} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: LA VIDA DE ELÍAS XII

sábado, 1 de octubre de 2022

LA VIDA DE ELÍAS XII

 

 

“Ahora conozco que tú eres varón de Dios, y que la palabra de Jehová es verdad en tu boca” (1 Reyes 17:24)

 

      Para alguien tan lleno de celo por el Señor y de amor para Su pueblo como Elías, la prolongada inactividad a la cual se veía forzado a someterse había de resultar una prueba severa. Un profeta tan enérgico y valiente debía de estar ansioso de aprovechar la aflicción que sufrían sus compatriotas; debía de desear despertarles a sentir sus graves pecados, y urgirles a tornarse al Señor. En vez de ello -los caminos de Dios son tan distintos de los nuestros- se le pedía que permaneciera en su retiro un mes tras otro, año tras año. Sin embargo, su Señor tenía un designio sabio y de gracia al tratar de disciplinar a su siervo. A lo largo de su estancia junto al arroyo de Querit, Elías había probado la suficiencia y la fidelidad del Señor, y había ganado no poco en su estancia descrita en Sarepta. Como revela el apóstol  Pablo en II Corintios 6:4 antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios, en mucha paciencia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias;   y en II Corintios 12:12 Con todo, las señales de apóstol han sido hechas entre vosotros en toda paciencia, por señales, prodigios y milagros. la señal primordial de un siervo de Cristo aprobado es la gracia de la paciencia” espiritual, y ésta se desarrolla por medio de "la prueba de la fe” (Santiago 1:3). Los años que Elías pasó en Sarepta estaban lejos de ser tiempo perdido, porque fue durante su estancia en casa de la viuda que obtuvo la confirmación de su llamamiento divino por el sello notable dado a su ministerio.

Fue allí donde obtuvo su aprobación en la conciencia de su huésped: “Ahora conozco que tú eres varón de Dios, y que la palabra de Jehová es verdad en tu boca” 1 Reyes 17:24). Era de gran importancia que el profeta tuviera un testimonio semejante de la procedencia divina de su misión, antes de emprender la parte más difícil y peligrosa de la misma que tenía ante sí. Su corazón fue confirmado de modo bendito, y así ya estaba capacitado para comenzar de nuevo su carrera pública con la seguridad de ser un siervo de Jehová, y de que la Palabra del Señor estaba verdaderamente en su boca. Semejante sello a su ministerio (la vuelta a la vida del niño muerto) y la aprobación en la conciencia de la madre eran motivos de estímulo al ir a hacer frente a la gran crisis y el conflicto del Carmelo.

¡Qué mensaje se contiene aquí para muchos ministros ardorosos de Cristo a quienes la Providencia ha retirado por un tiempo del ministerio público! Están tan deseosos de hacer bien y de extender la gloria de su Maestro en la salvación de los pecadores y en la edificación de los santos, que sienten que su obligada inactividad es una prueba severa. Pero, que tengan la seguridad de que el Señor tiene alguna buena razón al imponer esa limitación sobre ellos, y por lo tanto, que deben procurar celosamente la gracia necesaria para no inquietarse ni obrar por si mismos buscando forzar la salida de tal situación, ¡Meditad el caso de Elías! No dejó escapar queja alguna ni se aventuró a salir del retiro al que Dios le había enviado. Esperó pacientemente a que el Señor le dirigiera, a que le libertara, a que extendiera su esfera de servicio. Entre tanto, por su ferviente intercesión, fue hecho bendición grande para los de aquella casa. "Pasados muchos días, vino palabra de Jehová a Elías en el tercer año, diciendo: Ve, muéstrate a Acab, y yo haré llover sobre la faz de la tierra.” (I Reyes 18:1). Atendamos a esta expresión del Espíritu bendito. No dice "pasados tres años” (como fue en realidad), sino “pasados muchos días”. Hay ahí una importante lección para nuestro corazón, si atendemos a la misma: deberíamos vivir los días uno a uno, y contar nuestras vidas por días. "El hombre nacido de mujer, corto de días, y harto de sinsabores; que sale como una flor y es cortado” (Job 14:1,2). Tal era la visión de la vida del anciano Jacob, por cuanto, cuando Faraón preguntó al patriarca por su edad, contestó: "Los días de los años de mi peregrinación son ciento treinta años” (Génesis 47:9). Bienaventurados aquellos cuya oración es: “Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría" (Salmo 90: 12). Empero, qué propensos somos a contar por años. Esforcémonos, a vivir cada día como si fuera el último de nuestra vida.

"Pasados muchos días, fue”; es decir, el predeterminado consejo de Jehová se llevaba a cabo. El cumplimiento del propósito divino no podemos retrasarlo ni forzarlo. Ni nuestra petulancia ni nuestras oraciones pueden apresurar a Dios. Tenemos que esperar la hora por É1 designada, y cuando llega, Él obra; es tal como Él lo ha predeterminado. El espacio preciso de tiempo que su siervo tiene que permanecer en un lugar determinado fue predestinado por el Señor en la eternidad. “Pasados muchos días", esto es, más de mil desde que la sequía comenzó fue palabra de Jehová a Elías". Dios no había olvidado a su siervo. El Señor nunca olvida a ninguno de sus hijos, porque  ha dicho: "He aquí que en las palmas te tengo esculpida; delante de mi están siempre tus muros” (Isaías 49:16). Ojalá nunca le olvidemos, sino que podamos decir: "A Jehová he puesto siempre delante de mí" (Salmo 16:8).

 

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