Lucas 13:6-9
Jesús les contó una parábola:
-Érase un hombre que tenía una higuera en
medio de la viña; y venía a ver si daba fruto, pero nada. Así es que le dijo al
viñador: «Llevo tres años viniendo a recoger el fruto de esta higuera, y no da
ni un higo; así que, córtala, porque no hace más que esquilmar la tierra de
alrededor.» Pero el viñador le contestó: « Señor, déjala todavía este año, para
que yo la cave y abone bien; y si después da fruto, bien; y si no, la cortas.»
Aquí tenemos una parábola que irradia gracia, pero que
está preñada de advertencias al mismo tiempo.
Con frecuencia la higuera era usada como símbolo
de Israel (Oseas 9:10; Joel 1:7).Sin embargo, en el relato de Mateo 21:19, la
higuera es un símbolo de los líderes de Israel, únicamente. En el Antiguo
Testamento hay una alusión en Isaías 5 sobre la fruta mala que proviene de un
huerto especial de Dios. Se requieren varios años para que una higuera comience
a dar frutos. El tiempo pasó, eran casi tres años. Dios tuvo paciencia, pero
hay límites para Su paciencia. Este contexto parece referirse al Israel
nacionalista como una totalidad, cuyas prioridades y vida espiritual caracterizaban
a sus líderes. La higuera estaba en una situación privilegiada. No era raro ver
higueras y otros frutales en las viñas. La buena tierra escaseaba, y había que
aprovecharla bien; la higuera de esta historia tenía buenas posibilidades, pero
no las aprovechaba. Repetidamente, directa e indirectamente Jesús nos recuerda
que se nos va a juzgar por las oportunidades que hayamos tenido. C. E. M. Joad
dijo una vez: «Tenemos poderes de dioses, y los usamos como escolares
irresponsables.» Nunca ha habido una generación a la que se le confiara más que
a la nuestra y, por tanto, será la que tenga que responder de más.
La parábola nos enseña que la inutilidad invita
al desastre. Se ha pretendido que todo el proceso de la evolución en este mundo
consiste en producir cosas útiles, y que lo útil irá de fortaleza en fortaleza,
mientras que lo inútil será eliminado. La pregunta más inquietante que se nos
puede dirigir es: «¿Para qué has servido tú en este mundo?»
Además, la parábola nos enseña que lo que no
hace más que recibir no debe sobrevivir. La higuera estaba chupando la
sustancia y esquilmando la tierra a su alrededor, y a cambio no producía nada.
Ahí estaba su pecado. En última instancia no hay más que dos clases de personas
en el mundo: los que sacan más de lo que aportan, y los que aportan más de lo
que sacan.
En cierto sentido, todos estamos en deuda con la vida.
Entramos gracias a que alguien arriesga su vida para dárnosla, y no habríamos
podido sobrevivir a no ser por el cuidado de los que nos amaban. Hemos heredado
una civilización cristiana y una libertad por las que otros dieron la vida.
Tenemos la obligación de dejar las cosas mejor que las encontramos.
«Me moriré cuando sea -decía Abraham Lincoln-, pero
quiero que se diga de mí que arranqué una ortiga y planté una flor donde
pensaba que podía crecer.» Una vez un estudiante estaba viendo bacterias al
microscopio; podía ver nacer una generación de seres microscópicos, y luego
morir, y otra generación que nacía y tomaba el lugar de la anterior. Veía lo
que no había visto nunca: cómo se suceden las generaciones. «Después de lo que
he visto dijo-, me comprometo a no ser un eslabón débil.» Para cumplir ese
compromiso tenemos que aportar a la vida por lo menos tanto como sacamos de
ella.
La parábola nos presenta el evangelio de la
segunda oportunidad. Es normal que la higuera tarde tres años en alcanzar la
madurez, y si no da fruto entonces es probable que no lo dé nunca. Pero a esta
higuera se le dio otra oportunidad.
Jesús suele darnos oportunidad tras oportunidad. Pedro
y Marcos y Pablo nos darían encantados su testimonio. Dios es infinitamente
amable con el que cae y se levanta otra vez. Esto
simboliza la paciencia y misericordia divina; sin embargo, el v.9 demuestra la
realidad del juicio. Dios desea un pueblo justo que refleje Su carácter. ¡Este
pasaje, como Juan 15:2-6, es una exhortación contra las vidas estériles de Su
pueblo! Dios toma la obediencia muy seriamente (Lucas 6:46). Esta no es una
justicia por obras, sino la verdadera salvación por medio de una vida temerosa
de Dios (Efesios 2:8-10). La salvación no es un producto, un boleto al cielo o
una póliza de seguro, sino una vida piadosa transformada y en transformación. La
vida eterna tiene características observables (Mateo 7).
Pero la parábola también deja bien claro que hay
una última oportunidad. Si desaprovechamos oportunidad tras oportunidad, si
recibimos en vano la llamada y el desafío de Dios, llegará el día, no en que
Dios nos cierre la puerta, sino en que nosotros mismos nos la cerremos a fuerza
de no querer entrar. ¡Que Dios nos libre de esa condición!
No hay comentarios:
Publicar un comentario