} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 05/01/2017 - 06/01/2017

viernes, 26 de mayo de 2017

LA BATALLA CON LA TENTACIÓN


Lucas 4:1-3
Y Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue agitado del Espíritu al desierto
   por cuarenta días, y era tentado del diablo. Y no comió nada en aquellos días; los cuales pasados, después tuvo hambre.
   Entonces el diablo le dijo: Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se haga pan.
(La Biblia de Casiodoro de Reina 1569)


  Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue agitado del Espíritu al desierto por cuarenta días, y era tentado (puesto a prueba) por el diablo.

Jesús está lleno del Espíritu. Posee el Espíritu, no «con medida» (Jn_3:34), como los profetas, sino en toda su plenitud. Por eso está también plenamente bajo la guía de Dios (Jn_4:14). Lleva a cabo su peregrinación y su acción en armonía con el Espíritu que actúa en él, y con la virtud del mismo.   Jesús es guiado por el desierto en el Espíritu. En la extensión del desierto, vacía de hombres, nada le separa de Dios. Allí busca el silencio de la oración y el trato a solas con el Padre. Como Hijo de Dios se deja guiar en el Espíritu. «Todos los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios, éstos son hijos suyos» (Rom_8:14).

Desde luego, Jesús fue voluntariamente, pero no se metió deliberadamente en tentación. Jesús no es impelido al desierto por el Espíritu (Mar_1:12), sino que él mismo va. No es conducido por el Espíritu, sino que se deja guiar en el Espíritu. El Espíritu no actúa en él a la manera, digamos, como actuó en los jueces, en un Otoniel (Jue_3:10), en un Gedeón (Jue_6:34), en un Jefté (Jue_11:29). Sobre ellos vino el Espíritu, los pertrechó para una gran obra y volvió a abandonarlos cuando ésta se vio cumplida. En Jesús actúa de otra manera. No es arrastrado por el Espíritu, sino que él mismo dispone del Espíritu. Jesús no posee sólo un don transitorio del Espíritu, sino que lo posee establemente, siempre, como nacido que es del Espíritu; por esto obra siempre en él y puede también comunicarlo a su Iglesia (Luc_24:49; Hec_2:33).
Algunas veces sentimos que si el Espíritu Santo nos guía, siempre será "junto a aguas de reposo" (Salm_23:2). Pero esto no es del todo cierto; el Espíritu condujo a Jesús al desierto para una larga y difícil época de prueba y puede también llevarnos a situaciones difíciles. Al enfrentar pruebas, primero asegurémonos de que no vienen debido al pecado ni por decisiones insensatas. Si no descubrimos pecado inconfesado ni comportamiento negligente que cambiar, pidamos a Dios que nos dé energías para enfrentar la prueba. Por último, tengamos cuidado en seguir fielmente hacia donde el Espíritu nos guía.

El diablo, llamado Satanás (el adversario), es un ser real. El existe. Es el enemigo que siembra cizaña cuando el Señor siembra simiente buena (Mat_13:28); quita la palabra de Dios del corazón del hombre para que no crea (Mat_13:19); usa lazos para atrapar a los hombres para que estén "cautivos a voluntad de él" (2Ti_2:26); es el padre de la mentira (Jn_8:44); pero puede ser resistido por el hombre (Stg_4:7-8).
            ¿Qué significa la palabra “tentar”? "PEIRAZO significa (1) intentar, probar, ensayar; (2) poner a prueba, en un buen sentido, dicho de Cristo y de los creyentes, Heb_2:18, donde el contexto da evidencia de que la tentación fue causa de sufrimiento para El, y sólo de sufrimiento, no una atracción hacia el pecado, de modo que los creyentes tienen la simpatía de Cristo como su Sumo Sacerdote en el sufrimiento que el pecado ocasiona a aquellos que están en el disfrute de la comunión con Dios;  en todas las tentaciones que Cristo soportó, no había nada dentro de Él que respondiera al pecado. Satanás tentó a Eva en el huerto y tentó también a Jesús en el desierto. Satanás es un ser real, no un símbolo ni una idea. Constantemente lucha en contra de Dios y en contra de los que le siguen y obedecen. Jesús fue el blanco original de su tentación. Satanás triunfó con Eva y Adán, y pretendía hacer lo mismo con Jesús.

 (a) de intentos de atrapar a Cristo en Sus palabras  Mat_16:1; Mat_19:3; Mat_22:18; Mat_22:35; Jn_8:6
(b) de tentaciones a pecar  Gál_6:1 Stg_1:13-14  de tentaciones mencionadas como procedentes del diablo, Mat_4:1... 1Co_7:5; 1Ts_3:5;
 (c) de tentar o retar a Dios, Hch_15:10; 1Co_10:9; Heb_3:9; al Espíritu Santo, Hch_5:9.

La tentación a menudo viene después de un buen momento en nuestra vida espiritual o en nuestro ministerio (1 Reyes 18 y 19 que relatan la historia de Elías, donde luego de su gran victoria, le sigue la desesperación). Recordemos que Satanás elige el momento preciso para sus ataques. Necesitamos estar en guardia en tiempos de victoria y en tiempos de desaliento

  Stg_1:13 parece contradecir otras afirmaciones de la Escritura en dos respectos, diciendo (a) que «Dios no puede ser tentado del mal» y (b) que «ni él tienta a nadie». Pero Dios tentó, o probó, a Abraham Heb_11:17, y los israelitas tentaron, o probaron, a Dios, 1Co_10:9. Sin embargo, clarifica que, en tanto que en estos casos la tentación o prueba vino de fuera, Santiago se refiere a la tentación o prueba que surge de dentro, de apetitos descontrolados y de pasiones malvadas,  Mar_7:20-23".
Conocer y obedecer la Palabra de Dios es arma eficaz contra la tentación, la única ofensiva provista en la "armadura" de Dios (Efe_6:17). Jesús usó la Escritura para enfrentar los ataques de Satanás y nosotros podemos hacerlo también. Pero, a fin de usarla con eficacia, debemos tener fe en las promesas de Dios porque Satanás también sabe las Escrituras y es experto en torcerlas para que se ajusten a sus propósitos. Obedecer las Escrituras es más importante que tener un simple versículo que mencionar, de manera que leámoslos a diario y aplíquemolos a nuestra vida. Así nuestra "espada" tendrá siempre filo.

   Nuestra semejanza.
Jesús "debía ser en todo semejante a sus hermanos" (Heb_2:17), y "fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado" (Heb_4:15); "Se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres" (Flp_2:7). Estos textos se refieren a la naturaleza humana de Jesús. Siendo hombre Él tenía todos los deseos y apetitos normales del hombre:   "tuvo hambre" (Mat_4:2), y sed (Jn_4:7), "dormía" (Mat_8:24) y sufría físicamente (Mat_16:21). La expresión “nuestra semejanza” no se refiere a ninguna clase de "naturaleza pecaminosa". El no compartía los deseos carnales que caracterizan a los hombres. "Cuando introduce al Primogénito en el mundo, dice:... Has amado la justicia, y aborrecido la maldad", Heb_1:6-9; cuando "el Verbo fue hecho carne" (Jn_1:14), no dejó de amar la justicia y aborrecer la maldad. El nunca pecó ni en palabra, ni en hecho, ni en pensamiento. Nunca fue culpable de codiciar a una mujer (Mat_5:28); nunca aborreció a nadie (1Jn_3:15); no amaba al dinero (1Ti_6:9-10; Col_3:5). Él fue tentado como hombre, pero no como hombre pecador.
¿Por qué fue necesaria la tentación de Jesús? Primero, la tentación es parte de la experiencia humana. Para que Jesús fuera netamente humano y pudiera entendernos del todo, tuvo que enfrentar la tentación. (Heb_4:15.) Segundo, Jesús tuvo que deshacer la obra de Adán. Este, aunque se creó perfecto, cayó en la tentación y su pecado se trasmitió a todo el género humano. Jesús, en contraste, resistió a Satanás. Su victoria ofrece salvación a todos los descendientes de Adán.

  Nuestras debilidades.
 "Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades (flaquezas)". Jesús no tenía debilidades o flaquezas espirituales. El hombre tiene deseos carnales e inclinaciones hacia el mal y, por eso, fácilmente cae en pecado, pero Jesús no tenía tales flaquezas. Cuando la palabra débil se usa en sentido espiritual, significa pecador ("Cuando éramos débiles, a su tiempo Cristo murió por los impíos... siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros", Rom_5:5; Rom_5:8). Jesús no tenía esta clase de debilidad. La palabra debilidad es ASTHÉNEIA, y significa enfermedad, literalmente "falta de fuerza". Luc_7:21, "sanó a muchos de enfermedades". 2Co_11:30, "me gloriaré en lo que es de mi debilidad" (hablando de sus persecuciones, 11:24-28). "Después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre" (Mat_4:2); en verdad, después de ayunar por cuarenta días el cuerpo está prácticamente abatido y cerca de la muerte. Cuando azotado (Mat_27:26) ¿no estaba debilitado? Obligaron a Simón de Cirene a que llevase la cruz de Cristo (Mat_27:32), tal vez a causa de su debilidad, porque Jn_19:17 dice que "él (Jesús), cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera". "Fue crucificado en debilidad" (2Co_13:4). La debilidad de Jesús, pues, no tuvo nada que ver con la flaqueza espiritual, sino con la debilidad física. Por lo tanto, Heb_4:15 no se refiere a las debilidades espirituales.

 Fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.
 La expresión sin pecado (CHORIS HAMARTIA) significa "aparte de pecado".  En todas las tentaciones que Cristo soportó, no había nada dentro de Él que respondiera al pecado. No había en El ninguna debilidad pecaminosa.
            Fue tentado en todo según nuestra semejanza, porque tenía deseos y apetitos humanos, pero hay mucha diferencia entre los deseos humanos (los deseos que Dios dio al hombre cuando lo creó) y los deseos malos, que son adquiridos y cultivados por el hombre mismo; es decir, el hombre no nace con ellos, sino que en vez de satisfacer los deseos normales y naturales conforme a las reglas de Dios, salen de estos límites para corromperlos y satisfacerlos conforme a las incitaciones del diablo. Cristo Jesús tuvo todos los deseos y apetitos normales y naturales, pero no adquirió ningún deseo o apetito carnal. Siempre estaba resuelto a hacer la voluntad de Dios (Jn_4:34; Jn_5:30). Dice Jn_14:30, “Viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí”; es decir, Satanás no tuvo poder alguno sobre Jesús.
            Stg_1:14, "Cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido". Los deseos malos son creados y cultivados por el hombre desde la juventud por medio de imitar el ejemplo de otros, por la asociación con gente mundana, por varios medios de comunicación carnales (libros, revistas y, cada vez más en nuestra generación por medio de la corrupción de la televisión y la Internet). Entonces, una vez corrompido el corazón, el hombre es susceptible a la tentación del diablo descrita en este texto. Muchos son tentados porque aman al dinero (Jos_7:21; 1Ti_6:9-10; Col_3:5), pero Jesús no fue tentado de esta manera. Él era el Hijo de David, pero no imitó a David en su pecado de codiciar a una mujer (2Sa_11:1-27; Mat_5:28). No imitó a Caín ni a los hermanos de José en odiar o envidiar a otros. Recordemos siempre lo que se dice de Cristo en Heb_1:9, “Has amado la justicia, y aborrecido la maldad”. Por lo tanto, Stg_1:14 no debe citarse para comentar sobre las tentaciones de Jesús, porque Él nunca tenía concupiscencias que le pudieran atraer o seducir.
            1Jn_2:15-16, "No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo... Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo" (1Jn_2:16); puesto que este texto tampoco se refiere a los deseos y apetitos normales o naturales, sino a los "del mundo", no se debe aplicar a las tentaciones de Jesús, pues Él no tenía "los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida". Juan dice "no améis... las cosas que están en el mundo"; Jesús no las amaba. Desde luego, Satanás tienta o pone a prueba a todos y de toda manera posible, pero en Jesús no había nada que respondiera a sus tentaciones. Recordemos Jn_14:30, "Viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí".
             Rom_8:3 , "Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado".   Pablo habla de "carne de pecado", porque todos los hombres han pecado, usando su cuerpo como instrumento de pecado (Rom_6:12-13). Cristo vino "en semejanza de carne de pecado", porque Él tenía un cuerpo humano, pero nunca usó su cuerpo como instrumento de pecado.
            Cristo, nuestro perfecto ejemplo de la pureza. Algunos suponen que fue necesario que Jesús tuviera deseos carnales para ser nuestro ejemplo, pero Dios es nuestro ejemplo (Efe_5:1); ¿Él tiene deseos malos? Todo cristiano debe ser ejemplo para otros. Para ser ejemplo para el borracho, ¿es necesario que el cristiano quiera emborracharse? Para ser ejemplo para el homosexual, ¿tiene que poseer deseos homosexuales? Para ser ejemplo para el ladrón ¿tiene que codiciar los bienes de otros? Jesús no tuvo que tener deseos malos para ser nuestro ejemplo. Tal enseñanza es falsa y muy insultante.
            Cristo fue tentado para dejarnos el perfecto ejemplo de cómo vivir y de cómo resistir al diablo. Su vida aquí en la tierra no fue un "experimento" (para ver si pudiera vivir perfectamente). No vino para saber cómo sería vivir como un hombre, pues ya sabía todo lo que hay en el hombre (Jn_2:24-25). Recuérdese que cuando Cristo vino al mundo, amaba la justicia y aborrecía la maldad (Heb_1:9) y al ser "hecho carne" no cambió (Heb_13:8).
             Y no comió nada en aquellos días, ( Éxo_34:28; 1Re_19:8) pasados los cuales, tuvo hambre.   Entonces el diablo le dijo: Si eres Hijo de Dios, (puesto que eres Hijo de Dios; el diablo bien sabía que Jesús era el Hijo de Dios, pues le confesó varias veces por la boca de los endemoniados, y precisamente como el Hijo de Dios Jesús echaba fuera los demonios, Mar_3:11)) di a esta piedra que se convierta en pan. - En esta tentación el diablo se burlaba de Jesús, como si hubiera dicho, "Tú, el Hijo de Dios, ¿y muriendo de hambre? Tú no debes tener hambre". Es muy semejante a Luc_23:35 : "los gobernantes se burlaban de él, diciendo: A otros salvó; sálvese a sí mismo, si éste es el Cristo, el escogido de Dios". Fácilmente Jesús podía haber convertido las piedras en pan como convirtió el agua en vino, como dos veces multiplicó los panes y peces y como dos veces efectuó la pesca milagrosa, pero no era necesario convertir piedras en pan, pues siendo el Creador podía haber creado pan de la nada. Satanás es muy inteligente pero muchas veces dice cosas insensatas, como en este caso.
            Recordemos que en muchos textos la palabra tentar (PEIRAZO) significa probar o poner a prueba. Muchos hermanos creen y enseñan que si una tentación no es atractiva y deseable, no es una tentación. Desde luego, el pensamiento de comer pan después de ayunar cuarenta días era muy deseable, pero no era deseable el pensamiento de convertir piedras en pan, haciendo uso incorrecto de su poder. A Jesús no le gustaba sufrir, pues El, siendo hombre, tenía el deseo normal de proteger y preservar su vida, pero El no usó su poder divino para sí mismo. No pidió doce legiones de ángeles para evitar que le prendieran, no evitó los azotes y no bajó de la cruz, porque como Él dijo, "Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra" (Jn_4:34).
            Esaú tuvo mucha hambre y dijo, "He aquí yo voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura" (Gén_25:32), pero Jesús no era profano como Esaú (Heb_12:16), pues estaba resuelto a hacer la voluntad de Dios a pesar de su debilidad.

Satanás a menudo plantea interrogantes acerca de lo que Dios ha dicho. Sabe que una vez que empecemos a cuestionar a Dios, será mucho más fácil conseguir que hagamos lo que él quiere. Quizás plantear preguntas nos ayude a formar creencias y fortalecer la fe, pero también puede ser peligroso. Si enfrentamos dudas en nuestra vida, tengamos en cuenta que podemos ser vulnerables a las tentaciones. Aun si buscamos respuestas, protejámonos mediante la meditación en las verdades inamovibles de la Palabra de Dios.

  Algunas veces lo que nos sentimos tentados a hacer no es malo en sí. Transformar piedras en pan no es necesariamente dañino. El hecho no era pecado, sino el motivo. Satanás trató de que Jesús se desviara a expensas de sus metas a largo plazo. Satanás a menudo obra así, persuadiéndonos a realizar cosas, aun buenas, pero por razones erróneas o en el momento indebido. El hecho de que algo no sea malo no significa que sea bueno para nosotros en un determinado momento. Muchos pecamos por atender a nuestros legítimos deseos fuera de la voluntad de Dios o fuera de su tiempo. La primera pregunta que debemos hacernos es: "¿Es el Espíritu Santo el que me guía a hacer esto? O: ¿Es Satanás el que me induce a hacerlo para desviarme del camino?"

  A menudo no solo nos tientan nuestras debilidades, sino también nuestros lados fuertes. Satanás tentó a Jesús por donde Él estaba firme. Jesús tuvo poder sobre las piedras, los reinos del mundo y aun sobre los ángeles y por eso Satanás quiso que ese poder lo usara sin considerar su misión. Cuando damos lugar al diablo y usamos erróneamente nuestras fuerzas, nos volvemos soberbios y autodependientes. Al confiar en nuestros poderes necesitamos muy poco de la ayuda de Dios. Para no caer en esta trampa, debemos llegar al convencimiento de que todas nuestras energías son un don de Dios y que las debemos dedicar a su servicio.


jueves, 18 de mayo de 2017

¿HIJOS DEL REINO O HIJOS DEL MALIGNO?



Mateo 13:24  Otra parábola les propuso, diciendo: El Reino de los cielos es semejante al hombre que siembra buena simiente en su campo;
 25  mas durmiendo los hombres, vino su enemigo, y sembró cizaña entre el trigo, y se fue.
 26  Y cuando salió en hierba e hizo fruto, entonces apareció también la cizaña.
 27  Y llegándose los siervos del padre de la familia, le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena simiente en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña?
 28  Y él les dijo: El hombre enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la cojamos?
 29  Y él dijo: No; porque cogiendo la cizaña, no arranquéis también con ella el trigo.
 30  Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Coged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; mas recoged el trigo en mi alfolí.

La explicación:

      Mateo 13:36  Entonces, despedida la multitud, Jesús se vino a casa; y llegándose a él sus discípulos, le dijeron: Decláranos la parábola de la cizaña del campo.
 37  Y respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena simiente es el Hijo del hombre;
 38  y el campo es el mundo; y la buena simiente son los hijos del Reino, y la cizaña son los hijos del malo;
 39  y el enemigo que la sembró, es el diablo; y la siega es el fin del siglo, y los segadores son los ángeles.
 40  De manera que como es cogida la cizaña, y quemada al fuego, así será en el fin de este siglo.
 41  Enviará el Hijo del hombre sus ángeles, y cogerán de su Reino todos los estorbos, y a los que hacen iniquidad,
 42  y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes.
 43  Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga.
                                                                                                                                      (La Biblia de Casiodoro de Reina 1569)

            ¿Cuál es la lección principal de esta parábola?
Enseña que habrá separación completa de los buenos y los malos solamente en el fin del mundo. Trata de la coexistencia del bien y del mal en este mundo. Los judíos esperaban la venida de un Mesías revolucionario que de una vez acabaría con los enemigos de ellos. Esta parábola refuta esa idea errónea. La parábola del trigo y de la cizaña  tiene señalada importancia en nuestros días, por cuanto tiende á rectificar las extravagantes esperanzas que se forman muchos cristianos con referencia al éxito  de las misiones en el exterior y de la predicación del Evangelio en el interior.

            No trata de la disciplina en la iglesia.
Este texto se ha empleado mal para refutar la práctica de disciplina en la iglesia. Tal explicación contradice varios textos claros sobre la necesidad de la disciplina en la iglesia. Este texto no tiene nada que ver con ese tema. "El reino de los cielos es semejante"; es decir, esta parábola ilustra un aspecto del reino, el aspecto del juicio de Dios sobre los malos.
1. Que el bien y el mal se encontrarán siempre juntos en la iglesia visible hasta el fin del mundo.
La iglesia visible es un cuerpo mixto; es una vasta campiña en la cual el trigo y la cizaña crecen á la vez. En toda congregación cristiana hay creyentes é  incrédulos, convertidos é impenitentes, "hijos del reino" é hijos del maligno.
La predicación más pura y evangélica no puede impedir que esto suceda. En todos los siglos de la iglesia ha sido lo mismo. Así fue en tiempo de los  reformadores; y así es en la época que atravesamos. Jamás ha existido una iglesia visible que se haya compuesto exclusivamente de trigo. El maligno, ese  grande enemigo de las almas, no ha dejado nunca de sembrar cizaña.
Tampoco es posible prevenirlo por la disciplina más estricta y prudente. Por mucho que se haga por purificar la iglesia, jamás habrá congregaciones perfectas  en cuanto a su religiosidad. La cizaña crece siempre en medio del trigo; muchos hipócritas é impostores se mezclan en las filas de los verdaderos cristianos. Y  lo peor es que, si al hacer esfuerzos por purificar la iglesia se emplea demasiada rigidez, se puede causar más perjuicio que provecho; pues hay riesgo de  favorecer a muchos Judas Iscariote y desanimar a muchos cristianos tímidos. En el empeño de arrancar la cizaña se corre el peligro de desarraigar también el  trigo. Además, como muy bien dijo Agustín, "Los que hoy son cizaña mañana pueden ser trigo.
Si los escépticos nos atacan con el argumento sarcástico de que el Cristianismo no puede ser la religión verdadera, porque hay muchos cristianos falsos,  recordemos esta parábola y no nos alteremos. Digámosles que el hecho del cual ellos hacen irrisión no nos sorprende, pues ya habíamos sido prevenidos por  nuestro Maestro.
2. Que al fin del mundo tendrá lugar la separación de los miembros verdaderos de la iglesia visible de les falsos.
La presente amalgama no va a durar para siempre. El trigo y la cizaña serán al fin apartados. Nuestro Señor Jesucristo enviará sus ángeles el día de su segundo  advenimiento, y la muchedumbre de los que hubieren profesado el Cristianismo será dividida en dos grandes cuerpos. Esos esplendentes segadores no  cometerán yerro alguno, mas juzgarán con infalible acierto quiénes son los justos y quiénes los réprobos, y darán a cada uno el puesto que le corresponde: los  fieles siervos de Cristo recibirán honor, gloria y vida eterna. Los malos, los mundanos y los no convertidos serán arrojados en el fuego y recibirán una  condenación eterna.
Que los malos tiemblen al leer esta parábola: En ella encontrarán su propia é indefectible sentencia, a menos que se arrepientan. Que reflexionen que si siguen  separados de Dios están labrando su propia desgracia, y serán al fin recogidos como los manojos de cizaña y arrojados al fuego. Importa no tener ideas erradas  de la longanimidad de Dios.
Que el verdadero creyente se consuele al leer esta parábola. Ese grande y terrible día del Señor será para él un día de  felicidad. La voz del arcángel y el sonido de la trompeta no lo llenarán de espanto. Lo llamarán a que se afilie en lo que por  mucho tiempo ha deseado ver: una iglesia perfecta, una perfecta comunión de los santos. ¡Cuán majestuoso no se  presentará el cuerpo de los creyentes una vez que hayan sido separados de los malos! ¡Cuán bello no se verá el trigo en el  granero de Dios, cuando haya sido separado de la cizaña! ¡Con cuánta brillantez no resplandecerá la gracia cuando ya no la  empañe el contacto con los irreligiosos! "Cuando se manifestare Cristo, que es vuestra vida, entonces vosotros también  seréis manifestados con él en siglo. Colosenses_3:4.

            La parábola y su explicación (Jesús mismo la explica).
(1) El sembrador es el Hijo del Hombre (v 37).
(2) La buena semilla en esta parábola no es la palabra de Dios como en la parábola anterior, sino "son los hijos del reino" (v 38).
(3) El campo es el mundo (v 38).
Obsérvese que el campo no es la iglesia, sino el mundo. Es necesario dejar que Jesús mismo explique esta parábola.
(4) La cizaña son los hijos del malo (maligno) (v 38).
(5) Los siervos, v 27, no son los hijos del reino. No son los ancianos de la iglesia. En esta parábola los siervos son los que pudieran hacer -- si fuera la voluntad de Dios -- lo que harán los ángeles en el fin del mundo, a saber, separar los malos de los buenos.
(6) El enemigo que siembra la cizaña es el diablo. Según la Biblia el diablo (Satanás) existe. Es una realidad. Es el verdadero enemigo de Dios y de toda justicia. Es el padre de la mentira. Su propósito es destruir el alma del hombre. Al hablar del diablo mucha gente habla en broma, pero Jesús habló de él con toda seriedad.
(7) La siega es el fin del siglo (mundo), v 39. La siega -- la separación de los malos y los buenos -- no se puede llevar a cabo ahora. ¿Quién sería adecuado para esta gran tarea? Los hombres juzgamos por apariencias (1 Samuel_16:6-7).
(8) Los segadores son los ángeles. Los hombres no somos capaces de hacerlo, ni ahora ni en el día final.
            El "reino" (en esta parábola) equivale al "mundo". No se refiere a la iglesia, sino como Jesús dice claramente, se refiere al mundo.
            En un sentido la iglesia sí es el reino. En muchos textos las palabras "iglesia" y "reino" se usan intercambiablemente, como, por ejemplo, en Mateo_16:18-19.
 (1) Tienen la misma cabeza. El Rey del reino (Apocalipsis_19:16) es la Cabeza de la iglesia (Efesios_1:22-23).
 (2) Los requisitos de entrada iguales. Juan_3:5 nos dice cómo entrar en el reino. El agua de este texto es el bautismo 1 Corintios_12:13 dice que somos bautizados en el cuerpo que es la iglesia.
(3) La cena del Señor está en la iglesia (1 Corintios_11:23-27) y esta misma mesa (1 Corintios 10:21) está en el reino (Lucas_22:30).
            La casa de Dios, profetizada en 2 Samuel_7:13-14; Isaías 2:2-4, etc. es el reino de Cristo (la iglesia de Cristo) (1 Timoteo 3:15). Dios no tiene dos casas espirituales.

            Pero su reino en sentido absoluto es mundial.
Por lo tanto, en esta parábola la palabra "reino" no se refiere a la iglesia, sino al reino mundial de Dios, su reinado sobre el universo entero. Debemos orar por los gobiernos (1Timoteo_2:1-4) porque Dios tiene todo poder sobre todos los reinos del mundo. Su "reino" o reinado en este texto se ilustra en Lucas 19:14,27; Mateo_28:18; Efesios_1:20-23, etc.
              ¿Dejad crecer malos y buenos en la iglesia?
De ninguna manera. Esta parábola no habla de la disciplina de la iglesia porque el tema de esta parábola no es lo que pasa en la iglesia sino en el mundo. Si esta parábola enseñara el no practicar la disciplina en la iglesia habría contradicción entre este texto y los siguientes textos: Mateo_18:15-17; Romanos_16:17; 1Corintios 5:1-13; 2Tesalonicenses_3:6; 2Tesalonicenses_3:14; y Tito_3:10. Jesús no habla del mal en la iglesia, sino del mal en el mundo entero. Habrá malos y maldad hasta el fin. La lección central de esta parábola es la siguiente: hasta el fin del mundo habrá malos hombres y toda clase de maldad. La venida del Mesías no cambió eso. Los judíos creían que su Mesías traería perfecta paz a los judíos y una completa victoria sobre sus enemigos. Su ilusión era sentarse cada uno de ellos bajo su propia higuera y ser servido por los gentiles. Esperaban un verdadero paraíso aquí en la tierra. Pero muy al contrario, los seguidores de Jesús (el verdadero Mesías) siempre han sido perseguidos (Mateo_5:10-12). Siempre ha habido falsos maestros (Mateo_7:15-20). Desde que Jesús vino ha habido engaño, violencia, hipocresía y toda clase de maldad en el mundo. Cristo tiene toda potestad, y el evangelio es el poder de Dios para salvación, pero Jesús nunca dijo que su evangelio y su reino espiritual (su iglesia) acabarían con la maldad en este mundo

            Jesús no trajo revolución en sentido político. No vino con armas carnales (2Corintios_10:3-5). Su evangelio y su reino han tenido mucho impacto sobre el mundo, pero obra como luz, como sal, y como buena levadura. La predicación del evangelio obra como levadura en el corazón de los que lo reciben. La levadura obra ciertamente, así lo hace la palabra, pero gradualmente. Obra silenciosamente y sin ser vista, pero sin fallar. Así fue en el mundo. Los apóstoles, predicando el evangelio, escondieron un puñado de levadura en la gran masa de la humanidad. Fue hecho poderoso por el Espíritu de Jehová de los ejércitos, que obra y nada puede impedirlo. En el corazón es así. Cuando el evangelio llega al alma, obra un cambio radical; se expande a todos los poderes y facultades del alma, y altera la propiedad aun de los miembros del cuerpo. Se nos enseña esperar un progreso gradual; por tanto, preguntemos, ¿estamos creciendo en gracia y en los santos principios y costumbres?
            Debemos apreciar y nunca olvidar que esta parábola demuestra la gran bondad de Dios. Recordemos tales textos como Romanos_2:4; 1Timoteo_2:4; 2Pedro_3:9 que hablan de su bondad y su paciencia en darnos múltiples oportunidades para arrepentirnos y prepararnos para el juicio final. Especialmente 2Pedro_3:15, "Y tened entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación"; es decir, su paciencia en no acabar con el mundo es para darnos más tiempo para arrepentirse y prepararnos para nuestro encuentro con Dios en el día final. Si los malos deberían sacarse del mundo, ¿cuántos de nosotros estaríamos todavía aquí?
            Recogerán de su reino --   "a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad". Es importante observar que el campo en el cual la semilla fue sembrada equivale al reino del cual los malos son sacados. El sembrador no puede sembrar en un lugar y luego recoger en otro lugar. El campo (que es el mundo) equivale al reino en esta parábola. En esta parábola vemos que los súbditos del Señor no son únicamente los que le sirvieron voluntariamente, sino los otros que no querían que él reinara sobre ellos; es decir, el reino de éste consistió tanto de malos como de buenos.
            El castigo de los malos se describe así: "y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes" (2 Tesalonicenses 1:7-10; Apocalipsis_20:11-15; Apocalipsis_21:8).
             La bendición de los justos se describe así: "Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre". ¿Somos "hijos del reino" o "hijos del maligno"? En aquél día final ¿seremos castigados en el horno de fuego o resplandeceremos como el sol en el reino del Padre?


 ¡Maranatha!

sábado, 13 de mayo de 2017

LA OBRA DE CRISTO


Efesios 2:4-10  Pero Dios, que es rico en misericordia, por su mucha caridad con que nos amó,
   aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con el Cristo; por cuya gracia sois salvos;
   y juntamente nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en lugares celestiales en Cristo Jesús,
   para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.
   Porque por gracia sois salvos por la fe; y esto no de vosotros, pues es   don de Dios;
  no por obras, para que nadie se gloríe.
Porque somos hechura suya, criados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó para que anduviésemos en ellas.
(La Biblia de Casiodoro de Reina 1569)

Pablo había empezado diciendo que nos encontrábamos en una condición de muerte espiritual en pecados y transgresiones. En los versículos previos Pablo se ocupa de nuestra antigua naturaleza pecaminosa. Aquí Pablo enfatiza que ya no necesitamos vivir bajo el poder del pecado. Cristo destruyó en la cruz la paga del pecado y su poder sobre nuestras vidas. La fe en Cristo nos declara absueltos o "no culpables" delante de Dios (Romanos_3:21-22). Dios no nos quita del mundo ni tampoco nos convierte en muñecos, sentiremos como que pecamos y algunas veces lo haremos. La diferencia radica en que antes de ser cristianos éramos esclavos de nuestra naturaleza pecaminosa, pero ahora podemos escoger vivir para Cristo (Gálatas_2:20). Ahora dice que Dios, en Su amor y misericordia, nos ha dado la vida en Jesucristo. ¿Qué quiere decir exactamente con eso? Ya vimos que estaban implicadas tres cosas en estar muertos en pecados y transgresiones. Jesús tiene algo que hacer con cada una de estas cosas. Según la descripción de los hombres, es obvio que los muertos en pecado son destinados a la ruina eterna. "Pero Dios" interviene para evitarlo. "Su gran amor" se demuestra en resucitarnos de los muertos por medio de su poderoso evangelio (Romanos_1:16).
  Ya hemos visto que el pecado mata la inocencia. Ni siquiera Jesús puede devolverle a una persona la inocencia que ha perdido, porque ni siquiera Jesús puede atrasar el reloj; pero lo que sí puede hacer Jesús, y lo hace, es librarnos del sentimiento de culpabilidad que conlleva necesariamente la pérdida de la inocencia.
Lo primero que hace el pecado es producir un sentimiento de alejamiento de Dios. Cuando una persona se da cuenta de que ha pecado, se siente oprimida por un sentimiento de que no debe aventurarse a acercarse a Dios. Cuando lsaías tuvo la visión de Dios, su primera reacción fue decir: «¡Ay de mí, que estoy perdido! Porque soy un hombre de labios inmundos, y vivo entre personas que tienen los labios inmundos» Isaías_6:5. Y cuando Pedro se dio cuenta de Quién era Jesús, su primera reacción fue: « ¡Apártate de mí, porque yo soy un hombre pecador, oh Señor!» (Lucas_5:8).
Jesús empieza por quitar ese sentimiento de alejamiento. Él vino para decirnos que, estemos como estemos, tenemos la puerta abierta a la presencia de Dios. Supongamos que mi hijo que hubiera hecho algo vergonzoso, y luego hubiera huido porque estaba seguro de que no tenía sentido volver a casa, porque la puerta estaría cerrada para él. Y entonces, supongamos que alguien le trae la noticia de que la puerta la tiene abierta, y le espera una bienvenida cálida en casa. ¡Qué diferentes haría las cosas esa noticia! Esa es la clase de noticia que nos ha traído Jesús. Él vino para quitar el sentimiento de alejamiento y de culpabilidad, diciéndonos que Dios nos quiere tal como somos.
  Ya vimos que el pecado mata los ideales por los que viven las personas. Jesús despierta el ideal en el corazón humano.
La gracia de Jesucristo enciende de nuevo los ideales que habían extinguido las caídas sucesivas en pecado. Y al encenderse de nuevo, la vida se convierte otra vez en una escalada. Debido a la resurrección de Cristo, sabemos que nuestros cuerpos también resucitarán (1Corintios_15:2-23) y que ya se nos ha dado el poder para vivir ahora la vida cristiana (1Corintios_1:19). Estas ideas se hallan combinadas en la imagen de Pablo cuando habla de estar sentado con Cristo en "lugares celestiales". Nuestra vida eterna con Cristo es cierta, porque estamos unidos en su poderosa victoria.

  Por encima de otras cosas, Jesucristo aviva y restaura la voluntad perdida. Ya vimos que el efecto mortífero del pecado es que destruía lento pero seguro la voluntad de la persona, y que la indulgencia que había empezado por un placer se había convertido en una necesidad. Jesús crea otra vez la voluntad.
Eso es de hecho lo que hace siempre el amor. El resultado de un gran amor es siempre purificador. Cuando uno se enamora de veras, el amor le impulsa a la bondad. Su amor al ser amado es tan fuerte que quebranta su antiguo amor al pecado.
A decir verdad, en nosotros no había nada que pudiera «estimular» el amor de Dios. Pero así es precisamente el amor de Dios: no necesita, como el amor humano, el aliciente de la amabilidad del objeto. El amor de Dios crea la amabilidad de su objeto. Uno no es amado por Dios porque sea amable, sino que es amable porque es amado por Dios.

Eso es lo que Cristo hace por nosotros. Cuando Le amamos a Él, ese amor recrea y restaura nuestra voluntad hacia la bondad.
Pablo cierra este pasaje con una gran exposición de aquella paradoja que siempre subyace en el corazón de esta visión del Evangelio. Esta paradoja tiene dos caras.
  Pablo insiste en que es por gracia como somos salvos. ¿Qué es creer sino renunciar a sí mismo y dejar que entre Dios? Creer no significa propiamente «hacer» algo; no es una «obra» del hombre. Creer quiere decir recibir, aceptar, lo que Dios da; aceptar en cierto sentido con los ojos cerrados. Porque creer implica renunciar a querer ver con los propios ojos y decir que sí en consecuencia; creer es ver con los ojos de otro, con los ojos de Dios que revela. Aún más: si alguno pensara que esta «renuncia», esta disponibilidad, pudiera concebirse como una «prestación» del hombre, Pablo le sale al encuentro cortando también esta posibilidad de «gloriarse»: «Y esto no proviene de vosotros; es don de Dios». Pablo se refiere sin duda a la fe. Y añade -refiriéndose a toda la obra de salvación, o mejor a toda la adquisición de la salvación- «no de las obras, para que nadie se gloríe». Aquí está Pablo de cuerpo entero, como aparece en las «grandes» epístolas: el celoso abogado del «a Dios solo la gloria», el abogado de Dios frente a las pretensiones, que el hombre (el puro hombre) pudiera o quisiera hacer valer frente a Dios.

«Salvados». Hay que haberlo vivido. Hay que haber sido literalmente arrancado de una muerte segura, para comprender en la más íntima fibra del propio ser lo que significa «salvado», aun cuando no fuera más que en esta pobre y corta existencia terrena. Si queremos que la Palabra de Dios se convierta para nosotros en una vivencia, hemos de intentar bucear en la escuela de las experiencias de la vida, con las que los conceptos descarnados e incoloros adquirirán una nueva luz. Éste es el caso de la vivencia de la propia salvación. La vida está llena de parábolas, y Jesús con su lenguaje parabólico nos ha enseñado a valorar la vida de cada día a la luz del mensaje de Dios.
No hemos ganado la salvación ni la podríamos haber ganado de ninguna manera. Es una donación, un regalo de Dios, y nosotros no tenemos que hacer más que aceptarla. El punto de vista de Pablo es innegablemente cierto. Llegamos a ser cristianos mediante el don inmerecido de Dios, no como el resultado de algún esfuerzo, habilidad, elección sabia o acto de servicio a otros de nuestra parte. Sin embargo, como gratitud por este regalo, buscamos servir y ayudar a otros con cariño, amor y benevolencia y no simplemente para agradarnos a nosotros mismos. Si bien ninguna acción u "obra" nos puede ayudar para obtener la salvación, la intención de Dios es que nuestra salvación resulte en obras de servicio. No somos salvos solo para nuestro beneficio, sino para el de Él, para glorificarle y edificar la Iglesia. Y esto por dos razones:
(a) Dios es la suprema perfección; y por tanto, solo lo perfecto es suficientemente bueno para él. Los seres humanos, por naturaleza, no podemos añadir perfección a Dios; así que, si una persona ha de obtener el acceso a Dios, tendrá que ser siempre Dios el Que lo conceda, y la persona quien lo reciba.
(b) Dios es amor; el pecado es, por tanto, un crimen, no contra la ley, sino contra el amor. Ahora bien, es posible hacer reparación por haber quebrantado la ley, pero es imposible hacer reparación por haber quebrantado un corazón. Y el pecado no consiste tanto en quebrantar la ley de Dios como en quebrantar el corazón de Dios.
Voy a contar un ejemplo crudo e imperfecto. Supongamos que un conductor descuidado mata a un niño. Es detenido, juzgado, declarado culpable, sentenciado a la cárcel por un tiempo y/o a una multa. Después de pagar la multa y salir de la cárcel, por lo que respecta a la ley, es asunto concluido. Pero es muy diferente en relación con la madre del niño que mató. Nunca podrá hacer compensación ante ella pasando un tiempo en la cárcel y pagando una multa. Lo único que podría restaurar su relación con ella sería un perdón gratuito por parte de ella. Así es como nos encontramos en relación con Dios. No es contra las leyes de Dios solo contra lo que hemos pecado, sino contra Su corazón. Y por tanto solo un acto de perdón gratuito de la gracia de Dios puede devolvernos a la debida relación con Él.
¿Qué es este «gloriarse», que hay que excluir a toda costa? Es aquella postura íntima del hombre que quiere afirmarse a sí mismo, vivir no de lo que recibe, de la gracia de otro, sino de lo que él mismo crea, sabe y es. Es el hombre que tiene tendencia a la propia gloria, desde que los primeros padres quisieron ser «como Dios», crear por sí mismos su felicidad y no tener que deberle nada a nadie.
Esto es lo que hace el judío educado en la escuela de los «escribas y fariseos»: se inclina meticulosamente sobre la ley, la cumple con grandes sacrificios, y así viene a ser él mismo el que gana la salvación. Ya puede presentarse ante Dios, referirse a su palabra y hacer valer sus propios derechos. Pablo sabe todo esto muy bien; él mismo lo ha vivido intensamente. Aquí no hay lugar para la salvación mediante otro. Este es el trasfondo que explica por qué Pablo arremete con tanta pasión contra ese gloriarse del hombre. «...no de las obras». Por «obras» entiende Pablo lo que el hombre hace siempre por sí e independientemente de la gracia de Dios. Y por muy pequeño que fuera el paso que diera en dirección a Dios y a la salvación, tendría ya de qué «gloriarse» ante Dios; pensamiento intolerable para Pablo. Sería sencillamente destruir, aunque fuera en pequeña medida, la gracia de Dios y la cruz del Señor, «que me ha amado y se ha entregado por mí» (Galatas_2:20). La mejor sabiduría del Apóstol está inspirada por el amor, y por un amor ardiente. Y su confesión de fe es ésta: «Iniciativa de Dios es vuestra existencia en Cristo Jesús, el cual -por iniciativa también de Dios- se ha convertido en nuestra sabiduría, nuestra justicia, nuestra santificación y nuestra redención; y así, como dice la Escritura, "quien se gloría, gloríese en el Señor"» (1Corintios_1:30 /  Romanos_3:27). Así pues, la fe no es una «obra» en el sentido paulino de la palabra, sino un don de Dios.
 Esto quiere decir que las obras no tienen nada que ver con ganar la salvación. No es correcto ni posible apartarse de la enseñanza de Pablo aquí -y sin embargo es aquí donde se apartan algunos a menudo. Pablo pasa a decir que somos creados de nuevo por Dios para buenas obras, obras que ÉL preparó de antemano para qué pudiéramos poner en práctica. Aun con toda nuestra vida cristiana somos los nuevamente creados en Cristo Jesús, y nuestras buenas obras son obras de la gracia. Parece como si Pablo concibiera la vida del cristiano como un caminar a través de unos raíles previamente preparados. Detrás de esta violenta concepción podemos rastrear quizá cierta angustia, que domina al Apóstol, cuando habla de las buenas obras; angustia frente a la posibilidad de que este camino se pudiera todavía convertir en aquel gloriarse del hombre, que destruye la gracia de Dios.

  Todas las buenas obras del mundo no pueden restaurar nuestra relación con Dios; pero algo muy serio le pasaría al Cristianismo si no produjera buenas obras.
No hay nada misterioso en esto. Se trata sencillamente de una ley inevitable del amor. Si alguien nos ama de veras, sabemos que no merecemos ni podemos merecer ese amor. Pero al mismo tiempo tenemos la profunda convicción de que debemos hacer todo lo posible para ser dignos de ese amor.
Así sucede en nuestra relación con Dios. Las buenas obras no pueden ganarnos nunca la salvación; pero habría algo que no funcionaría como es debido en nuestro cristianismo si la salvación no se manifestara en buenas obras. Como decía Lutero, recibimos la salvación por la fe sin aportar obras; pero la fe que salva va siempre seguida de obras. No es que nuestras buenas obras dejen a Dios en deuda con nosotros, y Le obliguen a concedernos la salvación; la verdad es más bien que el amor de Dios nos mueve a tratar de corresponder toda nuestra vida a ese amor esforzándonos por ser dignos de él.
Sabemos lo que Dios quiere que hagamos; nos ha preparado de antemano la clase de vida que quiere que vivamos, y nos lo ha dicho en Su Libro y por medio de Su Hijo. Nosotros no podemos ganarnos el amor de Dios; pero podemos y debemos mostrarle que Le estamos sinceramente agradecidos, tratando de todo corazón de vivir la clase de vida que produzca gozo al corazón de Dios.

 ¡Maranatha!