} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO

jueves, 29 de agosto de 2024

JEHOVÁ DIO, Y JEHOVÁ QUITÓ

 

"Job 1:20  Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró,

Job 1:21  y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito."  

 

      

               Bien podemos decir que la paciencia es una gran virtud, porque realmente lo es; puesto que son muy pocos los que conocen el significado de la palabra "paciencia," podemos deducir que valorarnos escasamente el ser pacientes y tener esta virtud de la cual tanto nos asimos. Ahora Dios, siendo tal indiferencia de parte de los hombres quiere poner ante sus ojos aquello que nos es tan necesario. Porque si no fuésemos pacientes, nuestra fe se habría desvanecido, puesto que no se la puede mantener sino por este medio. Siendo así las cosas Dios quiere que en medio de la miseria de este mundo siempre tengamos paz en el corazón y que estemos tan seguros de su bondad que podamos regocijarnos y alegrarnos en ella y que podamos gloriarnos contra Satanás y contra todos nuestros enemigos. ¿Y cómo será posible, a menos que nos consideremos superiores a este mundo, y que consideremos, que si bien nuestra condición es miserable en la opinión de la carne, sin embargo, puesto que Dios nos ama, estamos seguros de que hemos de sufrir?

Ahora, este pasaje es el más excelente que existe en las sagradas escrituras para mostrarnos las implicaciones de la palabra "paciencia." Si queremos que Dios nos reconozca como pacientes en nuestras aflicciones debemos ser enseñados por ella. Comúnmente decimos que una persona es paciente, aunque no posea auténtica paciencia, porque todo aquel que sufre es llamado paciente; pero por mucho que persistamos en ser pacientes, es necesario que nuestra tristeza sea menor. Si existen algunos males, dejemos que sean endulzados por el reconocimiento de que Dios nunca cesa de procurar nuestra salvación, que debemos estar sujetos a él y que está perfectamente bien que él nos gobierne conforme a su voluntad. Es así como se muestra paciencia. Pero no hay nada mejor ni más útil que considerar el espejo que aquí se nos presenta.

Hemos visto que Job podría haber sido abrumado habiendo oído tantas malas noticias. Ahora, dice que se levantó y rasgó sus ropas, que se rasuró la cabeza y que se postró en tierra para humillarse delante de Dios. Aquí vemos, en primer lugar, que aquellos que son pacientes saben cómo llevar una aflicción, puesto que sienten disgusto y angustia en su corazón; porque si fuésemos como un tronco de árbol o una piedra, no habría virtud en nosotros. ¿Acaso es digno de ser alabado un hombre que no es consciente de su enfermedad? Ciertamente, vemos a un débil mental riéndose, burlándose de todo el mundo, a pesar de estar al borde de la tumba; es una persona inconsciente de su enfermedad. Esto, pues, no merece ser considerado o tenido en cuenta como virtud, puesto que es estupidez; a veces las bestias brutas no sienten nada, y no por eso son virtuosas. De manera entonces, notemos que la palabra "paciencia" no significa que los hombres deban ser mentalmente disminuidos, que no deben sentir tristeza, que nunca se deben sentir ofendidos cuando experimentan alguna aflicción; virtud es cuando son capaces de dominarse y controlarse de tal modo que no cesan de alabar a Dios en medio de todas sus aflicciones, que no son abatidos por la angustia ni tan absorbidos por ella que renuncian a todo; que, en cambio, luchan contra sus pasiones hasta poder aceptar la buena voluntad de Dios para concluir como Job lo hace aquí, diciendo que Dios es totalmente justo.

Eso es lo que debemos notar cuando dice: "Job rasgó sus ropas y se rasuró la cabeza." Esto era una costumbre en los países orientales, como también sabemos que había otras ceremonias en aquellas regiones que no existen en los países fríos donde nosotros vivimos. Porque cuando ocurría algo que podía despertar gran enojo en los hombres, rompían sus ropas como señal de congoja. Suficiente a este respecto. Entonces, cuando Job rompe su ropa y se rasura la cabeza, lo hace en señal del dolor que le sobrevino. Ahora, es cierto que su conducta no era de ninguna manera fingida, como frecuentemente la de aquellos que se quieren disfrazar y se ponen máscaras para que nadie sospeche que tienen profunda tristeza, y para no dejar de reír en su corazón. Job no usó de semejante hipocresía. Sepamos entonces, que cuando hubo rasgado sus ropas y rasurado su cabello, era por la angustia y la ilimitada amargura, y que cuando se postró en tierra, lo hizo en señal de otro testimonio. Sin embargo, pareciera aquí que Job da rienda suelta a su tristeza, lo cual habría sido un defecto condenable. Porque sabemos que los hombres son demasiado excesivos y desbordantes en sus pasiones. Porque si bien se contiene y se corrigen a sí mismos tanto como pueden, sin embargo no dejan de salirse de sus límites; no hay nada más difícil que controlarnos de tal manera de mantenernos a nosotros mismos bajo control y en orden. Vemos que la gente no sabe regocijarse sin estar demasiado festiva. La amargura o tristeza es una pasión mucho más violenta que descarría a las personas mucho más que la alegría.

Así que, entonces, debemos estar en guardia siempre y toda vez que Dios nos envíe alguna adversidad, porque es allí donde solemos descontrolarnos más. Ahora, dice aquí que Job rasgó sus ropas; como si quisiera incentivarse a estar más triste de lo que estaba, porque un hombre, al verse tan desfigurado, se asombra de su propio aspecto, y luego, tocante a su cabello, se podría decir que buscaba elementos para aguijonearse a sí mismo y ayudarse en su congoja, y que él mismo se estaba llevando a la desesperación. Lo cual (como he dicho) sería condenable; sin embargo, notemos en primer lugar, que la escritura aquí quiere expresarnos que la tristeza de este santo hombre era tan grande y tan vehemente que no pudo consolarse y que fue más allá de la costumbre normal, rompiendo sus ropas, para mostrar que experimentaba tal angustia y que estaba acongojado hasta lo más profundo de su corazón. Esto es lo que las escrituras quieren expresar. Ahora bien, aunque los hombres tienen que estar atentos para no ser avasallados por la tristeza cuando están en aflicciones, no obstante deben reflexionar cuando Dios envía algún mal.

Porque la forma común de rechazar cualquier prueba es muy perniciosa; pero ese es el modo en que se han conducido a este respecto; cuando quisieron practicar la paciencia extinguieron todos los pensamientos referidos a sus males, los expulsaron lejos, se apartaron de ellos; en breve, aspiraron a tal estupidez como es la de no poder discernir nada. Muy por el contrario, cuando Dios nos aflige no es para darnos con la maza en la cabeza de manera que quedemos mareados y semi-inconscientes, sino que quiere inducirnos a reflexionar en nuestra miseria. ¿Cómo? Además de la necesidad de recordarnos nuestros pecados para pedir perdón por ellos y ser tanto más cuidadosos de andar en forma adecuada, también se nos enseña que es parte de nuestra vida, para que no busquemos de agradarnos a nosotros mismos, para que no nos inflemos de vanidad ni presunción, y para que luego reconozcamos nuestra obligación para con Dios por tratarnos tan tiernamente, por llevarnos cornos nos lleva, en su seno; y entonces, viendo que él cuida de nuestras vidas, miremos más allá, es decir, hacia el reino eterno en el cual está nuestro verdadero gozo y descanso. Así es, pues, que Dios no deja de ser piadoso con nosotros cuando nos envía algunas aflicciones; porque es para que, examinando lo que hay en nuestro interior, reconozcamos nuestra condición. Además es bueno y útil que los creyentes, cuando son afligidos por Dios, se sientan motivados a pensar en su interior." ¿Quién soy yo? ¿Qué será de mí? ¿Por qué soy afligido de tal manera?" Que piensen (digo) en todo esto. Ahora bien, es así como Job pudo rasgar sus ropas y rasurarse la cabeza sin ofender a Dios; no es que quiso precipitarse a un excesivo enojo, sino humillarse, puesto que para los antiguos era un signo de arrepentimiento.

Porque cuando Dios enviaba pestilencia o guerra, ellos se vestían de cilicio y se echaban ceniza en la cabeza. ¿Por qué eso? No era para alimentar una tristeza perniciosa, de la cual San Pablo habla (II Corintios 7:10 Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte.) la cual como dice, es conforme al mundo (de ella debemos huir), pero esta era otra tristeza que, como dice, es conforme a Dios, cuando los hombres habiendo visto que son pobres pecadores se presentan ante su Juez para reconocer que son condenados y que merecen la confusión que atraviesan. Porque aquel que lleva cilicio, aquel que lleva cenizas en su cabeza, testifica que ya no tiene base para glorificarse a sí mismo, que debe callarse la boca, que es como si ya estuviese sepultado, como diciendo: "No soy digno de ser sustentado por la tierra, sino que la tierra debiera cubrirme, y Dios debería arrojarme tan profundamente que yo quedase como postrado."

Esto es lo que Job quería significar; viendo que Dios le invita a la humildad ciertamente quiso conformarse y por eso rasgó sus ropas y se rasuró la cabeza. Ahora bien, aunque vemos (como ya lo he mencionado) que la paciencia no es sin aflicciones y que es muy necesario que los hijos de Dios conozcan la tristeza y experimenten el dolor, no obstante, no dejan de tener la virtud de la paciencia, resistiendo a sus pasiones y no irritándose contra Dios, de modo de no descontrolarse, de no dar coces contra la esperanza, sino de dar, en cambio, la gloria a Dios, tal como sigue inmediatamente en el texto. "Y se postró en tierra y adoró." Ahora bien, es cierto que esta palabra significa "reclinarse" o "acostarse" pero implica el propósito de humillarse a sí mismo delante de Dios honrrándolo. Vemos a algunos que se postran en tierra, pero siguen tan enojados, que si les fuera posible ascenderían a las nubes y harían guerra contra Dios. Vemos a aquellos que se extravían en su despecho, pero es porque no pueden ir contra Dios como quisieran. En cambio Job, muy por el contrario, se postra en tierra para adorar, mirando ciertamente a Dios para humillarse ante su excelsa majestad. Porque cuando experimentamos la mano de Dios es cuando deberíamos rendirle homenaje más que nunca. Es cierto que cuando Dios nos trata bondadosamente deberíamos sentirnos motivados a acercarnos a él puesto que, en efecto, él nos invita. La gran bondad que él nos demuestra ¿qué es sino que quiere acercarnos a sí mismo? Pero como somos tan lerdos para venir, él tiene que emplazarnos y mostrarnos el derecho que tiene sobre nosotros; como un príncipe que, viendo a su vasallo lerdo en el cumplimiento de su deber, le envía un oficial para emplazarlo. Así Dios, viendo que no tenemos en cuenta el acercarnos a él o de acercarnos quizá sin el ardiente afecto que propiamente es requerido, él nos invita y llama. Por lo tanto, Job, conociendo el verdadero uso de la aflicción, se postra en tierra, para honrar a Dios, como diciendo: "Señor, es cierto que hasta ahora te he honrado y servido mientras yo prosperaba, y mientras vivía en mis grandes triunfos me deleitaba en servirte. ¿Pero, qué de ello? No me conocía totalmente a mí mismo; y ahora veo mi debilidad y que somos criaturas miserables. Así que Señor, ahora vengo a rendirte un nuevo honor si te agrada afligirme en el mundo; Señor me rindo voluntariamente a tí, y no pido nada sino el rendirme sujeto a tu mano, sin importar lo que de ello resulte." Con esto es suficiente lo dicho respecto de "y se postró en tierra con el propósito de adorar a Dios."

Cuando Job reconoce la condición del hombre dice: "Desnudo salí del vientre de mi madre,

"y desnudo volveré allá." Cuando dice "allá" implica que es de otra parte, esto es, del seno de de la tierra, que es la madre de todos; o quizá como un hombre, enfermo del corazón,  que no dice todas las palabras, sin que habla a medias, como vemos que hacen quienes están extremadamente tristes, que no expresan todas sus palabras. Sin embargo, esta declaración es suficientemente clara, es decir, que Job quiere decir "bien, tengo que regresar a la tierra, tal como he salido del vientre de mi madre." Es cierto que este pasaje podría ser tomado en un sentido doble, es decir, primeramente, como una afirmación general. He aquí los hombres que han venido al mundo, y se van de la misma manera, no se llevan sus riquezas, ni sus honores, ni sus pompas, ni sus deleites. Deben volver en ruina; la tierra tiene que recibirlos. La otra interpretación es más adecuada, es decir, que Job aplica esto a sí mismo, como diciendo: "desnudo salí del vientre de mi madre; durante un tiempo Dios quiso enriquecerme, de modo que tuve gran cantidad de ganado, y una gran familia, tuve una multitud de hijos, en resumen, estuve bien provisto de dones y bendiciones con que Dios me había engrandecido. Ahora quiere que me vaya totalmente desnudo; él me enriqueció con todas estas cosas, ahora me las quitó para que yo pueda volver a mi primer estado y para que ahora me pueda preparar para el sepulcro." Es bueno notar esta oración. Porque Job no pudo haber probado mejor su paciencia que determinando su total desnudez viendo que tal era la buena voluntad de Dios. Ciertamente los hombres se resisten en vano; pueden crujir sus dientes, pero deben volver al sepulcro totalmente desnudo. Incluso los paganos han dicho que solamente la muerte muestra la pequeñez de los hombres. ¿Por qué? Porque tenemos una vorágine tal de codicia que nos tragaríamos la tierra entera; si una persona tiene muchas riquezas, viñedos, prados y posesiones, todo ello no es suficiente; Dios tendría que crear mundos nuevos si quisiera satisfacernos. ¿Pero, qué si morimos? A seis pies bajo la tierra nos descomponemos y somos reducidos a nada. De modo entonces que la muerte muestra cuál es nuestra naturaleza. Sin embargo, vemos que muchos luchan contra tal realidad; construyen honorables sepulcros, celebran funerales triunfantes; pareciera que esas personas quisieran resistir a Dios, pero no lo logran totalmente. Ahora bien, esa es la condición general de los hombres; pero en cuanto a nosotros tenemos que sufrir pacientemente el ser despojados después de haber sido vestidos de bienes y riquezas; debemos permitir (digo) que Dios nos prive de todo y que vivamos totalmente despojados y desnudos, y que en tal condición estemos preparados para volver al sepulcro. Así es (digo) como hemos de probar nuestra paciencia. Y eso es lo que Job quería indicar en este pasaje. De modo entonces, siempre que nos falten los bienes de este mundo, y estemos hambrientos y sedientos, y soportemos la presión de algunas aflicciones, y no tengamos ninguna ayuda, pensemos en nuestro origen, considerémonos a nosotros mismos y quiénes somos, y adonde vamos. Porque los hombres abusan del cuidado paterno de Dios cuando les muestra lo que les tiene que suceder. Ciertamente, debiéramos tener esto bien grabado en nuestro corazón: es decir, que Dios no quiere que tengamos ninguna necesidad, que él no nos pondría en el mundo si no estuviera dispuesto a alimentarnos; sin embargo, siempre tenemos que reconocer que esto nos viene de afuera y que no debiéramos suponer que tenemos por derecho propio lo que poseemos por la voluntaria bondad de Dios. Si un hombre me aumentase por pura liberalidad y me dijese: "Ven cada día; tendrás tanto vino, tanto pan; quiero sustentarte; y no es que lo haría por obligación, sino que quisiera darte esto." Si luego yo intentara entablarle pleito para recoger lo que debiera pedir para cada día, recibiendo el sustento de su mano, y si quisiera hacer una ganancia con lo que él me da de su pura liberalidad, ¿no sería ello una villana ingratitud? Merecería que alguien me escupiera en la cara. 

Tanto más estamos obligados a recibir los bienes que Dios nos da, con toda modestia, sabiendo que él no nos debe nada y, puesto que somos pobres, debemos venir a él y pedirle cada día de su infinita liberalidad. De modo entonces, cuando tenemos alguna necesidad, corramos a él (como he dicho) y reconozcamos "¿de dónde he salido? He salido del vientre de mi madre, totalmente desnudo, una criatura pobre y miserable, necesité ayuda y necesité ser limpiado de la pobreza en que estaba; hubiera perecido totalmente si no hubiera sido ayudado de afuera. Entonces, le agradó a Dios alimentarme y preservarme hasta ahora, y de hacerme una infinidad de favores. Y si él ahora quisiera afligirme está muy bien que yo lo soporte todo pacientemente, puesto que proviene de su mano." Esto es lo que debemos recordar de lo que se nos muestra por medio de Job. "Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré al sepulcro." En resumen, nosotros pensamos así: Cuando Dios ha puesto algunos bienes en nuestras manos, que su titularidad siga con nosotros, que seamos acompañados por nuestras riquezas y que éstas nos sigan hasta el sepulcro y que nunca seamos privados de ellas. Pero no pensemos de esa manera; porque así nos engañamos a nosotros mismos; al contrario sepamos que si es la buena voluntad de Dios quitarnos los bienes con que nos puede haber engrandecido, al día siguiente debemos estar listos para ser privados de ellos, que no nos dañará ser despojados en un minute de todo aquello que hayamos podido adquirir a lo largo de toda nuestra vida. Pero Job nos lleva aún más lejos, "Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito." Al decir que Dios lo ha dado, muestra que es razonable que Dios disponga de lo que ha puesto en nuestras manos, puesto que es suyo; porque cuando Dios nos envía riquezas no renuncia a su titularidad, ni deja de tener señorío sobre ellos (como lo debe tener) por ser el Creador del mundo. Porque la palabra "Creador" implica que lo ha hecho todo de tal manera que todo el poder y soberano dominio que tiene permanecen con él. Y aunque los hombres poseen cada uno su porción según Dios los haya engrandecido mediante los bienes de este mundo, no obstante, él siempre tiene que seguir siendo Señor y Dueño de ello. Job entonces, reconoció esto y se sujetó enteramente a la buena voluntad de Dios; y todos nosotros confesamos que esto es más que justo, aunque nadie esté dispuesto a acogerse a ello. Esto puede ocurrir tan pronto Dios nos ha permitido disfrutar por tres días de algunas bendiciones; nos parece que al quitárnoslas, nos hiere profundamente y que deberíamos murmurar contra él. ¿Y qué diremos a esto? Recientemente discutí sobre la ingratitud que es cuando, habiéndosenos revelado Dios durante un tiempo con liberalidad, creemos que nunca debiera fallarnos, hagamos lo que hagamos. Esta entonces es una afirmación suficientemente común, pero tan raras veces practicada que obviamente solo un número muy pequeño de personas la entienden. Tanto más debemos reflexionar en el significado de "Dios dio, y Dios quitó para reconocer con qué libertad el Señor nos ha concedido disfrutar de sus bienes, y que también, si le place, puede privarnos de ellos en un minuto. Y es por eso que San Pablo nos exhorta (I Corintios 7:30 y los que lloran, como si no llorasen; y los que se alegran, como si no se alegrasen; y los que compran, como si no poseyesen;) que, tanto más viendo que este mundo se desvanece y que todas las cosas envejecen y se deshacen, debiéramos poseer como si no poseyésemos, esto es, no debiéramos inhibir nuestro coraje; 4 como dice en otra parte (I Timoteo 6:17 A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos.) "no debemos poner la esperanza en las riquezas inciertas." Siempre debemos estar dispuestos a decir con Job "Cuando Dios quiera despojarnos de lo que nos ha dado," o quizá, "Señor, tú has ejercido tu derecho, tú lo has dado, y tú lo has quitado, según te agradó a ti." Este entonces, es el resumen de este pasaje, es decir, cada vez que pensemos en los bienes de este mundo debemos recordar que los hemos recibido todos de Dios. ¿Y bajo qué condiciones? No por derecho de propiedad, al punto que él ya no quiera ejercer ninguna titularidad sobre ellos; pero si le agradó depositarlos en nuestras manos es bajo la condición de volver a tomarlos cuando le parezca bien. Reconozcamos entonces que estamos tanto más comprometidos con él cuando nos ha permitido disfrutar algunos beneficios, sea por un día, un mes o algún tiempo, de modo que no nos parezca demasiado extraño si nos despoja de ellos; en cambio, estemos prestos a reconocer lo que he dicho, que "Dios siempre pueda tener tal superioridad sobre nosotros que pueda disponer de lo suyo según le parezca bien." Si para los seres mortales es algo terrible controlar a voluntad sus bienes, ¿no se debería atribuir mucho mayor control al Dios viviente? 

Viendo entonces, como el Señor debiera tener señorío, no solamente sobre lo que poseemos, sino también sobre nuestras personas y sobre nuestros hijos, deberíamos humillarnos enteramente, sin contradicción alguna ante su santa voluntad. Pero ¿qué es lo que vemos? Son muy pocos los que rinden este homenaje a Dios. Es cierto, cada uno reconocerá, sin vacilar, que es Dios quien les dio cuanto poseen; ¿pero qué hacen al respecto? Se vuelven contra él, se levantan como para desafiarlo. ¿Y qué es esto? ¿Pregunto, acaso no es una burla? Por cierto, es una insoportable hipocresía cuando, habiendo reconocido que todo lo recibimos de Dios, no obstante nunca estamos dispuestos a permitir que disponga de ello; no estamos dispuestos a que cambie algo, deseamos que nos deje en paz, que se aparte de nosotros, como si estuviéramos separados de él y fuera de su jurisdicción. Es como si alguien dijera: "Ah sí, estoy contento de reconocer que fulano es mi príncipe, he de rendirle suficiente honor y obediencia; pero que no entre en mi casa, que no venga a pedirme nada, que no me cause molestias." El mundo no soportaría semejante vileza. Sin embargo, así es como jugamos con Dios. ¿Y qué significado tiene que confesar: "Reconozcamos que todo proviene de él" si al mismo tiempo no queremos que toque nada? Vemos entonces cómo el mundo se burla abiertamente de Dios; por eso siempre debemos seguir lo que aquí se nos presenta, es decir, ya que Dios nos ha dado cuanto hay en nuestras manos, él también tiene derecho a pedirlo de vuelta y quitárnoslo cuando le plazca.

Además se agrega aquí la implicancia final: "Sea el nombre de Jehová bendito." Porque con ello Job se somete a Dios confesando que Él es bueno y justo, a pesar de estar bajo severas aflicciones causadas por su mano. He dicho que esto implica aún más; porque uno puede atribuir plenamente a Dios soberano poder diciendo: "Muy bien, puesto que él lo ha dado, es cierto que él puede volver a tomarlo, no obstante, sin reconocer que Dios lo hace justa y razonablemente; muchos lo hacen así pues cuando son afligidos acusan de crueldad a Dios, o de severidad, de manera que no le reconocen el derecho de volver a tomar lo que les ha dado; y no consideran (como he dicho) que debieran poseer las riquezas de tal modo que al siguiente día puedan ser despojados de ellas. Son muy pocos los que sostienen esta consideración al extremo de permanecer en paz confesando que no hay nada mejor que estar totalmente sujetos a la majestad de Dios y reconocer que dejarnos hacer nuestros deseos solamente no causaría confusión; pero si él nos gobierna conforme a su voluntad ello es para nuestro provecho y salvación. Este es el punto de vista al cual debemos arribar. 

Ahora vemos, entonces, que la frase "Bendito el nombre de Jehová" implica más. Porque no solamente debemos desmenuzar las palabras, sino considerar la intención de la cual proceden, y que son dichas en verdad y sin simulación. Porque, cómo será posible bendecir el nombre de Dios excepto que antes le confesemos como justo. Pero aquel que murmura contra Dios, como si Dios fuera cruel e inhumano, maldice a Dios y con ello se rebela contra él; aquel que no reconoce que Dios es su Padre, y él su hijo, aquel que no da testimonio de su bondad, absolutamente no bendice a Dios. ¿Y por qué no? Porque aquellos que no aprecian la misericordia y la gran bondad que Dios les manifiesta cuando los aflige, tienen que crujir los dientes y escupir y expresar alguna ponzoña contra él. Entonces, bendecir el nombre de Dios implica estar bien persuadidos de que él es justo y equitativo con nosotros y no solamente esto, sino que es justo y misericordioso. Así es cómo debemos poder bendecir el nombre de Dios (siguiendo el ejemplo de Job) reconociendo su justicia y su equidad, y, reconociendo también su gracia y bondad paternal hacia nosotros.

Y por eso, para concluir, el texto también agrega: "En todo esto no pecó Job ni atribuyó a

Dios despropósito alguno." O, literalmente, Job no imputó ni impuso a Dios ninguna sinrazón; y su forma de hablar es sumamente digna de ser observada. ¿A qué se debe que los hombres se irritan tanto con Dios cuando les manda cosas totalmente contarías a sus deseos, y por qué no reconocen que todas las cosas las hace Dios con una razón y con un motivo justo? Porque si en nuestro corazón estuviera bien grabado que "todo lo que Dios hace está fundado en una buena razón" ciertamente nos avergonzaríamos de acalorarnos tanto contra él, digo sabiendo que tiene buenos motivos para despojarnos así de cosas, como vemos que lo hace. Ahora, por eso se dice especialmente que Job no atribuyó despropósito alguno a Dios, es decir, que Dios no hizo nada que no fuese justo y equitativo. Suficiente con esto. Pero debemos notar, sobre todo la palabra " en Dios" o "a Dios." Ellas implican mucho, porque no creemos que se deba hablar tan abominablemente de las obras de Dios como lo hacemos nosotros. Tan pronto Dios nos envía lo que hemos querido, disputamos con él, le hacemos pleito; no es algo visible, pero nuestra conducta demuestra que tal es nuestra intención. Ante cada golpe preguntamos "¿Y por qué ha pasado esto?" Pero, ¿de parte de qué espíritu decimos? De parte de un corazón amargado; como si dijéramos: "Esto tendría que haber sido diferente; no le veo razón de ser." Entre tanto, Dios es condenado entre nosotros. Así es cómo los hombres se exasperan ellos mismos.8 Y ¿qué hacen con esto? Es como si acusaran a Dios de ser un tirano o un descabezado que sólo pretende confundirlo todo. La boca de los hombres exhala blasfemias tan horribles, y muy pocos piensan en ellos. Sin embargo, el Espíritu Santo quiso decirnos que si queremos glorificar a Dios y bendecir adecuadamente su nombre, debemos estar persuadidos de que Dios no hace nada sin razón. Entonces, no le atribuyamos crueldad ni ignorancia, como si hiciera las cosas por despecho e inadvertidamente; reconozcamos en cambio, que en todo y por todo, él procede con admirable justicia, con bondad e infinita sabiduría, de modo que solamente hay absoluta rectitud en todo lo que hace. 

Ahora, es cierto que hay aquí un asunto que dilucidar, esto es, ¿cómo reconoció Job que Dios le había quitado lo que le fue llevado por los ladrones; es algo que nos parece muy extraño, pero lo que no podemos explicar ahora, lo dejaremos para mañana. Es suficiente con haber demostrado que si somos afligidos no hemos de pensar que ello ocurre sin razón, sino que Dios tiene una buena causa para hacerlo. Y toda vez que estemos en pruebas y angustias volvamos corriendo a él, oremos a él que nos dé la gracia de reconocer que en este mundo nada nos ocurre sin que él los disponga; y de estar convencidos que él dispone todas las cosas de tal manera que todo redunde para nuestra salvación. Y cuando tengamos ese convencimiento nos ayudará a llevar pacientemente las aflicciones que él nos mande. También nos hará humildes ante él, y que, habiendo gustado su bondad paternal, no hemos de querer otra cosa sino glorificarle en todo y por medio de todo, tanto en las aflicciones como en la prosperidad.

Ahora hemos de inclinarnos ante el rostro de nuestro Dios.

miércoles, 28 de agosto de 2024

ESTUDIANDO EL CARÁCTER DE JOB 1

 

"Hubo en tierra de Uz un varón llamado Job; y era este hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal" (Job 1:1).

 

     Para sacar verdadero provecho al contenido de este libro de Job, debemos conocer en primer lugar su designio. La historia que encontramos escrita aquí nos muestra de qué manera estamos en las manos de Dios, y que es cosa suya ordenar nuestras vidas y disponer de ellas conforme a su buena voluntad, y que es nuestro deber someternos a él con toda humildad y obediencia; esto talmente razonable que seamos completamente suyos, tanto para vivir como para morir; incluso, si él quisiera levantar su mano contra nosotros, aunque no percibiéramos su motivo, de todos modos habríamos de glorificarle siempre, reconociendo que él es justo y equitativo, absteniéndonos de murmurar contra él, a efectos de no discutir con él, sabiendo que si luchamos contra él seremos derrotados. En breve, esto es lo que hemos de recordar de esta historia, es decir: Dios tiene tal dominio sobre sus criaturas que está en su derecho disponer de ellas según le plazca; y si muestra una severidad que al principio nos resulta extraña, aun así hemos de guardar silencio para no murmurar; hemos de reconocer, en cambio, que él es justo, esperando que nos declare el porqué de su castigo. Entre tanto hemos de contemplar, como nos exhorta Santiago (5:11 He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del Señor, que el Señor es muy misericordioso y compasivo), la paciencia del hombre puesto aquí delante de nosotros. Porque cuando Dios nos muestra que debemos sufrir todas las miserias que él nos envía debemos reconocer que esa es nuestra obligación; no obstante ellos, alegamos que somos débiles y nos parece que debería servirnos como excusa. Por eso es bueno tener un ejemplo para mostrarnos que hay hombres débiles como nosotros, que sin embargo, resistieron la tentación, perseverando en la obediencia a Dios, aunque fueron afligidos hasta el límite. Aquí tenemos pues un excelente ejemplo de ello.

Además, no sólo hemos de considerar la paciencia de Job, sino también su resultado, como dice Santiago; porque si Job hubiera seguido confundido, aunque su virtud hubiese sido más que angelical, el final de la historia no habría sido muy feliz. Pero cuando vemos que no fue desilusionado en su esperanza, y que halló gracia en la medida en que fue humillado ante Dios; viendo ese final tenemos que llegar a la conclusión de que no hay nada mejor para nosotros que someternos a Dios y sufrir en paz todo lo que él nos mande hasta que en su buena voluntad nos libra. Sin embargo, más allá de la historia hemos de considerar la doctrina encerrada en este libro; esto es, la doctrina de aquellos que se acercan con el pretexto de consolar a Job, pero que lo atormentan mucho más que su propia enfermedad; la doctrina encerrada en las respuestas con las cuales rechaza, las calumnias con las cuales aparentemente quieren aplastarlo.

En primer lugar debemos notar, en cuanto a nuestras aflicciones, que si bien Dios las manda y proceden de él, no obstante, es el diablo quien las trae sobre nosotros, como también nos lo advierte San Pablo diciendo que luchamos contra poderes espirituales (Efesios 6:12 Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.). Porque cuando el diablo enciende el fuego también le hace viento, es decir, también encuentra personas de su propiedad para aguijonearnos continuamente y prolongar y aumentar la enfermedad. Vemos entonces, cómo Job, además de la enfermedad que soportó, fue atormentado por sus amigos, y por su esposa, y principalmente por aquellos que se acercaron para tentarlo espiritualmente. Ahora bien, lo llamo una tentación espiritual cuando no solamente somos azotados y afligidos en nuestros cuerpos; sino cuando el diablo obra de tal modo en nuestros pensamientos que Dios se nos convierte en enemigo mortal, al que ya no podemos tener acceso, convencidos de que nunca más tendrá misericordia de nosotros. Todas la proposiciones hechas por los amigos de Job tendían a persuadirlo de que era un hombre rechazado por Dios y que era un error creer que Dios le sería propicio. Tales luchas espirituales son mucho más difíciles de sobrellevar que todos los males y adversidades que podemos sufrir siendo perseguidos. De todos modos, Dios suelta los frenos que atan a Satanás para que pueda llevar consigo a sus siervos los que nos asaltan de tal modo como, según veremos, tuvo que soportarlo Job.

Suficiente con este punto. Sin embargo, hemos de notar que a lo largo de toda la disputa Job defiende un buen caso, en tanto sus adversarios defienden un caso pobre. Pero es más, Job, teniendo un buen caso hace una defensa pobre, mientras que los otros, teniendo un caso pobre hace una defensa pobre, mientras que los otros, teniendo un caso pobre hacen una buena defensa.

Cuando hayamos entendido esto, nos será como una llave para abrirnos todo el libro ¿Cómo es que Job presenta un buen caso? Él sabe que Dios no siempre aflige a los hombres conforme a la medida de sus pecados, sino que tiene sus juicios ocultos, de los cuales no nos rinde cuentas; Job sabe que nosotros tenemos que esperar hasta que él nos revele la razón de hacer esto o aquello.

De modo que Job estaba totalmente convencido que Dios no siempre aflige a los hombres conforme a la medida de sus pecados; de esa manera tenía un testimonio en sí mismo de no ser un hombre rechazado por Dios como ellos querían hacerle creer. Este es un caso auténtico y bueno, aunque su presentación es pobre; porque ahora Job se sale de las casillas y hace proposiciones exageradas, demostrando de diferente manera, que en muchos sentidos está desesperado. Job está tan acalorado que aparentemente quisiera oponerse a Dios. En consecuencia tenemos aquí un buen caso, mal presentado. En contraste, los que defienden el caso pobre, afirmando que Dios siempre castiga a los hombres según la medida de sus pecados, dicen cosas hermosas y santas. Nada hay en sus proposiciones que no debamos recibir como pronunciadas por el Espíritu Santo; porque son la pura verdad, constituyen los fundamento de la religión, discuten la providencia de Dios, su justicia y el pecado de los hombres. Es decir que tenemos aquí una doctrina que hemos de recibir sin contradicciones aunque el resultado buscado por esta gente, de llevar a Job a la desesperación y destruirlo, es completamente malo. En todo esto vemos que teniendo un buen fundamento, debemos considerar cómo sobreedificar en él, de modo que todo armonice, tal como lo declara San Pablo (I Corintios 3:10 Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica.) al afirmar que edificó desde que fundó la iglesia sobre la pura doctrina de Cristo; para que haya tal conformidad que aquellos que vengan después de él no usen como fundamento ni paja ni hojarasca, ni material inservible, sino que haya un buen fundamento, firme y sólido. De modo que, a lo largo de toda nuestra vida debemos considerar si estamos fundamentados en una razón buena y justa, cada uno debe estar alerta para no ser desviado ni en una dirección ni en otra; porque nada más fácil que pervertir una causa buena y justa, conforme a nuestra naturaleza viciosa, la cual experimentamos pedacito por pedacito. Dios nos habrá mostrado su gracia dándonos un buen caso, pero de igual modo seremos aguijoneados por nuestro enemigo para que no podamos controlarnos ni seguir sencillamente lo que Dios nos ordena sin añadir a ello de todas las formas posibles. Viendo entonces, que tan fácilmente se nos descarría, hemos de orar tanto más a Dios que cuando nos haya dado un buen caso nos guíe con toda simpleza por su Espíritu Santo para que no pasemos los límites que él nos ha trazado en su palabra. Por otra parte se nos amonesta a no aplicar la verdad de Dios a un mal uso; sería profanarla; como estos individuos que, si bien hablan palabras santas (como y lo hemos declarado, y como aún veremos en forma más completa), son sacrílegos; corrompen la verdad de Dios abusando de ella con falsedad, aplicando a un propósito malo lo que en sí es bueno y justo. De modo que, cuando Dios nos haya hecho conocer su palabra aprendamos a recibirla con tal reverencia, que nunca la usemos para empañar lo bueno, ni hacer atractivo lo que es malo. Como muchas veces ocurre con los más inteligentes y los más sabios, que se dan rienda suelta abusando del conocimiento que Dios les ha dado, haciendo fraudes y malicias, trastornándolo todo, de modo que sólo se enredan a sí mismos. Viendo que el mundo es adicto a tales vicios, debemos orar tanto más que Dios nos dé la gracia de aplicar su palabra al uso que él quiere, es decir, a un uso puro y simple. En resumen, esto es lo que debemos observar.

Ahora, habiendo entendido de qué trata el libro, debemos considerar cosas más extensas de modo que podamos deducir lo que fue brevemente anunciado del desarrollo de la narración.

Dice: "Hubo en tierra de Uz un varón llamado Job; y era este hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal" (Job 1:1). No podemos ni sabemos cómo adivinar cuándo vivió Job. Solamente se percibe que fue en tiempos muy remotos. Algunos judíos incluso han opinado que Moisés fue el autor del libro, y que dio este ejemplo al pueblo para que los hijos de Abraham, descendientes de su raza, supieran que Dios había mostrado gracia a personas ajenas a este linaje, para avergonzarlos cuando no anduvieren con pureza en el temor de Dios; para que vieran que este hombre que no había recibido la señal del pacto, que no había sido circuncidado y era pagano, se conducía tan bien. Ahora, puesto que no hay absoluta certeza a este respecto debemos dejarlo en suspenso. Tomemos en cambio aquello, de lo cual no hay dudas, es decir, que el Espíritu Santo ha dictado este libro para el siguiente propósito: que los judíos supieran que Dios tuvo personas que aunque no habían sido separadas del resto del mundo, y aunque no habrían recibido la señal de la circuncisión, no obstante le sirvieron viviendo con toda pureza. Sabiendo esto, los judíos habían tenido la oportunidad de ser tanto más cuidadosos en observar la ley de Dios, y puesto que él les había mostrado su gracia dándoles el privilegio de escogerlos de entre todas las naciones ellos debían dedicarse enteramente a él. En el libro de Ezequiel (14:14 si estuviesen en medio de ella estos tres varones, Noé, Daniel y Job, ellos por su justicia librarían únicamente sus propias vidas, dice Jehová el Señor) también se percibe que el nombre de Job tenía renombre en el pueblo de Israel; porque hemos visto que en el versículo 14 dice: "...si estuviesen en medio de ella estos tres varones, Noé, Daniel y Job, ellos por su justicia librarían únicamente sus propias vidas". Aquí el profeta habla de tres hombres, como de personas ciertamente conocidas y renombradas entre los judíos, tal como ya lo hemos mencionado. Vemos entonces el propósito del Espíritu Santo, es decir, que los judíos tuvieran un espejo y un patrón para reconocer de qué manera debían observar la doctrina de la salvación que les había sido dada, ya que este hombre, un extranjero, se había preservado en tal pureza. Y esto es lo principal que hemos de retener del nombre mencionado aquí, cuando se dice que era de la tierra de Uz. Por cierto, algunos ubican esta tierra más bien en el este; pero en las Lamentaciones de Jeremías (4:21 Gózate y alégrate, hija de Edom, la que habitas en tierra de Uz; Aun hasta ti llegará la copa; te embriagarás, y vomitarás.) la misma palabra es usada para indicar una parte de Edom. Sabemos que los edomitas eran descendientes de Esaú. Es cierto que todavía conservaban la circuncisión, pero por lo mucho que se habían alejado de la iglesia de Dios ya no les quedaba señal alguna del pacto. Entonces, si aceptamos que era de Uz, Job era un edomita del linaje de Esaú. Ahora bien, sabemos lo dicho por el profeta (Malaquías 1:2 Yo os he amado, dice Jehová; y dijisteis: ¿En qué nos amaste? ¿No era Esaú hermano de Jacob? dice Jehová. Y amé a Jacob), que si bien Esaú y Jacob eran hermanos mellizos, de una misma matriz, Dios en su pura bondad había escogido a Jacob y rechazado a Esaú a quien maldijo junto a todo su linaje. Así es cómo el profeta lo expresa para magnificar la misericordia de Dios hacia los judíos; les muestra que los había escogido, no por alguna dignidad propia a sus personas, haciéndoles ver que había rechazado al hermano mayor de Jacob, a quien correspondía la primogenitura, y que, en cambio, había escogido al menor e inferior. Entonces, aunque este hombre era descendiente del linaje de Esaú, vemos, no obstante, en qué integridad vivió, y cómo sirvió a Dios, no solamente conversando con rectitud y equidad, sino teniendo una religión pura, no contaminada con las idolatrías y supersticiones de los incrédulos.

 En cuanto al nombre "JOB" es cierto que algunos lo traducen como "llorando" o "lamentando"; pero otros lo interpretan como "un hombre de enemistad"; no significando que haya odiado, sino que era como un blanco al cual se podía disparar. No hemos de dudar que este hombre, cuyo país figura aquí, cuyo nombre se expresa, fue real y que verdaderamente vivió, y que las cosas escritas aquí realmente ocurrieron; para que no pensemos que este es el argumento compuesto por un hombre, que como bajo un pseudónimo nos propone cosas aquí que nunca ocurrieron. Ya hemos presentado el testimonio de Ezequiel y el de Santiago, quienes muestran que Job existió, y aunque la historia lo declare, no debemos borrar lo que el Espíritu Santo quiso decir en forma tan notable.

Además hemos de notar con respecto a aquella época que si bien el mundo estaba alejado del verdadero servicio a Dios, y de la religión pura, no obstante había mucha más integridad que hoy, incluso en el papado. En efecto, vemos que desde el tiempo de Abraham, Melquisedec conducía la iglesia de Dios y los sacrificios, los cuales o estaban contaminados. De manera que si bien la mayor parte del mundo estaban contaminados. De manera que si bien la mayor parte del mundo estaba envuelta en muchos errores, en falsas y malvadas fantasías, no obstante, Dios se había retenidos por la pura verdad, esperando, ciertamente, que Dios estableciera su iglesia y escogiera a un pueblo, esto es a los sucesores de Abraham, para que supieran que habían sido separados del resto del mundo. Ahora, es totalmente cierto que Job vivió en una época en que la iglesia de Dios todavía no estaba tan desarrollada como lo estuvo después; sabemos que aparentemente los hijos de Israel, mientras vivían en Egipto, habían de ser aniquilados. Incluso vemos a qué extremos llegaron finalmente cuando Faraón ordenó la muerte de los varones; y en el desierto todavía pareciera que son rechazados por Dios; habiendo llegado a la tierra de Canaán tuvieron grandes luchas contra sus enemigos, e incluso el servicio de Dios no es establecido todavía, ni tampoco el tabernáculo, como se hubiera requerido. Dios, no habiendo establecido aún una forma de iglesia visible, quiso que siempre hubiese una pequeña simiente entre los paganos para ser adorado por ella, y también para condenar a aquellos que, como los paganos, se habían apartado del verdadero camino; porque Dios no necesitó sino a Job para que sea juez de toda una nación.

Así también Noé es juez de todo el mundo para condenar a los incrédulos y rebeldes. Así fue como Job condenó al mundo, según la Santa Escritura lo describe, porque sirvió a Dios con pureza, mientras que otros que lo habían olvidado estaban llenos de impurezas, infamias y de muchos errores: y ello sucedió porque la gente no quiso reconocer a Aquel que es el verdadero y viviente Dios, ni entender cómo y de qué manera quería ser honrado; pero Dios siempre consideró que los malvados e incrédulos debían de ser considerado sin excusables. Por eso quería siempre que hubiese algunas personas que siguieran a los Padres antiguos. Ese era Job, según nos lo presentan las Escrituras, y la narración nos muestra bien con qué pureza sirvió a Dios hablando entre los hombres con toda rectitud. Dice aquí "era este hombre perfecto."  Ahora bien, en las escrituras esta palabra es usada en forma general indicando que no hay falsedad ni hipocresía en un hombre, sino que exteriormente se ve lo que hay en el interior, y que no se conserva un lugar en el fondo para apartarse de Dios, sino que expone su corazón y todos sus afectos, sin otra aspiración que la de consagrarse a Dios y dedicarse enteramente a él. Esta palabra ha sido traducida como "perfecto" tanto por griegos como latinos; pero puesto que posteriormente la palabra "perfección" tuvo un uso impropio ahora es mucho más preferible usar la palabra "integridad." Porque muchas personas ignorantes, desconociendo el sentido de esta perfección, han pensado, "Aquí hay un hombre que se describe como perfecto, de lo que se deduce que podemos ser perfectos por nosotros mismos, mientras andamos en esta vida." Han empañado la gracia de Dios de la cual siempre tenemos necesidad; porque aquellos que desean haber andado en suprema rectitud, aun necesitan tener su refugio en la misericordia de Dios; porque si sus pecados no les son perdonados, y si no son sostenidos por Dios, he aquí, todos perecerán. Entonces, tenemos aquí a Job llamado "integro."  ¿Cómo?

Porque no había hipocresía ni falsedad en él, porque no era de doble corazón; porque la escritura, cuando desea referirse a lo opuesto a la virtud de la integridad habla de "corazón" es decir, de "doble corazón." Notemos entonces, en primer lugar, que este título se atribuye a Job para destacar que era de un afecto puro y simple, y que no miraba con un ojo destacar que era de un afecto puro y simple, y que no miraba con un ojo a un lado y con el otro, a otro; que no servía a Dios a medias sino que trataba de entregarse enteramente a él. Es cierto que nunca alcanzaremos tal integridad que lleguemos a esa meta, lo cual sería de desear; porque los que siguen el buen camino aun cojeando por él, siempre débiles se arrastran con alas caídas. Esto pues, es lo que nos ocurre mientras estemos sujetos a este cuerpo mortal, hasta que Dios nos haya librado de todas estas miserias, a las que estamos atados, no alcanzaremos, como hemos dicho, una integridad perfecta. Sin embargo, debemos llegar a esta sinceridad, y debemos renunciar a toda pretensión y falsedad. Además notemos que la verdadera santidad comienza en el interior; aunque en el mundo tengamos la mejor apariencia ante los hombres, y aunque conduzcamos nuestras vidas tan bien que todo el mundo nos aplauda, si no tenemos esta sinceridad e integridad ante Dios de nada nos servirá. Porque la fuente tiene que ser pura para que las aguas bajen puras; de lo contrario el agua aunque sea clara, sin embargo tendrá sabor amargo, o estará contaminada de alguna otra manera. Entonces, siempre hemos de comenzar por lo que está establecido, esto es: "Dios desea ser servido en espíritu y con sinceridad de corazón" como dice en Jeremías (5:2 Aunque digan: Vive Jehová, juran falsamente.). Entonces, en primer lugar hemos de aprender a sujetar nuestro corazón a ser obediente a Dios.

Ahora, una vez que Job fue llamado "entero" también dice que fue "recto"; esta rectitud está referida a la vida que llevó, la cual era fruto de esta raíz que el Espíritu Santo había plantado previamente. Entonces ¿fue recto y entero el corazón de Job? La vida de Job era sencilla, es decir, andaba y vivía con sus vecinos sin hacer daño a nadie, sin herir o molestar a ninguno, sin ponerse a pensar en fraudes o malicias, sin buscar su propio beneficio a expensas de otro. Este es entonces, el significado de la "rectitud" que se agrega aquí. Ahora bien, con ello se nos amonesta a que haya armonía entre el corazón y los sentidos externos. Es cierto (como ya he dicho) que podemos abstenernos de hacer el mal y bien podemos tener una buena apariencia ante los hombres, pero de nada nos servirá si examinando la raíz que está en nuestro corazón notamos hipocresía y fingimientos ocultos ante Dios. Entonces ¿qué nos hace falta? Que comencemos, como he dicho, con esa punta. Por lo tanto, para ser íntegros, los ojos y las manos, y los pies y los brazos, y las piernas tienen que responder, porque con toda nuestra vida declaramos que anhelamos servir a Dios y que no es en vano nuestro testimonio  de querer ser íntegros en nuestro interior. Y es por eso también que San Pablo exhorta a los Gálatas (5:25 Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.) que si vivimos por el Espíritu de Dios debe morar en nosotros y que debe gobernarnos; porque de nada serviría tener una vida hermosa, agradar a los hombres, y ser grandemente estimados si no somos renovados por la gracia de Dios. ¿Y después qué? Hemos de andar, es decir, debemos mostrar con hechos y con nuestras obras que el Espíritu de Dios reina en nuestras almas; porque si nuestras manos están contaminadas ya sea por hurtos o crueldades u otros daños si tenemos los ojos infectados de miradas malas e inmodestas, codiciando los bienes de otros, o si somos orgullosos y nuestros pies corren vanidosos al mal (como dice en las escrituras) estaremos demostrando que el corazón está lleno de malicia y corrupción; porque no hay pies, ni manos, no ojos que se manejen solos; la dirección proviene del Espíritu y del corazón." Entonces, aprendamos a tener la armonía que nos enseñan aquí las escrituras diciendo "Job, teniendo esta integridad y sinceridad, también vivía rectamente" es decir, que conversaba con sus vecinos sin causarles daño, sin buscar su propio provecho, sino conduciéndose en equidad con todo el mundo. Dios quiere probarnos también en este asunto: quiere ver si le servimos o no con fidelidad; no es que necesite de nuestro servicio, o de todo aquello que podamos hacer por él; pero si hacemos el bien a nuestro prójimo y somos leales unos a otros, como incluso la naturaleza nos lo enseña, entonces estaremos dando testimonio de nuestro temor a Dios.

Veremos a muchos a quienes tendremos por muy celosos mientras sólo se trate de discutir y sostener muchas conversaciones con el propósito de afirmar que estudian cómo servir y honrar a Dios; pero tan pronto tienen que tratar con sus vecinos, demuestran lo que hay en su corazón, porque buscan su propia ventaja, sin que les pese llevar agua a su propio molino, engañando cuando tienen el poder de hacerlo por todos los medios a su alcance. Entonces, aquellos que buscan su ventaja y provecho -que sin duda son hipócritas y tienen su corazón corrompido- por muy excelentes zelotes que sean, Dios declara que en su corazón sólo hay inmundicia y veneno.

¿Y por qué? Si hay sinceridad es necesario que también haya rectitud, es decir, si en el interior el afecto es puro, al conversar con las personas procuraremos el bien de cada una, sin ser adictos a nosotros mismos y a nuestros intereses particulares, sino que tendremos la equidad que Jesucristo declaró ser la regla de la vida y la suma total de la ley y los profetas, esto es, que a nadie hagamos excepto lo que queremos que se nos haga a nosotros.^ Notemos entonces que en esta alabanza a Job muchas personas son condenadas por la declaración del Espíritu Santo de que este hombre no solamente era íntegro ante Dios, sino recto y sincero entre los hombres. Esta sinceridad que el Espíritu Santo destaca, testificará y sentenciará condenación para todos aquellos que están llenos de malicia, para aquellos que solamente pretenden apropiarse de las pertenencias de otros. Tales personas son condenadas por esta palabra.

Ahora sigue diciendo," Y era este hombre temeroso de Dios y apartado del mal." Además, si

Job fue alabado por haberse conducido recta y equitativamente entre los hombres, era totalmente imprescindible que también haya andado delante de Dios; porque sin esto, el resto de nada sirve.

Es cierto que no podemos vivir con nuestros semejantes sin hacer mal a ninguno, procurando el bien de todos, si no nos acordamos de Dios. Porque aquellos que siguen su naturaleza, aunque quizá tengan hermosas virtudes (aparentemente) están, a pesar de ellas, preocupados consigo mismos, competidos únicamente por la ambición o alguna otra consideración, de modo que toda apariencia de virtud, es contaminada por esto. Pero aunque no seamos capaces de alcanzar esta rectitud sin temer a Dios, hay aquí dos cosas distintas: (1) servir a Dios, y (2) honrar a nuestro prójimo. También Dios las ha diferenciado en su ley cuando quiso que fuesen explicadas en dos tablas. Notemos entonces que poniendo ante nosotros la palabra "rectitud" el Espíritu Santo quiso declarar cómo se condujo Job entre los hombres; del mismo modo cuando dice: era "temeroso de Dios" quiso destacar la religión que había en él. Ahora bien, con esto se nos amonesta que para gobernar bien nuestra vida, debemos acordarnos de Dios y luego de nuestros semejantes; acordémonos de Dios, digo, para entregarnos a él, para rendirle el homenaje que se merece; acordémonos de nuestros semejantes para ser conscientes de nuestra responsabilidad hacia ellos y para ayudarles, según somos amonestados, a vivir equilibrada y rectamente; ya que Dios nos ha unido, que cada uno esté atento de usar todas sus facultades para el bien común de todos. Esa es la forma en que debemos acordarnos tanto de Dios como de los hombres, a efectos de conducir bien nuestras vidas. Porque el que solamente se considera a sí mismo ciertamente sólo tiene vanidad en sí; porque si una persona quiere ordernar7 su vida de modo que a los ojos de los hombres no haya defectos en ella, y si Dios la desaprueba, ¿de qué le habrá servido tanto esfuerzo para andar de modo que todos la magnifiquen? Ante Dios solamente habrá corrupción, y las palabras escritas por  Lucas (16:15 Entonces les dijo: Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación ) tendrán que ser cumplidas: "lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación." Notemos entonces que nunca seremos capaces de ordenar adecuadamente nuestra vida si no tenemos los ojos puestos en Dios y en nuestros semejantes. ¿Por qué en Dios? Para que podamos saber que fuimos creados para gloria suya, para servirle y adorarle; pues aunque no tenga que tratar con nosotros como nuestros semejantes, tienen que tratar con nosotros, y aunque esto no le vaya ni le venga, no obstante, él quiere tener criaturas razonables, que le reconozcan y qué, habiéndole reconocido, le agregan a él lo que es suyo. Además, cuando se habla del temor a Dios, notemos que no se trata de un temor servil (como se lo llama) sino de rendirle el honor que le debemos, puesto que él es nuestro Padre y Señor. ¿Hemos de temer a Dios? Ciertamente, sólo debiéramos querer honrarle y ser totalmente suyos. ¿Vamos a reconocerlo? Debemos hacerlo conforme a los atributos que él declara ser suyos, es decir, es nuestro Creador, es nuestro Sustentador, aquel que nos muestra tal bondad paternal que indudablemente seremos sus hijos si no queremos ser demasiado desagradecidos con él. También tenemos que reconocer su señorío y superioridad sobre nosotros, para que rindiéndole el honor que le debemos, cada uno de nosotros aprenda a agradarle en todo y por todo. Es así cómo, bajo la palabra "temor de Dios" está comprendida toda la religión, es decir, todo el servicio y homenaje que las criaturas deben a su Dios. Ahora bien, en Job fue una virtud muy excelente temer a Dios siendo que todo el mundo se había apartado del verdadero camino. Al oír esto aprendamos que no tendremos excusa aunque andemos entre los peores parias del mundo, de no estar entregados al servicio de Dios como debemos estar. Ahora, debemos destacar esto porque muchas personas creen que por estar entre espinos están absueltas y totalmente excusados; y si después se corrompen y vuelven a echarse con los lobos (según dicen ellos), eso no importa, porque Dios les perdonará. Al contrario, aquí está Job, descrito como temeroso de Dios. ¿En que país? No es en Judea, ni en la ciudad de Jerusalén; no es en el templo, sino en un lugar contaminado, en medio de aquellos que se han pervertido totalmente. Y estando, pues, entre semejante gente, no obstante fue preservado, viviendo de manera de andar en pureza con sus semejantes, aunque todos ellos estaban llenos de crueldades, ultrajes, pillaje, y cosas semejantes. Notemos que esto volverá a ocurrimos, y la vergüenza será tanto mayor si de nuestra parte no consideramos cómo guardarnos puros para el servicio de Dios, y para nuestro semejante, cada vez que él nos da la ocasión, como la que tenemos ahora, es decir, que la palabra de Dios nos es predicada diariamente8 para ser exhortados y para ser corregidos cuando hemos fallado. Entonces, ciertamente, debemos estar atentos a lo que aquí se nos muestra.

Ahora, en conclusión notemos bien lo que aquí se agrega al texto "  era este hombre...apartado del mal." Porque es así cómo este hombre superó todas las dificultades y batallas que le podían haber impedido servir a Dios y vivir rectamente entre los hombres; él mismo se recordaba que sabía bien que si se hubiera permitido hacer lo que los otros hacían, habría sido un hombre completamente vicioso y se habría convertido en enemigo de Dios.

Entonces Job no anduvo con tal sinceridad e integridad en el temor de Dios sin tener muchas luchas, sin que el maligno tuviera la intención de pervertirlo y llevarlo a todas las corrupciones del mundo; pero él se apartó del mal, es decir, se abstuvo. ¿Qué entonces, hemos de hacer nosotros? Aunque estemos en la iglesia de Dios, veremos muchos males; y nunca habrá tal sinceridad o pureza (aunque debiera haber) que quedemos libres de estar mezclados entre muchos engañadores corruptos, que como emisarios del infierno, pestes mortíferas, lo infectan todo. Debemos entonces, mantenernos en guardia, viendo que hay grandes escándalos y todo tipo de lascivia, las que nos corromperían inmediatamente. ¿Qué hemos de hacer entonces? Debemos apartarnos del mal, es decir, debemos luchar contra tales asaltos siguiendo el ejemplo de Job; y cuando veamos que muchos vicios y corrupciones están gobernando al mundo, aunque tengamos que estar mezclados entre ellos, no debemos aullar con los lobos; más bien debemos seguir el consejo del ejemplo de Job apartándonos del mal, y apartándonos de tal modo que Satanás no pueda por medio de todas las tentaciones que pondrá ante nosotros para que nos rindamos, lograr nuestra entrega; debemos permitir en cambio, que Dios nos limpie de todas nuestras inmundicias y males como nos lo ha prometido en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, hasta que nos haya limpiado de las manchas y corrupciones de este mundo, para reunimos con sus ángeles y hacernos partícipes de la eterna felicidad a la cual debemos aspirar ahora. Ahora nos presentaremos ante el rostro de nuestro Dios.

martes, 27 de agosto de 2024

EPÍSTOLA DEL APÓSTOL PABLO A LOS EFESIOS Capítulo 6; 5-9

 

Efesios 6:5-9

5 Siervos, obedeced a vuestros amos terrenales con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón, como a Cristo;

6 no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios;

7 sirviendo de buena voluntad, como al Señor y no a los hombres,

8 sabiendo que el bien que cada uno hiciere, ese recibirá del Señor, sea siervo o sea libre.

9 Y vosotros, amos, haced con ellos lo mismo, dejando las amenazas, sabiendo que el Señor de ellos y vuestro está en los cielos, y que para él no hay acepción de personas.

 

5. Siervos, obedeced. Pablo hace ahora una exhortación a los sirvientes que es tanto más sincera debido a las dificultades y amargura de su condición, que la hace más difícil de soportar. Y no habla simplemente de obediencia exterior, sino que dice más sobre el miedo expresado voluntariamente; porque es muy raro encontrar a alguien que voluntariamente se entregue al control de otro.

Cuando Pablo escribía a los esclavos de la Iglesia Cristiana, tenía numerosos destinatarios.

Se ha calculado que había 60,000,000 esclavos en el imperio romano. En los días de Pablo, una terrible especie de pereza se cernía sobre los ciudadanos de Roma. Roma era el ama del mundo, y por tanto estaba por debajo de la dignidad de un romano el trabajar. Casi todos los trabajos los hacían los esclavos. Hasta los médicos y los maestros, los amigos más íntimos de los emperadores, los secretarios que estaban a cargo de su correspondencia y sus finanzas, eran esclavos.

A menudo había lazos de profundo aprecio y afecto entre amo y esclavo. Pero básicamente la vida del esclavo era hosca y terrible. Ante la ley no era una persona, sino una cosa. Aristóteles establece que no puede haber nunca verdadera amistad entre amo y esclavo, porque no tienen nada en común, «porque un esclavo es una herramienta viva, de la misma manera que una herramienta es un esclavo inanimado.» Varrón, escribiendo sobre agricultura, divide los aperos en tres clases: los articulados, los inarticulados y los mudos. Los articulados comprenden a los esclavos; los inarticulados, al ganado, y los mudos, los vehículos y las herramientas. El esclavo no es mejor que una bestia por el hecho de poder hablar. Catón aconseja a uno que se va a hacer cargo de una granja que pase revista y se descarte de todo lo que ya no sirva. Que se deshaga también de los esclavos viejos dejándolos morirse de hambre en el montón de basura. Cuando algún esclavo se ponga enfermo, es un derroche absurdo mantenerle sus raciones normales.

Los sirvientes (δοῦλοι) a quienes se dirige inmediatamente no eran jornaleros, como los de hoy, sino esclavos, como los de la antigüedad, cuya esclavitud era perpetua, a menos que, por el favor de sus amos, obtuvieran la libertad, a quienes sus amos compraban con dinero, para poder imponerles los empleos más degradantes y poder, con la plena protección de la ley, ejercer sobre ellos el poder de vida o muerte. A los tales les dice: obedeced a vuestros amos, no sea que imaginen en vano que el evangelio les ha procurado la libertad carnal.

Pero como algunos de los peores hombres se sintieron obligados por el temor al castigo, él distingue entre siervos cristianos e impíos por los sentimientos que albergaban.

 

Con temor y temblor; es decir, con el cuidadoso respeto que surge de un propósito honesto.

Sin embargo, difícilmente se puede esperar que se le rinda tanta deferencia a un simple hombre, a menos que una autoridad superior haga cumplir la obligación; y por eso agrega, como haciendo la voluntad de Dios. De ahí se sigue que no es suficiente si su obediencia satisface los ojos de los hombres; porque Dios requiere verdad y sinceridad de corazón. Cuando sirven fielmente a sus amos, obedecen a Dios. Como si hubiera dicho:

“No penséis que por juicio de los hombres habéis sido arrojados a la esclavitud. Es Dios quien os ha puesto esta carga, quien os ha puesto en poder de vuestros amos. El que concienzudamente se esfuerza por pagar lo que debe a su amo, cumple con su deber no sólo para con el hombre, sino también para con Dios”.

 

Sirviendo de buena voluntad. Esto se contrasta con la indignación reprimida que hincha el pecho de los esclavos. Aunque no se atreven a estallar abiertamente ni a dar signos de obstinación, su disgusto por la autoridad que se ejerce sobre ellos es tan fuerte que obedecen a sus amos con la mayor falta de voluntad.

Quien lea los relatos sobre las disposiciones y conducta de los esclavos, que se encuentran dispersos en los escritos de los antiguos, no perderá de vista que el número de prescripciones aquí dadas no excede el de las enfermedades que prevalecían entre esta clase, y que era importante curar. Pero la misma instrucción se aplica a los sirvientes y sirvientas de nuestros tiempos. Es Dios quien designa y regula todos los arreglos de la sociedad. Como la condición de los sirvientes es mucho más agradable que la de los esclavos en la antigüedad, deberían considerarse mucho menos excusables si no se esfuerzan, en todos los sentidos, por cumplir con los mandatos de Pablo.

 

Amos terrenales. Esta expresión se usa para suavizar el aspecto duro de la esclavitud.

Les recuerda que su libertad espiritual, que era con diferencia la más deseable, permaneció intacta.

Se menciona sirviendo al ojo (ὀφθαλμοδουλεία); porque casi todos los sirvientes son adictos a la adulación, pero, tan pronto como su amo les da la espalda, se entregan libremente al desprecio, o tal vez al ridículo. Por lo tanto, Pablo ordena a las personas piadosas que se mantengan a la mayor distancia de tales pretensiones engañosas.

 

8. Sabiendo que el bien que hiciere cada uno. ¡Qué consuelo tan poderoso! Por indignos, ingratos o crueles que sean sus amos, Dios aceptará sus servicios como si se los hubieran prestado a él mismo. Cuando los sirvientes tienen en cuenta el orgullo y la arrogancia de sus amos, a menudo se vuelven más indolentes al pensar que su trabajo es desperdiciado.

Pero Pablo les informa que su recompensa está guardada en manos de Dios por servicios que parecen mal otorgados a hombres insensibles; y que, por lo tanto, no hay razón para que se les desvíe del camino del deber. Añade que, ya sea siervo o sea libre, no se hace distinción entre un esclavo y un hombre libre. El mundo suele valorar poco el trabajo de los esclavos; pero Dios los estima tanto como los deberes de los reyes. En su estimación, la posición exterior se deja de lado y cada uno es juzgado según la rectitud de su corazón.

 

9. Y vosotros, amos. En el trato a sus esclavos, las leyes otorgaban a los amos una gran cantidad de poder. Muchos consideraban que todo lo que había sido sancionado por el código civil era en sí mismo legal. Hasta tal punto llegó su crueldad en algunos casos, que los emperadores romanos se vieron obligados a frenar su tiranía. Pero, aunque nunca se habían emitido edictos reales para la protección de los esclavos, Dios no permite a los amos ningún poder sobre ellos más allá de lo que es consistente con la ley del amor. Cuando los filósofos intentan dar a los principios de equidad todo su efecto para restringir el exceso de severidad hacia los esclavos, inculcan que los amos deben tratarlos de la misma manera que a los sirvientes contratados. Pero nunca miran más allá de la utilidad; y, al juzgar incluso eso, sólo preguntan qué es ventajoso para quien es la cabeza de la familia. El Apóstol procede según un principio muy diferente. Él establece lo que es lícito según el nombramiento divino, y hasta qué punto ellos también son deudores de sus siervos.

 

Haced con ellos lo mismo. Cumple con el deber que por tu parte tienes para con ellos”.

Lo que llama en otra Epístola (τὸ δίκαιον καὶ τὴν ἰσότητα) lo que es justo e igual, es precisamente lo que, en este pasaje, llama lo mismo (τὰ αὐτὰ.) ¿Y qué es esto sino la ley de analogía? En realidad, amos y sirvientes no están al mismo nivel; pero hay una ley mutua que los une. Según esta ley, los sirvientes quedan bajo la autoridad de sus amos; y, por la misma ley, teniendo en cuenta la diferencia de posición, los amos tienen ciertas obligaciones para con sus sirvientes. Esta analogía se malinterpreta en gran medida; porque los hombres no lo intentan por la ley del amor, que es la única norma verdadera. Tal es el significado de la frase de Pablo, lo mismo; porque todos estamos lo suficientemente dispuestos a exigir lo que nos corresponde; pero, cuando nuestro propio deber llega a cumplirse, todos intentan alegar exención. Sin embargo, es principalmente entre personas de autoridad y rango donde prevalecen injusticias de este tipo.

 

Dejando las amenazas. Cada expresión de desdén, que surge del orgullo de los amos, se incluye en una sola palabra: amenazas. Se les encarga no asumir un aire señorial o una actitud terrible, como si estuvieran constantemente amenazando con algún mal contra sus sirvientes, cuando tienen ocasión de dirigirse a ellos. Las amenazas y todo tipo de barbarie tienen su origen en que los amos miran a sus sirvientes como si hubieran nacido sólo para ellos y los tratan como si no valieran más que el ganado. Según esta descripción, Pablo prohíbe todo tipo de trato desdeñoso y bárbaro.

 

Señor de ellos y vuestro. Una advertencia muy necesaria. ¿Qué hay que no nos atreveremos a atentar contra nuestros inferiores, si no tienen capacidad de resistir ni medios de obtener reparación, si no aparece ningún vengador, ningún protector, nadie que se sienta movido por la compasión a escuchar sus quejas? Sucede aquí, en definitiva, según el proverbio común, que la Impunidad es la madre del Libertinaje. Pero Pablo aquí les recuerda que, si bien los amos poseen autoridad sobre sus siervos, ellos mismos tienen el mismo Maestro en el cielo, a quien deben rendir cuentas.

 

Para él no hay acepción de personas. La consideración hacia las personas ciega nuestros ojos, de modo que no deja lugar a la ley ni a la justicia; pero Pablo afirma que no tiene valor ante los ojos de Dios. Por persona se entiende todo aquello relacionado con un hombre que no pertenece a la verdadera cuestión y que tenemos en cuenta al formarnos un juicio. Las relaciones, la belleza, el rango, la riqueza, la amistad y todo lo similar se ganan nuestro favor; mientras que las cualidades opuestas producen desprecio y a veces odio.

Como esos sentimientos absurdos que surgen al ver a una persona tienen la mayor influencia posible en los juicios humanos, aquellos que están investidos de poder tienden a halagarse a sí mismos, como si Dios tolerara tales corrupciones. “¿Quién es él para que Dios lo considere o defienda sus intereses contra los míos?” Pablo, por el contrario, informa a los amos que se equivocan si suponen que sus siervos serán de poca o ninguna importancia ante Dios, porque lo son ante los hombres. “Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas(Hechos 10:34), y la causa del hombre más humilde no será menos considerada por él que la del monarca más elevado.

 

Podemos resumir que estos versículos con el consejo de Pablo a los esclavos, nos ofrece el Evangelio del obrero cristiano.

(i) No les dice que se 'rebelen; les dice que sean cristianos donde y como estén. El gran mensaje del Cristianismo a todas las personas es que es donde Dios nos ha colocado donde debemos vivir la vida cristiana. Las circunstancias puede que nos sean contrarias, pero eso solo hace mayor el desafío. El Evangelio no nos ofrece una evasión de las circunstancias, sino la posibilidad de conquistarlas.

(ii) Les dice a los esclavos que no deben hacer bien su trabajo solamente cuando los están mirando; deben hacerlo sabiendo que Dios los ve. Cualquier parte del trabajo que realice un cristiano debe ser suficientemente buena para ofrecérsela a Dios. El problema que el mundo ha tenido que arrostrar siempre, y no menos hoy, no es fundamentalmente económico, sino religioso. Nunca haremos que los hombres sean buenos trabajadores simplemente mejorando sus condiciones de trabajo o aumentando sus emolumentos. Es un deber cristiano el tener en cuenta estas cosas; pero por sí no producirán nunca mejores resultados. Y aún menos lograremos buenos trabajos aumentando la vigilancia y multiplicando las sanciones. El secreto de una buena labor es que se haga para Dios.

Pablo tiene también algo que decirles a los amos. Deben recordar que ellos también están al servicio de Dios. Los amos también deben tener presente que Dios también ve todo lo que ellos hacen. Sobre todo deben recordar que llegará el día en que tanto ellos como los que están a sus órdenes se tendrán que presentar ante el juicio de Dios; y- entonces los baremos del mundo no serán los que se apliquen.