} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: NO SEAMOS COMO LA IGLESIA DE LAODICEA

sábado, 13 de mayo de 2017

NO SEAMOS COMO LA IGLESIA DE LAODICEA



Apocalipsis 3; 14-22 Y escribe al ángel de la Iglesia de los laodicenses: He aquí, el que dice Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios;
   Yo conozco tus obras, que ni eres frío, ni hirviente. ¡Bien que fueses frío, o hirviente!
   Mas porque eres tibio, y no frío ni hirviente, yo te vomitaré de mi boca.
   Porque tú dices: Yo soy rico, y estoy enriquecido, y no tengo necesidad de ninguna cosa; y no conoces que tú eres un desventurado y miserable y pobre y ciego y desnudo;
   Yo te amonesto que de mí compres oro afinado en fuego, para que seas hecho rico, y seas vestido de vestiduras blancas, para que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas.
   Yo reprendo y castigo a todos los que amo: sé pues celoso, y enmiéndate.
   He aquí, que yo estoy parado a la puerta y llamo; si alguno oyere mi voz, y abriere la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.
   Al que venciere, yo le daré que se siente conmigo en mi trono; así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.
   El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias.
(La Biblia de Casiodoro de Reina 1569)


Laodicea de Frigia, junto al Lico, desde su fundación hacía unos cuatrocientos años, se había convertido en un rico centro comercial e industrial. Los tejidos de lino y lana representaban la principal actividad; los institutos bancarios habían alcanzado renombre hasta en Roma; allí había también una escuela especial de medicina y farmacia. Después del terremoto del año 60 d.C. la ciudad misma había llevado a cabo su reconstrucción con sus propios medios sin ayuda del Estado. En esta última carta se utilizan con especial abundancia las peculiaridades locales para dar forma a las imágenes. Laodicea era la ciudad más opulenta de las siete que había en Asia. Se le conocía por su banca industrial, la manufactura de lana y la escuela de medicina que producía un medicamento para los ojos. Pero la ciudad siempre tuvo un problema con el suministro de agua. En cierta oportunidad se construyó un acueducto para transportar agua a la ciudad desde manantiales de agua caliente. Pero cuando el agua llegaba a la ciudad, no estaba ni caliente ni fría, solo tibia. La iglesia había llegado a ser tan insípida como el agua tibia que llegaba a la ciudad.

La iglesia de Laodicea es la única a la que no se dice una buena palabra; es una comunidad por la que se preocupaba ya el apóstol Pablo (Colosenses_2:1), a la que había escrito también una carta (Colosenses_4:16) y que, algunos decenios después falla completamente según el juicio de Cristo, y ello debido a su tibieza religiosa, de resultas de su falsa orientación hacia el mundo. Y sin embargo, tampoco a ella dirige el Señor sólo palabras de condenación; al final de la carta se hallan, como en ninguna otra de las siete cartas, las más tiernas palabras de amorosa solicitud.

Cristo se designa con el término hebraico de encarecimiento, «el Amén» (Isaías_65:16), personificado, que a continuación se explica como «el testigo fiel y veraz» (cf. 1,5): su palabra es absolutamente de fiar. él es también el primer principio de la creación entera (Juan_1:3), al que por tanto está también referido siempre todo lo creado (Colosenses_1:16 s); en él, pues, hallan los cristianos de Laodicea, cuando buscan el mundo, el verdadero acceso a éste, y el mundo mismo en su forma más primigenia.

  El agua tibia es desagradable. La iglesia de Laodicea se había vuelto tibia y por lo tanto era desagradable y repugnante. Los creyentes no adoptaban una posición firme. La indiferencia los había conducido a la ociosidad. Al dejar de hacer algo por Cristo, la iglesia se había endurecido y estaba satisfecha de sí misma. Estaba destruyéndose. No hay nada más desagradable que un cristiano solo de nombre que es autosuficiente. No se conforme con seguir a Dios a medias. Permita que Cristo avive su fe, y póngala en acción.

El hecho de que los laodiceos ensayen un compromiso entre ser cristianos y ser mundanos, los hace tan falsos y tan repugnantes para su Señor como un vaso de agua tibia; vienen ganas de vomitarlo. Nada a medias y nada del todo, un cojear de los dos lados (l Reyes 18,21), ni contra Dios ni contra el mundo (Mateo_6:24; Mateo_12:30), así siempre y en todas partes se arregla uno en el mundo con todos; sin embargo, tal cristianismo irresoluto es a juicio de Cristo más insulso que el verdadero paganismo, un cristiano sin carácter tiene para él menos valor que un pagano con firmeza de carácter. La veracidad y la fidelidad son su misma esencia; quien quiera ser de él tiene que congeniar con él a este respecto.
Algunos creyentes suponían equivocadamente que la abundancia de bienes materiales eran indicio de la bendición espiritual de Dios. Laodicea era una ciudad rica y la iglesia también lo era. Pero lo que la iglesia pudo ver y comprar llegó a ser más valioso para ellos que lo que no se ve y es eterno. La riqueza, el lujo y la comodidad pueden convertir a las personas en confiadas y satisfechas de sí mismas. Pero por mucho que usted tenga, no tiene nada si no posee una relación vital con Cristo. ¿De qué forma influye su nivel económico actual en su vida espiritual? En vez de concentrarse en la comodidad y el lujo, busque su verdadera riqueza en Cristo.

  A los de Laodicea se les conocía por su gran riqueza, pero Cristo les dijo que debían comprar oro de El (el verdadero tesoro espiritual). La ciudad estaba orgullosa de su ropa e industrias de tintorería, pero Cristo les dijo que debían comprar vestiduras blancas de El (su justicia). Los cristianos de Laodicea son ricos de bienes de la tierra, por lo cual también la comunidad resplandece al exterior: vista desde fuera, no le falta nada; puede satisfacer todas las necesidades y obligaciones, hasta las caritativas, por ejemplo, y realmente lo hace. Es bien vista en el consorcio civil porque ha logrado la integración en el mundo; ahora bien, precisamente por esto los cristianos de esta ciudad no dan escándalo ni testimonio en este contorno (Mateo_5:13). Porque, cegados como están, no pueden ya ver esta misión que tienen para con el mundo, se ilusionan y llegan a juzgar de sí mismos que pueden hacer buena figura no sólo ante los hombres, sino también ante Dios. Con tal presunción de justicia procede el Señor en su juicio con el mayor rigor; con cinco adjetivos pone en claro el estado verdaderamente lastimoso de su iglesia de Laodicea.

 Laodicea se enorgullecía de su ungüento precioso para los ojos que curaba muchos problemas de la vista, pero Cristo les dijo que compraran medicina de El para curar sus ojos a fin de que vieran la verdad (Juan_9:39). Cristo les estaba mostrando a los de Laodicea que los verdaderos valores no radican en los bienes materiales sino en una buena relación con Dios. Sus posesiones y logros no tenían valor, comparados con el futuro eterno del reino de Cristo.

  Dios castigaría a esta iglesia tibia a menos que se apartara de su indiferencia y se volviera a Él. Su propósito al disciplinar no es castigar sino atraer a la gente hacia Él. ¿Eres tú tibio en tu devoción a Dios? Tal vez Dios te discipline para ayudarte a salir de tu indiferencia; pero lo hará porque te ama. Tú puedes evitar la disciplina de Dios buscándole una vez más mediante la confesión, la oración, la adoración y el estudio de su Palabra. Así como la chispa de amor puede volver a encenderse en el matrimonio, de igual modo el Espíritu Santo puede reavivar nuestro fervor por Dios cuando le permitimos obrar en nuestro corazón.

Lo que una vez había dicho el Señor acerca del pastor que habiendo perdido una oveja fue en su busca y no paró hasta encontrarla (Lucas_15:4), Él mismo lo hace en Laodicea; Él mismo se ofrece para ayudarla. De Él pueden ellos comprar oro de ley, que conserva su valor incluso en el cielo (Mateo_6:20) y ya en la tierra remedia su pobreza delante de Dios; sólo adornados con la justicia conferida por gracia (Romanos_1:17) podrán presentarse como conviene delante de Dios, como también la gracia de Cristo les da vista suficiente para conocerse de veras. Aquí es también digna de consideración la circunstancia de que el Señor ofrece todavía su gracia; queda salvaguardada la libertad del que ha de aceptarla y puede rechazarla. Las tres imágenes con que el Señor sensibiliza y ofrece su gracia necesaria están por lo demás en estrecha relación con las circunstancias locales de los bancos, telares y de la escuela superior de medicina y farmacia.
La iglesia de Laodicea era rica y se sentía satisfecha de sí misma, pero no contaba con la presencia de Cristo. Él estaba llamando a la puerta del corazón de los creyentes, pero ellos estaban tan ocupados disfrutando de los placeres mundanos que ni se daban cuenta de que El intentaba entrar. Los placeres de este mundo -dinero, seguridad, bienes materiales- pueden ser peligrosos porque su satisfacción temporal nos puede volver indiferentes al ofrecimiento de Dios de darnos satisfacción eterna. Si descubres que eres indiferente, a Dios o a la Biblia, has empezado a sacar a Dios de su vida. Siempre déjale abierta a Dios la puerta de su corazón, y así te oirá cada vez que Le llames. Dejar que entre es tu única esperanza de satisfacción total.

La llamada a la conversión en la carta a Laodicea va seguida de unas palabras de solicitación amorosa. Con personas tan seguras de sí y tan convencidas de su propia justicia se alcanza más con un ruego amoroso que con una orden imperiosa. Así ruega el Señor como uno que, hallándose con la puerta cerrada, pide que se le deje entrar de nuevo en Laodicea, después que de antemano había en cierto modo excusado como expresión de su amor especial la gran dureza con que había debido tratarlos; en efecto, con un amor indulgente y condescendiente no se presta el menor servicio; en todo caso, Dios corrige y castiga a los que ama. La cena que el Señor piensa celebrar cuando logre entrar de nuevo volverá a sellar la amistad que había sido traicionada.  Jesucristo está llamando a la puerta de nuestro corazón cada vez que sentimos que debemos volver a Él. Desea tener amistad con nosotros y quiere que le abramos la puerta. Él es paciente y persiste en su intento de llegar a nosotros, sin irrumpir y entrar, sino llamando. Nos permite decidir si le entregamos o no la vida a Él. ¿Mantiene su poder y presencia transformadora intencionalmente al otro lado de la puerta?

 La promesa para el vencedor, con la indicación de que Jesús mismo hubo de conquistar con lucha su gloria e imperio en el trono del Padre (Lucas_24:26), se promete la participación en el señorío final de Dios sobre todas las cosas a aquellos que no se entregan al mundo, sino que a ejemplo suyo (Juan_16:33) lo vencen con la fuerza de su fe  1Juan_5:4).
 Al final de cada carta a estas iglesias se exhorta a los creyentes a que escuchen y tomen en serio lo que se les había escrito. Aunque el mensaje dirigido a cada iglesia es diferente, contiene advertencias y principios para todos.
Si has leído hasta aquí, permíteme que te pregunte: ¿Cuál de las cartas habla más directamente a tu iglesia? ¿Cuál tiene el mayor énfasis en tu propia condición espiritual en este momento? ¿Cómo reaccionarás tú?
¡Maranatha!






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