Amos 4:12 Por eso haré
así contigo, Israel; y puesto que así he de tratarte, prepárate al encuentro
con tu Dios, Israel.
Amos 4:13 Mirad que es
él quien forma las montañas y quien crea el viento, quien descubre al hombre su
designio, quien hace la aurora y las tinieblas y quien camina por las cumbres
de la tierra. Yahvéh, Dios Sebaot, es su nombre.
Yahvé ha probado con diversas adversidades
a su pueblo para hacerle volver al buen camino, pero ha sido todo en vano. Les
ha enviado la sequía y el hambre (v.6-8); y los moradores de una ciudad han
tenido que ir a otra en busca del agua, que se les acabó en las propias
cisternas. Además, les envió toda clase de plagas: el añublo, el tizón, las
langostas, y por fin los sometió a la terrible prueba de la guerra (v.10). Y
aún les envió terremotos, trastornando el país, como en otro tiempo lo hizo con
Sodoma y Gomorra.
Israel
se ha escapado de la ruina total a duras penas, como un tizón sacado del fuego.
Todo ha sido en vano, y por eso Yahvé va a someter a Israel a un castigo
definitivo y supremo: apréstate a comparecer ante tu Dios, Israel. El Dios de
los ejércitos, cuyo poder es sin límites, es el mismo que formó los montes y
los vientos y que dirige el curso de la naturaleza (hace del alba tinieblas.,
v.13) y en su majestad se pasea sobre las alturas de la tierra. El profeta
describe enfáticamente a Yahvé como Señor del universo para infundir mayor
terror a Israel, que debe presentarse ante el juicio divino. Yahvé es Dios de
los ejércitos, es decir, Señor de las constelaciones celestiales, que avanzan
como un ejército en orden, y el Señor de las batallas, cuya victoria está
garantizada por mil gestas de la historia del pueblo hebreo. La expresión les
recordaba a los israelitas la protección que en otro tiempo les había
dispensado Yahvé frente a los enemigos tradicionales del pueblo elegido. Amos
acumula los epítetos y los títulos de la grandeza divina para impresionar al
auditorio, que sigue impenitente. La ira divina será terrible, pues proviene
del Señor de todo lo creado; por tanto, es una locura desafiarla insolentemente
con una conducta depravada.
Después de hablar sobre lo que el pueblo hace, Amós
pasa a hablar sobre lo que Dios ha hecho para advertirles de su peligro.
Enumera siete desastres que resultan de causas naturales, con excepción del
penúltimo. Son todas acciones disciplinarias realizadas a lo largo de su
historia: hambre, sequía, viento solano, plaga de langostas, mortandad, muerte
a espada y terremoto. Tales desastres normalmente llevarían a la gente a
“volver” a Dios, pero parece que no habían servido para nada en el caso de
Israel.
Dios había indicado en la Torah que al obedecer las
leyes y los mandamientos de Dios vendrían bendiciones, y al desobedecerlos
vendrían maldiciones o castigos (Lev. 26 y Deut. 28). Igualmente Samuel, al
establecer la monarquía en Israel, habló claramente del peligro de obedecer a
los hombres en lugar de obedecer a Dios (1Sa_12:1-25). Seguramente los profetas
tenían estas enseñanzas en mente al escribir sus oráculos. Dios ya había
indicado al pueblo la importancia de seguirlo y las consecuencias de no
hacerlo. Aquí Dios (Por mi parte…), por medio de su profeta les hace recordar
que en siete ocasiones distintas había actuado para hacerlos volver y ser
leales al pacto que habían aceptado. El resultado en cada caso suena como un
triste estribillo: Pero no os volvisteis a mí.
Los oyentes del profeta deberían haber tenido en su
conocimiento estos eventos, y el ser confrontados con la realidad de que eran
castigos de Dios sobre su pueblo debería haberlos hecho reconocer cómo habían
dejado de responder a Dios en momentos decisivos de su historia, y que esos
desastres en realidad eran castigos de Dios.
El AT en varias ocasiones describe tiempos de hambre
que amenazaron al pueblo. La frase a diente limpio es un recuerdo escalofriante
de la realidad del hambre. En muchas ocasiones los tiempos de hambre eran
causados por sequía, por la falta de las lluvias tardías o tempranas, o a veces
había lluvia en un lugar y sequía en otro. Los movimientos de pueblos enteros
buscando agua es otra señal de la desesperación experimentada frente a estas
situaciones. A veces el viento cálido y seco que venía del desierto secaba
todos los campos (Hag. 2:17; 1Rey_8:37; Deu_28:22). En Joel se describe el
desastre producido por un enjambre de langostas.
Guerras, enfermedades, plagas y muerte eran
experiencias frecuentes en el Medio Oriente. Todas estas fueron señales que
Dios había usado para hacer que su pueblo reflexionara y volviera a él.
Por lo tanto Amós anuncia que Dios va a llamar a sus
hijos rebeldes ante su tribunal supremo para aplicarles la sentencia que su
rebeldía e idolatría merecen. Los dos verbos kun “prepararse” y kara “encontrarse
con” en heb. se emplean en Éxodo 19 con referencia al Pacto. Parece que Amós
anuncia que van a aparecer ante Dios, no para hacer un pacto sino para recibir
su sentencia por no cumplir el pacto ya existente. Este encuentro futuro no
será amistoso sino para oír su juicio definitivo. Muy diferente es la invitación
de Heb_9:27 que se debe emplear en campañas de evangelización.
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