Romanos 11; 11-21
11
Digo, pues: ¿Han tropezado los de Israel para que cayesen? En ninguna
manera; pero por su transgresión vino la salvación a los gentiles, para
provocarles a celos. 12 Y si su
transgresión es la riqueza del mundo, y su defección la riqueza de los
gentiles, ¿cuánto más su plena restauración? 13
Porque a vosotros hablo, gentiles. Por cuanto yo soy apóstol a los gentiles,
honro mi ministerio, 14 por si en alguna
manera pueda provocar a celos a los de mi sangre, y hacer salvos a algunos de
ellos. 15 Porque si su exclusión es la
reconciliación del mundo, ¿Qué será su admisión, sino vida de entre los
muertos? 16 Si las primicias son santas,
también lo es la masa restante; y si la raíz es santa, también lo son las
ramas. 17 Pues si algunas de las ramas
fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado en lugar de
ellas, y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo, 18 no te jactes contra las ramas; y si te
jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti. 19 Pues las ramas, dirás, fueron desgajadas para
que yo fuese injertado. 20 Bien; por su
incredulidad fueron desgajadas, pero tú por la fe estás en pie. No te
ensoberbezcas, sino teme. 21 Porque si
Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará. 22 Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios;
la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad para contigo,
si permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también serás cortado. 23 Y aun ellos, si no permanecieren en
incredulidad, serán injertados, pues poderoso es Dios para volverlos a
injertar. 24 Porque si tú fuiste cortado
del que por naturaleza es olivo silvestre, y contra naturaleza fuiste injertado
en el buen olivo, ¿cuánto más éstos, que son las ramas naturales, serán
injertados en su propio olivo?
Hasta ahora Pablo ha estado hablando a los
judíos; pero aquí se dirige a los gentiles. Es el apóstol de los gentiles, pero
no se puede olvidar de su propio pueblo. De hecho, llega a decir que una de sus
metas principales es hacer que los judíos tengan envidia cuando vean lo que el
Evangelio ha hecho por los gentiles. Una de las maneras más seguras de hacer
que la gente desee el Evangelio es hacerle ver en la vida real lo que puede
hacer por una persona.
Una vez había un soldado que había sido herido
en una batalla. El capellán se arrastró hasta el lugar e hizo todo lo que pudo
por él. Se quedó haciéndole compañía cuando se retiró el resto de la tropa. En
el ardor del día le dio agua de su cantimplora, mientras él mismo se abrasaba
de sed. Por la noche, cuando descendía el relente frío, le cubría con su propia
ropa. Al final, el herido miró al capellán y le dijo: «Padre, ¿es usted
cristiano?» «Lo procuro» -le contestó el capellán. "Entonces -siguió
diciendo el herido-, si el Cristianismo le hace hacer a uno por los demás lo
que usted está haciendo por mí, dígame lo que es eso, porque yo lo quiero.» El
Cristianismo en acción le hizo sentir envidia de una fe que podía producir una
vida así.
Pablo esperaba, pedía y anhelaba que algún día
los judíos vieran lo que el Evangelio había hecho por los gentiles y llegaran a
desearlo.
Para Pablo el mundo sería un paraíso si los
judíos entraran en la Salvación. Si el rechazamiento de los judíos había
logrado tanto; si, por medio de él, el mundo gentil se había reconciliado con
Dios, ¡qué gloria superlativa sería cuando los judíos entraran otra vez! Si la
tragedia del rechazamiento había tenido unos resultados tan maravillosos, ¿Cómo
sería el final feliz cuando la tragedia del rechazamiento se cambiara en la
gloria de la aceptación? Pablo dice simplemente que sería como una
resurrección.
Seguidamente Pablo usa dos alegorías para
mostrar que los judíos no pueden ser rechazados definitivamente. Todos los
alimentos, antes de comerse, tenían que ofrecerse a Dios. Así la Ley establecía
(Números 15:19-21cuando comencéis a comer del pan de la
tierra, ofreceréis ofrenda a Jehová. 20
De lo primero que amaséis, ofreceréis una torta en ofrenda; como la
ofrenda de la era, así la ofreceréis. 21
De las primicias de vuestra masa daréis a Jehová ofrenda por vuestras
generaciones. ) que, si se
preparaba la masa para hacer pan, la primera torta se tenía que ofrecer a Dios;
una vez hecho eso, toda la masa quedaba consagrada. No hacía falta, digamos,
ofrecerle a Dios todo el amasijo; el ofrecimiento de la primera porción
santificaba el todo. Era costumbre plantar árboles sagrados en lugares
consagrados a Dios. Entonces, cuando se plantaba el pimpollo, se consagraba a
Dios, y todas las ramas que diera después estaban consagradas.
Lo que Pablo deduce de este principio es que
se da por sentado que los patriarcas fueron consagrados a Dios; tenían
costumbre de oír la voz de Dios y de obedecer a Su palabra; habían sido
elegidos y consagrados a Dios de una manera especial. De ellos procedió toda la
nación de Israel; y lo mismo que sucedía con la primera torta de la masa, que
se consagraba para que toda aquella hornada quedara consagrada, y con los
pimpollos, para que todo el árbol fuera consagrado, la consagración especial de
los fundadores hacía a la nación de Israel consagrada a Dios de una manera
especial. La verdad que se nos quiere hacer comprender es que el remanente de
Israel derivaba su fidelidad de los antepasados. Cada uno de nosotros vive de
alguna manera del capital del pasado. No somos los primeros, ni el producto de
nuestro propio esfuerzo. Somos lo que nos han hecho nuestros padres y
antepasados piadosos; y, aunque nos apartemos y seamos infieles a nuestra
herencia, no podemos desligarnos del todo de la bondad y fidelidad que nos hizo
lo que somos.
Pablo pasa a hacer otra larga analogía. Más de
una vez los profetas habían comparado la nación de Israel con el olivo de Dios.
Eso era natural, porque el olivo era el árbol más corriente y útil en los
países del Mediterráneo. «Olivo verde, hermoso en su
fruto y en su parecer, llamó Jehová tu nombre. A la voz de recio estrépito hizo
encender fuego sobre él, y quebraron sus ramas. » (Jeremías 11:16 ).
"Se extenderán sus ramas, y será su gloria como la
del olivo, y perfumará como el Líbano. » (Oseas 14:6 ). Ahora Pablo
compara a los gentiles con las ramas de un acebuche que han sido injertadas en
el olivo cultivado que era Israel. Desde el punto de vista de la horticultura
eso no se haría nunca. Por eso Pablo dice «contra lo que se hace naturalmente»
(versículo 24). Lo natural sería injertar una rama de olivo cultivado en el
silvestre para que diera buen fruto. Pero lo que Pablo nos quiere decir está
muy claro: los gentiles habían estado en los montes entre otros árboles
silvestres, y ahora, por obra de la Gracia de Dios, estaban injertados en el
buen olivo del huerto de Dios, participando de su riqueza y fertilidad.
De esta alegoría Pablo saca dos lecciones:
(i) La
primera es una palabra de advertencia. Habría sido posible que los gentiles
adoptaran una actitud de desprecio. ¿No era verdad que los judíos habían sido
rechazados para que ellos entraran? En un tiempo en el que los judíos eran despreciados
por todo el mundo, tal actitud habría sido de esperar. La advertencia de Pablo
nos sigue siendo necesaria a nosotros. En efecto, dice que no habría habido tal
cosa como el Cristianismo si no hubiera existido primero el pueblo de Israel.
Sería una desgracia que la Iglesia Cristiana olvidara su deuda para con la raíz
de la que brotó. Tiene una deuda que no podrá pagar nunca más que llevando el
Evangelio a los judíos. Así que Pablo advierte a los gentiles contra el peligro
del desprecio. Severamente, dice que si las ramas naturales fueron desgajadas
por su infidelidad, más fácilmente les puede pasar lo mismo a las ramas
injertadas.
(ii) La
segunda parte es una palabra de esperanza. Los gentiles han experimentado
la bondad de Dios; y los judíos, Su severidad. Si los gentiles permanecen
fieles, seguirán disfrutando de la bondad de Dios; pero, si los judíos
abandonan su incredulidad y entran en la fe, serán injertados; porque, dice
Pablo, si fue posible que el acebuche fuera injertado en el olivo cultivado,
mucho más será posible que las propias ramas del olivo cultivado sean
injertadas de nuevo en su árbol original. De nuevo vemos que Pablo sigue
esperando el final feliz, cuando los judíos se conviertan a Cristo.
Mucho de este pasaje es difícil de entender,
aunque las analogías mediterráneas no podemos decir que nos suenen remotas;
pero una cosa queda más clara que el agua: la relación que existe entre el
judaísmo y el Cristianismo, entre lo antiguo y lo nuevo, el Antiguo Testamento
y el Nuevo. Aquí está la respuesta a los que quieren prescindir del Antiguo
Testamento como si fuera un libro exclusivamente judío y sin nada que ver con
el Cristianismo. Eso es tan estúpido como desembarazarnos de una patada de la
escalera por la que hemos subido adonde nos encontramos. Sería estúpido de la
rama el desgajarse del tronco que la sostiene. Israel es la raíz de la que
crece la Iglesia Cristiana. La consumación vendrá solamente cuando el olivo
silvestre y el cultivado sean uno solo y el mismo, y cuando no queden ramas sin
injertar en el árbol padre.
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