} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: LA FE

domingo, 15 de noviembre de 2009

LA FE


FE pistis (πίστις), primariamente, firme persuasión, convicción basada en lo oído. Se usa en el NT siempre de fe en Dios o en Cristo. Confianza   fiabilidad  «la fidelidad de Dios»;  «fidelidad»,   aquello que es creído, el contenido de la fe, la fe, una certeza  

Los principales elementos en la fe en nuestra relación con el Dios invisible, en distinción a la fe en el hombre son: 
(1) una firme convicción, que produce un pleno reconocimiento de la revelación o verdad de Dios  
(2) una rendición personal a Él   
(3) una conducta inspirada por esta rendición. Según el contexto, uno u otro de estos elementos se destaca más. Todo ello está en contraste con la creencia en su puro ejercicio natural, que consiste en una opinión mantenida de buena fe sin referencia necesaria a su prueba. El objeto de la fe de Abraham no era la promesa de Dios; ello fue la ocasión de su ejercicio. Su fe reposaba en el mismo Dios.

La FE es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Por la FE entendemos que el universo fue creado por la palabra de DIOS, de modo que lo que se ve no fue hecho de cosas visibles.
Sin FE es imposible agradar a DIOS; porque es necesario que el que se acerca a DIOS crea que EL existe, y que es remunerador de los que le buscan.
Hay momentos en los que nuestra FE pasa por pruebas de las cuales obtenemos como resultado la paciencia, la mansedumbre,la humildad, el amor al prójimo y el gozo de la SALVACIÓN.
Pero si te ves falto de esa sabiduría, pídesela a DIOS, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y te será dada.
Pero pide con FE, sin dudar; porque el que duda es semejante a la ola del mar, impulsada por el viento y echada de una parte a otra.
No piense, ese hombre que duda, que recibirá cosa alguna del SEÑOR, siendo hombre de doble ánimo, inestable en todos sus caminos.
Bienaventurado el hombre que persevera bajo la prueba, porque una vez que ha sido aprobado, recibirá la corona de la vida que el SEÑOR ha prometido a los que le aman.
 Juan el Bautista vino a dar testimonio de Jesús. Nada revela con mayor plenitud las tinieblas de la mente de los hombres que cuando apareció la Luz y hubo necesidad de un testigo para llamar la atención a ella. Cristo era la Luz verdadera; esa gran Luz que merece ser llamada así. Por su Espíritu y gracia ilumina a todos los que están iluminados para salvación; y los que no están iluminados por Él, perecen en las tinieblas. Cristo estuvo en el mundo cuando asumió nuestra naturaleza y habitó entre nosotros. El Hijo del Altísimo estuvo aquí en este mundo inferior. Estuvo en el mundo, pero no era del mundo. Vino a salvar a un mundo perdido, porque era un mundo de Su propia hechura. Sin embargo, el mundo no le conoció. Cuando venga como Juez, el mundo le conocerá. Muchos dicen que son de Cristo, aunque no lo reciben porque no dejan sus pecados ni permiten que Él reine sobre ellos.

Todos los hijos de Dios son nacidos de nuevo. Este nuevo nacimiento es por medio de la Palabra de Dios y por el Espíritu de Dios en cuanto a Autor. Por su presencia divina Cristo siempre estuvo en el mundo, pero, ahora que iba a llegar el cumplimiento del tiempo, Él fue, de otra manera, Dios manifestado en la carne.  Aunque tuvo en la forma de siervo, en cuanto a las circunstancias externas, respecto de la gracia su forma fue la del Hijo de Dios cuya gloria divina se revela en la santidad de su doctrina y en sus milagros. Fue lleno de gracia, completamente aceptable a su Padre, por tanto, apto para interceder por nosotros; y lleno de verdad, plenamente consciente de las cosas que iba a revelar.
Hace años, en 1987, compuse esta poesía para mi Padre Celestial:
 
Cantaré a mi Dios
por el placer de agradecer
su sacrificio de amor para perdón
cantaré porque ahora está en mi corazón.
Cómo he podido vivir sin su calor
que confiado iba yo a la perdición
siento ya la salvación
volveré al Creador.
Cantaré a mi Dios
porque al creer me regaló
la única y posible justificación
cantaré para decir que es en su honor.
Tenerlo todo al creer sin merecer
ir de su mano para vivir sin ya temer
conociendo lo que es por Él
Amor, Justicia y Poder.
Cantaré a mi Dios
con la alegría de saber
que falta poco para poderle ver
cantaré para decir: no moriré.
Jesús, su Hijo,vino morir aún al saber
que pocos iban a entender
que hay que volver a nacer. 
Gracia que viene por fe.
Serviré a mi Dios
junto a los que no puedo ver
para luchar por nuestro Padre Celestial
y lo haré con con la Palabra y la Verdad.
Tenerlo todo al querer sin merecer
ir de su mano para vivir sin ya temer
Amor,Justicia y Poder
ese es ÉL, mi Dios.


La Salvación al ser por fe en JESUCRISTO NUNCA SE PIERDE:
El cristianismo se diferencia de las religiones en que es una relación personal con Dios a través del único mediador, Su Hijo Jesucristo. Dios Padre nos regala la salvación por gracia y fe a través de JESUCRISTO, no por obras (2ª Timoteo 1:9; Tito 3:4,5; Romanos 9:11; Efesios 2:4, 5,8 y 9). Es una relación directa y personal con Dios creador por su Hijo Jesucristo. El único requisito es creer a Dios.
Ahora bien, la gente que considera que la salvación se pierde le está diciendo:
“Si, es cierto, que yo creo que la salvación es por gracia, pero después que recibes a Cristo dependes de tus buenas obras y de cómo te portes (Cristo más tus méritos humanos). (Así la iglesia católica romana pervierte el Evangelio de Cristo y desvía del camino de la Verdad a las almas que ignorantes se limitan a escuchar sin comprobar en la Biblia las herejías que los llevan al infierno)
Este es un grande y peligroso error nada nuevo, puesto que ya se daba en tiempos de Cristo. Muchos judíos consideraban que la salvación era por gracia más el cumplimiento de la ley. Pero esta mentira del diablo que ya se dejaba ver por aquel entonces debe ser destruida por la claridad de la Palabra de Dios, que afirma con contundencia que la salvación “no es por obras”, “sino por la gracia de Dios” (Efesios 2:8-9).
¿Qué pecado, pues, te hará perder la salvación? ¿Qué pecado dice la Biblia que nos hará perder la salvación? Ninguno. Más bien ella dice que “la sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado” (1ª Juan 1:7). ¡Qué gusto saber que no hay pecado que Cristo no pueda perdonar al cristiano!
Y algunos dirán, “¿y qué de la blasfemia contra el Espíritu Santo?”. El evangelio de Mateo (12:31) muestra que tal blasfemia no será perdonada. Esto es cierto. Pero también es cierto que el cristiano no puede cometer este pecado. Blasfemia es un término de origen griego, que significa vilipendio, despreciar, maldecir. Por ello, este pecado solo lo comete una persona que jamás ha conocido a Cristo. Este pecado es el que cometieron los fariseos, en Hechos 7:51-52. Es tener la luz y rechazarla. Porque llega el momento en que Dios dice: ¡basta!, has rechazado el Evangelio y la luz de Jesucristo. “Y esta es la condenación, que la luz vino al mundo y los hombres la rechazaron, y amaron mas las tinieblas que la luz” (Juan 3:19).
Y es que Dios comienza tu salvación por la fe y nos dice que el justo por la fe seguirá viviendo (Romanos 1:17; Gálatas 3:11). Por la gracia de Dios yo me convertí y por la gracia de Dios necesito seguir viviendo. La redención abarca mi vida pasada, mi vida presente y mi vida futura. Cuando la Biblia dice que eres salvo implica 3 etapas: fuiste salvo cuando te justificó Dios en tu pasado de la culpa del pecado (justificación), estamos siendo salvados del poder del pecado (santificación) y seremos salvados de la presencia del pecado (glorificación). Cuando Jesús murió en la cruz del calvario, no solo murió por los pecados pasados, sino por los pasados, los presentes y los futuros. La Biblia dice que la salvación es eterna, no temporal.
Si la salvación comienza con la justificación aquí en la tierra, y Dios asevera que es eterna. ¿Cómo se atreven los hombres a poner esto en tela de juicio? Es menester reconocer que la salvación es eterna (Juan 3:15; 3:16; 3:36; 6:40; 6:47; Romanos 6:23; 1ª Juan 2:25; 5:11,13,…). Eternidad desde el momento en que crees en Cristo, pues esta es una promesa de Dios.
Además, la voluntad de Dios es que ninguno salvo, se pierda (Juan 6.39). Es por ello que el creyente es guardado por el poder de Dios para alcanzar la salvación (1ª Pedro 1:5). Dios conserva al santo siempre (Salmo 37:28). Dios nos libra de obras malas y nos preserva para su reino celestial (2ª Timoteo 4.18).
“Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría” Judas 1: 24.
2ª Corintios 5:17 dice que el cristiano es una nueva criatura (espiritual). ¿Podrá algo des-crearlo?
Juan 17:11-12 nos dice que Jesús guardó a los suyos en su vida terrenal, y pide al Padre que ahora nos guarde a nosotros. ¿Acaso el Padre no concederá las peticiones de su Hijo? El apóstol Pablo estaba seguro de que Dios lo guardaría hasta el fin (2ª Timoteo 1:12). Una vez que Dios ha salvado al creyente no puede volver su Palabra vacía (Tito 1:2). Es más, podemos decir que Dios ve a los salvados ya como glorificados (Romanos 8:30), pues este es el propósito de Dios, que en aquel en quién comience la obra salvífica se perfeccione hasta el día de Jesucristo (Filipenses 1:6).
Si para mantenerme salvo necesito tener buenas obras, voy a llegar al cielo con algo en lo que enorgullecerme, pero la Biblia dice que la salvación es de tal forma que nadie podrá gloriarse (Efesios 2:9). Por esto Dios lo planeó todo, para que Él y solamente Él fuese el autor y consumador de nuestra salvación.
El que defiende que la salvación es por gracia, pero que se debe portar bien para mantenerla, está declarando tremenda herejía. Esto sería ganarnos la salvación por nuestra propia justicia. Las buenas obras solo serán el resultado de un nuevo nacimiento, de una fe genuina en un Dios de amor, al que queremos mostrar un profundo agradecimiento por la inigualable obra de amor que hizo por sus hijos.
Aborreceremos el pecado porque amamos a Dios. Como dijo Charles Spurgeon en una de sus predicaciones: “Si profesamos ser cristianos estamos obligados a apegarnos al cristianismo”.
El hombre, sumergido en un mundo perecedero, lleno de vanidades perecederas, solo encontrará la paz cuando pueda poner su confianza en algo que es eterno, que no puede perderse, que es superior a todo lo que se encuentra en este mundo. Esto es la Salvación que Dios nos da.
Por tanto, el cristiano que verdaderamente haya creído en Cristo y le ame con sinceridad, esforzándose por andar con toda buena conciencia delante de Él, puede estar en esta vida absolutamente seguro de que permanece en el estado de gracia, y puede regocijarse en la esperanza de gloria de Dios, puesto que tal esperanza nunca le hará avergonzarse (Romanos 5: 2, 5).
A pesar de ello, esta seguridad en el creyente puede ser sacudida, acortada o entorpecida por la negligencia de no vivir como a Dios le agrada, contristando al Espíritu Santo (Salmo 51: 8, 12; Efesios 4: 30-31).
Es por ello que debemos ocuparnos en nuestra salvación con temor y temblor (Filipenses 2:12), pues solo así podremos descansar en esta eterna seguridad. No por temor de perdería sino porque Su gracia nos impulsa a amar y servir a Dios.
Gracias Dios porque tuya es la salvación, gracias porque tu poder nos guarda, gracias Dios porque no seremos avergonzados al confiar en la esperanza que Tú nos has otorgado. ¡Gracias Dios! en el nombre de tu Hijo amado, mi Salvador y Señor Jesucristo.