Romanos 10;14-21
14
¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán
en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? 15 ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados?
Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de
los que anuncian buenas nuevas! 16 Mas
no todos obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a
nuestro anuncio? 17 Así que la fe es por
el oír, y el oír, por la palabra de Dios. 18
Pero digo: ¿No han oído? Antes bien, Por toda la tierra ha salido la voz de ellos, Y
hasta los fines de la tierra sus palabras.19
También digo: ¿No ha conocido esto Israel? Primeramente Moisés dice: Yo os provocaré a celos con un pueblo que no
es pueblo; Con pueblo insensato os
provocaré a ira. 20 E Isaías dice
resueltamente: Fui hallado de los que no
me buscaban; Me manifesté a los que no
preguntaban por mí.21 Pero acerca de
Israel dice: Todo el día extendí mis manos a un pueblo rebelde y contradictor.
En los versículos anteriores Pablo ha dicho
que el acceso a Dios no depende de las obras ni del legalismo, sino de la fe y
la confianza. La objeción es: " Pero, ¿qué pasa si los judíos nunca lo han
oído?" Pablo se ocupa ahora de esa objeción de varias maneras, reforzando
su argumento con citas de la Escritura. Vamos a tomar ahora las objeciones y
los textos bíblicos que las contestan uno a uno.
(i) La
primera objeción es: " Nadie puede invocar a Dios a menos que crea en
El. Ni tampoco creer en Él a menos que haya oído hablar de Él. Ni tampoco oír
nada acerca de El si no hay quien le anuncie la Buena Nueva. Y nadie puede
pregonar la Buena Nueva a menos que Dios le envíe.» Pablo resuelve esa objeción
citando Isaías 52:7¡Cuán hermosos son sobre los montes
los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae
nuevas del bien, del que publica salvación, del que dice a Sion: ¡Tu Dios
reina!. En ese pasaje el profeta expresa la bienvenida que se les da a
los que traen buenas noticias de cosas buenas; así es que la primera respuesta
de Pablo es: " No puedes decir que
no ha habido mensajeros; porque Isaías los describe en este pasaje, e Isaías
vivió hace mucho tiempo.»
(ii) La
segunda objeción es: «Pero, el hecho es que Israel no hizo caso de la Buena
Noticia, aunque tu argumento fuera cierto. ¿Qué dices tú a eso?" Y Pablo
contesta: " Era normal esperar que Israel no creyera, porque hace mucho
tiempo Isaías se sintió movido a decir desesperadamente (Isaías 53:1 ¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿y sobre quién se ha
manifestado el brazo de Jehová?). Es verdad que Israel no aceptó la
Buena Noticia de Dios, y al rechazarla repitieron su historia.
(iii) La
tercera objeción es una nueva formulación de la primera: «Pero, ¿qué si yo
insisto en que nunca tuvieron oportunidad de oír?» Esta vez Pablo cita el Salmo
19:4: Por toda la tierra salió su voz, Y hasta el
extremo del mundo sus palabras»; lo cual es tanto como decir: «No puedes decir que Israel nunca tuvo
oportunidad de oír, porque la Escritura dice claramente que el mensaje de Dios
ha llegado a todo el mundo.»
(iv) La
cuarta objeción es: «Pero, ¿qué si Israel no se enteró?" Aparentemente
quería decir: « ¿Qué si el mensaje era tan difícil de entender que, aunque
Israel lo oyó, no pudo entender su significado?» Pablo responde: " Israel
puede que no se enterara; pero los gentiles sí: comprendieron perfectamente el
sentido del ofrecimiento cuando les llegó, aunque no lo buscaban ni esperaban.»
Para probarlo, Pablo cita dos pasajes. Uno es de Deuteronomio 32; 21 Ellos me movieron a
celos con lo que no es Dios; Me provocaron a ira con sus ídolos; Yo también los
moveré a celos con un pueblo que no es pueblo, en el que Dios dice que, por la desobediencia
y rebeldía de Israel, transferirá Su favor a otro pueblo, e Israel se verá en
la situación de tener celos de una gente que no son ni siquiera nación. Y el
segundo pasaje es de Isaías 65:1 Fui buscado por los
que no preguntaban por mí; fui hallado por los que no me buscaban Dije a gente que no invocaba mi nombre: Heme
aquí, heme aquí donde Dios dice que, inexplicablemente, Le ha
encontrado un pueblo que ni siquiera Le estaba buscando.
Por último, Pablo insiste en que, a lo largo
de toda su historia, Dios ha estado apelando a Israel con Sus brazos
extendidos, e Israel siempre ha sido desobediente y perverso.
Un pasaje así puede resultarnos extraño y poco
convincente; y puede parecernos que Pablo cita algunos de los textos fuera de
contexto y con un sentido que no era el original. Sin embargo tenemos que
reconocer que esa era la manera característica de los rabinos, de los cuales
Pablo había sido uno; y que resultaría totalmente aceptable y convincente para
sus objetores judíos. Lo que no se puede negar es que hay algo en este pasaje
que es de permanente valor. Fluye por él la convicción de que hay ciertas
clases de ignorancia que no se pueden excusar.
(i) Existe
una ignorancia que viene del desprecio del conocimiento. Hay una máxima
legal que dice que la ignorancia genuina puede ser una defensa; pero el no
darle ninguna importancia al conocimiento, no. No se le puede echar en cara a
una persona el que no sepa lo que no tuvo oportunidad de aprender; pero sí el
no saber por haber desaprovechado las oportunidades que se le brindaron. Por
ejemplo: si una persona firma un contrato sin haber leído las condiciones, no
puede luego quejarse de que sean distintas de las que se imaginó. Si dejamos de
prepararnos adecuadamente para una tarea cuando se nos han dado todas las
facilidades, no tenemos disculpa. Uno es responsable por no saber lo que podía
y debía haber sabido.
(ii) Hay
una ignorancia que viene de una falta de visión voluntaria. Los seres
humanos tenemos una capacidad ilimitada y fatal para cerrarnos a lo que no
queremos saber. «No hay peor sordo que el que no quiere oír.» Puede que sepamos
que cierto hábito, o indulgencia, o negligencia, o amistad, o relación, va a
traernos consecuencias desastrosas; pero muchas veces nos negamos a reconocerlo
y obrar en consecuencia. El hacernos los sordos puede que sea una virtud en
algunos casos; pero en otros es la mayor estupidez.
(iii) Hay
una ignorancia que es en esencia pura falsedad. Lo que ignoramos o dudamos
es menos de lo que a veces pretendemos. Son pocas las veces que tenemos derecho
a decir: "No sabía que esto iba a acabar así.» Dios nos ha dado la
conciencia y la dirección del Espíritu Santo; y muchas veces alegamos
ignorancia cuando, si fuéramos honrados, tendríamos que reconocer que, en
nuestro fuero interno, sabíamos la verdad.
Hay algo más que queda por decir sobre este
pasaje. En el argumento, hasta donde hemos llegado, se presenta una paradoja.
En toda esta sección Pablo ha estado insistiendo en la responsabilidad personal
de los judíos. Tenían que haber sabido lo que hacían; no les faltaron
oportunidades; pero rechazaron la llamada de Dios. Ahora empezaba el argumento
diciendo que todo es cosa de Dios, y que los hombres no somos más que como la
arcilla en manos del alfarero. Ha puesto las cosas de dos maneras: todo es cosa
de Dios, y todo es responsabilidad humana. Pablo no intenta resolver el dilema;
y el hecho es que no tiene solución: es el dilema de la experiencia humana.
Sabemos que Dios está en todo; y, sin embargo, al mismo tiempo, sabemos que
tenemos libertad para aceptar o rechazar lo que Dios nos ofrece. Es la paradoja
de la situación humana que Dios está en control de todo y que la voluntad
humana toma la decisión.
Así prueba el apóstol, que la infidelidad de
los judíos fue el efecto de su propia obstinación; que la oposición que ahora
hacen al Evangelio fue anunciada y deplorada 700 años antes; y que su
oposición, lejos de ser una prueba de la insuficiencia del Evangelio, probó que
este era el gran medio que Dios había provisto para su salvación; y habiendo
rechazado esto, no podían esperar otro.
La solución viene de Dios mismo:
1. La justicia o justificación, que es por la
fe, recibe a Cristo como sacrificio expiatorio, por el cual todo pecado pasado es
perdonado
2. Recibe continuas provisiones de gracia de
Cristo por el Espíritu eterno, a través de las cuales el hombre es capacitado
para amar a Dios con todo su corazón, alma, mente y fuerzas, ya su prójimo como
a sí mismo.
3. Esta gracia se otorga en grados suficientes
adecuados a todos los lugares, tiempos y circunstancias, para que ninguna
prueba sea demasiado grande para ser soportada, ya que la gracia de Cristo está
siempre a la mano para apoyar y salvar hasta lo sumo. La ley es la letra que
mata; el Evangelio es el espíritu que da vida.
Mi querido lector, que toda tu alma diga con
el apóstol: ¡Gracias a Dios por su don inefable!
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