} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: LA JUSTIFICACIÓN 3

domingo, 3 de abril de 2011

LA JUSTIFICACIÓN 3

Su muerte fue profetizada con siglos de antelación. Primeramente, como hemos visto, en el Edén; luego en la historia profética. Abraham previó su muerte en el sacrificio del cordero. El pueblo de Israel simbolizó su muerte en los sacrificios expiatorios. Cada vez que la sangre era derramada sobre un altar judío, representaba al Cordero de Dios, que algún día había de venir para quitar el pecado. David profetizó su muerte detalladamente en algunos de los salmos proféticos. Isaías dedicó capítulos enteros de su Libro a predecir los detalles de su muerte.
Jesucristo dijo que tenía poder para entregar su vida al manifestar: “El buen pastor su vida da por las ovejas”. Otra vez dijo: “Así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en Él creyere, no se pierda, sino que tenga vida eterna” Jesucristo hizo frente a la posibilidad de la cruz mucho tiempo ha en la eternidad. Durante todos los siglos que precedieron a su nacimiento, Él sabía que el día de su muerte se acercaba rápidamente. Cuando nació de una virgen, la cruz arrojaba sombras en su camino. Se vistió de cuerpo humano para poder morir. Desde la cuna hasta la cruz, el morir fue su propósito.
Sufrió como nadie jamás ha sufrido; la velada en Gethsemaní iluminada por las antorchas flameantes, el beso del traidor, la aprehensión, el juicio ante el pontífice, la espera en el palacio del gobernador romano, el viaje al palacio de Herodes, las bofetadas de los brutales soldados de Herodes, las escenas aterradoras mientras Pilato trató de salvarle al tiempo que los sacerdotes y la plebe pedían a gritos su sangre, los azotes, las multitudes rugientes, el camino desde Jerusalén al Gólgota, los clavos en las manos, en los pies, la corona de espinas sobre la frente , los gritos sarcásticos y burlescos de los ladrones a ambos lados:”Tú has salvado a otros, ahora sálvate a ti mismo.”
Estaba débil y agotado al llegar allí. Había sido azotado. Estaba agotado físicamente. Pero cuando Cristo murió, murió voluntariamente, escogió el momento preciso para expirar.
Allí estaba colgado desnudo entre el cielo y la tierra. No expresó ninguna queja ni súplica, sino solamente una frase, por la cual nos hizo saber en dos palabras algo del terrible dolor físico que sufría cuando dijo:” Sed tengo.” Perdía la sangre. Dios exige la muerte del pecador o de un sustituto. ¡¡Cristo fue el sustituto¡¡ No fueron los clavos los que le sujetaron a la Cruz, fueron los lazos del amor los que le retuvieron más fuertemente que cualquier clavo que los hombres pudieran forjar. “Mas Dios encarece su amor para con nosotros, porque siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.”
¡¡Por ti¡¡ Por mí¡¡ Llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero. Contémplalo en la cruz, cómo inclina su rostro bendito, y en el espantoso abandono de Dios, se acumulan en su corazón las consecuencias del pecado del mundo. Observa cómo al aceptarlas, te da la oportunidad de salvación, que Él no necesita para Sí, pero en cambio la ofrece a aquellos cuyo lugar ha tomado. Abrumados ante este sufrimiento, conociendo nuestra propia incapacidad de comprender o explicar, y anonadados por su grandeza y majestad, escuchemos las palabras que pronuncian sus labios:”Consumado es.”
El verdadero sufrimiento de Jesucristo no fue de orden físico. Muchos antes que Él habían muerto, muchos habían sido martirizados. El terrible sufrimiento de Jesucristo fue de carácter espiritual. Abarcó hasta la última consecuencia del pecado y entró en la más intensa amargura cuando Dios le volvió las espaldas, y escondió el rostro de tal manera que Cristo clamó a gran voz:”Dios mío, Dios mío ¿porqué me has desamparado?”Sólo en la hora suprema de la historia de la humanidad Cristo pronunció estas palabras. Fueron pronunciadas para que el hombre supiera cuántas cosas le son inaccesibles. Si al llevar el pecado en su propio cuerpo, creó meritos que no necesitaba para sí, entonces, ¿para quién fueron creados esos méritos?
Cómo fue consumado aquello en lo profundo de las tinieblas, nunca lo sabrá el hombre. Pero yo sé una cosa: que Él llevó mis pecados en su cuerpo sobre el madero. Que estuvo donde yo debí estar. Que los tormentos del infierno que me correspondían fueron amontonados sobre Él, y que yo puedo ir al cielo y apropiarme lo que no era mío, sino únicamente suyo. “Todos los tipos, ofrendas, sombras y símbolos del Antiguo Testamento se cumplieron. Los sacerdotes sólo tenían que entrar una vez al año en el Lugar Santísimo. El sacrificio por excelencia es expiatorio, sustitutivo, redentor, y de la manera que está establecido a los hombres que mueran una vez y después el juicio; así también Cristo fue ofrecido para agotar los pecados para agotar los pecados de muchos.
Dios dice ahora que ha sido establecida la base de la redención: todo lo que el pecador culpable tiene que hacer, es creer en el Hijo y así será salvo.“ Porque de tala manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”
En la Cruz de Cristo veo tres cosas: Primera, una descripción de la profundidad del pecado del hombre. No culpemos a los que crucificaron a Cristo. Tú y yo somos igualmente culpables. No fueron los judíos ni los soldados romanos los que le crucificaron; fueron tus pecados y los míos lo que hizo necesario que Él se ofreciera en sacrificio.
Segunda: el amor insondable de Dios. Si en alguna ocasión dudas del amor de Dios, contempla la cruz, porque allí encontrarás la máxima expresión del amor de Dios.
Tercera: el único camino para la salvación. Jesús dijo:”Yo soy el camino, y la verdad, y la vida, nadie viene al Padre sino por Mí”.

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