Se ha dicho que la vida es sólo la preparación para la muerte. Se
supone que es ésta una época de pensamiento libre, de experiencias definitivas.
Hemos aspirado a cambiar el mundo y las leyes que lo gobiernan, mediante le
conocimiento, la ciencia, los inventos, la informática, la filosofía y el
pensamiento materialista. Hemos intentado de entronizar a los dioses falsos del
dinero, la fama y la inteligencia; pero, por mucho que nos esforcemos, el
resultado es siempre el mismo. Está establecido a los hombres que mueran una
vez.
En medio de la vida, la muerte se asoma
por todas partes. El terremoto de Haití, o el de Chile ha segado la vida a
personas inocentes; familias enteras han sido barridas de la faz de la tierra.
Las imágenes de tanto dolor han sacudido nuestros corazones y nos han mostrado
lo frágiles que somos ante el ímpetu de la naturaleza. ¡Cuánto sufrimiento, cuánto
dolor¡Los supervivientes a esta catástrofe, vagan, deambulan en busca de
esperanza...
Compartimos el dolor, nos solidarizamos
con ellos a través de ONG, Cruz Roja y ayuda internacional. Así una y otra vez.
La estridente sirena de las ambulancias
resuenan en nuestra mente, los fríos rótulos de las Agencias de Pompas Fúnebres
encogen el corazón, los Cementerios delante de los que pasamos con frecuencia,
la vista de los coches mortuorios entre el trafico, todo nos recuerda que la
muerte puede llamarnos en cualquier momento. Nadie sabe cuándo, ni cómo pero
sabemos que vendrá.
Nuestras vidas están suspendidas de hilos
muy débiles, y la fosa se abre a nuestros pies a cada instante. La muerte es el
adversario universal. Aun los reyes caen bajo la guadaña de la muerte y aunque
el científico y el cirujano luchan valientemente para que el monstruo no se
aproxime a las puertas de los palacios, se desliza clandestinamente entre la
guardia, cruza furtivamente los pasillos hasta las habitaciones reales, y
envuelve en su capa sombría a los poderosos.
A pesar de las múltiples medidas de
seguridad ¿cuántas vidas siegan los accidentes de circulación cada día en el
mundo? La muerte acecha continuamente a la humanidad y aunque la ciencia médica
y los ingenieros de seguridad le hayan declarado la guerra, la muerte siempre
sale victoriosa.
Debido a tanto tiempo de esta batalla
científica, ahora tenemos la ventaja de unos cuantos años más de vida. Sin
embargo, la muerte está al final del camino y la duración de la vida del hombre
común no excede mucho de los setenta años mencionados en la Biblia.
Las enfermedades del corazón matan todavía
un buen número de personas en la primavera de la vida; el cáncer aun tortura
con su dolor a multitud de cuerpos. No importa cuán optimistas sean las
estadísticas de la esperanza de vida, el hecho inevitable de la muerte
permanece inalterable ¡es aún la experiencia final de cada ser humano sobre
esta tierra¡
Desde el momento en que nace un niño,
empieza la lucha contra la muerte. La madre dedica años de cuidado a la
protección del pequeño. Vigila la comida, la ropa, el ambiente, los exámenes
médicos y las vacunas, pero, a pesar de sus cariñosos cuidados, el niño ya ha
empezado a morir.
A los pocos años, las muestras tangibles
de debilidad serán evidentes. El dentista tendrá que revisar las caries
dentales; se necesitaran gafas para mejorar la vista imperfecta; la piel se
arrugara y aflojara con el transcurso del tiempo, los hombres se encorvaran, y
su caminar será más lento y menos seguro. La fragilidad de nuestros huesos se
aumentara según disminuya nuestra energía y, sin saberlo casi, habremos
empezado a morir.
Los seguros de salud y de enfermedad,
suavizaran el golpe; se adquirirán seguros de vida para cubrir los gastos y
obligaciones finales y, de repente, comprenderemos que la vida entera es una
gran lucha perpetua con la muerte. Veremos que todos estamos corriendo una
carrera en la que sólo podemos esperar ganar un poco más de tiempo, no importa
como engañemos a nuestra antagonista, ¡sabemos que al fin vencerá la muerte¡
El hombre siempre ha considerado a la
muerte como su enemigo, pero Jesús dijo que Él la había vencido, y le había
quitado el aguijón. Jesucristo es el Realista magistral al estimular a los
hombres a prepararse para la muerte que ciertamente vendrá. No hay que
preocuparse, dijo el Señor Jesús, por la muerte del cuerpo, hay que preocuparse
de la muerte eterna del alma.
La Biblia declara que hay dos muertes: una
es la muerte física y otra la muerte eterna. Jesús advirtió que debemos temer a
la segunda muerte mucho más que a la primera. Describió la muerte segunda como
el infierno, que es una separación eterna de Dios. Indicó que la muerte del
cuerpo no es nada en comparación con el destierro eterno y consciente del alma
de la presencia de Dios.
¡¡Gracias a Dios en el nombre de Jesús, el
cristiano que ha creído en Él vivirá en Su presencia¡¡
La Biblia enseña que tú eres un alma inmortal. Tú alma es eterna y
vivirá para siempre. En otras palabras, el verdadero tú—la parte que piensa,
siente, sueña y aspira, el Ego—nunca morirá. La Biblia enseña que tu alma vivirá
para siempre en uno de estos dos lugares: el cielo o el infierno. Si no eres
cristiano, si nunca has nacido de nuevo, entonces la Biblia enseña que tu alma
irá inmediatamente al lugar que Jesús llamó Hades, donde esperará el juicio de
Dios..
Sé muy bien que el tema del infierno no es
muy agradable; por el contrario, no es popular sino que enciende contiendas y
malos entendidos. Confieso que entre todas las enseñanzas cristianas, es la más
difícil de aceptar.
Hay quienes enseñan que al final todo el
mundo será salvo, que Dios es un Dios de amor y nunca enviará a nadie al
infierno. Creen que la palabra eterno realmente no quiere decir para siempre.
No obstante, la misma palabra que enseña la separación eterna de Dios, se usa
también para la eternidad del cielo. Alguien a dicho que “ la justicia demanda
que el gozo de los justos y el castigo de los impíos tenga la misma duración,
puesto que vienen de la misma palabra griega y son de la misma duración”.
Hay otros que enseñan que después de la
muerte, los que han rehusado aceptar el plan divino de redención, serán
aniquilados, dejaran de existir. Al escudriñar la Biblia, desde el principio
hasta el final no se puede hallar ni una palabra de evidencia que sostenga esta
idea. La Biblia enseña que ya sea que estemos salvados o perdidos, hay una
existencia eterna, consciente para el alma y la personalidad.
Hay otros que enseñan que después de la
muerte, todavía existe la posibilidad de salvación, que Dios dará una segunda
oportunidad. Si esto es verdad, en la Biblia no se hace alusión a ello, pues
continuamente se nos advierte:”He aquí ahora el tiempo aceptable: he aquí
ahora el día de salud”. (2ª Corintios 6:9)
Innumerables pasajes de la Escritura, se
podrían citar para apoyar el hecho de que la Biblia sí enseña que existe el
infierno para quien voluntaria y conscientemente rechaza a Cristo como Señor y
Salvador:
“Soy atormentado en esta llama” ( Lucas
16:24)
“Cualquiera que dijere fatuo, será culpado
del infierno de fuego” (Mateo 5:22)
“Enviará el Hijo del Hombre a sus Ángeles,
y cogerán de su reino todos los escandalosos, y los que hacen iniquidad, y los
echaran en el horno de fuego, allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mateo
13:41-42)
“Así será el fin del siglo: saldrán los
Ángeles y apartaran a los malos de entre los justos, y los echarán en el horno
de fuego: allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mateo 13:49-50)
“Entonces dirá también a los que estarán a
la izquierda: apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el
diablo y para sus ángeles” (Mateo 25:41)
“En llama de fuego, para dar el pago a los
que no conocieron a Dios, ni obedecen el evangelio de Nuestro Señor Jesucristo;
los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del
Señor, y de la gloria de su poder” (2ª Tesalonicenses 1:8-9)
“ Y la muerte y el Hades fueron lanzados
al lago de fuego. Ésta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en
el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.” (Apocalipsis 20:14-15)
“Pero los cobardes e incrédulos, los abominables
y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos
tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte
segunda.” (Apocalipsis 21:8)
Alguien puede decir.”No creo en el
infierno. Mi religión es el Sermón del Monte”.
Bueno, leamos un pasaje del Sermón del
Monte:” Por tanto, si tu ojo derecho te fuere ocasión de caer, sácalo y
échalo de ti: pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo
tu cuerpo sea echado al infierno. Y si tu mano derecha te fuere ocasión de
caer, córtala y échala de ti: pues mejor te es que se pierda uno de tus
miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado en el infierno”.
Aquí tenemos una enseñanza precisa de
Jesús referente al infierno. Él ha afirmado su realidad. Jesús narra parábolas
y da ilustraciones sobre este tema, poniendo en guardia continuamente a los
hombres contra la locura de una vida de pecado y de hipocresía en tanto que
estén en la tierra.
No hay duda de que los perversos sufren
cierto infierno aquí en la tierra. La Biblia dice:” Sabed que os alcanzará
vuestro pecado” (Números 32:23) “ Todo lo que el hombre sembrare, eso también
segará” (Gálatas 6:7)
El hombre se condena por rechazar el plan
divino de salvación. Con amor y misericordia Dios ofrece a los hombres un modo
de escapar, un camino de salvación una esperanza y una expectación de cosas
mejores. Pero el hombre, en su ceguedad, en su estupidez, en su obstinación, en
su egoísmo y en su amor a los placeres del pecado, rechaza el método sencillo
de Dios para escapar de la angustia del tormento eterno.
Dios prescribe el remedio para los males
de la raza humana. Ese remedio es la fe personal y el entregarse a Jesucristo.
El remedio es nacer de nuevo. Si deliberadamente lo rechazamos, entonces
tenemos que sufrir las consecuencias, y no podemos echar la culpa a Dios. ¿Es
culpa de Dios que nosotros rechacemos el remedio?
La Biblia no es únicamente quien nos dice que los malos y aquellos
que no aceptan a Cristo sufrirán las consecuencias de infierno. También nos lo
dice el instinto humano. Hay algo dentro de cada uno que nos advierte que al
cometer un pecado, no sólo sufriremos aquí, sino también en la eternidad.
Es curioso que los hombres se preparan
para todo, menos para la muerte. Nos preparamos para educación, para los
negocios, para nuestras profesiones, para el matrimonio, para la vejez. Nos
preparamos para todo menos para el momento que hayamos de morir. Y, sin
embargo, la Biblia dice que está establecido que muramos una vez.
La muerte es un acontecimiento que a cada
hombre parece fuera de lo natural, cuando se refiere a él mismo, pero natural
cuando se refiere a otros. La muerte coloca a todos los hombres al mismo nivel.
Despoja al rico de sus millones y al pobre de sus andrajos. Acaba con la
avaricia y extingue el fuego de la pasión. Todos quisieran ignorar la muerte
pero todos tienen que afrontarla, el príncipe y el labriego, el filosofo y el
insensato, el asesino y el santo. La muerte no conoce edades, no tiene ninguna
parcialidad. Todos los hombres la temen.
La muerte está decretada para todos, y la
cuestión de su cumplimiento es sencillamente cosa de tiempo. Podemos descuidar
o faltar a otras citas de la vida como negocios y placeres, y atenernos a las
consecuencias; mas, he aquí una cita que no podemos evitar. Es forzoso acudir a
ella sólo una vez, ¡sin faltar¡
Si la muerte física fuera la única
consecuencia de vivir lejos de Dios, no habría tanto que temer. Pero la Biblia
advierte que habrá una muerte segunda, que es la expulsión eterna de la
presencia de Dios.
Hay, sin embargo, un lado más luminoso.
Así como la Biblia anuncia el infierno para el pecador, también promete el
cielo para los que son justificados por fe en Jesucristo.
Al hablar de cielo, la tierra nos parece
miserable a su lado. Nuestros pesares y problemas aquí se disminuyen con la
anticipación gozosa del futuro. En cierto sentido, el cristiano goza del cielo
aquí, en la tierra. Tiene la paz en el alma, la paz en su conciencia y la paz
con Dios. En medio de aflicciones y dificultades puede sonreír, hay energía en
su paso, gozo en su alma y una sonrisa en su rostro. Hay un pasaje en la Biblia
que me impresiona por la claridad con que pone de manifiesto, la existencia del
cielo glorioso en la vida venidera, se halla en Juan 14:2 -4 "En la casa de mi
Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a
preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra
vez, y os tomaré a mi mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.
Y sabéis a donde voy, y sabéis el camino."
Jesús dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la
vida; nadie viene al Padre, sino por mí. (Juan 14:6)
El cristiano sabe a través de la Palabra
de Dios en la Biblia que en el momento de la muerte va inmediatamente a la
presencia de Dios. Allí el alma espera la resurrección, que será cuando el
cuerpo y el alma se unan. El nuevo cuerpo que tendremos será un cuerpo
glorioso, semejante al de Cristo, un cuerpo eterno, que nunca conocerá
lagrimas, angustias, tragedias, enfermedades, dolor ni muerte.
Gracias a Dios en el nombre de Jesús.
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