} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO

viernes, 2 de mayo de 2025

¿QUIÉN, PUES, PODRÁ SER SALVO?

 

Lucas 18:18-34

Un hombre principal le preguntó, diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? 19  Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios. 20  Los mandamientos sabes: No adulterarás; no matarás; no hurtarás; no dirás falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre. 21  El dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. 22  Jesús, oyendo esto, le dijo: Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme. 23  Entonces él, oyendo esto, se puso muy triste, porque era muy rico. 24  Al ver Jesús que se había entristecido mucho, dijo: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas! 25  Porque es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios. 26  Y los que oyeron esto dijeron: ¿Quién, pues, podrá ser salvo? 27  El les dijo: Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios. 28  Entonces Pedro dijo: He aquí, nosotros hemos dejado nuestras posesiones y te hemos seguido. 29  Y él les dijo: De cierto os digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o hijos, por el reino de Dios, 30  que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna. 31  Tomando Jesús a los doce, les dijo: He aquí subimos a Jerusalén, y se cumplirán todas las cosas escritas por los profetas acerca del Hijo del Hombre. 32  Pues será entregado a los gentiles, y será escarnecido, y afrentado, y escupido. 33  Y después que le hayan azotado, le matarán; mas al tercer día resucitará. 34  Pero ellos nada comprendieron de estas cosas, y esta palabra les era encubierta, y no entendían lo que se les decía.

 

Un hombre principal se acercó a Cristo Jesús, y le llamó, “Maestro bueno,”y le preguntó, ¿Qué haré para heredar la vida eterna?” En su pregunta, está diciendo algo. A veces, nuestras preguntas dicen mucho sobre nosotros, antes de recibir cualquier respuesta. Si hago la pregunta, “¿Por qué está robándome?”, aunque es una pregunta en sí, estoy diciendo que tú eres ladrón. Otro ejemplo está en Mateo 24, cuando se acercaron a Cristo, y le hicieron la pregunta, “¿Qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo? ”En esa pregunta los discípulos están diciendo que creen que sí van a haber señales de la venida de Cristo Jesús, aunque Cristo nunca dijo así. Al contrario, dijo que no debemos creer a los que nos dicen que saben cuándo va a venir el Hijo del Hombre (Mateo 24:4  Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe. 5  Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán). Pues, en la misma manera, el hombre principal está diciendo que hay algo que podemos hacer para ser salvos, porque dice, “¿Qué haré para heredar la vida eterna?” Y aun la palabra “heredar” indica que cree que la salvación es algo que nos merecemos o que pertenece a unos por derecho, como la herencia pertenece a los hijos del difunto.

 

Y hoy en día, hay mucha gente semejante. Hay muchos que hacen tantas cosas con la esperanza de que en hacerlas, van a merecer la vida eterna. Hay unos que piensan que con ir a los cultos de la iglesia ganaron el favor de Dios. Otros piensan que sus obsequios a la iglesia, especialmente el diezmo, le vale algo. Otros, que en obedecer a lo que dice Dios en su Palabra, o aun reglas inventadas por la iglesia, que van a merecer algo. Otros, que en negarse a sí mismos las cosas mundanales, o resistir a varias tentaciones, que son por eso dignos de recibir la vida eterna. Y Uds. pueden imaginar o han observado otros asuntos que la gente piensa que merecen la gracia y favor de Dios para recibir la vida eterna.

 

Pues, antes de contestar a la pregunta del hombre, Cristo comentó la manera como le saludó. Le dijo, “¿Por qué me llamas bueno?” Es un poco extraño, porque casi a todos les gusta ser alabados con títulos como “hombre bueno” lo consideran un cumplido, pero Cristo sabía la intención del hombre en su saludo. El hombre está diciendo, en efecto, que Cristo es un hombre bueno, que merece la vida eterna, y por eso, también el hombre principal pueda ser bueno, y así merecerla también. Y aunque, en verdad, Cristo sí es perfecto y bueno, rechaza el saludo así, porque no quiere entrar en la trampa de decir, “Tú eres bueno, y yo puedo ser bueno también.”

 

Y por eso, Cristo comenzó a contestar a la pregunta (¿Qué haré para heredar la vida eterna?),  pero en una manera muy interesante. Al contrario de discutir con el hombre, él respondió a su pregunta como si fuera posible por sí mismo hacer algo para ser salvo. Dijo al hombre, “Los mandamientos sabes: No adulterarás; no matarás; no hurtarás; no dirás falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre.” Estos son unos de los diez mandamientos. Pero, es interesante que Cristo mencionó solamente unos, y no todos—principalmente los que tienen que ver con nuestras relaciones con los otros hombres, y no los que hablan de nuestra relación con Dios, y tampoco el que habla de la actitud de nuestro corazón hacia los otros, el de “no codiciarás.”

 

Y por eso, el hombre le dijo, “Todo esto le he guardado desde mi juventud.” Está diciendo que cumplió con los mandamientos de Dios. Pero, añade, “desde mi juventud,” como si fuera posible excusar  los pecados anteriores. Esto es contrario a lo que dice Dios en su Palabra. Por ejemplo, en Salmo 51, David dice, “He aquí, en maldad he sido formado, Y en pecado me concibió mi madre.” Dice David que desde el vientre de su madre, ha sido pecador, y por eso, confiesa su pecado, porque sabe que no puede esconder nada de Dios. Pero, este hombre aquí, al contrario, dice, “Todo eso lo he guardado.” Está diciendo que no hace el pecado en ninguna manera, y creo que es sincero: que en su propio corazón, cree que es un hombre bueno, casi perfecto, y quiere la seguridad de Cristo que sí va a recibir la vida eterna como recompensa por su vida buena.

 

Y hay muchos así, hoy en día. Aunque hay pocos que dicen que nunca han hecho un pecado, todavía hay unos que piensan que tienen suficientes obras buenas para merecer la vida eterna. Pero Dios dice que no es suficiente tener una buena vida para merecer la vida eterna, tiene que hacer todo, completamente y perfectamente. Como dice en Santiago 2:10, “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos.” Y Cristo sí es así, porque cumplió toda la Ley de Dios sin excepción en cualquier punto. Como dice en Hebreos 9:14, se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, y “tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos.” [Hebreos. 7:26]

 

En ese momento, supongo que el hombre fue bien contento, porque podría pensar en sí mismo, “¡Qué bueno! Soy salvo, porque estoy haciendo bien.” Pero Cristo no le dejo salir con este pensamiento. Le dijo, “Aún te falta una cosa.” Cristo no le acusó de violar toda la Ley, sino le dijo, “falta una cosa.” Y posiblemente el hombre estaba pensando en sí mismo, “¡Qué bueno! Una cosa más, y ya.” Pero Cristo vio la actitud de su corazón, que aunque obedeció mucha de la Ley de Dios, no lo hizo por amor de Dios, sino para justificarse a sí mismo. Y para enseñarle la clase de fe que es necesario para ser salvo, le dijo al hombre, “vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.”

 

Ahora, mis amigos marxistas están diciendo, “¡Viva la revolución!” Pero Cristo no está dando una regla para todos. No es pecado de ser rico en sí. Pero, Cristo conoció a este hombre, y sabía que amó más a sus bienes que a Cristo, y eso es porque le dijo, “vende todo los que tienes, y dalo a los pobres.” Y le dijo, no para que pueda ganar el cielo en renunciar las cosas del mundo, mas para que pueda hacer lo que Cristo le mandó, “y ven, sígueme.” Y también Cristo le dijo, “y tendrás tesoro en el cielo.” Cristo sabía que su tesoro verdadero estaba en los bienes mundanales que estaba guardando, y por eso le mandó a vender todo para seguirle. No, no es una regla para todos, pero es posible que sea necesario para Ud. Cualquier cosa que ame más que a Cristo es el impedimento a su caminar con Él. El problema con este hombre es un problema que casi todos, si no es que todos, tienen. No vemos bien nuestro propio pecado, y nuestra propia necesidad. El adúltero dice, “no soy borracho,” y el borracho dice, “no soy ladrón,” y el ladrón dice, “no soy adúltero.” Pero Cristo nos animó a examinamos a nosotros mismos, como dijo en Mateo 7; 3, “¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?”  

 

Pero, cuando el hombre oyó a Cristo decir que debía de vender todo y regalarlo a los pobres y seguir a Cristo, le entendió bien. Y reveló lo que de verdad estaba en el corazón del hombre, y por eso, nos dice, “Oyendo esto, se puso muy triste, porque era rico.” [Versículo 23]  ¿Y por qué? El tener riqueza en sí no quita la fe. Habían sido varios hombres ricos que confiaron en Dios, como Job, Salomón, y Abraham, y aun José de Arimatea, en la época de Cristo. Pero lo que pasó a este hombre es obvio, amó más a su riqueza que a Dios, y no querría dejarla para seguir a Cristo. Al contrario, cuando Dios quitó todo a Job, y no solo sus bienes, mas también su salud y a sus propios  hijos, no negó a Dios, sino dijo, “Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito.” (Job 1:21)

 

Pero muchos son como el hombre principal. Aunque dicen que quieren hacer lo que es necesario para heredar la vida eterna, de verdad, cuando se enfrenta con la necesidad para dejar algo para servir a Cristo, no quieren hacerlo y así, muestran donde están sus corazones. Y por eso, Cristo dice, “¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!” Y, ¿por qué? Porque los ricos aman su riqueza, y por eso, a veces los marxistas tienen razón en parte, porque hay unos, si no es que muchos, que no pueden abandonar su riqueza para servir a Cristo. Y entonces, Cristo nos dijo, que “es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.” [versículo 25] Unos dicen que hay una puerta en la muralla de la ciudad de Jerusalén que se llama el ‘ojo de la aguja’, y es muy difícil pasar un camello por ahí. ¡Qué error! Cristo está diciendo lo que está diciendo: ¿puede pasar un camello por un paso estrecho? Sí. ¿Acaso puede pasar un camello por el ojo de una aguja? ¡En ninguna manera! ¡Es completamente imposible! ¡Es ridículo!  Y así también, para un rico que confía en su riqueza ser salvo es imposible. Pero, no solo es imposible para los ricos. Mira la pregunta de la gente, ¿Quién, pues, podrá ser salvo?

 

Hágase esa pregunta a sí mismo. ¿Quién podrá ser salvo? Casi todos piensan que la gente religiosa puede ser salva. Pero, ¡Mira! El hombre principal es un hombre religioso, y no fue salvo. Y otros piensan que los que tienen un puesto en la iglesia, como los papas y los pastores y los ancianos son salvos, pero, ¿Quién mató a Cristo?  

Pues, entonces, ¿Quién puede ser salvo? Es imposible para el hombre hacer algo para salvar a sí mismo. No solo para los ricos, sino también por la misma razón que los ricos no pueden ser salvos, somos pecadores, y amamos a nosotros más que a Dios, y buscamos lo nuestro, y no las cosas de Dios. Por eso, el Señor nos dice en Romanos 3; 10-18: “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; No hay quien entienda, No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto es su garganta; Con su lengua engañan.     Veneno de áspides hay debajo de sus labios; Su boca está llena de maldición y de amargura. Sus pies se apresuran para derramar sangre; Quebranto y desventura hay en sus caminos; Y no conocieron camino de paz. No hay temor de Dios delante de sus ojos.  

 

Entonces, ¿Quién podrá ser salvo? Y Cristo nos da la respuesta: “lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios.” [Versículo 27] Nuestra salvación no depende en nosotros, nuestra salvación depende completamente, del principio al fin, en la obra de Dios. Oh, sí, vamos a recibir recompensa, si hemos perdido algo para seguir a Cristo, y Dios sí va a dar a nosotros reconocimiento de las buenas obras. Pero, esto no es porque vamos a recibir la vida eterna. Cristo nos dice aquí como vamos a ser salvos: “He aquí subimos a Jerusalén, y se cumplirán todas las cosas escritas por los profetas acerca del Hijo del Hombre. Pues será entregado a los gentiles, y será escarnecido, y afrentado, y escupido. Y después que le hayan azotado, le matarán; mas al tercer día resucitará.” Es la obra de Cristo, y ninguna menos y ninguna más, que puede salvarnos.

Oh, yo sí sé, casi todos quieren decir, “Sí, Cristo hizo su parte, pero tengo que hacer mi parte.” Y así es la mentalidad del hombre. Pero así no es. Ni asistir a los cultos de la iglesia, ni dar obsequios, ni leer la Biblia, ni orar, ni guardar la Ley y Palabra de Dios, ninguna cosa, aunque sea una cosa muy buena, puede salvarnos. Solo Cristo puede salvarnos. Si confío en cualquier otra cosa, voy estar desanimado, porque va a fallar. Solo Cristo, y confiar en Él, puede salvar.

Es como el Señor nos dice en Efesios 2; 4-10, Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, “aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.”

¿Pueden los muertos hacer buenas obras? No. ¿Pueden los muertos aceptar a Cristo? No. ¿Pueden los muertos hacer cualquier cosa? No. Pero Dios, que es rico en misericordia, nos dio vida juntamente con Cristo.

 

Tal vez Uds. no entienden esto. No se preocupen. Tampoco los discípulos de Cristo le entendieron, porque nos dice en versículo 34, “Pero ellos nada comprendieron de estas cosas, y esta palabra les era encubierta, y no entendían lo que se les decía.

Pero, hermanos en la fe de Cristo, así es. El hombre no puede ser salvo por sí mismo. No tenemos la justicia, o rectitud, o riqueza, o belleza, o raza, o nacionalidad, o inteligencia, o ninguna otra cosa para ser salvos. Al contrario, somos rebeldes, enemigos de Dios, y egoístas, preocupados por nuestro bien, y no dispuestos servir a Dios. Por eso, lo que necesitamos es una obra de gracia en nuestros corazones. Y solo Dios puede hacerlo. Lo que tenemos que hacer es abandonar la esperanza de salvarnos a nosotros mismos, y rendirnos al Señor, y confiar en Él, y la obra que Él hizo en su Hijo amado, para hacer lo que es imposible  y confiar que Él sí va a hacerlo.

domingo, 20 de abril de 2025

MEDITANDO SOBRE LA RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO (final)

 

 

LA RESURRECCIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

 

"Pasado el día de reposo, al amanecer del primer día de la .semana, vinieron María Magdalena y la otra María, a ver el sepulcro. Y hubo un gran terremoto; porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella. Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve. Y de miedo de él los guardas temblaron y se quedaron como muertos. Mas el ángel respondiendo, dijo a las mujeres: No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor. E id pronto y decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos, y he aquí va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis. He aquí, os lo he dicho.

Entonces ellas, .saliendo del sepulcro con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos. Y mientras iban a dar las nuevas a los discípulos, he aquí, Jesús les salió al encuentro diciendo: ¡Salve! Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron. Entonces Jesús les dijo: No temáis; id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán" (Mateo 28:1 10).

 

A primera vista a uno le puede parecer extraño que nuestro Señor Jesús, queriendo dar evidencias de su resurrección, apareció más bien a mujeres que a sus discípulos. Pero en esto tenemos que considerar que él quería demostrar la humildad de nuestra fe. Porque no tenemos que estar basados en la sabiduría humana, sino que tenemos que recibir en absoluta obediencia lo que sabemos, reconociendo que procede de él. Por otra parte, no hay duda de que quiso castigar a sus discípulos, enviándoles mujeres para instruirlos, ya que la instrucción que ellos habían recibido de sus propios labios, llegado el momento de la prueba no les había aprovechado. Porque, vean cómo fueron dispersados. Abandonan a su Maestro; están turbados por el temor. ¿Y qué bien les hizo el haber estado más de tres años en la escuela del Hijo de Dios? Entonces, semejante cobardía merecía un gran castigo, incluso el de ser totalmente privados del conocimiento que habían recibido anteriormente, ya que, por así decirlo, lo habían pisoteado con sus pies y sepultado. Ahora, nuestro Señor Jesús no quiso castigarlos severamente, sino que, para mostrarles su falta mediante una gentil corrección, designó a unas mujeres para que fuesen sus maestros.

De antemano habían sido acogidos para publicar el evangelio a todo el mundo (realmente son los primeros maestros de la Iglesia), pero puesto que fueron tan cobardes, al extremo de estar tan atónitos que incluso su fe resultó aplacada, ahora es totalmente correcto que sepan que no son dignos de oír ninguna enseñanza de la boca de nuestro Señor Jesucristo. Noten entonces, por qué son enviados de vuelta a las mujeres, hasta tanto hayan reconocido mejor sus faltas, y Jesucristo los haya restaurado a su posición y privilegio, pero por gracia. Además, en general todos nosotros somos exhortados a recibir el testimonio que nos es enviado por Dios, aun cuando las personas que hablan sean de poca importancia, o carentes de crédito o reputación en los ojos del mundo. Como de hecho ocurre cuando un hombre es elegido o nombrado para ser un notario público, o un empleado público, lo que haga será recibido como auténtico. Nadie diría esto o aquello para contradecirle. Porque el oficio le otorga respeto entre los hombres. Y, acaso tendrá Dios menos preeminencia que los príncipes terrenales cuando solamente ordena a los que él quiere como testigos suyos, de quienes uno recibe, sin contradicción o réplica lo que él quiere decir? Ciertamente, es preciso que sea así a menos que queramos ser rebeldes contra Dios mismo. Esto, entonces, tenemos que recordar en primer lugar.

Además notemos también que si bien nuestro Señor Jesucristo apareció a las mujeres, y estas recibieron el primer grado de honor, él mismo ofreció suficiente testimonio de su resurrección, de manera que si no cerramos nuestros ojos, ni nos tapamos nuestros oídos y por cierta malicia nos endurecemos y volvemos estúpidos, tenemos una certeza abundante de este artículo de la fe, puesto que también es de gran importancia. Porque cuando San Pablo refuta la incredulidad de aquellos que aun dudaban de que Jesús había sido levantado, no sólo menciona a las mujeres, sino que menciona a Pedro y Santiago, luego a los doce apóstoles, luego a más de quinientos discípulos a quienes apareció nuestro Señor Jesús. Cómo, entonces, podríamos excusar nuestra malicia y rebelión si no damos crédito a más de quinientos testigos que fueron escogidos para ese propósito, no de parte del hombre, sino por la soberana majestad de Dios. Y no fue solamente una vez que nuestro Señor Jesús ley, declaró que vivía, sino muchas veces. De esa manera, lo que dudaron los apóstoles y la incredulidad de ellos, debería servirnos como mayor confirmación. Porque si a la primera aparición hubieran creído en la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, uno podría argumentar diciendo que fue demasiado simple. Pero ellos son tan lentos que Jesucristo tiene que amonestarlos por ser personas testarudas, carentes de fe, con la mente tan pesada y obesa que no entienden nada. Entonces, cuando los apóstoles demuestran estar tan poco preparados para recibir este artículo de fe, ello debería aumentar tanto más nuestra certeza. Porque el hecho de que este artículo les ha sido impuesto como por la fuerza, es buena razón para que nosotros sigamos ahora. Como dice: "Tomás, tú has visto, y por eso has creído, pero bienaventurados aquellos que creen sin haber visto." Entonces, ahora, cuando dice así que nuestro Señor Jesús apareció a dos mujeres, pensemos también en lo que se dice en los otros pasajes de Pablo, para saber que no tenemos por qué tropezar ante aquellos que hablan para dar crédito a lo que dicen conforme a la importancia o condición de sus personas; en cambio deberíamos elevar nuestros ojos y nuestros sentidos para sujetarnos a Dios, que bien merece tener completa superioridad sobre nosotros, y para ser cautivos bajo la palabra suya. Porque si no nos dejamos enseñar ciertamente nunca obtendremos provecho de la enseñanza del Evangelio. Y si recibimos lo que Dios declara y nos testifica, no debemos considerarlo como una necedad. Porque cuando por la obediencia hayamos aprendido a aprovechar en su escuela y en la fe, entonces sabremos que la perfección de toda sabiduría es que seamos así, obedientes a él.

Vengamos ahora a esta historia que aquí se nos narra. Dice que "María Magdalena vino con sus compañeras, el primer día de los sábados, al sepulcro," es decir, el primer día de la semana. Porque los judíos guardan el sábado, al que llaman sabath, como día de descanso, puesto que también es eso lo que la palabra significa; luego, a los siguientes días de la semana los llaman primer día después del sabath, segundo día, etc. Ahora bien, puesto que cuentan el comienzo del día partiendo desde la puesta del sol, dice que las Marías compraron ungüentos aromáticos cuando hubo pasado el sabath y que hicieron preparativos para venir al sepulcro el siguiente día. Y no eran solamente dos. Es cierto que San Juan solamente menciona a María Magdalena. San Mateo menciona a dos de ellas, y por San Lucas vemos que allí hubo un grupo numeroso. Pero todo esto concuerda muy bien. Porque María Magdalena era quien guiaba, y la otra María es mencionada explícitamente aquí porque era quien le seguía más de cerca. Mientras tanto, numerosas mujeres vinieron para ungir el cuerpo de nuestro Señor Jesús, y es notable que diga que vinieron para saber si habría acceso y entrada al sepulcro. Es por eso que se identifica particularmente a dos.

Mateo agrega que el ángel les apareció mientras las dos estaban allí. Pero como solamente una de ellas habló, es que ella es mencionada de manera especial. Finalmente, cuando se alejan, se encuentran con nuestro Señor Jesús quien las envía a sus discípulos para que todos se reúnan en Galilea. Allá quiere mostrarles su resurrección, el motivo es que la ciudad de Jerusalén se ha privado por su maldad de tal testimonio. Es cierto que la Fuente de la vida todavía está allí, porque de ella procedía la ley y la palabra de Dios, pero entre tanto nuestro Señor Jesús no quiso revelarse en esa ciudad a sus discípulos, puesto que la maldad allí todavía era tan reciente. Por otra parte él quería operar conforme a la dureza del corazón de ellos. Porque realmente estaban capturados por el asombro de modo que el sentido de la vista no habría sido suficiente; era preciso tomarlos aparte, y manifestarse a ellos de tal manera que quedase plenamente convencido.

Ahora bien, aquí vemos nuevamente que a las mujeres nombradas todavía no les es permitido adorar a nuestro Señor Jesucristo como a su Maestro, si bien ellas estaban apenadas por su muerte. En consecuencia bien podemos deducir que la palabra de Dios siempre estuvo implantada en sus corazones. Porque si bien su fe era débil, ellas van al sepulcro en busca de nuestro Señor Jesús. También hay en ellas cierta ignorancia que no puede ser excusada. Porque ya tendrían que haber elevado su espíritu, esperando la resurrección que les había sido prometida, y a la que estaba especialmente asignado el tercer día. Entonces, estuvieron tan ocupadas que no entendieron lo principal, es decir, que nuestro Señor Jesús tenía que tener victoria sobre la muerte a efectos de adquirir vida y salvación para nosotros. Digo que eso es lo principal porque sin ello el Evangelio no sería nada como dice San Pablo y nuestra fe quedaría totalmente destruida. De manera que estas pobres mujeres, por mucho que puedan conocer el evangelio que les ha sido predicado, sabiendo que es la pura verdad, no obstante, están tan apenadas y confundidas que no entienden que él debía resucitar, y por eso vienen al sepulcro con sus ungüentos aromáticos. Allí hay entonces una falla que debe ser condenada. De todos modos su servicio es aceptable a Dios porque hasta tanto él las corrija, excusa su asombro. En esto notemos que cuando nuestro Señor aprueba lo que hacemos, todavía no tenemos que acreditarlo a nosotros mismos, diciendo que lo hemos merecido, cuando, muy por el contrario, es por su gracia abundante que él reconozca aquello que era indigno de ser ofrecido a él. Porque siempre habrá ocasión de condenar nuestras obras cuando Dios las examine estrictamente, ya que siempre estarán contaminadas con alguna mancha. Pero Dios nos protege y no rechaza lo que traemos para ofrecerle, no importa la debilidad o falla que pueda haber, viendo que todo es purificado por la fe y que no es sin causa que seamos aceptables a él en Jesucristo. Esto es entonces, lo que tenemos que observar.

Por otra parte, reconozcamos también que en el sepulcro de nuestro Señor Jesucristo tiene que haber habido otra fragancia, mucho mejor, mucho más intensa, que la de estos ungüentos que se mencionan. Ya hemos dicho que los judíos estaban acostumbrados a ungir el cuerpo a efectos de ser confirmados en la esperanza de la resurrección y de la vida celestial. Era para demostrar que los cuerpos no se descomponen a tal extremo que no puedan ser preservados hasta el día final de manera que Dios pueda restaurarlos. Pero el cuerpo de nuestro Señor Jesucristo tenía que ser exceptuado de toda descomposición. Ahora bien, las especias no podían lograr eso, pero, puesto que se había declarado que Dios no permitiría que su santo y divino viera corrupción, es que por un milagro nuestro Señor Jesús fue preservado de toda descomposición. Además puesto que él fue exceptuado de la corrupción, nosotros ahora estamos ciertos y seguros de la gloria de la resurrección, que ya se nos apareció en su persona. Entonces, ahora vemos que la fragancia del sepulcro y de la resurrección de nuestro Señor .Jesucristo ha llegado incluso hasta nosotros, de manera que podamos ser vivificados por ella. Ahora bien, ¿qué sigue entonces? Pues, que ya no vamos a ver el sepulcro como estas mujeres, por cuya ignorancia y debilidad somos ayudados, sino que nos elevamos, puesto que desde allí nos llama e invita, puesto que nos ha mostrado el camino, y puesto que nos ha declarado haber tomado posesión de su reino celestial para prepararnos un lugar y un sitio cuando por la fe lo hallemos allí.

Pero también tenemos que notar lo que agrega Mateo: El ángel, dice Mateo, apareció y atemorizó a los guardas de tal manera que se volvieron como hombres muertos. Las mujeres se atemorizaron de la misma manera, pero después de eso el ángel les administró el remedio. "En cuanto a ustedes," dijo, "no teman, porque ustedes buscan a Jesús, el que fue crucificado. Ha resucitado, como lo había dicho." Aquí vemos cómo Dios acepta el afecto y celo de estas mujeres de manera que, no obstante, él corrige aquello que desaprueba. Quiero decir que lo corrige por boca del ángel, el cual está en su nombre. Hemos dicho que es por bondad singular que Dios recibe nuestro servicio siendo este imperfecto, aunque podría aborrecerlo. Entonces él recibe de nosotros aquello que carece de valor, así como un padre recibirá de sus hijos lo que de otra manera sería considerado como desecho y una chanza. He aquí, digo, qué generoso es Dios hacia nosotros. Pero, por otra parte, es cierto que él no quiere que los hombres se alegren o tomen a la ligera sus faltas. Por eso el ángel corrige esta falta de parte de las mujeres. Aunque su intención es buena, todavía son condenadas por su falta particular. Por eso San Lucas informa que fueron amonestadas más severamente. "¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?"

Pero aquí tenemos que observar que los guardas, como hombres incrédulos y malvados, sin temor de Dios ni de la religión, fueron presa del temor, incluso es posible que realmente un espíritu de enajenamiento se haya posesionado de ellos. Las mujeres, ciertamente están atemorizadas, pero inmediatamente reciben consuelo. He aquí entonces, cuán terrible es la majestad de Dios para aquellos a quienes les es manifestada. Es por eso que percibimos nuestra debilidad cuando Dios se declara a nosotros, y porque primero estábamos inflados de presunción y tan osados que ya no creíamos ser hombres mortales; cuando Dios nos da alguna señal de su presencia, necesariamente tenemos que ser abatidos y conocer cuál es nuestra condición, es decir, que solamente somos polvo y ceniza, que todas nuestras virtudes solamente son humo que se vuela y se desvanece. Entonces, esto es común a todos, sean buenos o malos. Además, cuando Dios ha aterrorizado así a los incrédulos, los deja allí como hombres rechazados, porque no son dignos de experimentar de ninguna manera su bondad. Por eso también huyen de su presencia, se enojan y crujen sus dientes y están tan enardecidos que pierden todo sentido y razón, convirtiéndose en personas totalmente embrutecidas. Los fieles, habiendo sido embrutecidos, se levantan y toman coraje, porque Dios los consuela y les da gozo. Entonces, este temor, que los fieles sienten en la presencia de la majestad de Dios no es otra cosa sino el primer paso en humildad a efectos de rendirle el homenaje debido a él, y a efectos de someterse a él, sabiendo que no son nada, a efectos de buscar solamente en él todo su bien.

Es por esto entonces, que el ángel dice: "No temáis." Esta palabra es digna de ser notada. Porque incluso es como si hubiera dicho, "Dejo esta gentuza en su confusión, porque no son dignos de misericordia alguna, pero ahora me dirijo a ustedes y les traigo un mensaje de gozo. Queden entonces, libradas de este temor puesto que buscan a Jesucristo." Puesto que esto es cierto, aprendamos a buscar a nuestro Señor Jesús, no (como he dicho) en una dureza de corazón como la de estas mujeres de las que se habla aquí (puesto que tampoco ya no hay motivos para ir al sepulcro a buscarlo), sino con fe acercándonos directamente a él, sinceramente. Y al hacerlo así tengamos la seguridad de que este mensaje nos pertenece a nosotros y es dirigido a nosotros. Tenemos que venir osadamente y sin temor, pero no en forma irrespetuosa (porque tenemos que ser tocados por el temor a efectos de adorar la majestad de Dios). Pero, de todas maneras, que no estemos atemorizados como vencidos por la desconfianza. Sepamos, entonces, que el hijo de Dios se adaptará a nuestras limitaciones cuando con fe nos acercamos a él, y aun hallaremos motivos en él para nuestra consolación y regocijo, ya que es para provecho y salvación nuestra que él ha adquirido el señorío y dominio sobre la vida celestial.

De todos modos, las mujeres se alejaron con gran gozo y gran temor. Aquí se demuestra otra vez la debilidad de la fe de ellas. He dicho que el propósito al cual aspiraban era bueno, pero no fueron por el buen camino según lo aprendemos de su cobardía, y del hecho de que no podían decidirse a creer o a no creer en la Resurrección. Aunque habían oído hablar muchas veces de ella, con todo, no logran conquistar sus sentimientos para llegar a una conclusión final de que ya no es necesario buscar a nuestro Señor Jesús en el sepulcro. Noten, entonces, el origen de este temor. Así vemos que es un sentimiento equivocado. Es cierto (como ya he sugerido) que debemos temer a Dios para rendirle la reverencia correspondiente a su majestad, y obedecerle y estar totalmente humillados, de manera que él sea exaltado en su gloria; debemos mantener cerrada toda boca, para que solamente él sea reconocido como justo, sabio y todopoderoso. Pero este temor que se menciona aquí, es, en segundo lugar, malo y digno de condenación, porque es causado por la confusión de estas pobres mujeres. Porque, si bien pueden ver y oír hablar al ángel, les parece que casi es como un sueño. Ahora, por medio de esto se nos advierte que Dios obra con tanta frecuencia en nosotros porque no percibimos si hemos aprovechado o no. Porque es tanta la ignorancia que hay en nosotros, que realmente son nubes las que nos impiden venir a la claridad perfecta, en cambio estamos enredados en muchas fantasías. En resumen, pareciera que toda la enseñanza de Dios es prácticamente inútil. Sin embargo, descubrimos que hay cierta aprehensión en ello, que nos hace sentir que Dios ha obrado en nuestro corazón. Aunque solamente tengamos una pequeña chispa de gracia, no nos desanimemos. Oremos más bien que Dios añada a lo pequeño que ha comenzado, y que nos haga roer, y que nos confirme, hasta que seamos traídos a la perfección de la cual aun estamos muy lejos. Si bien el hecho de que las mujeres estaban tan ocupadas por el temor y el gozo, fue condenado como una falta, vemos que Dios siempre las gobernó por medio de su Espíritu Santo, y que este mensaje que les fue fue llevado por el ángel no resultó totalmente inútil.

Ahora tenemos que continuar. Nuestro Señor Jesús les apareció en el camino les dijo: “No temáis, sino id, digan a mis hermanos que se reúnan en Galilea, allí me verán." En este pasaje vemos aun mejor cómo el Hijo de Dios nos atrae gradualmente a sí mismo hasta que somos confirmados totalmente, puesto que esa es nuestra necesidad. Seguramente fue suficiente que las mujeres oyeran el mensaje por boca del ángel puesto que llevaba las marcas de haber sido enviado por Dios. Su rostro era como un relámpago. Es cierto que la blancura de un manto y cosas semejantes no expresan vívidamente la majestad de Dios. Sin embargo, estas mujeres tenían un testimonio muy seguro de que quien les hablaba no era un hombre mortal, sino un ángel celestial. Entonces, este testimonio bien podría haber sido suficiente para ellas, pero de todos modos, la certeza fue tanto mayor cuando vieron a nuestro Señor Jesús, al que primero habían reconocido como el Hijo de Dios y su verdad inmutable. Esto es, entonces, para ratificar más plenamente lo que antes habían oído por boca del ángel. Y es también así cómo nosotros crecemos en la fe. Porque al principio no conocemos ni el poder ni la eficacia que hay en la palabra de Dios. Pero si alguien nos enseña, y nos enseña bien, aprendemos un poco, aunque todavía es prácticamente nada.

Pero poco a poco, por medio del Espíritu Santo la enseñanza hace su impresión sobre nosotros, y al final nos demuestra que es él quien habla. Entonces estamos convencidos de modo que no solamente poseemos cierto conocimiento, sino que estamos de tal manera persuadidos que el diablo, ideando todo lo posible, no puede sacudir nuestra fe, ya que estamos convencidos de esto: que el Hijo de Dios es nuestro Maestro y estamos apoyados en él, sabiendo que tiene total maestría sobre nosotros, y que él merece una autoridad plenamente soberana. Es lo que vemos en estas mujeres. Es cierto que Dios no obra en todos de la misma manera. Algunos desde el mismo comienzo se sentirán tan atraídos que percibirán que Dios ha actuado con poder extraordinario en favor de ellos. Pero muchas veces seremos enseñados de tal modo que se exhibirán claramente nuestra rudeza y debilidad, de modo que por causa de ello seremos amonestados tanto más a glorificar a Dios y a reconocer que todas las cosas nos provienen de él.

Consideremos ahora esta palabra que hemos citado: "Id, y decid a mis hermanos que se reúnan en Galilea." Vemos que aquí el Hijo de Dios apareció a María y a sus compañeras no solamente para revelarse a siete u ocho, sino que quería que este mensaje fuese publicado a los apóstoles, para que ahora nos pueda ser comunicado a nosotros, para que tengamos parte en él. En efecto, sin ello, ¿qué provecho tendría para nosotros esta historia de la Resurrección? Pero cuando dice que el Hijo de Dios se ha manifestado de tal manera a sí mismo, y que quiso que el fruto de ello fuera comunicado a todo el mundo, el propósito es que obtengamos un concepto tanto mejor. De manera que, entonces, estemos seguros que la intención de nuestro Señor Jesús es que pudiéramos tener la certeza de su resurrección, porque en ella descansa toda la esperanza de nuestra salvación, porque en ella descansa toda la esperanza de nuestra salvación y de nuestra justicia, si realmente sabemos que nuestro Señor Jesús se ha levantado. Con su muerte y pasión no solamente nos ha purgado de toda nuestra suciedad, sino que no podía permanecer en ese estado de debilidad. Tenía que demostrar el poder de su Espíritu Santo, y mediante la resurrección de los muertos tenía que ser declarado Hijo de Dios, como también lo dice San Pablo tanto en el primer capítulo de Romanos como en otros pasajes. Así que ahora nosotros tenemos que estar seguros de que nuestro Señor Jesús, habiendo resucitado, quiere que vengamos a él y que el camino puede ser abierto para nosotros. Y él no espera hasta que nosotros le busquemos, sino que ha provisto para que pudiéramos ser llamados por medio de la predicación del evangelio, y para que este mensaje pudiera ser pronunciado por boca de sus heraldos a quienes él ha elegido y escogido. Siendo esto así, reconozcamos que en el día de hoy participamos de la justicia que tenemos en nuestro Señor Jesucristo, para llegar a la gloria celestial, puesto que él no quiere ser separado de nosotros.

Y es por eso que a sus discípulos los llama sus hermanos. Por cierto, este es un título honroso. Y por eso fue reservado para aquellos a quienes nuestro Señor Jesús había comprometido para ser sus siervos. Y no hay duda que utilizó esta palabra para mostrar la relación fraternal que quería mantener hacia ellos. De la misma manera también está unido a nosotros, tal como lo declara mejor Juan. En efecto, somos conducidos a lo que dice en el Salmo 22, del que proviene este pasaje: Yo declararé tu nombre a mis hermanos, pasaje que el apóstol, refiriéndose a la persona de nuestro Señor Jesucristo, no solamente incluía a los doce apóstoles llamándolos hermanos de Jesucristo, sino que concede el título a todos nosotros era general quienes seguimos al Hijo de Dios; él quiere que nosotros participemos en un honor tan grande. Es por eso también que cuando nuestro Señor Jesús dice: "Voy a mi Dios y a vuestro Dios, a mi Padre y a vuestro Padre," no es algo dicho a un pequeño número de personas, era dirigido a toda la multitud de creyentes. Ahora bien, nuestro Señor Jesús, si bien es nuestro Dios eterno, no obstante se humilla en su condición de Mediador para estar cerca de nosotros, y de tener todas las cosas en común con nosotros, esto es, con respecto a su naturaleza humana. Pues, aunque por naturaleza es el Hijo de Dios y nosotros somos solamente adoptados, y esto por gracia, aun así este compañerismo es permanente, y aquel que es el Padre de nuestro Señor Jesucristo, por medio suyo también es nuestro Padre, ciertamente, en diferentes pactos. Porque nosotros no necesitamos ser elevados a la misma altura que nuestra Cabeza. Aquí no debe haber ninguna confusión. Si en un cuerpo imano la cabeza no estuviera encima de todos los miembros, el cuerpo sería una monstruosidad, sería una masa confusa. También es razonable que nuestro Señor Jesús conserve su posición soberana, puesto que él es el único Hijo de Dios, es decir, por naturaleza. Pero esto no impide que nosotros estemos unidos en hermandad, de manera que podamos invocar osadamente a Dios con la plena confianza de recibir respuesta de él, ya que tenemos acceso personal y familiar a él. Entonces vemos lo que significa esta palabra usada por Jesús al amar hermanos a sus discípulos; es decir, los hizo para que hoy tengamos este privilegio con ellos, a decir, por medio de la fe. Y ello no reduce el poder y la Majestad del Hijo de Dios, al unirse con criaturas tan miserables como lo somos nosotros; él realmente está dispuesto a ser clasificado con nosotros. Tanto más debiéramos llenarnos de gozo, viendo la bondad que exhibe, viendo que al resucitar de la muerte él nos ha adquirido la gloria celestial, adquisición para la cual se humilló a sí mismo, sí, dispuesto incluso a ser como nada. Ahora bien, a que nuestro Señor Jesús condesciende a reconocernos como sus hermanos, de lanera que tengamos acceso a Dios, procedamos nosotros a buscarle, y a venir a él en plena confianza, siendo tan cordialmente invitados. Esto significa, como alguien podría llegar a decir, que no solamente usa el lenguaje para atraernos, ¡no que también agrega el sacramento, a efectos de ser guiados conforme a nuestra capacidad de seguir. Y, en efecto, por muy débiles y lentos que seamos, o podemos excusar nuestra pereza si no venimos a nuestro Señor Jesucristo. aquí está la mesa que él ha preparado para nosotros. ¿Y con qué propósito? No es para satisfacer nuestros cuerpos y nuestros vientres, aunque inclusive en eso nos declara tener un cuidado paternal de nosotros, y nuestro Señor Jesucristo demuestra ser realmente la vida del mundo. Si diariamente tenemos nuestro descanso y alimento, aun en ello nos declara nuestro Señor Jesús su bondad. Pero en esta mesa, puesta aquí para nosotros, nos muestra una consideración especial, porque es para mostrarnos que somos hermanos de nuestro Señor Jesucristo, esto significa que así como nos ha unido a sí mismo (como él lo firma en el capítulo 17 de Juan) así también nos ha unido a Dios su Padre, aclarando plenamente ser nuestra carne y bebida, para que seamos alimentados con su propia sustancia, para tener toda nuestra vida espiritual en él. Y eso es más que si nos llamara cien veces hermanos suyos.

De manera entonces, comprendamos la unidad que tenemos con nuestro Señor Jesucristo, es decir, que él está dispuesto a tener una vida común con nosotros, y que lo suyo pueda ser nuestro, que incluso quiere habitar en nosotros, no imaginariamente, sino de hecho; no en forma terrenal, sino espiritual; y que, en todo caso obra de tal manera por el poder de su Espíritu Santo que somos unidos él más que los miembros de un cuerpo. Y así como la raíz de un árbol envía u sustancia y poder a través de todas las ramas, también nosotros obtenemos la sustancia y vida de nuestro Señor Jesucristo. Y es por eso también que Pablo dice que nuestro Cordero pascual ha sido crucificado y sacrificado, de manera que ya no queda otra cosa que hacer, sino guardar la fiesta y participar en el sacrificio. Y así como en tiempos antiguos en la Ley ellos comían cuando el sacrificio era ofrecido, ahora también tenemos que venir nosotros y tomar nuestra carne y nuestro alimento espiritual en este Sacrificio que ha sido ofrecido para nuestra redención. Es cierto que no devoramos a Jesucristo en su carne, no entra a nosotros a través de los dientes, como han imaginado los papistas, sino que recibimos pan como muestra segura e infalible de que nuestro Señor Jesús nos alimenta espiritualmente con su cuerpo; recibimos una gota de vino para demostrar que somos sostenidos espiritualmente por medio de la sangre de nuestro Señor Jesucristo. Pero observemos bien lo que agrega Pablo, que así como bajo las figuras de la ley no estaba permitido comer pan leudado y cuya masa fuese amarga, ahora, que ya no estamos bajo tales sombras, debemos apartar la levadura de malicia, de maldad y de todas nuestras corrupciones, y a tener pan o torta (como dice él) libre de amargura. ¿Y cómo? En pureza y sinceridad. Entonces, cuando nos acercamos a esta santa mesa, mediante la cual el Hijo de Dios nos muestra que él es nuestra carne, y que él se entrega a sí mismo como nuestro alimento pleno y completo, y que desea que ahora participemos en el sacrificio, ofrecido una vez para siempre para nuestra salvación, entonces nosotros tenemos que procurar de no traer a ella nuestras corrupciones y contaminaciones, para que no se mezclen con ella, en cambio debemos renunciar a ellas, anhelando únicamente ser totalmente purificados, de modo que nuestro Señor Jesús pueda poseernos como miembros de su cuerpo, y que de esta manera nosotros también podamos ser participantes de su vida. Es así como hoy tenemos que hacer uso de esta Santa Cena preparada para nosotros. Es decir, que ella nos guíe a la muerte y pasión de nuestro Señor Jesucristo, y luego a su resurrección, y que estemos tan seguros de la vida y la salvación como que mediante la victoria obtenida al resucitar de los muertos nos es otorgada justicia, y el portal del paraíso ha sido abierto para nosotros, de manera que podamos acercarnos osadamente a Dios, y ofrecernos a él, sabiendo que siempre nos recibirá como hijos suyos.

MEDITANDO SOBRE LA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO (7)

 

 

“Verdaderamente este era Hijo de Dios”

Mateo 27: 54

 

Habían crucificado a Cristo Jesús. El estaba en la cruz, agonizando por nuestros pecados. Todos—los soldados, los sacerdotes y ancianos, la muchedumbre, y aun los ladrones que estaban crucificados con él y le injuriaban.

Por eso, nos dice, “Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.” Es decir, del mediodía hasta las tres de la tarde, hubo oscuridad sobre toda la tierra. Aun la creación en si estaba lamentado la muerte de Cristo Jesús, el Hijo de Dios.

El apóstol Juan esta reflexionando en el aspecto de Cristo Jesús como la luz del mundo en el primer capitulo de su evangelio, cuando nos dice, “En el estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella. Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él. No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz. Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.” La luz vino al mundo, la luz que alumbra a todo hombre, mas aunque estaba en el mundo y a lo suyo vino, el mundo no le conoció, y los suyos no le recibieron.

Entonces, ahora, cuando el Salvador está agonizando, la luz literal del mundo, el sol, está apagado, para mostrar que la gente está apagando la luz espiritual del mundo, es decir, Cristo Jesús.

Y entonces, alrededor de las tres de la tarde, “Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? [Salmo 22:1] El de verdad fue hecho el hombre de tristeza, y sufrió por nosotros hasta lo último, como dice el profeta Isaías [53:3]

El gritó porque estaba en gran sufrimiento, pero lo que el gritó es aún más importante: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?  El fue dejado para sufrir en la cruz, y Dios quitó de él toda la consolación que había tenido anteriormente. Esto fue para que Cristo pudiera recibir toda el peso de nuestros pecados.

Y por eso, aunque su sufrimiento carnal era obvio, lo mas importante es su sufrimiento espiritual. El sufrió en su corazón, en su alma, para recibir el sufrimiento que merecemos. Por eso, el grita “Dios mío, Dios mío, ¿por qué mas has desamparado?” porque en su espíritu el siente la desolación y la tristeza de una persona en el infierno, quien esta aparatado de Dios, y de toda la consolación del mismo.

Y aun el lenguaje de su grito nos muestra esto. Cuando él estaba sufriendo en la cruz, el no uso el griego que él aprendió y que el uso diariamente para enseñar a la gente. El regreso a su lengua natal, la de su crianza, el arameo, porque él estaba gritando de su corazón. Ustedes lo entienden, porque muchos de nosotros hemos aprendido bien el inglés, pero cuando sufrimos o oramos de corazón, no hablamos el idioma que hemos aprendido, sino el castellano de nuestra niñez, porque estamos hablando íntimamente del fondo del corazón. En la misma manera, al fin de su vida como al principio, Cristo gritó a su Padre en el idioma de la familia.

Pero aun así, la gente continuaba burlándose de Cristo, porque decían que él estaba llamando a Elías, porque los nombres Elí y Elías son muy semejantes. Por eso, malinterpretaron su llamado hacia Dios para ser un llamado hacia un santo o hacia un profeta. Aunque estaba presente su mamá en este momento, y aunque él tenía el poder a llamar a Elías o cualquier otro profeta, no llamó ni a su mama ni a alguno de los profetas, porque, “Los que teméis a Jehová, alabadle; Glorificadle, descendencia toda de Jacob, Y temedle vosotros, descendencia toda de Israel. Porque no menospreció no abominó la aflicción del afligido, Ni de él escondió su rostro, Sino que cuando clamó a él, le oyó.” [Salmo 22:23, 24]

En ese momento, le dieron de beber. El estaba agonizando, y la gente no tenía ninguna compasión de El, por eso, ¿por qué le dieron de beber? Pues, ellos querían burlarse más, y por eso, le dieron algo de beber, para alargar más sus sufrimientos. Y por la misma razón, Cristo lo aceptó, para sufrir más, y para extender sus sufrimientos hasta lo máximo.

Pero otros querrían dejarle morir, y por eso, dijeron, “Deja, veamos si viene Elías a librarle.” Dos acciones, pero con el mismo propósito de burlar de Cristo Jesús.

Y por eso, en este instante, Cristo gritó por la última vez. En su agonía, clamó, con gemidos más profundos que las palabras. Y entregó el espíritu.

Murió, y dio su espíritu a El quien le ha dado su vida, a su padre eternal.

Por eso, el velo del templo se rasgó en dos. El velo sirvió para separar entre el lugar santo, y el lugar santísimo, donde estaba ubicado el propiciatorio sobre el arca del testimonio. [Éxodo 26:31-37] En este mismo lugar el sumo sacerdote hacia propiciación por los pecados del pueblo [Levítico 16:1-16]. Pero como Cristo había hecho la propiciación una vez para siempre, ya no fue necesario el velo, ni el lugar santísimo, ni el propiciatorio. “Y no por sangre de muchos cabrios no de becerros, sino por su propia sangre, entro una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido  eternal redención.” [Hebreos 9:12]

“La tierra tembló, y las rocas se partieron,” porque toda la creación estaba agonizando en la muerte de su creador. “Y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron.” Otros se levantaron de entre los muertos, para mostrar la victoria aun en la muerte del Hijo de Dios.

Y al final, el centurión, y los que estaban con él guardando a Jesús (¿Se acuerden de ellos?-- los que se burlaban de Jesús, y pusieron una corona tejida de espinas, y una cana en su mano, y le escupieron a el, y le golpearon en la cabeza, y se burlaban?) temieron en gran manera. Reconocieron lo que había pasado. Y declararon, “Este era el Hijo de Dios”.

¿Y Uds.? Es un cuento, una historia interesante, ¿y no mas? O les mande en sus corazones considerar, ¿Quién es este hombre? ¿Era (y es) el Hijo de Dios, o solamente un pobrecito que sufrió en inocencia? Si Uds. entienden bien, van a temblar, y declarar con el centurión, “El es el Hijo de Dios.”