Juan 3:1-12(La Biblia
de Casiodoro de Reina 1569)
Y había un hombre de los
fariseos que se llamaba Nicodemo, príncipe de los judíos.
Este vino a Jesús de noche,
y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios por maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú
haces, si no estuviere Dios con él.
Respondió Jesús, y le dijo:
De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere otra vez, no puede ver el
Reino de Dios.
Le dice Nicodemo: ¿Cómo
puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede entrar otra vez en el vientre de su
madre, y nacer?
Respondió Jesús: De cierto,
de cierto te digo, que el que no naciere de agua y de Espíritu, no puede entrar
en el Reino de Dios.
Lo que es nacido de la
carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, Espíritu es.
No te maravilles de que te
dije: Os es necesario nacer otra vez.
El viento de donde quiere
sopla, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde vaya; así es
todo aquel que es nacido del Espíritu.
Respondió Nicodemo, y le
dijo: ¿Cómo puede esto hacerse?
Respondió Jesús, y le dijo:
¿Tú eres el maestro de Israel, y no sabes esto?
De cierto, de cierto te
digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no
recibís nuestro testimonio.
Si os he dicho cosas
terrenas, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales?
¿Qué quiere decir para nosotros el nuevo
nacimiento o regeneración?
El término regeneración viene de una palabra
griega que significa “renacimiento” o “nuevo génesis.” El término significa la
renovación de la creación caída mediante la obra redentora de Cristo. El
término “regeneración” en sí, sólo aparece dos veces en las Escrituras, una vez
para la renovación de todas las cosas (Mat_19:28; Hch_3:21.
“restauración de todas las cosas”) y una vez para la interior renovación
espiritual de los creyentes. El mismo concepto de regeneración se expresa en la
expresión de un corazón nuevo (Eze_36:26 s), de
nacer de nuevo (Juan_3:3; Juan_3:7), de personas
nuevas mediante unión con Cristo en la muerte y resurrección (Rom_6:4-8), y una nueva creación que incluye personas
(2Co_5:17) y los cielos y la tierra (Apo_21:1). Todos estos conceptos de regeneración
pertenecen a la gran acción de Dios al traer vida eterna e incorruptibilidad a
la creación caída. El actual nacimiento nuevo de los individuos creyentes es
entonces el principio de la regeneración, que al fin va a abarcar el universo
(cielos y tierra).
Jesús
no habla de dos nacimientos sino de uno sólo. Describe la conversión
como un nuevo nacimiento (o una regeneración, que es la misma
cosa) y este concepto es ampliamente explicado e ilustrado en el resto del
Nuevo Testamento: Pablo engendró a los corintios con el evangelio (1Co_4:15). "El de su voluntad, nos hizo nacer por
la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas" (Stg_1:18). "Siendo renacidos, no de simiente
corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece
para siempre" (1Pe_1:23-25). El proceso del
nuevo nacimiento es, pues, que la simiente incorruptible (la palabra) se
siembra en el corazón de la gente, produce fe, arrepentimiento y obediencia
para obtener el perdón de Dios y para participar de todas las bendiciones
espirituales en Cristo.
Los
pasos de esta obediencia al evangelio son:
(1) Oír, Rom_10:17;
(2) creer, Juan_3:16; (3) arrepentirse,
Luc_13:5; (4) confesar la fe en Cristo como el Hijo de Dios, Rom_10:10; y (5) Y
Pedro les dice: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de
Jesús, el Cristo, para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. (Hch_2:38).
El que hace esto "de corazón" (Rom_6:17,
con sinceridad y amor) nace otra vez (es regenerado), se convierte en
cristiano, entra en el reino de Dios (Col_1:13),
o es agregado al Señor (Hch_11:24) y su iglesia).
El
nuevo nacimiento está bien ilustrado en el libro de Hechos que nos revela unos
ejemplos claros del proceso de la conversión (2:37-41,
los tres mil el día de Pentecostés; 8:12, los
samaritanos; 8:35-37, el etíope; 9, 22, 26, Saulo de Tarso; 10,
11, Cornelio y su casa; 16:15, Lidia; 16:30-34, el carcelero; 18:8,
los corintios; 19:1-5, los efesios. No hay tema
bíblico que sea mejor explicado o ilustrado que el del nuevo nacimiento. No es
aceptable ninguna explicación del nuevo nacimiento que no esté en completa
armonía con estos textos.
El agua
y el Espíritu están unidos aquí, y también en Mat_28:19; en Hch_2:38;
y en Tit_3:5. El nacer del agua y del Espíritu
es ampliamente explicado en estos textos. "Le indica los únicos medios por
los cuales puede realizarse el nacimiento espiritual de que le ha
hablado. Esos medios son el agua (Palabra) y el Espíritu. El uno
es el símbolo, el otro la realidad". El nuevo nacimiento es un símbolo o
figura de la conversión. Jesús no usa símbolos para presentar otros
símbolos; más bien habla del agua del bautismo (literal) y del Espíritu
(literal) que efectúan la conversión bajo la figura de un nuevo nacimiento.
"En un sentido, el llegar a ser hijo de
Dios es un proceso que dura toda la vida, pero en el presente pasaje se trata
de la limpieza inicial derivada de la implantación de una nueva vida en
el corazón del pecador, y esto se deduce claramente de la afirmación hecha de
que uno no puede entrar en el reino de Dios si no ha nacido de agua
(Palabra) y del Espíritu".
Nadie
es regenerado por el bautismo solo, pero no puede ser regenerado sin
obedecer a Cristo. El que obedece a Cristo no merece la salvación;
no la gana como salario. Más bien, simplemente obedece los requisitos nombrados
por el Señor para aceptar la salvación que es "regalo de
Dios".
En el Nuevo
Testamento, y especialmente en el Cuarto Evangelio, hay cuatro ideas íntimamente
relacionadas: el nuevo nacimiento; el Reino del Cielo, en el que nadie puede
entrar a menos que nazca de nuevo; llegar a ser hijos de Dios, y la vida
eterna. La idea del nuevo nacimiento no es exclusiva del pensamiento del Cuarto
Evangelio. En Mateo encontramos la misma gran verdad expresada aún más sencilla
y gráficamente: «Si no os volvéis y os hacéis como niños no entraréis en el
Reino del Cielo». Estas ideas encierran la misma verdad.
Vamos a empezar
por El Reino del Cielo. ¿Qué quiere decir? Su mejor definición la encontramos
en la Oración del Padrenuestro, que contiene dos peticiones paralelas:
Venga Tu Reino, Hágase Tu
voluntad, como en el Cielo, así también en la Tierra.
Es
característico del estilo hebreo el decir las cosas de dos maneras algo
diferentes, la segunda de las cuales explican y amplía la primera. En los Salmos encontramos innumerables
ejemplos de esta forma poética que se conoce técnicamente como paralelismo:
Dios es nuestro amparo y fortaleza,
Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.
Por tanto, no temeremos aunque la tierra sea removida,
Y se traspasen los montes al
corazón del mar;
Aunque bramen y borboteen sus aguas,
Y tiemblen los montes a causa de su ímpetu.
Jehová de las ejércitos está con nosotros;
Nuestro refugio es el Dios de Jacob (Sal_46:1-3;
Sal_46:7).
Lávame más y más de mi maldad,
Y límpiame de mi pecado (Sal_51:2).
En lugares de delicados pastos me hará descansar;
Junto a aguas de reposo me pastoreará (Sal_23:2).
Apliquemos ese
principio a las dos peticiones de la Oración del Padrenuestro: la segunda
completa y explica la primera, y así llegamos a la definición del Reino del Cielo como una sociedad en la que
la voluntad de Dios se hace en la Tierra tan perfectamente como en el Cielo. Estar
en el Reino del Cielo es, por tanto, llevar una vida en la que lo sometemos
todo voluntariamente a la voluntad de Dios; es haber llegado a una situación en
la que aceptamos la voluntad de Dios de una manera perfecta y completa.
Ahora vamos a
fijarnos en la condición de hijos. En
un sentido, es un privilegio tremendo.
A los que creen se les concede el derecho de llegar a ser hijos de Dios (Jua_1:12).Pero
es de la misma esencia de la condición de hijos la obediencia. «Si Me amáis, guardad mis mandamientos.» «El que tiene Mis mandamientos, y los
guarda, ése es el que me
ama..." (Jua_14:15 y 21ss). La esencia de la
condición de hijos es el amor, y la esencia del amor es la obediencia. No
podemos ser sinceros si decimos que amamos a una .persona y hacemos cosas que
hieren y entristecen su corazón. Ser hijos es un privilegio del que se
participa solamente cuando se rinde una obediencia .perfecta. Así pues, ser
hijos de Dios y estar en el Reino de Dios son la misma cosa.. Los hijos de Dios
y los ciudadanos de Su Reino son las personas que han aceptado completa y
libremente la voluntad de Dios.
Ahora fijémonos
en la vida eterna. Es mejor
llamarla eterna que perdurable. Lo principal de la vida
eterna no es simplemente una cuestión de duración. Está claro que una vida que
se prolongara indefinidamente podría ser un infierno lo mismo que un cielo. La
idea que subyace en la vida eterna es la de una cierta calidad de vida. ¿Cuál?
Hay sólo Uno al Que se le puede aplicar este adjetivo eterno (aiónios), y es Dios. La vida eterna es la clase
de vida que vive Dios, la vida de Dios. El entrar en la vida eterna es llegar a
participar de la clase de vida que es la vida de Dios. Es estar por encima de
todo lo meramente humano y pasajero, y entrar en el gozo y la paz que
pertenecen solamente a Dios. Está claro que no se puede entrar en esa íntima
comunión con Dios a menos que Le ofrezcamos el amor, la devoción y la
obediencia que Le son debidos y que nos introducen en ella.
Aquí tenemos,
pues, tres grandes concepciones gemelas: entrar en el Reino del Cielo, llegar a
ser hijos de Dios y participar de la vida eterna; y las tres dependen y son
productos de la obediencia perfecta a la voluntad de Dios. Aquí es donde se
introduce la idea del nuevo
nacimiento: es lo que enlaza y armoniza estas tres concepciones. Está
claro que, tal como somos y dependiendo de nuestras fuerzas somos absolutamente
incapaces de rendir a Dios esa perfecta obediencia; sólo cuando la gracia de
Dios llega a tomar posesión de nosotros y nos cambia podemos darle a Dios la reverencia
y la devoción que Le debemos. Nacemos de nuevo por gracia de Dios, por medio de
Jesucristo; es cuando recibimos el Espíritu Santo, la regeneración de nuestro
espíritu por el poder del Espíritu Santo. Nacer de nuevo es experimentar un
cambio tan radical que es como un nuevo nacimiento; es que le pase a uno en el
espíritu y alma algo que sólo se puede describir como nacer totalmente de
nuevas otra vez; y ese proceso no es el resultado del esfuerzo humano, sino de
la gracia y el poder de Dios.
Le entregamos
nuestros corazones y vidas cuando se produce el cambio:
Cuando eso
sucede, nacemos de agua y del
Espíritu. Aquí hay dos ideas. El agua es el símbolo de la limpieza.
Cuando Jesús toma posesión de nuestras vidas, cuando Le amamos con todo nuestro
corazón, nuestros pecados pasados son perdonados y olvidados. El Espíritu es el símbolo del poder. Cuando Jesús toma posesión de
nuestras vidas, no es sólo que nuestros pecados pasados son perdonados y
olvidados; si eso fuera todo, podríamos volver otra vez a arruinar la vida,
pero entra en ella un nuevo poder que nos permite ser lo que por nosotros
mismos no podríamos ser, y hacer lo que por nosotros mismos no podríamos hacer.
El agua y el Espíritu representan la limpieza y la fortaleza del poder de
Cristo que borra el pasado y da la victoria en el futuro.
En este pasaje Juan establece
una gran ley. Lo que nace de la carne es carne, y lo que nace del Espíritu es
espíritu. La persona humana no es nada más que carne, y sus posibilidades se
limitan a las de la carne. Por sí misma no puede salir de la frustración y del
fracaso; eso lo sabemos muy bien, es el hecho universal de la experiencia
humana. Pero la esencia misma del Espíritu es un poder y una vida que están por
encima de la vida y el poder humanos, y cuando el Espíritu toma posesión de
nosotros, la vida derrotada de nuestra naturaleza humana se transforma en la
vida victoriosa de Dios.
"La carne, en la mente de Nicodemo, es la dificultad que
Jesús está tratando de remover. Introduce el viento y su soplar, lo cual no se
puede ver. Sopla donde quiere, nadie puede saber por vista de donde viene o a donde
va, y luego dice que así es el que es nacido del Espíritu; es decir, es el
espíritu del hombre -- invisible como el viento --, y no la carne, que ha de
ser engendrado por el Espíritu de Dios. Quería enseñar a Nicodemo que es la
parte espiritual y no la parte carnal del hombre que ha de renacer".
"Se puede ver los efectos de este nuevo nacimiento por el cambio que sigue
en la conducta del individuo, precisamente como se puede ver los efectos del
viento por los objetos movidos por él (Rom_6:4-14; Efe_4:24-32).
Sin embargo, no se puede ver literalmente el nuevo nacimiento del espíritu,
como no se puede ver el viento mismo".
"Así como el viento
sopla sin el control del hombre y su sonido puede ser oído, pero no se puede
ver, ni se puede saber su origen o destino, así el Espíritu de Dios obra
invisiblemente como El quiere, pero la evidencia se ve en todo aquel que es
nacido del Espíritu" , "Como tú no sabes cuál es el camino del
viento". La palabra pneuma
se puede traducir viento o espíritu.
Dice el Interlineal
Griego-Español de Lacueva: "El espíritu donde quiere sopla". Dice
otro comentarista: "El Espíritu respira como quiere, oyes su voz pero no
sabes de donde viene ni a donde va, así por medio de oír su voz nace el que es
nacido del Espíritu. Es decir, el Espíritu respira (se expresa) por medio de la
Palabra (el evangelio), en completa armonía con su voluntad y recibes la
expresión de esta voluntad por medio de esta Palabra; y mientras no puedes ver
al Espíritu y de esta manera estás sin la evidencia visual de su llegada y
salida, es por medio de oír su voz (expresada en su Palabra) que naces otra
vez. Así, de esta manera, uno nace del Espíritu. Esto es decir simplemente que
uno nace del agua y del Espíritu por medio de recibir el mensaje del Espíritu
expresado en el Evangelio, y por ser bautizado para la remisión de pecados (1Co_4:15; Stg_1:18; Hch_22:16; Rom_6:3-4). Las
palabras de Pedro son un comentario inspirado sobre el significado de la frase,
'así es todo aquel que es nacido del Espíritu' ('siendo renacidos, no de
simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y
permanece para siempre'.
Parece que esta
interpretación es un poco forzada en cuanto a la expresión "así es todo
aquel que es nacido del Espíritu", pero armoniza perfectamente con la
enseñanza de Jesús y los apóstoles sobre el nuevo nacimiento.
"'El Espíritu
respira donde quiere', es decir, no hay límite de su poder en cuanto a ciertos
individuos, clases o razas. 'el Hijo a los que quiere da vida'. El pensamiento
aquí es similar: no debe haber desesperación en cuanto al segundo nacimiento:
el Espíritu respira donde quiere... y
oyes su sonido, el Espíritu se hace a sí mismo audible en sonidos
articulados y significativos. La respiración del Espíritu es como el aliento
del hombre, no mero aire, sino voz articulada y significativa. El Espíritu obra
resultados inteligibles. No aulla como el viento y distorsiona al hombre en
contorciones inefectivas como el viento distorsiona los árboles. Es una voz y
el resultado está lleno de razón, en armonía con la naturaleza humana y
vivificándola a una vida más alta"
Algunos de los maestros de Israel se creían muy conocedores de las
cosas de Dios, pero ¿qué sabían de Eze_18:31 que
dice, "haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo"? ¿O Eze_36:26, "Os daré corazón nuevo, y pondré
espíritu nuevo dentro de vosotros"? ¿Habían leído y estudiado el Sal_51:10, "Crea en mí, oh Dios, un corazón
limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí"? El concepto básico del
nuevo nacimiento no debía haber sido nuevo para Nicodemo.
¿A qué haremos semejante el reino de Dios?" Las palabras de
Cristo no se basaban en especulaciones ni conjeturas, sino en la realidad de lo
que Él sabía
El no
comprender puede ser por varias razones. Puede ser porque no se ha llegado al
nivel de experiencia y de conocimientos necesarios para poder captar la verdad.
«El que no sabe es como el que no ve», decimos. Si alguien se encuentra en esa
situación, nuestro deber es hacer todo lo posible para explicarle las cosas,
para que pueda captar el conocimiento que se le ofrece. Pero hay veces que no
se entiende porque no se quiere entender: "No hay peor ciego que el que se
niega a ver.» Una persona puede cerrar la mente aposta a una verdad que no
quiere reconocer o aceptar.
¿Era así
Nicodemo? La enseñanza acerca del nuevo nacimiento que procede de Dios no
debería haberle parecido extraña. Ezequiel, por ejemplo, había hablado
repetidas veces del corazón nuevo que ha de ser creado en los seres humanos:
«Echad de vosotros todas vuestras transgresiones con que habéis pecado, y
haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo.
¿Por qué moriréis; casa de
Israel?» (Eze_18:31).
«Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros» (Eze_36:26). Nicodemo
era un experto en la Sagrada Escritura, y los profetas habían escrito mucho
acerca de la experiencia de la que estaba hablándole Jesús. Si una persona no
quiere renacer, le resultará incomprensible lo que quiere decir el nuevo
nacimiento.
Si uno no quiere cambiar,
le cerrará voluntariamente los ojos y la mente y el corazón al poder que le
puede cambiar. En última instancia, lo que pasa con tantos de nosotros es
sencillamente que, cuando viene Jesús a ofrecerse a cambiarnos y recrearnos, Le
decimos más o menos: "No, gracias; estoy perfectamente así, y no quiero
cambiar.»
Nicodemo tuvo
que replegarse otra vez a la defensiva. Lo que dijo era algo así como: «Ese
renacimiento del que estás hablando puede que no sea imposible, pero no puedo
entender cómo funciona.» La punta de la contestación de Jesús está en que la
palabra griega para espíritu, pneuma, también quiere decir viento: Lo
mismo sucede con la palabra hebrea rúaj, que también quiere decir espíritu
y viento. Así es que Jesús le dijo a Nicodemo: "Tú puedes oír y sentir
el viento (pneuma); pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Puede que
no entiendas cómo y por qué sopla el viento, pero puedes sentirlo. Puede que no
entiendas de dónde viene la tempestad ni adónde va, pero puedes observar sus
efectos en las nubes y los árboles. Hay muchas cosas del viento que no puedes
entender, pero sus efectos están a la vista.» Y prosiguió: «El Espíritu
(Pneuma) es exactamente lo mismo. Puede que no sepas cómo obra; pero puedes
ver Sus efectos en las vidas humanas.»
Jesús decía:
«Esto no es nada teórico. Hablamos de lo que hemos visto de hecho. Podemos
señalar a muchas personas que han nacido de nuevo por el poder del Espíritu.»
Hay un montón
de cosas en este mundo que usamos todos los días sin saber cómo funcionan. Son
los menos entre nosotros los que saben cómo funcionan la electricidad, la
radio, la televisión y hasta el coche, entre otras muchas cosas; pero no por
eso decimos que no existen. Muchos de nosotros usamos un coche aunque no
tenemos más que una ligerísima idea de lo que pasa debajo del capó; aunque no
entendemos del todo cómo funciona, eso no nos impide usarlo y disfrutar de
todas sus ventajas.
Puede que no entendamos cómo obra el Espíritu,
pero Su efecto en las vidas de las personas está a la vista de todo el mundo.
El argumento incontestable a favor del Evangelio son las vidas cambiadas de los
que lo han aceptado. Nadie debiera descartar una fe que es capaz de hacer que
los malos se hagan buenos.
Jesús dijo a
Nicodemo, parafraseando: "He tratado de ponértelo fácil. He usado ejemplos
humanos sencillos tomados de la vida diaria, y no has entendido. ¿Cómo esperas
entender las cosas profundas si hasta las más sencillas te resultan
incomprensibles?»
Hay aquí una
seria advertencia para todos nosotros. Es fácil tomar parte en grupos de
discusión, ponerse a estudiar y a leer libros, a discutir intelectualmente el
Cristianismo; pero lo esencial es experimentar el poder del Evangelio. Es
verdad que es importante tener una comprensión intelectual del orbe de la
verdad cristiana; pero es mucho más importante tener una experiencia vital del
poder de Jesucristo. Cuando un paciente está bajo tratamiento médico, o tiene
que ser operado, o se le recetan ciertas medicinas, no tiene necesidad de
conocer todo el orbe de la anatomía, ni cómo actúan la anestesia o los fármacos
en su cuerpo para recuperar la salud. El noventa y nueve por ciento de los
pacientes experimentan la curación sin ser capaces de decir cómo se realizó. En
un sentido, el Evangelio actúa así. Encierra un misterio, pero no porque
desafía a la comprensión intelectual; es el misterio de la redención.
Al leer el
Cuarto Evangelio resulta difícil saber cuándo terminan las palabras de Jesús y
empiezan las del evangelista. Juan ha pasado tanto tiempo pensando en las
palabras de Jesús que pasa imperceptiblemente de ellas a sus propios
pensamientos acerca de ellas. Es casi seguro que las últimas palabras de este
pasaje son de Juan. Es como. si alguien preguntara: «¿Qué derecho tiene Jesús a
decir esto? ¿Cómo podemos estar seguros de que es cierto?» .La respuesta de
Juan es sencilla y terminante: «Jesús -dice- descendió del Cielo para
comunicamos la verdad de Dios. Y, después de compartir la vida de la humanidad
y morir por ella; volvió a ,Su gloria.» Juan aseguraba que Jesús tenía derecho
a hablar así porque conocía personalmente a Dios, porque había venido
directamente del Cielo a la Tierra y porque lo que Él decía no era sino la
verdad de Dios, porque .Jesús era y es la encarnación de la Mente de Dios.
Nacer de nuevo
es experimentar un cambio tan total que sólo se puede describir como
re-nacimiento o re-creación o regeneración. Entonces se nos perdona el pasado y
el Espíritu nos capacita para el futuro; entonces podemos aceptar la voluntad
de Dios de veras. Y entonces llegamos a ser ciudadanos del Reino del Cielo, e
hijos de Dios, y a entrar en la vida eterna, que es la vida misma de Dios.
¡Maranatha!
No hay comentarios:
Publicar un comentario