} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: REFLEXIONES Y MEDITACIONES VII

viernes, 3 de julio de 2015

REFLEXIONES Y MEDITACIONES VII

   ¿Se opone el cristianismo al pensamiento racional? Definitivamente los cristianos creemos que debemos usar la mente para pesar las evidencias y llegar a conclusiones correctas. Estoy seguro que no hay conocimiento humano que pueda reemplazar ni pasar por alto la obra de Cristo en la cruz. Si fuera así, Cristo sería accesible solo a los muy inteligentes y bien educados, y no a la gente común ni a los niños; la manera de obtener salvación es tan simple que cualquier persona que lo desee lo puede entender. La habilidad y la sabiduría no hacen que una persona entre al reino de Dios, una fe sencilla sí lo hace. Dios lo planeó de esta manera para que nadie se gloríe que sus logros le permitieron asegurar la vida eterna. No hay nada que podamos hacer para ganar nuestra salvación, sólo necesitamos aceptar lo que Jesús ya hizo por nosotros.

  Dios es la fuente y la razón de nuestra personal y viva relación con Cristo. Nuestra unión e identificación con Cristo nos llevó a alcanzar sabiduría y conocimiento buena posición ante Dios y santidad y a que Jesucristo pagara nuestras culpas. Nosotros que estábamos muertos por nuestros pecados, somos declarados justos delante de Dios, al haber aceptado a Jesucristo como Salvador y Señor y por su sangre son borrados nuestros pecados, para ser glorificados al estar en su presencia.
No es una teoría aprendida, es la realidad misma llevada a cabo en mi vida. Es la experiencia personal con Cristo, por el poder de su Palabra, y la gracia del Espíritu Santo, que cada día ocupa un poco más, mi mente, mi corazón, mi vida toda para cambiarla en todo aquello que necesita ser cambiado, para que mi actitud y mi carácter sean un fiel reflejo de su Luz Verdadera; para depender mucho más de Jesús de lo que nunca pude pensar. Y ante todo para testificar con mi boca, con mi vida y con mi conducta, que esa conversión, esa obra que Dios ha comenzado en mi llegará a su termino, cuando Él lo estime oportuno. Mis tiempos están en sus manos.
Si quieres conocer a Jesús, permiteme que te lo presente; será la decisión más acertada e importante que hayas tomado jamás, pues su transcendencia va más alla de esta vida; de tal modo que es aquí, mientras estamos vivos, cuando tenemos tomar una decisión: tener fe en Jesucristo o creer al mundo y sus religiones.
No dejes para mañana esta reflexión; quizas sea tu última oportunidad; la muerte no descansa, y después...ya nada puedes decidir.

En su sabiduría Dios nos ha resguardado del conocimiento de los hechos futuros para que siempre estemos preparados para los cambios. Todos debemos morir, la fuga, ni escondernos nos puede salvar, ni hay armas para resistir eficazmente. Noventa mil mueren por día, más de sesenta por minuto, y uno cada segundo. Solo el creyente está preparado para comparecer a la solemne e ineludible convocatoria. La maldad, por la cual los hombres suelen escapar de la justicia humana, no puede salvar de la muerte.

La sabiduría es la capacidad de ver la vida desde la perspectiva de Dios y saber cuál es el mejor curso de acción que se debe tomar. Muchos estarán de acuerdo en que la sabiduría es un bien muy valioso, pero ¿cómo adquirirla?   Aprendemos que podemos comenzar a encontrar la sabiduría por medio del temor a Dios (respeto y honor). Por lo tanto, la sabiduría es el resultado de conocer y confiar en Dios, no un simple medio de encontrarlo. Conocer a Dios nos llevará a comprender y a difundir este conocimiento entre los demás.
Los dos hechos más solemnes de nuestra existencia son las dos verdades más preciosas de nuestra vida, nuestra muerte y juicio, que corresponden en el paralelismo a la primera venida de Cristo para salvarnos, y su segunda venida para consumar nuestra salvación.  
    Nos olvidamos rápidamente de la maldad realizada por algunas personas después de que estas mueren. Al regresar del cementerio les alabamos en la misma ciudad donde cometieron sus maldades. La maldad puede conseguir dinero para el pecador, pero no le puede librar de la muerte temporal y eterna, la que es su paga. Hay cosas que el ser humano no puede controlar o predecir: Que el espíritu no abandone su cuerpo cuando le llegue el momento de morir; posponer la muerte; evitar el servicio militar en tiempo de guerra; y utilizar la impiedad para salvarse, porque ello equivale a caer en una trampa.

 Si Dios no nos castiga en forma inmediata cuando pecamos, no debemos suponer que no le importa o que el pecado no tiene consecuencias. Sin embargo, resulta mucho más fácil pecar cuando no sentimos las consecuencias de inmediato. Cuando un niño hace algo malo y no lo descubren, le es mucho más fácil repetir la acción. Pero Dios sabe todo lo malo que hacemos, y algún día tendremos que responder por todo lo que hemos hecho.

Debemos aceptar cada día con su medida diaria de trabajo, comida y placer. Aprendamos a disfrutar lo que Dios nos ha dado para refrescarnos y fortalecernos a fin de que continuemos su obra. Aun si tuviera acceso a toda la sabiduría del mundo, el hombre más sabio sabría muy poco. No hay nadie que pueda comprender completamente a Dios y todo lo que El ha hecho. En la vida siempre habrá muchas más preguntas que respuestas. Pero lo desconocido no debería ensombrecer nuestro gozo, nuestra fe ni nuestro trabajo porque sabemos que alguien mucho mayor que nosotros lleva las riendas y podemos confiar en El. No permitamos que lo que no conocemos del futuro destruya el gozo que Dios quiere darnos hoy.
Nuestro tiempo es tiempo de siembra; en el otro mundo segaremos lo que sembramos ahora. Hay dos clases de siembra, una para la carne, y otra para el Espíritu: así será la rendición de cuentas en el más allá. Los que llevan una vida sensual y carnal, no deben esperar otro fruto de ese camino que no sea miseria y ruina. Pero los que, bajo la dirección y el poder del Espíritu Santo, llevamos una vida de fe en Cristo, y abundamos en la gracia cristiana, cosecharemos vida eterna del Espíritu Santo.
Todos somos muy proclives a cansarnos del deber, particularmente de hacer el bien. Debemos velar con gran cuidado y guardarnos al respecto. La recompensa se promete sólo a la perseverancia en hacer el bien.
  Debemos tener cuidado de hacer el bien en nuestra vida y hacer de él la actividad de nuestra vida, especialmente si se presentan ocasiones nuevas, y hasta donde alcance nuestro poder.

Cuando uno hace lo mejor, se siente satisfecho de los resultados y no necesita compararse con otros. Las personas hacen comparaciones por muchas razones. Algunos destacan las debilidades de otros a fin de sentirse mejor consigo mismo. Otros sencillamente quieren asegurarse que actúan bien. Cuando estemos tentados a compararnos, miremos a Jesucristo. Su ejemplo nos inspirará a que hagamos las cosas mucho mejor, y su aceptación cariñosa nos será de consuelo cuando no logremos nuestros objetivos.

  Es fácil recibir el beneficio de una buena enseñanza bíblica y admirar a nuestros líderes espirituales, pasando por alto sus necesidades financieras y físicas. Debemos cuidar de ellos, no de mala gana o con fastidio, sino con un espíritu generoso, como muestra de honor y aprecio por sus servicios.

  Sería sorprendente si plantaramos maíz y brotaran calabazas. Es una ley de la vida, tanto espiritual como física, que uno cosecha lo que siembra. Si uno chismea de sus amigos, los pierde. Cada acción tiene resultados. Si plantamos para nuestros propios deseos, cosecharemos lamentos y maldad. Si plantamos para agradar a Dios, cosecharemos gozo y vida eterna 
 Dios no permite que se le engañe con palabras huecas: juzgará según las obras, que son semillas sembradas para la eternidad o de gozo o de tristeza. Las excusas por la tacañería en la causa de Dios  parecen válidas ante los hombres, pero no lo son ante Dios  
  La carne contaminada produce corrupción, que es otra palabra por destrucción; la corrupción es la falta, y la corrupción es también el castigo. La vida futura da crecimiento a la semilla sembrada aquí. El hombre no puede burlarse de Dios, porque no puede engañarse a sí mismo. Los que siembran cizaña, no pueden cosechar trigo. Sólo siegan la vida eterna los que siembran para el Espíritu 
  
Dios tiene un calendario para cada semilla que sembramos. Su calendario no siempre se corresponde con el nuestro. Algunas veces el «debido tiempo» se asocia a un rápido resultado. Otras a un proceso lento, que pudiera tomarse años, aun toda una vida. Pero podemos estar seguros de tres cosas. Primero, Dios hará que de nuestras semillas brote una cosecha. Segundo, Dios nunca se adelanta o se atrasa; siempre actúa justo a tiempo y de todo corazón en lo que se refiere a nuestro bien. Tercero, nuestra cosecha dependerá en cantidad y calidad de la clase de semillas que sembremos: Las buenas semillas traen buenas cosechas, mientras que las malas semillas traen malas cosechas.
¿Qué hemos de hacer nosotros durante el tiempo de crecimiento de nuestras semillas?
 No desanimarnos.   Determinarnos a mantener nuestra fe viva y activa.   Dar y seguir dando; amar y seguir amando. Hay que saber esto: Tu cosecha, la que Dios produce, está garantizada. Continuemos en una actitud de expectación.  
La ley de la siembra y la cosecha está en el corazón mismo de la evangelización a nivel mundial, nuestro tiempo de vida es nuestro «tiempo de siembra», y la cosecha de nuestra vida rendirá múltiples frutos de la semilla sembrada, si es que sembramos sabiamente. Esta verdad nos invita a abandonar toda reserva y darle a Dios lo mejor de nuestras vidas, para que él pueda levantar una rica cosecha  ¿No podría el Espíritu manifestarse como un huracán de poder si nos encuentra sembrando para el Señor? Una vida en manos de Dios constituye una garantía para el crecimiento de su obra a través del mundo
Toda ira precipitada es homicidio en el corazón, resultado de que en nuestra vida no caminamos conforme a lo que decimos creer. La calumnia y las censuras maliciosas son veneno que mata secreta y lentamente, primero a uno mismo porque hacen mella en nuestra mente y la aprisionan en la amargura y los celos; después quien recibe los improperios, resulta herido. La ira, en este caso, se refiere a la amargura creciente en contra de alguien. Es una emoción peligrosa que puede llevar a la pérdida de dominio propio, y puede conducir a la violencia, al daño emocional, a una tensión mental creciente y a otros resultados destructivos. La cólera impide que desarrollemos un espíritu agradable para Dios. ¿Alguna vez nos hemos sentido orgullosos de no haber cometido el error de decir lo que teníamos en la mente? El dominio propio es bueno pero Cristo quiere que dominemos también nuestros pensamientos. Jesús dijo que seremos juzgados aún por nuestras actitudes.
  Debemos conservar cuidadosamente el amor y la paz cristianas con todos nuestros hermanos, aún con el resto de las personas fuera del Evangelio; y, si en algún momento, hay una pelea, riña o enfado, debemos confesar nuestra falta, humillarnos a nuestro hermano, haciendo u ofreciendo satisfacción por el mal hecho de palabra u obra: y debemos hacer esto rápidamente porque hasta que lo hagamos, no seremos aptos para nuestra comunión con Dios en las santas ordenanzas. Cuando nos estamos preparando para algún servicio al Señor, bueno es que nosotros hagamos de esto una ocasión para reflexionar y examinarnos con seriedad.
Debemos tomar en cuenta que es muy aplicable a nuestro ser reconciliados con Dios por medio de Cristo. Mientras estemos vivos, estamos en camino a su trono de juicio, después de la muerte, será demasiado tarde. Cuando consideramos la importancia del caso, y la incertidumbre de la vida, ¡cuán necesario es buscar la paz con Dios sin demora!