} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 2025

domingo, 20 de abril de 2025

MEDITANDO SOBRE LA RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO (final)

 

 

LA RESURRECCIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

 

"Pasado el día de reposo, al amanecer del primer día de la .semana, vinieron María Magdalena y la otra María, a ver el sepulcro. Y hubo un gran terremoto; porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella. Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve. Y de miedo de él los guardas temblaron y se quedaron como muertos. Mas el ángel respondiendo, dijo a las mujeres: No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor. E id pronto y decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos, y he aquí va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis. He aquí, os lo he dicho.

Entonces ellas, .saliendo del sepulcro con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos. Y mientras iban a dar las nuevas a los discípulos, he aquí, Jesús les salió al encuentro diciendo: ¡Salve! Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron. Entonces Jesús les dijo: No temáis; id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán" (Mateo 28:1 10).

 

A primera vista a uno le puede parecer extraño que nuestro Señor Jesús, queriendo dar evidencias de su resurrección, apareció más bien a mujeres que a sus discípulos. Pero en esto tenemos que considerar que él quería demostrar la humildad de nuestra fe. Porque no tenemos que estar basados en la sabiduría humana, sino que tenemos que recibir en absoluta obediencia lo que sabemos, reconociendo que procede de él. Por otra parte, no hay duda de que quiso castigar a sus discípulos, enviándoles mujeres para instruirlos, ya que la instrucción que ellos habían recibido de sus propios labios, llegado el momento de la prueba no les había aprovechado. Porque, vean cómo fueron dispersados. Abandonan a su Maestro; están turbados por el temor. ¿Y qué bien les hizo el haber estado más de tres años en la escuela del Hijo de Dios? Entonces, semejante cobardía merecía un gran castigo, incluso el de ser totalmente privados del conocimiento que habían recibido anteriormente, ya que, por así decirlo, lo habían pisoteado con sus pies y sepultado. Ahora, nuestro Señor Jesús no quiso castigarlos severamente, sino que, para mostrarles su falta mediante una gentil corrección, designó a unas mujeres para que fuesen sus maestros.

De antemano habían sido acogidos para publicar el evangelio a todo el mundo (realmente son los primeros maestros de la Iglesia), pero puesto que fueron tan cobardes, al extremo de estar tan atónitos que incluso su fe resultó aplacada, ahora es totalmente correcto que sepan que no son dignos de oír ninguna enseñanza de la boca de nuestro Señor Jesucristo. Noten entonces, por qué son enviados de vuelta a las mujeres, hasta tanto hayan reconocido mejor sus faltas, y Jesucristo los haya restaurado a su posición y privilegio, pero por gracia. Además, en general todos nosotros somos exhortados a recibir el testimonio que nos es enviado por Dios, aun cuando las personas que hablan sean de poca importancia, o carentes de crédito o reputación en los ojos del mundo. Como de hecho ocurre cuando un hombre es elegido o nombrado para ser un notario público, o un empleado público, lo que haga será recibido como auténtico. Nadie diría esto o aquello para contradecirle. Porque el oficio le otorga respeto entre los hombres. Y, acaso tendrá Dios menos preeminencia que los príncipes terrenales cuando solamente ordena a los que él quiere como testigos suyos, de quienes uno recibe, sin contradicción o réplica lo que él quiere decir? Ciertamente, es preciso que sea así a menos que queramos ser rebeldes contra Dios mismo. Esto, entonces, tenemos que recordar en primer lugar.

Además notemos también que si bien nuestro Señor Jesucristo apareció a las mujeres, y estas recibieron el primer grado de honor, él mismo ofreció suficiente testimonio de su resurrección, de manera que si no cerramos nuestros ojos, ni nos tapamos nuestros oídos y por cierta malicia nos endurecemos y volvemos estúpidos, tenemos una certeza abundante de este artículo de la fe, puesto que también es de gran importancia. Porque cuando San Pablo refuta la incredulidad de aquellos que aun dudaban de que Jesús había sido levantado, no sólo menciona a las mujeres, sino que menciona a Pedro y Santiago, luego a los doce apóstoles, luego a más de quinientos discípulos a quienes apareció nuestro Señor Jesús. Cómo, entonces, podríamos excusar nuestra malicia y rebelión si no damos crédito a más de quinientos testigos que fueron escogidos para ese propósito, no de parte del hombre, sino por la soberana majestad de Dios. Y no fue solamente una vez que nuestro Señor Jesús ley, declaró que vivía, sino muchas veces. De esa manera, lo que dudaron los apóstoles y la incredulidad de ellos, debería servirnos como mayor confirmación. Porque si a la primera aparición hubieran creído en la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, uno podría argumentar diciendo que fue demasiado simple. Pero ellos son tan lentos que Jesucristo tiene que amonestarlos por ser personas testarudas, carentes de fe, con la mente tan pesada y obesa que no entienden nada. Entonces, cuando los apóstoles demuestran estar tan poco preparados para recibir este artículo de fe, ello debería aumentar tanto más nuestra certeza. Porque el hecho de que este artículo les ha sido impuesto como por la fuerza, es buena razón para que nosotros sigamos ahora. Como dice: "Tomás, tú has visto, y por eso has creído, pero bienaventurados aquellos que creen sin haber visto." Entonces, ahora, cuando dice así que nuestro Señor Jesús apareció a dos mujeres, pensemos también en lo que se dice en los otros pasajes de Pablo, para saber que no tenemos por qué tropezar ante aquellos que hablan para dar crédito a lo que dicen conforme a la importancia o condición de sus personas; en cambio deberíamos elevar nuestros ojos y nuestros sentidos para sujetarnos a Dios, que bien merece tener completa superioridad sobre nosotros, y para ser cautivos bajo la palabra suya. Porque si no nos dejamos enseñar ciertamente nunca obtendremos provecho de la enseñanza del Evangelio. Y si recibimos lo que Dios declara y nos testifica, no debemos considerarlo como una necedad. Porque cuando por la obediencia hayamos aprendido a aprovechar en su escuela y en la fe, entonces sabremos que la perfección de toda sabiduría es que seamos así, obedientes a él.

Vengamos ahora a esta historia que aquí se nos narra. Dice que "María Magdalena vino con sus compañeras, el primer día de los sábados, al sepulcro," es decir, el primer día de la semana. Porque los judíos guardan el sábado, al que llaman sabath, como día de descanso, puesto que también es eso lo que la palabra significa; luego, a los siguientes días de la semana los llaman primer día después del sabath, segundo día, etc. Ahora bien, puesto que cuentan el comienzo del día partiendo desde la puesta del sol, dice que las Marías compraron ungüentos aromáticos cuando hubo pasado el sabath y que hicieron preparativos para venir al sepulcro el siguiente día. Y no eran solamente dos. Es cierto que San Juan solamente menciona a María Magdalena. San Mateo menciona a dos de ellas, y por San Lucas vemos que allí hubo un grupo numeroso. Pero todo esto concuerda muy bien. Porque María Magdalena era quien guiaba, y la otra María es mencionada explícitamente aquí porque era quien le seguía más de cerca. Mientras tanto, numerosas mujeres vinieron para ungir el cuerpo de nuestro Señor Jesús, y es notable que diga que vinieron para saber si habría acceso y entrada al sepulcro. Es por eso que se identifica particularmente a dos.

Mateo agrega que el ángel les apareció mientras las dos estaban allí. Pero como solamente una de ellas habló, es que ella es mencionada de manera especial. Finalmente, cuando se alejan, se encuentran con nuestro Señor Jesús quien las envía a sus discípulos para que todos se reúnan en Galilea. Allá quiere mostrarles su resurrección, el motivo es que la ciudad de Jerusalén se ha privado por su maldad de tal testimonio. Es cierto que la Fuente de la vida todavía está allí, porque de ella procedía la ley y la palabra de Dios, pero entre tanto nuestro Señor Jesús no quiso revelarse en esa ciudad a sus discípulos, puesto que la maldad allí todavía era tan reciente. Por otra parte él quería operar conforme a la dureza del corazón de ellos. Porque realmente estaban capturados por el asombro de modo que el sentido de la vista no habría sido suficiente; era preciso tomarlos aparte, y manifestarse a ellos de tal manera que quedase plenamente convencido.

Ahora bien, aquí vemos nuevamente que a las mujeres nombradas todavía no les es permitido adorar a nuestro Señor Jesucristo como a su Maestro, si bien ellas estaban apenadas por su muerte. En consecuencia bien podemos deducir que la palabra de Dios siempre estuvo implantada en sus corazones. Porque si bien su fe era débil, ellas van al sepulcro en busca de nuestro Señor Jesús. También hay en ellas cierta ignorancia que no puede ser excusada. Porque ya tendrían que haber elevado su espíritu, esperando la resurrección que les había sido prometida, y a la que estaba especialmente asignado el tercer día. Entonces, estuvieron tan ocupadas que no entendieron lo principal, es decir, que nuestro Señor Jesús tenía que tener victoria sobre la muerte a efectos de adquirir vida y salvación para nosotros. Digo que eso es lo principal porque sin ello el Evangelio no sería nada como dice San Pablo y nuestra fe quedaría totalmente destruida. De manera que estas pobres mujeres, por mucho que puedan conocer el evangelio que les ha sido predicado, sabiendo que es la pura verdad, no obstante, están tan apenadas y confundidas que no entienden que él debía resucitar, y por eso vienen al sepulcro con sus ungüentos aromáticos. Allí hay entonces una falla que debe ser condenada. De todos modos su servicio es aceptable a Dios porque hasta tanto él las corrija, excusa su asombro. En esto notemos que cuando nuestro Señor aprueba lo que hacemos, todavía no tenemos que acreditarlo a nosotros mismos, diciendo que lo hemos merecido, cuando, muy por el contrario, es por su gracia abundante que él reconozca aquello que era indigno de ser ofrecido a él. Porque siempre habrá ocasión de condenar nuestras obras cuando Dios las examine estrictamente, ya que siempre estarán contaminadas con alguna mancha. Pero Dios nos protege y no rechaza lo que traemos para ofrecerle, no importa la debilidad o falla que pueda haber, viendo que todo es purificado por la fe y que no es sin causa que seamos aceptables a él en Jesucristo. Esto es entonces, lo que tenemos que observar.

Por otra parte, reconozcamos también que en el sepulcro de nuestro Señor Jesucristo tiene que haber habido otra fragancia, mucho mejor, mucho más intensa, que la de estos ungüentos que se mencionan. Ya hemos dicho que los judíos estaban acostumbrados a ungir el cuerpo a efectos de ser confirmados en la esperanza de la resurrección y de la vida celestial. Era para demostrar que los cuerpos no se descomponen a tal extremo que no puedan ser preservados hasta el día final de manera que Dios pueda restaurarlos. Pero el cuerpo de nuestro Señor Jesucristo tenía que ser exceptuado de toda descomposición. Ahora bien, las especias no podían lograr eso, pero, puesto que se había declarado que Dios no permitiría que su santo y divino viera corrupción, es que por un milagro nuestro Señor Jesús fue preservado de toda descomposición. Además puesto que él fue exceptuado de la corrupción, nosotros ahora estamos ciertos y seguros de la gloria de la resurrección, que ya se nos apareció en su persona. Entonces, ahora vemos que la fragancia del sepulcro y de la resurrección de nuestro Señor .Jesucristo ha llegado incluso hasta nosotros, de manera que podamos ser vivificados por ella. Ahora bien, ¿qué sigue entonces? Pues, que ya no vamos a ver el sepulcro como estas mujeres, por cuya ignorancia y debilidad somos ayudados, sino que nos elevamos, puesto que desde allí nos llama e invita, puesto que nos ha mostrado el camino, y puesto que nos ha declarado haber tomado posesión de su reino celestial para prepararnos un lugar y un sitio cuando por la fe lo hallemos allí.

Pero también tenemos que notar lo que agrega Mateo: El ángel, dice Mateo, apareció y atemorizó a los guardas de tal manera que se volvieron como hombres muertos. Las mujeres se atemorizaron de la misma manera, pero después de eso el ángel les administró el remedio. "En cuanto a ustedes," dijo, "no teman, porque ustedes buscan a Jesús, el que fue crucificado. Ha resucitado, como lo había dicho." Aquí vemos cómo Dios acepta el afecto y celo de estas mujeres de manera que, no obstante, él corrige aquello que desaprueba. Quiero decir que lo corrige por boca del ángel, el cual está en su nombre. Hemos dicho que es por bondad singular que Dios recibe nuestro servicio siendo este imperfecto, aunque podría aborrecerlo. Entonces él recibe de nosotros aquello que carece de valor, así como un padre recibirá de sus hijos lo que de otra manera sería considerado como desecho y una chanza. He aquí, digo, qué generoso es Dios hacia nosotros. Pero, por otra parte, es cierto que él no quiere que los hombres se alegren o tomen a la ligera sus faltas. Por eso el ángel corrige esta falta de parte de las mujeres. Aunque su intención es buena, todavía son condenadas por su falta particular. Por eso San Lucas informa que fueron amonestadas más severamente. "¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?"

Pero aquí tenemos que observar que los guardas, como hombres incrédulos y malvados, sin temor de Dios ni de la religión, fueron presa del temor, incluso es posible que realmente un espíritu de enajenamiento se haya posesionado de ellos. Las mujeres, ciertamente están atemorizadas, pero inmediatamente reciben consuelo. He aquí entonces, cuán terrible es la majestad de Dios para aquellos a quienes les es manifestada. Es por eso que percibimos nuestra debilidad cuando Dios se declara a nosotros, y porque primero estábamos inflados de presunción y tan osados que ya no creíamos ser hombres mortales; cuando Dios nos da alguna señal de su presencia, necesariamente tenemos que ser abatidos y conocer cuál es nuestra condición, es decir, que solamente somos polvo y ceniza, que todas nuestras virtudes solamente son humo que se vuela y se desvanece. Entonces, esto es común a todos, sean buenos o malos. Además, cuando Dios ha aterrorizado así a los incrédulos, los deja allí como hombres rechazados, porque no son dignos de experimentar de ninguna manera su bondad. Por eso también huyen de su presencia, se enojan y crujen sus dientes y están tan enardecidos que pierden todo sentido y razón, convirtiéndose en personas totalmente embrutecidas. Los fieles, habiendo sido embrutecidos, se levantan y toman coraje, porque Dios los consuela y les da gozo. Entonces, este temor, que los fieles sienten en la presencia de la majestad de Dios no es otra cosa sino el primer paso en humildad a efectos de rendirle el homenaje debido a él, y a efectos de someterse a él, sabiendo que no son nada, a efectos de buscar solamente en él todo su bien.

Es por esto entonces, que el ángel dice: "No temáis." Esta palabra es digna de ser notada. Porque incluso es como si hubiera dicho, "Dejo esta gentuza en su confusión, porque no son dignos de misericordia alguna, pero ahora me dirijo a ustedes y les traigo un mensaje de gozo. Queden entonces, libradas de este temor puesto que buscan a Jesucristo." Puesto que esto es cierto, aprendamos a buscar a nuestro Señor Jesús, no (como he dicho) en una dureza de corazón como la de estas mujeres de las que se habla aquí (puesto que tampoco ya no hay motivos para ir al sepulcro a buscarlo), sino con fe acercándonos directamente a él, sinceramente. Y al hacerlo así tengamos la seguridad de que este mensaje nos pertenece a nosotros y es dirigido a nosotros. Tenemos que venir osadamente y sin temor, pero no en forma irrespetuosa (porque tenemos que ser tocados por el temor a efectos de adorar la majestad de Dios). Pero, de todas maneras, que no estemos atemorizados como vencidos por la desconfianza. Sepamos, entonces, que el hijo de Dios se adaptará a nuestras limitaciones cuando con fe nos acercamos a él, y aun hallaremos motivos en él para nuestra consolación y regocijo, ya que es para provecho y salvación nuestra que él ha adquirido el señorío y dominio sobre la vida celestial.

De todos modos, las mujeres se alejaron con gran gozo y gran temor. Aquí se demuestra otra vez la debilidad de la fe de ellas. He dicho que el propósito al cual aspiraban era bueno, pero no fueron por el buen camino según lo aprendemos de su cobardía, y del hecho de que no podían decidirse a creer o a no creer en la Resurrección. Aunque habían oído hablar muchas veces de ella, con todo, no logran conquistar sus sentimientos para llegar a una conclusión final de que ya no es necesario buscar a nuestro Señor Jesús en el sepulcro. Noten, entonces, el origen de este temor. Así vemos que es un sentimiento equivocado. Es cierto (como ya he sugerido) que debemos temer a Dios para rendirle la reverencia correspondiente a su majestad, y obedecerle y estar totalmente humillados, de manera que él sea exaltado en su gloria; debemos mantener cerrada toda boca, para que solamente él sea reconocido como justo, sabio y todopoderoso. Pero este temor que se menciona aquí, es, en segundo lugar, malo y digno de condenación, porque es causado por la confusión de estas pobres mujeres. Porque, si bien pueden ver y oír hablar al ángel, les parece que casi es como un sueño. Ahora, por medio de esto se nos advierte que Dios obra con tanta frecuencia en nosotros porque no percibimos si hemos aprovechado o no. Porque es tanta la ignorancia que hay en nosotros, que realmente son nubes las que nos impiden venir a la claridad perfecta, en cambio estamos enredados en muchas fantasías. En resumen, pareciera que toda la enseñanza de Dios es prácticamente inútil. Sin embargo, descubrimos que hay cierta aprehensión en ello, que nos hace sentir que Dios ha obrado en nuestro corazón. Aunque solamente tengamos una pequeña chispa de gracia, no nos desanimemos. Oremos más bien que Dios añada a lo pequeño que ha comenzado, y que nos haga roer, y que nos confirme, hasta que seamos traídos a la perfección de la cual aun estamos muy lejos. Si bien el hecho de que las mujeres estaban tan ocupadas por el temor y el gozo, fue condenado como una falta, vemos que Dios siempre las gobernó por medio de su Espíritu Santo, y que este mensaje que les fue fue llevado por el ángel no resultó totalmente inútil.

Ahora tenemos que continuar. Nuestro Señor Jesús les apareció en el camino les dijo: “No temáis, sino id, digan a mis hermanos que se reúnan en Galilea, allí me verán." En este pasaje vemos aun mejor cómo el Hijo de Dios nos atrae gradualmente a sí mismo hasta que somos confirmados totalmente, puesto que esa es nuestra necesidad. Seguramente fue suficiente que las mujeres oyeran el mensaje por boca del ángel puesto que llevaba las marcas de haber sido enviado por Dios. Su rostro era como un relámpago. Es cierto que la blancura de un manto y cosas semejantes no expresan vívidamente la majestad de Dios. Sin embargo, estas mujeres tenían un testimonio muy seguro de que quien les hablaba no era un hombre mortal, sino un ángel celestial. Entonces, este testimonio bien podría haber sido suficiente para ellas, pero de todos modos, la certeza fue tanto mayor cuando vieron a nuestro Señor Jesús, al que primero habían reconocido como el Hijo de Dios y su verdad inmutable. Esto es, entonces, para ratificar más plenamente lo que antes habían oído por boca del ángel. Y es también así cómo nosotros crecemos en la fe. Porque al principio no conocemos ni el poder ni la eficacia que hay en la palabra de Dios. Pero si alguien nos enseña, y nos enseña bien, aprendemos un poco, aunque todavía es prácticamente nada.

Pero poco a poco, por medio del Espíritu Santo la enseñanza hace su impresión sobre nosotros, y al final nos demuestra que es él quien habla. Entonces estamos convencidos de modo que no solamente poseemos cierto conocimiento, sino que estamos de tal manera persuadidos que el diablo, ideando todo lo posible, no puede sacudir nuestra fe, ya que estamos convencidos de esto: que el Hijo de Dios es nuestro Maestro y estamos apoyados en él, sabiendo que tiene total maestría sobre nosotros, y que él merece una autoridad plenamente soberana. Es lo que vemos en estas mujeres. Es cierto que Dios no obra en todos de la misma manera. Algunos desde el mismo comienzo se sentirán tan atraídos que percibirán que Dios ha actuado con poder extraordinario en favor de ellos. Pero muchas veces seremos enseñados de tal modo que se exhibirán claramente nuestra rudeza y debilidad, de modo que por causa de ello seremos amonestados tanto más a glorificar a Dios y a reconocer que todas las cosas nos provienen de él.

Consideremos ahora esta palabra que hemos citado: "Id, y decid a mis hermanos que se reúnan en Galilea." Vemos que aquí el Hijo de Dios apareció a María y a sus compañeras no solamente para revelarse a siete u ocho, sino que quería que este mensaje fuese publicado a los apóstoles, para que ahora nos pueda ser comunicado a nosotros, para que tengamos parte en él. En efecto, sin ello, ¿qué provecho tendría para nosotros esta historia de la Resurrección? Pero cuando dice que el Hijo de Dios se ha manifestado de tal manera a sí mismo, y que quiso que el fruto de ello fuera comunicado a todo el mundo, el propósito es que obtengamos un concepto tanto mejor. De manera que, entonces, estemos seguros que la intención de nuestro Señor Jesús es que pudiéramos tener la certeza de su resurrección, porque en ella descansa toda la esperanza de nuestra salvación, porque en ella descansa toda la esperanza de nuestra salvación y de nuestra justicia, si realmente sabemos que nuestro Señor Jesús se ha levantado. Con su muerte y pasión no solamente nos ha purgado de toda nuestra suciedad, sino que no podía permanecer en ese estado de debilidad. Tenía que demostrar el poder de su Espíritu Santo, y mediante la resurrección de los muertos tenía que ser declarado Hijo de Dios, como también lo dice San Pablo tanto en el primer capítulo de Romanos como en otros pasajes. Así que ahora nosotros tenemos que estar seguros de que nuestro Señor Jesús, habiendo resucitado, quiere que vengamos a él y que el camino puede ser abierto para nosotros. Y él no espera hasta que nosotros le busquemos, sino que ha provisto para que pudiéramos ser llamados por medio de la predicación del evangelio, y para que este mensaje pudiera ser pronunciado por boca de sus heraldos a quienes él ha elegido y escogido. Siendo esto así, reconozcamos que en el día de hoy participamos de la justicia que tenemos en nuestro Señor Jesucristo, para llegar a la gloria celestial, puesto que él no quiere ser separado de nosotros.

Y es por eso que a sus discípulos los llama sus hermanos. Por cierto, este es un título honroso. Y por eso fue reservado para aquellos a quienes nuestro Señor Jesús había comprometido para ser sus siervos. Y no hay duda que utilizó esta palabra para mostrar la relación fraternal que quería mantener hacia ellos. De la misma manera también está unido a nosotros, tal como lo declara mejor Juan. En efecto, somos conducidos a lo que dice en el Salmo 22, del que proviene este pasaje: Yo declararé tu nombre a mis hermanos, pasaje que el apóstol, refiriéndose a la persona de nuestro Señor Jesucristo, no solamente incluía a los doce apóstoles llamándolos hermanos de Jesucristo, sino que concede el título a todos nosotros era general quienes seguimos al Hijo de Dios; él quiere que nosotros participemos en un honor tan grande. Es por eso también que cuando nuestro Señor Jesús dice: "Voy a mi Dios y a vuestro Dios, a mi Padre y a vuestro Padre," no es algo dicho a un pequeño número de personas, era dirigido a toda la multitud de creyentes. Ahora bien, nuestro Señor Jesús, si bien es nuestro Dios eterno, no obstante se humilla en su condición de Mediador para estar cerca de nosotros, y de tener todas las cosas en común con nosotros, esto es, con respecto a su naturaleza humana. Pues, aunque por naturaleza es el Hijo de Dios y nosotros somos solamente adoptados, y esto por gracia, aun así este compañerismo es permanente, y aquel que es el Padre de nuestro Señor Jesucristo, por medio suyo también es nuestro Padre, ciertamente, en diferentes pactos. Porque nosotros no necesitamos ser elevados a la misma altura que nuestra Cabeza. Aquí no debe haber ninguna confusión. Si en un cuerpo imano la cabeza no estuviera encima de todos los miembros, el cuerpo sería una monstruosidad, sería una masa confusa. También es razonable que nuestro Señor Jesús conserve su posición soberana, puesto que él es el único Hijo de Dios, es decir, por naturaleza. Pero esto no impide que nosotros estemos unidos en hermandad, de manera que podamos invocar osadamente a Dios con la plena confianza de recibir respuesta de él, ya que tenemos acceso personal y familiar a él. Entonces vemos lo que significa esta palabra usada por Jesús al amar hermanos a sus discípulos; es decir, los hizo para que hoy tengamos este privilegio con ellos, a decir, por medio de la fe. Y ello no reduce el poder y la Majestad del Hijo de Dios, al unirse con criaturas tan miserables como lo somos nosotros; él realmente está dispuesto a ser clasificado con nosotros. Tanto más debiéramos llenarnos de gozo, viendo la bondad que exhibe, viendo que al resucitar de la muerte él nos ha adquirido la gloria celestial, adquisición para la cual se humilló a sí mismo, sí, dispuesto incluso a ser como nada. Ahora bien, a que nuestro Señor Jesús condesciende a reconocernos como sus hermanos, de lanera que tengamos acceso a Dios, procedamos nosotros a buscarle, y a venir a él en plena confianza, siendo tan cordialmente invitados. Esto significa, como alguien podría llegar a decir, que no solamente usa el lenguaje para atraernos, ¡no que también agrega el sacramento, a efectos de ser guiados conforme a nuestra capacidad de seguir. Y, en efecto, por muy débiles y lentos que seamos, o podemos excusar nuestra pereza si no venimos a nuestro Señor Jesucristo. aquí está la mesa que él ha preparado para nosotros. ¿Y con qué propósito? No es para satisfacer nuestros cuerpos y nuestros vientres, aunque inclusive en eso nos declara tener un cuidado paternal de nosotros, y nuestro Señor Jesucristo demuestra ser realmente la vida del mundo. Si diariamente tenemos nuestro descanso y alimento, aun en ello nos declara nuestro Señor Jesús su bondad. Pero en esta mesa, puesta aquí para nosotros, nos muestra una consideración especial, porque es para mostrarnos que somos hermanos de nuestro Señor Jesucristo, esto significa que así como nos ha unido a sí mismo (como él lo firma en el capítulo 17 de Juan) así también nos ha unido a Dios su Padre, aclarando plenamente ser nuestra carne y bebida, para que seamos alimentados con su propia sustancia, para tener toda nuestra vida espiritual en él. Y eso es más que si nos llamara cien veces hermanos suyos.

De manera entonces, comprendamos la unidad que tenemos con nuestro Señor Jesucristo, es decir, que él está dispuesto a tener una vida común con nosotros, y que lo suyo pueda ser nuestro, que incluso quiere habitar en nosotros, no imaginariamente, sino de hecho; no en forma terrenal, sino espiritual; y que, en todo caso obra de tal manera por el poder de su Espíritu Santo que somos unidos él más que los miembros de un cuerpo. Y así como la raíz de un árbol envía u sustancia y poder a través de todas las ramas, también nosotros obtenemos la sustancia y vida de nuestro Señor Jesucristo. Y es por eso también que Pablo dice que nuestro Cordero pascual ha sido crucificado y sacrificado, de manera que ya no queda otra cosa que hacer, sino guardar la fiesta y participar en el sacrificio. Y así como en tiempos antiguos en la Ley ellos comían cuando el sacrificio era ofrecido, ahora también tenemos que venir nosotros y tomar nuestra carne y nuestro alimento espiritual en este Sacrificio que ha sido ofrecido para nuestra redención. Es cierto que no devoramos a Jesucristo en su carne, no entra a nosotros a través de los dientes, como han imaginado los papistas, sino que recibimos pan como muestra segura e infalible de que nuestro Señor Jesús nos alimenta espiritualmente con su cuerpo; recibimos una gota de vino para demostrar que somos sostenidos espiritualmente por medio de la sangre de nuestro Señor Jesucristo. Pero observemos bien lo que agrega Pablo, que así como bajo las figuras de la ley no estaba permitido comer pan leudado y cuya masa fuese amarga, ahora, que ya no estamos bajo tales sombras, debemos apartar la levadura de malicia, de maldad y de todas nuestras corrupciones, y a tener pan o torta (como dice él) libre de amargura. ¿Y cómo? En pureza y sinceridad. Entonces, cuando nos acercamos a esta santa mesa, mediante la cual el Hijo de Dios nos muestra que él es nuestra carne, y que él se entrega a sí mismo como nuestro alimento pleno y completo, y que desea que ahora participemos en el sacrificio, ofrecido una vez para siempre para nuestra salvación, entonces nosotros tenemos que procurar de no traer a ella nuestras corrupciones y contaminaciones, para que no se mezclen con ella, en cambio debemos renunciar a ellas, anhelando únicamente ser totalmente purificados, de modo que nuestro Señor Jesús pueda poseernos como miembros de su cuerpo, y que de esta manera nosotros también podamos ser participantes de su vida. Es así como hoy tenemos que hacer uso de esta Santa Cena preparada para nosotros. Es decir, que ella nos guíe a la muerte y pasión de nuestro Señor Jesucristo, y luego a su resurrección, y que estemos tan seguros de la vida y la salvación como que mediante la victoria obtenida al resucitar de los muertos nos es otorgada justicia, y el portal del paraíso ha sido abierto para nosotros, de manera que podamos acercarnos osadamente a Dios, y ofrecernos a él, sabiendo que siempre nos recibirá como hijos suyos.

MEDITANDO SOBRE LA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO (7)

 

 

“Verdaderamente este era Hijo de Dios”

Mateo 27: 54

 

Habían crucificado a Cristo Jesús. El estaba en la cruz, agonizando por nuestros pecados. Todos—los soldados, los sacerdotes y ancianos, la muchedumbre, y aun los ladrones que estaban crucificados con él y le injuriaban.

Por eso, nos dice, “Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.” Es decir, del mediodía hasta las tres de la tarde, hubo oscuridad sobre toda la tierra. Aun la creación en si estaba lamentado la muerte de Cristo Jesús, el Hijo de Dios.

El apóstol Juan esta reflexionando en el aspecto de Cristo Jesús como la luz del mundo en el primer capitulo de su evangelio, cuando nos dice, “En el estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella. Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él. No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz. Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.” La luz vino al mundo, la luz que alumbra a todo hombre, mas aunque estaba en el mundo y a lo suyo vino, el mundo no le conoció, y los suyos no le recibieron.

Entonces, ahora, cuando el Salvador está agonizando, la luz literal del mundo, el sol, está apagado, para mostrar que la gente está apagando la luz espiritual del mundo, es decir, Cristo Jesús.

Y entonces, alrededor de las tres de la tarde, “Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? [Salmo 22:1] El de verdad fue hecho el hombre de tristeza, y sufrió por nosotros hasta lo último, como dice el profeta Isaías [53:3]

El gritó porque estaba en gran sufrimiento, pero lo que el gritó es aún más importante: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?  El fue dejado para sufrir en la cruz, y Dios quitó de él toda la consolación que había tenido anteriormente. Esto fue para que Cristo pudiera recibir toda el peso de nuestros pecados.

Y por eso, aunque su sufrimiento carnal era obvio, lo mas importante es su sufrimiento espiritual. El sufrió en su corazón, en su alma, para recibir el sufrimiento que merecemos. Por eso, el grita “Dios mío, Dios mío, ¿por qué mas has desamparado?” porque en su espíritu el siente la desolación y la tristeza de una persona en el infierno, quien esta aparatado de Dios, y de toda la consolación del mismo.

Y aun el lenguaje de su grito nos muestra esto. Cuando él estaba sufriendo en la cruz, el no uso el griego que él aprendió y que el uso diariamente para enseñar a la gente. El regreso a su lengua natal, la de su crianza, el arameo, porque él estaba gritando de su corazón. Ustedes lo entienden, porque muchos de nosotros hemos aprendido bien el inglés, pero cuando sufrimos o oramos de corazón, no hablamos el idioma que hemos aprendido, sino el castellano de nuestra niñez, porque estamos hablando íntimamente del fondo del corazón. En la misma manera, al fin de su vida como al principio, Cristo gritó a su Padre en el idioma de la familia.

Pero aun así, la gente continuaba burlándose de Cristo, porque decían que él estaba llamando a Elías, porque los nombres Elí y Elías son muy semejantes. Por eso, malinterpretaron su llamado hacia Dios para ser un llamado hacia un santo o hacia un profeta. Aunque estaba presente su mamá en este momento, y aunque él tenía el poder a llamar a Elías o cualquier otro profeta, no llamó ni a su mama ni a alguno de los profetas, porque, “Los que teméis a Jehová, alabadle; Glorificadle, descendencia toda de Jacob, Y temedle vosotros, descendencia toda de Israel. Porque no menospreció no abominó la aflicción del afligido, Ni de él escondió su rostro, Sino que cuando clamó a él, le oyó.” [Salmo 22:23, 24]

En ese momento, le dieron de beber. El estaba agonizando, y la gente no tenía ninguna compasión de El, por eso, ¿por qué le dieron de beber? Pues, ellos querían burlarse más, y por eso, le dieron algo de beber, para alargar más sus sufrimientos. Y por la misma razón, Cristo lo aceptó, para sufrir más, y para extender sus sufrimientos hasta lo máximo.

Pero otros querrían dejarle morir, y por eso, dijeron, “Deja, veamos si viene Elías a librarle.” Dos acciones, pero con el mismo propósito de burlar de Cristo Jesús.

Y por eso, en este instante, Cristo gritó por la última vez. En su agonía, clamó, con gemidos más profundos que las palabras. Y entregó el espíritu.

Murió, y dio su espíritu a El quien le ha dado su vida, a su padre eternal.

Por eso, el velo del templo se rasgó en dos. El velo sirvió para separar entre el lugar santo, y el lugar santísimo, donde estaba ubicado el propiciatorio sobre el arca del testimonio. [Éxodo 26:31-37] En este mismo lugar el sumo sacerdote hacia propiciación por los pecados del pueblo [Levítico 16:1-16]. Pero como Cristo había hecho la propiciación una vez para siempre, ya no fue necesario el velo, ni el lugar santísimo, ni el propiciatorio. “Y no por sangre de muchos cabrios no de becerros, sino por su propia sangre, entro una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido  eternal redención.” [Hebreos 9:12]

“La tierra tembló, y las rocas se partieron,” porque toda la creación estaba agonizando en la muerte de su creador. “Y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron.” Otros se levantaron de entre los muertos, para mostrar la victoria aun en la muerte del Hijo de Dios.

Y al final, el centurión, y los que estaban con él guardando a Jesús (¿Se acuerden de ellos?-- los que se burlaban de Jesús, y pusieron una corona tejida de espinas, y una cana en su mano, y le escupieron a el, y le golpearon en la cabeza, y se burlaban?) temieron en gran manera. Reconocieron lo que había pasado. Y declararon, “Este era el Hijo de Dios”.

¿Y Uds.? Es un cuento, una historia interesante, ¿y no mas? O les mande en sus corazones considerar, ¿Quién es este hombre? ¿Era (y es) el Hijo de Dios, o solamente un pobrecito que sufrió en inocencia? Si Uds. entienden bien, van a temblar, y declarar con el centurión, “El es el Hijo de Dios.”

MEDITANDO SOBRE LA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO (6)

 

"Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre la tierra hasta la hora novena. Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: ¿Elí, Elí lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?

Algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: A Elías llama éste. Y al instante, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber. Pero los otros decían: Deja, Veamos si viene Elías a librarle. Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu.

Y he aquí el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron; y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos. El centurión, y los que estaban con él guardando a Jesús, visto el terremoto, y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera, y dijeron: Verdaderamente éste era Hijo de Dios" (Mateo 27:45 - 54).

 

En la anterior publicación, vimos que las burlas y blasfemias de los enemigos de Dios no impidieron que la muerte y pasión de nuestro Señor Jesús produjeran y mostrasen su poder en medio de semejante desdén e ingratitud de parte del mundo. Porque aquí vemos a todos aquellos que tenían alguna reputación y dignidad entre los judíos burlándose abiertamente del Hijo de Dios. Sin embargo, ello no le impidió el tener piedad de un pobre ladrón y de recibirlo a vida eterna. De ninguna manera es necesario que la personalidad oscurezca o disminuya la gloria del Hijo de Dios. Si se afirma que un pobre ladrón de ninguna manera puede ser comparado con aquellos que gobiernan la iglesia, los cuales son maestros de la ley; no corresponde, hablando de la salvación que fue adquirida para nosotros mediante la gratuita bondad de Dios, que busquemos alguna excelencia en nuestra personalidad; en cambio, debemos volver más bien a lo que dice San Pablo: "Esta es una enseñanza fiel, que Jesús vino a salvara los pobres pecadores."( 1 Timoteo 1:15) De manera entonces, cuando consideremos el fruto de la muerte y pasión de nuestro Señor Jesucristo, todos los hombres tienen que humillarse, y no se hallará en ellos sino pobreza y vergüenza, para que por estos medios Dios derrame sobre ellos los tesoros de su misericordia sin otra consideración que la de proveer para nosotros ya que él ve que fuimos arrojados a las profundidades de todas las miserias. Puesto entonces, que este ladrón fue una persona desaprobada por rudos, a la cual Dios llamó tan súbitamente, cuando nuestro Señor le aplicó la eficacia de su muerte y pasión, la cual él había sufrido y soportado por toda la humanidad, ello debiera confirmarnos tanto más. Entonces, de ninguna manera, se trata aquí de que Dios muestre cómo extiende su mano hacia aquellos que parecen ser dignos de ello y que cuentan con algunos méritos propios, o que son respetables gozando de buena reputación general entre los hombres. Pero cuando el rescata a pobres almas condenadas de las profundidades del infierno, cuando él, se demuestra piadoso hacia aquellos para quienes se ha desvanecido toda esperanza de vida, entonces, en ello resplandece su bondad. Es ello también lo que debiera darnos entrada a la salvación. Porque los hipócritas, aunque profesen estar en cierta medida restringidos por la gracia de Dios, no obstante, con su arrogancia se fierran ellos mismos la puerta. Porque están tan inflados de orgullo que no se pueden ajustar a nuestro Señor Jesucristo. Entonces, primero estemos, completamente seguros de que Jesucristo llama a los pobres pecadores que no tienen sino turbación en su persona, y que él les extiende sus brazos para recibirlos. Porque si no estamos seguros jamás podremos tomar coraje para acercarnos a él. Pero cuando estemos totalmente persuadidos que es a los más miserables que él dirige su salvación la cual ha adquirido, siempre y cuando se reconozcan como tales, y se humillen y estén totalmente turbados, entregándose como culpables (puesto que lo son) ante el juicio de Dios; entonces estaremos seguros, y tendremos fácil acceso para ser partícipes de la justicia que aquí se nos ofrece y mediante la cual obtenemos gracia y favor delante de Dios.

 

Luego dice: "Desde la hora sexta hasta la novena hubo tinieblas." Hablo en forma diferente a nuestro lenguaje común, porque nosotros diríamos, desde las doce hasta las tres. Pero el evangelista seguía la forma común de hablar de aquel tiempo. Porque cuando menciona la tercera hora, no es para decir las tres de la carde, sino para referirse a la primera parte del día. En resumen aquí hay dos rosas para notar. Una es que contaban las horas en forma diferente a nosotros en el día hoy. Porque ellos contaban el día desde la salida hasta la puesta del sol, y había doce horas durante el día, mientras que nosotros medimos el día mediante veinticuatro horas, calculando desde la medianoche hasta la medianoche siguiente. Los relojes tenían que ser operados en forma diferente, de manera que las horas del verano eran más largas que las horas del invierno. Cuando los días eran más largos o más cortos, las horas también eran más largas o más cortas. El otro punto es que dividían al día en cuatro partes, cada una de tres horas, y cada parte ira denominada de acuerdo a su primera hora. De modo que todo el período de tiempo comprendido entre la salida del sol y la segunda parte del día era llamado la primera hora. La segunda parte que se extendía hasta el mediodía la llamaban tercera hora. Y la sexta comenzaba al mediodía y se extendía hasta tres o cuatro horas después. La otra parte, que era la última, duraba hasta la puesta del sol con lo cual había terminado el día. Es por eso que uno de los evangelistas dice que Jesucristo fue crucificado alrededor de la hora tercera. Y aquí dice que esto ocurrió alrededor de la hora sexta.

Nuestro evangelista quiso decir que desde la hora sexta hasta la novena hubo oscuridad. Porque nuestro Señor Jesús fue crucificado entre las 9 de la mañana y el mediodía, y había sido condenado por Pilato alrededor de las 9 de la mañana. Y Marcos se refiere al final de las tres horas. y no al principio, describiendo la hora en que Jesucristo fue llevado al Gólgota. Ahora bien, hasta la hora novena estuvo en la cruz, cuando el día ya estaba llegando a su fin. Entonces es muy probable que nuestro Señor Jesús no permaneció agonizando en la cruz más que tres horas.

 

Dice que durante ese tiempo hubo oscuridad sobre toda la tierra, es decir, en Judea. Porque la eclipse no fue general en todo el mundo. En efecto, ello habría oscurecido el milagro que Dios quería mostrar. Porque en tal caso podrían haber atribuido este eclipse al orden natural. Por otra parte no hay muchas personas que hayan hablado de él en el sentido de que haya ocurrido en otros países. En efecto, los que lo mencionan están bajo sospecha y con razón. Pero he aquí la nación de Judea que es cubierta por tinieblas. ¿Y a qué hora? Aproximadamente durante las tres horas del mediodía, cuando el sol aun no estaba ni cerca del ocaso, al decir de ellos. Pero, aparte del orden común de la naturaleza, era preciso que hubiese oscuridad para causar temor y asombro a todos. Muchos consideran que esto fue hecho como un signo de rechazo, como que Dios quiera llamar a rendir cuentas a los judíos, a efectos de que perciban algo por un crimen tan enorme como el que habían cometido, y como que, mediante este signo visible quisiera significarles que en realidad todas las criaturas tendrían que ocultarse de algo tan terrible, como cuando Jesús es entregado de esa manera a la muerte. Hemos de notar entonces que en una forma la muerte de nuestro Señor Jesucristo tenía que ser considerada como un terrible crimen, esto es en cuanto a los judíos. Dios ha detestado totalmente una iniquidad tan villana. Porque ella superó a todas las demás. En efecto, si odiamos el crimen y cosas similares, ¿qué diremos al venir a la persona del Hijo de Dios? ¡Porque los hombres se enloquecieron tanto que quisieron aniquilar a aquel que era la Fuente de la Vida, que se levantaron para destruir la memoria de aquel por medio de quien fueron creados, y en cuyo poder subsistimos!

 

Sin embargo, la muerte de nuestro Señor Jesucristo no se limitó a ser meramente un sacrificio de sabor dulce. Porque tenemos que recordar siempre que ella fue la reconciliación del mundo, tal como lo hemos declarado antes. Además, la oscuridad vino a efectos de que el sol diese testimonio de la majestad divina y celestial de nuestro Señor Jesús. Entonces, aunque durante aquel minuto Jesús no solamente estuvo abatido, siendo totalmente despreciable ante los hombres, incluso despojado de todo como dice San Pablo, no obstante, el sol muestra que le rinde homenaje, y en señal de ello permanece oculto. Entonces, siendo esto así, sepamos que Dios, a efectos de entregar tanto más inexcusables a los malvados quiso que en su muerte Jesucristo fuese declarado Rey soberano de todas las criaturas, y que este triunfo del que habla Pablo en el capítulo segundo de colosenses, ya comenzó cuando dice que Jesucristo triunfó en la cruz.( Colosenses 2:14,15.) Es cierto que él lo aplica refiriéndose a que Jesús rompió el acta que era contra nosotros, y que él nos justificó delante de Dios, y que por este medio fue conquistado Satanás; no obstante, eso ya fue mostrado por el eclipse de sol. Sin embargo, los judíos estaban convencidos de su propia ignorancia, de una ignorancia que incluso era maliciosa y fanática, como si a ojos vistos estuviesen poseídos por Satanás, y que en realidad eran como monstruos que se tornaron contra la naturaleza. Eso es, en resumen, lo que tenemos que recordar cuando se habla de la oscuridad que sobrevino.

 

Es cierto que en el día de hoy nos hallamos iluminados por la muerte y pasión de nuestro Señor Jesucristo. Porque, ¿cómo es que el Evangelio nos muestra el camino de la salvación? ¿Cómo es que somos iluminados a venir a Dios si no es por medio del Hijo de Dios que nos es presentado allí con el fruto y el poder de su muerte? Entonces, Jesucristo realmente es el Sol de justicia, porque muriendo adquirió la vida para nosotros. Pero los judíos fueron privados de semejante beneficio. Y el hecho de oscurecerse el sol sirvió para que fuesen convencidos de ser rechazados de entre todos los pueblos, y que ya no habría doctrina que pudiera servirles, ni serles útil para salvación puesto que por su malicia habían tratado de extinguir todo aquello que podía darles esperanza. Porque era totalmente en la persona del Mediador a quien trataron de destruir con su malicia e ingratitud. Entonces, era completamente correcto que fuesen totalmente destituidos de toda luz de salvación, a efectos de que la ira de Dios se declarase en forma visible sobre ellos.

 

Luego dice que nuestro Señor Jesucristo clamó diciendo: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" Mateo y Marcos relatan en idioma siríaco(Un dialecto del arameo, que también incluye caldeo) las palabras de nuestro Señor Jesús, las que son tomadas del Salmo 22. Y las palabras no son pronunciadas por todos los evangelistas conforme a lo que dice el texto de Salmo. Incluso en esta palabra: "Elí," esto es, "Mi Dios," vemos que San Marcos dice "Eloi."( Marcos 15:34) Pero esto se debe, como ya lo hemos notado antes, a la corrupción del lenguaje. Porque los judíos, habiendo regresado de Babilonia nunca más tuvieron, como antes, un lenguaje totalmente puro. De todos modos, esta pregunta y este clamor es tomado del Salmo 22:1. Dios quiso específicamente que esto fuese relatado en dos idiomas, para mostrar que era un asunto de importancia, algo que debiera merecer nuestra atención. En efecto, a menos que queramos pensar (como muchas personas fantasiosas) que nuestro Señor Jesús habló conforme a la opinión de los hombres, y no de acuerdo a sus sentidos y a lo que sentía, ciertamente tenemos que ser conmovidos por esto, y la totalidad de nuestros sentidos tiene que ser cautivada, cuando Jesús se queja de haber sido entregado y abandonado por Dios su Padre. Porque es algo demasiado carente de sentido y demasiado necio decir que nuestro Señor Jesús realmente no se haya sentido tocado de angustia y ansiedad en su corazón, sino que había dicho simplemente: "Ellos pensarán que estoy abandonado." Ello demuestra que quienes buscan tales comentarios, no solamente son ignorantes, sino que todos ellos son bufones. Además nunca dejan de blasfemar, como perros cebados, contra Dios. Y todos los que hablan de esa manera, ciertamente no tienen más religión que los perros y las bestias brutas, porque no saben cuánto le ha costado al Hijo de Dios su salvación. Y, lo que es peor, se mofan de ella como villanos que son.

 

Entonces, tenemos que considerarlo como un hecho conclusivo, el que nuestro Señor Jesús, llevado a tal extremo y angustia haya clamado a gran voz (sí, como aquellos que son atormentados hasta el límite), diciendo: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" En efecto, anteriormente hemos dicho que ello sería una declaración fría al relato de su muerte si no consideramos la obediencia que él rindió a Dios su Padre.

 

Este es entonces, el punto principal que tenemos que considerar para estar seguros de nuestra salvación. Es decir, si hemos cometido muchas faltas y rebeliones e iniquidades contra Dios, todas ellas serán sepultadas, puesto que con su obediencia el Señor Jesús nos ha justificado y nos ha hecho aceptables para Dios su Padre. Ahora bien, ¿en qué consistió esta obediencia, sino en que Jesucristo no se rehusó a estar sujeto a la muerte si bien ella fue dura y terrible para él? Porque si en ella no hubiera experimentado ninguna dificultad ni contradicción, su muerte no habría sido obediencia. Pero, aunque por naturaleza nuestro Señor Jesús consideraba la muerte un horror y, en efecto, le resultaba terrible ser hallado delante del trono de juicio de Dios en nombre do todos los pobres pecadores (porque realmente estaba allí teniendo que llevar todas nuestras cargas), no obstante, por amor a nosotros, no dejó de humillarse para sufrir semejante condenación; consecuentemente vemos en él una obediencia perfecta, y en ello tenemos un buen motivo para glorificarlo, tal como el apóstol lo dice en la Epístola a los Hebreos: "Nuestro Señor Jesús fue oído en virtud de haber temido."( Hebreos 5:7) No obstante, aunque ello sea así, él tuvo que soportar aquello que fue tan duro y pesado, en efecto, totalmente contrario a todo afecto humano. Fue necesario entonces que Dios el Padre le enseñara de tal modo que su obediencia fuese conocida.( Hebreos 5:8) Vemos, entonces, que el apóstol especifica de modo particular que nuestro Señor Jesús tenía que ser abrumado por el temor. Porque sin ello no conoceríamos el valor de este sacrificio mediante el cual fuimos reconciliados. En efecto, San Pedro también nos muestra que nuestro Señor Jesús no sufrió solamente en el cuerpo, sino en su alma, porque él mismo dice que luchó contra los dolores de la muerte.( I Pedro 3:18)

 

Es cierto que las Escrituras dirán muchas veces que somos redimidos por la sangre de Jesucristo, puesto que él ofreció su cuerpo como un sacrificio. Por eso también dice que su carne nos es pan y que su sangre nos es bebida espiritual. Pero esto se dice en consideración a nuestra rudeza. Debido a nuestro escaso entendimiento es que el Espíritu Santo nos lleva de vuelta a las cosas visibles en la muerte de Jesucristo, a efectos de que tengamos una garantía totalmente cierta de nuestra salvación. Sin embargo, esto no es para excluir lo que se muestra en todos los demás pasajes ni para derogar nada de la declaración de que aquella muerte y pasión de nuestro Señor Jesús no habría servido para borrar las iniquidades del mundo, si él no hubiera obedecido, humillándose a sí mismo incluso a una muerte tan terrible. Y él obedeció, sin que de ninguna manera fuesen eliminados sus sentidos. A1 contrario, aunque tuvo que sobrellevar, errores grandes y extremos, no obstante, puso nuestra salvación por encima de coda otra consideración. Aquí está entonces, lo que tenemos que observar en este pasaje, es decir, que el Hijo de Dios no solamente soportó en su cuerpo una muerte tan terrible, sino que fue impactado en lo más íntimo, y que tuvo que sobrellevar terribles ataques, como si Dios lo hubiera abandonado. Porque, en efecto, también sostuvo nuestra causa, teniendo que experimentar la condenación que había sobre los pobres pecadores.

 

Por causa de nuestros pecados realmente estamos separados de Dios, y él tiene que apartarse de nosotros, y nosotros hemos de saber que él realmente nos ha rechazado. Eso es lo que corresponde a los pecadores. Es cierto que Jesucristo nunca fue rechazado por Dios su Padre. No obstante, tuvo que sobrellevar estos dolores y tuvo que luchar valientemente para rechazarlos para que en el día de hoy el fruto de la victoria pueda volverse hacia nosotros. Debemos recordar entonces que, cuando nuestro Señor Jesús fue llevado a una situación tan extrema, como si Dios su Padre lo hubiera privado de toda esperanza de vida, es porque estuvo allí en la persona de nosotros, soportando la maldición de nuestros pecados, los cuales nos separaban de Dios. Porque, ¿en qué consiste nuestra felicidad, si no es en que somos vivificados por la gracia de Dios y alumbrados por su resplandor? El es la fuente de vida y de todo bien, y nuestros pecados realmente pusieron una gran distancia entre él y nosotros. Y esto, entonces, tuvo que experimentarlo Jesucristo. Ahora consideremos lo que alguien podrá decir. ¿Acaso es posible que Jesucristo experimentara tales terrores puesto que en él solamente hubo completa perfección? Porque aparentemente ello reduce la fe que él tiene que haber tenido, y de todo aquello en que nosotros teníamos que haber creído respecto de él. Es decir, que él era sin mancha ni pecado. Ahora bien, la respuesta a esto es muy fácil. Porque cuando fue tentado por Satanás, ciertamente tuvo que percibir el temor de estar realmente en el pináculo de una torre y de estar sujeto a esa ilusión conforme a su naturaleza humana. No obstante, eso no le quitó nada a su poder divino. A1 contrario, es motivo para que magnifiquemos su bondad hacia nosotros, puesto que de esa manera se humilló por nuestra salvación.

 

Ahora bien, dice que él clamó: "Dios mío, ¿porqué me has desamparado?" en primer lugar, es totalmente cierto que Jesucristo, siendo Dios, no podía tener semejante temor. No, no. Pero al sufrir, su Deidad tenía que dar lugar a la muerte y pasión que él debía soportar. Ese es entonces, el poder de nuestro Señor Jesucristo, que por un tiempo quedó oculto, hasta que él hubiese cumplido con todo lo requerido para nuestra redención. De todos modos, conforme a los hombres, notemos que este clamor, este terror del cual hablamos ahora, en ningún modo disminuyó la fe de nuestro Señor Jesucristo. Porque, puesto que él fue hombre él depositó toda su confianza en Dios, tal como lo hemos visto y tratado suficientemente ayer. Entonces ello fue el auténtico patrón de una confianza verdadera, perfecta y completa. Ahora dice que estuvo en tal angustia que parecía haber sido abandonado por Dios su Padre. Sin embargo, su fe siempre fue perfecta, nunca fue abatida ni sacudida de ninguna manera. ¿Cómo es, entonces, que dice: "¿Por qué me has desamparado?" Es por causa del temor natural. He aquí, entonces, nuestro Señor Jesucristo, quien, conforme a la debilidad de su carne, realmente está abandonado por Dios y sin embargo, no deja de confiar en él. En efecto, en estas palabras vemos dos partes, que a primera vista parecen contradictorias, y sin embargo, todo concuerda perfectamente bien. Cuando dice "Dios mío, Dios mío," repitiendo así la palabra, demuestra con ello la constancia de su fe. Jesús no dice "¿Dónde está Dios? ¿Cómo es que me deja?" Si no que se dirige a él. Entonces, él tiene que estar perfectamente persuadido y seguro de que siempre hallará acceso favorable hacia Dios su Padre. He aquí (digo) un testimonio cierto e infalible de la fe de nuestro Señor Jesucristo. Porque en medio de aquella circunstancia tan extrema y de aquella angustia en la cual se hallaba, no deja de invocar a Dios su Padre, y no lo hace fingiendo, sino por el hecho de estar seguro de hallarlo propicio al invocarlo. He aquí (digo), la fe de nuestro Señor Jesucristo la cual es suficientemente declarada. Sin embargo, él repite la palabra, porque esta lucha es difícil, como si quisiera desafiar a todas las tentaciones que Satanás le ha preparado, y como buscando confirmación para su fe para poder persistir siempre en la invocación de Dios.

 

Ahora Jesús agrega: "¿Por qué me has abandonado?" Por supuesto, eso era conforme a lo que podía concebir como hombre. Porque le era preciso entrar en aquella experiencia y no ser conquistado por ella. Porque San Pedro dice: "Era imposible que fuese retenido por los dolores de la muerte,( Hechos 2:24.) y es decir, que sea capturado como un pobre hombre que se rinde totalmente y es aplastado. "Era imposible," dice  Pedro. De modo que la victoria estaba en medio de la lucha. Y ello es para glorificar tanto más a nuestro Señor Jesucristo. En parte esto lo había experimentado David. Porque es cierto que en medio de sus aflicciones, por muy intensas que hayan sido, persistió en invocar a Dios, ciertamente con la esperanza en él. Pero puesto que era un hombre frágil, su fe fue sacudida muchas veces, tal como él lo confiesa. Pero en cuanto a nuestro Señor Jesús había una consideración especial (la cual hemos tratado el último día del Señor), es decir, Jesús tenía bien controladas todas sus pasiones en virtud de la integridad que había en él y porque en él no había corrupción natural. Como nos ocurrirá a veces a nosotros, de que nuestros sufrimientos procederán de una buena causa, en efecto, tanto nuestros temores como nuestras ansiedades. Pero, le todos modos, siempre estarán mezclados con pecados puesto que la corrupción está en todas nuestras pasiones. Pero en nuestro Señor Jesús no hubo nada turbio ni desordenado. Consecuentemente, entonces, él no fue capturado de tal manera por la angustia que no fijara siempre en forma correcta su esperanza en Dios, invocándole únicamente a él, y siguiendo en ello firme y constante, habiendo perfectamente bien que hasta el fin segaría siendo el Salvador.

 

Después dice: "Algunos de los que estaban allí se burlaban de él." Invoca a Elías, veamos si Elías viene para ayudarle." Alguien supuso que los guardias, ignorantes de la ley, dijeron esto. Pero ello es un abuso demasiado necio, puesto que no sabían quien era Elías. No hay duda entonces, de que esta blasfemia no fue pronunciada por ningún otro sino por los sacerdotes que eran eruditos en la ley. Y acaso, ¿no son ellos mismo engañados por lo que dijo Jesús? De ninguna manera. Porque el profeta a quien ellos llaman Elías, no es llamado así. De modo entonces que el nombre no los había engañado. Por lo tanto no hay ninguna duda implícita, puesto que la palabra "Elías" es pronunciada en forma totalmente distinta a la palabra "Elí" esto es, "Dios mío." Eso no podía acusar ninguna ambigüedad. Entonces se debe a cierta malicia e impudicia el hecho de reprochar a nuestro Señor Jesucristo porque "llama a Elías." Y si esto nos parece extraño quisiera Dios que en el día de hoy no existieran tales ejemplos. Porque en la actualidad uno verá que los papistas con sus calumnias quitan y depravan lo que nosotros enseñamos. Es decir, aquello que es tomado de la pura verdad de Dios, y blasfeman conscientemente para que nuestra doctrina sea odiosa a muchas personas ignorantes y a personas que no escuchan lo que predicamos todos los días. Ellos, entonces, depravan con falsedad lo que decimos, y lo toman en sentido totalmente equivocado, a efectos de dar lugar a su mentira y con ello entretener a los pobres ignorantes. Es así cómo los enemigos de Dios, poseídos por Satanás, con cierta malicia han apartado las palabras de nuestro Señor Jesucristo, y en el día de hoy uno ve lo mismo entre los papistas. Y no únicamente en el papado se lo percibe, sino que incluso entre nosotros hay beligerantes que afirmarán que nuestro propósito es hacer creer que Jesucristo estaba desprovisto de toda esperanzan viendo que él sostuvo las angustias de la muerte, que realmente fue arrojado a las profundidades, aunque fue en nombre nuestro que estuvo allí llevando la carga de nuestros pecados. Pero esto de ninguna manera disminuye la constancia de su fe, impidiendo que siga siempre totalmente entera. Y estos bribones que hacen profesión del evangelio, no dejan de blasfemar conscientemente, con lo cual demuestran ser peores que aquellos de los cuales se habla aquí. Viendo entonces, que en el día de hoy el diablo agudiza la lengua de sus agentes, y que cada uno viene con brutal osadía para escupir su veneno contra la pureza de la doctrina, no nos parezca extraño que nuestro Señor Jesús haya sido difamado de tal manera. En cambio, soportemos pacientemente las blasfemias, orando a Dios (como dice en el Salmo doce) que destruya las lenguas villanas (Salmo 12:3) tan llenas de vileza y execración, y que tienden a blasfemar su nombre y oscurecer su verdad.

 

Después de esto el evangelista relata que había allí una vasija llena de vinagre (ciertamente, como ya hemos visto, el vinagre estaba mezclado con hiel) y que tomaron una caña, o mejor dicho (según San Juan) un hisopo, para tener un brazo largo, y en su extremo colocaron una esponja para alcanzarla a la boca de Jesús. San Juan habla aquí en forma más distintiva, porque dice que Jesucristo, sabiendo que todas las cosas estaban cumplidas, dijo estar sediento, después de lo cual volvió a pronunciar las palabras: "Consumado es, todo ha sido cumplido." Esto es, entonces, lo que tenemos que notar aquí cuando esta bebida es dada al Hijo de Dios, es decir, que no pidió de beber porque estaba sediento, porque ya lo había rechazado, como ya lo hemos visto antes. ¿Por qué? Porque esta bebida era ofrecida para acortar la vida. Ahora bien, nuestro Señor Jesús quería esperar en todo y por todo, con paciencia y reposadamente la hora de Dios su Padre. Por eso es, entonces, por qué no quiso apurar su muerte, sino que se entregó pacíficamente y en obediencia, hasta que todo fuese cumplido en efecto, aunque todavía no había entregado el espíritu ni se había levantado de los muertos. Por eso San Juan quiere decir que hasta esta hora había mostrado completa obediencia, de manera que nada le impedía entregar su alma a Dios su Padre. Así es entonces, cómo debemos interpretar este pasaje: que nuestro Señor Jesús declaró que no faltaba nada más para nuestra redención, excepto partir de este mundo, para lo cual estaba preparado y listo, y de rendir su alma a Dios. Viendo entonces, que había cumplido con la totalidad de su deber como Mediador, y que había hecho todo lo requerido para apaciguar la ira de Dios hacia nosotros, y que el pago por nuestros pecados se había cumplido, ahora estaba dispuesto a pedir esta bebida.

 

Ahora bien, cuando dice: "Consumado es," estamos ante una declaración muy digna de ser notada y excelente. Porque es cierto que el Señor Jesús de ninguna manera está hablando de cosas pequeñas o comunes. Su intención es que por medio de su muerte tengamos todo lo que necesitamos para tener acceso a Dios y obtener gracia de él. No es que por esto debiera ser excluida su resurrección sino que es como si dijera que ha cumplido fielmente con su oficio, y que no ha venido para ser un Salvador parcial, sino que ha cumplido hasta el último momento la misión que le fue encomendada, y que conforme a la voluntad de Dios su Padre no había omitido nada. Siendo esto así, somos instruidos a fortalecer nuestra confianza en nuestro Señor Jesucristo, sabiendo que todas las partes de nuestra salvación fueron cumplidas en lo que él soportó por amor a nosotros. También es por eso que su muerte es llamada un sacrificio perpetuo, por el cual son santificados los creyentes y elegidos de Dios. Entonces, ¿queremos tener la libertad de invocarle? ¿Queremos tener descanso en nuestra conciencia? ;Queremos tener una certeza más plena de que somos tenidos por justos a efectos de ser aceptables a Dios? Habitemos en Jesucristo sin andar de un lado al otro, y reconozcamos que es en él en quien reposa toda perfección, aquellos entonces, que anhelan otros apoyos y que miran de un lado a otro para suplir lo que debe faltar a la muerte y pasión de nuestro Señor Jesucristo, renuncian totalmente al poder del cual estamos hablando. En breve, pisotean la sangre de Jesucristo, porque la deshonran. Ahora bien, en todo el papado ¿qué otra cosa hay allí sino renunciación de la muerte y pasión de nuestro Señor Jesucristo? Porque si bien piensan que están haciendo buenas obras, porque las llaman méritos, mediante los cuales creen adquirir gracia delante de Dios, ciertamente desconocen lo que fue pronunciado por nuestro Señor Jesucristo, "Consumado es." Y puesto que es así, cuando piensan en obtener salvación delante de Dios, y cuando quieren tener remisión de sus pecados, ¿a dónde van, sino a sus necias devociones? Porque cada uno, en su lugar, cumplirá con su pequeño deber, de modo que todas las así llamadas devociones en el papado son otras tantas blasfemias para anular lo pronunciado por nuestro Señor Jesús cuando dijo: "Consumado es." Entonces, ¿qué? Sepamos que no existe una sola partícula de virtud o mérito en nosotros, a menos que nos apliquemos a esta fuente en la cual encontramos toda la plenitud de ellos.

 

Así es entonces, cómo debe ser fijada nuestra fe en nuestro Señor Jesucristo. Además, sepamos sobre todas las cosas, que cuando él fue ofrecido como sacrificio, era para absolvernos para siempre y de santificarnos perpetuamente, tal como lo dice las Escrituras.( Apocalipsis 13:8 "El cordero inmolado desde la fundación del mundo.") No tengamos, entonces, otro sacrificio, sino éste. Es cierto que en el papado esta diabólica abominación de la misa es llamada Sacrificio diario; y, ciertamente dicen que Jesucristo se ofreció de nuestros pecados, pero que todavía es necesario que él sea ofrecido diariamente, lo cual es una blasfemia totalmente manifiesta, ya que usurpan el oficio que fue dado a nuestro Señor Jesucristo, al ser ordenado como único sacrificio eterno, en efecto, con un juramento interpuesto por Dios de que será perpetuo. Entonces, cuando los hombres mortales vienen por su propia cuenta con el mismo propósito de presentar y ofrecer a Dios a Jesucristo, ¿acaso no están robando a Dios el honor que solamente él merece, y que no puede ser atribuido a criatura alguna? Entonces, siendo esto así, vemos como estos pobres hombres enceguecidos, pensando estar de acuerdo con Dios, provocan su ira y su venganza y renuncian a la muerte y pasión de nuestro Señor Jesucristo. Y tanto más debiéramos magnificar la gracia de Dios mediante la cual nos ha rescatado de semejante abismo, que cuando pretendemos acercarnos a él, es para desafiarle abiertamente. Porque, cuando buscamos otro sacrificio que el que fue ofrecido en su persona nos privamos a nosotros mismos de él y del fruto de su muerte y pasión. Eso es entonces, lo que tenemos que recordar.

 

Ahora dice: "Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu.” Y este clamor era: "En tus manos devuelvo mi alma o mi espíritu." En esto vemos cómo combatió nuestro Señor Jesucristo contra los dolores de la muerte, y pudo ganar sus triunfos habiendo superado lo más difícil. Y esto tiene que ver con nosotros, esto es, tenemos que aplicarlo a nuestro uso. Porque el Elijo de Dios no solamente luchó de esa manera por nosotros sino que la victoria que él adquirió para nosotros, nos pertenece, y que en el día de hoy no tenemos que estar de ninguna manera atemorizados por la muerte, sabiendo que la maldición de Dios la cual nos era terrible, ha sido abolida, y que la muerte, en vez de poder herirnos como una plaga fatal, nos sirve como medicina para damos entrada a la vida. Ahora bien, así como anteriormente, siguiendo el ejemplo de David, dijo: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ( Salmo 22:1.) ahora toma la oración hecha por David en el Salmo treinta y uno: "En tu mano encomiendo mi espíritu."(16) Es cierto que David lo dijo estando rodeado de peligros. Como diciendo: "Señor, guárdame en tu protección; porque es como si tuviera mi alma entre mis manos; está realmente agitada. Porque me veo expuesto a todo tipo de peligros; es como que mi vida estuviera colgando de un hilo. Es decir que no permanecerá si tú no la tomas bajo tu protección." Así es como David, mediante esta oración constituyó a Dios como su protector. Sin embargo, no esperó hasta la muerte misma para invocar a Dios, y para estar seguro de que Dios es el Salvador de sus elegidos, y no solamente para mantenerlos y guardarlos en este mundo, sino también para cuando los llama a su presencia. Porque el principal cuidado que Dios tiene de nosotros es que al ser quitados de este mundo, somos escondidos bajo sus alas para regocijarnos en su presencia, tal como lo menciona San Pablo en II Corintios.( Salmo 31:5) Además, nuestro Señor Jesús, al pronunciar esta oración declara morir en paz, habiendo triunfado en todos los combates que tuvo que librar por nosotros, y logrando que sus triunfos ya sean a nuestro nombre y para nuestro provecho y salvación. De esta misma manera también declara plenamente que Dios es su Salvador, y que él guarda su alma en forma totalmente segura. Porque eso es lo que implica su pedido cuando dice: "Dios mío, sé tú el protector de mi alma, aun después de la muerte."

 

Cuando nuestro Señor Jesús habla de esa manera, es como que nos asegura a todos de que no podemos fracasar si nos encomendamos a nuestro Dios, porque Dios ciertamente condesciende para hacerse cargo de nosotros, a efectos de sostenernos, y para que estando así bajo su mano nunca perezcamos. Ahora, debemos notar especialmente que las palabras de Jesucristo: "Dios mío, te encomiendo mi espíritu," le adquirieron el privilegio que le es atribuido por San Esteban en Hechos 7. Y es que él fue constituido guardián de las almas de todos nosotros. Porque, ¿cómo es que San Esteban habla en su muerte? "Señor Jesús, te encomiendo mi espíritu."( Hechos 7:59.) Así es, entonces, cómo San Esteban muestra el fruto de esta petición hecha por Jesucristo, es decir, ahora podemos dirigirnos a él, e incluso debemos hacerlo, declarando que en virtud de habernos sido dado como Pastor por Dios su Padre, sin duda podemos estar en paz, tanto en la vida como en la muerte, sabiendo que todas las cosas nos serán de provecho y serán transformadas para ventaja nuestra. Como dice San Pablo, que teniendo a Jesucristo todo le resultará como ganancia, y que ya no tendrá necesidad alguna, ni n la vida ni en la muerte, puesto que todo le redundará para provecho.( Filipenses 1:20 24)

 

De manera que debemos aprender ahora que siendo rodeados por la muerte, que Jesucristo le ha quitado el aguijón que podría habernos punzado mortalmente en el corazón, y que la muerte ya no nos causará daño, y que cuando nuestro Señor Jesús entregó el alma a Dios su Padre, no fue únicamente para ser protegido él en persona, sino también para adquirir este privilegio el cual es totalmente preservado para nosotros en virtud de aquella petición; ciertamente, es así cuando tenemos nuestro recurso en él, como aquel bajo cuya protección no podemos perecer puesto que él lo ha declarado. Allí está este triunfo del cual hemos hecho mención que ya redunda en beneficio nuestro. Así nuestro Señor Jesús demuestra cuán preciosa es su muerte, partiendo tan confiadamente hacia Dios su Padre a efectos de guiarnos a él y de mostrarnos el camino a él. Pero lo principal es que sepamos que su fruto vuelve hacia nosotros, puesto que él rompió el acta que había contra nosotros, puesto que pagó plenamente por nuestros pecados, de manera que podemos aparecer de tal manera ante Dios su Padre que ni aun la muerte podrá hacernos mal o daño alguno. Aunque todavía vemos muchas cosas en nosotros que pueden causarnos asombro, y aunque experimentamos nuestra pobreza y miseria, no por eso dejemos de gloriarnos en aquel que fue abatido por nosotros a efectos de levantarnos con él.

 

En efecto, aunque por parte del hombre no hay sino completa vergüenza, sin embargo, cuando Jesucristo fue colgado allí en la cruz Dios ya quería, en ese momento, que por boca de Pilato fuese declarado Rey. Entonces, aunque el reinado de nuestro Señor Jesucristo es vilipendiado delante del mundo no por eso dejemos nosotros de considerarlo como el fundamento de toda nuestra gloria, y sepamos que, estando en vergüenza bajo su liderazgo, tenemos no obstante, motivos para regocijarnos, puesto que siempre seremos de condición bendecida porque todas las miserias, aflicciones e ignominias que soportamos aquí son más honorables y preciosas delante de Dios que todos los cetros, toda la pompa y todas las cosas honorables a las cuales se apegan los hombres. Es así, entonces, cómo hemos de venir a nuestro Señor Jesucristo, y aferrarnos a él, para que conozcamos el valor de las riquezas 4que él nos trae; y, sobre todo, cuando él nos guía mediante su evangelio, sepamos rechazar todas las conveniencias y comodidades de este mundo; en efecto, considerémoslas como detestables cuando ellas pueden apartamos del buen canino. En breves palabras, que nuestro Señor Jesús reciba el honor que merece, y en cuanto a nosotros que no seamos como cañas sacudidas por cada viento, sino que, siendo fundados en él, invoquemos a Dios, y obtengamos en vida y en muerte la victoria en la cual él ya ha triunfado. Y mientras aun permanecemos aquí abajo, démosle el honor de reconocer que es él quien nos sostiene. Esto es lo que hará cuando tengamos nuestro refugio realmente en él; digo que lo hará, y no en forma común, sino milagrosamente. Porque cuando somos arrojados al fondo mismo del abismo de la muerte, su oficio consiste en rescatarnos de él y conducirnos a la herencia celestial la que ha adquirido a tan alto precio para nosotros.