FE pistis (πίστις), primariamente,
firme persuasión, convicción basada en lo oído. Se usa en el NT siempre de fe
en Dios o en Cristo. Confianza fiabilidad
«la fidelidad de Dios»; «fidelidad», aquello que es creído, el
contenido de la fe, la fe, una certeza
Los principales elementos
en la fe en nuestra relación con el Dios invisible, en distinción a la fe en el
hombre son:
(1) una firme convicción, que
produce un pleno reconocimiento de la revelación o verdad de Dios
(2) una rendición personal a
Él
(3) una conducta inspirada
por esta rendición. Según el contexto, uno u otro de estos elementos se destaca
más. Todo ello está en contraste con la creencia en su puro ejercicio natural,
que consiste en una opinión mantenida de buena fe sin referencia necesaria a su
prueba. El objeto de la fe de Abraham no era la promesa de Dios; ello fue la
ocasión de su ejercicio. Su fe reposaba en el mismo Dios.
La FE es la certeza de lo
que se espera, la convicción de lo que no se ve. Por la FE entendemos que el
universo fue creado por la palabra de DIOS, de modo que lo que se ve no fue
hecho de cosas visibles.
Sin FE es imposible
agradar a DIOS; porque es necesario que el que se acerca a DIOS crea que EL
existe, y que es remunerador de los que le buscan.
Hay momentos en los que
nuestra FE pasa por pruebas de las cuales obtenemos como resultado la
paciencia, la mansedumbre,la humildad, el amor al prójimo y el gozo de la
SALVACIÓN.
Pero si te ves falto de esa
sabiduría, pídesela a DIOS, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y
te será dada.
Pero pide con FE, sin
dudar; porque el que duda es semejante a la ola del mar, impulsada por el
viento y echada de una parte a otra.
No piense, ese hombre que
duda, que recibirá cosa alguna del SEÑOR, siendo hombre de doble ánimo,
inestable en todos sus caminos.
Bienaventurado el hombre
que persevera bajo la prueba, porque una vez que ha sido aprobado, recibirá la
corona de la vida que el SEÑOR ha prometido a los que le aman.
Juan el Bautista vino a
dar testimonio de Jesús. Nada revela con mayor plenitud las tinieblas de la
mente de los hombres que cuando apareció la Luz y hubo necesidad de un testigo
para llamar la atención a ella. Cristo era la Luz verdadera; esa gran Luz que
merece ser llamada así. Por su Espíritu y gracia ilumina a todos los que están
iluminados para salvación; y los que no están iluminados por Él, perecen en las
tinieblas. Cristo estuvo en el mundo cuando asumió nuestra naturaleza y habitó
entre nosotros. El Hijo del Altísimo estuvo aquí en este mundo inferior.
Estuvo en el mundo, pero no era del mundo. Vino a salvar a
un mundo perdido, porque era un mundo de Su propia hechura. Sin embargo, el
mundo no le conoció. Cuando venga como Juez, el mundo le conocerá. Muchos dicen
que son de Cristo, aunque no lo reciben porque no dejan sus pecados ni permiten
que Él reine sobre ellos.
Todos los hijos de Dios
son nacidos de nuevo. Este nuevo nacimiento es por medio de la Palabra de Dios
y por el Espíritu de Dios en cuanto a Autor. Por su presencia divina Cristo
siempre estuvo en el mundo, pero, ahora que iba a llegar el cumplimiento del
tiempo, Él fue, de otra manera, Dios manifestado en la carne. Aunque tuvo
en la forma de siervo, en cuanto a las circunstancias externas, respecto de la
gracia su forma fue la del Hijo de Dios cuya gloria divina se revela en la
santidad de su doctrina y en sus milagros. Fue lleno de gracia, completamente
aceptable a su Padre, por tanto, apto para interceder por nosotros; y lleno de
verdad, plenamente consciente de las cosas que iba a revelar.
Hace años, en 1987,
compuse esta poesía para mi Padre Celestial:
Cantaré a mi Dios
por el placer de agradecer
su sacrificio de amor
para perdón
cantaré porque ahora está
en mi corazón.
Cómo he podido vivir sin
su calor
que confiado iba yo a la
perdición
siento ya la salvación
volveré al Creador.
Cantaré a mi Dios
porque al creer me regaló
la única y posible
justificación
cantaré para decir que es
en su honor.
Tenerlo todo al creer sin
merecer
ir de su mano para vivir
sin ya temer
conociendo lo que es por
Él
Amor, Justicia y Poder.
Cantaré a mi Dios
con
la alegría de saber
que falta poco para
poderle ver
cantaré para decir: no
moriré.
Jesús, su Hijo,vino morir
aún al saber
que pocos iban a entender
que hay que volver a
nacer.
Gracia que viene por fe.
Serviré a mi Dios
junto a los que no puedo
ver
para luchar por nuestro
Padre Celestial
y lo haré con con la
Palabra y la Verdad.
Tenerlo todo al querer
sin merecer
ir de su mano para vivir
sin ya temer
Amor,Justicia y Poder
ese es ÉL, mi Dios.
La Salvación al ser por fe en JESUCRISTO NUNCA SE PIERDE:
El cristianismo se diferencia de las religiones en que es una
relación personal con Dios a través del único mediador, Su Hijo Jesucristo.
Dios Padre nos regala la salvación por gracia y fe a través de JESUCRISTO, no
por obras (2ª Timoteo 1:9; Tito 3:4,5; Romanos 9:11; Efesios 2:4, 5,8 y 9). Es
una relación directa y personal con Dios creador por su Hijo Jesucristo. El único
requisito es creer a Dios.
Ahora bien, la gente que considera que la salvación se pierde le
está diciendo:
“Si, es cierto, que yo creo que la salvación es por gracia, pero
después que recibes a Cristo dependes de tus buenas obras y de cómo te portes
(Cristo más tus méritos humanos). (Así la iglesia católica romana pervierte el
Evangelio de Cristo y desvía del camino de la Verdad a las almas que ignorantes
se limitan a escuchar sin comprobar en la Biblia las herejías que los llevan al
infierno)
Este es un grande y peligroso error nada nuevo, puesto que ya se
daba en tiempos de Cristo. Muchos judíos consideraban que la salvación era por
gracia más el cumplimiento de la ley. Pero esta mentira del diablo que ya se
dejaba ver por aquel entonces debe ser destruida por la claridad de la Palabra
de Dios, que afirma con contundencia que la salvación “no es por obras”, “sino
por la gracia de Dios” (Efesios 2:8-9).
¿Qué pecado, pues, te hará perder la salvación? ¿Qué pecado dice
la Biblia que nos hará perder la salvación? Ninguno. Más bien ella dice que “la
sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado” (1ª Juan 1:7). ¡Qué gusto saber
que no hay pecado que Cristo no pueda perdonar al cristiano!
Y algunos dirán, “¿y qué de la blasfemia contra el Espíritu
Santo?”. El evangelio de Mateo (12:31) muestra que tal blasfemia no será
perdonada. Esto es cierto. Pero también es cierto que el cristiano no puede
cometer este pecado. Blasfemia es un término de origen griego, que significa
vilipendio, despreciar, maldecir. Por ello, este pecado solo lo comete una
persona que jamás ha conocido a Cristo. Este pecado es el que cometieron los fariseos,
en Hechos 7:51-52. Es tener la luz y rechazarla. Porque llega el momento en que
Dios dice: ¡basta!, has rechazado el Evangelio y la luz de Jesucristo. “Y esta
es la condenación, que la luz vino al mundo y los hombres la rechazaron, y
amaron mas las tinieblas que la luz” (Juan 3:19).
Y es que Dios comienza tu salvación por la fe y nos dice que el
justo por la fe seguirá viviendo (Romanos 1:17; Gálatas 3:11). Por la gracia de
Dios yo me convertí y por la gracia de Dios necesito seguir viviendo. La redención
abarca mi vida pasada, mi vida presente y mi vida futura. Cuando la Biblia dice
que eres salvo implica 3 etapas: fuiste salvo cuando te justificó Dios en tu
pasado de la culpa del pecado (justificación), estamos siendo salvados del
poder del pecado (santificación) y seremos salvados de la presencia del pecado
(glorificación). Cuando Jesús murió en la cruz del calvario, no solo murió por
los pecados pasados, sino por los pasados, los presentes y los futuros. La
Biblia dice que la salvación es eterna, no temporal.
Si la salvación comienza con la justificación aquí en la tierra,
y Dios asevera que es eterna. ¿Cómo se atreven los hombres a poner esto en tela
de juicio? Es menester reconocer que la salvación es eterna (Juan 3:15; 3:16;
3:36; 6:40; 6:47; Romanos 6:23; 1ª Juan 2:25; 5:11,13,…). Eternidad desde el
momento en que crees en Cristo, pues esta es una promesa de Dios.
Además, la voluntad de Dios es que ninguno salvo, se pierda
(Juan 6.39). Es por ello que el creyente es guardado por el poder de Dios para
alcanzar la salvación (1ª Pedro 1:5). Dios conserva al santo siempre (Salmo
37:28). Dios nos libra de obras malas y nos preserva para su reino celestial
(2ª Timoteo 4.18).
“Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y
presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría” Judas 1: 24.
2ª Corintios 5:17 dice que el cristiano es una nueva criatura
(espiritual). ¿Podrá algo des-crearlo?
Juan 17:11-12 nos dice que Jesús guardó a los suyos en su vida
terrenal, y pide al Padre que ahora nos guarde a nosotros. ¿Acaso el Padre no
concederá las peticiones de su Hijo? El apóstol Pablo estaba seguro de que Dios
lo guardaría hasta el fin (2ª Timoteo 1:12). Una vez que Dios ha salvado al
creyente no puede volver su Palabra vacía (Tito 1:2). Es más, podemos decir que
Dios ve a los salvados ya como glorificados (Romanos 8:30), pues este es el
propósito de Dios, que en aquel en quién comience la obra salvífica se
perfeccione hasta el día de Jesucristo (Filipenses 1:6).
Si para mantenerme salvo necesito tener buenas obras, voy a
llegar al cielo con algo en lo que enorgullecerme, pero la Biblia dice que la
salvación es de tal forma que nadie podrá gloriarse (Efesios 2:9). Por esto
Dios lo planeó todo, para que Él y solamente Él fuese el autor y consumador de
nuestra salvación.
El que defiende que la salvación es por gracia, pero que se debe
portar bien para mantenerla, está declarando tremenda herejía. Esto sería
ganarnos la salvación por nuestra propia justicia. Las buenas obras solo serán
el resultado de un nuevo nacimiento, de una fe genuina en un Dios de amor, al
que queremos mostrar un profundo agradecimiento por la inigualable obra de amor
que hizo por sus hijos.
Aborreceremos el pecado porque amamos a Dios. Como dijo Charles
Spurgeon en una de sus predicaciones: “Si profesamos ser cristianos estamos
obligados a apegarnos al cristianismo”.
El hombre, sumergido en un mundo perecedero, lleno de vanidades
perecederas, solo encontrará la paz cuando pueda poner su confianza en algo que
es eterno, que no puede perderse, que es superior a todo lo que se encuentra en
este mundo. Esto es la Salvación que Dios nos da.
Por tanto, el cristiano que verdaderamente haya creído en Cristo
y le ame con sinceridad, esforzándose por andar con toda buena conciencia
delante de Él, puede estar en esta vida absolutamente seguro de que permanece
en el estado de gracia, y puede regocijarse en la esperanza de gloria de Dios,
puesto que tal esperanza nunca le hará avergonzarse (Romanos 5: 2, 5).
A pesar de ello, esta seguridad en el creyente puede ser
sacudida, acortada o entorpecida por la negligencia de no vivir como a Dios le
agrada, contristando al Espíritu Santo (Salmo 51: 8, 12; Efesios 4: 30-31).
Es por ello que debemos ocuparnos en nuestra salvación con temor
y temblor (Filipenses 2:12), pues solo así podremos descansar en esta eterna
seguridad. No por temor de perdería sino porque Su gracia nos impulsa a amar y
servir a Dios.
Gracias Dios porque tuya es la salvación, gracias porque tu
poder nos guarda, gracias Dios porque no seremos avergonzados al confiar en la
esperanza que Tú nos has otorgado. ¡Gracias Dios! en el nombre de tu Hijo
amado, mi Salvador y Señor Jesucristo.