Mat 11:25 En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños.
Mat 11:26 Sí, Padre, porque así te agradó.
Mat 11:27 Todas las cosas me fueron entregadas por mi
Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino
el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.
Mat 11:28 Venid a mí todos los que estáis trabajados y
cargados, y yo os haré descansar.
Mat 11:29 Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended
de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso
para vuestras almas;
Mat 11:30 porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga. (RV1960)
Aquí
Jesús está hablando por propia experiencia, la experiencia de que los rabinos y
los sabios de Su tiempo Le rechazaban, mientras que las personas sencillas Le
aceptaban. Se refiere a los escribas, fariseos, los demás líderes de entre los
judíos que se creían ser los sabios y entendidos. 1Co_1:1-31, “21 Pues ya que en la sabiduría de
Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a
los creyentes por la locura de la predicación”. Muchos de los muy sabios del
mundo (egresados de las universidades con títulos) son incrédulos. ¿Cómo se
esconde el evangelio de ellos? Solamente en el sentido de que para ellos el
evangelio es despreciativo. Esta misma verdad se enseña en Mat_13:1-58, “10 Entonces, acercándose los
discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas? 11 El respondiendo,
les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los
cielos; mas a ellos no les es dado. 12 Porque a cualquiera que tiene, se le
dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado 13
Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni
entienden. 14 De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo:
De oído oiréis, y no entenderéis; Y viendo veréis, y no percibiréis. 15 Porque
el corazón de este pueblo se ha engrosado, Y con los oídos oyen pesadamente, Y
han cerrado sus ojos; Para que no vean con los ojos, Y oigan con los oídos, Y
con el corazón entiendan, Y se conviertan, Y yo los sane”. Jesús habló en
parábolas y después las explicó a sus discípulos, y los incrédulos (insinceros)
no entendían nada porque no querían entender.
A los intelectuales no les decía nada, pero los
humildes Le recibían. Debemos hacer lo posible por entender lo que Jesús quería
decir aquí. Está muy lejos de condenar la actividad intelectual; lo que condena
es el orgullo intelectual. «El
corazón, no la cabeza, es el hogar del Evangelio.» No es la inteligencia lo
que le cierra la puerta, sino el orgullo. No es la necedad lo que le admite,
sino la humildad. Uno puede ser tan sabio como Salomón; pero si no tiene
sencillez, confianza e inocencia, se excluye a sí mismo.
Desde luego, Jesús no habla de infantes
literales, sino de sus discípulos. Nos llama niños porque como los niños
dependen de sus padres para todo, nosotros dependemos de Dios para todo.
Mat_18:1-35, “2 Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, 3 y
dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no
entraréis en el reino de los cielos. Mar_10:15; Luc_18:17. 4 Así que,
cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los
cielos. 5 Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este (es decir, a
un discípulo de Cristo, Mat_25:31; Gál_4:14; Col_4:10), a mí me recibe”. Es
cierto que los niños tienen características que no debemos imitar (11:16;
1Co_14:20; Efe_4:14), pero tienen muchas características que sí debemos imitar:
la humildad (dependencia), pureza, sencillez, prontitud para perdonar y olvidar
ofensas, son dóciles y quieren aprender. Por lo tanto, el evangelio se revela a
tales personas de nobleza (Hch_17:11). La Biblia es para todos. La predicación
es para todos. No es que Dios haya rehusado que los sabios de este mundo tengan
Biblias. No manda que no prediquemos el evangelio a ellos. Eso no es el punto.
Lo que Jesús dice tiene que ver con la recepción de parte de ellos del
evangelio. Al rechazarlo ellos es como si Dios no se lo revelara.
Nos contentamos con la revelación (las
Escrituras) para nuestro conocimiento del Hijo y del Padre y del Espíritu
Santo. No conviene afirmar nada acerca de Dios que no sea revelado en las
Escrituras. La fe del discípulo de Cristo no se basa en especulaciones y credos
humanos, sino en la revelación que Dios nos ha dado.
Sin
embargo, este texto se ha citado para criticar a los que defendemos la Deidad
de Cristo, pero la defendemos porque muchos enseñan error (modernismo) sobre
este tema. No sólo los testigos del Atalaya y los “sólo Jesús” y otros
sectarios, sino también algunos hermanos en Cristo, pues dicen que cuando Jesús
vino al mundo se despojó del uso de los atributos divinos y que no usó
(demostró) ningún atributo divino ni una sola vez durante su vida aquí en la
tierra. Esto niega Jua_20:31. También niega que Cristo perdonó pecados por su
propia autoridad (Mat_9:6) y niega que Cristo era adorado por varias personas
(Mat_2:2; Mat_28:17; Jua_9:38, etc.). Es un error grave enseñar que debemos ser
indiferentes hacia la controversia sobre la Deidad de Cristo, porque hay
modernismo en la predicación de algunos hermanos y si logran destruir la fe de
algunos en la Deidad de Cristo, destruyen también su esperanza de la salvación
eterna .
Imaginemos lo difícil de tener audiencia con
algún rey, presidente o gobernador! Pero Jesús, el Rey de reyes, invita a todos
los que estamos trabajados y cargados
(no sólo con cargados con pecados y preocupaciones, sino también con leyes y
tradiciones humanas, Mateo_15:1-9; Mateo_23:3-4),
y yo os haré descansar (nos
perdona los pecados cuando obedecemos al evangelio y nos da limpia conciencia y
paz en el alma) En base a lo que Jesús acaba de decir en el v 27 Él tiene
autoridad para invitar a todos a su salvación. El “yugo” de Jesús es su
autoridad (su ley, su enseñanza). Llevar su yugo significa hacer su voluntad,
someterse a su mandamiento. Es un yugo “fácil”, es decir, bien acomodado, porque sus
mandamientos “no son gravosos” (1Juan_5:3).
Cristo es manso y humilde de corazón en su gobierno. No es cruel, abusivo,
injusto, opresivo.
El descanso que Jesús promete es paz con Dios, no
el que uno tenga que dejar todo esfuerzo. Una relación con Dios transforma un
trabajo cansador y sin sentido en productividad espiritual con propósito sólo
aquí.
Ni tenemos que temer su yugo. Sus mandamientos
son santos, justos y buenos. Requiere negarse a sí mismo y trae dificultades,
pero esto es abundantemente recompensado, ya en este mundo, por la paz y el
gozo interior. Es un yugo forrado con amor. Tan poderosos son los socorros que
nos dan, tan adecuadas las exhortaciones, y tan fuertes las consolaciones que
se encuentran en el camino del deber, que podemos decir verdaderamente, que es
un yugo grato. El camino del deber es el camino del reposo. Las verdades que
enseña Cristo son tales que podemos aventurar por ellas nuestra alma.
Tal es la misericordia del Redentor, y ¿por qué
debe el pecador laborioso y cargado buscar reposo en alguna otra parte? Vamos
diariamente a Él en busca de la liberación de la ira y de la culpa, del pecado
y de Satanás, de todas nuestras preocupaciones, temores y dolores. Pero la
obediencia forzada, lejos de ser fácil y liviana, es carga pesada. En vano nos
acercamos a Jesús con nuestros labios mientras el corazón esté lejos de Él.
Entonces, venid a Jesús para hallar reposo para vuestras almas.
Hay tres razones por las cuales nos conviene
aprender de Jesús. En primer lugar, el aliciente de su carácter. Él es manso
y humilde de corazón en contraste con los sabios y entendidos. Las
cualidades de carácter que demanda de sus seguidores (Hebreos_5:3-5),
Jesús mismo las demostró en su vida. El segundo aliciente para aprender de
Jesús es que hallaremos descanso para nuestras almas. El promete paz y
tranquilidad en el corazón de sus seguidores, lo cual da como resultado
descanso espiritual (Juan_14:27). La tercera
razón es que su yugo es fácil, y su carga ligera.
Las demandas de Jesús no son livianas (Juan_16:24),
pero son justas y soportables. El provee la fortaleza espiritual por el
Espíritu Santo para cumplir todas las demandas. Por esta razón sus mandamientos
no son gravosos (1Juan_5:3). En el original,
“fácil” significa “bueno, bondadoso”. Es un yugo ajustado a nuestro “cuello” de
modo que no produce molestias ni roces. “Ligera” significa “liviano, no
aplastante”. El yugo literal de bueyes, tiene lugar para dos. La figura permite
la idea de que al lado del discípulo, Jesús está en el yugo llevando la mayor
parte de la carga.
Jesús tiene un yugo llevadero. Es un yugo que se
adapta bien, se ciñe ajustado y se amolda fácilmente alrededor de la nuca.
Aunque tiene exigencias duras, y enseña la ley de una forma mucho más radical
(sermón de la montaña), este yugo de Jesús es provechoso al hombre. No le causa
heridas con el roce, y el hombre no se desuella sangrando. «Sus mandamientos no
son pesados» porque son sencillos y
sólo exigen entrega y amor. No obstante la voluntad de Dios es un yugo y una
carga. Pero se vuelven ligeros si se hace lo que dice Jesús: Aprended de mí.
Jesús también lleva las dos cosas: su misión para él es yugo y peso: Con todo,
él los ha aceptado como siervo humilde de Dios. Se ha hecho inferior y cumple
con toda sumisión lo que Dios le ha encargado, se hace servidor de todos.
Aunque el Padre se lo ha entregado todo, se ha hecho como el ínfimo esclavo. Si
se acepta así el yugo de la nueva doctrina, entonces se cumple la promesa: y
hallaréis descanso para vosotros. Este descanso no es la tranquilidad
adormecedora del bienestar burgués o la paz fétida con el mal (Jesús ha hablado
de la espada Ezequiel_10:34). Jesús promete el descanso
para el lastre abrumador de la vida cotidiana, para el cumplimiento de la
voluntad de Dios en todas las cosas pequeñas. El que vive entregándose a Dios,
y ejercita incesantemente el amor, es levantado interiormente y se serena.
Nuestra fe nunca puede convertirse en carga agobiante, en el yugo que nos cause
heridas con el roce. Entonces se apreciaría la fe de una forma falsa. Si se
procura realmente cumplir los mandamientos de Dios, entonces el yugo de Jesús
nunca es una fuente menguante de consuelo y de apacible serenidad. En esto
tendría que ser posible conocer al discípulo de Jesús.
¡Maranata!
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