} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: EL ARREPENTIMIENTO (1ª parte)

lunes, 2 de mayo de 2011

EL ARREPENTIMIENTO (1ª parte)

“Habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepienta, que por noventa y nueve justos, que no necesitan arrepentimiento” S. Lucas 15:7.


Hemos visto ya que Jesús exigía la conversión. También que los tres elementos de la conversión son: el arrepentimiento, la fe y la regeneración. Puede discutirse el orden en que éstos se presentan, pero por regla general, tienen lugar al mismo tiempo. Conscientes o inconscientes de ellos, en el momento crítico de la conversión, estos tres ocurren simultáneamente.
Si el arrepentimiento pudiera describirse con una palabra, emplearía la palabra renunciar. ¿Renunciar a qué? La respuesta también puede darse con una palabra pecado. La Biblia enseña que el pecado es la transgresión de la ley; el pecado es la negación de la autoridad de Dios y rechazar obedecerle. El pecado es ese principio malo que surgió en el Edén cuando Adán y Eva fueron tentados y cayeron. Desde aquel desastre, este veneno mortal ha afectado a todos los hombres, de tal manera que “todos pecaron y no hay justo, ni aun uno”. El pecado ha roto nuestra relación con Dios y, como consecuencia, ha perturbado nuestra relación de unos con otros y aun con nosotros mismos.
De ninguna manera podemos tener paz con Dios, ni paz los unos con los otros, ni aun paz dentro de nosotros mismos, hasta que hagamos algo “con esa cosa abominable que Dios aborrece”. No solamente se nos ha dicho que tenemos que renunciar al principio del pecado, sino que también hemos de renunciar a los pecados, en plural. Hemos de renunciar al “mundo, a la carne y al diablo”. No puede haber objeciones, regateo, compromiso o vacilación. Cristo exige la renunciación absoluta.
Pero aquí también interviene el principio del amor, porque cuando amas completa y absolutamente a Jesucristo, no has de querer hacer las cosas que Él aborrece y odia. Automáticamente renunciarás a todos los pecados de tu vida cuando por fe te entregues a Él. Por eso el arrepentimiento y la fe van unidos. No puedes tener arrepentimiento sin una fe salvadora, y no puedes tener fe salvadora sin un arrepentimiento genuino.
Desgraciadamente, la palabra “arrepentimiento” se omite hoy en los púlpitos. Carece por completo de popularidad. El primer sermón que Jesucristo predicó fue:
”¡Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado¡” (S. Mateo 4:17)
Esa fue la voz de Dios hablando por medio de su Hijo. Jesús vino con un corazón lleno de amor y de comprensión, pero inmediatamente empezó a señalar con dedo de fuego el delito y los pecados del hombre. Exhortó a los hombres a reconocer su culpa y a apartarse de su impiedad. Dijo que era necesario el arrepentimiento, antes de que Él pudiera otorgar su amor, su gracia y su misericordia a las almas. Jamás disculpó la iniquidad. Insistió en la urgencia del juicio personal, propio, y en el completo arrepentimiento. Insistió en la necesidad de una nueva actitud antes de que Él pudiese revelar el amor de Dios.
Un grupo de personas vino a Jesús un día y le contaron también de ciertos galileos cuya sangre había mezclado Pilato con los sacrificios, mientras sus legiones romanas ponían fin a la insurrección judía. Relataron también cómo la caída de la torre en Siloé había matado a muchos. En contestación Jesús dijo: “¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos? Os digo: No; si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. (S. Lucas 13:2 y 3). En otras palabras, Jesús dijo que ya sea que los hombres mueran por violencias, accidentes o de muerte natural, su destino es el mismo; a menos que se hayan vuelto a Dios arrepentidos, están perdidos.
Sabemos que la salvación depende completamente de la gracia de Dios. Sabemos que los sacrificios, ritos u obras de la ley jamás han podido salvar ni siquiera a un alma. La Biblia dice que ante Dios nadie es justificado por la ley, y, así, afirma: “Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá” (Romanos 1:17). La salvación, el perdón y la justificación dependen absolutamente de la obra expiatoria de Cristo. Sin embargo, para que el sacrificio de Cristo en la cruz sea eficaz para cualquier individuo de cualquier época, esa persona debe arrepentirse de su pecado y aceptar a Cristo por fe.
“Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres. Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quién designó(Jesús), dando fe a todos con haberle levantado de los muertos”(Hechos.17:29,30,31)
Es una orden, es un mandato de Dios: ¡Arrepiéntete, o perecerás¡ ¿Te has arrepentido? ¿Estás seguro de ello?

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