1 Corintios
11:23-27 Porque yo recibí
del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que
fue entregado, tomó el pan;
y habiendo dado gracias, lo
partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido;
haced esto en memoria de mí.
Asimismo tomó también la
copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el Nuevo testamento en mi
sangre; haced esto todas las veces que bebiereis, en memoria de mí.
Porque
todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del
Señor anunciáis hasta que él
venga.
De
manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor
indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor.
(La Biblia Casiodoro de Reina 1569)
El «congregarse en común» no se entendía sólo en el sentido de una
reunión exterior o también, evidentemente, en una habitación lo más amplia
posible de una casa privada. Se entendía asimismo en el sentido de un acuerdo
íntimo de los reunidos, mientras que hoy, para nosotros, todo está ordenado, en
el espacio, hacia adelante, y en el contenido hacia arriba. Sólo ahora, en nuestro
más inmediato presente, comenzamos a experimentar, concebir y plantear de otra
manera los espacios de las iglesias o congregaciones.
Que tampoco una más fuerte acentuación de lo horizontal sea ya por sí
sola una garantía de la realización de una auténtica imagen de la Iglesia es
algo que el presente capítulo de corintios enseña de manera más que clara y
expresiva. Su motivo se encuentra justamente en este nivel, es decir, en el
fallo de la comunidad en lo referente a la fraternidad.
En cierto modo el Apóstol no se extraña de que en la comunidad
aparezcan abusos tan funestos. Por la profecía sabe de las cosas que precederán
al juicio. A través de este género de tentaciones «conviene» que se manifieste
la sólida virtud de los cristianos auténticos. Es un serio «conviene», por el
cual el Apóstol no se siente muy consolado, pero que le ayuda a soportar la
prueba con resignación. En la posterior historia de la Iglesia se ha tenido que
recordar muchas veces esta palabra. Pero nadie puede consolarse fácilmente con
ella y dejar que siga habiendo divisiones. Tampoco lo hace así el Apóstol, sino
que batalla por la unidad de la comunidad, de la Iglesia.
Una vez que Pablo ha pronunciado su más enérgica reprensión contra el
modo de celebrar sus solemnidades los corintios, quiere mostrarles ahora
positivamente en qué estilo, sentido y espíritu deben celebrar estas reuniones.
Para ello, busca un apoyo en la misma institución de la cena del Señor. A tal
fin, necesita sólo recordar el texto exacto de la liturgia de la institución,
bien conocido de los corintios y recitado en cada solemnidad. De aquí deducirá
luego todo lo demás. Propiamente hablando, en las palabras de Jesús y en el
hecho que indican, se encierra todo.
No hay ningún otro pasaje en
todo el Nuevo Testamento que tenga tanto interés como este. Entre otras cosas,
es la base para el acto de culto más sagrado de la Iglesia Cristiana, la Santa
Cena; y también, como esta carta es anterior a los primeros evangelios, este es
de hecho el primer reportaje que tenemos, no sólo de la institución de la Santa
Cena, sino de ninguna palabra del Señor Jesús.
La Santa Cena no
querrá decir nunca lo mismo para dos personas diferentes; pero no tenemos que
entenderla totalmente para recibir bendición. Como ha dicho alguien, " no
tenemos que entender la composición química del pan para digerirlo y asimilarlo
y alimentarnos de él.» Pero, a pesar de eso, haremos bien en intentar entender
por lo menos algo de lo que quería decir Jesús cuando habló así del pan y del
vino.
Esa comida
común de los corintios pervertía la Cena del Señor. No tenía autorización
alguna, ni aun estando libre de abusos. Después de condenar aquello, ahora
Pablo pasa a recordarles de cómo debe ser celebrada la Cena del Señor. Así se
ve claramente el contraste entre lo carnal de la comida de los corintios y lo
espiritual de la Cena del Señor.
No les dice nada
nuevo, sino resume la institución de la Cena. Les recuerda que lo que les había
entregado cuando estaba con ellos en el principio es exactamente lo mismo que
él había recibido del Señor directamente por inspiración. Es cierto que no
estuvo presente en la institución de la Cena, pero su información acerca de
ella la recibió de parte de Cristo mismo.
El Señor mismo es quien instituyó la Cena, y
lo hizo la noche que fue entregado (Mateo_26:14-56).
Esta verdad subraya la asociación de la Cena del Señor con la muerte de él.
El pan que tomó fue
el pan de la Pascua que estaba delante de él en la mesa, que era pan sin
levadura (Mateo_26:17; Éxodo_12:15).
«Tomó pan y, recitando la acción de gracias, lo partió y dijo.» " Esto es
Mi cuerpo» -dijo del pan. Un hecho muy sencillo nos impide tomar estas palabras
literalmente. Cuando Jesús estaba hablando, estaba todavía en Su cuerpo humano;
y nada estaba más claro que el que Su cuerpo y el pan eran dos cosas bien
diferentes y aparte. Pero tampoco dijo simplemente: " Esto representa Mi
cuerpo.» En un sentido, eso es cierto: el pan que troceamos en el sacramento
representa el cuerpo de Cristo; pero hace más que representar. Para la persona
que lo toma en su mano y se lo lleva a la boca con fe y amor, es un medio no
sólo de recuerdo sino de contacto vital con Jesucristo. Para uno que no fuera
creyente no sería nada más que pan; para el que ama a Cristo es una manera de
entrar en comunión con ÉL
Jesús cumple, también en su
comportamiento exterior, un ceremonial. Esto es importante a la hora de
entender la recitación de acción de gracias. De acuerdo con su origen en el
ritual judío, se trata aquí de la bendición de la mesa, que no se divide en una
oración antes y otra acción de gracias después, sino que, al dar gracias a Dios
por sus dones, consigue la bendición divina.
Agradecer y bendecir eran una misma cosa. El delgado pan se partía a
fin de dar a cada uno de los comensales una parte del mismo. Pero también aquí
se puede rastrear el deseo del Apóstol de hacer comprender a los corintios cuán
poco se compagina con esto su propia conducta, que no reparte nada. Está bien
claro lo que Jesús quiere decir con estas palabras: es el cuerpo que se
entregará por ellos a la muerte muy pronto, en la terrible y tangible visión de
la cruz, y ya ahora en el ocultamiento y en la significación del pan, partido
en comida.
Sabemos lo que Dios quiere por lo que ha hecho. Jesús usó aquel pan, y
no cualquier pan. No hay autorización bíblica alguna para el uso de pan con
levadura en la Cena del Señor.
Jesús tomó
el pan (una torta sin levadura) y dio gracias por él. Aquí y en Lucas_22:19 el texto dice que Jesús dio gracias,
mientras que en Mateo_26:26 y en Marcos_14:22 el texto dice que tomó el pan, lo bendijo, y luego lo partió.
De esto aprendemos que bendecir el pan equivale a dar gracias por él.
Al decir en oración lo que representa el pan (así lo bendecimos), en seguida
damos a Dios gracias por él. Esto es lo que debemos hacer antes de comer el
pan de la Cena del Señor.
(Dar gracias a Dios por otras
miles de cosas pertenece a otras ocasiones, y no a ésta).
Obviamente Jesús no se refería a su cuerpo
literal, pues estuvo presente en cuerpo cuando lo dijo, y los discípulos
no comieron su cuerpo físico. Cuando terminaron de comer el pan, Cristo todavía
estaba allí delante de ellos en cuerpo. Además, no es creíble que ellos
bebieran la sangre literal de Cristo, pues al judío (y a todos) se le prohibía
comer sangre (Levitico_17:10; Deuteronomio_12:16; Génesis_9:4).
La doctrina católica
romana de la “transubstanciación” (que la substancia de pan se cambia en la
substancia de cuerpo físico y literal, y que la substancia de fruto de la vid
se cambia en la substancia de sangre física y literal) es una invención humana,
como también la doctrina luterana de la “consubstanciación” (que la substancia
del cuerpo y de la sangre de Cristo están presentes juntamente con la
substancia del pan y del fruto de la vid).
Según el apóstol
Pablo, ese pan era pan antes de la bendición, y después de ella. Lo que tomaron
era pan, y lo que comieron era pan, no cuerpo.
El pan de la Cena del
Señor es su cuerpo en representación, exactamente como “él es Elías” (Mateo_11:14) quiere decir que Juan el Bautista era
Elías en representación (Mateo_17:10-13), no en
persona.
Una cosa es símbolo, o
representación, de la otra.
Al decir Jesús, “Yo
soy la puerta” (Juan_10:9), decía que él representaba
la entrada al cielo. De igual manera en la Cena del Señor, la persona come del
pan pensando en que Cristo sacrificó su cuerpo en la muerte de la cruz, y así
lo conmemora.
El pan es el cuerpo
de Cristo como la copa (el fruto de la vid) es el nuevo pacto. Al tomar la copa
(el jugo de uva) la persona participa de los beneficios del pacto y al comer el
pan participa de los beneficios de la muerte de Cristo en la cruz.
La Cena del Señor fue
instituida en seguida de que comieron la Pascua (Mateo_26:26;
Marcos_14:22; Lucas_22:20).
Al decir
“copa”, Jesús se refiere al fruto de la vid (el jugo de uva), pues esta “copa”
¡se bebe!. Ningún recipiente de líquidos se puede beber.
Esta “copa” aquí
referida es el nuevo pacto (en representación, o símbolo), y ¡seguramente
ningún recipiente de materia es el (o, puede representar al) nuevo pacto de
Cristo!
El fruto de la vid
representa el nuevo pacto porque representa la “sangre del nuevo pacto, que por
muchos es derramada para remisión de los pecados” (Mateo_26:28).
Para que el nuevo pacto fuera ratificado, Jesús tuvo que derramar su sangre (Hebreos_9:15-17).
Un pacto es una
relación en la que entran dos personas. Había un Antiguo Pacto entre Dios y el
pueblo de Israel que estaba basado en la Ley. En él Dios había elegido y se
había acercado al pueblo de Israel, llegando a ser de una manera especial su
Dios; pero había una condición: si esa relación había de durar, tenían que
cumplir la Ley (Exodo_24:1-8). Con Jesús se
ofrece a la humanidad una nueva relación que depende, no de la ley, sino del
amor; no de la fidelidad con que el hombre cumpla la ley -porque no puede-,
sino de la buena voluntad gratuita y generosa de Dios que nos la ofrece.
Bajo el Antiguo
Pacto uno no podía hacer más que temer a Dios, porque estaba siempre en deuda
con Él ya que no podía nunca cumplir perfectamente la ley; bajo el Nuevo Pacto
uno acude a Dios como un hijo a su padre. Mírese como se mire, Le costó la
vida a Jesús hacer posible esta nueva relación con Dios. «La sangre es la
vida,» decía la ley Deuteronomio_12:23;
costó la vida de Jesús, Su sangre, como diría un judío. Así que el vino rojo de
la Comunión representa la sangre vital de Cristo, sin la cual el Nuevo Pacto,
la nueva relación con Dios, no habría sido posible.
Este pacto es nuevo en calidad (Hebreos_8:8-13),
reemplazando el otro pacto que se envejeció y fue quitado, clavado en la cruz (Hebreos_8:13; Colosenses_2:14). Fue establecido en
base a la muerte de Cristo en la cruz. La sangre de Cristo es la razón por qué
el cristiano puede gozar de las bendiciones del nuevo pacto.
Aquí un pacto, o acuerdo, entre Dios y los
hombres, por medio de Jesucristo, pero solamente Dios pone los términos del
pacto. Hebreos_9:11-22.
La copa se bebe (pero no el recipiente). Por
metonimia se presenta el contenido (el jugo) con el nombre del continente (la
copa, o cáliz).
Siempre que se bebe
la copa, debe ser con el fin ahora estipulado; a saber, para recordar a Jesús
en su muerte en la cruz.
La Cena del Señor se
celebraba regularmente, cada primer día de la semana. Tenemos un ejemplo
apostólico de esto en Hechos 20:7. A esta verdad
atestiguan los historiadores primitivos.
Las iglesias
protestantes tratan de dar a esta frase el sentido de que no hay regularidad en
el tiempo de la observancia de la Cena. Pero la idea no es de qué tan a menudo
hacerlo, sino de que siempre la observancia sea para recordar lo que ha hecho
Cristo por nosotros. La frecuencia de tomar la Cena del Señor es determinada
por el ejemplo apostólico.
Seguramente la Cena del Señor no es para satisfacer hambre física.
Ella fue instituida “después” de la cena de la pascua que sí satisfizo hambre
física. Cenas para el hambre física deben ser comidas en las casas de la gente,
y no en la asamblea de la iglesia.
El pan es comido y la copa es bebida.
Obviamente, la copa es el fruto de la
vid, el jugo, y no el vaso o continente. Debe notarse que los discípulos no
solamente comieron el pan, sino también bebieron la copa.
El clero romano no da la copa a
los feligreses, sino solamente el pan. Se argumenta que el pan, por ser el
cuerpo de Cristo, y por contener el cuerpo sangre, basta para que la persona
solamente coma el pan. Bueno, si su lógica tiene validez, el pan debe bastar
¡también para los sacerdotes! ¿Ellos nada más comen la “hostia”, sin tomar el
vino?
Cada primer día de la semana la iglesia de
Cristo proclama a todo el mundo, con tomar la Cena del Señor, que Cristo murió
por todos los hombres, y que su muerte es la razón por que Dios puede mostrar
misericordia a los pecadores.
La iglesia continuará
haciendo esta proclamación (predicación) hasta que Cristo venga la segunda vez
(Hebreos_9:28). Esta Cena proclama que Cristo
murió por todos, reina ahora en los cielos, y de allí volverá en el día final.
Ella mira tanto para atrás, como para delante. Cuando él venga la segunda vez,
no habrá por qué continuar celebrando la Cena.
El texto
griego emplea el tiempo presente, “sigan haciendo esto”. La Cena del Señor se
observa cada primer día de la semana en obediencia a este mandamiento Hechos _20:7.
Esta cena espiritual
tiene por propósito conmemorar la muerte de Cristo por nosotros. Se revive la
realidad del siglo primero que sucedió en la crucifixión de Jesucristo.
Pablo
acaba de reprender a los que, con sus partidismos y diferencias de clases
dividen la Iglesia; así es que esto quiere decir que el que come y bebe
indignamente es el que no se ha dado cuenta de que toda la Iglesia es el Cuerpo
de Cristo, y no está en armonía con su hermano. Toda persona en cuyo corazón
hay odio, amargura, desprecio contra otro, al acercarse a la Mesa del Señor
come y bebe indignamente. Así que comer y beber indignamente es no tener el
sentimiento de la grandeza de
lo que se está haciendo, y hacerlo cuando no se está en armonía con el hermano
por quien Cristo murió.
Pablo pasa a decir
que las desgracias que han sobrevenido a la iglesia de Corinto ( y a las de hoy
en día) puede que sean debidas al hecho de que se acercan a la Mesa del Señor
cuando hay divisiones entre ellos; pero esas desgracias no son para
destruirlos, sino para disciplinarlos y hacerlos volver al camino de Dios.
Debemos tener clara
una cosa. La frase que prohíbe el que una persona coma y beba indignamente no
excluye al que es pecador y lo sabe. Si la Mesa del Señor fuera sólo para los
perfectos, ninguno podríamos acercarnos. El acceso no está nunca cerrado para el pecador arrepentido. Para el
que ama a Dios y a sus semejantes, el camino está siempre abierto; y sus
pecados, aunque sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos.
¡Maranatha!
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