} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS (10;14-21)

lunes, 26 de septiembre de 2022

CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS (10;14-21)

 

 

Romanos 10;14-21

14  ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? 15  ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas! 16  Mas no todos obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? 17  Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios. 18  Pero digo: ¿No han oído? Antes bien,  Por toda la tierra ha salido la voz de ellos, Y hasta los fines de la tierra sus palabras.19  También digo: ¿No ha conocido esto Israel? Primeramente Moisés dice:  Yo os provocaré a celos con un pueblo que no es pueblo;  Con pueblo insensato os provocaré a ira. 20  E Isaías dice resueltamente:  Fui hallado de los que no me buscaban;  Me manifesté a los que no preguntaban por mí.21  Pero acerca de Israel dice: Todo el día extendí mis manos a un pueblo rebelde y contradictor.    

 

           En los versículos anteriores Pablo ha dicho que el acceso a Dios no depende de las obras ni del legalismo, sino de la fe y la confianza. La objeción es: " Pero, ¿qué pasa si los judíos nunca lo han oído?" Pablo se ocupa ahora de esa objeción de varias maneras, reforzando su argumento con citas de la Escritura. Vamos a tomar ahora las objeciones y los textos bíblicos que las contestan uno a uno.

(i) La primera objeción es: " Nadie puede invocar a Dios a menos que crea en El. Ni tampoco creer en Él a menos que haya oído hablar de Él. Ni tampoco oír nada acerca de El si no hay quien le anuncie la Buena Nueva. Y nadie puede pregonar la Buena Nueva a menos que Dios le envíe.» Pablo resuelve esa objeción citando Isaías 52:7¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvación, del que dice a Sion: ¡Tu Dios reina!. En ese pasaje el profeta expresa la bienvenida que se les da a los que traen buenas noticias de cosas buenas; así es que la primera respuesta de Pablo es: " No puedes decir que no ha habido mensajeros; porque Isaías los describe en este pasaje, e Isaías vivió hace mucho tiempo

(ii) La segunda objeción es: «Pero, el hecho es que Israel no hizo caso de la Buena Noticia, aunque tu argumento fuera cierto. ¿Qué dices tú a eso?" Y Pablo contesta: " Era normal esperar que Israel no creyera, porque hace mucho tiempo Isaías se sintió movido a decir desesperadamente (Isaías 53:1 ¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿y sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová?). Es verdad que Israel no aceptó la Buena Noticia de Dios, y al rechazarla repitieron su historia.

(iii) La tercera objeción es una nueva formulación de la primera: «Pero, ¿qué si yo insisto en que nunca tuvieron oportunidad de oír?» Esta vez Pablo cita el Salmo 19:4: Por toda la tierra salió su voz, Y hasta el extremo del mundo sus palabras»; lo cual es tanto como decir: «No puedes decir que Israel nunca tuvo oportunidad de oír, porque la Escritura dice claramente que el mensaje de Dios ha llegado a todo el mundo

(iv) La cuarta objeción es: «Pero, ¿qué si Israel no se enteró?" Aparentemente quería decir: « ¿Qué si el mensaje era tan difícil de entender que, aunque Israel lo oyó, no pudo entender su significado?» Pablo responde: " Israel puede que no se enterara; pero los gentiles sí: comprendieron perfectamente el sentido del ofrecimiento cuando les llegó, aunque no lo buscaban ni esperaban.» Para probarlo, Pablo cita dos pasajes. Uno es de Deuteronomio 32; 21  Ellos me movieron a celos con lo que no es Dios; Me provocaron a ira con sus ídolos; Yo también los moveré a celos con un pueblo que no es pueblo,  en el que Dios dice que, por la desobediencia y rebeldía de Israel, transferirá Su favor a otro pueblo, e Israel se verá en la situación de tener celos de una gente que no son ni siquiera nación. Y el segundo pasaje es de Isaías 65:1 Fui buscado por los que no preguntaban por mí; fui hallado por los que no me buscaban  Dije a gente que no invocaba mi nombre: Heme aquí, heme aquí   donde Dios dice que, inexplicablemente, Le ha encontrado un pueblo que ni siquiera Le estaba buscando.

Por último, Pablo insiste en que, a lo largo de toda su historia, Dios ha estado apelando a Israel con Sus brazos extendidos, e Israel siempre ha sido desobediente y perverso.

Un pasaje así puede resultarnos extraño y poco convincente; y puede parecernos que Pablo cita algunos de los textos fuera de contexto y con un sentido que no era el original. Sin embargo tenemos que reconocer que esa era la manera característica de los rabinos, de los cuales Pablo había sido uno; y que resultaría totalmente aceptable y convincente para sus objetores judíos. Lo que no se puede negar es que hay algo en este pasaje que es de permanente valor. Fluye por él la convicción de que hay ciertas clases de ignorancia que no se pueden excusar.

(i) Existe una ignorancia que viene del desprecio del conocimiento. Hay una máxima legal que dice que la ignorancia genuina puede ser una defensa; pero el no darle ninguna importancia al conocimiento, no. No se le puede echar en cara a una persona el que no sepa lo que no tuvo oportunidad de aprender; pero sí el no saber por haber desaprovechado las oportunidades que se le brindaron. Por ejemplo: si una persona firma un contrato sin haber leído las condiciones, no puede luego quejarse de que sean distintas de las que se imaginó. Si dejamos de prepararnos adecuadamente para una tarea cuando se nos han dado todas las facilidades, no tenemos disculpa. Uno es responsable por no saber lo que podía y debía haber sabido.

(ii) Hay una ignorancia que viene de una falta de visión voluntaria. Los seres humanos tenemos una capacidad ilimitada y fatal para cerrarnos a lo que no queremos saber. «No hay peor sordo que el que no quiere oír.» Puede que sepamos que cierto hábito, o indulgencia, o negligencia, o amistad, o relación, va a traernos consecuencias desastrosas; pero muchas veces nos negamos a reconocerlo y obrar en consecuencia. El hacernos los sordos puede que sea una virtud en algunos casos; pero en otros es la mayor estupidez.

(iii) Hay una ignorancia que es en esencia pura falsedad. Lo que ignoramos o dudamos es menos de lo que a veces pretendemos. Son pocas las veces que tenemos derecho a decir: "No sabía que esto iba a acabar así.» Dios nos ha dado la conciencia y la dirección del Espíritu Santo; y muchas veces alegamos ignorancia cuando, si fuéramos honrados, tendríamos que reconocer que, en nuestro fuero interno, sabíamos la verdad.

Hay algo más que queda por decir sobre este pasaje. En el argumento, hasta donde hemos llegado, se presenta una paradoja. En toda esta sección Pablo ha estado insistiendo en la responsabilidad personal de los judíos. Tenían que haber sabido lo que hacían; no les faltaron oportunidades; pero rechazaron la llamada de Dios. Ahora empezaba el argumento diciendo que todo es cosa de Dios, y que los hombres no somos más que como la arcilla en manos del alfarero. Ha puesto las cosas de dos maneras: todo es cosa de Dios, y todo es responsabilidad humana. Pablo no intenta resolver el dilema; y el hecho es que no tiene solución: es el dilema de la experiencia humana. Sabemos que Dios está en todo; y, sin embargo, al mismo tiempo, sabemos que tenemos libertad para aceptar o rechazar lo que Dios nos ofrece. Es la paradoja de la situación humana que Dios está en control de todo y que la voluntad humana toma la decisión.

Así prueba el apóstol, que la infidelidad de los judíos fue el efecto de su propia obstinación; que la oposición que ahora hacen al Evangelio fue anunciada y deplorada 700 años antes; y que su oposición, lejos de ser una prueba de la insuficiencia del Evangelio, probó que este era el gran medio que Dios había provisto para su salvación; y habiendo rechazado esto, no podían esperar otro.

La solución viene de Dios mismo:

1. La justicia o justificación, que es por la fe, recibe a Cristo como sacrificio expiatorio, por el cual todo pecado pasado es perdonado

2. Recibe continuas provisiones de gracia de Cristo por el Espíritu eterno, a través de las cuales el hombre es capacitado para amar a Dios con todo su corazón, alma, mente y fuerzas, ya su prójimo como a sí mismo.

3. Esta gracia se otorga en grados suficientes adecuados a todos los lugares, tiempos y circunstancias, para que ninguna prueba sea demasiado grande para ser soportada, ya que la gracia de Cristo está siempre a la mano para apoyar y salvar hasta lo sumo. La ley es la letra que mata; el Evangelio es el espíritu que da vida.

Mi querido lector, que toda tu alma diga con el apóstol: ¡Gracias a Dios por su don inefable!

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