1 de Pedro 1:1-2:10 puede ser descrito como la sección indicativa de la epístola mientras que 1 de Pedro 2:12- al final es la sección imperativa y ética de la epístola. Indicaciones de esto son que Pedro repite la identificación de la audiencia (2:11) y da una oración como resumen (2:12) del tema de la epístola antes de lanzar una aplicación de las verdades doctrinales presentadas al inicio de la carta. La primera parte de la aplicación es para que el cristiano aprenda a ser sumiso a aquéllos que Dios ha puesto por encima de nosotros en cada área de la vida.
La sumisión es el acto de colocarse uno mismo bajo la autoridad de otro para poder cumplir con su voluntad. El apóstol Pedro instruye al cristiano a someterse al Señor en cuatro áreas cruciales de la vida: las autoridades gobernantes, los maestros, los maridos y el uno al otro en la iglesia. En cada área de sumisión, esto es hecho como un acto de adoración a Dios y una forma en la cual se vive una vida de restauración y bendición.
SUMISIÓN A LA SANTIDAD PERSONAL
1 Pedro 2:11-12. Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras.
El creyente tiene un doble responsabilidad en cuanto a su santificación: abstener de los deseos de la carne que luchan contra el alma y promover las buenas obras en medio de un mundo hostil.
SUMISIÓN AL GOBIERNO
2:13-17. Por causa del Señor someteos a toda institución humana, ya sea al rey, como a superior, ya a los gobernadores, como por él enviados para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen bien. Porque esta es la voluntad de Dios: que haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos; como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios. Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey.
El propósito de la sumisión está enraizado en Dios. Nos sometemos “por el Señor.”
La teología de la sumisión está enraizada en la interrelación del Dios trino y funciona en el flujo de la creación, caída y restauración de la historia de redención.
La existencia de una estructura de autoridad viene de Dios mismo. La interrelación entre el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo es una de igualdad y sin embargo cada persona de la Trinidad tiene una función especial. Hay sumisión dentro de la Trinidad. El Hijo se somete al Padre (Filipenses 2:5) y el Espíritu Santo se somete al Padre y al Hijo (Juan 16:7-15).
En la creación, las estructuras básicas de gobierno fueron establecidas. Primero, el hombre debía someterse a los mandatos de Dios. Segundo, Dios creó a Adán y Eva. En la relación entre Dios y el hombre, y el primer marido y mujer, hubo una estructura de autoridad que incluía responsabilidades para cada uno.
La relación entre Adán con el resto de la humanidad es importante. Adán es la cabeza de la humanidad. Esto es afirmado en Mateo 19:4-6; Romanos 5:12-19 y 1 Timoteo 2:13.
En la caída del hombre al pecado, la estructura de sumisión es revertida. Satanás cuestionó la Palabra de Dios, Eva y Adán siguieron después. La naturaleza del pecado es que siempre es una ordenanza anti-creacional: en contra de la Ley y la Palabra de Dios.
Por lo tanto, para poder detener el curso de la caída, es importante para el creyente que se “someta de nuevo” al Señor. La sumisión le permite al marido, mujer, ciudadano y trabajador el vivir fielmente su vocación de manera responsable (I Timoteo 2:15).
La restauración, entonces, viene a través de la fe en el Señor y por la obediencia de la creación original y los mandatos morales consecuentes. La rebelión ocurre cuando repetimos el error de la caída, esto es, al desobedecer la Palabra de Dios yendo en contra de sus mandatos morales.
La extensión de la sumisión es a toda autoridad gobernante. El mensaje de Pedro debió haber sido recibido con asombro. Estaba instruyendo a creyentes a someterse a la autoridad del rey y los gobernantes. Esto incluye al emperador, Nerón, quien había desatado una inundación de persecución contra la iglesia.
La estructura de gobierno humano es diseñada por Dios para el buen orden. El gobierno existe para poder castigar y restringir el mal y premiar y promover el bien (Romanos 13:1-7).
El cristiano no vive para sí mismo (humanismo), para el gobierno (socialismo, comunismo, nacionalismo, etc.); vive para “el Señor.” La sumisión al Señorío de Jesucristo libera al creyente del temor a la tiranía del gobierno, aún cuando la sumisión al gobierno es requerida. La fe del creyente trasciende la posición del gobierno.
Cuando las autoridades reinantes actúan de forma errónea, esto no les da a los creyentes una justificación para hacer el mal. Por el contrario, el apóstol le enseña al creyente: “Así pues, los que sufren según la voluntad de Dios, entréguense a su fiel Creador y sigan practicando el bien” (1 de Pedro 4:19, NVI).
Los verdaderos profetas del Antiguo Testamento, Juan el Bautista, Jesús y los apóstoles denunciaron el mal en la comunidad de fe así como en el mundo. Sufrieron por esto. Sin embargo, no participan en la corrupción que fue denunciada y “siguen practicando el bien.” Ellos se mantuvieron firmes, sufrieron y murieron por ello y eventualmente su causa ganó.
Si los cristianos se hubieran levantado en armas en contra de los romanos, hubieran hecho más daño que bien. La iglesia no fue diseñada para ser un gobierno nacional o fuerza militar. Por el contrario, la Iglesia es la fuerza para hacer el bien, aún en tiempos de maldad.
La historia de la iglesia prueba que la Iglesia no puede ser confiada para ser un gobierno nacional o la militar. La forma Constantina de la iglesia, completa con el Papa como Emperador y el establecimiento de la Inquisición con poderes militares, tuvo que ser rota por la resistencia de los protestantes en el norte de Europa. Básicamente, los protestantes se sometieron a príncipes y líderes regionales quienes eran capaces de proteger a la iglesia.
La denuncia profética persistente de los males de la esclavitud fue resonada por William Wilberforce y el movimiento de abolición a principios del siglo XVIII. Se sometieron al sistema político y eventualmente fueron victoriosos.
El movimiento pacífico dirigido por Martin Luther King Jr. empleó un principio similar. Aunque los protestantes fueron golpeados y abusados, se protegieron pero no usaron la violencia. Sin embargo, se pararon firmemente, mantuvieron sus derechos y persistentemente le pidieron al gobierno que hiciera justicia hasta que fue dada.
Los cristianos en se someten a las autoridades gobernantes y continúan sirviendo al Señor. Cuando la autoridad del gobierno contradice los principios del evangelio, los cristianos escogieron desobedecer y sufrir para obedecer el evangelio. Hay que servir a los mandatos de Dios primero. Ellos le confiaron el resultado final de justicia a un Dios justo. La historia de la iglesia afirma que el testimonio profético justo conjuntado con la sumisión a las autoridades eventualmente triunfará.
La sumisión está diseñada para traer el bien. ¡La misión de la Iglesia es el hacer el bien en medio del mundo malvado! El pecado y el mal es la causa de la miseria en la humanidad. Al abundar el pecado y la maldad, habrá muchas víctimas y mucho sufrimiento. La Iglesia existe para ministrar las necesidades causadas por el pecado y la maldad. El Señor nos enseñó que debemos compartir el evangelio de la salvación tanto como nuestro alimento, bebida, vestimenta con aquéllos en necesidad; debemos visitar a los enfermos y a aquéllos en la prisión. Esto aplica a ayudar a otros cristianos pero la oportunidad es dada para ayudar a otros también (Gálatas 6:9-10).
La sumisión es toda inclusiva. Pedro llama a los creyentes a “Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey” (2:17). A los cristianos no se les da la opción de: seré sumiso en el hogar pero no en la iglesia, el trabajo o el gobierno. La sumisión es parte del estilo de vida cristiano en cada institución de la vida.
SUMISIÓN EN EL TRABAJO
1 Pedro 2:18-25. Criados, estad sujetos con todo respeto a vuestros amos; no solamente a los buenos y afables, sino también a los difíciles de soportar. Porque esto merece aprobación, si alguno a causa de la conciencia delante de Dios, sufre molestias padeciendo injustamente. Pues ¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios. Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente; quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados. Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas.
El Señor está relacionado con las situaciones de trabajo humanas. La existencia humana es ordenada por Dios. Parte de tal orden es trabajar con empleadores y empleados. El Señorío de Jesús se aplica a la relación de trabajo así como se aplica al hogar, el gobierno y nuestra vida religiosa.
Pedro trata con los esclavos que sufren por hacer lo que es correcto. En esta carta Pedro se refiere a los esclavos. El apóstol Pedro trata con una situación particular en la esclavitud, en la cual el esclavo es castigado por hacer el bien. ¿Deberían huir los esclavos? ¿Deberían ver la forma de rebelarse? ¿O debería el esclavo sufrir por haber hecho lo correcto? Pedro nos recuerda que los esclavos no deberían hacer el mal y que deberían ser castigados por sus crímenes, por el contrario, si sufren deben sufrir por hacer el bien.
¿Las enseñanzas de los apóstoles significan que está justificando la institución de la esclavitud? Pedro no dice nada acerca de justificar o no justificar la esclavitud. En otras partes de las Escrituras, el apóstol Pablo anima a los esclavos a que busquen su libertad (1 Corintios 7:21-24). Pablo sirve como abogado del esclavo fugitivo Onésimo (Filemón) y la igualdad espiritual del esclavo cristiano y el maestro cristiano es afirmada (Gálatas 3:28). Sin embargo, los esclavos, al convertirse al cristianismo, no estaban en la posición de “levantarse e irse”. Puede que no hubiera otra alternativa más que la esclavitud. Así que, ¿qué haces cuando estás en tal situación? ¿Cómo pueden aprender del Señor de señores, el Señor Jesús?
Hay una relación entre el sufrimiento del creyente y el sufrimiento de Cristo. Pedro traza una correlación directa entre el sufrimiento de Cristo y el sufrimiento del esclavo. “Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas” (2:21). Este ejemplo que Jesús dejó incluye:
a. Sufrimiento aún cuando no has pecado (v. 22)
b. No te rebeles en respuesta (v. 23)
c. No amenaces en respuesta (v. 23)
d. Encomienda tu causa al Dios justo quien JUZGARÁ justamente (v. 23).
Sin embargo, la única forma de lograr tal justicia es a través la fe en Jesucristo quien murió en la cruz para que pudiéramos morir al pecado y quién se levantó para que pudiéramos “vivir a la justicia.”
El versículo 24 enseña que la muerte de Cristo de hecho libera al creyente del pecado. El acto de morir por los pecados es una gran liberación. Así que, ¿qué debemos hacer con tal libertad? El apóstol concluye la oración al escribir, “vivir a la justicia.” Mientras que el incrédulo puede solamente limitar el pecado y no erradicarlo, el creyente puede morir al pecado. Y aunque el incrédulo aspira hacer el bien ante los ojos de Dios, no puede lograrlo. La fe en el Señor crucificado y resucitado, sin embargo, le da al creyente la habilidad de “no pecar” y “hacer el bien ante Dios.” Tan maravilloso es ese poder del evangelio que el esclavo o sirviente puede sufrir y durar más que los crueles dictados de su maestro terrenal y dejar la venganza para el Señor, “encomendaba la causa al que juzga justamente”.
El heroico testimonio de los mártires muestra que las buenas nuevas de la fe en Jesús superan las malas noticias del pecado, el mal y el Diablo.
SUMISIÓN EN EL MATRIMONIO
1 Pedro 3:1-7. Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, considerando vuestra conducta casta y respetuosa. Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios. Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos; como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien, sin temer ninguna amenaza. Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo.
Pedro trata con un asunto muy realista para los nuevos conversos. Cuando un esposo(a) se convierte al cristianismo y el (la) compañero(a) no lo hace, ¿deben separarse?
La esposa cristiana y el esposo no creyente son llamados a permanecer juntos. La enseñanza del apóstol no es el romper el matrimonio sino fortalecerlo. Pedro les enseña a las nuevas mujeres conversas que prediquen con el ejemplo, sean puras, hermosas en espíritu y que aprendan del ejemplo de mujeres de fe.
Predicando con el ejemplo. Las nuevas convertidas podrían volver locos a sus esposos inconversos al recordarles continuamente lo que es obvio para ellas, que deben arrepentirse de sus pecados y creer en Jesús. Obviamente, esto necesita ser dicho pero no tiene que ser repetido tanto de tal forma que empiecen a resentir el evangelio.
Los cristianos no son llamados a ser destrozadores de hogares. Hay sectas especializadas en la destrucción de hogares. Si el esposo incrédulo no viene a Cristo, a la esposa se le dice que se vaya. Los hijos que se comprometen con tales sectas son instruidas a rechazar a miembros de la familia que no están de acuerdo con ellos. Lo que Pedro enseña está en oposición a esto.
La esposa creyente debe quedarse. Sin embargo, si el esposo la rechaza, ella es libre para irse. Pablo escribe, “Pero si el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios” (I Corintios. 7:15).
Los cristianos buscan la pureza y la reverencia en el matrimonio. La gran cualidad que el cristiano trae al matrimonio es la santidad de Dios. El compañero cristiano tratará de evitar el mal y dedicarse a hacer el bien. El marido incrédulo verá esto como una cualidad honorable. También se dará cuenta que no puede hacer eso, y debe ser animado a buscar al Señor para solucionarlo.
Belleza interna. La cristiana convertida puede ser tentada a ganar al marido a través de formas sensoriales o sensuales. El apóstol les recuerda a las hermanas que la belleza interna siempre prevalece por encima de la belleza externa que se desvanece.
Aprendiendo de heroínas de la fe. Sarah fue conocida por su belleza exterior pero Pedro apunta que ella también había aprendido el arte de la sumisión y la belleza interior. Llamaba a su esposo, “Señor.” Eso suena raro para nosotros hoy. ¿Sería comparable a decir “señor” o “señora”? Cualquiera que sea el sinónimo, ella le hablaba a su esposo con un respeto sincero.
Una relación respetuosa entre un marido y una mujer siempre fortalecerá la relación. Así que Pedro llama a los maridos, “de la misma forma” traten a sus esposas con respeto. Es encantador ver a una pareja tratarse el uno a la otra con sumo respeto. Sólo puede traer el bien y puede ser de buena influencia para otros miembros de la familia.
Tratarse el uno al otro con sumo respeto no significa encubrir comportamiento dañino y pecaminoso. Si un esposo es abusivo con los niños u otras personas, o si la esposa trata a otra gente de forma degradante, es responsabilidad de los compañeros lidiar con tales asuntos. El respeto mutuo requiere del respeto a otros también.
Reconociendo quienes somos. El apóstol identifica a la mujer como el “buque más débil.” En nuestro ambiente igualitario, esto suena ofensivo. Sin embargo, es obvio que hay diferencias físicas en las habilidades entre el jugador de fútbol masculino y la jugadora de fútbol femenina. Para estar seguros, hay algunas jugadoras que son mejores que los jugadores, pero como regla, los hombres son más fuertes que las mujeres. Pero entonces, ¿cuántos hombres pueden tener bebés? Hay obvias diferencias biológicas que Dios ha diseñado en la creación. Pedro presenta un punto de vista complementario y no igualitario de esposos y esposas. Cada compañero es llamado a ser responsable en el papel que les corresponde.
El apóstol les recuerda a los esposos y esposas que ambos son “herederos de gracia.” En cuanto a su salvación, no hay hombre o mujer (Gálatas 3:28) sino que son uno en Cristo.
La pareja que ora unida permanece unida. Esta enseñanza acerca de la sumisión en el matrimonio concluye con la esposa y el esposo orando juntos y sometiéndose mutuamente al Señor en oración. El matrimonio es un triángulo: Dios, el esposo y la esposa. Qué bendición cuando los hijos pueden unirse a la oración. “La familia que ora unida permanece unida.”
SUMISIÓN MUTUA EN LA IGLESIA
1 Pedro 3:8-12. Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición. Porque: El que quiere amar la vida Y ver días buenos, Refrene su lengua de mal, Y sus labios no hablen engaño; Apártese del mal, y haga el bien; Busque la paz, y sígala. Porque los ojos del Señor están sobre los justos, Y sus oídos atentos a sus oraciones; Pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal
Como conclusión a esta sección de enseñanza acerca de la sumisión, Pedro apunta su atención a la Iglesia. En el siguiente capítulo más será dicho acerca de esto mientras Pedro habla del asunto del sufrimiento.
¡En los versículos 8-12 son resaltados varios rasgos de la sumisión que fortalecerían a cualquier iglesia!
Vivir en armonía. La armonía es la habilidad de vivir en unidad y acuerdo. Es lo opuesto a causar problemas, pelar, y traer desunión entre hermanos. Los cristianos buscan ser una mente el uno con el otro.
Amor como hermanos. El lenguaje de la familia (hermano, hermana) es emparejado con el lenguaje del amor. Los creyentes deben aceptarse los unos a los otros como familia y buscar la forma de mostrar su amor mutuo.
Se compasivo y humilde. Literalmente, el ser compasivo es tener pasión para hacer el bien a otros. Esto requiere un espíritu humilde, en donde consideras al otro más que a ti mismo.
No pagues mal por mal. Los apóstoles asumieron que los hermanos han hecho el mal el uno al otro. La instrucción es que no se vengue. Alguien tiene que ser el primero en hacer el bien. “Deja que la solución empiece contigo.”
Bendíganse mutuamente. Las bendiciones son actos del favor de Dios. Los cristianos existen para heredar las bendiciones de Dios (v. 9). El camino a tales bendiciones incluye:
a. Bendiciendo a otros cuando te hacen mal
b. Guardando tu lengua del mal
c. Dándole la espalda al mal y haciendo el bien
d. Buscando la paz
e. Orando de acuerdo a la justicia de Dios.
La Biblia enseña que el pueblo de Dios existe para ser bendecida para poder bendecir a otros. Busca Génesis 12:1-3. Dios dijo que bendeciría a Abraham; lo haría como una bendición a otros; Dios bendeciría a aquéllos que bendicen a Abraham y a través de Adán todas las familias de la tierra serán bendecidas.
Al Malvado le gustaría hacer que los creyentes maldigan a Dios y a otros. Pedro les recuerda a los creyentes que deben continuar bendiciendo a Dios y a otros, aún en tiempos de persecución.
Lo que es enseñado aquí es diferente a lo que el hombre natural quere hacer. Nuestra tendencia es la de repagar mal con mal, queremos azotar de regreso y ejecutar justicia en nuestros propios términos. La Escritura nos llama a humillarnos y someternos al Señor, aún cuando enfrentemos persecución, esclavitud cruel, compañeros incrédulos y actos malignos en la iglesia.
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