} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: EL SERMÓN DEL MONTE 22

viernes, 10 de marzo de 2017

EL SERMÓN DEL MONTE 22


Mateo 6:5-8  Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en las sinagogas, y en las esquinas de las calles en pie, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo, que ya tienen su salario.
   Mas tú, cuando ores, entra en tu cámara, y cerrada tu puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en secreto, te pagará en público.
   Y orando, no seáis prolijos, como los mundanos que piensan que por su palabrería serán oídos.
   No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis.
(La Biblia de Casiodoro de Reina 1569)

DEBEMOS ORAR CON SINCERIDAD

          Ahora sigue el segundo elemento de la amonestación de tener cuidado de no hacer nuestra justicia delante de los hombres para ser vistos de ellos.

  No debemos ostentar la piedad.  

 Es otro ejemplo de la vanagloria que tanto se condena en toda la Biblia. Debemos evitar la ostentación en el servicio de Dios.
         
  Los discípulos de Cristo debemos orar: con fe (Stg_1:5), sin desmayar (Luc_18:1); sin cesar (1Ts_5:17); y con confianza (Heb_4:15-16).

          Los hipócritas son los que practican sus devociones privadas en lugares públicos, pero no lo hacen para agradar a Dios, sino para recibir la alabanza de los hombres. El orar debe ser acto espiritual (culto a Dios), pero si es practicado con el propósito de recibir alabanza de los hombres, no es acto de culto para Dios, sino más bien un acto de hipocresía.
 La palabra "hipocresía" HUPOKRISIS significa "actuación dramática, referido al hablar de los actores en diálogo; de ahí pretensión". El hipócrita es engañador. Engaña a los hombres, pero no engaña a Dios (Gál_6:7).
         
        Practican en público sus devociones privadas. Luc_18:11 hace claro este punto: "El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera". "Oraba consigo mismo", pero estuvo en el templo. No se minimiza en ningún sentido el orar en público. No era cuestión de dirigir la oración de la congregación en la sinagoga (ni tampoco en las esquinas de las calles), sino de ofrecer una oración privada en los lugares más públicos. ¿Oraban estos en privado o solamente en público?

 Dice Jesús que éstos aman hacer esto.

 Les da gusto. Les agrada. Lo que les gustaba era la alabanza de los hombres. En la oración, el hombre reconoce a Dios y le manifiesta su sumisión. El que ora, confiesa que Dios es el Señor de su vida. No es propiamente un «ejercicio piadoso», que también forme parte de la vida, y deba hacerse acá y allá. En la oración el hombre se vuelve expresamente a su origen. En esta acción tan excelsa, de la que el hombre es capaz, puede introducirse furtivamente el veneno del egoísmo. Sucede como en las limosnas: por medio del resabio de la vanidad y del afán de alabanzas no sólo se disminuye el valor, sino que se trastorna el conjunto. La dirección hacia Dios se desvía y se vuelve al hombre. Es un trastorno interno de lo que propiamente se intentaba. En vez de buscar a Dios se busca al hombre. Jesús no hace una caricatura, cuando describe así a los que tienen esta intención: Gustan de orar erguidos en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para exhibirse ante la gente.

Jesús no condena el orar de pie.

Es probable que esa postura les sirviera para ser más "públicos" (para mejor llamar la atención de la gente a sus oraciones), pero no es malo orar de pie.
La Biblia habla de varias posturas del cuerpo para orar: de pie (1Sa_1:26; Mar_11:23-25 Luc_18:11-13); de rodillas (2Cr_6:13; Dan_6:10; Luc_22:41; Hch_7:60; Hch_9:40; Hch_20:36; Hch_21:5); postrado sobre el rostro (Núm_16:22; Jos_5:14; Dan_8:17; Mat_26:39; Apo_11:16); y sentados (Mat_26:20; Mat_26:26-27).
 Mar_11:25 es bien claro sobre el punto de orar de pie: Jesús dice, "Y siempre que estéis en pie orando"  

  ¿Es siempre malo ofrecer en público una oración personal?

 No; podemos leer en Dan_6:10-13. Era importante que todos se dieran cuenta de que Daniel no dejaba de orar a Dios cuando se le prohibió hacerlo. Pablo dice, "orad sin cesar" (1Ts_5:17). En cualquier momento el cristiano puede orar a Dios (por ejemplo, puede dar gracias por su comida en un restaurante). El problema no es el orar o no orar en público, sino el orar en público en lugar de orar en privado, y el orar en público para ser alabados de los hombres en lugar de agradar a Dios . Lo que se condena es el espíritu de ostentación, el deseo de exhibir la piedad.
  Lo que Jesús condena es el propósito e intención mala.   "Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios". El corazón de ellos no era limpio, porque el propósito de su servicio no era sano. Jn_5:44, "¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único?" No querían creer y no podían creer porque solamente buscaban la gloria unos de otros, y no buscaban la gloria que viene de Dios. Rom_2:29, la alabanza del verdadero judío "no viene de los hombres, sino de Dios".
         
          ¡Qué pensamiento más alarmante! "Ya tienen su recompensa". Ya no habrá recompensa de Dios. Ya han recibido toda la recompensa, y la única recompensa, que recibirán tanto en el mundo venidero como en este mundo. Ya están pagados en total.
          Mat_25:21, El Señor dirá a los fieles, "Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor", pero los hipócritas que hacen su justicia para ser vistos de los hombres no oirán estas palabras. Mat_25:34, "Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo". Los hipócritas no oirán esta bienvenida.
          ¿Qué oirán en aquel día? "Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles" (Mat_25:41).
          
Jesús indica un camino seguro, que preserva de la ilusión y de la vanidad: Entra en tu aposento y cierra la puerta. Allí donde no mira ningún ojo humano, puedes mostrar que sólo buscas a Dios. Jesús no quiere decir que en el aposento, en la habitación familiar, tranquila, Dios esté más cerca que en cualquier otra parte, por ejemplo en el mercado, entre la gente o en la asamblea del culto divino. Dios está presente en todas partes y en todas ellas debe ser encontrado. Aquí solamente se trata de que la oración esté exenta de toda mezcla de egoísmo. El que ha aprendido a hacer así la verdadera oración «en el aposento», está seguramente en condiciones de permanecer en oración fuera, en las calles y en la agitación de la vida cotidiana. También asiste al culto divino con la conveniente actitud. No ha de temer que los demás interpreten su piedad como hipocresía. Dios también contempla lo que está oculto, conoce la verdadera intención y tiene preparada la recompensa para el que no la ha buscado...

  No basta con condenar el mal. Jesús no solamente condena el error de los hipócritas, sino que también enseña lo correcto con respecto a la oración.
 "Aposento, TAMEION, denota, en primer lugar, una cámara de almacenamiento, y después cualquier estancia privada o reservada"
. "Tu aposento" será el lugar más privado disponible para que a solas puedas orar a Dios, excluyendo el mundo entero. ¿Dónde estaba el "aposento" de Jesús? Mar_1:35, "Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba" (la palabra "desierto" significa lugar solitario, retirado y apartado de las ciudades). Podemos leer también Mat_14:23; Mar_6:46; Mar_14:32. "Cerrada la puerta", como en el caso de Eliseo (2Re_4:32-33).

Cuando oramos en casa -- aun dando gracias por los alimentos -- conviene apagar el radio, el estéreo, el televisor y aun descolgar el teléfono para evitar estorbos e interrupciones.

  "Ora a tu Padre que está en secreto".

Si nuestra oración es en verdad solamente para los oídos de nuestro Padre Celestial, no usaremos palabras grandes, ni lenguaje floreciente, ni voz elocuente, para tratar de impresionar a Dios. En la forma más natural (aunque bien respetuosa) presentaremos nuestra plegaria a Él, con mucha acción de gracias.
          Dios recompensará. No recompensa a los que oran para ser oídos y alabados por los hombres (ya tienen su recompensa), pero a los sinceros sí. Efe_3:20-21, "Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros... ".

         
 Mat_6:7, "Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos".  "Como los gentiles".  1Re_18:25-29, "invocaron el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía, diciendo: ¿Baal, respóndenos!" Es decir, toda la mañana repetían las mismas palabras, creyendo que por la mucha repetición de lo que decían su dios les escucharía. Clamaban a grandes voces, saltaban cerca del altar y aun "se sajaban con cuchillos y con lancetas... hasta chorrear la sangre sobre ellos". Siguieron "gritando frenéticamente hasta la hora de ofrecer el sacrificio". A fuerza de palabras, prodigando discursos, es una expresión acertada para la oración a los dioses en el ambiente pagano.
Entre los gentiles también hay oración auténtica y profunda, impregnada de puro fervor religioso. Pero la apariencia exterior predominante es un torrente de palabras. No se invoca a los dioses sólo con un nombre, sino con innumerables nombres y títulos, antes de exponer lo que se desea. No es raro que se empleen unos 50 nombres y títulos. Tras ellos está lo que Jesús observa de una forma concisa: creen que son oídos más rápida y seguramente, si prodigan palabras. Se pretende persuadir a los dioses, atraer su atención a gritos; más aún, llegar a cansarlos y obligarlos. Para Jesús esta manera de orar merece el calificativo de pagana.  
Vanas repeticiones no se refiere a una petición que se reitera, sino al balbuceo desprovisto de sentido, y a las largas oraciones que confunden la piedad con la verbosidad vacía. Jesús enseña a orar de forma concentrada, reconociendo la necesidad de que Dios reine sobre todas las facetas de la vida y la sociedad. Algunas personas piensan que repetir las mismas palabras una y otra vez, como un encantamiento, hará que Dios les oiga. No es erróneo acercarnos a Dios con la misma petición; Jesús nos anima a que elevemos oraciones persistentes. Pero condena las repeticiones triviales que no se elevan con un corazón sincero. Nunca se ora demasiado si nuestras oraciones son sinceras.

 Esta conducta era apropiada para ellos, porque oraban a dioses que tenían ojos que no veían y oídos que no oían, pero para orar al Dios Vivo, no es apropiada.
Hch_19:34, "Todos a una voz gritaron casi por dos horas: ¡Grande es Diana de los efesios!" Los paganos creían que por "su palabrería" serían oídos. De esta manera implicaban consciente o inconscientemente que los dioses eran estúpidos, que tenían que decirles las mismas cosas docenas de veces, o de otro modo que estaban del todo indiferentes hacia ellos, y que tenían que moverles (fatigarles y aburrirles) por sus gritos y repeticiones hasta que les concedieran lo que pedían.
En la actualidad  los budistas y mahometanos usan vanas repeticiones. También esta enseñanza de Jesús es violada por la repetición del rosario. Los católicos romanistas creen que serán oídos por su mucha repetición del "Padre Nuestro". Jesús nos enseña como orar (Mat_6:9-13; Luc_11:1) para evitar vanas repeticiones.
  Algunos judíos habían caído en el mismo error de creer que Dios les escucharía por sus vanas repeticiones de las mismas palabras. "No os hagáis, pues, semejantes a ellos".
         
 Jesús no condena la oración larga. Luc_6:12, "En aquellos días fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios". Podemos leer también 2Cr_6:14-42; Neh_9:1-38; y varios salmos son oraciones largas, pero muchas oraciones en la Biblia son cortas: la de Moisés, Éxo_32:31, Éxo_32:32; la de Salomón, 1Re_3:6-9; la de Elías, 1Re_18:36-37; la de Ezequías, 2Re_19:14-19; la de Esteban, Hch_7:60.
         

Dios quiere poseer el corazón y todo el hombre, y eso no se puede comprar con una piadosa verborrea. Su precepto es muy sencillo: No os parezcáis, pues, a ellos. Tras este precepto resplandece la imagen de Dios de una forma llana y conmovedora: vuestro padre sabe lo que os es preciso, antes que se lo pidáis. Pero no con la mirada fría y crítica de un filósofo o de un investigador de la naturaleza o tal vez con la exactitud inexorable de un microscopio. Dios nos contempla como Padre, con mirada de amor. Sabe exactamente lo que nos falta. No es menester que lo expongamos prodigando palabras, para atraernos su atención. Y viceversa: estos conocimientos de Dios no hacen que nuestra oración sea superflua. Queda en poder del individuo darse cuenta de su necesidad ante Dios, y pedir lo necesario. Pero cordial y brevemente, con leal entrega y pura confianza.  
          Dios no es como los dioses paganos que no saben nada, mucho menos de qué cosas tenemos necesidad. ¡Cuántas veces los profetas les recordaban a los israelitas de esta verdad! Era uno de los mensajes principales de ellos.
 El propósito de orar no es para informar a Dios de nuestras necesidades. Él ya sabe y, además, Él está muy dispuesto a ayudarnos (Luc_11:13; Luc_18:7; 1Pe_3:12).  
 Las vanas repeticiones insultan el conocimiento y el amor de Dios, y su buena disposición de ayudarnos.

          ¿Por qué orar si Dios ya sabe todo?

Algunos dicen que es para el "beneficio psicológico". No, esto no es el propósito de la oración. Oramos porque somos hijos de Dios, y los hijos se comunican con sus padres. Dios nos habla a través de su Palabra en la Biblia, y hablamos con El en oración. Es acto de amor filial. El orar es un ejercicio de fe. Nuestra fe en Dios se expresa. Una fe que no actúa es fe muerta (Stg_2:26). Expresamos nuestra plena confianza de que Él es nuestro Proveedor y Protector. El orar no es solamente para pedir. Hay muchos textos que nos enseñan cómo orar, entre ellos 1Ti_2:1-2. En la oración honramos y alabamos a Dios, expresamos la gratitud, gozamos de comunión con El, expresamos nuestra dependencia y nuestra sumisión, intercedemos por otros, etc.
¡Qué concepto de Dios tenemos aquí, en contraste con los dioses de los paganos! Pero téngase bien presente que no se refiere a Dios como el Padre general de la humanidad cuando nuestro Señor dice: “Vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis”; porque no es a los hombres como tales a quienes se dirige en este discurso sino a sus propios discípulos: los pobres en espíritu, los que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los de limpio corazón, los pacificadores, los que permiten que se diga de ellos toda suerte de mal por causa del Hijo del hombre. En una palabra, se trata de los hijos de Dios, los cuales han sido regenerados y miran los intereses de su Padre como suyos propios, a quienes se les asegura aquí que su Padre, por su parte, hará suyos los intereses de ellos, y no necesita que se le recuerden ni que se le comuniquen las necesidades de ellos. Y, sin embargo, él desea que sus hijos oren, y añade sus provisiones prometidas a la petición que ellos hagan por ellas; y de este modo nos anima a acercarnos a él y a mantenernos a su lado, a hablar y a andar con él, a abrirle a él todos nuestros asuntos y asegurarnos de que pidiendo así, recibiremos, buscando así hallaremos, llamando así se nos abrirá.

Shakespeare dice: “Mis palabras suben hacia arriba, mis pensamientos quedan abajo; las palabras sin pensamientos no llegan al cielo.”


Se da por sentado que todos los que somos discípulos de Cristo oramos. Puede que sea más rápido hallar un hombre vivo que no respire que a un cristiano vivo que no ore. Si no hay oración, entonces no hay gracia.  Pero no hay un musitar secreto y repetido en busca de Dios que Él no vea. Se le llama recompensa, pero es de gracia, no por deuda; ¿qué mérito puede haber en mendigar? Si no da a su pueblo lo que piden, se debe a que sabe que no lo necesitan y que no es para su bien. Tanto dista Dios de ser convencido por el largo o las palabras de nuestras oraciones, que las intercesiones más fuertes son las que se emiten con gemidos indecibles. Estudiemos bien lo que muestra la actitud mental en que debemos ofrecer nuestras oraciones, y aprendamos diariamente de Cristo cómo orar.

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