Cuando Dios educa a alguien,
lo hace de una manera digna de ÉL y de su santo servicio. Dios no quiere un
neófito para hacer su obra. El siervo de CRISTO debe aprender más de una
lección; debe pasar por varios ejercicios y aprender muchas lecciones en
secreto, antes de que sea aprobado y verdaderamente apto para entrar al
servicio de Dios.
Nuestra naturaleza no gusta de este método; ella prefiere mejor empezar desempeñando un papel importante que
aprender en secreto en labores insignificantes para los hombres; desea más fácilmente
ser el objeto de la admiración de los hombres que estar disciplinada bajo la
mano de Dios. Pero es preciso que sigamos el camino de Dios, y no el nuestro.
La naturaleza puede precipitarse en el campo de la acción, pero Dios no tiene
nada que ver en ello; es necesario que lo humano sea quebrantado, consumido y puesto
a un lado. El lugar de la muerte es el sitio que le corresponde. Si tú
naturaleza humana quiere obrar, Dios, en su fidelidad y sabiduría perfectas,
conducirá las cosas de tal manera que el resultado de esa actividad será su
completa confusión. Dios sabe lo que debe hacerse con nuestra naturaleza, donde
debe ser colocada y donde debe ser mantenida. Que Dios nos ayude para que
podamos entrar más profundamente en sus pensamientos respecto a nuestro “yo”, y todo cuanto con él
se relaciona; así caeremos menos fácilmente en el error; nuestra vida será más
fácil y normalmente más elevada, nuestro espíritu más tranquilo y nuestro
servicio eficaz.
Cuando se espera en Dios, con Dios y para Dios, en la plena
inteligencia de sus pensamientos en cuanto a los detalles de su obra, no hay necesidad
de mirar aquí y allá.
Pero cuando seguimos nuestra naturaleza, dos circunstancias se unen a ella, a saber: el
temor de la ira del hombre, y la esperanza de obtener la aprobación del hombre.
No obstante, el siervo de Dios, no debe preocuparse ni por la una ni por la
otra. ¿Qué le importa la ira o la aprobación
de un pobre mortal a aquel que se halla investido de una misión divina, y
que goza de la presencia de Dios? Para un tal siervo, estas cosas tienen menos
importancia que la ligera capa de polvo que se pone sobre una balanza.
“Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas
ni desmayes, porque Jehová tu Dios será
contigo donde quiera que fueses”
Josué 1:9
Colocado sobre esta terraza elevada, el siervo de Dios no mira
aquí y allá, sino que obra según este consejo de sabiduría divina: “ Tus ojos
miren lo recto, y tus párpados en derechura delante de ti” Proverbios 4:25.
La sabiduría divina nos conduce a mirar hacia arriba, y
adelante.
Gracias a Dios en el nombre de mi Señor Jesucristo.
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