} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 05/01/2022 - 06/01/2022

lunes, 30 de mayo de 2022

CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS Romanos 7:7-12

 

  7  ¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás.

8  Mas el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda codicia; porque sin la ley el pecado está muerto.

9  Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí.

10  Y hallé que el mismo mandamiento que era para vida, a mí me resultó para muerte;

11  porque el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, me engañó, y por él me mató.

12  De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno.

           

               

               Aquí empieza uno de los pasajes más maravillosos del Nuevo Testamento; y uno de los más conmovedores, porque Pablo nos presenta su propia autobiografía espiritual, descubriéndonos su corazón y alma.

Pablo está hablando de la torturadora paradoja de la Ley. En sí misma, es algo maravilloso y espléndido. Es santa, que es tanto como decir que es la misma voz de Dios. El sentido de la raíz de la palabra santo (haguios) es diferente. Describe algo que no es de este mundo. La Ley es divina, y transmite la misma voz de Dios. Es justa. Ya hemos visto que la idea de la raíz griega de la justicia nos dice que consiste en dar al hombre y a Dios lo que les es debido. Por tanto la Ley es lo que establece todas las relaciones, humanas y divinas. Si una persona cumpliera perfectamente la Ley, estaría en perfecta relación tanto con Dios como con sus semejantes. La Ley es buena. Es decir, que está diseñada exclusivamente para nuestro supremo bien. Su fin es hacer que el hombre sea bueno. Todo esto es cierto; y, sin embargo, es un hecho que esa misma Ley es el medio por el que el pecado se introduce en el hombre. ¿Cómo puede ser así? Hay dos maneras en las que se puede decir que la Ley es, en cierto sentido, el origen del pecado.

(i) Define el pecado. El pecado sin la Ley, como dijo Pablo, no tiene existencia. Hasta que la Ley define algo como pecado, no se podía saber que lo fuera. Podríamos encontrar una cierta analogía con lo que pasa en los juegos, por ejemplo el tenis. Un jugador podría dejar que la pelota botara más de una vez en su campo antes de devolverla; si no hubiera reglas del juego, eso no sería ninguna falta. Pero hay reglas, y establecen que la pelota no puede botar más de una vez antes de que se devuelva al otro lado de la red; así que es falta dejarla botar dos veces. Las reglas definen las faltas, y la Ley define el pecado.

Podemos tomar una analogía mejor: lo que se le puede permitir a un niño, o a una persona de una tribu de la selva amazónica, no se le permitiría a un hombre maduro de un país civilizado. La persona madura y civilizada reconoce unas reglas de conducta que no conocen el niño o la persona de la tribu; por tanto, no se le perdonaría lo que a éstos se les puede perdonar.

Por "pecado" se entiende, no el diablo, como pensaban algunos de los antiguos; sino la viciosidad y corrupción de la naturaleza, el pecado que mora en nosotros, la ley en los miembros que tuvo "ocasión" por la ley de Dios; de modo que la ley a lo sumo podía ser sólo una ocasión, no la causa del pecado, y además, esta era una ocasión no dada por la ley, sino tomada por el pecado; de modo que fue el pecado, y no la ley, lo que obró en él toda clase de concupiscencias. Prohibiendo la ley todo pensamiento impuro, y el deseo codicioso de objetos ilícitos, el pecado aprovechó estas prohibiciones para obrar en él, despertar y excitar la concupiscencia, el mal deseo de toda clase de cosas prohibidas por la ley; por lo tanto, es claro que no la ley, sino el pecado, es sumamente pecaminoso: porque sin la ley el pecado estaba muerto; no es que, antes de que se diera la ley de Moisés, el pecado yacía muerto e inerte, porque durante ese intervalo entre Adán y Moisés el pecado existió, vivió y reinó, y la muerte por él, tanto como en cualquier otro momento; pero cuando el apóstol estaba sin la ley, es decir, sin el conocimiento de su espiritualidad, antes de que entrara con poder y luz en su corazón y conciencia, el pecado yacía como muerto; era así en su aprensión, se creía libre de ella, y que era perfectamente justo.

La Ley crea el pecado en el sentido de que lo define. Tal vez en algún lugar o en otra época era legal conducir un vehículo en cualquiera de los dos sentidos; pero luego se decidió que no se podía nada más que en un sentido, y desde aquel momento está prohibido hacer lo que antes estaba permitido. Así la Ley, al presentar sus prohibiciones, crea el pecado.

(ii) Pero hay un sentido mucho más serio en el que la Ley produce el pecado. Una de las cosas raras de la vida es la fascinación de lo prohibido. Los rabinos judíos y los pensadores descubren esa tendencia en el Huerto del Edén. Al principio Adán vivía inocentemente. Entonces se le prohibió para su bien que no comiera el fruto de cierto árbol; pero vino la serpiente y cambió astutamente la prohibición en una tentación. El hecho de que estuviera prohibido hacía aquel árbol más deseable; así es que Adán fue seducido al pecado por el fruto prohibido, y la muerte fue la consecuencia.

Filón de Alejandría alegorizaba toda la historia. La serpiente era el placer; Eva representaba los sentidos; el placer, como sucede siempre, quería la cosa prohibida, y atacó por los sentidos. Adán era la razón; y, por el ataque de lo prohibido a los sentidos, la razón se extravió y vino la muerte.

En un pasaje de sus Confesiones, Agustín habla de la fascinación que produce la cosa prohibida.

 

“Había un peral cerca de nuestra viña, cargado de fruta. Una noche de tormenta, unos cuantos gamberros hicimos el plan de robarla y llevarnos el botín. Cogimos un montón tremendo de peras -no para comérnoslas nosotros, sino para echárselas a los cerdos, aunque nosotros también comimos lo suficiente para saborear el fruto prohibido. No eran muy buenas; pero no eran las peras lo que codiciaba mi alma pecadora, porque tenía muchas mejores en casa. Las cogí sencillamente para cometer un robo. La única fiesta que celebré fue la de la iniquidad, y ésa la disfruté a tope. ¿Qué era lo que me atraía del robo? ¿El placer de actuar contra la ley, yo que, al fin y al cabo, era un prisionero de las reglas, para tener un pobre simulacro de libertad haciendo algo prohibido, como una forma de impotente pataleo? ... El deseo de robar me lo suscitaba precisamente la prohibición de hacerlo».

 

Poned algo en la categoría de lo prohibido, o fuera de los límites, e inmediatamente ejerce fascinación. En este sentido, la Ley produce el pecado.

Pablo usa una palabra reveladora en relación con el pecado: "El pecado me sedujo.» Siempre hay decepción en el pecado. La ilusión del pecado obra en tres direcciones:

 (i) Nos engañamos pensando en la satisfacción que vamos a encontrar en él. Todos tomamos la cosa prohibida creyendo que nos va a hacer felices; pero a nadie le resulta así. (ii) Nos engañamos creyendo que tenemos disculpa. Todos pensamos que podemos justificarnos por haber hecho lo que no debíamos; pero la disculpa no suena más que como vana cuando se hace en la presencia de Dios.

 (ii) Nos engañamos pensando en la probabilidad de escapar a las consecuencias. Todos pecamos con la esperanza de salirnos con la nuestra; pero es muy cierto que, más tarde o más temprano, se nos descubrirá.

Entonces, ¿es la Ley una cosa mala porque produce el pecado? Pablo no tiene la menor duda de que hay sabiduría en el proceso:

 (i) Primero, está convencido de que, sean las consecuencias las que sean, el pecado tiene que verse como pecado.

(ii) El proceso muestra la terrible naturaleza del pecado, porque toma una cosa -la Ley- que era santa y justa y buena, y la retuerce para que sirva para el mal. Lo terrible del pecado se ve en el hecho de que puede tomar una cosa buena, y convertirla en un instrumento para el mal. Eso es lo que hace el pecado. Puede tomar el encanto del amor, y convertirlo en lujuria. Puede tomar el deseo honroso de independencia, y convertirlo en una obsesión de dinero y poder. Puede tomar la belleza de la amistad, y usarla como seducción para cosas malas. Eso era lo que Carlyle llamaba «la infinita condenabilidad del pecado.» El mismo hecho de que tomó la Ley y la convirtió en una cabeza de puente para el pecado muestra la suprema maldad del pecado. Todo este proceso no es accidental; está diseñado para mostrarnos lo terrible que es el pecado, porque puede tomar las cosas más maravillosas y contaminarlas con su sucio contacto.

 

sábado, 28 de mayo de 2022

ANTIGÜEDADES DE LOS JUDIOS - Desde la creación hasta la muerte de Isaac (3833 años) (Flavio Josefo)

 

Capítulo 1

LA CONSTITUCIÓN DEL MUNDO Y LA DISPOSICIÓN DE LOS ELEMENTOS

(Flavio Josefo)

 

1. En el principio Dios creó el cielo y la tierra. Pero cuando la tierra no se veía, sino que estaba cubierta de densas tinieblas, y un viento se movía sobre su superficie, mandó Dios que hubiera luz; y cuando fue hecha, consideró toda la masa, y separó la luz y la oscuridad; y el nombre que dio a uno fue Noche, y al otro llamó Día: y llamó al principio de la luz, y al tiempo del reposo, La Tarde y La Mañana, y este fue verdaderamente el primer día. Pero Moisés dijo que era un día; cuya causa puedo dar incluso ahora; pero como he prometido dar tales razones de todas las cosas en un tratado aparte, aplazaré su exposición hasta entonces. Después de esto, en el segundo día, colocó el cielo sobre todo el mundo, y lo separó de las otras partes, y determinó que debería mantenerse por sí mismo. También colocó un [firmamento] cristalino a su alrededor, y lo juntó de una manera agradable a la tierra, y lo preparó para dar humedad y lluvia, y para proporcionar la ventaja del rocío. Al tercer día ordenó que apareciera la tierra seca, rodeada por el mar mismo; y en el mismo día hizo brotar de la tierra las plantas y las semillas. En el cuarto día adornó el cielo con el sol, la luna y las otras estrellas, y les señaló sus movimientos y cursos, para que las vicisitudes de las estaciones pudieran ser claramente indicadas. Y al quinto día produjo los seres vivientes, tanto los que nadan como los que vuelan; los primeros en el mar, los segundos en el aire: también los clasificó en cuanto a sociedad y mezcla, para la procreación, y para que sus géneros crezcan y se multipliquen. En el sexto día creó las bestias de cuatro patas, y los hizo macho y hembra; en el mismo día también formó al hombre. En consecuencia, Moisés dice que en solo seis días se hizo el mundo y todo lo que hay en él. Y que el séptimo día fue un descanso, y una liberación del trabajo de tales operaciones; de donde es que celebramos un descanso de nuestros trabajos en ese día, y lo llamamos sábado, palabra que denota descanso en la lengua hebrea.

 

2. Además, Moisés, después del séptimo día, comienza a hablar filosóficamente; y acerca de la formación del hombre, dice así: Que Dios tomó el polvo de la tierra, y formó al hombre, y puso en él un espíritu y un alma. A este hombre se le llamó Adán, que en lengua hebrea significa rojo, porque fue formado de tierra roja, compuesta; porque de esa clase es la tierra virgen y verdadera. Dios también presentó los seres vivientes, cuando los hubo hecho, según sus géneros, tanto macho como hembra, a Adán, quien les dio aquellos nombres con los que todavía se les llama. Pero cuando vio que Adán no tenía compañera, ni sociedad, porque no la había creado, y que se maravillaba de los otros animales, machos y hembras, lo acostó, le quitó una costilla y la sacó. de ella formó la mujer; por lo cual Adán la reconoció cuando se la trajeron y reconoció que ella estaba hecha de sí mismo. Ahora una mujer se llama en la lengua hebrea Issa; pero el nombre de esta mujer era Eva, que significa madre de todos los vivientes.

 

3. Moisés dice además, que Dios plantó un paraíso en el este, floreciente con toda clase de árboles; y que entre ellos estaba el árbol de la vida, y otro del conocimiento, por el cual se sabía lo que era bueno y malo; y que cuando trajo a Adán y su esposa a este jardín, les ordenó que cuidaran las plantas. Ahora bien, el jardín estaba regado por un río, que corría alrededor de toda la tierra, y se dividía en cuatro partes. Y Phison, que denota una multitud, corriendo hacia la India, hace su salida al mar, y los griegos lo llaman Ganges. También el Éufrates, así como el Tigris, descienden al Mar Rojo. Ahora bien, el nombre Éufrates, o Phrath, denota una dispersión o una flor: por Tiris, o Diglath, se significa lo que es rápido, con estrechez; y Geón corre a través de Egipto, y denota lo que surge del este,

 

4. Dios, por lo tanto, ordenó que Adán y su esposa comieran de todo el resto de las plantas, pero que se abstuvieran del árbol del conocimiento; y les predijo que si lo tocaban, sería su destrucción. Pero mientras todos los seres vivientes tenían un solo lenguaje, en ese tiempo la serpiente, que entonces vivía junto con Adán y su esposa, mostró una disposición envidiosa, al suponer que ellos vivían felices y en obediencia a los mandamientos de Dios; e imaginando, que cuando los desobedecieran, caerían en calamidades, persuadió a la mujer, con mala intención, a probar del árbol del conocimiento, diciéndoles, que en ese árbol estaba el conocimiento del bien y del mal; cuyo conocimiento, cuando lo obtuvieran, llevarían una vida feliz; es más, una vida no inferior a la de un dios: por lo cual venció a la mujer, y la persuadió a despreciar el mandato de Dios. Ahora bien, cuando ella probó de ese árbol y se complació con su fruto, convenció a Adán para que también lo usara. En esto se dieron cuenta de que estaban desnudos el uno para el otro; y avergonzándose así de aparecer en el extranjero, inventaron algo para cubrirlos; porque el árbol les agudizó el entendimiento; y se cubrieron con hojas de higuera; y atándose éstos delante de sí, por pudor, se creían más dichosos que antes, por haber descubierto lo que les faltaba. Pero cuando Dios entró en el jardín, Adán, que antes solía venir y conversar con él, siendo consciente de su mal comportamiento, se apartó. Este comportamiento sorprendió a Dios; y preguntó cuál era la causa de este proceder suyo; y por qué él, que antes se deleitaba en aquella conversación, ahora huía de él y lo evitaba. Cuando no respondió, como consciente de que había transgredido el mandato de Dios, Dios dijo: "Había determinado antes acerca de ustedes dos, cómo podrían llevar una vida feliz, sin ninguna aflicción, preocupación y vejación del alma. y que todas las cosas que puedan contribuir a su disfrute y placer deben crecer por mi providencia, por su propia voluntad, sin su propio trabajo y esfuerzo; cuyo estado de trabajo y esfuerzo pronto traería la vejez, y la muerte no estaría a ninguna distancia remota: pero ahora has abusado de esta mi buena voluntad, y has desobedecido mis mandatos; porque tu silencio no es señal de tu virtud, sino de tu mala conciencia". Sin embargo, Adán excusó su pecado y rogó a Dios que no se enojara con él, y culpó a su esposa por lo que había hecho; y dijo que fue engañado por ella, y por lo tanto se convirtió en un ofensor; mientras que ella volvió a acusar a la serpiente. Pero Dios le asignó castigo, porque se sometió débilmente al consejo de su esposa; y dijo que la tierra ya no debería dar sus frutos por sí misma, sino que cuando fuera acosada por su trabajo, debería dar algunos de sus frutos y rehusar dar otros. También hizo a Eva expuesta a los inconvenientes de la crianza y los agudos dolores de dar a luz; y esto porque ella persuadió a Adán con los mismos argumentos con los que la serpiente la había persuadido a ella, y por lo tanto lo había llevado a una condición calamitosa. También privó a la serpiente del habla, por indignación por su disposición maliciosa hacia Adán. Además de esto, puso veneno debajo de su lengua, y lo convirtió en enemigo de los hombres; y les sugirió que dirigieran sus golpes contra su cabeza, siendo ese el lugar donde yacía sus malvados designios hacia los hombres, y siendo así más fácil vengarse de él. Y cuando le hubo privado del uso de sus pies, le hizo andar rodando todo el tiempo, y arrastrándose por el suelo. Y cuando Dios hubo señalado estos castigos para ellos, sacó a Adán y Eva del jardín a otro lugar.

CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS Romanos 7:1-6

 

Romanos 7:1-6

 1    ¿Acaso ignoráis, hermanos (pues hablo con los que conocen la ley), que la ley se enseñorea del hombre entre tanto que éste vive?

 2  Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido.

 3  Así que, si en vida del marido se uniere a otro varón, será llamada adúltera; pero si su marido muriere, es libre de esa ley, de tal manera que si se uniere a otro marido, no será adúltera.

 4  Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios.

 5  Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte.

 6  Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.

 

         Este es un pasaje sumamente complicado y difícil de entender. C. H. Dodd llegó a decir que aquí tenemos que olvidarnos de lo que Pablo dice, y procurar descubrir lo que quiso decir.

El pensamiento clave del pasaje se encuentra en la máxima legal de que la muerte cancela todos los contratos. Pablo empieza con una ilustración de esta verdad, y quiere usarla como símbolo de lo que le sucede al cristiano. Mientras está vivo su marido, una mujer no puede pertenecer a otro hombre sin cometer adulterio. Pero cuando muere su marido, el contrato matrimonial queda, por así decirlo, cancelado, y ella es libre para casarse con quien quiera.

Siguiendo esa alegoría Pablo habría podido decir que nosotros estábamos casados con el pecado; que el pecado ha muerto en la Cruz de Cristo, y que, por tanto, ahora somos libres para pertenecer a Dios. Parece que era eso lo que quería decir; pero la Ley se introdujo en la escena. Pablo podría haber dicho sencillamente que estábamos casados con la Ley; que la Ley ha dejado de existir por la Obra de Cristo, y que ahora somos libres para pertenecer a Dios. Pero, de pronto, algo cambia, y somos nosotros los que hemos muerto para la Ley.

¿Cómo puede ser eso? Por el bautismo, participamos de la muerte de Cristo. Eso quiere decir que, habiendo muerto, quedamos descargados de todas las obligaciones que teníamos con la Ley y somos libres para casarnos de nuevo, y esta vez nos casamos con Cristo. Cuando eso sucede, la obediencia cristiana ya no es algo impuesto externamente por un código escrito de leyes, sino una lealtad interior del espíritu a Jesucristo.

Pablo traza el contraste entre dos estados del hombre -sin Cristo y con Él. Antes de conocer a Cristo tratábamos de vivir obedeciendo un código escrito de leyes. Eso era cuando estábamos en la carne. La carne no quiere decir simplemente el cuerpo, porque el ser humano tiene cuerpo mientras vive. Hay algo en el hombre que presta atención a la seducción del pecado, que le ofrece al pecado un medio de acceso, y esa es la parte de nuestra personalidad que Pablo llama la carne.

La carne es la naturaleza humana aparte de la ayuda de Dios.

Pablo dice que, cuando nuestra naturaleza humana estaba separada de Dios, la Ley nos inducía al pecado. ¿Qué quiere decir con eso? Más de una vez expresa el pensamiento de que la Ley realmente produce el pecado; porque, precisamente porque una cosa está prohibida, nos parece más atractiva. Cuando no teníamos más que la Ley, estábamos a merced del pecado.

Luego Pablo pasa a considerar el estado del hombre con Cristo. Cuando uno dirige su vida mediante la unión con Cristo, ya no lo hace por obediencia a un código de ley escrita que de hecho despierta el deseo de pecar, sino por la lealtad a Jesucristo en lo íntimo del espíritu y del corazón. No la Ley, sino el Amor es el móvil de su vida; y la inspiración del Amor puede hacerle capaz de lo que la imposición de la Ley era incapaz de ayudarle a hacer.

 Definamos “carne”: La palabra hebrea «basar», en su sentido físico, designa el cuerpo, sea humano (Gen_40:19) o animal (Lev_6:27). Significa lo exterior del hombre (Gen_2:21; Exo_4:7; Luc_24:39; 1Co_15:39); su naturaleza humana, que puede, a veces, dominarle con gran perjuicio del amor, y por ello responde por cuerpo, vitalidad (1Co_5:5, 7:28; 2Co_12:7; también en relación con la redención; Col_1:22; Rom_2:28s; Gá. 6:12 s; Jn_6:51-56); designa la persona humana (Jn_1:14; 1 Tit_3:16; 1 Jn_4:2).

«Carne» significa: la comunidad de los individuos: Gen_2:23s; Mar_10:8; 1Co_6:16; de los parientes: Gen_29:14; Jdg_9:2; del pueblo: 2Sa_5:1y la unidad de los hombres (Isa_40:5; Jer_25:31; Jn_17:2; Gá. 2:16). Con frecuencia aparece la expresión «carne» al hablar de la vida del hombre y de su posición frente a Dios: la carne tiene corta vida (Isa_40:6), es débil (Isa_31:3), no se puede confiar en ella (Jer_17:5), está condenada a muerte (Rom_8:13), por sí misma no puede conocer los misterios de Dios (Mat_16:17), cae en la tentación (Mat_26:41); es el ámbito por lo que respecta a la manera de pensar (1Co_2:1-16; 2Co_5:16) y de vivir (Phi_1:22, 24), propio del hombre «terreno» meramente «humano». La expresión «carne», en sentido moral, significa la oposición a Dios. «Carne» designa a aquel que quiere obrar su salvación solo, por sí mismo, sin Dios, aunque hable mucho de Él; que pone su esperanza en ventajas terrenas (2Co_11:18), en su propia ascesis (Col_2:18, 23); que cae en pecado en el momento menos pensado (Rom_7:14), en enemistad con Dios (Rom_8:7), en toda forma posible de fracaso (Gá. 5:19 ss). Reducir la significación de «carne» solamente a lujuria es falso y peligroso, pues «carne» significa más bien toda actuación del hombre con la cual éste cree poder salvarse definitivamente a sí mismo sin Dios. Carne y espíritu están enfrentados (Joh_3:6; 1Pe_3:18); Pablo describe la «carne» como un poder personal con sentimiento y actividad propios (Rom_8:5ss; Col_2:18), contrarios al Espíritu de Dios (Gá. 5:17, 24); actúa arbitrariamente según sus propios instintos. Los cristianos son aquellos que andan, no según la carne, sino según el Espíritu. Andar según la carne es opuesto a vivir según el espíritu (Gá. 4:3; Col_2:8-20), según el Señor (2Co_11:2), según el amor de Dios (Rom_14:15). Los elementos de este mundo son contrarios, es decir, claramente designan actitud contraria a Dios. Cuando Pablo recrimina a los cristianos de Galacia: «Habiendo comenzado en Espíritu, ¿habéis venido a parar en la carne?» (Gá. 3:3) no se refiere a una caída en la sensualidad, sino a un retorno a las observancias legalistas del judaísmo. La carne, («sarxs» en griego), está excluida de la participación en el reino de Dios, mientras que el cuerpo, («soma» en griego), transformado, es decir, arrancado del dominio de la carne («sarxs»), será portador de vida resucitada. Esta distinción importante estriba en que «soma» es, precisamente, el hombre mismo, mientras que la «sarxs» es un poder que le somete y esclaviza. Por ello, San Pablo puede hablar de una vida «según la sarxs», pero no de una «según el soma». El cuerpo será transformado en incorruptible e inmortal, pero la carne no tendrá participación alguna en la futura vida con Dios.  

viernes, 20 de mayo de 2022

PREFACIO A LAS ANTIGÜEDADES DE LOS JUDIOS (Flavio Josefo)

 

 

 

1. LOS que se dedican a escribir historias no lo hacen, según veo, por una y la misma causa, sino por muchas razones, y las cuales son muy diferentes unas de otras. Porque algunos de ellos se dedican a esta parte del aprendizaje para mostrar su habilidad en la composición, y para que en ella adquieran una reputación de hablar finamente: otros hay, que escriben historias para gratificar a los que están interesados ​​en ellos, y por ello no han escatimado esfuerzos, sino que han ido más allá de sus propias capacidades en la ejecución: pero hay otros que, por necesidad y por fuerza, se ven impulsados ​​a escribir historia, porque les preocupan los hechos, y por lo que no pueden excusarse de ponerlos por escrito, para beneficio de la posteridad; no, no son pocos los que se ven inducidos a sacar sus hechos históricos de las tinieblas a la luz, ya producirlos para el beneficio del público, debido a la gran importancia de los hechos mismos de los que se han ocupado. Ahora bien, de estas varias razones para escribir historia, debo confesar que las dos últimas también fueron mis propias razones; porque como yo mismo estaba interesado en aquella guerra que tuvimos los judíos con los romanos, y sabía yo mismo sus acciones particulares, y qué conclusión tuvo, me vi obligado a dar la historia de ella, porque vi que otros pervertían la verdad de aquellas acciones en sus escritos.  

 

2. Ahora he emprendido el presente trabajo, pensando que parecerá a todos los griegos digno de su estudio; porque contendrá todas nuestras antigüedades, y la constitución de nuestro gobierno, según la interpretación de las Escrituras Hebreas. Y de hecho, antes, cuando escribí sobre la guerra, tuve la intención de explicar quiénes eran originalmente los judíos, a qué fortunas habían estado sujetos, y por qué legislatura habían sido instruidos en la piedad y el ejercicio de otras virtudes. - Cuantas guerras habían hecho también en épocas remotas, hasta que se comprometieron de mala gana en esta última con los romanos: pero debido a que esta obra tomaría una gran brújula, la separé en un tratado conjunto por sí mismo, con un comienzo propio. , y su propia conclusión; pero con el correr del tiempo, como suele sucederle a los que emprenden grandes cosas, me cansé y proseguí lentamente, siendo un tema amplio, y una cosa difícil de traducir nuestra historia a un idioma extranjero, y para nosotros desacostumbrado. Sin embargo, había algunas personas que deseaban conocer nuestra historia, y por eso me exhortaron a seguir con ella; y, sobre todos los demás, Epafrodito, hombre que es amante de toda clase de saberes, pero que se deleita principalmente con el conocimiento de la historia, y esto a causa de haber estado él mismo ocupado en grandes asuntos y en muchas vueltas de la fortuna. , y habiendo mostrado un maravilloso rigor de excelente naturaleza, y una inamovible resolución virtuosa en todos ellos. Cedí a las persuasiones de este hombre, que siempre excita a los que tienen habilidades en lo que es útil y aceptable, a unir sus esfuerzos con los suyos. Yo también me avergonzaba de permitir que cualquier pereza de disposición tuviera una mayor influencia sobre mí, que el deleite de esforzarme en los estudios que eran muy útiles: entonces me reanimé y proseguí con mi trabajo más alegremente. Además de los motivos anteriores, tenía otros en los que reflexioné mucho; y estos fueron, que nuestros antepasados ​​estaban dispuestos a comunicar tales cosas a otros; y que algunos de los griegos se esforzaron mucho por conocer los asuntos de nuestra nación.

 

3. Encontré, por lo tanto, que el segundo de los Ptolomeos fue un rey extraordinariamente diligente en lo que se refería al aprendizaje y la colección de libros; que también tenía la particular ambición de procurar una traducción de nuestra ley, y de la constitución de nuestro gobierno contenida en ella, a la lengua griega. Ahora bien, Eleazar, el sumo sacerdote, uno no inferior a cualquier otro de esa dignidad entre nosotros, no envidiaba al antedicho rey la participación de esa ventaja, que de otro modo le habría negado con seguridad, sino que sabía que la costumbre de nuestra nación era, para impedir que nada de lo que nos estimamos se comunique a los demás. En consecuencia, pensé que me convenía tanto imitar la generosidad de nuestro sumo sacerdote como suponer que incluso ahora podría haber muchos amantes del aprendizaje como el rey; porque no obtuvo todos nuestros escritos en ese tiempo; pero los que fueron enviados a Alejandría como intérpretes, le dieron sólo los libros de la ley, mientras que había un gran número de otros asuntos en nuestros libros sagrados. Ellos, de hecho, contienen en ellos la historia de cinco mil años; tiempo en el cual sucedieron muchos extraños accidentes, muchas chances de guerra, y grandes acciones de los comandantes, y mutaciones de la forma de nuestro gobierno. En general, un hombre que lea detenidamente esta historia, puede aprender principalmente de ella, que todos los eventos tienen éxito, incluso en un grado increíble, y que la recompensa de la felicidad es propuesta por Dios; pero entonces es para aquellos que siguen su voluntad, y no se atreven a quebrantar sus excelentes leyes: y en la medida en que los hombres de alguna manera apostatan de la observación exacta de ellas, lo que antes era práctico se vuelve impracticable y lo que se propongan como un bien, se convierte en una calamidad incurable. Y ahora exhorto a todos aquellos que lean estos libros, a aplicar sus mentes a Dios; y para examinar la mente de nuestro legislador, si no ha entendido su naturaleza de una manera digna de él; y nunca le ha atribuido las operaciones que corresponden a su poder, y no ha preservado sus escritos de esas fábulas indecentes que otros han elaborado, aunque, por la gran distancia del tiempo en que vivió, podría haber falsificado con seguridad tales mentiras; porque vivió hace dos mil años; en qué vasta distancia de edades los mismos poetas no han sido tan duros como para fijar incluso las generaciones de sus dioses, mucho menos las acciones de sus hombres, o sus propias leyes. Mientras procedo, por lo tanto, describiré con precisión lo que está contenido en nuestros registros, en el orden de tiempo que les corresponde; porque ya he prometido hacerlo en toda esta empresa; y esto sin añadir cosa alguna a lo que contiene, ni quitar cosa alguna.

 

4. Pero como casi toda nuestra constitución depende de la sabiduría de Moisés, nuestro legislador, no puedo dejar de decir algo de él antes, aunque lo haré brevemente; Quiero decir, porque de lo contrario los que lean mi libro se preguntarán cómo es posible que mi discurso, que promete un relato de leyes y hechos históricos, contenga tanto de filosofía. El lector, por lo tanto, debe saber que Moisés consideró sumamente necesario que quien quiera conducir bien su propia vida y dar leyes a los demás, en primer lugar debería considerar la naturaleza divina; y, sobre la contemplación de las operaciones de Dios, debería imitar el mejor de todos los patrones, en la medida en que le sea posible a la naturaleza humana, y esforzarse por seguirlo: ni el legislador mismo podría tener una mente recta sin tal contemplación; ni nada de lo que escribiera tendería a promover la virtud en sus lectores; Quiero decir, a menos que se les enseñe primero que Dios es el Padre y Señor de todas las cosas, y ve todas las cosas, y que por eso da una vida feliz a los que le siguen; pero sumerge a los que no caminan por los senderos de la virtud en miserias inevitables. Ahora bien, cuando Moisés estaba deseoso de enseñar esta lección a sus compatriotas, no comenzó a establecer sus leyes de la misma manera que lo hicieron otros legisladores; Quiero decir, sobre contratos y otros derechos entre un hombre y otro, pero elevando sus mentes hacia arriba para considerar a Dios y su creación del mundo; y persuadiéndolos, que nosotros los hombres somos las más excelentes de las criaturas de Dios sobre la tierra. Ahora bien, una vez que los hubo llevado a someterse a la religión, fácilmente los convenció de que se sometieran en todas las demás cosas: porque en cuanto a otros legisladores, siguieron fábulas, y con sus discursos transfirieron los más reprochables de los vicios humanos a los dioses, y proporcionaron a los malvados las excusas más plausibles para sus crímenes; pero en cuanto a nuestro legislador, una vez que hubo demostrado que Dios poseía la virtud perfecta, supuso que los hombres también debían esforzarse por participar de ella; ya los que no pensaban así y creían así, les infligía los castigos más severos. Exhorto, por lo tanto, a mis lectores a examinar toda esta empresa desde ese punto de vista; porque así les parecerá que no hay nada desagradable en ello ni a la majestad de Dios, ni a su amor por la humanidad; porque todas las cosas tienen aquí una referencia a la naturaleza del universo; mientras nuestro legislador habla sabiamente algunas cosas, pero enigmáticamente, y otros bajo una alegoría decente, pero todavía explica las cosas que requieren una explicación directa clara y expresamente. Sin embargo, aquellos que tienen una mente para saber las razones de cada cosa, pueden encontrar aquí una teoría filosófica muy curiosa, de la cual ahora en verdad agitaré la explicación; pero si Dios me da tiempo para ello, me pondré a escribirlo después de haber terminado el presente trabajo. Ahora me referiré a la historia que tengo ante mí, después de haber mencionado por primera vez lo que Moisés dice de la creación del mundo, que encuentro descrita en los libros sagrados de la manera siguiente. Puede que encuentre aquí una teoría filosófica muy curiosa, cuya explicación ahora ciertamente agitaré; pero si Dios me da tiempo para ello, me pondré a escribirlo después de haber terminado el presente trabajo   

martes, 17 de mayo de 2022

CARTA DEL APOSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS Capítulo 6; 15-23

 

 

Capítulo 6; 15-23

 15  ¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera.

 16  ¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?

 17  Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados;

 18  y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia.

 19  Hablo como humano, por vuestra humana debilidad; que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia.

 20  Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres acerca de la justicia.

 21  ¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte.

 22  Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.

 23  Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.

 

 

            Para cierto tipo de mentalidad, la doctrina de la Gracia gratuita es siempre una tentación a decir: "Si el perdón es tan fácil y tan inevitable como todo eso, si lo único que Dios quiere es perdonar y si su Gracia es tan ancha como para cubrir cualquier mancha o defecto, ¿por qué preocuparnos del pecado? ¿Por qué no vivir como nos dé la gana? A fin de cuentas, da lo mismo.»

Pablo se opone a eso con una imagen de la vida real: «Hubo un tiempo en que os entregasteis al pecado como sus esclavos; entonces la integridad no tenía ningún derecho sobre vosotros. Pero ahora os habéis entregado a Dios como esclavos de la integridad, y el pecado no tiene ningún derecho sobre vosotros.»

Para entender esto tenemos que comprender el status de un esclavo. Cuando hablamos de un empleado, en el sentido actual, nos referimos a una persona que da una parte concertada de su tiempo y actividad a un patrono, del que recibe un salario. El tiempo concertado está al servicio del patrono y a sus órdenes; pero, cuando termina ese tiempo, es libre para hacer lo que quiera. Durante la jornada laboral «pertenece» a su patrono; pero en el tiempo libre se pertenece a sí mismo. Pero en el tiempo de Pablo el status de un esclavo era completamente diferente. Literalmente, no se pertenecía a sí mismo en ningún momento, todo el tiempo le pertenecía a su amo. Era propiedad exclusiva de su amo. Esa es la imagen que Pablo tiene en mente. Dice: «Hubo un tiempo cuando eras esclavo del pecado. El pecado era tu dueño absoluto. Entonces no podías hablar de nada más que del pecado. Pero ahora has tomado a Dios como tu dueño, y Él tiene posesión absoluta de tu persona. Ahora ya no puedes ni hablar del pecado: tienes que hablar sólo de la santidad.»

Pablo se disculpa por adoptar este ejemplo. Dice: «Estoy simplemente usando una analogía humana para que vuestras mentes lo puedan captar.» Se disculpa porque no le gusta comparar la vida cristiana con ninguna forma de esclavitud. Pero lo que quiere decirnos es que el cristiano no puede tener más dueño que Dios. No puede darle a Dios una parte de su vida y otra parte al mundo. En cuanto a Dios, es todo o nada. Mientras uno tenga una parte de su vida que no pertenece a Dios no es cristiano de veras. Es cristiana la persona que le ha dado a Cristo el completo control de su vida sin reservarse nada. Nadie que lo haya hecho podría nunca pensar en usar la Gracia como una licencia para el pecado.

Pero Pablo tiene algo más que decir: "Tú tomaste la decisión libre y espontánea de obedecer el esquema de la enseñanza que habías aceptado.» En otras palabras, es como si dijera: "Tú sabías lo que estabas haciendo, y lo hiciste con absoluta libertad.» Esto es interesante. Recuerda que este pasaje ha surgido de una conversación acerca del bautismo; por tanto quiere decir que al bautismo se llegaba después de una preparación. Ya hemos visto que en la Iglesia Primitiva el bautismo era de adultos, es decir, de creyentes, previa confesión de fe. Está claro, por tanto, que uno no ingresaba en la iglesia en un momento de emoción. Se le instruía. Tenía que saber lo que estaba haciendo. Se le enseñaba lo que Cristo ofrecía y demandaba. Entonces, y sólo entonces, tomaba la decisión de incorporarse.

Jesús no quiere seguidores que no se hayan parado a considerar el precio. No se conforma con una persona que hace protestas de lealtad en la cresta de una ola de emoción. La Iglesia tiene el deber de presentar la fe en toda su riqueza, y las exigencias en toda su seriedad, a los que quieren hacerse miembros.

Pablo traza una diferencia entre la vida vieja y la nueva. La vida vieja se caracterizaba por la suciedad y la iniquidad. El mundo pagano era un mundo sucio; no conocía la castidad. Justino Mártir lanza un dicterio terrible cuando habla de la exposición de los bebés. En Roma, los niños que no se querían, especialmente las niñas, literalmente se tiraban a la basura. Todas las noches había muchas tiradas en el foro. A algunas las recogían ciertos tipos repugnantes que regentaban burdeles y las criaban para emplearlas en ellos. Justino presenta a sus detractores paganos la posibilidad de que, en su inmoralidad, cuando fueran a un burdel de la ciudad, podría ser que les correspondiera su propia hija.

El mundo pagano era inicuo en el sentido de que la concupiscencia era la única ley, y el crimen producía más crimen. Esa y no otra es la ley del pecado: el pecado engendra pecado. La primera vez que se comete un acto indigno, tal vez se hace con vergüenza y temblor. La segunda vez es más fácil; y, si se sigue así, ya no hay que vencer ningún escrúpulo ni realizar ningún esfuerzo. El pecado pierde su horror. La primera vez puede que nos permitamos alguna indulgencia y que nos conformemos con muy poco; pero luego se llega a querer más y más para conseguir el mismo o más placer. El pecado conduce al pecado; el libertinaje, al libertinaje. Una vez que se entra en el camino del pecado, se va cada vez más lejos. Lo compararía a deslizarse por un tobogán pringado de aceite. Al principio deslizarse es una sensación placentera, pero cuando la aceleración o deslizamiento es mayor, ya no hay vuelta atrás. Así el pecado engendra más y más pecado hasta que la persona toca fondo, y o se queda ahí, o pide auxilio para salir de esa situación. Él o ella es imposible puedan salir por sus propios esfuerzos.

La nueva vida es diferente: es la vida de la integridad. Los griegos definían la integridad como darles al hombre y a Dios lo que se les debe. La vida cristiana le da a Dios Su lugar y respeta los derechos de las personas. El cristiano nunca desobedecerá a Dios ni usará a una persona humana para satisfacer su deseo de placer. La vida cristiana conduce a la santificación. La palabra griega es haguiasmós. Todas las palabras griegas que terminan por -asmós describen, no un estado, sino un proceso. La santificación es el camino que conduce a la santidad. Cuando una persona le entrega su vida a Cristo, eso no la hace perfecta instantáneamente; la lucha no ha terminado ni mucho menos; pero el Cristianismo siempre ha considerado más importante la dirección en que se marcha que la etapa particular que se ha alcanzado. Una vez que se pertenece a Cristo se ha empezado el proceso de la santificación, el camino a la santidad. " Lo único que hago, dejando de pensar en lo que queda atrás y estirándome a lo que tengo por delante, es proseguir hacia la meta, al premio del supremo llamamiento que Dios me ha dirigido en la Persona de Jesucristo» Filipenses_3:13 s). Robert Louis Stevenson decía: " Viajar con esperanza es mejor que llegar.» Lo que no se puede negar es que es una gran cosa ponerse en camino hacia una meta gloriosa.

Puede ser, y es, provechoso para un cristiano mirar las pasadas misericordias de Dios hacia su alma, para despertar en el corazón emociones de gratitud, y pensar en sus faltas y errores, para producir arrepentimiento y humildad. Pero ninguna de estas cosas debe permitirse ni por un momento que desvíe la mente del propósito de ganar la corona incorruptible. Y se puede observar en general que un cristiano hará avances más rápidos en la piedad mirando hacia adelante que mirando hacia atrás. Adelante vemos todo para alegrarnos y animarnos: la corona de la victoria, los gozos del cielo, la compañía de los bienaventurados, el Salvador llamándonos y animándonos.

Al revés, vemos todo para descorazonar y humillar, nuestra propia infidelidad; nuestra frialdad, muerte y torpeza; el poco celo y ardor que tenemos, todos son aptos para humillar y desanimar. Es el cristiano más alegre que mira hacia adelante y que tiene el cielo siempre a la vista; el que está acostumbrado a pensar mucho en el pasado, aunque sea un verdadero cristiano, es probable que sea melancólico y desanimado, que sea un recluso más que un amigo afectuoso y activo del Salvador. O si mira hacia atrás para contemplar lo que ha hecho, el espacio que ha recorrido, las dificultades que ha superado y su propia rapidez en la carrera, es probable que se vuelva autocomplaciente y satisfecho de sí mismo. Confiará en sus esfuerzos pasados y sentirá que el premio ahora es seguro, y relajará sus esfuerzos futuros. Miremos entonces hacia adelante. No perdamos nuestro tiempo ni en meditar sobre el triste pasado y nuestra propia infidelidad, ni en pensar en lo que hemos hecho, y así envanecernos de autocomplacencia; pero mantengamos la mirada fija en el premio y corramos la carrera como si acabáramos de comenzarla.

  Delante del corredor había una corona o guirnalda para ser otorgada por los jueces de los juegos. Delante del cristiano hay una corona de gloria, la recompensa eterna del cielo. Está el favor de Dios, la victoria sobre el pecado y la muerte, la sociedad de los redimidos y de los seres angélicos, y la seguridad de la perfecta y eterna libertad de todo mal. Estos son suficientes para animar el alma y estimularla con un vigor cada vez mayor en la raza cristiana.

Pablo termina con una gran frase que contiene una doble metáfora: «La paga del pecado es la muerte, pero el regalo gratuito e inmerecido de Dios es la Vida eterna.» Pablo usa dos palabras militares: Para paga usa la palabra opsónia, que quiere decir literalmente la paga del soldado -la soldada-, lo que se ha ganado arriesgando la vida y con mucho sudor y dolor, algo que se le debe y que no se le debe escatimar; y para regalo usa járisma -en latín donativum-, que es algo que no se ha ganado, que el ejército recibía a veces. En ocasiones especiales -por ejemplo, en su cumpleaños, el día que ascendía al puesto supremo o en el aniversario-, el emperador les repartía a los soldados un regalo en dinero. No se había ganado, sino que el emperador lo daba por generosidad y gracia. Así que Pablo dice: " Si se nos da lo que nos hemos ganado, no vamos a recibir nada más que la muerte; pero Dios nos da la Vida eterna por pura Gracia y generosidad.»

viernes, 13 de mayo de 2022

CARTA DEL APOSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS Capítulo 6; 1-14

 (Gracias a Dios que después de 10 días de estar infectado por el virus y su variante XE, poco a poco el Señor está restaurando la salud. En este tiempo he perdido 8 kg. Casi 8 días los pasé en cama, debilitado y muy cansado. Fiebre, dolor muy intenso de cabeza; mi cuerpo vapuleado como si fuera una piñata...tengo una pesadez  que bloquea de algún modo mi mente. Es una situación bastante rara, que me provoca cierta confusión mental. Espero con la ayuda del Señor poder dejar atrás este episodio. Gracias por vuestras oraciones)


 Capítulo 6; 1-14

1  ¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde?

2  En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?

3  ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?

4  Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.

5  Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección;

6  sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.

7  Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.

8  Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él;

9  sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él.

10  Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive.

11  Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.

12  No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias;

13  ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia.

14  Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.

 

 

            Como ya ha hecho varias veces en esta carta, Pablo vuelve aquí a tener una discusión con una especie de oponente imaginario. La discusión surge del gran dicho que apareció al final del capítulo anterior: «Cuando el pecado se hizo más abundante y grave, lo sobrepujó la Gracia.» Podemos reconstruirlo así.

 

Objetor.- Acabas de decir que la Gracia de Dios es suficientemente grande para perdonar cualquier pecado.

Pablo.- Y lo mantengo.

Objetor.- Estás diciendo que la Gracia de Dios es la cosa más maravillosa del mundo.

Pablo.- Eso es.

Objetor.- Pues entonces, ¡sigamos pecando! Cuanto más pequemos, más abundará la Gracia. El pecado no importa, porque Dios lo va a perdonar de todas maneras. De hecho, aún podríamos decir más: que el pecado es algo excelente, porque le ofrece a la Gracia una oportunidad de manifestarse. La conclusión de tu razonamiento es que el pecado produce la Gracia; y por tanto tiene que ser una cosa buena, ya que produce la cosa más grande del mundo.

 

La primera reacción de Pablo es retirarse de la discusión sobrecogido de horror: " ¿Es que sugieres -pregunta- que deberíamos seguir pecando para darle más oportunidades a la Gracia de seguir operando? ¡No permita Dios que sigamos un curso de acción tan inaceptable!»

 Es muy probable que estas fueran las palabras de un gentil creyente, quien, habiendo recibido todavía poca instrucción, porque acaba de salir de su estado pagano para creer en Cristo Jesús, podría imaginar, por la manera en que Dios había magnificado su misericordia, al borrar su pecado por el simple hecho de creer en Cristo, que, suponiendo que incluso cediese a las malas propensiones de su propio corazón, sus transgresiones no podrían hacerle daño ahora que estaba en el favor de Dios. Y no debemos sorprendernos de que un gentil, recién emergiendo de las tinieblas más profundas, pueda albergar pensamientos como estos; cuando encontramos que dieciocho siglos después de esto, han aparecido personas en los países más cristianos de Europa, no sólo haciéndose tal pregunta, sino defendiendo la doctrina con todas sus fuerzas; y afirmando de la manera más incondicional, “que los creyentes no tenían la obligación de guardar la ley moral de Dios; que Cristo la había guardado para ellos; que se les imputaba su mantenimiento; y que Dios, que se lo había exigido a Él, que era su fiador y representante, no se lo exigiría a ellos, por cuanto sería injusticia exigir dos pagos por una sola deuda.” Estos son los antinomianos que una vez florecieron en esta tierra, y cuya raza aún no se ha extinguido por completo.

Pero luego pasa a otra cosa: «¿Has pensado alguna vez -pregunta- lo que te sucedió cuando te bautizaste?» Ahora bien, cuando intentamos entender lo que Pablo dice a continuación tenemos que recordar que el bautismo en su tiempo era distinto de lo que es corrientemente hoy.

(a) Era bautismo de adultos. En la Iglesia Primitiva una persona mayor venía a Cristo individualmente, a menudo dejándose atrás a la familia.

(b) El bautismo en la Iglesia Primitiva estaba íntimamente relacionado con la confesión de fe. Una persona era bautizada cuando entraba en la Iglesia dejando el paganismo. Al bautizarse, una persona hacía una decisión que producía un corte radical en su vida, lo que muchas veces quería decir que acababa una vida y empezaba otra totalmente distinta.

(c) Generalmente el bautismo era por inmersión total, y esa práctica simbolizaba una verdad que no queda tan clara en el bautismo por aspersión. Cuando una persona descendía al agua, y era sumergida totalmente, era como si la enterraran. Cuando salía del agua, era como si resucitara saliendo de la tumba. El bautismo quería decir simbólicamente morir y resucitar. La persona moría a una clase de vida y resucitaba a otra; moría para la vieja vida del pecado, y resucitaba a la nueva vida de la Gracia.

Para comprender todo esto tenemos que recordar de nuevo que Pablo estaba usando un lenguaje y unas alegorías que casi todos los de su tiempo y generación entenderían. Tal vez nos parezcan extraños a nosotros, pero no lo eran para sus contemporáneos.

Los judíos le entenderían. Cuando se convertía un pagano al judaísmo, tenía que hacer tres cosas: sacrificio, circuncisión y bautismo. El gentil entraba en la fe de Israel mediante el bautismo, cuyo ritual tenía estas partes: El que iba a bautizarse se cortaba el pelo y las uñas; se desnudaba totalmente; el baptisterio tenía que contener por lo menos 40 seahs -es decir, unos 500 litros, medio metro cúbico de agua-, y el agua tenía que llegar a todas las partes de su cuerpo. Mientras estaba en el agua tenía que hacer profesión de su fe ante tres padrinos, y se le dirigían algunas exhortaciones y bendiciones. El efecto de este bautismo se creía que era una total regeneración; al bautizado se le consideraba como un recién nacido aquel día. Se le perdonaban todos los pecados, porque Dios no podía castigar los que hubiera cometido antes de nacer de nuevo. Lo completo del cambio se veía en el hecho de que ciertos rabinos mantenían que el hijo que le naciera a un hombre después de su bautismo era su primogénito, aunque hubiera tenido otros en su vida anterior. En teoría se mantenía -aunque esta creencia nunca se ponía en práctica- que un hombre era tan totalmente nuevo que podría casarse con una hermana, o hasta con su madre. No era solamente un hombre cambiado; era una persona diferente.

Cualquier judío entendería lo que decía Pablo acerca de la necesidad de que un bautizado fuera completamente nuevo. Y lo mismo un griego. En aquel tiempo la única verdadera religión griega eran los misterios o religiones misteriosas, que ofrecían la liberación de los cuidados, las angustias y los temores de la Tierra; esta liberación se lograba mediante la unión con un dios. Todos esos misterios eran representaciones de una pasión; se basaban en la supuesta historia de algún dios que sufría, moría y resucitaba; su historia se representaba como un drama. Antes de participar en él, uno tenía que ser iniciado; es decir, tenía que seguir un curso de instrucción sobre el sentido del drama, tenía que someterse a un proceso de disciplina ascética y prepararse concienzudamente. El drama se representaba con todos los medios disponibles de música y luces, de incienso y de misterio. Durante la representación, el iniciado tenía una experiencia emocional de identificación con el dios. La iniciación se consideraba siempre como una muerte seguida de un nuevo nacimiento, en el cual el hombre era renatus in aeternum, nacido de nuevo para la eternidad. Uno que hizo la iniciación nos dice que pasó por una muerte voluntaria». Sabemos que en uno de aquellos misterios el que se iba a iniciar se llamaba moriturus, el que va a morir, y que se le enterraba hasta la cabeza en una zanja. Cuando ya había pasado la iniciación, se le hablaba como a un niño pequeño, y se le daba leche como a un recién nacido. En otro de aquellos misterios, la persona que se estaba iniciando oraba: «Entra tú en mi espíritu, en mi pensamiento y en toda mi vida; porque tú eres yo, y yo soy tú.» Cualquier griego que hubiera hecho estas experiencias comprendería sin dificultad lo que quería decir Pablo con aquello de morir y resucitar otra vez en el bautismo; y al hacerlo, llegar a ser uno con Cristo.

No estamos diciendo de ninguna manera que Pablo tomó prestadas estas ideas o palabras de tales prácticas judías o paganas; lo que decimos es que estaba usando palabras y alegorías que reconocerían y entenderían tanto los judíos como los paganos.

En este pasaje hay tres grandes verdades permanentes.

(i) Es una cosa terrible el intentar comerciar con la misericordia de Dios convirtiéndola en una licencia para seguir pecando. En términos humanos sería tan despreciable como el que un hijo se creyera con derecho a defraudar a su padre porque sabe que éste le perdonará. Eso sería aprovecharse del amor para quebrantarle el corazón.

(ii) La persona que inicia el camino cristiano se compromete a una clase de vida diferente. Ha muerto para una clase de vida, y ha nacido de nuevo para otra. En los tiempos actuales puede que tendamos a presentar la conversión al Cristianismo como algo que no tiene por qué producir una gran diferencia. Pablo habría dicho que tiene que producir la mayor diferencia del mundo.

(iii) Pero hay más que un cambio de conducta en la vida de una persona que acepta a Cristo. Hay una verdadera identificación con Él. Es un hecho que no puede haber un cambio real de vida sin esa unión con Cristo. La persona está en Cristo. Un gran pensador cristiano ha sugerido una metáfora para explicar esa frase: No podemos vivir la vida física a menos que estemos en el aire y el aire esté en nosotros; de la misma manera, no podemos vivir la vida que Dios nos quiere dar a menos que estemos en Cristo y Cristo en nosotros.

 El Cristianismo no es una experiencia emocional, sino una manera de vivir. El cristiano no lo es para complacerse en una experiencia, por muy maravillosa que sea, sino para salir a vivir una cierta clase de vida entre los ataques y problemas del mundo. Es normal en el mundo de la vida religiosa que nos sentemos en la iglesia y sintamos como una ola de sentimiento que pasa por nuestro interior. A veces, aun cuando nos encontramos solos, nos sentimos muy cerca de Cristo. Pero el Cristianismo que se detiene allí no ha recorrido más que la mitad del camino. Esa emoción tiene que traducirse en acción. El Cristianismo no puede ser sólo una mera experiencia interior. Tiene que ser una vida en la palestra del mundo.

Cuando uno sale al mundo se tiene que enfrentar con una situación terrible. Como Pablo la ve, Dios y el pecado están buscando armas que puedan usar. Dios no puede actuar sin hombres; si quiere que se diga algo, tiene que encontrar a una persona que lo diga; si quiere que se haga algo, tiene que encontrar a alguien que lo haga, y si quiere que alguien reciba ánimo, necesita a alguien que se lo dé. Y lo mismo sucede con el pecado: alguien tiene que empujarlo. El pecado está buscando gente que induzca a otros a pecar con sus palabras o ejemplo. Es como si Pablo estuviera diciendo: «En este mundo hay una batalla constante entre Dios y el pecado; decide de qué parte estás.» Nos enfrentamos con la tremenda alternativa de convertirnos en instrumentos en las manos de Dios, o en las del pecado.

Un creyente inmaduro podría muy bien decir: «Hay decisiones que son demasiado difíciles, y voy a fallar.» La respuesta de Pablo es: "No te desanimes ni te desesperes; el pecado no te dominará.» «¿Por qué?» «Porque ya no estamos bajo la Ley, sino bajo la Gracia. "¿Y eso cambia tanto las cosas?» "Sí; porque ya no estamos tratando de satisfacer las exigencias de la Ley, sino tratando de ser dignos de los dones del Amor». Ya no pensamos en Dios como un juez severo, sino como el Que ama las almas de todas las personas. No existe en todo el mundo una inspiración que se pueda comparar con la del amor. ¿Hay alguien que salga de la compañía del ser querido sin sentir el deseo ardiente de ser mejor persona? La vida cristiana ya no es una carga que hay que soportar, sino un privilegio a cuya altura se puede vivir. Como decía Denney: "No son las prohibiciones lo que libera del pecado, sino la inspiración; no es el monte Sinaí, sino el Calvario el que produce santos.» Muchos han sido liberados del pecado, no por las normas de la ley, sino porque no habrían podido soportar el desilusionar, o fallar, o herir a una persona a la que amaban o que los amaba. En el mejor de los casos la ley nos sujeta por el temor; pero el amor nos redime inspirándonos para que seamos mejores de lo que hemos conseguido ser. La inspiración del cristiano viene, no del miedo al castigo de Dios, sino de la contemplación de lo que Dios ha hecho por él.