Mateo 6:5-8 Y cuando ores, no seas como los hipócritas;
porque ellos aman el orar en las sinagogas, y en las esquinas de las calles en
pie, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo, que ya tienen su
salario.
Mas tú,
cuando ores, entra en tu cámara, y cerrada tu puerta, ora a tu Padre que está
en secreto; y tu Padre que ve en secreto, te pagará en público.
Y orando,
no seáis prolijos, como los mundanos que piensan que por su palabrería serán
oídos.
No os
hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis
necesidad, antes que vosotros le pidáis.
(La Biblia de Casiodoro de
Reina 1569)
DEBEMOS
ORAR CON SINCERIDAD
Ahora
sigue el segundo elemento de la amonestación de tener cuidado de no hacer
nuestra justicia delante de los hombres para ser vistos de ellos.
No debemos ostentar la piedad.
Es otro ejemplo de la
vanagloria que tanto se condena en toda la Biblia. Debemos evitar la
ostentación en el servicio de Dios.
Los
discípulos de Cristo debemos orar: con fe (Stg_1:5),
sin desmayar (Luc_18:1); sin cesar (1Ts_5:17); y con confianza (Heb_4:15-16).
Los
hipócritas son los que practican sus devociones privadas en lugares públicos,
pero no lo hacen para agradar a Dios, sino para recibir la alabanza de los
hombres. El orar debe ser acto espiritual (culto a Dios), pero si es practicado
con el propósito de recibir alabanza de los hombres, no es acto de culto para
Dios, sino más bien un acto de hipocresía.
La palabra "hipocresía"
HUPOKRISIS significa "actuación dramática, referido al hablar de
los actores en diálogo; de ahí pretensión". El hipócrita es engañador.
Engaña a los hombres, pero no engaña a Dios (Gál_6:7).
Practican en público sus devociones privadas. Luc_18:11
hace claro este punto: "El fariseo, puesto en pie, oraba consigo
mismo de esta manera". "Oraba consigo mismo", pero estuvo en el
templo. No se minimiza en ningún sentido el orar en público. No era cuestión de
dirigir la oración de la congregación en la sinagoga (ni tampoco en las
esquinas de las calles), sino de ofrecer una oración privada en los lugares
más públicos. ¿Oraban estos en privado o solamente en público?
Dice Jesús que éstos aman
hacer esto.
Les da gusto. Les agrada. Lo
que les gustaba era la alabanza de los hombres. En la oración, el hombre
reconoce a Dios y le manifiesta su sumisión. El que ora, confiesa que Dios es
el Señor de su vida. No es propiamente un «ejercicio piadoso», que también
forme parte de la vida, y deba hacerse acá y allá. En la oración el hombre se
vuelve expresamente a su origen. En esta acción tan excelsa, de la que el
hombre es capaz, puede introducirse furtivamente el veneno del egoísmo. Sucede
como en las limosnas: por medio del resabio de la vanidad y del afán de
alabanzas no sólo se disminuye el valor, sino que se trastorna el conjunto. La
dirección hacia Dios se desvía y se vuelve al hombre. Es un trastorno interno
de lo que propiamente se intentaba. En vez de buscar a Dios se busca al hombre.
Jesús no hace una caricatura, cuando describe así a los que tienen esta
intención: Gustan de orar erguidos en las sinagogas y en las esquinas de las
plazas, para exhibirse ante la gente.
Jesús no condena el orar de pie.
Es probable que esa postura les sirviera para ser más
"públicos" (para mejor llamar la atención de la gente a sus
oraciones), pero no es malo orar de pie.
La Biblia habla de varias posturas del cuerpo para orar: de pie (1Sa_1:26; Mar_11:23-25 Luc_18:11-13); de rodillas (2Cr_6:13; Dan_6:10; Luc_22:41; Hch_7:60; Hch_9:40; Hch_20:36;
Hch_21:5); postrado sobre el rostro (Núm_16:22; Jos_5:14;
Dan_8:17; Mat_26:39; Apo_11:16); y sentados (Mat_26:20;
Mat_26:26-27).
Mar_11:25 es bien claro sobre el punto de orar de pie:
Jesús dice, "Y siempre que estéis en pie orando"
¿Es
siempre malo ofrecer en público una oración personal?
No; podemos leer en Dan_6:10-13. Era importante que todos se dieran cuenta
de que Daniel no dejaba de orar a Dios cuando se le prohibió hacerlo. Pablo
dice, "orad sin cesar" (1Ts_5:17). En
cualquier momento el cristiano puede orar a Dios (por ejemplo, puede dar
gracias por su comida en un restaurante). El problema no es el orar o no orar
en público, sino el orar en público en lugar de orar en privado, y el
orar en público para ser alabados de los hombres en lugar de agradar a Dios .
Lo que se condena es el espíritu de ostentación, el deseo de exhibir la piedad.
Lo que Jesús condena es el propósito e
intención mala. "Bienaventurados los de limpio corazón,
porque ellos verán a Dios". El corazón de ellos no era limpio, porque el
propósito de su servicio no era sano. Jn_5:44,
"¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y
no buscáis la gloria que viene del Dios único?" No querían creer y no podían
creer porque solamente buscaban la gloria unos de otros, y no buscaban la gloria
que viene de Dios. Rom_2:29, la alabanza del
verdadero judío "no viene de los hombres, sino de Dios".
¡Qué
pensamiento más alarmante! "Ya tienen su recompensa". Ya no habrá
recompensa de Dios. Ya han recibido toda la recompensa, y la única recompensa,
que recibirán tanto en el mundo venidero como en este mundo. Ya están pagados
en total.
Mat_25:21, El Señor dirá a los fieles, "Bien,
buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en
el gozo de tu señor", pero los hipócritas que hacen su justicia para ser
vistos de los hombres no oirán estas palabras. Mat_25:34,
"Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros
desde la fundación del mundo". Los hipócritas no oirán esta bienvenida.
¿Qué
oirán en aquel día? "Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado
para el diablo y sus ángeles" (Mat_25:41).
Jesús indica un camino seguro, que preserva de la ilusión y de la
vanidad: Entra en tu aposento y cierra la puerta. Allí donde no mira ningún ojo
humano, puedes mostrar que sólo buscas a Dios. Jesús no quiere decir que en el
aposento, en la habitación familiar, tranquila, Dios esté más cerca que en
cualquier otra parte, por ejemplo en el mercado, entre la gente o en la
asamblea del culto divino. Dios está presente en todas partes y en todas ellas
debe ser encontrado. Aquí solamente se trata de que la oración esté exenta de
toda mezcla de egoísmo. El que ha aprendido a hacer así la verdadera oración
«en el aposento», está seguramente en condiciones de permanecer en oración
fuera, en las calles y en la agitación de la vida cotidiana. También asiste al
culto divino con la conveniente actitud. No ha de temer que los demás
interpreten su piedad como hipocresía. Dios también contempla lo que está
oculto, conoce la verdadera intención y tiene preparada la recompensa para el
que no la ha buscado...
No basta con condenar el mal. Jesús no
solamente condena el error de los hipócritas, sino que también enseña lo
correcto con respecto a la oración.
"Aposento, TAMEION,
denota, en primer lugar, una cámara de almacenamiento, y después cualquier estancia
privada o reservada"
. "Tu aposento" será el lugar más privado disponible para
que a solas puedas orar a Dios, excluyendo el mundo entero. ¿Dónde estaba el
"aposento" de Jesús? Mar_1:35,
"Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un
lugar desierto, y allí oraba" (la palabra "desierto" significa
lugar solitario, retirado y apartado de las ciudades). Podemos leer también Mat_14:23; Mar_6:46; Mar_14:32. "Cerrada la
puerta", como en el caso de Eliseo (2Re_4:32-33).
Cuando oramos en casa -- aun dando gracias
por los alimentos -- conviene apagar el radio, el estéreo, el televisor y aun descolgar
el teléfono para evitar estorbos e interrupciones.
"Ora a tu Padre que está en
secreto".
Si nuestra oración es en verdad solamente para los oídos de nuestro
Padre Celestial, no usaremos palabras grandes, ni lenguaje floreciente, ni voz
elocuente, para tratar de impresionar a Dios. En la forma más natural (aunque
bien respetuosa) presentaremos nuestra plegaria a Él, con mucha acción de
gracias.
Dios
recompensará. No recompensa a los que oran para ser oídos y alabados
por los hombres (ya tienen su recompensa), pero a los sinceros sí. Efe_3:20-21, "Y a Aquel que es poderoso para
hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos,
según el poder que actúa en nosotros... ".
Mat_6:7,
"Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que
por su palabrería serán oídos". "Como
los gentiles". 1Re_18:25-29, "invocaron el nombre de Baal desde
la mañana hasta el mediodía, diciendo: ¿Baal, respóndenos!" Es decir, toda
la mañana repetían las mismas palabras, creyendo que por la mucha
repetición de lo que decían su dios les escucharía. Clamaban a grandes
voces, saltaban cerca del altar y aun "se sajaban con cuchillos y con
lancetas... hasta chorrear la sangre sobre ellos". Siguieron
"gritando frenéticamente hasta la hora de ofrecer el sacrificio". A
fuerza de palabras, prodigando discursos, es una expresión acertada para la
oración a los dioses en el ambiente pagano.
Entre los gentiles también hay oración auténtica y profunda,
impregnada de puro fervor religioso. Pero la apariencia exterior predominante
es un torrente de palabras. No se invoca a los dioses sólo con un nombre, sino
con innumerables nombres y títulos, antes de exponer lo que se desea. No es
raro que se empleen unos 50 nombres y títulos. Tras ellos está lo que Jesús
observa de una forma concisa: creen que son oídos más rápida y seguramente, si
prodigan palabras. Se pretende persuadir a los dioses, atraer su atención a
gritos; más aún, llegar a cansarlos y obligarlos. Para Jesús esta manera de
orar merece el calificativo de pagana.
Vanas repeticiones no se refiere a una petición que se reitera,
sino al balbuceo desprovisto de sentido, y a las largas oraciones que confunden
la piedad con la verbosidad vacía. Jesús enseña a orar de forma concentrada,
reconociendo la necesidad de que Dios reine sobre todas las facetas de la vida
y la sociedad. Algunas personas piensan que repetir las mismas palabras una y
otra vez, como un encantamiento, hará que Dios les oiga. No es erróneo
acercarnos a Dios con la misma petición; Jesús nos anima a que elevemos
oraciones persistentes. Pero condena las repeticiones triviales que no se
elevan con un corazón sincero. Nunca se ora demasiado si nuestras oraciones son
sinceras.
Esta conducta era apropiada
para ellos, porque oraban a dioses que tenían ojos que no veían y oídos que no
oían, pero para orar al Dios Vivo, no es apropiada.
Hch_19:34,
"Todos a una voz gritaron casi por dos horas: ¡Grande es Diana de
los efesios!" Los paganos creían que por "su palabrería" serían
oídos. De esta manera implicaban consciente o inconscientemente que los dioses
eran estúpidos, que tenían que decirles las mismas cosas docenas de veces, o de
otro modo que estaban del todo indiferentes hacia ellos, y que tenían que
moverles (fatigarles y aburrirles) por sus gritos y repeticiones hasta
que les concedieran lo que pedían.
En la actualidad los budistas y
mahometanos usan vanas repeticiones. También esta enseñanza de Jesús es violada
por la repetición del rosario. Los católicos romanistas creen que serán oídos
por su mucha repetición del "Padre Nuestro". Jesús nos enseña como
orar (Mat_6:9-13; Luc_11:1) para evitar
vanas repeticiones.
Algunos judíos habían caído en el mismo error
de creer que Dios les escucharía por sus vanas repeticiones de las mismas
palabras. "No os hagáis, pues, semejantes a ellos".
Jesús no condena la oración
larga. Luc_6:12, "En aquellos días fue
al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios". Podemos leer también 2Cr_6:14-42; Neh_9:1-38; y varios salmos son oraciones
largas, pero muchas oraciones en la Biblia son cortas: la de Moisés, Éxo_32:31, Éxo_32:32; la de Salomón, 1Re_3:6-9; la de Elías, 1Re_18:36-37;
la de Ezequías, 2Re_19:14-19; la de Esteban, Hch_7:60.
Dios quiere poseer el corazón y todo el hombre, y eso no se puede
comprar con una piadosa verborrea. Su precepto es muy sencillo: No os
parezcáis, pues, a ellos. Tras este precepto resplandece la imagen de Dios de
una forma llana y conmovedora: vuestro padre sabe lo que os es preciso, antes
que se lo pidáis. Pero no con la mirada fría y crítica de un filósofo o de un
investigador de la naturaleza o tal vez con la exactitud inexorable de un
microscopio. Dios nos contempla como Padre, con mirada de amor. Sabe exactamente
lo que nos falta. No es menester que lo expongamos prodigando palabras, para
atraernos su atención. Y viceversa: estos conocimientos de Dios no hacen que
nuestra oración sea superflua. Queda en poder del individuo darse cuenta de su
necesidad ante Dios, y pedir lo necesario. Pero cordial y brevemente, con leal
entrega y pura confianza.
Dios no
es como los dioses paganos que no saben nada, mucho menos de qué cosas tenemos
necesidad. ¡Cuántas veces los profetas les recordaban a los israelitas de esta
verdad! Era uno de los mensajes principales de ellos.
El propósito de orar no es para
informar a Dios de nuestras necesidades. Él ya sabe y, además, Él está muy
dispuesto a ayudarnos (Luc_11:13; Luc_18:7; 1Pe_3:12).
Las vanas repeticiones insultan
el conocimiento y el amor de Dios, y su buena disposición de ayudarnos.
¿Por qué orar si Dios ya sabe todo?
Algunos dicen que es para el "beneficio psicológico". No,
esto no es el propósito de la oración. Oramos porque somos hijos de Dios, y los
hijos se comunican con sus padres. Dios nos habla a través de su Palabra en la
Biblia, y hablamos con El en oración. Es acto de amor filial. El orar es un
ejercicio de fe. Nuestra fe en Dios se expresa. Una fe que no actúa es fe
muerta (Stg_2:26). Expresamos nuestra plena
confianza de que Él es nuestro Proveedor y Protector. El orar no es solamente
para pedir. Hay muchos textos que nos enseñan cómo orar, entre ellos 1Ti_2:1-2. En la oración honramos y alabamos a Dios,
expresamos la gratitud, gozamos de comunión con El, expresamos nuestra
dependencia y nuestra sumisión, intercedemos por otros, etc.
¡Qué concepto de Dios tenemos aquí, en contraste
con los dioses de los paganos! Pero téngase bien presente que no se refiere a
Dios como el Padre general de la humanidad cuando nuestro Señor dice:
“Vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le
pidáis”; porque no es a los hombres como tales a quienes se dirige en este
discurso sino a sus propios discípulos: los pobres en espíritu, los que lloran,
los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los de limpio
corazón, los pacificadores, los que permiten que se diga de ellos toda suerte
de mal por causa del Hijo del hombre. En una palabra, se trata de los hijos de
Dios, los cuales han sido regenerados y miran los intereses de su Padre como
suyos propios, a quienes se les asegura aquí que su Padre, por su parte, hará
suyos los intereses de ellos, y no necesita que se le recuerden ni que se le
comuniquen las necesidades de ellos. Y, sin embargo, él desea que sus hijos
oren, y añade sus provisiones prometidas a la petición que ellos hagan por
ellas; y de este modo nos anima a acercarnos a él y a mantenernos a su lado, a
hablar y a andar con él, a abrirle a él todos nuestros asuntos y asegurarnos de
que pidiendo así, recibiremos, buscando así hallaremos, llamando así se nos
abrirá.
Shakespeare dice: “Mis palabras suben hacia
arriba, mis pensamientos quedan abajo; las palabras sin pensamientos no llegan
al cielo.”
Se da por sentado que todos los que somos discípulos de Cristo oramos.
Puede que sea más rápido hallar un hombre vivo que no respire que a un
cristiano vivo que no ore. Si no hay oración, entonces no hay gracia. Pero no hay un musitar secreto y repetido en
busca de Dios que Él no vea. Se le llama recompensa, pero es de gracia, no por
deuda; ¿qué mérito puede haber en mendigar? Si no da a su pueblo lo que piden,
se debe a que sabe que no lo necesitan y que no es para su bien. Tanto dista
Dios de ser convencido por el largo o las palabras de nuestras oraciones, que
las intercesiones más fuertes son las que se emiten con gemidos indecibles.
Estudiemos bien lo que muestra la actitud mental en que debemos ofrecer
nuestras oraciones, y aprendamos diariamente de Cristo cómo orar.
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