} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 03/01/2011 - 04/01/2011

lunes, 28 de marzo de 2011

CARTA DE AGRADECIMIENTO A DIOS

Me dirijo a todos los hermanos con fe en Nuestro Señor Jesucristo como Salvador y Redentor nuestro, alabado sea por los siglos de los siglos.
A mis hermanos en la fe de Jesús deseo hacerles participes de un acontecimiento acaecido hace meses, en el cual, sólo la intervención Divina puede explicar que saliera ileso de lo acontecido. Este es el relato: Ese día estaba realizando la poda o desmochado de un árbol, labor habitual desde hace 20 años, a una altura, según el atestado del accidente, de 9 metros. Seguí el proceso acostumbrado, corte de seguridad y de caída. Pero en el último momento, una repentina ráfaga de aire en la copa del árbol desvió la dirección de caída y se me vino encima el resto del árbol de seis metros, precipitándome al suelo con la moto sierra encendida.
El tiempo de la caída se me antojaba demasiado largo, caía cual pluma se balancea en el aire y entonces escuché clara y nítida aquella voz que me dijo:-“¡Hijo mío, no tengas miedo, nada malo te va a pasar, estoy contigo, sólo vas a sentir dolor¡ y entonces quise hablarle y fue cuando impactó mi cuerpo contra la dureza de la tierra. La moto sierra se clavó encendida a unos palmos de mis piernas, el tronco había caído en mi pecho; desperté como de un sueño al chocar contra el duro elemento y aullé de dolor. Recordaba las palabras escuchadas y dando gracias a Dios en el nombre de mi Señor Jesucristo, conseguí aliviarlo. A cada intento de moverme, veía las estrellas, pero mal como pude conseguí acercarme a la moto sierra encendida, apagarla para hacerme oír y pedir auxilio. La casa más cercana estaba a más de cien metros y a esa hora las tres y media de la tarde no habría nadie. Mi celular estaba en la furgoneta por lo que no tuve otra opción más que ir reptando hacia ella. Con lágrimas de dolor y agotado por el esfuerzo conseguí alcanzarla, pero al intentar incorporarme para abrir la puerta sentí que me mareaba del dolor, en un último intento lo conseguí y tras llamar a Protección Civil se puso en marcha todo el protocolo para estos casos.
Los quince kilómetros que me separaban del Hospital Universitario de Santiago de Compostela se hicieron interminables; el dolor, unido a estar acostado en una tabla de precipitados, a cada bache o curva era insoportable. Sé que en un momento perdí la consciencia, y sólo escuchaba ¡¡dale caña que este se nos va¡¡ y yo en mi interior, confiando en lo mis oídos habían escuchado.
Fui sometido a todo tipo de pruebas de diagnostico en las veinticuatro horas que permanecí en el centro hospitalario y salvo una leve hematuria todos los resultados fueron favorables.
Nadie se creía el relato de los hechos, pero al reparar en el atestado de la guardia civil se dieron cuenta que mi versión era cierta.
Siendo el más miserable de los pecadores el Padre Eterno en el nombre de mi Señor Jesucristo me ha dado una nueva vida, otra oportunidad más para seguir realizando lo que humildemente puedo trasmitir a través de estas líneas en mi blog.

domingo, 27 de marzo de 2011

LA JUSTIFICACIÓN 2

Pero ¿lo haría? Para realizarlo, sería necesario venir a la tierra; tendría que tomar la forma de siervo; tendría que hallarse en la condición de hombre; tendría que humanizarse y ser obediente hasta la muerte. Tendría que luchar contra el pecado; tendría que encontrar y vencer a Satanás, el enemigo del alma del Hombre; tendría que comprar la libertad de los pecadores, romper las cadenas y poner en libertad a los cautivos, pagando el precio, que sería su propia sangre. Tendría que ser despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores y experimentado en quebranto. Tendría que ser herido por Dios y separado de Él; tendría que ser herido por las rebeliones y molido por los pecados de los hombres; tendría que reconciliar al hombre con Dios. Sería el gran Mediador de la historia, el Sustituto, el Cordero que iba a morir en lugar del hombre pecador. Tendría que hacer voluntariamente todo esto.
Y, gracias sean dadas a Dios, ¡esto es exactamente lo que sucedió¡ Contemplando desde el cielo, vio nuestra tierra condenada, sentenciada, maldita, destinada al infierno. Nos vio a ti y a mí, cayendo bajo la carga del pecado, atados con sus cadenas y sogas. Y tomó su decisión. Las huestes angélicas se inclinaron con humildad y temor reverencial, mientras el Príncipe de príncipes y Señor de señores del cielo, que podía lanzar mundos al espacio con sólo su palabra, atravesó la bóveda del cielo y en una noche judaica, mientras las estrellas cantaban y los coros de ángeles prorrumpían en alabanzas, ÉL descendió, se humilló, ¡y se hizo hombre¡

(Fue como si yo, mientras caminara por un sendero pisara un hormiguero. Podría observar las hormigas y decirles: “Siento mucho haber pisado vuestro hormiguero, he destruido vuestra casa, todo está en confusión. Me gustaría deciros que os amo, que no lo hice con intención, que me agradaría ayudaros.”
Pero me dirás:-Eso es absurdo, imposible, ¡las hormigas no pueden entender tu idioma¡-
¡¡Exactamente¡¡ Que maravilloso seria entonces si pudiera transformarme en hormiga unos instantes y en su propio idioma expresarles mi amor hacia ellas.)

Esto es exactamente lo que hizo Cristo. Vino para revelar a Dios a los hombres. Él es quien dijo que Dios nos ama y se interesa por nosotros. Nos habló de la misericordia, de la paciencia y de la gracia de Dios. Nos prometió la vida eterna.
Y a un más que eso, Jesucristo participó de carne y sangre para poder morir. “Él apareció para quitar nuestros pecados, Cristo vino a este mundo para dar su vida en rescate de muchos”. El único propósito al venir al mundo, fue ofrecer su vida en sacrificio por los pecados de los hombres. Vino para morir y la sombra de la muerte se extendió como un velo de luto a lo largo de los treinta y tres años de su vida terrenal.
La noche que nació Jesús, Satanás tembló. Procuró matarlo aun antes de su nacimiento. Cuando el decreto de Herodes que ordenaba matar a todos los niños, su único propósito era de asegurarse la muerte de Jesús.
En todos los días de su vida sobre la tierra, ni una vez cometió pecado. Fue el único hombre que vivió sin pecado. El enemigo le perseguía día y noche, pero nunca halló pecado en Él. Era sin mancha y sin contaminación.
El Señor Jesús llevó una vida humilde, se humilló a Si mismo, no recibió ningún honor de los hombres, nació en un estable, fue criado en una aldea insignificante de Nazaret, se hizo carpintero. Reunió en su derredor a un humilde grupo de pescadores. Anduvo entre los hombres como hombre, no había pretensión en Él ni ninguna ambición. Se humillaba como ningún otro hombre se ha humillado. Cada palabra que habló era históricamente cierta, científicamente cierta, éticamente verdadera. No había fallo en los conceptos morales y en las frases de Jesucristo. Su visión moral era totalmente correcta, correcta en la época en que vivió y correcta a través de las posteriores. Profetizó muchas cosas que todavía pertenecen al futuro. Habló con tanta sencillez que las masas le escuchaban de buena gana. Él sabía y por eso habló con serena autoridad. Su palabra era profunda pero a la vez, clara, poderosa y fácil de comprender. Sus frases estaban llenas de sencillez y esplendor, confundían a sus enemigos. Trataba de los grandes problemas de la vida de tal forma que los sencillos auditorios podían entenderle con facilidad.
El Señor Jesús sanó a los enfermos, a los cojos, y los ciegos; sanó a los leprosos y resucitó a los muertos; expulsó a los demonios, apaciguo los elementos naturales, dio paz, gozo y esperanza a las multitudes que le seguían.
Nunca demostró señal alguna de temor, nunca anduvo deprisa, para Él no hubo accidentes. Se movió con precisión y coordinación perfectas. Su porte era de lo más elevado, no titubeaba ni se preocupaba por su Obra.
Compareció ante Pilato y con tranquilidad le dijo:-“Ninguna potestad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba”-. Dijo a la gente temerosa que tenia legiones de ángeles bajo su mando.
Se acercó a la cruz con dignidad y calma, con certeza y serenidad, sabiendo que cumpliría la profecía escrita acerca de Él ochocientos años antes -“Angustiado Él y afligido, no abrió su boca, como cordero fue llevado al matadero”-
Marchó serena y majestuosamente hacia la misión que había venido a realizar. Vino a apaciguar la ira de Dios. Vino a conquistar al demonio para siempre, vino para triunfar sobre el infierno y sobre la muerte.

Continuara...

sábado, 26 de marzo de 2011

LA JUSTIFICACIÓN 1

Me han planteado una pregunta: ¿Cómo puede Dios ser justo y, al mismo tiempo justificar al pecador?
Debe recordarse que la palabra justificar quiere decir ~librar al alma de toda culpa~. La justificación es mucha más que el perdón, pues el pecado tiene que eliminarse y aparecer como si nunca hubiera existido. El hombre tiene que ser restaurado de tal manera que no quede vestigio de mancha o culpa, reinstalado a la posición que ocupaba antes de caer del favor divino.
Durante siglos, los hombres, en su ceguera, han tratado de volver al Edén, pero nunca han podido alcanzar la meta. Han probado muchas sendas, pero todo en vano. Por la historia, sabemos que el primer intento de la humanidad para organizarse en Sociedad de Naciones, terminó en la confusión de lenguas de la Torre de Babel. Los hombres siempre han fallado siempre que han intentado actuar sin Dios.
Puesto que cada hombre tiene que llevar sus propios pecados, se excluye toda posibilidad de acudir a los recursos humanos ya que todo el mundo está contaminado de la misma enfermedad.
La única solución era que un inocente se ofreciera morir física y espiritualmente ante Dios. Pero, ¿dónde encontrar este inocente? No había ninguno en la tierra porque la Biblia dice: “Todos pecaron”. Había sólo una posibilidad. El mismo Hijo de Dios era la única personalidad en el Universo con capacidad para llevar en su propio cuerpo los pecados del mundo. Es posible que Gabriel hubiera podido venir para morir por una persona, pero únicamente el Hijo de Dios era infinito y, por lo tanto, capaz de morir en lugar de todos.
La Biblia enseña la Trinidad divina. Éste es un misterio que nunca comprenderemos. La Biblia no enseña que hay tres Dioses, sino que hay un Dios. Sin embargo este Dios se expresa en tres Personas: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.
La segunda Persona de esta Trinidad es el Hijo de Dios, Jesucristo. Él es consustancial con el Padre. No es un Hijo de Dios, sino el Hijo de Dios. Es el eterno Hijo de Dios, el Salvador viviente, Dios manifestado en carne.
La Biblia enseña que Jesucristo no tuvo principio. Nunca fue creado. La Biblia enseña que los cielos, los millares de estrellas y los soles ardientes fueron creados por Él. La tierra fue creada por su dedo. El nacimiento de Jesucristo, que celebramos durante la Navidad, no fue su principio. Su origen está oculto en aquel mismo misterio que nos frustra cuando investigamos el principio de Dios. La Biblia nos dice solamente: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el verbo era Dios”.
La Biblia nos enseña: “El cual es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda criatura. Porque por Él fueron creadas todas las cosas que están en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por ÉL y para ÉL. Y Él es antes de todas las cosas, y por Él todas las cosas subsisten”.
Esta última expresión indica que Él sostiene todas las cosas. En otras palabras, el Universo entero se desintegraría en billones de átomos si no fuera por el poder de cohesión de Jesucristo. La Biblia otra vez dice:” Y Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra; y los cielos son obras de tus manos. Ellos perecerán; mas Tú eres permanente; y todos ellos se envejecerán como una vestidura; y como un vestido los envolverás, y serán mudados; empero Tú eres el mismo, y tus años no acabarán”
Otra vez dijo Jesús de Sí mismo: “Yo soy el Alpha y la Omega, el primero y el último”
Él y sólo Él, tenía el poder y la capacidad de volver al hombre a Dios.


Continuará...