} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS 9; 1-5

domingo, 24 de julio de 2022

CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS 9; 1-5

 

Romanos 9; 1-5

1    Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo,

2  que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón.

3  Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne;

4  que son israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas;

5  de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén.

     

       En los capítulos 9 al 11 Pablo se enfrenta con uno de los problemas más desconcertantes que se le presentan a la Iglesia Cristiana: el problema de los judíos. Los judíos eran el pueblo escogido de Dios; habían ocupado un lugar exclusivo en el propósito de Dios; y sin embargo, cuando vino al mundo el Hijo de Dios, Le rechazaron y Le crucificaron. ¿Cómo se puede explicar esta trágica paradoja? Este es el problema que Pablo trata de resolver en estos capítulos, complicados y difíciles. Antes de empezar a estudiarlos en detalle, será conveniente que veamos en líneas generales la solución que Pablo nos presenta.

Hay algo que debemos tener presente antes de empezar a desentrañar el pensamiento de Pablo, y es que estos capítulos no se escribieron con ira, sino con profundo dolor de corazón. Pablo no podía olvidar que era judío, y estaba dispuesto a dar su vida para traer a sus hermanos de raza a Jesucristo.

Pablo no niega nunca que los judíos eran el pueblo escogido. Dios los había adoptado como propios; les había dado los pactos, el culto del Templo y la Ley; les había concedido la presencia de Su misma gloria, y les había dado los patriarcas.

 

Pero, sobre todo, Jesús era judío, de la tribu de Judá, como estaba profetizado. Pablo acepta como axioma en toda esta cuestión que los judíos ocupaban un lugar especial en la economía de la Salvación.

Lo primero que Pablo aclara en su argumento es que, si bien es cierto que los judíos, como nación, rechazaron y crucificaron a Jesús, también lo es que no todos los judíos Le rechazaron; algunos Le recibieron y creyeron en Él, porque todos los primeros seguidores de Jesús eran judíos. A continuación, Pablo repasa la historia, e insiste en que lo que hace que un hombre sea judío no es el ser descendiente de Abraham. Repetidas veces en la historia de Israel hubo un proceso de selección -Pablo lo llama elección- en el que algunos descendientes de Abraham fueron elegidos, y otros rechazados. En el caso del mismo Abraham, su hijo Isaac, que nació en cumplimiento de la promesa de Dios, fue elegido; pero Ismael, que nació sencillamente como el resultado de un proceso natural, no lo fue. En el caso de Isaac, su hijo Jacob fue elegido; pero el mellizo de éste, Esaú, no. Esta selección no era el resultado de los méritos personales, sino de la sabiduría y la soberanía de Dios.

Además, el verdadero pueblo escogido nunca era toda la nación, sino un resto fiel, unos pocos que eran leales a Dios cuando todos los demás Le negaban. Ese fue el caso en los días del profeta Elías, cuando permanecieron fieles al Señor siete mil, mientras la mayoría de la nación se había apartado para seguir a Baal. Era una parte esencial de la enseñanza de Isaías, que dijo: «Porque si tu pueblo, oh Israel, fuere como las arenas del mar, el remanente de él volverá; la destrucción acordada rebosará justicia. » (Isaias_10:22). Lo que Pablo deja bien sentado es que nunca fue toda la nación el pueblo escogido. Siempre hubo selección por parte de Dios.

Sin embargo, el que Israel fuera rechazado no fue insensible ni caprichoso. Se le cerró la puerta a Israel para que pudiera abrírsele a los gentiles. Dios endureció el corazón de los judíos y cegó sus ojos con el propósito final de abrirles el camino de la fe a los gentiles.

¿Qué error fundamental cometieron los judíos? Pablo sostiene que, aunque estaba en el plan de Dios el que los judíos fueran rechazados, sin embargo no tenía por qué haber sucedido. No se podía desembarazar de la paradoja eterna -ni lo pretendía- de que, al mismo tiempo, todo es cosa de Dios y el hombre es libre. El error fundamental de los judíos fue que intentaron llegar a la perfecta relación con Dios por su propio esfuerzo. Trataron de ganarse la Salvación; mientras que los gentiles se limitaron a aceptar con perfecta confianza lo que Dios les ofrecía. Los judíos deberían haber sabido que la única manera de llegar a Dios era mediante la fe, y que los logros humanos no llevan a ninguna parte. Así lo expresó Isaías: «por tanto, Jehová el Señor dice así: He aquí que yo he puesto en Sion por fundamento una piedra, piedra probada, angular, preciosa, de cimiento estable; el que creyere, no se apresure» (Isaías 28:16). Y Joel: «Y todo aquel que invocare el nombre de Jehová será salvo; porque en el monte de Sion y en Jerusalén habrá salvación, como ha dicho Jehová, y entre el remanente al cual él habrá llamado.» (Joel_2:32). Es verdad que nadie puede tener fe hasta oír el ofrecimiento de Dios; pero a los judíos se les hizo el ofrecimiento. Ellos se aferraron al mérito humano de la obediencia a la Ley; se lo jugaron todo a sus obras; pero deberían haber sabido que el camino que conduce a Dios es el de la fe, porque ya se lo habían dicho los profetas.

Una vez más es necesario subrayar que todo esto era el plan de Dios, y que Su propósito era que los gentiles pudieran entrar. Por tanto, Pablo se vuelve ahora a los gentiles. Les dice que no caigan en el orgullo. Están en la posición del acebuche del que se han injertado algunas ramas en el olivo cultivado. No merecieron la Salvación más que los judíos; de hecho, dependen de los judíos, porque no son más que ramas injertas: la raíz y el tronco son el pueblo de Israel. El que fueran elegidos y los judíos rechazados no debe producir orgullo en el corazón de los gentiles, porque si no ellos también serán rechazados.

¿Acaban aquí y así las cosas? ¡De ninguna manera! El propósito de Dios es que los judíos sientan envidia de la relación que los creyentes gentiles tienen con Él, y eso los mueva a solicitar su admisión. Moisés dijo: "Ellos me movieron a celos con lo que no es Dios;  Me provocaron a ira con sus ídolos; Yo también los moveré a celos con un pueblo que no es pueblo, Los provocaré a ira con una nación insensata» (Deuteronomio_32:21). Al final, los gentiles serán el instrumento para la Salvación de los judíos: "y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, Que apartará de Jacob la impiedad» (Romanos_11:26 ).

Vamos a resumir los pasos por los que Pablo llega a este final de su argumento:

(i) Israel es el pueblo escogido.

(ii) Pertenecer a Israel quiere decir más que ser descendiente natural. Siempre ha habido elección dentro de la nación, y los verdaderamente elegidos eran el resto fiel.

(iii) La selección que Dios hace no es injusta.

(iv) Dios endureció el corazón de los judíos, pero sólo para abrirles la puerta a los gentiles.

(v) El error de Israel era depender de los méritos humanos sobre la base de la Ley; el único acceso a Dios es el del corazón totalmente confiado.

(vi) Los gentiles no tienen por qué estar orgullosos; porque no son más que ramas del olivo borde injertas en el olivo cultivado. Y eso es algo que no debemos olvidar jamás.

(vii) La cosa no termina ahí; los judíos se sentirán tan avergonzados y envidiosos del privilegio que han recibido los gentiles que, al final, éstos los harán entrar.

(viii) Así que, al final, tanto los judíos como los gentiles se salvarán.

La gloria se encuentra al final del argumento de Pablo. Empezó diciendo que algunos eran aceptados y otros rechazados. Pero acaba diciendo que la voluntad de Dios es que todos se salven (1Timoteo_2:4 el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad. ).

 

Pablo empieza los primeros cinco versículos intentando explicar el que los judíos rechazaran a Jesús como Mesías; y empieza, no con rabia, sino con angustia; no en una tempestad de airada condenación, sino con el dolorido sentir de un corazón quebrantado. Pablo compartía el sentimiento del Dios al Que amaba y servía: odiaba el pecado, pero amaba al pecador. Nadie ni siquiera empezará jamás a intentar salvar a nadie a menos que empiece por amarle. Pablo veía a los judíos, no como culpables a los que había que azotar con ira, sino como personas a las que había que anhelar con amor.

De buena gana habría dado Pablo su vida si así hubiera podido ganar a los judíos para Cristo. Tal vez sus pensamientos le transportaban a uno de los grandes episodios de la historia de su pueblo. Cuando Moisés subió a la montaña para recibir la Ley de la mano de Dios, el pueblo que había dejado abajo pecó haciéndose un becerro de oro y adorándolo. Dios estaba airado con ellos; y entonces Moisés hizo la gran oración: «Así que, si quieres, perdónales su pecado; y si no, Te lo suplico, bórrame del libro que has escrito» (Exodo_32:32 ).

Pablo dice que, por amor a sus hermanos, estaría dispuesto a que cayera sobre él la maldición de Dios si así se pudiera remediar algo. La palabra que usa es anáthema, que es una palabra terrible. Cuando algo era anatema, estaba bajo maldición; estaba consagrado para una destrucción total. Cuando se tomaba una ciudad pagana, todo lo que había en ella se destruía totalmente porque estaba contaminado (Deuteronomio_3:6 Y las destruimos, como hicimos a Sehón rey de Hesbón, matando en toda ciudad a hombres, mujeres y niños. ; Deuuteronomio_2:34 Tomamos entonces todas sus ciudades, y destruimos todas las ciudades, hombres, mujeres y niños; no dejamos ninguno.  : Josue_6:17  Y será la ciudad anatema a Jehová,  con todas las cosas que están en ella;  solamente Rahab la ramera vivirá,  con todos los que estén en casa con ella,  por cuanto escondió a los mensajeros que enviamos.; Josue_7:1-26: 1Pero los hijos de Israel cometieron una prevaricación en cuanto al anatema;  porque Acán hijo de Carmi,  hijo de Zabdi,  hijo de Zera,  de la tribu de Judá,  tomó del anatema;  y la ira de Jehová se encendió contra los hijos de Israel. 2  Después Josué envió hombres desde Jericó a Hai,  que estaba junto a Bet-avén hacia el oriente de Bet-el;  y les habló diciendo:  Subid y reconoced la tierra.  Y ellos subieron y reconocieron a Hai. 3  Y volviendo a Josué,  le dijeron:  No suba todo el pueblo,  sino suban como dos mil o tres mil hombres,  y tomarán a Hai;  no fatigues a todo el pueblo yendo allí,  porque son pocos. 4  Y subieron allá del pueblo como tres mil hombres,  los cuales huyeron delante de los de Hai. 5  Y los de Hai mataron de ellos a unos treinta y seis hombres,  y los siguieron desde la puerta hasta Sebarim,  y los derrotaron en la bajada;  por lo cual el corazón del pueblo desfalleció y vino a ser como agua. 6  Entonces Josué rompió sus vestidos,  y se postró en tierra sobre su rostro delante del arca de Jehová hasta caer la tarde,  él y los ancianos de Israel;  y echaron polvo sobre sus cabezas. 7  Y Josué dijo:  ¡Ah,  Señor Jehová!  ¿Por qué hiciste pasar a este pueblo el Jordán,  para entregarnos en las manos de los amorreos,  para que nos destruyan?  ¡Ojalá nos hubiéramos quedado al otro lado del Jordán! 8  ¡Ay,  Señor!  ¿qué diré,  ya que Israel ha vuelto la espalda delante de sus enemigos? 9  Porque los cananeos y todos los moradores de la tierra oirán,  y nos rodearán,  y borrarán nuestro nombre de sobre la tierra;  y entonces,  ¿qué harás tú a tu grande nombre? 10  Y Jehová dijo a Josué:  Levántate;  ¿por qué te postras así sobre tu rostro? 11  Israel ha pecado,  y aun han quebrantado mi pacto que yo les mandé;  y también han tomado del anatema,  y hasta han hurtado,  han mentido,  y aun lo han guardado entre sus enseres. 12  Por esto los hijos de Israel no podrán hacer frente a sus enemigos,  sino que delante de sus enemigos volverán la espalda,  por cuanto han venido a ser anatema;  ni estaré más con vosotros,  si no destruyereis el anatema de en medio de vosotros. 13  Levántate,  santifica al pueblo,  y di:  Santificaos para mañana;  porque Jehová el Dios de Israel dice así:  Anatema hay en medio de ti,  Israel;  no podrás hacer frente a tus enemigos,  hasta que hayáis quitado el anatema de en medio de vosotros. 14  Os acercaréis,  pues,  mañana por vuestras tribus;  y la tribu que Jehová tomare,  se acercará por sus familias;  y la familia que Jehová tomare,  se acercará por sus casas;  y la casa que Jehová tomare,  se acercará por los varones; 15  y el que fuere sorprendido en el anatema,  será quemado,  él y todo lo que tiene,  por cuanto ha quebrantado el pacto de Jehová,  y ha cometido maldad en Israel. 16  Josué,  pues,  levantándose de mañana,  hizo acercar a Israel por sus tribus;  y fue tomada la tribu de Judá. 17  Y haciendo acercar a la tribu de Judá,  fue tomada la familia de los de Zera;  y haciendo luego acercar a la familia de los de Zera por los varones,  fue tomado Zabdi. 18  Hizo acercar su casa por los varones,  y fue tomado Acán hijo de Carmi,  hijo de Zabdi,  hijo de Zera,  de la tribu de Judá. 19  Entonces Josué dijo a Acán:  Hijo mío,  da gloria a Jehová el Dios de Israel,  y dale alabanza,  y declárame ahora lo que has hecho;  no me lo encubras. 20  Y Acán respondió a Josué diciendo:  Verdaderamente yo he pecado contra Jehová el Dios de Israel,  y así y así he hecho. 21  Pues vi entre los despojos un manto babilónico muy bueno,  y doscientos siclos de plata,  y un lingote de oro de peso de cincuenta siclos,  lo cual codicié y tomé;  y he aquí que está escondido bajo tierra en medio de mi tienda,  y el dinero debajo de ello. 22  Josué entonces envió mensajeros,  los cuales fueron corriendo a la tienda;  y he aquí estaba escondido en su tienda,  y el dinero debajo de ello. 23  Y tomándolo de en medio de la tienda,  lo trajeron a Josué y a todos los hijos de Israel,  y lo pusieron delante de Jehová. 24  Entonces Josué,  y todo Israel con él,  tomaron a Acán hijo de Zera,  el dinero,  el manto,  el lingote de oro,  sus hijos,  sus hijas,  sus bueyes,  sus asnos,  sus ovejas,  su tienda y todo cuanto tenía,  y lo llevaron todo al valle de Acor. 25  Y le dijo Josué:  ¿Por qué nos has turbado?  Túrbete Jehová en este día.  Y todos los israelitas los apedrearon,  y los quemaron después de apedrearlos. 26  Y levantaron sobre él un gran montón de piedras,  que permanece hasta hoy.  Y Jehová se volvió del ardor de su ira.  Y por esto aquel lugar se llama el Valle de Acor,  hasta hoy. ). Si alguien trataba de seducir a Israel para apartarle del culto al único Dios verdadero, se le condenaba irremisiblemente a una destrucción total (Deuteronomio_13:8-11 8  no consentirás con él, ni le prestarás oído; ni tu ojo le compadecerá, ni le tendrás misericordia, ni lo encubrirás, 9  sino que lo matarás; tu mano se alzará primero sobre él para matarle, y después la mano de todo el pueblo. 10  Le apedrearás hasta que muera, por cuanto procuró apartarte de Jehová tu Dios, que te sacó de tierra de Egipto, de casa de servidumbre; 11  para que todo Israel oiga, y tema, y no vuelva a hacer en medio de ti cosa semejante a esta. ). La cosa más amada que Pablo tenía en su vida era la seguridad de que nada le podía separar del amor de Dios en Jesucristo; pero, si así podían salvarse sus hermanos, estaba dispuesto a perderla.

Aquí tenemos una vez más la gran verdad de que el que quiera salvar al pecador tiene que empezar por amarle. Cuando un hijo o una hija han hecho algo por lo que merece castigo, muchos padres y madres cargarían con gusto con el castigo si pudieran.

Eso fue lo que sintió e hizo Cristo. Pablo también tenía el mismo sentimiento. Si hemos de ser instrumentos para la Salvación de otros, eso es lo que debemos sentir.

Pablo no negó ni por un momento que los judíos ocupaban un lugar especial en la economía de Dios. Y enumera sus privilegios:

(i) En un sentido especial eran hijos de Dios, especialmente elegidos y adoptados en la familia de Dios. «Hijos sois de Jehová vuestro Dios; no os sajaréis, ni os raparéis a causa de muerto.» (Deuteronomio_14:1 ). ¿Así pagáis a Jehová,  Pueblo loco e ignorante?  ¿No es él tu padre que te creó?  El te hizo y te estableció.  (Deuteronomio_32:6 ). «Y dirás a Faraón: Jehová ha dicho así: Israel es mi hijo, mi primogénito.» (Exodo_4:22 ). «Cuando Israel era muchacho, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo.» (Oseas_11:1 ).

La Biblia está llena de esta idea de la especial relación filial de Israel con Dios, que el pueblo rehusó aceptar hasta las últimas consecuencias.

(ii) Israel tenía la gloria. La shejina o kabod aparece una y otra vez en la historia de Israel. Era el divino esplendor de luz que descendía cuando Dios visitaba a su pueblo (Exodo_16:10 Y hablando Aarón a toda la congregación de los hijos de Israel, miraron hacia el desierto, y he aquí la gloria de Jehová apareció en la nube.  ; Exodo_24:16 Y la gloria de Jehová reposó sobre el monte Sinaí, y la nube lo cubrió por seis días; y al séptimo día llamó a Moisés de en medio de la nube.  ; 29:43 Allí me reuniré con los hijos de Israel; y el lugar será santificado con mi gloria ; 33:18-22 18  El entonces dijo: Te ruego que me muestres tu gloria. 19  Y le respondió: Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y proclamaré el nombre de Jehová delante de ti; y tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente. 20  Dijo más: No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá. 21  Y dijo aún Jehová: He aquí un lugar junto a mí, y tú estarás sobre la peña; 22  y cuando pase mi gloria, yo te pondré en una hendidura de la peña, y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado.). Israel había visto la gloria de Dios, y sin embargo Le había rechazado. A nosotros se nos ha concedido contemplar la gloria del amor y la Gracia de Dios en el rostro de Jesucristo, y sería terrible que escogiéramos el camino del mundo.

(iii) Israel tenía los pactos. Un pacto es la relación en que entran dos personas, un acuerdo de interés mutuo, un compromiso de amistad recíproca. Una y otra vez Dios se había acercado al pueblo de Israel y había entrado en una relación especial con él. Lo hizo con Abraham, Isaac y Jacob, y en el monte Sinaí cuando dio la Ley.

 

Ireneo distingue cuatro grandes ocasiones en las que Dios llegó a un acuerdo con los hombres. La primera fue el pacto con Noé después del diluvio, y la señal fue el arco iris en los cielos, que representaba la seguridad que Dios daba de que no habría otro diluvio. El segundo fue el pacto que Dios hizo con Abraham, y su señal fue la circuncisión. El tercero fue el pacto que estableció con la nación de Israel en el monte Sinaí, y su base fue la Ley. Y el cuarto es el Nuevo Testamento en Jesucristo, cuya señal y garantía es el Espíritu Santo.

Es maravilloso pensar que Dios se acerca a los hombres y entra en una relación concertada con ellos. La verdad es que Dios no ha abandonado nunca a los hombres. No hizo ademán de acercarse para luego abandonarlos, sino que se ha acercado una y otra vez; y aún lo sigue haciendo con cada alma humana individual. Está a la puerta, y llama; y es la tremenda responsabilidad de la voluntad humana que puede negarse a abrir.

(iv) Israel tenía la Ley. No podía pretender ignorar la voluntad de Dios, porque Dios le había dicho cómo quena que viviera. Si Israel pecaba, lo hacía a sabiendas y no por ignorancia; y el pecado consciente es el pecado contra la luz, que es el peor de todos.

(v) Israel tenía el culto del Templo. El culto es, en esencia, el acercamiento del alma a Dios; y Dios había dado a los judíos en el culto del Templo una manera para que se acercaran a Él. Si estaba cerrada la puerta de acceso a Dios eran ellos los que la habían cerrado.

(vi) Israel tenía las promesas. No podía decir que no conocía su destino. Dios les había dado a conocer la tarea y el privilegio que les tenía reservado en Su propósito. Sabían que estaban destinados para grandes cosas en la economía de Dios.

(vii) Israel tenía a los patriarcas. Tenía una tradición y una historia; y no hay mayor miseria que la del que se atreve a ser infiel a su tradición y avergonzarse de la herencia que ha recibido.

(viii) Y aquí viene la culminación: de Israel vino el Mesías, el Ungido de Dios. Todo lo demás había sido la preparación; y sin embargo, cuando vino, Le rechazaron. El mayor pesar que puede sentir una persona es haberle dado a un hijo todas las oportunidades de éxito, el haberlo dedicado y sacrificado todo para darle las mejores oportunidades, y descubrir que el hijo, por desobediencia o rebeldía o dejadez, ha dejado de aprovecharlas. Ahí está la tragedia; porque se hacen baldíos los esfuerzos del amor, y no se hacen realidad sus sueños. La tragedia de Israel consistió en que Dios le había preparado para el día de la venida de Su Hijo, y toda aquella preparación resultó frustrada. No es que fuera quebrantada la Ley de Dios, sino que Su amor fue desdeñado. No es la ira de Dios la que se oculta tras las palabras de Pablo, sino el corazón quebrantado de Dios.

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