} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: CUERPOS ESPIRITUALES

viernes, 4 de septiembre de 2020

CUERPOS ESPIRITUALES

 

1Co 15:44  Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual.

1Co 15:45  Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante.

1Co 15:46  Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual.

1Co 15:47  El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo.



      La palabra “animal” traduce el vocablo griego, psuchikos, que es adjetivo, el que aparece en 1Cor 2:14 (natural).   En forma de sustantivo el vocablo muchas veces se traduce, “alma”, o “vida”. Aquí este adjetivo, que tiene varios sentidos, significa la vida que el hombre tiene en común con los animales. Este “cuerpo psuchikos (animal)” del hombre en esta vida física, al ser sepultado, no se difiere en nada del cuerpo muerto de cualquier animal. Es el cuerpo apropiado para la vida en la carne, el recipiente del psuche y condicionado por él para la existencia aquí. (Claro es que el hombre tiene un “alma”, o “espíritu”, el hombre interior, Rom_7:22; 2Co_4:16, pero este pasaje trata solamente del hecho de que en esta vida el cuerpo que habita el espíritu es mortal, y como el cuerpo de cualquier animal está sujeto en la muerte a la corrupción).  

El cuerpo del hombre de la resurrección se contrasta con el “cuerpo animal” (físico, o natural) de la frase anterior. Este cuerpo va a ser uno adaptado a la existencia en el mundo espiritual que seguirá la vida actual en la carne. No se llama “espiritual” por ser un cuerpo como de fantasma, ni porque tenga que ver con la salvación en el cielo. Se llama así solamente porque va a ser un cuerpo perteneciente a la existencia del más allá, un cuerpo acondicionado por el espíritu para tener las cualidades apropiadas para esa esfera.

         Como todo hombre tiene ahora el cuerpo natural, todo hombre en la resurrección general recibirá el cuerpo espiritual.

         -- Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual - Más conforme al texto griego es el texto que dice, “Si hay un cuerpo natural, también hay un cuerpo espiritual” . La una cosa no es más cierta que la otra. Si el cuerpo natural existe, y nadie lo niega, entonces es cierto que el otro cuerpo, el espiritual, también existirá. Los dos cuerpos son creación de Dios según las necesidades de cada existencia. Si hay un cuerpo natural para este mundo, ciertamente habrá un cuerpo espiritual para el mundo venidero. El cuerpo de este mundo tiene soportes propios para el estado físico, pero el cuerpo espiritual no necesita de tales soportes (por ejemplo, estómago para la comida, 6:13, y sexo para el matrimonio, Luc_20:35), sino que tendrá lo que sea apropiado para el estado futuro. Esta es una revelación de Dios de cosas secretas.

         En este contexto el pneuma (espíritu) suplanta al psuche (alma)

 

Pablo agrega a la cita las palabras “primer hombre”, pues el hombre de la cita fue Adán, y él fue el primero de la raza humana (no hubo ser humano creado antes de Adán), de quien todos los demás hemos recibido un cuerpo físico, o natural. Como él fue dotado de un cuerpo animal (psuchikos), como el representante de la raza humana de él recibimos lo mismo. Lo que aquí Pablo llama “alma viviente” es el “cuerpo animal” del versículo anterior. Gén_2:7 enseña que cuando Dios sopló en el hombre hecho de polvo de la tierra, el hombre llegó a ser “un ser viviente” (un ser animado). Este cuerpo físico está diseñado para satisfacer las condiciones de la vida sobre la tierra.

Ahora, es cierto que el hombre es más que carne y hueso; tiene un alma o espíritu (Mat_10:28; Heb_12:9). No obstante Gén_2:7 no es el pasaje para probar tal afirmación, sino que lo es uno como Gén_1:26-27 (a la imagen y semejanza de Dios). Pablo explica el significado de Gén_2:7 con lo que dice aquí en este pasaje, 15:45.

         -- el postrer Adán, espíritu vivificante - Esta frase no es parte de la cita de Gén_2:7. Cristo es la única persona que se asocia con la raza humana de manera federal como le tocó hacer a Adán. De Cristo, el postrer Adán, el hombre ha de recibir el cuerpo espiritual (pneumatikos), el cual estará diseñado para satisfacer las condiciones de la vida del más allá, después de la resurrección de los muertos.

         Como el cuerpo físico de esta vida se llama el cuerpo animal, y ser viviente, así también el cuerpo glorificado de la resurrección se llama cuerpo espiritual y espíritu vivificante. Como recibimos del primer Adán un ser viviente apropiado para esta vida, recibiremos del postrer Adán un cuerpo espiritual apropiado para el mundo venidero. Considérense Jua_1:4; Jua_5:20-21; Jua_5:26; Jua_11:25; Col_3:21. Adán impartió el cuerpo animal, y Cristo ha de impartir el cuerpo espiritual, dando vida en la resurrección al cuerpo muerto. Cristo (llamado “espíritu” en vista de su carácter dinámico y activo) puede vivificar (Col_3:4; 1Ts_4:16).

         El hecho de que Cristo se llama el “postrer Adán” (Rom_5:14) indica que no habrá otro después de Cristo que se levante para servir de salvador para la raza humana.

Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual - Este versículo sencillamente declara el orden cronológico correcto de las cosas en el plan de Dios para su creación. Primero Adán dio al hombre el cuerpo físico, y después vino Cristo y por su resurrección ha hecho posible el cuerpo espiritual que él dará al hombre en la resurrección.

         Pablo amplia este pensamiento en los próximos dos versículos.

         La primera existencia del hombre comienza con el cuerpo animal derivado (juntamente con su espíritu dado por Dios, Heb_12:9) de la descendencia de Adán, y no con alguna existencia previa en otra forma y de otra fuente. La doctrina de la llamada reencarnación ¡es completamente falsa!

 Así como hay cuerpos físicos visibles y palpables, también los hay espirituales, que son invisibles y están fuera del alcance de los sentidos humanos. (1Co 15:44.) Los cuerpos de los seres espirituales (Dios, Cristo, los ángeles) son gloriosos. “Nadie ha contemplado a Dios nunca.” (1Jn 4:12.) El hombre no puede ver a Dios y vivir. (Éx 33:20.) Cuando el apóstol Pablo tuvo una simple vislumbre de la manifestación de Jesucristo después de haber sido resucitado, cayó al suelo y quedó cegado por el resplandor, de modo que fue necesario un milagro para devolverle la vista. (Hch 9:3-5, 17, 18; 26:13, 14.) De igual manera, los ángeles son mucho más poderosos que los hombres. (2Pe 2:11.) Son seres gloriosos, esplendorosos, y así es como han aparecido cuando se han manifestado en forma física. (Mt 28:2-4; Lu 2:9.) Estos hijos espíritus de Dios tienen una visión suficientemente poderosa como para ver y aguantar el esplendor del Dios Todopoderoso. (Lu 1:19.)

Como no podemos ver a Dios con los ojos corporales, se sirve de ciertas expresiones metafóricas para ayudarnos a entender y apreciar algunos aspectos acerca de sí mismo. La Biblia habla de Él como si tuviera ojos (Sl 34:15; Heb 4:13), brazos (Job 40:9; Jn 12:38), pies (Sl 18:9; Zac 14:4), corazón (Gé 8:21; Pr 27:11), manos (Éx 3:20; Ro 10:21), dedos (Éx 31:18; Lu 11:20), nariz (Eze 8:17; Éx 15:8) y oídos (1Sa 8:21; Sl 10:17). No debe suponerse que posee literalmente estos órganos según los conocemos. El apóstol Juan, que tenía la esperanza de vivir en el cielo, dijo a sus coherederos de vida celestial: “Amados, ahora somos hijos de Dios, pero todavía no se ha manifestado lo que seremos. Sí sabemos que cuando él sea manifestado seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal como Él es”. (1Jn 3:2.) Estos tendrán un cuerpo semejante al “cuerpo glorioso” de Jesucristo (Flp 3:21), que es “la imagen del Dios invisible”, “el reflejo de su gloria y la representación exacta de su mismo ser”. (Col 1:15; Heb 1:3.) Por consiguiente, recibirán cuerpos incorruptibles con inmortalidad inherente, a diferencia de los ángeles y los hombres, que son mortales. (1Co 15:53; 1Ti 1:17; 6:16; Mr 1:23, 24; Heb 2:14.)

 

El cuerpo de carne de Cristo.

 

 Cuando Jesús instituyó la Cena del Señor, ofreció el pan ácimo a sus once apóstoles fieles y dijo: “Esto significa mi cuerpo que ha de ser dado a favor de ustedes”. (Lu 22:19.) Más tarde el apóstol Pedro comentó: “Él mismo  Jesús  cargó con nuestros pecados en su propio cuerpo sobre el madero”.  

Para que Jesús pudiera ser el “último Adán” (1Co 15:45) y ofrecer un “rescate correspondiente” por toda la humanidad, era necesario que fuese un hombre con cuerpo carnal y no una encarnación. (1Ti 2:5, 6; Mt 20:28.) Además, tenía que ser perfecto, pues había de ofrecerse en sacrificio para presentar ante Jehová Dios el precio de compra. (1Pe 1:18, 19; Heb 9:14.) Ningún humano imperfecto podía proveer el precio que se necesitaba. (Sl 49:7-9.) Por esta razón, cuando se presentó para el bautismo con el fin de empezar su derrotero de sacrificio, Jesús le dijo a su Padre: “Me preparaste un cuerpo”. (Heb 10:5.)

En el caso de Jesucristo no se permitió que su cuerpo físico se convirtiese en polvo, como sí había ocurrido con los cuerpos de Moisés y David, hombres que prefiguraron a Cristo. (Dt 34:5, 6; Hch 13:35, 36; 2:27, 31.)  

Después de su resurrección, Jesús se apareció con distintos cuerpos. María le confundió con el hortelano. (Jn 20:14, 15.) En otra aparición, entró en una habitación que tenía las puertas cerradas con llave con un cuerpo que presentaba señales de heridas. (Jn 20:24-29.) Varias veces se le reconoció debido a sus palabras y acciones, no a su apariencia. (Lu 24:15, 16, 30, 31, 36-45; Mt 28:16-18.) En una ocasión, el milagro que se realizó al seguir sus instrucciones abrió los ojos de sus discípulos y le identificaron. (Jn 21:4-7, 12.)  

 Poco antes del Diluvio, los ángeles que “no guardaron su posición original, sino que abandonaron su propio y debido lugar de habitación” se encarnaron y se casaron con esposas humanas. Se ve que estos hijos angélicos de Dios no eran humanos, sino que habían materializado cuerpos físicos, por el hecho de que no se les destruyó en el Diluvio, sino que se desmaterializaron y regresaron a la región de los espíritus. (Jud 6; Gé 6:4; 1Pe 3:19, 20; 2Pe 2:4.)

 

  Jesucristo es la cabeza de “la congregación, la cual es su cuerpo”. (Ef 1:22, 23; Col 1:18.) Este cuerpo cristiano de personas no tiene divisiones raciales, nacionales ni de ninguna otra clase, pues en él están representados judíos y personas de todas las naciones. (Gál 3:28; Ef 2:16; 4:4.) Todos han sido bautizados en Cristo y en su muerte por medio del Espíritu Santo. Por lo tanto, a todos se les bautiza para formar un solo cuerpo. (1Co 12:13.) En consecuencia, todo el cuerpo sigue a la cabeza, sufriendo su misma muerte y recibiendo su misma resurrección.  

El apóstol Pablo asemeja el funcionamiento del cuerpo humano al de la congregación cristiana: los miembros de esta congregación que están vivos sobre la Tierra en cualquier tiempo forman un cuerpo, con Cristo como cabeza invisible. (Ro 12:4, 5; 1Co 12.) Pablo recalca la importancia del lugar que ocupa cada uno de los miembros, su interdependencia, el amor y cuidado que se muestran, así como el trabajo que llevan a cabo. Dios ha colocado a cada uno en su posición en este cuerpo, el cual efectúa lo que es necesario debido a la acción del espíritu santo. Jesucristo, que es la cabeza de todos, suministra a los que componen el cuerpo lo que necesitan por medio de “sus coyunturas y ligamentos”, es decir, los medios y disposiciones para suministrar nutrición espiritual, así como comunicación y coordinación, de modo que “el cuerpo” esté bien alimentado espiritualmente y cada parte esté informada de la tarea que debe realizar. (Col 2:19; Ef 4:16.)

 

Uso adecuado del propio cuerpo.

El cristiano debería apreciar el cuerpo que Dios le ha dado y amarse a sí mismo lo suficiente como para cuidar de su cuerpo de manera apropiada a fin de poder presentarlo en servicio sagrado aceptable a Dios. (Ro 12:1.) Esto requiere hacer uso de la razón y suministrar al cuerpo el alimento y las demás cosas necesarias, así como mantenerlo limpio. No obstante, hay otras clases de cuidado que son aún más importantes y que tienen que ver con la espiritualidad, el buscar el reino de Dios y su justicia y el ejercicio de la rectitud moral. (Mt 6:25, 31-33; Col 2:20-23; 3:5.) El apóstol aconseja: “El entrenamiento corporal es provechoso para poco; pero la devoción piadosa es provechosa para todas las cosas, puesto que encierra promesa de la vida de ahora y de la que ha de venir”. (1Ti 4:8.)

El miembro ungido de la congregación cristiana, el cuerpo de Cristo, que comete fornicación, está quitando un miembro del cuerpo de Cristo y convirtiéndolo en miembro de una ramera. Cualquier cristiano que comete fornicación causa una contaminación moral y también peca “contra su propio cuerpo [carnal]”. Se pone en peligro de ser excluido del cuerpo de Cristo, la organización del templo, y además se expone al peligro de contraer enfermedades asquerosas. (1Co 6:13, 15-20; Pr 7:1-27.) Puede ser que ‘la congregación lo entregue a Satanás para la destrucción de la carne’. (1Co 5:5.)

Los que componen el cuerpo de Cristo, así como las personas dedicadas que se asocian con estos miembros engendrados por espíritu, deben evitar tanto la fornicación física como la de naturaleza espiritual. Las Escrituras llaman “adúlteras” a los que tienen amistad con el mundo. (Snt 4:4.) Jesús dijo de sus discípulos: “Ellos no son parte del mundo, así como yo no soy parte del mundo”. (Jn 17:16.) Por lo tanto, a Jesús le importa mucho que los que componen su cuerpo sean limpios moral y espiritualmente. (Ef 5:26, 27.) Se dice que ‘sus cuerpos han sido lavados con agua limpia’. (Heb 10:22.) Como dice el apóstol Pablo hablando de los esposos, “de esta manera los esposos deben estar amando a sus esposas como a sus propios cuerpos. El que ama a su esposa, a sí mismo se ama, porque nadie jamás ha odiado a su propia carne; antes bien, la alimenta y la acaricia, como también el Cristo hace con la congregación, porque somos miembros de su cuerpo. ‘Por esta razón el hombre dejará a su padre y a su madre y se adherirá a su esposa, y los dos llegarán a ser una sola carne’. Este secreto sagrado es grande. Ahora bien, yo estoy hablando tocante a Cristo y la congregación”. (Ef 5:28-32.)

 

 

 

 

 

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