} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 09/01/2014 - 10/01/2014

lunes, 29 de septiembre de 2014

HUMILDAD





Efesios 4:2  con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor
 Mateo 18:3  y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.(B)
Mateo 18:4  Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos.
Tapeinofrosune (ταπεινοφροσύνη) humildad de mente.
Tapeinos (ταπεινός) significa primariamente aquello que es bajo, y que no se levanta mucho de la tierra, y, de ahí, metafóricamente, significa humilde, de baja condición. En el NT se usa siempre en buen sentido, metafóricamente:   de humilde condición;   espíritu humilde.  
Metamorfoo (μεταμορφόω) se traduce «transformaos» en Romanos 12:2  No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. «Somos transformados»  2Corintios 3:18  Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.

 Prautes, o praotes (πραΰτησͅ) mansedumbre.
En su utilización en las Escrituras, donde tiene un significado más pleno y profundo que en los escritos griegos seculares, consiste «no solo en el comportamiento externo de la persona; ni tampoco en sus relaciones con sus semejantes; tampoco se trata meramente de su disposición natural. Más bien es una obra efectuada en el alma; y se la ejerce en primer lugar y ante todo para con Dios. Es aquella disposición de espíritu con la que aceptamos sus tratos con nosotros como buenos, y por ello sin discutirlos ni resistirlos. Este término está estrechamente relacionado con la palabra Tapeinofrosune, humildad, y es una directa consecuencia de ella  «humilde y pobre»; son solo los de corazón humilde que son también mansos, y que, como tales, no luchan contra Dios ni se enfrentan ni contienden con él. Sin embargo, esta mansedumbre, siendo ante todo una mansedumbre ante Dios, lo es también ante los hombres, incluso ante hombres malos, en base de estar consciente de que estos, con todos los insultos y malos tratos que puedan infligir, son permitidos y empleados por Dios para la disciplina y purificación de sus elegidos».  Se asocia con Enkrateia, dominio propio o templanza.
El significado de Prautes «no se expresa fácilmente en castellano, porque el término que se usa comúnmente, mansedumbre, sugiere debilidad y pusilanimidad en mayor o menor grado, en tanto que Prautes no lo denota en absoluto. Sin embargo, es difícil encontrar una traducción menos expuesta a objeciones que «mansedumbre»; se ha sugerido «gentileza», pero describe una condición de mente y corazón, y, como «gentileza» es más bien apropiada a acciones, este último término no es mejor que el primero. Por ello, se tiene que comprender con claridad que la mansedumbre manifestada por el Señor y recomendada al creyente es resultado de poder. La suposición que se hace comúnmente es que cuando alguien es manso es porque no puede defenderse; pero el Señor era manso porque tenía los infinitos recursos de Dios a su disposición. Descrita en términos negativos, la mansedumbre es lo opuesto a la afirmación propia y al propio interés; es una ecuanimidad de espíritu que ni se entusiasma ni se deprime, simplemente porque no se ocupa en absoluto del propio yo. (Diccionario Bíblico Vine)

REFLEXIÓN
  Se instruye a los cristianos que muestren «toda mansedumbre para con todos los hombres»,  porque la mansedumbre conviene a «los escogidos de Dios». Al «hombre de Dios» se le apremia a exhibir esta virtud; tiene que seguir «la mansedumbre» por ella misma y estar a su servicio, y debe muy especialmente exhibir «espíritu de mansedumbre» con los «ignorantes y descarriados» incluso a aquellos «que se oponen» hay que corregirlos con mansedumbre. Santiago exhorta a sus «amados hermanos» a recibir «con mansedumbre la palabra implantada». Pedro ordena «mansedumbre» en la exposición de la base de la esperanza cristiana.    

 Nada se exhorta con mayor énfasis en las Escrituras que andar como corresponde a los llamados al reino y gloria de Cristo. Por humildad entendamos lo que se opone al orgullo. Por mansedumbre, la excelente disposición del alma que hace que los hombres no estén prontos a provocar, y que no se sientan fácilmente provocados u ofendidos. Encontramos mucho en nosotros mismos por lo cual apenas nos podríamos perdonar; por tanto, no debe sorprendernos si hallamos en el prójimo lo que creemos difícil de perdonar. Hay un Cristo en quien tenemos esperanza todos los creyentes, y un cielo en el que todos esperamos; por tanto, debieramos ser de un solo corazón. Todos tenían una fe en su objeto, Autor, naturaleza y poder. Todos ellos creían lo mismo en cuanto a las grandes verdades de la religión; todos ellos habían sido recibidos en la Iglesia por un bautismo con agua en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo como signo de la regeneración. En todos los creyentes habita Dios Padre como en su santo templo, por su Espíritu y gracia especial.

Dios nos ha escogido para ser los representantes de Cristo en la tierra. A la luz de esta verdad, Pablo nos desafía a tener vidas dignas al llamado que hemos recibido, el maravilloso privilegio de ser llamados propiedad de Cristo. Esto incluye ser humilde, gentil, paciente, comprensivo y pacificador. La gente observa y acecha mirando con lupa lo que hacemos o dejamos de hacer en nuestra vida. ¿Pueden ver a Cristo en nosotros? 
En el griego clásico, el sentido de esta palabra, humildad, es bajeza de espíritu; el evangelio la ha elevado para expresar una gracia cristiana, es decir, la de estimarnos a nosotros mismos pequeños, puesto que lo somos; el pensar con verdad, y por tanto humildemente, de nosotros mismos.  Mansedumbre, aquel espíritu en el cual aceptamos las disposiciones de Dios con respecto a nosotros, sin disputar y sin resistirnos, y en el cual aceptamos pacientemente los males que nos hacen los hombres, pensando que son permitidos por Dios para el castigo y la purificación de su pueblo. Sólo el corazón humilde y sumiso puede ser también manso. Así como la “humildad y la mansedumbre” corresponden a la idea de “soportarnos los unos a los otros en amor”  así la “paciencia” corresponde a  ser “solícitos  para guardar la unidad del Espíritu  la unidad entre los hombres de temperamentos diferentes, la cual proviene de la presencia del Espíritu, quien es a su vez “uno”, unidos en  el “vínculo de la paz” que une los miembros de la iglesia.
Si queremos entrar en el Reino debemos ocupar el escalón más bajo, seamos siervos de los demás, transformando nuestro entendimiento, crucificando el orgullo, inocentes y humildes como los niños...  como dijo Jesús.


sábado, 27 de septiembre de 2014

EL CORAZÓN




Romanos 10:8  Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos:
 9  que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.
 10  Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.


CORAZÓN kardia (καρδία) el corazón (en los términos castellanos cardiaco, cardiólogo, etc.), el principal órgano de la vida física («porque la vida de la carne en la sangre está», Levitico_17:11 Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación  de la persona.), ocupa el puesto más importante en el sistema humano. Mediante una fácil transición esta palabra vino a significar toda la actividad mental y moral del hombre, incluyendo tanto sus elementos racionales como emocionales. En otras palabras, se usa el corazón de manera figurada para denotar las corrientes escondidas de la vida personal. «La Biblia declara que la depravación humana halla su asiento en el «corazón», debido a que el pecado es un principio que halla su asiento en el centro de la vida interna del hombre, contaminando por ello todo el círculo de sus acciones. Por otra parte, las Escrituras consideran al corazón como la esfera de la influencia divina. El corazón, al estar tan en el interior, contiene al «hombre interno»   esto es, al hombre real. Representa el verdadero carácter, pero lo esconde».  
En cuanto a su utilización en el NT, denota: el asiento de la vida física, el asiento de la naturaleza moral y de la vida espiritual, el asiento del dolor, del gozo, de los deseos, de los afectos, de las percepciones, de los pensamientos, del entendimiento, de los poderes de raciocinio, de la imaginación, de la conciencia, de las intenciones, de los propósitos, de la voluntad, de la fe.
El corazón, en su sentido moral en el AT, incluye las emociones, la razón, y la voluntad.

 REFLEXIÓN:

Cuando se sacrificaba un animal de acuerdo a la Ley de Dios, el sacerdote daba muerte al animal, lo cortaba en pedazos y lo ponía sobre el altar. El sacrificio era importante, pero aun en el Antiguo Testamento Dios aclara que la obediencia de corazón es mucho más importante (Salmos 40:8 El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, Y tu ley está en medio de mi corazón). Dios desea que nos ofrezcamos a nosotros mismos en sacrificio vivo, no animales. Cada día debemos echar a un lado nuestros deseos y seguirle, poniendo todas nuestras energías y recursos a su disposición y confiando en su dirección. Lo hacemos en gratitud porque nuestros pecados han sido perdonados.
 Dios tiene planes buenos, agradables y perfectos para sus hijos. El quiere transformarnos en un pueblo con una mente renovada, vivos para honrarle y obedecerle. Debido a que El solo quiere lo mejor para nosotros y por haber dado a su Hijo para que tengamos vida nueva, deberíamos ofrecernos con gozo en sacrificio vivo para su servicio.
El Señor hizo posible nuestra salvación haciéndose hombre (viniendo a la tierra) y resucitando (levantándose de entre los muertos). La salvación de Dios está frente a nosotros. El vendrá a dondequiera que estemos. Lo único que hay que hacer es aceptar su regalo de salvación. 

  ¿Alguna vez nos han preguntado cómo se hace uno cristiano? Estos versículos nos dan la preciosa respuesta: la salvación está en el corazón y en la boca. Deuteronomio 30:14  Porque muy cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas.
 La gente piensa que debe ser un proceso complicado, pero no es así. Si creemos en nuestro corazón y proclamamos con nuestra boca que Jesús es el Señor resucitado, seremos salvos.
 Habrá veces en que la gente nos defraudará y las circunstancias empeorarán.  Dios cumple su parte del trato: todo aquel que lo invoca será salvo. Dios siempre ha de justificar a los que creen.

 No hemos de estar conformes con la conducta y costumbres de este mundo, que por lo general son egocéntricas y a menudo corruptas. Muchos cristianos dicen sabiamente que la conducta mundana se extralimita demasiado. Nuestro rechazo a formar parte del mundo, sin embargo, debe ir más allá del nivel de conducta y costumbres. Debe estar firmemente arraigado en nuestras mentes. Es posible evitar muchas de las costumbres mundanas sin dejar de ser orgullosos, codiciosos, egoístas, obstinados y arrogantes. Solo cuando el Espíritu Santo renueva, reeduca y reorienta nuestra mente somos en verdad transformados.

Los judíos edificaron sobre un fundamento falso y no quisieron ir a Cristo para recibir la salvación gratuita por fe, y son muchos los que en cada época hacen lo mismo en diversas formas. La severidad de la ley demostró a los hombres su necesidad de salvación por gracia por medio de la fe. Las ceremonias eran una sombra de Cristo que cumple la justicia y carga con la maldición de la ley. Así que aun bajo la ley, todos los que fueron justificados ante Dios, obtuvieron esa bendición por la fe, por la cual fueron hechos partícipes de la perfecta justicia del Redentor prometido. La ley no es destruida ni frustrada la intención del Legislador, pero habiendo dado la muerte de Cristo la satisfacción plena por nuestra violación de la ley, se alcanza la finalidad. Esto es, Cristo cumplió toda la ley, por tanto, quien cree en Él, es contado justo ante Dios como si él mismo hubiese cumplido toda la ley. Los pecadores nunca se diluyen en vanas fantasías de su propia justicia si conocieron la justicia de Dios como Rey o su rectitud como Salvador.

El pecador condenado por sí mismo no tiene que confundirse con la manera en que puede hallarse esta justicia. Cuando hablamos de mirar a Cristo, recibirlo y alimentarnos de Él, no queremos decir a Cristo en el cielo ni Cristo en lo profundo, sino Cristo en la promesa, Cristo ofrecido en la palabra. La justificación por fe en Cristo es una doctrina sencilla. Se expone ante la mente y el corazón de cada persona, dejándola así sin disculpa por la incredulidad. Si un hombre ha confesado su fe en Jesús como Señor y Salvador de los pecadores perdidos, y realmente cree en su corazón que Dios le levantó desde los muertos, para mostrar que había aceptado la expiación, debe ser salvado por la justicia de Cristo, imputada a él por medio de la fe. Pero ninguna fe justifica lo que no es poderoso para santificar al corazón y reglamentar todos sus afectos por el amor de Cristo. Debemos consagrar y rendir nuestras almas y nuestros cuerpos a Dios. Nuestras almas al creer con el corazón, y nuestros cuerpos al confesar con la boca. El creyente nunca tendrá causa para arrepentirse de su confianza total en el Señor Jesús. Ningún pecador será nunca avergonzado de tal fe ante Dios; y debiera gloriarse de ella ante los hombres.

No hay un Dios para los judíos que sea más bueno, y otro para los gentiles que sea menos bueno; el Señor es el Padre de todos los hombres. La promesa es la misma para todos los que invocan el nombre del Señor Jesús como Hijo de Dios, como Dios manifestado en carne. Todos los creyentes de esta clase invocan al Señor Jesús y nadie más lo hará tan humilde o sinceramente, pero ¿cómo podría invocar al Señor Jesús, el Salvador divino, alguien que no ha oído de Él? ¿Cuál es la vida del cristiano, sino una vida de oración? Eso demuestra que sentimos nuestra dependencia de Él y que estamos listos para rendirnos a Él, y tenemos la expectativa confiada acerca de todo lo nuestro de parte de Él.
Era necesario que el evangelio fuera predicado a los gentiles. Alguien debe mostrarles lo que tienen que creer. ¡Qué recibimiento debiera tener el evangelio entre aquellos a quienes les es predicado! El evangelio es dado no sólo para ser conocido y creído, sino para ser obedecido. No es un sistema de nociones, sino una regla de conducta. El comienzo, el desarrollo y el poder de la fe vienen por oír, pero sólo el oír la palabra, porque la palabra de Dios fortalecerá la fe.

Recibimos diariamente del Señor los frutos de su misericordia. Presentémonos, todo lo que somos, todo lo que tenemos, todo lo que hacemos, porque después de todo, ¿qué  es en comparación con las grandes riquezas que recibimos? Es aceptable a Dios, un culto racional, por el cual somos capaces y estamos preparados para dar razón, y lo entendemos. La conversión y la santificación son la renovación de la mente, cambio, no de la sustancia, sino de las cualidades del alma. El progreso en la santificación, morir más y más al pecado, y vivir más y más para la justicia, es llevar a cabo esta obra renovadora, hasta que es perfeccionada en la gloria. El gran enemigo de esta renovación es conformarse a este mundo. Cuidémonos de formar  planes para la felicidad, como si estuviéramos en las cosas de este mundo, que pronto pasan. No caigamos en las costumbres de los que andan en las lujurias de la carne, y se preocupan de las cosas terrenales. La obra del Espíritu Santo empieza, primero, en el entendimiento y se efectúa en la voluntad, los afectos y la conversación, hasta que hay un cambio de todo el hombre a la semejanza de Dios, en el conocimiento, la justicia y la santidad de la verdad. Así, pues, presentémonos con corazón limpio ante Dios.



viernes, 26 de septiembre de 2014

LAS PRUEBAS




Santiago 1:2  Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas,
 3  sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.
 4  Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.
 5  Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.

Dokimazo (δοκιμάζω) , probar, someter a prueba.  
Peirazo (πειράζω) , probar o de poner a prueba   «fueron puestos a prueba».  
Dokime (δοκιμή) , significa:   el proceso de probar  «experiencia»   «prueba  «prueba de tribulación»  «carácter probado» «prueba de fe


CONTEXTO:

El escritor de esta carta, un líder de la iglesia de Jerusalén, no fue Santiago el apóstol, sino Santiago el hermano de Jesús. La Epístola de Santiago fue una de las primeras, escrita probablemente antes del año 50 d.C. Después del martirio de Esteban, aumentó la persecución y los cristianos de Jerusalén fueron esparcidos por todo el mundo romano. Hubo comunidades judías cristianas florecientes en Roma, Alejandría, Chipre y ciudades de Grecia y de Asia menor. Debido a que estos nuevos creyentes no tuvieron el apoyo para establecer iglesias cristianas, Santiago les escribió como un líder interesado en el bienestar de ellos a fin de animarlos en la fe durante ese período difícil.

REFLEXIÓN:

Santiago no dice si pasamos por diversas pruebas, sino cuando pasamos por diversas pruebas. El da por sentado que vamos a tener pruebas y que es posible sacar provecho de ellas. La idea no es fingir ser feliz cuando uno se enfrenta al dolor, sino tener una perspectiva positiva  por lo que las pruebas pueden producir en nuestra vida. Santiago nos dice que debemos convertir nuestras dificultades en períodos de aprendizaje. Los tiempos difíciles pueden enseñarnos paciencia. En realidad, no podemos llegar a conocer la profundidad de nuestro carácter hasta ver cómo reaccionamos frente a las presiones. Es muy fácil ser amable cuando todas las cosas andan bien, pero ¿seguiremos siendo amables cuando otros nos traten injustamente? Dios quiere que seamos perfectos, no librarnos del dolor. En lugar de quejarnos por nuestras luchas, debiéramos ver en ellas oportunidades de crecer. Demos gracias a Dios por haber prometido estar con nosotros en tiempos difíciles, y Él lo que promete lo cumple. Pidámosle que nos ayude a resolver los problemas o que nos dé la fortaleza para soportarlos. Por tanto seamos pacientes. Dios no nos dejará solos con nuestros problemas, permanecerá cerca de nosotros y nos ayudará a crecer.

  Santiago no solo habla acerca del conocimiento, sino de la capacidad de tomar decisiones sabias en circunstancias difíciles. Cuando necesitamos sabiduría, podemos orar a Dios y El suplirá abundantemente nuestras necesidades. Los cristianos no tenemos por qué andar a tientas en las tinieblas, con la esperanza de tal vez encontrar la respuesta. La sabiduría de Dios está a nuestra disposición para guiar nuestras decisiones.

  Sabiduría significa discernimiento práctico. La sabiduría empieza con respeto a Dios, conduce a una vida recta y resulta en una capacidad creciente para distinguir lo correcto de lo erróneo. Dios está dispuesto a darnos esa sabiduría, pero no podremos recibirla si nuestras metas están centradas en nosotros mismos en lugar de estar centradas en Dios. Para conocer la voluntad de Dios, debemos leer su Palabra y pedirle que nos revele cómo obedecerla, y luego estar dispuestos a hacer lo que El nos diga, sin preguntar.

  "Pedir con fe, no dudando nada" significa no solo creer en la existencia de Dios, sino en su tierno cuidado. Eso incluye depender de Dios y confiar en que El oirá y responderá a nuestras oraciones. Debemos poner a un lado nuestras actitudes críticas cuando nos dirigimos a Él. Dios no garantiza que ha de responder a nuestra desconsideración o egoísmo. Debemos tener la confianza que Dios armonizará nuestros deseos con su propósito.  

  Una mente inestable no está plenamente convencida de que el método de Dios es el mejor. Trata la Palabra de Dios como un consejo humano cualquiera y se queda con la opción a desobedecer. Vacila entre la lealtad a sus sentimientos subjetivos, los conceptos del mundo y los mandamientos de Dios. Si nuestra fe es nueva, débil o de mucho esfuerzo, recordemos que podemos confiar en Dios. Luego seamos leales a Él. A fin de estabilizar nuestras fluctuaciones y dudas mentales, rindámonos por completo a Dios.

 El cristianismo enseña a los hombres a estar gozosos en las tribulaciones  tales acciones vienen del amor de Dios; y las pruebas del camino del deber darán lustre a nuestras virtudes ahora y a nuestra corona al final. En los tiempos de prueba preocupémonos que la paciencia actúe en nosotros, y no la pasión, sea la paciencia la que lo diga y haga. Todo lo necesario para nuestra carrera y guerra cristiana será otorgada cuando la obra de la paciencia esté completa. No debemos orar pidiendo que la aflicción sea eliminada, tanto como pidiendo sabiduría para usarla correctamente.  
Una mente que se ocupe en considerar, de manera única y dominante, su interés espiritual eterno, y que se mantiene firme en sus propósitos para Dios, crecerá sabia por las aflicciones, continuará ferviente en sus devociones y se levantará por sobre las pruebas y las oposiciones. Cuando nuestra fe y espíritu se levantan y caen con las causas secundarias, nuestras palabras y acciones serán inestables. Esto no siempre expone a los hombres al desprecio del mundo, pero esos caminos no pueden agradar a Dios. Ninguna situación de la vida es tal que impida regocijarse en Dios. Los de baja condición pueden regocijarse si son exaltados a ser ricos en fe y herederos del reino de Dios y los ricos pueden regocijarse con las providencias humillantes que los llevan a una disposición mental humilde y modesta.

 No todo hombre que sufre es el bendecido  pero sí el que con paciencia y constancia va por el camino del deber, a través de todas las dificultades. Las aflicciones no nos pueden hacer miserables si no son por nuestra propia falta. El cristiano probado será un cristiano coronado. La corona de la vida se promete a todos los que tienen el amor de Dios reinando en sus corazones. Toda alma que ama verdaderamente a Dios tendrá sus pruebas de este mundo plenamente recompensadas en ese mundo de lo alto, donde el amor es perfeccionado.
Los mandamientos de Dios, y los tratos de su providencia, prueban los corazones de los hombres, y muestran la disposición que prevalece en ellos. Pero nada pecaminoso del corazón y la conducta puede ser atribuido a Dios. Él no es el autor de la escoria, aunque su prueba de fuego la deja al descubierto. Los que culpan del pecado a su constitución o a su situación en el mundo, o pretenden que no lo pueden evitar, dejan mal a Dios como si Él fuese el autor del pecado. Las aflicciones, como enviados de Dios, están concebidas para sacar a relucir nuestras virtudes, pero no nuestras corrupciones. El origen del mal y de las tentaciones está en nuestros propios corazones.
  Lo que el sol es en la naturaleza es Dios en gracia, providencia y gloria, e infinitamente más. Como toda buena dádiva es de Dios, así, en particular, es que hayamos nacido de nuevo, y todas sus consecuencias santas y felices vienen de Él. Un cristiano verdadero llega a ser una persona tan diferente de la que era antes de las influencias renovadoras de la gracia divina, que es como si fuera formado de nuevo. Debemos dedicar todas nuestras facultades al servicio de Dios, para que podamos ser una especie de primicias de sus criaturas.
  Debemos rendirnos a la palabra de Dios con mentes humildes y dóciles a la enseñanza. Debemos estar dispuestos a oír de nuestros defectos, y a tomarlos no sólo con paciencia, sino con gratitud. El objetivo de la palabra de Dios es hacernos sabios para salvación y los que se proponen cualquier finalidad mala o baja al prestarle atención, deshonran el evangelio y desilusionan sus propias almas.


 Si oyéramos un sermón cada día de la semana y un ángel del cielo fuera el predicador, no nos llevaría nunca al cielo si nos apoyáramos solamente en el oír. Los que son solo oidores se engañan a sí mismos  y el engaño de sí mismo será hallado, al final, como el peor engaño. Si nos halagamos a nosotros mismos es nuestra propia falta. La verdad no halaga a nadie, tal como está en Jesús. La palabra de verdad debe ser cuidadosamente escuchada con atención, y expondrá ante nosotros la corrupción de nuestra naturaleza, los desórdenes de nuestros corazones y de nuestra vida, nos dirá claramente lo que somos. Nuestros pecados son las manchas que la ley deja al descubierto; la sangre de Cristo es el lavamiento que enseña el evangelio, pero oímos en vano la palabra de Dios y en vano miramos el espejo del evangelio si nos vamos y olvidamos nuestras manchas en lugar de sacarlas lavándolas, y olvidamos nuestro remedio en lugar de recurrir a este. Eso pasa con los que no oyen la palabra como debieran. Al oír la palabra miramos dentro de ella en busca de consejo y guía, y cuando la estudiamos, se vuelve nuestra vida espiritual. Los que se mantienen en la ley y la palabra de Dios son y serán bendecidos en todos sus caminos. Su recompensa de gracia en el más allá estará relacionada con su paz y consuelo presente.
Cada parte de la revelación divina tiene su uso, llevando al pecador a Cristo para salvación, y guiándole y exhortándole a andar en libertad por el Espíritu de adopción, conforme a los santos mandamientos de Dios.  No es hablar sino andar lo que nos llevará al cielo. Cristo se volverá más precioso para el alma del creyente, que por Su gracia, se volverá más idónea para la herencia de los santos en luz.

 Cuando los hombres se esfuerzan por parecer más religiosos de lo que realmente son, es una señal de que su fe es vana. No frenar la lengua, la prontitud para hablar de las faltas del prójimo, o para disminuir su sabiduría y piedad, son señales de fe vana. El hombre que tiene una lengua calumniadora, no puede tener un corazón verdaderamente humilde y bondadoso.
  Recordemos que nada sirve en Cristo Jesús salvo la fe que obra por amor, que purifica el corazón  y que obedece los mandamientos de Dios.