Génesis 1:26 Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme
a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos,
en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la
tierra.
27
Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y
hembra los creó.
28
Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la
tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los
cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.
El hombre fue hecho después de todas las criaturas: esto era tanto un
honor como un favor para él. Sin embargo, el hombre fue hecho el mismo día que
las bestias; su cuerpo fue hecho de la misma tierra que el de ellas; y mientras
él está en el cuerpo, habita en la misma tierra con ellas. ¡No permita Dios que
dándole gusto al cuerpo y a sus deseos, nos hagamos como las bestias que
perecen! El hombre fue hecho para ser una criatura diferente de todas las que
habían sido hechas hasta entonces. En él tenían que unirse la carne y el
espíritu, el cielo y la tierra. Dios dijo: “Hagamos al hombre”. El hombre,
cuando fue hecho, fue creado para glorificar al Padre, Hijo y Espíritu Santo.
En ese gran nombre somos bautizados pues a ese gran nombre debemos nuestro ser.
Es el alma del hombre la que lleva especialmente la imagen de Dios.
El hombre fue hecho recto, Eclesiastés 7; 29 He
aquí, solamente esto he hallado: que Dios hizo al hombre recto, pero ellos
buscaron muchas perversiones.
Su entendimiento veía clara y verdaderamente
las cosas divinas; no había yerros ni equivocaciones en su conocimiento; su
voluntad consentía de inmediato a la voluntad de Dios en todas las cosas. Sus
afectos eran normales y no tenía malos deseos ni pasiones desordenadas. Sus
pensamientos eran fácilmente llevados a temas sublimes y quedaban fijos en
ellos. Así de santos, así de felices, eran nuestros primeros padres cuando
tenían la imagen de Dios en ellos.
¡Pero cuán desfigurada está la imagen de Dios en el hombre! ¡Quiera el
Señor renovarla en nuestra alma por su gracia!
¿Por qué Dios empleó la forma plural cuando dijo
"Hagamos al hombre a nuestra imagen"? Una perspectiva
dice que está haciendo referencia a la Trinidad -Dios, el Padre; Jesucristo, su
Hijo; y el Espíritu Santo, todos los cuales son Dios. Otra perspectiva afirma
que el plural se utiliza para denotar majestuosidad. Tradicionalmente los reyes
utilizan la forma plural al hablar de ellos mismos. De Job 33:4 y Salmos 104:30 sabemos que el
Espíritu de Dios estaba presente en la creación. De Colosenses_1:16 sabemos que
Cristo, el Hijo de Dios, estaba trabajando en la creación.
¿Cómo es
que somos hechos a semejanza de Dios? Obviamente, Dios no nos creó exactamente
como El, porque Dios no tiene cuerpo físico. En cambio, somos reflejo de la
gloria de Dios. Algunos piensan que nuestro raciocinio, creatividad, poder de
comunicación o autodeterminación es la imagen de Dios. Más bien, es todo
nuestro ser el que refleja la imagen de Dios. Nunca llegaremos a ser totalmente
iguales a Dios, porque El es nuestro Creador supremo. Pero sí tenemos la
capacidad de reflejar su carácter en nuestro amor, paciencia, perdón, bondad y
fidelidad.
El saber que fuimos creados a semejanza de Dios y por lo tanto
poseemos muchas de sus características, nos proporciona una base sólida para
nuestra autoestima. Nuestro valor no se basa en posesiones, logros, atractivo
físico o reconocimiento público. En cambio se fundamenta en el hecho de haber
sido creados a semejanza de Dios. Debido a que somos semejantes a Dios podemos
tener sentimientos positivos acerca de nosotros mismos. El criticarnos o
degradarnos equivale a criticar lo que Dios ha hecho. Saber que somos personas que tenemos valor nos da la libertad
de amar a Dios, de conocerlo personalmente y de hacer una contribución valiosa
a aquellos que nos rodean. . El
concepto bíblico de la imagen
de Dios en el hombre indica que el hombre de alguna manera refleja algunos de
los atributos y características de su Creador. Pero esta imagen no puede ser
semejanza física, pues Dios es Espíritu (Juan 4:24), sino la semejanza en el intelecto,
las emociones, la voluntad y lo moral. Todas estas cualidades estarían
determinadas por el hecho de conocer y obedecer la voluntad de Dios. La imagen de Dios en el hombre distingue
a la humanidad del resto de la creación y le da una dignidad y valor no
compartido por el resto de lo creado. El valor y la santidad de la vida humana
están relacionados con la imagen de
Dios en el hombre. La creación de la humanidad se presenta como el hecho
cumbre del Creador. La dignidad y el significado de la vida humana se derivan
del hecho de que Dios creó al hombre a imagen suya, un poco menor que los ángeles y lo
coronas de gloria y majestad
(Salmos 8:5).
Cuando el hombre pecó, retuvo la imagen de Dios (Génesis 9:6 ; Santiago 3:9), pero perdió la imagen moral y
el compañerismo con Dios (Romanos 3:10–18). La imagen perdida es
restaurada en Cristo (Efesios 4:24 y
vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la
verdad).
Dios hizo tanto al hombre como
a la mujer a su imagen. Ninguno de los dos fue hecho más a la imagen de Dios
que el otro. Desde el principio vemos que la Biblia coloca tanto a uno como al
otro en el pináculo de la creación de Dios. Ninguno de los sexos es exaltado ni
despreciado.
Señorear significa ejercer absoluta
autoridad y control sobre algo. Dios es quien en última instancia gobierna la
tierra y ejerce su autoridad con cuidado amoroso. Cuando Dios delegó parte de
su autoridad a la especie humana, esperaba que nos hiciésemos responsables del
medio y de las otras criaturas que comparten nuestro planeta. No debemos ser
descuidados ni derrochadores al llevar a cabo la tarea encomendada. Dios fue
cuidadoso al crear la tierra. No debemos ser negligentes al atender de ella.
La raza humana en todos los países y en todas las edades ha sido la
descendencia de la primera pareja. De todas las variedades halladas entre los
hombres, algunos negros, otros de color cobrizo como también blancos, las
investigaciones de la ciencia moderna llevan a la conclusión, todas
completamente acordes con la historia sagrada, de que todos son de una especie
y de una familia (Hechos 17:26 Y de una
sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la
faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de
su habitación).
¡Qué poder en la palabra de Dios! “El dijo, y fué hecho; él mandó, y
existió.” “¡Cuán muchas son tus obras, oh Jehová! Hiciste todas ellas con
sabiduría”. Admiramos aquella sabiduría, no sólo en el progreso regulado de la
creación sino en su perfecta adaptación al fin. Se representa a Dios como
haciendo una pausa a cada etapa para contemplar su obra. No es maravilla que la
contemplara con complacencia. Cada objeto estaba en su lugar correcto, cada
proceso vegetal progresaba según su estación, todo animal estaba en su
estructura e instinto ajustado a su modo de vida, y a su uso en la economía del
mundo. Vio todas las cosas que había hecho, respondiendo al plan que su eterna
sabiduría había concebido.
“HE AQUÍ QUE ERA BUENO EN GRAN
MANERA”.