inadecuadas.

Jesús hablaba arameo, por lo cual es posible que en muchos de los textos donde aparece el griego “Pater” originalmente utilizasen el arameo ABBA. Jesús, nuestro ejemplo en la oración, oró una vez diciendo: “Y decía: Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa; mas no lo que yo quiero, sino lo que tú.” (Mar_14:36). A menudo oramos motivados por nuestros intereses y deseos. Nos gusta oír que podemos tener cualquier cosa. Pero cuando Jesús oró, lo hizo con los intereses de Dios en mente. Cuando oramos, podemos expresar nuestros deseos, pero que la voluntad de Dios esté sobre la nuestra.

El sentido es que si, mientras un hombre está orando, le viene a la mente que tal persona ha cometido una ofensa contra él, le ha hecho un daño, de lo cual tiene una justa razón para quejarse; pero en lugar de quejarse de ello ante Dios e invocarlo para que venga su causa, debe perdonarlo inmediatamente, de corazón, aunque no esté presente para reconocer su pecado y pedirle perdón; y tal persona puede esperar el perdón de Dios y una manifestación del mismo en su alma; que es una de las cosas por las que ora constantemente, ya que su caso diario lo hace necesario: no es que deba entenderse como si fuera suyo, dar a la persona que lo ha ofendido es la causa o condición de que reciba la remisión. del pecado de la mano de Dios; porque entonces no sería por la sangre de Cristo, y según las riquezas de su gracia; pero esto apunta a un temperamento y disposición mental que agradan a Dios, y describe a las personas que pueden esperar este favor de él.

Examinémonos para ver si nuestras oraciones se centran en nuestros intereses o en los de Dios.

PERDONA Y ORA CON FE

Mar 11:20  Y pasando por la mañana, vieron que la higuera se había secado desde las raíces.

Mar 11:21  Entonces Pedro, acordándose, le dijo: Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado.

Mar 11:22  Respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios.

Mar 11:23  Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho.

Mar 11:24  Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.

Mar 11:25  Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas.

Mar 11:26  Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas.

  

Aprendemos en estas palabras de nuestro Señor Jesucristo la inmensa importancia de la fe.

Es una lección que nuestro Señor nos transmite primero por medio de un dicho proverbial. La fe hace al hombre capaz de dar cima a empresas, y de superar  dificultades tan grandes y formidables, como remover una montaña, y arrojarla al mar. Trata después de grabar más profundamente en nosotros esa lección  exhortándonos a ejercitar la fe cuando oramos. "Todo lo que orando pidiereis, creed que lo recibiréis, y os vendrá." Esta promesa debe, por supuesto,  aceptarse con ciertas modificaciones razonables. Se supone que un creyente pedirá lo que no es pecaminoso, y solo lo que esté en armonía con la voluntad de  Dios. Cuando pide tales cosas, debe creer con confianza quo su plegaria será oída. Digamos usando las palabras de Santiago, "Demande con fe, no dudando  nada." Sant. 1.6.

Debe distinguirse la fe que aquí se recomienda de la que es necesaria para nuestra justificación. En lo absoluto, la verdadera fe no es más que una, y es  siempre la misma; pero en los objetos y en las operaciones de la fe, hay diversidades que es útil comprender. La fe justificante es ese acto del alma por medio  del cual nos asimilamos a Cristo, y entramos en paz con Dios. Su objeto especial es la expiación del pecado, que Jesús hizo por nosotros en la cruz. La fe de  que habla el pasaje que nos ocupa tiene una significación más general: es producto, al mismo tiempo que compañera, de la fe justificante, pero no debe  confundirse con esta. Es más bien una confianza completa y absoluta en el poder y en la sabiduría de Dios, y en su buena voluntad para con los que creen; y  son objetos especiales suyos, las promesas, la palabra, y el carácter de Dios en Cristo.

Confiar en que Dios socorrerá por su poder y por su voluntad a todo el que crea en Cristo, y tener la convicción de la verdad de todas las palabras que Dios ha  hablado, es el gran secreto del buen éxito y de la prosperidad en nuestro caminar seguros en Cristo. Es de hecho la raíz del Cristianismo que salva. "Por ella los ancianos  obtuvieron buena fama." "El que se dirige a Dios debe creer que existe y que es recompensador de los que lo buscan con diligencia." Para comprender lo que  ella vale a los ojos de Dios, deberíamos estudiar con frecuencia el capítulo undécimo de la Epístola a los Hebreos.

¿Deseamos crecer en gracia, y en el conocimiento do nuestro Señor Jesucristo? ¿Queremos hacer progresos en la fortaleza de la fe, y llegar a ser cristianos robustos, y no  permanecer como infantes en las cosas espirituales? Roguemos en nuestras oraciones diarias más fe, y vigilemos nuestra fe llenos de celo. Un pelo o un punto débil en ella afectará la condición toda de nuestra vida íntima. Según sea nuestra fe así será el grado de nuestra paz,  de nuestra esperanza, de nuestra alegría, de nuestra decisión en el servicio de Cristo, nuestro valor para confesar, nuestra resistencia para trabajar, nuestra  resignación en las desgracias, nuestro consuelo sensible en la oración. Todo, todo estriba en la proporción de nuestra fe. Felices los que saben reclinar todo su  peso en el Dios de la alianza, y marchar por la fe, no por la vista. "El que cree no se precipita." Isaías 28.16.

Aprendemos, además, en estos versículos, la absoluta necesidad en que estamos de sentirnos siempre dispuestos a perdonar a nuestros prójimos. Esta lección  se nos da de una manera muy eficaz. No hay un enlace inmediato entre la importancia de la fe, de que acababa de hablar nuestro Señor, y el perdón de las  injurias; pero la plegaria es el anillo que une los dos puntos. Primeramente se nos dice que la fe es esencial para el logro de nuestras plegarias, y después se  agrega que las plegarias no serán oídas si no las hacemos con un corazón clemente. "Cuando estuviereis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para  que nuestro Padre que está en los cielos os perdone vuestras ofensas...

Esta es una materia que nos obliga a registrar nuestra conciencia. Horriblemente grande es la cantidad de malevolencia, de amargura, de espíritu de partido  que llena el alma de los cristianos. No es de admirar que tantas oraciones sean al parecer descartadas y queden sin respuesta. Asunto es este que interesa  mucho a los cristianos. Todos no tienen el mismo don de comprender y expresarse cuando se aproximan a Dios; pero todos pueden perdonar a sus prójimos.

Nuestro Señor Jesucristo se ha tomado un trabajo especial en grabar este principio en nuestras almas. Le ha dado un lugar muy preeminente en ese dechado de  la manera de orar, en la oración dominical. Desde nuestra infancia nos familiarizamos con estas palabras: "perdónanos nuestras deudas así como nosotros  perdonamos a nuestros deudores" y ¡Qué bueno sería para muchos, si meditasen en lo que esas palabras significan! No dejemos este pasaje sin un severo examen de nosotros mismos. ¿Sabemos lo que es tener una disposición  misericordiosa y clemente? ¿Podemos olvidar las injurias que hemos recibido en este mundo tan malo? ¿Podemos  desentendernos de las transgresiones contra nosotros y perdonar las ofensas? Si no, ¿cuál es nuestro Cristianismo? Si no,  ¿porque admirarnos de que no haya paz en nuestras almas? Resolvámonos a enmendar nuestras disposiciones, y  determinémonos a perdonar, si esperamos ser perdonados. Así es como más nos podremos acercar al duchado que nos  presentó Jesucristo. Este es el carácter que mejor sienta a un hijo de Adán, pobre y pecador. Nuestro privilegio más  elevado en este mundo es el perdón gratuito de los pecados por Dios. Nuestro único título a la vida eterna en el mundo  venidero es el perdón gratuito de Dios. Perdonemos, pues, y estemos perdonando durante los pocos años que vivamos en la  tierra.

lunes, 21 de junio de 2021

LA IRA DE JESÚS


Mar 11:15  Vinieron, pues, a Jerusalén; y entrando Jesús en el templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban en el templo; y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas;

Mar 11:16  y no consentía que nadie atravesase el templo llevando utensilio alguno.

Mar 11:17  Y les enseñaba, diciendo: ¿No está escrito: Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones?(C) Mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.

Mar 11:18  Y lo oyeron los escribas y los principales sacerdotes, y buscaban cómo matarle; porque le tenían miedo, por cuanto todo el pueblo estaba admirado de su doctrina.

Mar 11:19  Pero al llegar la noche, Jesús salió de la ciudad.                 

 

                     Nos imaginaremos mejor esta escena si tenemos en mente la configuración del recinto del Templo. Hay dos palabras para templo íntimamente relacionadas en el Nuevo Testamento. La primera es hierón, que quiere decir el recinto sagrado. Esto incluía la totalidad del área del Templo, que cubría la cima del monte Sión y tenía una extensión de unos 12.000 metros cuadrados. Estaba rodeada de grandes murallas que variaban, a cada lado, de 400 a 300 metros de longitud. Había un amplio espacio exterior que se llamaba el Atrio de los Gentiles. Allí podía entrar cualquiera, fuera judío o gentil. En el límite interior del Atrio de los Gentiles había una pared baja con carteles que decían que si un gentil pasaba aquel punto tenía la pena de muerte. El siguiente atrio se llamaba el Atrio de las Mujeres. Se llamaba así porque ninguna mujer podía pasar más adelante a menos que viniera a ofrecer sacrificio. El siguiente era el Atrio de los Israelitas. En él se reunía la congregación en las grandes ocasiones, y desde él se entregaban las ofrendas a los sacerdotes. El atrio más interior era el Atrio de los Sacerdotes.

La otra palabra importante es naós, que quiere decir el Templo propiamente dicho, y que estaba en el Atrio de los Sacerdotes. Toda la zona, incluyendo todos los diferentes atrios, era el recinto sagrado (hierón). El edificio especial que estaba dentro del Atrio de los Sacerdotes era el Templo (naós). Este incidente tuvo lugar en el Atrio de los Gentiles. Poco a poco el Atrio de los Gentiles se había ido secularizando totalmente. Se había diseñado para ser un lugar de oración y de preparación; pero tenía en tiempos de Jesús un ambiente comercializado de compra-venta que hacía imposibles la oración y la meditación. Lo que ponía las cosas todavía peor era que el negocio que se practicaba allí era una vergonzosa explotación de los peregrinos.

Cada judío tenía que pagar un impuesto al templo de medio siclo al año. Eso suponía 0.10 €. No parece mucho, pero hay que tener en cuenta que el salario medio diario de un obrero era 0.05€. Ese impuesto tenía que pagarse en una clase especial de moneda. Para los propósitos normales, la moneda griega, romana, siria, fenicia, eran todas igualmente válidas; pero este impuesto tenía que pagarse en siclos del santuario. Se pagaba hacia el tiempo de la Pascua. Venían judíos de todas las partes del mundo para la Pascua, y con toda clase de monedas. Cuando iban a cambiar su dinero, tenían que pagar un impuesto de 0.01€, y tenían que tener la cantidad exacta para el impuesto, porque si había que devolverles algo tenían que pagar otras 0.01€ para que se les diera el cambio. Casi todos los peregrinos tenían que pagar ese extra de 0.02€ antes de pagar su impuesto. Debemos recordar que eso suponía la mitad del salario de un día, lo que era una cantidad de dinero considerable para la mayoría.

Las palomas se incluían ampliamente en el sistema sacrificial (Lev_12:8 ; Lev_14:22 ; Lev_15:14 ). Un animal para el sacrificio tenía que ser sin defecto. Las palomas se podían comprar bastante baratas fuera del Templo; pero los inspectores de los sacrificios era seguro que les encontrarían algún defecto; así es que se aconsejaba a los adoradores que las compraran en los puestos del templo. Las palomas costaban fuera 0.05€ la pareja, y dentro nada menos que 0.95€. De nuevo se trataba de un abuso; y lo que lo hacía aún más flagrante era que este negocio de compra-venta pertenecía a la familia de Anás, que había sido sumo sacerdote.

Los mismos judíos eran plenamente conscientes de este abuso. El Talmud nos dice que Rabí Simón ben Gamaliel, al enterarse de que una pareja de palomas costaba dentro del Templo una moneda de oro, insistió en que el precio se redujera a una moneda de plata. Fue el hecho que explotaran a los pobres y humildes peregrinos lo que provocó la ardiente indignación de Jesús.  

Jesús usó una metáfora gráfica para describir el atrio del Templo. La carretera de Jerusalén a Jericó era famosa por sus bandoleros. Era una carretera estrecha y sinuosa que pasaba entre desfiladeros rocosos. Entre las rocas había cuevas en las que los bandidos acechaban, y Jesús dijo: «Hay bandidos peores en los atrios del Templo que los de las cuevas de la carretera de Jericó."

El versículo 16 contiene la extraña afirmación de que Jesús no permitía que nadie llevara una bolsa por los atrios del Templo. De hecho el atrio del Templo se usaba como un atajo para ir de la parte oriental de la ciudad al monte de los Olivos. La misma Misná establece: «Una persona no puede entrar en el recinto del templo con bastón, o sandalias, o bolsa, ni con polvo en sus pies, ni lo puede usar como un atajo. " Jesús estaba recordándoles a los judíos sus propias leyes. En Su tiempo los judíos respetaban tan poco la santidad de los atrios exteriores del Templo que los usaban como lugar de paso para sus recados y negocios. Fue a las propias leyes de los judíos a las que Jesús quería dirigir la atención de ellos, y fueron sus propios profetas los que les citó (Isa_53:7  y Jeremías 7: I1).

¿Qué suscitó hasta tal punto la ira de Jesús?

(i) Se indignó con la explotación de los peregrinos. Las autoridades del Templo estaban tratándolos, no como adoradores, ni siquiera como seres humanos, sino como objetos que se podían explotar para sus propios fines. La explotación del hombre por el hombre siempre provoca la ira de Dios, y más aún cuando se hace so capa de religiosidad.

(ii) Estaba indignado con la profanación del santuario de Dios. La gente había perdido el sentido de la presencia de Dios en la casa de Dios. Al comercializar lo sagrado estaban profanándolo.

(iii) ¿Es posible que Jesús tuviera un motivo más profundo para Su indignación? Citó Isa_56:7  : «Mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos." Sin embargo, en el Templo que se consideraba supremamente la misma casa de Dios había una pared que impedía la entrada a los gentiles bajo pena de muerte. Bien puede ser que Jesús fuera movido a indignación por el exclusivismo del culto judío, y que quisiera recordarles a los judíos que Dios no los amaba sólo a ellos, sino a todo el mundo.

Cuando Jesús se enfrentó con los comerciantes en el patio del templo, no era que en su irritación estaba condenando un árbol lozano; estaba dando una expresión triste de la condición verdadera del árbol. El juicio de Dios sobre Israel sería igual. Esta es la razón por la cual la limpieza del templo queda “intercalada” entre las dos mitades del relato de la higuera, donde Marcos da una advertencia solemne y clara a Israel.

La perturbación que causó Jesús al comercio del templo tiene que haber hecho aumentar el odio que le tenían, y buscaban cómo matarle. Estos, más que nadie, debieron haber reconocido a su rey por lo que hizo. Todos los buenos reyes de Judá habían purificado el templo, como dice Malaquías 3:1–4 que el venidero haría. Si Jesús se portó de esta manera con el templo terrenal antiguo, ¿qué hará con el templo nuevo que es su cuerpo, la iglesia cristiana?

Aprendemos, finalmente, en este pasaje, con que reverencia debemos estar en los lugares dedicados al culto público. Verdad es esa que nos enseña de una  manera vivida la conducta de nuestro Señor Jesucristo cuando entró en el templo. Se nos dice "que lanzó a los que vendían y compraban en el templo, y  derribó las mesas de los cambistas, y los puestos de los que vendían palomas." Y eso nos dice además que ratificó estos actos con la autoridad de la Escritura,  diciendo: " ¿No está escrito, Mi casa será llamada por todas las naciones casa de oración? pero vosotros la habéis convertido en cueva de ladrones...

No debemos dudar que nuestro Señor en esta ocasión dio a sus actos una profunda significación. Como la maldición de la higuera, toda esta escena fue  eminentemente típica. Pero al decir esto, no debemos perder de vista la obvia y sencilla lección que se desprende de la superficie de este pasaje. Esta lección  es lo pecaminoso de una conducta descuidada o irreverente en el uso de los edificios dedicados al servicio público de Dios. Nuestro Señor purificaba el  templo no tanto como casa de sacrificio, cuanto como "casa de oración." Su conducta indica claramente que sentimientos debemos abrigar respecto a toda  "casa de oración." Un lugar dedicado al culto cristiano indudablemente que no es en ningún sentido tan sagrado como el tabernáculo, o templo judaico.

Sus arreglos internos no tienen ningún significado típico. No se ha fabricado siguiendo un modelo divino, ni tiene por objeto servir como una muestra de  cosas divinas y celestes. Pero porque así sea, no se sigue de ello, que no se debe mostrar más reverencia a un templo cristiano que a una casa privada, a una  tienda o una posada. Hay una reverencia decente, que debemos tributar al lugar en que Cristo y su pueblo se reúnen con regularidad y en que se ofrecen  plegarias públicas, reverencia que es necio y torpe acusar de supersticiosa y confundir con el papismo. Hay un sentimiento especial que reviste de santidad y  de solemnidad todos los lugares en que se predica a Cristo, y en donde las almas vuelven a nacer, sentimiento que no se funda en ninguna consagración hecha  por manos de hombre, y, que lejos de ahogarse, debe estimularse. De todas maneras la intención de nuestro Señor Jesús en este pasaje nos parece muy clara.

Se ocupa de la conducta que se observa en los lugares en que se le tributa culto, y a sus ojos toda irreverencia o profanación es una ofensa a Dios.

Recordemos estos versículos siempre que vayamos a la casa de Dios, y procuremos ir con gravedad, no para ofrecer el  sacrificio de los necios. Acordémonos en donde estamos, lo que hacemos allí, de qué vamos a ocuparnos, y en la presencia  de quien nos encontramos. Guardémonos de tributar a Dios un culto tan solo de formalidades externas, mientras nuestros  corazones están llenos del mundo. Dejemos en casa nuestros negocios y el cuidado de nuestro dinero, y no los llevemos a  la iglesia. No permitamos que en medio de nuestras asambleas religiosas, se celebren compras y ventas en lo interior de  nuestros corazones. El Señor, que arrojó del templo a los traficantes, vive aún, y es mucho su desagrado cuando contempla  tal conducta.

 

 

MALDICIÓN DE LA HIGUERA, ENSEÑANZA

 

 

Mar 11:12  Al día siguiente, cuando salieron de Betania, tuvo hambre.

Mar 11:13  Y viendo de lejos una higuera que tenía hojas, fue a ver si tal vez hallaba en ella algo; pero cuando llegó a ella, nada halló sino hojas, pues no era tiempo de higos.

Mar 11:14  Entonces Jesús dijo a la higuera: Nunca jamás coma nadie fruto de ti. Y lo oyeron sus discípulos.  


             La higuera, una fuente económica y popular de alimentación en Israel, demoraba tres años en dar fruto luego de plantarse. Cada árbol produce una gran cantidad de fruto, el cual se cosecha dos veces al año: a finales de la primavera y a comienzos del otoño. Este incidente ocurrió cerca de la primavera, cuando las hojas empezaban a brotar. Los higos casi siempre crecen junto con las hojas, pero este árbol en particular, aunque estaba lleno de hojas, no tenía higos, lo que significa que ese año no daría fruto. El árbol se veía prometedor, pero no tenía fruto. Las palabras duras de Jesús connotaban que la nación de Israel era como esta higuera. Debía dar fruto, pero era espiritualmente estéril.      

  Vemos al principio de este pasaje una de las muchas pruebas de que nuestro Señor Jesucristo era realmente hombre. Leemos que " tenía hambre." Tenía una  naturaleza y una constitución corporal, exactamente iguales a las nuestras en todo excepto el pecado Lloraba, se regocijaba, sufría dolores; se cansaba y  necesitaba descanso, tenía sed y necesitaba agua ; tenía hambre y necesitaba alimento.

Expresiones como estas debieran enseñarnos cuál era la condescendencia de Cristo. ¡Que -admirable cuando en ella reflexionamos! Aquel que es Dios eterno,  que hizo el mundo y lo que encierra, de cuyas manos brotaron los frutos de la tierra, los pescados del mar, los pájaros del aire, las bestias de los campos, se  dignó sufrir hambre, cuando vino al mundo a salvar a los pecadores. Este es un gran misterio. Bondad y amor que exceden la humana inteligencia. No es de  admirarnos, pues, que S. Pablo hable de las "insondables riquezas de Cristo." Efes. 3.8.

Expresiones como estas deberían mostrarnos como puede Cristo simpatizar con los fieles que viven sobre la tierra. Sabe por experiencia cuáles son sus penas.

Puede conmoverse con el sentimiento de sus miserias. Sabe lo que es tener un cuerpo, con sus necesidades diarias. Ha experimentado los sufrimientos más  terribles a que puede someterse el cuerpo humano. Ha probado lo que es debilidad, dolor, cansancio, hambre y sed. Cuando en nuestras oraciones le hablamos  de estas cosas, sabe lo que decimos, y no le cogen de nuevo nuestras angustias. Ciertamente que este es el Salvador y Amigo que requiere esta pobre  humanidad dolorida y quejosa.

Aprendemos, en segundo lugar, en estos versículos el gran peligro de una religión que consiste en formas y que no produce frutos Es una lección que nuestro  Señor nos da de una manera típica. Se nos dice que como se acercara a una higuera en busca de higos, y no encontrara "en ella sino hojas," pronunció esta  solemne sentencia: "Que ningún hombre coma fruto de ti nunca más en adelante." Y se agrega que al día siguiente se encontró la higuera "seca desde las  raíces." No podemos dudar que este acontecimiento fue un emblema de cosas espirituales. Fue una parábola en acción, tan significativa como cualquiera otra  de las parábolas habladas de nuestro Señor.

Pero ¿a quienes son a los que debe dirigirse y hablar esa higuera seca? Fue un sermón que podía aplicarse de tres maneras sermón que debería clamar en voz  muy alta a la conciencia de todos los que hacen profesión de ser cristianos. Aunque marchito y seca esa higuera habla aún. De ella salía una voz para la iglesia  judaica. Rica en hojas que eran las formas de su religión, pero estéril en frutos del Espíritu, esa iglesia estaba en gran peligro, precisamente cuando tuvo lugar  ese fenómeno. ¡Qué bueno hubiera sido para la iglesia judaica tener ojos para ver su peligro! De ella salía una voz para todas las ramificaciones de la iglesia  visible de Cristo en todas épocas y en todas las partes del mundo. Era un apercibimiento contra las profesiones huecas de Cristianismo que no estén  acompañadas de doctrina sana y de santidad de vida, y que harían bien en atesorar en su corazón algunas de ellas. Pero especialmente una voz salía de esa  higuera seca que se dirige a todos los cristianos carnales, hipócritas y falsos. ¡Qué gran bien reportarían todos los que se contentan con vivir en el nombre  aunque estén muertos en realidad, al contemplarse en el espejo de este pasaje!   Como las hojas de higuera de que se hicieron cubiertas Adán y Eva, no podrán  ocultar la desnudez de nuestras almas a los ojos de un Dios que todo lo ve, ni darnos valor cuando estemos en su presencia el día final.