(Marcos.
16;14-18; Lucas. 24;36-49; Juan. 20;19-23)
Mateo 28:18 Y Jesús se
acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada
en el cielo y en la tierra.
19 Por tanto, id, y
haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;
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enseñándoles que guarden todas las cosas que os
he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del
mundo. Amén.
Esta comisión
gloriosa abarca dos ministerios primarios: el Misionero y el Pastoral,
con dos estímulos sublimes y comprensivos, de emprenderlos y llevarlos a cabo.
Primero, El Ministerio Misionero: “Id, y doctrinad (o haced discípulos de) todos los Gentiles”. En el pasaje
correspondiente de Marcos se dice: “Id
por todo el mundo; predicad el evangelio a toda criatura”. La única
diferencia es que, en el pasaje de Marcos, la esfera en su extensión mundial y su universalidad de objetos, se expresa más amplia y
definitivamente; mientras que, en el pasaje de Mateo, la gran meta y los resultados seguros son expresados en el mandato de “hacer
discípulos de todos los Gentiles”.
Parafraseando podríamos decir: “Id, conquistad el mundo para mí; llevad las noticias felices
a todos los países y a todos los oídos, y no creáis terminada la obra mientras
no hayan aceptado el evangelio y se hayan alistado como mis discípulos todos
los pueblos.”
Ahora bien: ¿Tenía esto que ser hecho por los
Once hombres más cerca de él, y no por la multitud que entonces rodeaba al
Señor resucitado? Imposible. En aquel grupo Jesús virtualmente se dirigió a
todos los que, en cada siglo, habían de encargarse de efectuar la misma obra.
El Cristo resucitado, quien es la cabeza del cristianismo, podía ver en la
persona de sus once discípulos a todos sus siervos en todos los siglos y todos
ellos recibieron la comisión de parte de Él en aquel momento.
La comisión
incluye, pues, poner el sello visible de discipulado, “bautizándolos en el nombre”,
es decir, en toda la plenitud de la gracia, “del Padre, y del Hijo y del
Espíritu Santo”, la cual pertenece a los que creen en Cristo. Y después de
haber cumplido con el ministerio misionero de nuestra obra, el cual es de una
naturaleza temporal, éste tiene que ser absorbido en otro, que es permanente:
Segundo, El Ministerio Pastoral: “Enseñándoles”; enseñando a estos
miembros bautizados de la iglesia visible, “que guarden todas las cosas que os
he mandado”, a vosotros mis discípulos, durante los tres años que habéis estado
conmigo.
¿Cuáles serían
los sentimientos que despertara tal Comisión? Tal vez éstos, sigo parafraseando:
“¿Nosotros hemos de conquistar el mundo para ti, Señor; nosotros que apenas
hemos vencido nuestros recelos; nosotros, pescadores de Galilea, sin letras,
sin medios, sin influencia aun sobre las criaturas más humildes? No, Señor; no
te burles de nosotros”. Y Jesús nos
diría: “No me burlo de vosotros, ni os envío a la lucha a vuestras expensas.
Porque …” Aquí tenemos los Incentivos:
Tercero, Los Incentivos para intentar y
llevar a efecto dicha obra. Estos son dos: uno antes de la Comisión, y el otro
después de ella.
Primer Incentivo: “Toda potestad me es dada en el cielo”—todo el poder del amor, de
la sabiduría y de la fuerza del Cielo. Es decir, todo el poder en la tierra”: poder sobre todas las
personas, todos los movimientos, todas las pasiones, todos los principios, para
inclinarlos a cumplir con este elevado objetivo: la evangelización del mundo.
Todo esto “me es dado a mi”,
como el Señor de todos los que ha resucitado; todo lo cual será puesto por mí a vuestras órdenes. “Por tanto, id”. Pero queda un
Segundo Incentivo: “Y he aquí, yo estoy con vosotros todos los
días” no sólo para siempre, sino sin interrupción, “hasta el fin del mundo”.
Aun así, Señor Jesús, continúa con
nosotros y con todo tu pueblo; haz que tu rostro brille sobre nosotros, que tu
camino sea conocido en la tierra y tu salud salvadora entre todas las naciones.
¡Maranatha! ¡Si, ven Señor Jesús!